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15 de junio de 2024

lp--666: un favor para el ex nazareno--ic

666 dormitaba con los ojos oscuramente abiertos en su trono de piedra centrado en la cámara principal de la fría, oscura y húmeda cueva que cubría el infierno. La Dama Oscura desnuda a sus pies dormía profundamente y un cruel lamía su vagina entre los muslos separados con premeditada obscenidad.

Percibió una vibración en el aire. Prestó atención a la frecuencia y su cerebro negro y venenoso la descodificó. Las pupilas se contrajeron hasta formarse dos rayas negras verticales apenas perceptibles.

– ¡Hola, 666! Soy JC ¿Puedo bajar a hablar contigo sin malos rollos?

– ¿Y eso? –preguntó perezosamente sacudiendo el pene y salpicando con semen las tetas de su Dama que gemía sin despertar. El cruel seguía hocicando en el coño con los ojos atemorizados observando al diablo.

–Ya te lo explicaré en un lugar más discreto. Mi todopoderoso padre tiene las orejas llenas de pelos; pero escucha por medio de sus querubines sexuales.

–Está bien, pero mejor nos vemos en la Tierra, aquí hace demasiado calor y si los condenados detectan tu presencia se alborota el gallinero y me da jaqueca.

– ¿Te parece bien en Jerusalén, frente al muro de las lamentaciones?

– ¿Estás deprimido?

–No ¡qué va! Sólo que hace muchos siglos que no lo visito y pensé que sería un buen momento.

–Bien, pues en un milisegundo allá nos vemos ¿Tu padre-dios te dio ubicuidad?

–No, le jode que alguien pueda tener tanto poder como él, como le ocurrió contigo.

–Está bien te abduzco hacia la entrada del infierno y nos vamos juntos a Jerusalén en una fracción de segundo.

– Gracias.

El sol de oriente medio creaba una atmósfera sucia por el eterno polvo en suspensión de las tierras desérticas. Apenas pisar suelo sagrado sintieron el calor abrasador en la piel y la mirada polvorienta.

Se habían materializado en Jerusalén, progresivamente se opacaron entre una riada de gente en la calle Bab El Silsilfh y accedieron a la plaza de los templos sin llamar la atención de la eterna muchedumbre que llenaba el sagrado lugar. Caminaron frente a la sinagoga Shomrei Hahomot y JC se sintió conmovido durante unos segundos. Encararon la vía Suq El Qatanin que los llevaría al famoso Muro del Oeste caminando paralelos a los interminables trabajos de arqueología. 666 movió una nube para que cubriera el fortísimo sol.

El rumor de tantas voces, el ruido de la ciudad, el roce con los monos...

–Es asqueroso, los destriparía ahora mismo y callaría sus repugnantes y pegajosas voces.

JC detectó un aura de sólido rojo sanguíneo alrededor de 666 y se separó de él con discreción.

–No temas, controlo. No entiendo cómo ese padre maricón tuyo pudo crear esta basura y sentarse a descansar tan feliz en su cochino cielo.

JC ignoró el repentino estallido de ira y expuso la razón del encuentro.

–Estoy preparando mi segunda venida. Padre está perdiendo la paciencia porque es algo que ya debería haberse cumplido; pues bien, antes quiero que los mates a todos.

– ¿A todos los monos?

–No, sólo exterminar a todo jerarca y burócrata que forme parte del gobierno o estado de todas y cada una de las naciones de la Tierra. Quiero que mueran todos.

– ¿Quieres su riqueza y poder?

– ¡Qué va! Tengo todo lo que quiero con mi padre. Sólo pretendo que antes de renacer entre ellos, no exista ninguna rata política o religiosa con mando en su nación. En ninguna nación, por pequeña o grande que sea. Necesito que los monos, como tú les llamas, se encuentren abandonados sin los amos que los dominan y mueven como muñequitos. Quiero el caos y el miedo, deben prestarme una atención absoluta y universal.

–Quieres ser el rey supremo... Está bien pensado. Eres tan narcisista como tu padre. ¿Quieres que acabe con ellos por la vía del dolor extremo?

–No, lo más rápidamente posible. Que no respiren más tiempo del necesario para que los anodinos monos esclavos de sus jerarcas no se enteren de nada hasta que vean los cadáveres enfriándose y pudriéndose los restos en las calles. Ahora bien, si los quieres quemar vivos para tu distracción y placer, no hay problema. Ardiéndoles la carne no podrán hacer o decir idioteces y mucho menos seguir con su mando. Total ¿cuánto pueden tardar en morir envueltos en fuego?

–Cuenta que un par de minutos de media, en cuanto aspiran las llamas mueren con los pulmones carbonizados, incluso antes que se les queme la piel de los pies, las crías mueren en un minuto y los neonatos en veinte segundos. Como mucho, alguno de los adultos puesto de coca podría aguantar un par de minutos y medio. No te preocupes, todo el que pase de ahí, se le arranca el corazón y asfixia metiéndoselo en la boca. Mis crueles son infalibles; pero necesitan por naturaleza practicar tormento, es la forma de recompensarlos. ¿Y qué pasa con sus familias y amistades?

–Extínguelas también, a todas las familias de todos los jerarcas, religiosos o burócratas que formen parte del estado, amistades y simples conocidos. No ha de quedar nadie vivo amigo o con intereses de los que rigen las naciones; incluidos los bedeles que usan como aparatos sexuales. Ha de morir toda línea sanguínea de cada uno de ellos, sean crías o adultos, no quiero que me molesten con sensiblerías y martirologios. Con sus lutos de mierda, manifestaciones y homenajes. Ya sabes cómo funcionan estos putos monos. No debe quedar prueba viva alguna de existencia de autoridad política y religiosa.

666 caviló unos segundos.

–Esas líneas sanguíneas del primer al último pariente vivo más sus amistades, suman unos setecientos millones de monos, millón arriba, millón abajo. Asesinados en pongamos, pueden ser extinguidos en un par de horas; pero a cambio, no quiero que aparezcáis tú o tus ángeles en cien siglos en mis masacres para llevaros las almas de los monos que descuartizo. No saber de tu padre marica y sus ángeles asexuados durante unos días me dará cierto relajo.

–¡Hecho! Tenemos el cielo a reventar de idiotas. Incluso un día te puedo enviar al infierno unos millones de almas como combustible.

–Los odias como yo ¿verdad? A mí me dan asco por su mera existencia; pero lo tuyo es venganza. Ven conmigo al infierno, has nacido para ello, tu padre fracasó contigo... Cuando te quedes solo frente a la chusma ¿qué harás?

–Bueno, aprendí cosas cuando me crucificaron y les debo unas cuantas. Mañana haré mi epifanía ante la humanidad, les daré un tiempo de espera de diez años para que demuestren su fe y su buena voluntad y entonces llegará el juicio final. Durante esos diez años los abandonaré como ellos hicieron cuando me crucificaron. Tengo planeado que algunos millones fanáticos se suiciden por desesperanza, creerán que no volveré. Combatirán entre iguales sin ningún fin y morirán otros cientos de millones; y será perefecto, cuantos más mueran más limpio estará el planeta. Y ya relajado, con menos monos a mis pies, los juzgaré y condenaré a muerte, salvo a unos pocos de miles para que sirvan de comida a los depredadores naturales y conservar la diversidad zoológica en la Tierra. Una vez ejecutada la sentencia, controlaré a la población mundial: cuando esté a punto de superar los trescientos millones de reses en todo el planeta, para contenerla como plaga, montaré un segundo juicio final o si me siento agobiado, la extinción. Y que mi padre cree otra especie animal que los sustituya. La verdad es que me aburren.

–Te van a confundir con el anticristo.

–Eso es tu gracia, hiciste creer a los monos que no estabas entre ellos y los angustiaste con tu venida. Astuto. Sin embargo, el cabrón de mi padre, me hizo torturar y asesinar para nada. Me humilló. Tal vez, algún día deberíamos hablar tú y yo del viejo y jubilarlo.

–No es una buena idea, porque sin tu padre sólo quedaremos tú y yo en un mundo sin dolor, sin cruentos designios divinos contra vidas miserables hasta morir. Ver a los cometas dar la vuelta al universo continuamente todos los días sería espantosamente aburrido. El dolor, la hipócrita misericordia, la caza y el tormento son nuestros alicientes.

–Eres oscuramente sabio.

– ¿Quieres que a tus monos les envenene el agua que beben durante tu descanso de diez años y vivan una especie de plaga que les haga creer en las viejas profecías que se inventaron aquellos locos? No es trabajo, me place. Y te los dejaré bien blanditos esperándote de nuevo con ansia.

–Por supuesto. Sólo asegúrate de que queden unos cuantos para que haga mi performance del juicio final ante un numeroso público. Y así, angustiados de miedo y penurias, les pasaré a esos hijoputas un video que guardo para la ocasión en mi palacio del octavo cielo. Un documental de mi tortura y crucifixión. Nunca me acuerdo... ¡Ah, sí! Pasión la llaman.. ¡Oye! Podrías aparecer conmigo como bestia surgida del infierno llenándolos de terror. ¿Te imaginas? Incluso podríamos interpretar que me arrancas la cabeza ante la multitud en un “gran evento global” y pierdan toda esperanza de salvación; en unos minutos resucito te doy una patada en el culo y te esfumas creando una tormenta de espinas y vidrios rotos.

