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3 de junio de 2025

lp--La ira, el atávico super poder humano--ic


Es buena la ira que embrutece al asfixiado, al extorsionado, al humillado.

La ira es la muestra palpable y rugiente de lo que aún somos: humanos salvajemente libres por pura biología, instinto territorial y supervivencia.

La ira nos hace ajenos a los dogmas y acoraza contra las extorsiones “legales” del estado/dios que no puede combatir en la liga de la ira porque el estado/dios está cimentado en el pensamiento excrementicio: es mezquino y cobarde, avaro y corrupto.

La ira desatada es la mayor expresión de libertad del ser humano: sin control, sin interés, sin razonamientos morales o legales, sin temor a las consecuencias que no importan cuando la humillación y el control llenan todos los minutos de la vida.

La ira es orgánica, electroquímica humana; reside en el cerebro profundo al que ni dios ni el estado pueden llegar para aplacar con embustes que huelen a mierda.

Es un suicidio de valientes, libres. De seres humanos con sus cerebros y genitales intactos, no castrados.

En una civilización cada día más represora e invasora de la intimidad del individuo y corruptora de la biología humana misma, la ira es juez y verdugo. El valor bruto y ancestral de todo ser humano que el estado/dios veja y esclaviza.

Cuando el control te ahoga y se te arrebatan tus más simples placeres para mostrarte quién manda, la bestia emerge porque todo está perdido en tu vida y te han acorralado. Sólo queda la opción de la violencia contras las letales, mierdosas y humillantes leyes y decretos.

Y dices destilando una baba furiosa: “Es mi vida y hago lo que me sale de la polla”.

Es la razón de que las guerras tengan éxito entre los seres humanos estabulados en las grandes granjas de crianza humana o ciudades y por ello, sean largas; por mucho que una manada de cobardes se manifiesten contra ellas.

Nadie frena una guerra a pesar de los miles de muertos.

El estado/dios reconoce la necesidad de la libertad biológica humana: las guerras y su carta libre para cazar y matar entre seres humanos, sin ley ni control, servirán para rebajar el nivel de hostilidad de la población que humilla, miente y esclaviza.

Ante un estado/dios desatado en sus prohibiciones, matar se convierte en un regalo. Y será el estado/dios quien inventará un enemigo inexistente contra el que dirigir la violencia salvaje, la ira, que con su ignorancia y negligencia ha cultivado en el tejido social.

La ira, la violencia sin ley, ni control, ni juicio.

La posibilidad de morir en libertad y por la propia sacrosanta voluntad es una expectativa mayor que el amor por los hijos cuando la ira estalla, harto de comer la misma mierda de pienso en la granja de puercos humanos, las ciudades insanas para la mente y la ilusión. Tóxicas para la naturaleza e idiosincrasia humana.

Lo que traumatiza a los humanos adultos no es la guerra, sino su fin, la paz. Que es el fin de la libertad en la que se ha vivido durante meses o años. Una libertad en la que han matado sin control a amigos y enemigos según su propio criterio, según su propio deseo. Sin que ningún placer les haya sido vedado.

Perder la más salvaje libertad es el origen de la cacareada psicosis de guerra.

Los muertos son trofeos.

La ira es más placentera que el follar.

Sin control, sin el estado/dios subido en lomo sodomizándote un día y otro y otro y otro…

Es algo, la libertad, que cada día importa más. Y cuando empiezas a sentir necesidad de libertad observas los altos genitales del estado/dios sobre tu cabeza y piensas con sabiduría ancestral, que es el enemigo que abatir, la amenaza a tu vida digna. Y ahí está nuestro gran super poder: la ira.

Algo por lo que vale la pena morir y la ira, te empuja a hacerlo sin mentiras, con la sinceridad total que hay en tu sabio pensamiento instintivo.

Porque vivir en vejación no es vivir.

Y muerto, porque te matarán, tus actos quedarán impunes. Los cadáveres no son responsables de aquella ira y sus muertes o agresiones. Y la carne está vacía de ira y vida.

Se mata porque es más fácil que respirar en la asfixia.

No existe nada comparable a la salvaje libertad de la ira y su ausencia de cobardía, por mucho que pontifiquen los lelos que la ira te hace esclavo de ti mismo.

Y una mierda.

Cuanto más te pisan el cuello la ley y el control, más placentero resulta surgir de la naturaleza atávica propia y estallar. 

Morir en la ira será un acto lógico y asumido, no importa ya la vida, importa el acto en sí, la respuesta al control, a la asfixia, a la vejación.

¡Oh, la ira!


Iconoclasta

15 de mayo de 2024

lp--El Dios/Estado--ic

Una vez has nacido, cuando es definitivo que puedes vivir sin estar conectado a un cordón umbilical, todo se acelera y comienzan a robarte la vida y todo asomo de esperanza de libertad y es tu responsabilidad cómo actúes y pienses, ante el acosador y aplastante Dios/Estado.

