Las guerras producen humanos-bestias que almacenan en su interior la vergüenza de ser humillados, controlados y explotados desde su nacimiento por su estado o gobierno y nunca han tenido el valor de rebelarse.
Es la razón de los llamados “crímenes de guerra” (como si no lo fueran todos en tiempos de guerra): el rencor e insoportable mortificación por la servil y rastrera obediencia ofrecida mansa y gratuitamente al estado/dios/gobierno.
Es una ponzoña acumulada por años de una vida mediocre, inalterable y prisionera, que se escupe con violencia contra inocentes y desconocidos. Otra cobardía más sumada al servilismo mostrado como civiles.
Es lógico que el cadáver de un animal irracional cause piedad y el de uno humano repugnancia.
Las guerras funcionan por la vergüenza y cobardía de los soldados de ambos bandos.
Y no hay honor en la guerra, sólo una ira ciega y psicópata de unos ejércitos de cobardes, frustrados y trepas laborales reciclados como militares.
Iconoclasta
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