–Sabes que soy impredecible y que podría acabar mal, es mi naturaleza. No juegues con ella JC, tengo una escasa tolerancia hacia la lealtad y cualquier ente surgido de la sustancia de tu padre maricón.

–Está bien, pero cuando llegue el momento si te sientes de humor, podríamos montarnos una buena comedia.

– ¿Sabes, Jesusito? Si me llegas a pedir piedad para los monos, tu cabeza ahora estaría metida en una sombrerera, sobre el regazo de tu todopoderoso y maricón padre.

Jesucristo le sonrió encendiendo un par de porros de maría y los fumaron a espaldas de los judíos que cabeceaban automáticos y mecánicos pegados al muro.

– ¿Me dejas sostener tu daga?

–Sácala tú mismo; pero no toques el filo o pasarás un mal rato, causa severos daños en el tejido celestial.

666 alzó la camisa por encima de la cabeza dejando descubiertos sus omoplatos, entre ellos, hundida en su carne palpitaba su puñal.

Con un sonido viscoso, Jesucristo lo extrajo. Del filo goteaba un miasma rojizo y gelatinoso desprendiendo vapor y restos de tejidos corruptos.

666 rebuznó como un asno y los monos que se encontraban frente al muro y los alrededores de la plaza del muro, quedaron congelados en el tiempo y el lugar.

– ¿Puedo? –JC señalaba con el puñal a un judío frente al muro.

–Adelante, disfruta.

Admirando el puñal en alto y haciendo movimientos de ataque y defensa en el aire, Jesús llegó correteando hasta el judío, con la inmovilidad de una estatua mantenía la cabeza gacha frente al muro, muy tentadoramente. Deslizó el filo por la nuca y el puñal se hundió dulcemente en la carne, se detuvo durante unos segundos en la médula espinal para encontrar una vértebra por la que pasar y acabó decapitándolo. La cabeza cayó al suelo de losas de piedra con un ruido sordo; pero no manaba la sangre, quieta y vibrante permanecía al borde de los vasos sanguíneos, el tejido de los muñones tenía el aspecto de las carnes que se venden en los mercados, limpias de sangre, crudas.

No pudo evitar cierta incomodidad, sentía que el decapitado era un muñeco roto, como si no lo hubiera matado. Es importante que mane la sangre como la suya corrió festivamente y sin pudor bajo el látigo romano, con cada pedrada en la cabeza, entre las espinas de la corona, entre los clavos y la lanza... Cuando 666 mata todo a su alrededor queda encharcado de sangre. ¿Cuántos litros de sangre son los de setecientos millones de monos desangrándose en dos horas? ¿Se evaporará parte de la sangre y luego lloverá espesamente? Sonrió, sería estupendo que mañana en su segunda venida, lloviera la sangre de los muertos sobre los rostros de la “humanidad redimida” dos mil años atrás.

666 captó el pensamiento de JC frente al muro.

–Está bien, lloverá sangre en tu performance. No me gustan los milagros, porque le dan a la muerte un acto de furia divina; pero se debe reconocer que será impactante– le transmitió.

Jesucristo esbozó una sonrisa. Encantado le dio una patada a la cabeza que rodó tan solo media vuelta para quedar detenida contra el muro, los judíos ojos permanecían cerrados y la boca congelada en un lamento, de la que escaparon por los labios dos gotas de sangre espesa y pesada que cayeron semejando las cabezas carmesíes de dos clavos en la piedra.

–Todo cuadra, es perfecto –pensó divertido JC.

Sonriente e ilusionado, dio media vuelta para volver con 666.

– ¡Qué belleza de arma! Parece un ser vivo...–comentaba introduciendo de nuevo el puñal entre la carne de 666.

–Me espera mi Dama Oscura, vamos a pasar la tarde con cuarenta familias en un pueblo de Ucrania. Las descuartizaremos. No hay nada que desestabilice más el ánimo de los monos que muerte sobre muerte. Cuando los colmas de asesinato, dolor y hambre, pierden el control de sí mismos. A veces se atacan con sus propios excrementos. Luego, el tonto del pueblo contará cosas increíbles.

–Vámonos de aquí –concluyó 666.

–Yo me quedo, quiero ver qué hacen cuando los descongeles y vean al decapitado. Más tarde le pediré a mi padre que me arrastre al cielo. ¿Cuándo empezarás la masacre?

–Dame cuatro horas para hacer mi obra en Ucrania y luego follarme a mi Dama Oscura. Después cenaremos en algún bistró de París. Calcula esas cuatro horas y dos más para masacrar a esos setecientos millones de monos. En seis horas puedes hacer tu segunda venida. Yo te aviso.

–Te debo una- le respondió con entusiasmo.

666 se desmaterializaba.

Y la inmovilidad en aquel lugar desapareció y se elevó de nuevo en la atmósfera el insoportable rugido de la colmena humana.

El decapitado creó una gran alarma, la sangre manaba ahora con fuerza de los muñones. La gente huía aterrorizada de la plaza por miedo a un acto terrorista, otros rodeaban el cadáver. Nadie se lamentaba frente al muro en ese momento. No se entendía como pudo pasar algo así, en qué momento...

La policía israelí y un convoy de militares antiterroristas crearon puntos de control prohibiendo salidas y accesos al lugar sagrado. En pocos minutos se inició la tarea de identificación de los testigos.

Los sanitarios, tras la actuación de la unidad forense, retiraban la cabeza y el cuerpo del judío dentro de una bolsa para conducirlo a la morgue para su autopsia. Por protocolo antiterrorista, podría la víctima estar contaminada química o biológicamente. Repentinamente a los sanitarios les cayeron encima cinco musulmanes descabezados lanzados desde la cara opuesto del muro, sus kaftanes blancos estaban ensangrentados. Policías y soldados apuntaron con sus armas hacia el muro esperando algo más, un helicóptero volaba en círculos a muy baja altura. No ocurrió nada más.

JC sintió la carcajada de 666 en su cerebro:

–Estaban en la lista de los setecientos millones. Bueno, hay un par que no; pero es más difícil no matarlos que matarlos. Nos vemos Jesusito, sé malo.

JC sacó del bolsillo de la camisa empapada de sudor otro porro de maría y lo encendió esperando el momento en el que su padre lo elevara de nuevo al cielo. Admirando los cuerpos, ahora sí, sangrantes. La agitación de los monos le evocaba a las hormigas moviéndose neuróticas cuando se aplasta con el pie la entrada de un hormiguero.

Tras unos minutos de idiocia narcótica, dulcemente se desmaterializó dejando una voluta de humo en aquel aire sucio de polvo y fétida religiosidad humana.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

22 de enero de 2023

lp--Caballetes humanos--ic

Un niño de ocho años con genitales masculinos sintió curiosidad por ver el mundo que dejaba tras de sí. Observar cómo se alejaba todo cuando caminaba.

Algo maravilloso ocurrió en su cerebro, porque no existían las enfermedades mentales. Se detuvo frente a papá y mamá biológicos, como era ley llamarlos en la escuela; en la asignatura de Catecismo de Familia Inclusiva: madre y padre biológicos o bien madre y padre del amor, lo que correspondiera.

Y dobló la espalda hacia atrás rompiendo con un terrorífico crujido la columna vertebral, hasta que la nuca descansó contra las pantorrillas. Ahora veía del revés a su padre biológico avanzar hacia él y le pareció mágico.

Papá biológico gritaba alarmado su nombre: Julia. Ya no había nombres de niño o niña. Mamá biológica en su niñez fue lesbiana y papá biológico dejó el travestismo cuando la conoció en el instituto.

Papá biológico hablaba por teléfono solicitando con gratas palabras una ambulancia para su hijo biológico con el terminal frente a los labios para que identificaran si estaba infectado de coronavirus. Mamá biológica se había detenido y gritaba afectada, porque estaba prohibida la palabra enloquecida, le enseñaron que se derivaba de loca y no existían locos y locas por decreto.

Julia caminaba alrededor de su padre, que seguía suplicando con todo el respeto que es debido a la Autoridad Sanitaria ayuda médica para su hijo.

El pequeño Julia trotaba feliz con la cabeza colgando entre las piernas, fue algo hediondo de ver cuando se cayó y se rompió los incisivos y los labios se partieron. Se agitaba como una lombriz aplastada por la mitad luchando por recuperar una verticalidad instintiva. Sus intestinos dejaron escapar excrementos que contaminaron el aire. Un policía hombre con genitales masculinos les amenazó con multarles climáticamente.

Una mujer con cabeza de hombre y genitales femeninos que pasaba por allí, aplaudió al agente.