Desde su nacimiento todos los seres son responsables de su respiración, no basta con ser alimentados. A un nivel inconsciente todos los mamíferos marcan el ritmo de su respiración por sí mismos. El alimento es secundario, llega tras la voluntad de aspirar aire.

La única libertad de quien nace bajo el yugo del Dios/Estado (en un asentamiento hacinado de seres humanos), es respirar como su genética dicte.

La función de los progenitores es protegerlo hasta que desarrolle capacidades de defensa y ataque contra las agresiones. E instruirlo en las características del medio donde se desarrolla.

Desde que nació el primer Dios/Estado de la mente enferma de ambición y codicia, con delirios mesiánicos psicopáticos de un ser humano de genética corrupta; las crías humanas son cerebros vacíos que se rellenan con dogmas y sus leyes, dogmas y autodesprecio, dogmas y pecados, dogmas y castigos, dogmas y prohibiciones; pero ante todo: dogmas y servilismo al Dios/Estado.

Las crías humanas nacidas en cautividad (granjas de explotación humana o ciudades), nacen como reses lechales programables. Alguna de ellas nacerá con voluntad y pensamiento propio; pero no es preocupante para el Dios/Estado porque tiene miles de millones de reses aptas para el pastoreo. Si una de estas crías sobrevive y se desarrolla a pesar de la asfixiante mezquindad y mediocridad que le rodea, sólo será una efímera existencia que no trascenderá más allá de tres o cuatro individuos humanos, ya sea de su círculo familiar o amistoso.

Y en caso de que trascendiera, se le sacrifica.

Para el sacrificio el Dios/Estado usa la pobreza extrema llevando al individuo a la indignidad y humillación que, responderá con la violencia. Y así, el Dios/Estado actuará legal, constitucional y bondadosamente pegándole un tiro o metiéndolo en un establo (cárcel) hasta que se pudra.

De hecho, si no se es hijo de la endogamia corrupta de las familias poderosas, el humano nacido en la cautividad del Dios/Estado comerá mierda toda su vida y dejará, al Estado unas pocas posesiones. Porque el Dios/Estado le roba a los hijos de los cautivos lo que por derecho familiar les pertenece.

Y lo más asombroso es que esta vejación está “ajustada a derecho”, es “constitucional” y se habla de la existencia de cochinas “cartas magnas” que así justifican las atrocidades del Dios/Estado, cosa que tranquiliza a las bestias humanas nacidas en cautividad y adoctrinadas en el servilismo a la burocracia corrupta y voraz .

En el imaginario popular se presenta al Dios/Estado psicópata y asesino, como una institución justa y preocupada por las reses que explota hasta dejarlos secos de sangre la misión de la escuela y universidad es que desarrollen las crías humanas amor por ese psicópata que los denigra física y psíquicamente.

La mayoría votante se deja engañar por su teléfono y los dogmas que le transmite. Es ciego a la realidad, momento y mal lugar en el que ha nacido. Y asimila así su pobreza, indignidad y esclavitud como la única forma de vida posible que pueda darse.

Esos seres son la perfecta muestra de cómo el Dios/Estado ha seleccionado los mejores animales humanos para su reproducción y posterior explotación a lo largo de cientos de siglos de asesinar a seres humanos con capacidad de respuesta a la agresión y humillación, sin miedo alguno a la libertad.

Todo lo que nace en cautividad vivirá hasta su muerte cautivo, tras haber sacrificado una importantísima parte de su vida al Dios/Estado para convertirse en un ser humano disfuncional o lo que lo mismo, útil para alimentar al caníbal Dios/Estado.

Los primeros veinte o veinticinco años de vida de la especie humana bajo el yugo del Dios/Estado se pierden como excrementos. Son usados para el amaestramiento y castración mental. Los seres humanos cautivos nacen con casi treinta años menos de su vida que cualquier otra especie animal en el planeta.

Durante cuarenta o cincuenta años, el cautivo alimentará al Dios/Estado con su esfuerzo a cambio de apenas nada y al poco de envejecer morirá.

Es la vida que ofrece el Dios/Estado a una especie humana ya indolente sin la suficiente voluntad e imaginación para ser libres.

Estamos abandonados (una pequeñísima minoría consciente) ante el Dios/Estado y sus humanas hormigas de pensamiento electroquímico colonial.



Iconoclasta

30 de julio de 2023

lp--Nadie recuerda y todos votaron--ic

El Caudillo Español Nazi Penitenciario Homosexual Clima-sanitario hace unas semanas decretó en una de sus homilías televisivas, que los españoles debían perder de nuevo el tiempo y arriesgar su salud (según los dogmas del nazismo poscoronavirus homosexual español): debían votar estropeando sus vacaciones, votar a pesar del terror que la población española siente por el calor de los veranos nazis españoles.

