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14 de diciembre de 2019

Las cosas buenas que no ocurrieron


Todas las cosas buenas que no han ocurrido son el pago a un optimismo injustificado y al desconocimiento del carácter mezquino de la especie humana.
La violencia siempre ha sido el método definitivo para resolver una ofensa, robo o imposición. Cualquier otra solución legal o de diálogo, solo lleva a prolongar el problema y causar angustia entre los enemigos, para luego hacer uso de la violencia irremediable y lógicamente.
Quien tenga dudas al respecto que estudie someramente la historia o le eche una mirada crítica a su entorno, sin pajaritos disney danzando imbécilmente en el aire.
Jesucristo fue un invento para contener la violencia de indigentes y esclavos; una castración emocional que aprovechan con grandes y buenos resultados para amansar a los obreros y ciudadanos estabulados, millonarios y sistemas políticos, despóticos todos, ya que la democracia es una ofensa a la inteligencia y a la razón. Quien dice que mi voto vale lo mismo que el de un borracho o un analfabeto, es un hijo de puta.
Se debería valorar a un jefe de estado solo por sus conocimientos económicos, sus estudios y su carrera profesional. Las ideologías que se las metan por el culo; yo ya tengo las mías que son mejores.
Y Jesucristo fue un buen invento, al igual que los Mahoma, Buda y tantos otros mitos de tantas religiones, personajes de unos cómics escritos y publicados sin demasiada gracia, con ingenuas parábolas para adiestrar a los burros en el amor a su propia miseria (humildad) y en poner la cabeza para recibir un tiro obedientemente ( si te abofetean, pon la otra; cosa que me la pone dura, de verdad, es toda una obscenidad solo imaginarlo).
Concluyendo: sin violencia nada se resuelve, el problema solo se estanca en las pútridas aguas de las administraciones y en los despachos de políticos y millonarios; para degenerar hasta convertirse en una infección que genera una sociedad tecnificada banalmente para gente que no sabe escribir ni leer, como la actual.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de diciembre de 2019

Dulces días de vapor


Los días brumosos ostentan una dulzura que los nítidos desconocen.
La niebla dulcifica la vida y la muerte, provocando cierta ternura hacia los animales peludos y las aves. Porque ellos no tienen la culpa de nada de lo malo que ocurre.
Sobre todo, la niebla amortigua el ruido idiota de las voces humanas, evocando así tiempos de pasadas ignorancias.
Aquellos misterios falsos que daban a la vida humana un interés que jamás ha tenido. Es bonita la imaginación que se teje entre las bajas nubes, la de los cuentos y leyendas de magia, monstruos, terror y heroicidades. Hace la vida menos horrible.
Y es excusable la mentira cuando no resta valor y dignidad.
Sueño con los ojos abiertos fijos en las volutas de vapor, que la niebla es veneno que corroe todo lo que odio, lo que me disgusta, lo que no pedí.
Imagino que es vapor de cadáveres y sonrío ante la desesperación de la angustia que sufren los vivos que los respiran. Enciendo un cigarrillo para que la niebla dure más tiempo y me pregunto de una forma casual, cuando seré vapor.
Solo es una cuestión metafísica, sin más consecuencia que la curiosidad, no tengo prisa por morir.
Al menos hoy, con toda esta brumosa magia que me rodea y aspiro.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

7 de diciembre de 2019

Todo mi amor


Hola, mi amor.
Siento unos deseos agónicos de escribirte con letras presurosas y furiosas, como los trazos de un pintor arrebatado por la inspiración: Te quiero, te amo. Te amé siempre, te amaré hasta el fin de mi conciencia.
Cielo… Hay momentos en los que siento que el corazón está cansado más que enfermo: a veces pierdo un latido o dos y parece que la vida se detiene por unos segundos, entonces mantengo la respiración ante la posibilidad de que sea el momento de morir.
Estos fallos del corazón se deben a la presión de amarte, estoy seguro de que en mi vejez, si no te amara, no padecería esta cardiopatía.
No amarte solo sería posible si no existieras. ¿Comprendes la profunda angustia de las posibilidades? Porque prefiero que mi corazón se raje a que no existas.
Ocurre con la misma frecuencia con la que pienso en ti. Y se ha hecho tan habitual que ya no siento miedo, solo curiosidad.
Solo te amo a ti, no tengo a nadie más que amar.
Sé que quien ama a más de un ser, no padece tanto del corazón ya que tiene más oportunidades de librar el exceso de presión en más ocasiones.
¿Entiendes mi tragedia, amor? Sin ti siento que reviento y abrazado a ti también.
Lo único que temo cuando pierdo esos latidos al pensarte (como si fueras un cosmos alojado en mi mente) es al dolor, cuando sea definitivo el paro coronario. Y lo será; pero sé muy bien que cuando vas a morir, el dolor se retrae para dejar paso a la angustia de saber que con el último latido, se fue la esperanza de volver a sentir tu calidez.
No tengo a nadie más a quien amar, no quiero. Y además, no existe nadie remotamente parecida a ti. Es imposible que pueda amar a alguien más.
Ni siquiera como consuelo.
Como esos consuelos traidores e indignos que tanto se dan.
¿Cómo es posible amar a más de una persona con lo que duele amarte solo a ti? Los otros, los humanos, no son valientes; las posibilidades, pues, se reducen a cero.
Toda esa dispersión del amor es un acto inverosímil para mí.
Necesitaba escribírtelo, porque en este momento mi corazón no se siente bien en su lugar y parece desplazarse de mi pecho a la garganta que balbucea tu nombre durante un gélido paseo en noche de luna helada.
Así transcurre mi vida, mi amor, como en este instante de mortificantes micro infartos, amándote imprudente e inevitablemente.
No habrá un próximo final feliz, no es bueno no tenerte todas las horas, todos los días.
Sé que estas palabras pueden parecer decepcionantes y tristes, que no son motivo de sonrisa y paz, mi amor.
Pero si no te lo digo a ti, ¿a quién en toda esta soledad?
Bye, amor.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.