El papá biológico elevó al pequeño Julia por la cintura y le aconsejó con voz serena, para evitar denuncias de maltrato, que apoyara las manos en el suelo para mantenerse en pie. Una joven mujer con genitales de mujer, con el móvil grabó un video hasta que llegó la ambulancia. Y lo colgó en Yutup como Niño Bisagra, al instante se hizo viral (“famoso” estaba en desuso y casi prohibido).  Y se convirtió en tres minutos, Dana Ortiz, en influencer millonaria (bustos parlantes de internet que por alguna inexplicable razón captaban la atención de millones de mujeres con genitales masculinos o femeninos y millones de hombres con genitales femeninos o masculinos).

Fue muy comentado por los seguidores el plano del rostro amoratado de Julia, congestionado por la bajada de sangre a la cabeza y las escleróticas de sus ojos teñidas de sangre dándole un aspecto fiero, demoníaco. De sus labios partidos caía una baba semi coagulada, muy espesa y rosada que inundaba las fosas nasales.

A pesar de todo, Julia sonreía divertido como cualquier niño jugando, y se convirtió aún sin saberlo, en el amado fundador de los Caballetes Humanos.

La Excelentísima Doctora que acudió a la llamada de papá biológico, felicitó a Julia por tan feliz y valiente idea, lo plegó bien para que no desestabilizara la camilla y lo trasladaron al hospital.

Por alguna razón que no pudieron explicar los médicos, el niño seguía vivo y con las piernas y brazos operativos tras partirse la columna vertebral; pero su nueva condición, libremente elegida por Julia, tuvo consecuencias: las piernas quedaron rígidas como estacas, es decir sin articulación en las rodillas. Nunca más podría ponerse derecho, los intestinos se vieron afectados neurológica y posturalmente (los excrementos encontraban una gran dificultad para ser evacuados), se le hizo una colostomía permanente. El pene, era funcional, aunque debido a la antinatural morfología, orinar era difícil y antihigiénico, lo sondaron. Pronosticaron su ceguera en no más de tres años. A los seis meses los ojos colapsaron por la presión sanguínea y le trepanaron el cráneo para instalar una válvula de purga de sangre. Nunca más volvió a experimentar como quedaba atrás el mundo cuando caminaba.

Dana la influencer documentó con el permiso de la familia y pagándole un porcentaje de sus ganancias, el día a día del niño Julia que se convirtió en el símbolo de la libertad de cada cual a ser lo que deseara a costa de los demás.

Uno de los momentos más emocionantes que recuerdan millones de seguidores, fue la primera masturbación asistida de Julia, cuando llegó a la adolescencia, un año y medio después de convertirse libremente en aquella cosa. Tenía doce años.

La madre biológica retiró la sonda, tomó en sus manos aquel pene tierno y pálido y escupió en el prepucio. En principio fueron caricias sosegadas, delicadas, hasta que el falo se inflamó y se puso rígido; a partir de ese momento la masturbación fue frenética y el niño lloraba de placer y emoción. Balanceaba con paroxismo la cabeza entre las piernas ante la proximidad de la eyaculación, ante la millonaria audiencia que lo seguía. José Luís, la madre biológica, mostró su mano goteando semen ante la cámara, Julia aún gemía excitado, con los pulmones colapsados por la prolongada y agitada posición en V invertida y el rostro congestionado de sangre. Abrió la válvula instalada en la sien derecha para purgar el exceso de sangre. Sus ojos opacos, saltones y ensangrentados, miraban a un lugar donde no se encontraba la cámara para dar más dramatismo a la escena. La transmisión finalizó con la boca del adolescente en un rictus obsceno, jadeaba con la lengua colgando por encima de la nariz.

Dana contaría en una emisión por Yutup dos días más tarde, que Julia exigió a su madre que le hiciera un par de felaciones cada día.

En las redes sociales había un tráfico demencial. Se pagaban pequeñas fortunas por ver las mamadas en directo por webcam, entre los seguidores se encontraba el Caudillo de la Nación, que manifestó en una entrevista televisiva: “Ha sido lo más hermoso que una madre y un hijo habían llevado a cabo jamás”.

Un consejo de ministros decretó la condecoración a José Luís como madre biológica excepcional de aquel estado democrático de pleno derecho.

A los trece años Julia perdió la capacidad de hablar. Solo salían gruñidos de su boca debido a que órganos como la laringe, cuerdas vocales y úvula, se lesionaron o degradaron. Un transductor implantado en el cuello escribía en la pantalla de un smartphone lo que el pequeño Julia pretendía decir. A esa misma edad sus riñones dejaron de funcionar y no había posibilidad de trasplante debido a que la zona lumbar era inaccesible. Los riñones estaban ocultos en el ángulo interior que formaba su cuerpo, entre las nalgas y la espalda. Romper la columna vertebral de nuevo para dejar su torso erecto, lo mataría.

Cada dos días se conectaba a una costosa máquina de diálisis para depurar la sangre.

En una de las emisiones de Yutup, se pudo ver como la madre de Julia, dejaba en la meseta que formaba el vientre una toalla para secar tras el aseo el rostro de su hijo.

Alguien escribió en los comentarios, que no era un ser humano, sino un caballete.

Y aunque muchos seguidores le afearon e incluso le insultaron por ello, no pudieron evitar referirse a Julia, como el caballete.

Aprovechando el tirón viral, la madre, el padre y la influencer, impulsaron una plataforma social para la protección de los Caballetes Humanos que pronto tuvo una masiva cooperación con fondos y actos de voluntariado. Julia se convirtió en el primer niño caballete activista por los derechos a la libertad de transformar el cuerpo y por una vida digna.

Un día, eyaculó ante la webcam semen ensangrentado, los testículos se habían infectado y lo castraron; pero tarde, la infección se extendió y murió a los catorce años.

En todo el mundo, más de quince mil niños, alentados por sus madres y padres biológicos o bien del amor, hicieron el rito de conversión en caballetes humanos para ver el mundo alejarse cuando caminaban.

Diez mil dieciséis murieron en el acto de quebrar la columna vertebral y sus padres recibieron cuantiosas ayudas económicas a costa de los presupuestos sociales por la trágica pérdida sufrida en nombre de la libertad de elección.

La OMS creó un protocolo de tratamiento para evitar el deterioro físico de los caballetes humanos. Las afecciones del habla y la visión consiguieron ser contenidas con cirugías ortopédicas y medicación para la hipertensión así como licuación de la sangre para hacerla menos densa.

Seiscientos murieron con hemorragias internas entre los ocho y diez años de edad.

Se crearon jardines infantiles de uso exclusivo para estos niños, a los que llevaban sus progenitores biológicos o del amor, con una correa ceñida a la bisagra o vértice (la cintura de los que eligieron libremente no ser caballetes) para guiarlos y evitar las frecuentes caídas que provocaban humillantes y jocosos comentarios entre seguidores y público.

La sociedad parecía perder su capacidad de emotiva tolerancia hacia los monstruosos caballetes humanos.

Se prohibió la práctica del contorsionismo porque podía ser una forma de falsificar el estatus social y se consideraba ofensivo para la dignidad de los caballetes.

Los progenitores de los caballetes humanos que sobrevivieron al rito de transformación exigieron al estado que las pizarras en las escuelas se colocaran al revés, así como semáforos a nivel de suelo y prohibir la presencia de perros en las calles. También se sacrificaron los perros de los hogares para evitar que en algún momento escaparan e invadieran la calle que se haría prioritaria para los caballetes.

Les fueron concedidas semejantes demandas por los corruptos gobernantes del planeta, ávidos de votos fáciles. Pretendían ser gobiernos de la bondad y la piedad. A pesar de ser solo cuatro mil el número de caballetes vivos, los gobiernos pensaron que podrían ser con el tiempo muchos más, y se adaptaron escuelas, semáforos y señales viarias para los caballetes, los hubiera o no en todas las ciudades del mundo.

El papa de Roma beatificó en una gran gala a los pocos más de cuatro mil caballetes humanos de entre siete y trece años de edad.

El primer caballete humano que llegó a la mayoría de edad, fue designado presidenta honoraria de los Caballetes Humanos. Se trataba de una mujer con genitales masculinos llamada Feodor. Su secretario se hacía cargo de su movilidad y saciaba su deseo sexual, a los cuales tenía un derecho innegable.

Recibía a niños en su despacho para informarlos y demostrar con ella (a pesar de sus genitales masculinos, así quiso ser tratada) como ejemplo, la importancia de ser un caballete y los grandes beneficios sociales y económicos que reportaba semejante estatus.

Muy pronto se exigió una cuota de presencia de caballetes humanos en todas las instituciones mundiales. Se prepararon y organizaron espacios en las empresas y la administración del estado para la inclusión de caballetes adultos.

Debido a sus dificultades respiratorias, decretaron los caballetes humanos, como ministros de sanidad, los cierres de las tabacaleras y el consumo de tabaco en todo lugar, incluidos los hogares. Si ellos no podían fumar, nadie debía hacerlo. La sanidad pública celebró a sus nuevos ministros aplaudiéndolos en grandes concentraciones y promocionando con cortometrajes emotivos su gran capacidad para salvar a la humanidad de sí misma.

Consiguieron grandes sueldos y se elevaron a una casta superior a la de los seres humanos que habían elegido ser como nacieron.

