Independientemente de lo que tu estado/dios predique por mucha dictadura que sea, si loas al asesino, eres de los suyos. O le temes hasta ser indigno.
Quien la pega, tarde o temprano la paga.
Ningún israelí debe ni puede olvidar los públicos aplausos y las celebraciones histéricas de felicidad de los palestinos por las víctimas del atentado que masacró a más de mil ciudadanos israelís, que su gobierno y amo hamas ejecutó mediante tortura, descuartizamiento, violación, disparos, explosivos y cremación de niños y adultos en octubre del 2023. Se emplearon a fondo durante horas para demostrar al mundo su crueldad sin límites, y así aprendiera el pervertido y decadente occidente y perro infiel consumista lo que le espera. Y ya lo creo que han aprendido los cobardes occidentales, vista la devoción hacia los terroristas moros y el súbito odio hacia los judíos.
Si yo aún odio al profesor que en mi niñez abofeteaba a mi hermano en clase, puedo imaginar el odio que sienten las familias y amistades de las víctimas israelíes por los asesinos y quienes los celebraron.
Es más fácil odiar que amar. El odio se desliza suave y tentador por la piel, más que las risas y celebraciones de los asesinos y sus seguidores serviles.
La misma histeria de ebria felicidad que mostraron al mundo miles de musulmanes con el atentado del 11S del 2001 de las torres gemelas.
El pueblo palestino demostró ser cien por cien hamas. Con las ciudades-cuartel subterráneas que construyeron con penuria y esfuerzo bajo sus casas y calles, quedó demostrado que Palestina es un pueblo que vive por y para el terrorismo de hamas.
Ha sacrificado durante décadas su bienestar ciudadano construyendo túneles y zulos en lugar de equipamientos básicos, para servir a sus amados exterminadores de judíos, su gobierno electo “democráticamente” dicen con la boca llena de espumarajos hipócritas.
Los palestinos que han muerto son víctimas directas de hamas, en ellos se han escudado los terroristas haciendo chantaje emocional a las pseudo democracias occidentales lloronas y decadentes, ignorantes hasta auto humillarse.
Antes de reírse de los muertos israelís, mucho antes, los palestinos vendieron el bienestar de sus hijos en pro de unos asesinos que buscan el poder y su riqueza en nombre de su alá.
Respecto a las sociedades consumistas occidentales (pseudo democracias como la española) no son piadosas o solidarias, son cobardes. No les gusta y les aterra que alguien se defienda y ponga su pusilánime decadencia en evidencia. Esas sociedades que con el coronavirus, un resfriado que los estados/dios anunciaron como peste; se paralizaron y se “armaron” con los amuletos de la mascarilla, la vacuna que no vacuna y el nuevo cara al sol del siglo XXI: el “me quedo en casa”.
Y también cada pueblo, como ahora España, es culpable de odio mezquino y fariseo con sus alegrías y fobias, como lo fue el alemán de Hitler. No puede haber cerebro más podrido que el del que defiende a los asesinos por mandato político de su amo por “su necesidad y virtud”.
No, la sociedad de la Alemania nazi no es pasado, es de rabiosa actualidad, esta vez, en todo Occidente.
Quien ríe, acosa, señala, roba, agrede y humilla es responsable de lo que hace independientemente de lo que decrete su propio “ayatolá Sánchez” y cuando paguen por ello nadie gritará genocidio, será una guerra abierta. El enemigo no es un gobierno, es un pueblo, así funcionan las guerras desde que el ser humano perdió la gracia para alcanzar su actual degradación.
Genocidio es matar a tiros y hambre a la población como hizo Mao en China con su Gran Salto Adelante, los jemeres rojos en Camboya asesinando sistemáticamente a su población, Stalin en la URSS con sus Planes Quinquenales o el que llevó a cabo la Alemania de Hitler, su población eufórica de odio contra los judíos; aquellos alemanes eran responsables de los asesinatos como lo serán los españoles.
Y quien dice españoles, dice también Europa y USA.