Manifestaciones por clima, nacionalidades o cualquier cosa


Las miles de manifestaciones que forma la chusma por orden de sus amos o líderes, son producto de un pensamiento (si lo hubiera) erróneo de las masas, una forma degenerada y decadente de pasar el tiempo; pero sobre todo una maniobra del poder (el dinero) para controlar a las manadas de reses humanas pastoreándolas y condicionándolas para que se reúnan obediente y festivamente en los lugares y momentos que los joderosos (poderosos, ya se sabe que poder se escribe con “j”) deciden.
Congregando a la chusma, el poder se descarga de culpa al ser él quien permite y alienta las grandes trashumancias sociales. Obliga al populacho a que se sienta responsable de que, por ejemplo, el planeta esté al borde de la extinción o bien de que son ellos, los ciudadanos, los que tienen el poder de cambiar un gobierno o disfrutar de más libertades (una mentira de lo más burda).
“Coméis mucha carne, cagáis demasiado, os bañáis demasiado, vais en coche a todas partes, respiráis más de lo necesario”. Son las consignas que el poder lanza subliminalmente y la chusma repite a coro.
Con esta estrategia, el poder consigue que sus delitos de corrupción, dejación, negligencia, robo y usura recaudatoria sean sepultados bajo la alegría y festividad del populacho clamando festiva y emocionalmente por alguna de las causas de la manifestación: clima, sexualidad, crímenes etiquetados específicamente para sus reuniones y alegrías, o bien por banales disputas de idioma y cultura.
Si los ambiciosos poderosos acuden a la fiesta o manifestación, sus delitos serán perdonados y sus comportamientos admirados y votados.
Los monos escuchando música y reuniéndose en degradantes manadas, vuelven tras la fiesta a sus corrales aceptando alegres el robo, la cobardía y la corrupción de sus líderes; pero sobre todo, como en el caso de las manifestaciones por nacionalismos o climas, aceptarán que les esquilmen con más impuestos y aportaciones dinerarias para los fines por los que se han manifestado.
Y como la chusma carece de criterio, inteligencia y sobre todo de memoria histórica (una consecuencia directa de no saber leer), no se acuerda de que lleva toda su puta vida pagando por ello y que todos los impuestos que tributa en sus nóminas, recibos de luz, gasolina y alimentación con el pago obligatorio de las bolsas de la compra, no ha servido para nada. El poder ha dejado, a pesar de todo el dinero que ha robado desde hace muchas décadas; que el planeta se llenara de mierda y se contaminara el aire.
Aplauden festivamente a sus ladrones líderes, creyendo fervientemente que harán algo digno con el dinero que les van a robar de su trabajo.
Y ahora los mediocres manifestantes, se golpean con piedras en el pecho recitando un mea culpa lastimoso y vergonzoso acogiéndose a líderes infantiles en un increíble ejercicio de una decadente inmadurez mental.
Se cuestionan a sí mismos si han de seguir comiendo carne, pienso o mierda en bote. Y se encontrarán eligiendo en el mercado las comidas más mediocres; pero absolutamente ecológicas que les castrarán física y mentalmente para seguir siendo unas buenas, mansas y obedientes reses.
Lo único admirable de la imbecilidad, es como el movimiento continuo: con un ligero impulso (incluso solo con músicas o lacitos de cualquier color), sin apenas esfuerzo, los idiotas se pueden mover por millones en un instante.
Las manifestaciones emocionales o de diversión, son la más burda trampa del poder para domesticar, engañar y seguir robando a la chusma o ganado humano. Aunque se crean al llegar a casa y comerse un plato de coles con vinagre, que salvan el planeta con su sacrificio e ingenua ilusión de analfabetos.
¿Dónde quedó el pensamiento crítico y la natural y cauta desconfianza hacia los enfermos de ambición, los poderosos que gobiernan con dinero y votos?
Se entiende así, cuándo es necesario que se desencadene una guerra.
El problema no es el plástico o el humo, el problema es un exceso de habitantes.
Y un exceso de habitantes para los ambiciosos poderosos, es un constante ingreso de dinero; por eso son perezosos para provocar guerras que alivien el número de seres humanos; pero todo tiene un límite y más temprano que tarde, deberá haber una gran debacle bélica planetaria. De lo contrario, deberán rodar las cabezas de los grandes líderes y muchimillonarios y eso me parece ciencia ficción, son los dueños de los ejércitos.





Iconoclasta