Se fabricaron camas verticales con bisagra, se doblaban formando ángulo, bien podían dormir sobre el vértice o dentro del ángulo formado.

A medida que los caballetes llegaban a la mayoría de edad, eran situados exclusivamente en puestos del gobierno. Y exigieron secretarias y funcionarios caballetes, como ellos. Los gobiernos ofrecían grandes cantidades de dinero a funcionarios para que se partieran la columna vertebral mediante cirugía y así trabajar para los mandos caballetes.

Los momentos de actividad sexual estaban incluidos en la jornada laboral de los caballetes con altos cargos en el gobierno. Precisaban de especialistas sanitarios que los alzaran o movieran adecuadamente para realizar el coito, las estimulaciones orales o masturbarlos. Para las actividades anales disponían de largos vibradores articulados y flexibles para acceder al ano. Con el tiempo, en los despachos se colgaron columpios ortopédicos del  techo para facilitar las penetraciones; pero siempre necesitaron la ayuda de humanos erectos.

Cuando los caballetes humanos sobrepasaban los veinticinco años de media, sus testículos se secaban y pudrían debido a la malformación del sistema circulatorio, por lo cual debían ser castrados e indemnizados millonariamente.

Un par de ellos se balancearon en las ventanas de sus despachos para precipitarse al vacío gritando que no podían correrse y  “mi puta polla está muerta” o “mis cojones se han podrido”.

Gran cantidad de ellos se deprimían o sufrían graves alteraciones psicológicas que los llevaban a la violencia y mal trato de su servicio personal y humanos erectos en general, a los cuales discriminaban desde sus puestos de poder.

Entre la población se puso de moda llamarlos bisagras, cangrejos o rotos de mierda.

Y pronto se pasó de las palabras a la violencia.

El primer brote se dio en un colegio de primaria. Un niño erecto durante la ausencia de un profesor hombre con genitales masculinos, empujó al caballete humano diciéndole: “Me das asco. Tú no eres mejor que yo, cosa mierdosa.”.

El caballete humano se retorcía en el suelo entre una fila de pupitres intentando de algún modo incorporarse a cuatro patas. Los niños erectos del aula hicieron un corro en torno a él riéndose e insultándolo. Le llenaron la boca y la nariz con tizas hasta asfixiarlo. 

Los treinta escolares de entre nueve y diez años fueron acusados de crimen contra la humanidad y la decencia. Los condenaron a cadena perpetua.

Un influencer secuestró a un caballete funcionario de baja categoría y en un almacén en ruinas e inidentificable lo decapitó ante la webcam, demostrando que por el tratamiento médico al que eran sometidos para prolongar la vida, sus cabezas cortadas seguían vivas durante diez minutos.

Feodor, la presidenta de los Caballetes Humanos, en un comunicado de prensa dijo haber tramitado un suplicatorio al tribunal para que los treinta escolares fueran condenados a muerte por decapitación. Tres días más tarde el palacio que le había sido asignado como vivienda oficial estalló con sus secretarios y cuidadores dentro. Murieron con ella, cincuenta y seis erectos y diez caballetes auxiliares.

Respecto al influencer que decapitó al funcionario caballete, los medios anunciaron que lo habían capturado, le partieron la columna vertebral con un martillo y luego fue decapitado a los pies de la Torre Eiffel como ejemplo para la humanidad.

Había rumores de que los servicios secretos del estado escogieron un influencer al azar y el verdadero asesino nunca fue descubierto.

Los humanos erectos en grandes multitudes organizaron manifestaciones y huelgas violentas exigiendo igualdad de trato. Era una atrocidad cometida por el estado el someter a los humanos erectos a la dictadura de los bisagras o caballetes que tan solo eran tres mil a esas alturas los que vivían.

Los gobiernos del planeta viendo peligrar sus votos eliminaron los privilegios de los caballetes. A partir de aquel momento fueron cazados sistemáticamente hasta su extinción. Al igual que los progenitores y los hijos adoptados por ellos.

No quedó nadie que hubiera sentido la más mínima simpatía hacia ellos.

En las escuelas anularon los sistemas de giro de las pizarras para los niños caballete y se destruyeron los semáforos y señales viarias para ellos.

Los últimos doscientos caballetes en el poder fueron eliminados en sus despachos en una operación mundial sincronizada por grupos de humanos erectos voluntarios. Los asfixiaban obstruyéndoles las vías respiratorias con colillas de cigarrillos y segundos antes de morir, tomando sus piernas y brazos, los enderezaban con un fuerte tirón. Luego los arrojaban por la ventana al vacío.

Los caballetes humanos cayeron en el olvido gracias a la eficaz revisión de la memoria histórica por parte de los gobiernos del mundo.

La ciencia avanzó. La gente podía cambiar su cabeza por la de sus animales preferidos o mascotas.

Y por ello surgieron miles y miles de cazadores de humanos-bestias.

Debido a aquellos trasplantes terribles y dada la baja calidad higiénica de los hospitales que ofertaban tales servicios, se desarrolló una potente bacteria que extinguió a la humanidad en cuatro meses. No quedó rastro alguno de la genética humana en el planeta, al menos, ninguna viva.

El resto de especies animales, tras milenios de evolución, aprendieron a hablar y elaboraron un lenguaje claro y preciso; pero siguieron viviendo como lo hicieron durante millones de años desde que surgieron en La Tierra.

Ningún meteorito cayó del cielo.

Simplemente, La Tierra se agotó y dejó de girar. Se convirtió en un astro sin vida. Abrasador de día, gélido de noche.

Tanta mierda para nada…



Iconoclasta

10 de junio de 2022

La maldad

Hay formas y estilos de escribir, multitud.

Yo uso la ausencia total de escrúpulos y ética, como la crueldad, la maldad y la sordidez.

La crueldad no siempre es representativa de la maldad. Y lo sórdido es una cuestión económica, de miseria. En algunos casos, de enfermedad mental.

La maldad es un requerimiento biológico para el control de la especie humana. Solo un humano puede matar a otro con eficacia cuantitativa. Es mi reflexión y método más gratificante para disfrutar de mi imaginación escribiendo.

Pero la maldad es un hecho, no solo una pose o creencia. Es biológica.

El ser humano necesita un cazador, y como no existe ninguna especie que se alimente de seres humanos, los humanos se deben cazar a si mismos. No hay otra especie que pueda depredar a la humanidad y controlar su reproducción conejil.

La maldad es el medio grabado en la cadena ADN de la especie humana que evita su autoextinción por agotamiento de recursos y espacio en el planeta.

Para asumir y comprender el concepto de maldad se ha de tratar a la especie humana como una especie animal más, sin considerarla romántica y filosóficamente una especie con un intelecto superior a otras y por lo tanto más importante. No lo es, porque incluso lo que cagan las vacas tiene un valor intrínseco en la cadena trófica y la vida del planeta.

A partir de esta condición todo encaja y el hombre se vislumbra como una especie más a tratar sin privilegios.

Y así, como las serpientes tienen veneno, la especie humana goza de la maldad.

Es por ello que en las zonas más civilizadas del planeta donde la religión y leyes castigan el asesinato con excesivo celo y rigor, es donde mayor tasa demográfica hay. Porque no existen suficientes cazadores que se alimenten de seres humanos y hay serias trabas moralistas, religiosas y legales para evitar los necesarios asesinatos, trabas que acaban desbocando los nacimientos y ralentizando la mortandad.

Las civilizaciones próximas a alcanzar el estado de plaga, de una forma u otra a lo largo de la historia, se han extinguido.

Y ha sido gracias al gen de la maldad.

Los religiosos han inventado un dios bueno y colérico para combatir la maldad y crear líneas genéticas humanas más dóciles; como se ha conseguido a través de los siglos con las vacas, ovejas, cerdos, etc… Seleccionando el ganado.

Fue gracias al gen de la maldad, por lo que los primeros humanos consiguieron fortalecer a su especie. La selección natural era ejercida más por los humanos que por otros especies cazadoras.

Sin la maldad, se agotarán los recursos y la humanidad se canibalizará a sí misma para alimentarse.

Si la maldad fuera aceptada, los poderosos y herederos de brutales y pornográficas riquezas, correrían peligro de perder su posición social elevada. Eso explica la implantación de las doctrinas de la bondad y la sumisión con la invención de los distintos mitos religiosos como Jesucristo, Mahoma, Buda y otras filosofías amables con el medio ambiente que llevan a hacer del ser humano un animal más débil y maleable por el poder.

Los poderes económicos, religiosos y políticos son los que determinan el momento en el que se ha de decretar una guerra que frene el desmesurado crecimiento demográfico de sus poblaciones, es una cuestión meramente ganadera. Las guerras aportan las muertes por combate; pero también las de la enfermedad, hambre y frío. Son perfectas; pero el fallo reside en que los representantes de estos poderes, también están sometidos a la misma decadencia que el pueblo del que se alimenta y enriquece, y sus decisiones se toman tarde, sin inteligencia, con negligencia y desidia. Cuando se dan cuenta de que es necesario crear una guerra que mate a millones de seres humanos, suele ser tarde incluso para ellos mismos; con lo cual las sociedades implosionan como estrellas densas que se colapsan en el universo.