Los distintos rebaños españoles obedecieron al amo sacrificando su tiempo, sus vacaciones, su dinero, bienestar e intimidad. Obedecieron en masa como si de calzarse en el hocico un bozal de nuevo se tratara. Votaron y obedecieron en una multitud que hacía tiempo que no se veía, angustiándose por obedecer al Caudillo, ejecutando trámites complicados o desplazándose largas distancias para cumplir los deseos de su amo.

Lo hicieron porque nacieron para ello, porque pertenecen a una raza humana especial cuidadosamente seleccionada para la dictadura. Nacieron para obedecer a todo jerarca nazi o fascista, en toda época. A todo dictador “democráticamente elegido”.

Hace poco más de tres años, bajo la dictadura del Caudillo Español Nazi Penitenciario Homosexual Clima-sanitario (el Sánchez), la población con la respiración prohibida mediante el bozal (mascarilla en jerga nazi española) del silencio, la humillación y la sumisión (incluso a cielo abierto) y tras meses de encarcelamiento policial y militar; tenía miedo de hablar o de expresar su opinión ante amigos o vecinos. Desde el primer momento, solo se atrevían a aplaudir a sus amos nazis del Estado.

De idéntica forma a como se actuaba en el franquismo. Hace tres años atrás tenían un miedo atroz a que un vecino o amigo los denunciara por decir algo contra el régimen chino-español del coronavirus.

–Yo no aguanto esta mierda–le dije a un conocido al salir de un estanco y quitarme aquella mierda de bozal en la calle.

Los que escucharon en la cola de la entrada miraban al suelo con su bozal bien prieto, encogiendo mucho el cuello entre los hombros cobardemente para que mi aliento no les llegara a pesar del bozal que calzaban en los hocicos; pero sobre todo, distanciarse de aquella frase. Como sus padres y abuelos hicieron durante el franquismo.

La gente estaba absolutamente convencida de que se encontraba frente a una dictadura asesina, que la podía meter impunemente en la trena durante el tiempo que el alcalde, policía o juez impusiera por puro capricho corrupto. De hecho, todo ciudadano hace menos de tres años, tenía tratamiento policial de delincuente, se nos presuponía la culpabilidad de un delito. Ser trabajador en España equivalía (aun hoy, porque el nazismo se instaló para las próximas cinco o seis décadas, o una próxima guerra civil) a ser un ladrón o criminal.

Y aún hoy está convencida la población española de vivir en un nazismo; pero con la gracia de que es maricón y festivo. La chusma guarda embarazosamente silencio de aquellos tres años atrás, del asesinato de viejos y gente enferma crónica, la humillación y la prohibición de las necesidades biológicas humanas como el respirar y el sustento con las que el Estado los extorsionó y humilló. Guarda el silencio del acto más vergonzoso y humillante que han vivido en muchos años como si no hubiera ocurrido.

Con sus ademanes del silencio y la cobardía, sin mentar los abusos del Estado, sus crímenes y vejaciones; aún hoy día reconocen vivir en una dictadura con absoluta normalidad. El nazismo español penitenciario homosexual clima-sanitario es ese policía sentado a la mesa en los hogares para vigilar que lo que comen sea legal al régimen y que follan como está prescrito. Tal vez el policía se folle a la mujer para que el marido aprenda.

El silencio mafioso es una losa indigna sobre las cabezas de los cabestros españoles. Se trata de la omertá que en las últimas campañas electorales los partidos políticos nazis todos, han pactado para no sacar el tema a debate o atacarse con él. Hay tanta corrupción y delito en el Estado, la casta política nazi ha ganado tanto dinero con la dictadura que todo político está sucio de mierda nazi y corren un velo sucio ante la dictadura de un “Estado de derecho”.

No es broma ni sarcasmo cuando afirmo que la población española es el resultado de una selección ganadera del fascismo o dictadura. Una raza escogida mediante el cruce de hembras y machos de carácter servil, maleable, manso; en una tierra aislada del conocimiento y la ética durante siglos. Un ganado incapaz de cuestionar o expresar opinión, gracias a esa mansedumbre o cobardía genética.

Exactamente como desde hace cientos de años se ha hecho con vacas, cerdos y perros.

Mientras el pueblo español tenga pasto que rumiar, qué más da lo demás.

Como animales, sin inquietudes intelectuales, de libertad y ética.

Sin una cultura eficiente y honrada.

Hace tres años, durante aquellos encarcelamientos del coronavirus, los aplausos a los jerarcas nazis, el hocico tan mezquinamente cubierto a todas horas con el bozal, las vacunaciones masivas del “si te lo mandan debes vacunarte” y el odio a los no vacunados y su deseo de matarlos de hambre por no ser obedientes como ellos. En la población española surgió lo más mezquino y reptil del ser humano.