En un genocidio la gente es asesinada sistemáticamente sin razones bélicas o estratégicas, fría y calculadamente, sin más motivo que la codicia de dinero/tierras y poder de un estado/dios propio o invasor.
Lo de Palestina no es genocidio, es una guerra abierta por ella misma. Los palestinos que huyen no son metidos en vagones para fabricar botones o peines con ellos y luego combustible. Es un pueblo en guerra que eligió su destino y tienen suerte: a los judíos los alemanes no les permitían ni huir.
Y los españoles serán responsables de sus propias muertes en una guerra o un “genocidio” como el que tanto lloran. Responsables de abrazar por cobardía y obediencia mezquina y fascista a los asesinos.
Los mezquinos españoles se cagan de miedo ante la posibilidad de ser degollados como israelíes; el gobierno español pro islámico tiene las ciudades atiborradas de musulmanes y claro, al igual que el español delataba al disidente con Franco y al que no llevaba la mascarilla del ayatolá Sánchez; ahora también delata al judío y al que no grita “genocidio”; el español de pura raza vende sus hijos al diablo por no ser degollado.
Y así, los judíos o israelíes tienen la culpa de todo por haberse defendido; pero en el fondo, este antisemitismo español es la envidia que corroe a “todas y todos”. Un pueblo que se defiende deja en evidencia a otros pueblos cobardes. Es algo inherente a la especie humana; ocurre que hay razas o etnias más mezquinas que otras. Y la española está orgullosa de ser hoy mezquina en un pódium.
En general, los decadentes occidentales consumistas sólo buscan interesadamente la simpatía de los terroristas en un vano intento por, algún día, no ser degollados también con sus hijos por terroristas moros.
Los israelíes no deberían haberse defendido para no enojar a los moros que viven en las ciudades occidentales (pseudo) democráticas. Deberían haberse sacrificado por el bienestar emocional de las naciones (pseudo) democráticas consumistas aniñadas y demasiado homosexualizadas.
Los políticos sucios de las pseudo democracias consumistas del coronavirus ven en sus poblaciones cobardes, quejumbrosas, dependientes e infantilizadas una borregada que les produce pingües beneficios con un mínimo gasto y el modelo de dictadura islámica asfixiante y de suma obediencia al estado/dios, es la meta de la política podrida y fascista que se inició con el coronavirus.
No existe cosa más vil y rastrera que un ciudadano integrado siguiendo todo mandamiento de su estado/dios con una fe tan ciega como la musulmana. Es el producto estrella de la selección de ganado humano que ha realizado el estado/dios a lo largo de los milenios.
Nadie acaba de darse cuenta de que la historia se repite cíclicamente, porque al fin y al cabo, el estado/dios pertenece a una especie endogámica y por tanto, humanamente fallida y hace las cosas mal una y otra y otra y otra vez. Por ello, los políticos sucios, corruptos, cerdos... Son una constante que surge en cada tiempo electoral o social, con sus complejos de napoleones analfabetos cuya única gracia es haber nacido de madres y padres con una genética también sucia, la endogamia de la riqueza.
Concluyendo:
Quien señala y acusa a las víctimas de los asesinos con la inmadurez infantil de una ideología inducida por los medios fascistas de las pseudo democracias, caerá inevitablemente bajo las armas y la esclavitud de los asesinos que defiende y justifica. El asesino o enemigo no le va a dar ni agua a los cobardes por mucho que lo hayan apoyado.
La chusma de la Alemania nazi ha vuelto con toda su mezquindad y miseria.
Y mientras viven y disfrutan falsas solidaridades, se olvidan de la corrupción y fascismo con el que su estado/dios les regala y humilla día sí y día también. Viven en sus peculiares guetos fascistas de realidad pervertida.
Esta época de hoy no es convulsa, es simplemente obscena para la dignidad y la ética.
Los asesinatos hechos virtud a conveniencia de un dictador y además, con alevosía e impunidad legal y ética; son feroz y mezquinamente celebrados. Una vergüenza más que adora la especie humana.
Y próximas generaciones humanas nacerán sin piernas para arrastrarse como gusanos, como consecuencia evolutiva de su obediencia rastrera.
Iconoclasta