Se debe definir la maldad como la capacidad de la especie humana para hacer daños graves e incluso provocar la muerte a otro ser humano por causa de envidia, ambición o puro placer. De aquí surgen otras causas más concretas, que se encuentran englobadas en las tres primeras: la frustración de la incapacidad del individuo por realizar algo que desea y la propia torpeza que justifica con “actos de sabotaje” de terceros.

La bondad no existe, es una creación que se remonta a los primeros hechiceros, parásitos humanos con ambición de vivir sin cazar, recolectar o trabajar a costa del resto de la manada humana. Y para ello inventaron un dios al que rezar y ser ellos portavoces de la divinidad. Quien no obedeciera, sería castigado y acusado de maldad. El dios de la maldad es el diablo, otro invento de la paranoia místico-religiosa.

Con el tiempo, se crearon mandamientos que a su vez crearon religiones firmes, con multitud de creyentes. Los mandamientos se hicieron leyes penales.

Cuando los poderosos adquirieron conocimiento de su medio ambiente y la capacidad para dejar constancia documentada en la historia: lenguaje y escritura; los mandamientos se convirtieron en códigos penales que los religiosos certificaron como sagrados.

Sin embargo, el progreso de la ciencia y la cultura, contradecía a la religiosidad y su bondad. Se ejerció entonces un fuerte adoctrinamiento por medio del terror y el castigo a las manadas humanas, para que además de obedecer la ley, acataran preceptos religiosos que a su muerte, tras una vida de penuria y sacrificios, les otorgaría el acceso al paraíso. Este método de adoctrinamiento o lavado de cerebro ha durado miles y miles de años, y es ya un proceso prácticamente evolutivo donde los poderes fácticos seleccionan los especímenes ideales para su reproducción, crianza y adoctrinamiento.

Pero las eras geológicas y la evolución de las especies, dicen que una especie mutará o evolucionará hacia una carencia o nueva habilidad durante cientos de miles de años.

Cuando el conocimiento se impuso sobre la religión en un tiempo en el que los religiosos declaraban quién era rey y creaban naciones conforme a sus intereses; se pactó entre religión y ciencia dividir la historia en antes y después de los mitos religiosos que personificaban la bondad que la población debía abrazar. Así, para que los científicos no fueran asesinados por herejía por los papas de la época y otros líderes religiosos, aceptó la ciencia que la historia de la humanidad se dividiera en dos periodos: antes y después del nacimiento del mito. Si das un carácter científico a una leyenda, la población, mayoritariamente analfabeta, debe asumir que personajes como Mahoma o Jesucristo existieron, junto a sus milagros de bondad y sus autosacrificios para ensalzar las leyes dictadas como mandamientos, las mismas del código penal.

A grandes y básicos rasgos esta es la razón y el proceso por la que la maldad se trata como algo sucio y que castigar; cuando realmente es la salvación de la especie humana y su auténtica idiosincrasia.

En la actualidad no se puede erradicar la maldad de la especie humana no hay tiempo para que la evolución haga su trabajo; no sobrevivirá tanto tiempo como especie.

Así que requiere una mutación artificial destruyendo su ADN, pervirtiéndolo por medios quirúrgicos o medicinales, durante la formación del feto o un tratamiento en la edad infantil.

Es justo que se le llame maldad a esta característica biológica humana que nada tiene que ver con el instinto del resto de las especies animales.

Ninguna otra especie sufre por la ambición de cosas artificiales y superfluas.

Se puede afirmar que la inteligencia humana, es sinónimo de maldad.

Escritores y filósofos apadrinados por el poder, son los que se preocupan de maquillar o solapar la maldad con esa sobrevalorada espiritualidad de amar, exclusiva del ser humano.

Es otra mentira, cualquiera que esté en contacto con la naturaleza, verá que todos los animales crean vínculos afectivos.

Al final, tal como ha evolucionado el ser humano hasta hoy, digo que el amor es tan solo un ritual reproductivo, sin ninguna trascendencia metafísica o espiritual.

Y digo que el amor es un sentimiento que nace directamente en los cojones.

También se dice que lo cortés no quita lo valiente; pero no he conseguido ver valentía ni cortesía en ningún rincón del planeta. Además de malo, el ser humano tiende a ser indecentemente onanista en todo momento con su naturaleza desaforadamente amorosa y espiritual.

Algo no marchó bien con la selección de las especies viendo y conociendo a la especie humana.

Alguna mutación por un accidente nuclear y su radiación estropeó a la humanidad definitivamente y ocupó un espacio que no se merecía gracias a la maldad. Un desastre como el que acabó con los dinosaurios.

Algo así.

Por último, se debe puntualizar que la venganza no es maldad. Es la reacción lógica a una ofensa.

El sadismo es una maldad improductiva; una aberración que no conduce a nada, matar a un sádico no es maldad, es selección natural.

La locura y su asesinato, aunque enfermedad mental, nunca podrá ser usada como atenuante ante el juicio humano individual y biológico; al igual que el sádico, para el agredido o su familia, será causa de venganza y su muerte. Los locos de una forma natural deben pagar por su locura y los borrachos por su borrachera, etc…

Estas son las únicas leyes biológicas y justicias intelectuales, sencillas y comprensibles, adecuadas a la morfología y química del cerebro, con las que nace la especie humana antes de ser castrados los especímenes por el adoctrinamiento o educación social.

No hay que olvidar que con la maldad no se va a extinguir la especie humana; porque para ejercerla, debes estar dispuesto a padecerla. Y no hay mayor equilibrio en ello y mayor obstáculo para usar la maldad como forma de vida para medrar por encima de otros animales humanos.

La maldad es una libertad salvaje que tiene consecuencias, exactamente las mismas que tus actos. Y esto la hace equilibrada, hermosa y temiblemente justa.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


8 de junio de 2022

666: “Restricciones” en la pequeña Tokio

El funcionario sanitario apostado en el inicio de la calle principal y que da acceso al viejo distrito, luce sus pulmones rosados (se los he extraído cortando la carne por debajo de las costillas, parecen repugnantes flotadores de playa) por encima del mono de papel estéril, su mascarilla… El bozal está salpicado de sangre y con la capucha en la cabeza parece un alienígena ridículo. En la pequeña mesa de camping está expuesta la parafernalia de test de antígenos, termómetros y una radio. Y su pene pequeño y oscuro, un extra de mi Dama Oscura, es detallista.

China comunista. Shanghái. Distrito Hongkou, también conocido como “la pequeña Tokio”. Una tarde cálida y húmeda como lo es el excremento blando de la enfermedad.

En definitiva, romanticismos de monos aparte, el barrio, un trazado caótico de viejas y estrechas calles rurales y ruinosas casas, es un vertedero de primates hacinados. La pobreza de sus sueldos y el robo al que son sometidos por el estado comunista no les permite acceder a la zona moderna de la absurdamente rica ciudad. El distrito Hongkou es como una rata sarnosa infestada de pulgas correteando por el centro de una ciudad ultramoderna y ultra millonaria (solo para los líderes importantes del Partido Comunista, unos pocos).

Zhou es un primate macho chino de treinta y dos años. Por supuesto, está afiliado al Partido Comunista Chino y su ambición máxima es escalar hasta la clase social de funcionario humilde. De momento, gracias a sus mamadas a míseros burócratas, ha conseguido licencia para tener un segundo hijo, ya que el primer nacimiento fue una niña, y el segundo hace apenas un par de semanas, al fin el niño deseado. Es un miserable operario de tricotosa robótica en una fábrica textil, y también el chivato de la empresa, propiedad de uno de esos corruptos y poderosos funcionarios de la Asamblea.

El “Soviet” Chino tiene decidido para un futuro próximo que las casas de la pequeña Tokio sean derrumbadas con sus habitantes dentro, porque chinos que contribuyan con su esclavitud a la riqueza de la clase de los poderosos funcionarios, no faltan. Por eso los matan y es tan cotidiana la pena de muerte arbitraria y corrupta.

Odio Oriente en general por su constante y caliginosa humedad, este vapor pegajoso que me envuelve me enfurece. Sin embargo, me gusta el efecto perlado que causa en la piel bronceada de la Dama Oscura, es como el rocío de su coño en todo su cuerpo.

Siento cierta incomodidad enojosa con la sangre del primate que he eviscerado, es como un barro maloliente que no acaba de secarse nunca.

El clima subtropical húmedo de Shanghái es nefasto para ellos mismos, porque lo que no me gusta hará que los mate en mayor número, que los descuartice en serie. Que destripe a sus crías de mierda ante ellos y los asfixie con sus tiernos intestinos embutidos en sus bocas mierdosas, en la de sus padres.

Shanghái es una colmena para almacenar verticalmente ganado humano con una visión futurista y opulenta. Las viejas casas representan un absurdo desperdicio de suelo útil y los que las habitan no importan a nadie de la Asamblea Popular Nacional, una pocilga lujosa y limpia, atestada de altos funcionarios y burócratas que gobiernan la respiración y el ritmo cardíaco de sus reses porcinas.