El gen recesivo de la dictadura se activó y así el nazismo o el fascismo infectó su organismo como un cáncer pudre la sangre y se desarrolló el silencio temeroso de la sumisión; salvo por los aplausos que la policía, con las sirenas de sus patrullas, exigía todas las tardes en los barrios de todas las ciudades, a pesar de los miles de muertos diarios decretados por el nazismo español. Se impuso la trashumancia masiva hacia los puestos veterinarios de vacunación que no vacunaba o compra de bozales. La exhibición del brazalete nazi segregador o pasaporte covid con orgullo nacionalsocialista o hitleriano y la atención religiosa a las homilías o partes nazis del resultado de muertos y contagios. Desarrollaron devoción por aquellos nazis que aparecían cada día en su televisor. Y una indigna y vergonzosa dependencia.

Toda aquella inmundicia de hace tres años ha votado con fe religiosa a aquellos nazis como si no hubiera existido aquella historia negra y humillante. Votaron a los mismos, a todos ellos con esa desidia tan propia de los borregos que carecen de memoria, de inteligencia suficiente para gestionarla.

Hará poco más de una semana, votó la población ganadera española más de lo mismo eternizando su cobardía y humillación con su indolencia.

Han votado de nuevo incluso festivamente, a aquellos que con la policía y ejército los trataron como criminales y animales prohibiéndoles respirar decentemente o trabajar para ganar el sustento.

Es una cuestión de raza, las hay aptas para la crianza libre y las hay más específicas para corrales. Cada cual adaptada por selección ganadera a los distintos tipos de pastoreo y prohibiciones.

España es sanguínea y sangrientamente fascista y ladrona.

Hace apenas una semana votaron todos sin memoria reciente, votaron más que nunca. Pareciera que cuanto más pega el amo al perro, más le quiere y le obedece.

Perdieron hace una semana la oportunidad de despreciar a los amos, a los nazis, a los fascistas carceleros, penitenciarios. Perdieron la oportunidad de no votar a ninguno de los nazis mierdosos y criminales de izquierdas y derechas que los mataron, humillaron, extorsionaron, acosaron, arruinaron y enfermaron. Perdieron la oportunidad de mostrar un mínimo rechazo a la dictadura indigna y maricona. Perdieron la oportunidad de dejar de ser esas vacas seleccionadas y criadas en una tierra aislada de Europa y del mundo, tanto que no llega la cultura, el conocimiento y la ética. Una tierra enferma y oscura de fascismo y fascistas que surgen a la menor oportunidad como las pulgas de las ratas propagando la peste.

Les votaron de nuevo con la memoria en blanco a uno y a otro bando, iguales de nazis, iguales de ladrones, iguales de extorsionadores, iguales de asesinos. Perdieron de nuevo la dignidad vejándose ante los carceleros y ladrones. Ahora cada rebaño muge miedosa y lastimeramente la “derrota” de sus nazis amados. Mugidos de ganado genéticamente seleccionado, frustradas las reses de los rebaños porque no ha ganado el dictador que reverencian, el que los molía a palos y latigazos y humillación y ruina… Cualquiera de tantos que había tres años atrás.

Pudieron no votar y mostrar determinación, valor y decencia; pero sobre todo, desprecio a los fascistas del coronavirus que les golpearon y violaron con mano que no tiembla.

Y han perdido la gracia del ser humano si alguna les quedaba.

Han demostrado de nuevo, con naturalidad innata, sin pretenderlo; ser un ganado de buena crianza nazi.

No es su culpa, no pueden evitarlo. Es un problema de raza, de genética.

De sangre sucia.



Iconoclasta

1 de septiembre de 2019

Ser el animal


No es una cuestión de amor ingenuo, pueril y decadente por los árboles, por los animales, por la naturaleza.
Es una cuestión de libertad, de vivir violentamente. De estar donde debes, cuando tu instinto está tranquilo, satisfecho. Cuando ninguna otra consideración cuenta más que existir libremente: matar animales para comer, tomar lo necesario de la tierra y la vegetación, partir ramas y troncos para hacer fuego en las noches, de tener como reloj los movimientos planetarios. De morir en la espesura, sin que nadie llore, sin que nadie ría. Sin que nadie sepa.
Y ni siquiera es una cuestión de libertad romántica.
La cuestión definitiva de existir aquí, es ser el animal que nació y no el que fue sometido en la granja humana.
Dicen que con el tiempo uno se relaja y se habitúa. Bueno, yo con el tiempo almaceno más rencores por las esclavitudes sufridas, por las vejaciones que no pude devolver.
No soy un animal que morirá con una sonrisa beata. Moriré con los belfos contraídos, mostrando mis dientes rotos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.