Se dirige a su casa por una empedrada, desierta y apestosa calle, oscura y silenciosa. Silenciosa por el temor de los miles de habitantes apresados y sometidos a la violencia del gobierno chino y sus sicarios. Ha finalizado su turno de vigilancia.

El mediocre e insignificante Zhou capitanea a un grupo de primates como él, voluntarios que se dedican a reinar con mano dura sobre la gente controlada y asfixiada por las represiones del covid, bien en sus casas cuando las invade para inspeccionar, bien en los campos de concentración fabricados apresuradamente. Que nadie salga, que nadie hable, que nadie pida, que nadie se lamente.

Como su puesto de trabajo está cerrado por los encarcelamientos de la dictadura china y su política de “cero covid”; se dedica a tiempo completo a la extorsión de sus vecinos. Las dictaduras primates son el paraíso de los mezquinos, donde a base de sexo anal o vaginal, mucho oral y asesinar a vecinos y amigos con denuncias, los más cerdos de los cerdos, pueden subir un poco por encima de la miseria, y escalar a puestos que les otorgará algún privilegio y una casa con cagadero privado.

Los monos sometidos a una dictadura comunista ideológica como la de China con decenas de años de asesinatos y abusos decretados y cometidos por los señores de la vida y la muerte de la Asamblea Popular Nacional, han creado decenas de generaciones de monos chinos castrados mental y de hecho, genitalmente, ya que solo se pueden reproducir con el permiso expreso de sus criadores.

Y en China, en mayor medida y paranoia que en otras naciones con idéntica filosofía a implantar en un futuro muy próximo; una epidemia se trata como en toda granja de cerdos: sacrificando a los enfermos, y a los posibles llevándolos al hambre y la asfixia hasta asegurar que el brote de peste porcina (un coronavirus en este caso) ha sido controlado.

Las restricciones consisten ni más ni menos en mover a la población a grandes guetos o gulags donde esperar que mueran por sí mismos, bien de hambre, bien de enfermedad, por cualquiera de las mucho peores que el coronavirus o covid corren en esos lugares insanos, auténticos barrizales formados por excrementos y orina humana.

Y los que no son deportados, siguen condenados a un encarcelamiento domiciliario y hambriento; controlado con cientos de miles de funcionarios ejerciendo de Gestapo china, una masacre total que solo un pueblo con decenas de años de acondicionamiento mental puede soportar sin protestar demasiado.

El control veterinario (sanitario le llaman eufemísticamente), está formado por funcionarios que ejercen como los médicos hitlerianos que medían y torturaban a los judíos, maricas y otras razas cuando ingresaban en los campos de exterminio. En China, si durante un decreto de encarcelamiento se sufre un infarto, te dejan morir. No existe atención médica ni siquiera para las parturientas. Solo se atienden casos de covid para sacrificar al infectado o clasificarlo en algún campo de concentración según su casta social o si es un buen ciudadano.

La pareja de policías nos grita algo; se dirigen a nosotros con sus bozales blancos, impolutos. Sobre los monos de papel, las armas y radios. Al de la izquierda le disparo en los genitales, al otro directamente en el bozal y la quijada desaparece en un estallido de dientes y hueso.

El del tiro en la polla grita retorciéndose en el suelo con las manos entre las piernas, le pateo la cabeza hasta aplastarla, momento en el que deja de lloriquear.

La Dama Oscura acaricia mi paquete genital evidentemente excitada.

Es tan impúdica…

Hay primates mirando desde las ventanas, tras los cristales; evitando ser vistos, con suma cautela. No les importa los que mueren ahí fuera; y mucho menos si son funcionarios; si no hay algún colaboracionista de la dictadura entre ellos, no llamarán a la policía.

China pretende demostrar al mundo su poder sobre la vida y la muerte. Y por supuesto el control veterinario de su población. Todo para dar idea de prestigio y liderazgo férreo ante los líderes políticos occidentales. Desea monopolizar la modernizada ruta de la seda y enriquecerse (su centenar de poderosos funcionarios) con tasas de mercancías que entren o salgan de su territorio, marcando los precios a pagar por las sociedades consumistas occidentales por los productos que fabrica y erigirse así, en centro neurálgico de la economía mundial. Y para ello debe ser feroz y apoderarse o controlar los puertos de las distintas naciones orientales en los mares Oriental y Meridional de China, Japón, Amarillo e incluso los de Filipinas e Indonesia.

Ningún primate por poderoso que sea podrá sobrevivir a mí. Soy un dios que mata a dios. Un dios que odia todo lo humano, todo primate que respira. Extinguiré la plaga de monos humanos de la faz de este planeta que ese dios maricón creó.

Descuartizo a ateos con el mismo afán que a crédulos, con la misma furia. Con el mismo grado de dolor: infinito. Incluso suplicarán la existencia de un dios cualquiera cuando les escarbe los ganglios linfáticos de los sobacos con mi puñal caliente de sangre y pus. Lo digo porque en China más de las tres cuartas partes de la población es atea. Cosa bastante rara, porque los ateos suelen ser menos serviles… Será esa mansedumbre e indolencia una cuestión de raza o genética, como ocurre con las dictaduras en España o las africanas e hispanoamericanas, por ejemplo.

Zhou es un primate orgulloso, no tiene cerebro, solo una mezquina ambición y una envidia feroz. Jiao, su esposa, no lo quiere se casó con él porque debía hacerlo, para asegurarse casa y alimento. Se quedó preñada sin ningún tipo de alegría ni apreciar en lo más mínimo la polla de su corrupto y venenoso marido.

Es la historia común de millones de matrimonios chinos.

Las solteras chinas acaban apuñaladas por algún funcionario humilde o burócrata que las folla por nada, sobre todo en las zonas rurales, cuyos alcaldes actúan como auténticos capos mafiosos.

Zhou ha entrado en uno de esos indefinidos y monocromáticos edificios ruinosos.

La Dama Oscura avanza para situarse frente a mí.

–Mira 666, mete los dedos en mi raja, estoy ya anegada, viscosa.

Llevo la mano bajo la microfalda de cuero. Antes de hundir los dedos en su coño, siento la daga, fina como un estilete que lleva ceñida al muslo cuyo mango le roza estratégicamente el sexo que parece latir. Mis dedos se precipitan en ella y es tan cálida y tan resbaladiza su vagina que lanzo un grito atroz y le beso los labios que le sangran. Y los míos también, es voraz.

Cientos de persianas y ventanas se oyen bajar y cerrarse.

Dos voluntarios del comité vecinal a prudente distancia de nosotros, no nos piden documentación ni les importa que rompamos su confinamiento porcino, solo quieren vivir. Aún les queda ese instinto primigenio de presa, de temor a ser devorados.

Todo la cochina Shanghái ha escuchado mi grito; pero los primates hacen como que no ha existido semejante alarido. Es tan ancestral en los primates el terror que despierta mi ansia depredadora, que atávicamente saben que no hay posibilidad de vivir cuando me manifiesto. Sus cerebros entierran el sonido de mi ira como si no hubiera ocurrido algo tan espeluznante.

Hay un silencio sepulcral en todo el barrio y no es por miedo al estado comunista y sus sicarios extorsionadores.

Yo soy el cero absoluto de la vida.

Accedemos al portal, hacia el segundo piso, los primates dejáis siempre una estela de hedor en el aire tan fácil de seguir… Nacisteis para ser cazados y exterminados por mí.

Odio los insectos y su conciencia imbécil.

La Dama Oscura sube delante de mí y tomándola por la cintura la detengo en la escuálida escalera para hundir mi lengua en su ano. Jadea y con la mano oprime mi rostro contra sus nalgas, favoreciendo con movimientos de cintura que mi lengua penetre profundamente.

Llegamos a la puerta del apartamento. El puñal pulsa ardiendo envainado entre la carne de mis omoplatos, la pesada Desert Eagle .357 encajada en la cintura del pantalón, en la espalda, cargada de balas prácticamente desintegradoras; acentúa más mi erección cuando acaricio la culata bajo la camisa.

Rompo la puerta de una patada. La mujer está sentada dando de mamar al pequeño bebé que apenas tiene un par de semanas. Se lo arranco del pecho a la fea y pequeña Jiao y la derribo con una patada frontal lanzándola al suelo, grita aterrada. La Dama Oscura saca su daga del muslo izquierdo y se dirige a la cocina donde Zhou se asea. El lavabo es un zulo apestoso comunitario en los bajos del edificio.

Cierro la mano encima del cráneo del bebé y hago girar la cabeza. Su flexible cuello se parte suavemente y sigo girándola hasta que, como ocurre con las gallinas, se desprende del tronco. La dejo encima de la mesa, sobre los platos de la cena para el macho. El cuerpo lo dejo caer al suelo con desgana. Por un momento, reflexiono sobre la naturaleza humana. ¿Cómo es posible que en un cuerpo tan pequeño, una cría de primate almacene tanta sangre?

Para que calle la mona china, me agacho y le doy un puñetazo en la sien, su ojo derecho se opaca de sangre y rueda por el suelo muy cerca del cuerpo decapitado del bebé.

La Dama Oscura ha clavado el estilete en la garganta del miserable Zhou, de tal forma que ha afectado con precisión a las cuerdas vocales, está mudo y no sangra demasiado, al menos por fuera.

Cuando ve la cabeza de su apreciada cría de macho sobre el plato de tofu frito, se arrodilla ante mí pidiendo perdón.

El salón está pobremente iluminado por una débil luz que da un ambiente anaranjado y hace la sangre menos llamativa. Es deprimente la pobreza y su luz.

La Dama Oscura se arrodilla y sus preciosos muslos sudorosos se muestran obscenamente. Pincha con la daga las ubres plenas de leche de Jiao aún traumatizada en el suelo. Y sí, abre el ojo sano desmesuradamente y entro en su mente para que no grite, me da dolor de cabeza. La sangre que le mana del pezón rajado es rosada. La Dama Oscura la ayuda a incorporarse metiéndole la mano entre las piernas, masajeándole el coño para excitarla.

Su hija de cuatro años yace en un catre, tras una cortina de plástico en el salón. Se llama Mei, me lo dice su mente, la de Zhou.

– Abre la cortina, mono –le ordeno apuntándole a la cara con la Desert.

Con la mano en la garganta se apresura a correr la cortina, la pequeña nos mira asustada. Le disparo en la cara y su cabeza desaparece.

El padre se lanza contra mí histérico, lanzando débiles e infantiles puñetazos. Saco el puñal de entre los omoplatos y se lo clavo en el vientre, luego corto hacia la derecha, hasta que aflora un trozo de intestino. Cae al suelo retorciéndose, conteniendo la tripa entre los dedos.

– Dime Zhou, ¿cuánto dinero les sacas a tus vecinos por no meterlos en el campo de concentración?

Es una pregunta retórica, no me interesa ni él ni los oprimidos, solo quiero que entienda que la vida de sus hijos me ha importado nada. Que soy un tipo muy llano y directo.

Seidriel, el ángel de Dios que vela por las almas de los niños se manifiesta en este miserable salón comedor y siento una incómoda sensación de claustrofobia, somos tantos…

Con un tono afectado, y un rostro teatralmente dolorido me dice:

– ¿Qué has hecho, hermano de negra luz? Son tan pequeños… Deja que cuide sus almas.

La Dama Oscura orina sonoramente ante él con un potente chorro.

El pueril Seidriel sostiene beatamente el cuerpo del bebé que gotea sangre manchando las mangas de su afeminado camisón blanco.

Le pego un tiro al idiota que arranca unas cuantas plumas de sus gigantescas alas blancas al salir la bala por la espalda. Su sangre es blanca, me repugna. Parece que dios los rellenó con su semen para darles vida.

–Ve con tu dios maricón. Lárgate de aquí.

Y entonando un salmo con voz aflautada, se eleva despareciendo por el techo del salón hacia la nada. Hacia dios para que lo cure.

La Dama Oscura no puede evitar una carcajada. Rasga el pantalón de Jiao y le arranca las toscas bragas de algodón. Mi mente aún la controla. La Dama Oscura la adorna con unas zanahorias sin limpiar; cuando se las mete en la vagina su rostro no muestra emoción alguna.

Mi Oscura baja la cremallera del pantalón y saca mi falo; luego, tomando a la mona por los pelos la obliga arrodillada, a tragarse el rabo. Pincha los ojos de Zhou, que está a mis pies, a mi siniestra. Y dejo que grite, que le duela hasta el infinito. Y arrebatándole el intestino que tiene entre los dedos, lo enreda en mi mano. Se coloca tras la grupa de Jiao y hace oscilar adentro y afuera las zanahorias en el coño de la mona que jadea con la boca llena de mí, aunque no quiera.

Y eso crea una vibración en el pijo que me vacía de sangre el cerebro para alimentar mi glande insano. La Oscura se frota el erecto y brillante clítoris, y todos disfrutamos en mayor o menor grado de mi gracia maldita. Desearía que alguien hiciera una foto, que incluyera además el plato de tofu frito con guarnición de cabeza de primate lechal. Nada es perfecto…

En el momento el que la leche empieza a crear presión en los conductos seminales y se forma el orgasmo, alzo la mano con el intestino de Zhou enredado en ella, y saco de su vientre al alzar el brazo un metro y medio de tripa sangrante. A estas alturas aunque no está muerto, le queda tan poca vida que su cuerpo no sabe si aún vive o está muerto y su cerebro está ya apagando la red neuronal.

Lanzo un rugido de poder cuando el semen rezuma negro de la boca de la mona. Sus labios se queman y el veneno le baja por la garganta cauterizándola. La Dama Oscura se incorpora y me abraza por el torso, besando mi espalda, profesando amor. Comparte la tripa de Zhou enredada en mis dedos tirando de ella hasta que se desprende de su cuerpo.

Le masajeo el clítoris sin cuidado, con brutalidad; hasta que se corre estruendosamente en mis dedos, que lamo ávido.

Muy pronto los monos comprenderán que hay cosas peores y más infames que enfermarse de un constipado o de una gripe.

A los primates hay que educarlos con crueldad, con una crueldad que ni siquiera el estado podría imaginar jamás. Es la forma de que entiendan quien manda, quien decide realmente quien vive o muere.

Devuelvo con mortificante dolor el puñal a la carne de mi espalda y recupero de la cintura la Desert, aún no ha acabado la fiesta.

A mi Oscura le doy otra pistola que he conjurado del infierno, de mi húmeda y oscura cueva.

Disparo hacia la cocina perforando el tubo del gas y enciendo las barritas de incienso del pequeño altar budista que decora el salón.

Salimos del apartamento, siento las miradas de los primates a través de las mirillas, oídos pegados a las puertas. Subimos hasta el cuarto y último piso. Disparamos a todas las puertas, la sangre de los curiosos mana por el resquicio con el suelo y hay gritos de dolor.

Por fin suenan cercanas las sirenas de policía y ambulancias. Cuando acabamos de disparar a las puertas del tercer piso, los vecinos bajan precipitadamente a la calle, sin bozal, sin importar si está prohibido de mierda salir de la casa.

Una vieja cae escalera abajo y mientras rueda le acierto con cinco balazos que la convierten prácticamente en una hamburguesa fresca y jugosa. No era necesario, porque su cuello está roto.

Matar no es una necesidad, es un placer.

Mi Dama Oscura pisa con glamour su rostro muerto en el descansillo.

En la planta baja disparo al tubo general del gas, enciendo un habano H. Hupmann y sin apagar el encendedor, aproximo la llama al chorro de gas que crea una generosa llama de dos metros que silba con fuerza.

El apartamento de Zhou estalla. Cierro la puerta del portal ignorando a los primates que en la calle discuten con la policía y los comités vecinales. La Dama Oscura, con el rostro iluminado del color del infierno, me besa la boca y metiendo la mano por la cintura del pantalón masajea mis cojones y retira el prepucio para acariciar el glande. Y gimo…

La elevo tomando sus muslos y la penetro, golpeando su espalda contra la pared.

Algo se derrumba y baja una nube de polvo y humo por la escalera, me corro en ella mientras grita y de su coño gotea el semen en mis botas. Aún en mis brazos, baja el tirante de la camiseta de seda negra, ofreciéndome el pezón para que lo lama mientras regula su respiración agitada.

Sudamos ambos, el rugido de la llamarada del tubo de gas y los movimientos de derribo de los pisos superiores, crean nuestro infierno perfecto.

Nos llega un nuevo griterío, las llamas han prendido los edificios adyacentes y una nueva oleada de primates chinos se precipitan a la calle escapando del fuego.

Cuando abro la puerta del portal con el puñal en la mano, oculta la hoja dentro de la manga de la camisa, nadie nos presta atención, bomberos, policía y ejército intentan contener a la masa y piden por radio autocares para transportar a la gente a campos de concentración para evitar que la epidemia de coronavirus pueda extenderse más allá, hacia la zona de riqueza.

Un soldado aparece entre la muchedumbre que apenas cabe en la estrecha calle. Nos observa con suspicacia y se acerca.

– Pasaportes –exige con el subfusil en la cintura apuntándonos con el cañón.

La Dama Oscura se abraza a mi bíceps, demostrando temor y timidez.

Llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón.

La otra mano le clava el cuchillo bajo la mandíbula y bajo el filo hacia la tráquea. No permito que se caiga. La Dama Oscura lo sujeta por un brazo y mantenemos el cadáver derecho. Con sigilo, lo dejamos caer en el portal que arde en el interior.

–Queda poco, mi Dama. Ya llega el camión. La tomo de la mano y la conduzco doscientos metros más allá del gentío, hasta una bocacalle de apenas un metro de ancho. Nos ocultamos en su penumbra.

Hay aproximadamente unos cuatrocientos primates entre vecinos, funcionarios, policías y bomberos, la estrecha calle está atestada de gente. Es un caos.

–Treinta segundos –le susurro a mi Oscura antes de hundir mi lengua en su boca.

La calle tiene el ancho justo para que un camión de gran tonelaje pueda pasar, sin espejos retrovisores, incluso las manetas de las puertas rozarán contra ambas paredes.

Un claxon neumático suena con fuerza, como un buque.

Y de repente los gritos de pavor de los primates se elevan por encima de todo. Unos buscan refugio en portales ya cerrados, otros quieren llegar a nosotros.

El camión está ya encima de ellos, el conductor, al que le corté los párpados en la autopista en una estación de servicio, la última antes de que la autopista se transforme en una avenida de Shanghái, es solo un robot, una cáscara sin alma. Policías y militares disparan para detenerlo; a pesar de que las balas lo hieren, el conductor no aminora la marcha, no muestra expresión alguna. Destruyendo señales y postes que sobresalen de las fachadas, embiste a la multitud, que es aplastada por decenas bajo las ruedas, las dieciocho ruedas del remolque que parece eterno. La tractora llega hasta nosotros y los globos oculares del conductor me miran húmedos. Con las pupilas dilatadas de dolor y pánico.

–Acaba el trabajo, mono –le ordeno con hostilidad.

Y pone de nuevo el camión en movimiento, hasta que los veinte metros de remolque rebasan la bocacalle en la que nos refugiamos. Luego, haciendo rugir el motor, lanza el vehículo marcha atrás contra la multitud, o lo queda de ella. Apenas nadie grita, por lo cual el sonido de cabezas y huesos aplastados llega claro hasta nosotros, un chapoteo sangriento. De nuevo, hace otra pasada y se detiene ante mí, esperando sin expresión lo que dicte mi voluntad.

Por fin el silencio. Le disparo tres veces en el rostro.

La calle se ha tapizado de carne, huesos y vísceras. Es un barro infame. Apenas puedes distinguir los cuerpos.

Con puñaladas en la nuca como a las reses, sacrificamos los que aún no han muerto, cuyos miembros están aplastados contra los adoquines. No es un acto de piedad, es nuestro placer, un sereno y relajado matar.

La Dama Oscura resbala al pisar un torso aplastado y ensangrentado y cae de culo al suelo, se ensucia de sangre y restos cárnicos, no lleva bragas. La limpio minuciosamente con la lengua y ella se me corre en la boca. Se corre otra vez…

Maldita sea, el deseo hace el mundo de color rojo sangre y siento deseos de cortarle la cabeza que sacude con espasmos corriéndose. Me contengo…

Podríamos celebrar nuestro acto en un buen restaurante de la zona rica; pero este confinamiento lo tiene todo cerrado.

Y no saben que hay cosas peores que un resfriado. No saben que si viven, es porque yo así lo permito.

Tengo una legión de ratas infectadas de peste neumónica en el infierno, tal vez sea hora de que los primates evoquen tiempos pasados.

Y controlar con más efectividad la plaga humana.

Sin embargo, soy un artesano de la muerte… Un romántico empedernido.

Tengo tiempo, todo el tiempo del universo para matar primates.

Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


29 de abril de 2022

La guerra, esa salvaje libertad


En la guerra hay una libertad salvaje: matar es gratis, un deber. Y se recompensa.

Si te acostumbras a trabajar todos los días como un esclavo, matar será coser y cantar, pura liberación. Solo tienes que romper ese escrúpulo inicial, matar al primero. Y verás que da resultado, no pasa nada. Y a partir de ahí, el placer.

Y nadie te preguntará si lo haces por la patria o por ti mismo. Porque sería estúpido preguntar lo obvio y saber que te mentirán siempre.

Ahí, en el instinto más primigenio de la caza, se encuentra el máximo exponente de la libertad humana.

La más salvaje y sincera libertad.

Lo difícil será cuando acabe la guerra: dejar de matar, perder la libertad.

Y es que no solo sale gratis matar en la guerra: ¡Te pagan por ello! (muy poquito, pero menos sería una mierda).

Con razón las guerras se hacen tan largas; perder esa libertad salvaje es volver a la aniquiladora y gris mediocridad. Y que tu vida deje de estar amenazada es un aliciente menos para la emoción vital. Se vive más tristemente viajando en metro con un bozal de perro obediente.

En definitiva, arma a un mediocre analfabeto y tendrás en pocas horas a un obediente y fanático asesino. Si le añades inteligencia, tendrás además a un héroe carismático y amado por todas las mujeres y algunos hombres, claro.

Por ley, por la patria es lícito matar. Y esto es la verdad irrefutable.

Y la otra verdad universal es que un ser humano que mates, es un ser humano menos que deseará matarte. Estas cosas funcionan así. Quieras que no, matas.

Así que toda esa mierda hipócrita de “crímenes de guerra”, solo se aplica a los que han perdido la guerra para encerrarlos largos años, matarlos o simplemente humillarlos como si fueran asesinos monstruosos.

Los exterminios automatizados y mecanizados, como eran los de la Alemania Nazi, es otra historia que trasciende a la guerra, otra dimensión más aberrante. Y son criminales de guerra también (ahora sí) muchos países y su permisividad mirando a otro lado (entre ellos los curas del Vaticano), o que lo negaron, o dijeron ignorar. En Nuremberg hubo muchos asesinos sin juzgar por aquel genocidio. Y también hay muchos criminales de guerra libres o no juzgados, próceres ejemplares de otros lugares y tiempos.

Pero como soldado… ¿Cómo no matar con emoción y precisión (si puede ser) a otro?

En tiempos de paz, la hipocresía, la cobardía y la mansedumbre campan a sus anchas como las ratas en un vertedero.

Es la guerra, tú no la pides, te llevan. Así que tranqui, haz tu trabajo y disfruta. Porque luego vendrá la misma vida, la misma grisentería que hace del aire algo sucio que no puedes evitar meterte en el cuerpo.




Iconoclasta

23 de marzo de 2022

De mierda a dios


¿Me creerías si te confieso que no soy un dios?

No soy de tu estirpe, mi hermosa divinidad.

¿De qué parte del universo llegaste en tu nave invisible?

No sé qué hago a tu lado, cuando de repente apareces cabalgando un rayo de luz.

Amándote y soportando titánicamente el peso de tu amor.

Los huesos parecen partirse, estallar como troncos de madera podrida con un golpe cuando pienso en tu rostro y en tu boca que me come, me absorbe, me arranca el alma que ahora sé que es blanca como la leche.

No sé cómo ocurrió, por qué motivo te enamoraste de mí, es absurdo...

Tal vez el error de una diosa que erró su rumbo interestelar.

O es tu juego.

Tu capricho divino.

Un coño palpitante y hambriento que viaja milenariamente en el espacio-tiempo…

No sé, no entiendo, no comprendo.

Pero no soy como tú.

El peso de tu amor es abrumador y siento que he usurpado un lugar y un tiempo que no me corresponden.

¿Y si descubres que soy un mierda?

Lo sabes, ¿verdad?

Debe ser tu misión: observar fascinada (porque tu sonrisa es celestial y cósmica, una piedad dolorosa) la sordidez de mi vida acariciándote ese inmenso clítoris que llena mi boca hasta la asfixia, destilando un néctar denso y dulzón en mi lengua, en mis labios. En mis cojones que me duelen.

Hasta que tus dedos los consuelan.

Lanza un rayo protónico divino y mata al humano obsceno que ha hecho un altar para ti en su sucia y triste habitación, donde se masturba con gritos cuando no te manifiestas. Que al despertar se levanta pisando infecciosas jeringuillas sucias de sangre y caballo.

Tengo tanto alcohol en la sangre que temo arder cuando enciendo la pipa de crack.

Busco putas para humillarme, para ser indigno de ti y me abandones.

Y si me abandonaras, me abriría los muslos desde las ingles verticalmente para desangrarme en un instante cuántico…

No puedo evitarlo, les clavo la navaja en la nuca cuando me comen la polla. Mueren como los toros en el descabello, quedan inmóviles con este rabo que es tuyo en la boca y luego, mutilo sus cuerpos mortales; sus pezones no son como los tuyos. Y odio todo lo que no es tú.

Sus coños están tan secos que me duele cuando las jodo.

Coños de madera astillada que gotean la sangre de mi glande lacerado…

No soy un dios y el problema es que para merecerte no debo solo parecerlo, debo evolucionar a una deidad maligna que elige quien vive y quien muere.

Tú la diosa cosmonauta del amor y yo el divino de la muerte, solo así podría soportar el tormento de amarte.

Formaremos el Olimpo más sórdido y obsceno desde la creación del mundo.

¿Cuántos insignificantes mortales como yo tendré que sacrificar para ser como tú?

¿Cómo si no, se hace dios un mierda?

Amarte, siendo solo lo que ves, me está llevando a la desintegración.

Y tal vez es tarde ¿verdad? Tienes los datos, ahora ya sabes lo que dura un humano entre tus brazos.

Te irás en ese rayo de luz para siempre.

Puta diosa, te amo más que al jaco que pudre mi sangre.

Siempre fue tarde para mí ¿verdad?



Iconoclasta