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Mostrando entradas con la etiqueta muerte. Mostrar todas las entradas
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22 de marzo de 2025

lp--Pura Sostenibilidad 2030--ic


Debería ser ilegal que el ser humano sea demasiado longevo, una buena medida de control climático de la Agenda 2030.

Pero que nadie se crea libre de ser castigado por su longevidad si no es un jerarca del estalinismo homosexual clima-sanitario o un afecto millonario. Con otras palabras o “pedagogía” y decretos, están implementando atajar el problema de los longevos: retrasando la edad de jubilación para que mueran en su puesto de trabajo antes de cobrar la pensión.

Y luego reciclarlos como viejos neumáticos contaminantes.

Pura sostenibilidad… ¿No es precioso el estado del “bienestar”?



Iconoclasta

9 de marzo de 2025

lp--Pobrecito mío--ic


Amanece lloviendo en una mañana bellamente oscura, relajada de luz, con el sonido acolchado que el bajo cielo rebota sin matices, sordamente, como un susurro en el oído. Es un día a juego con la piel de los cadáveres y la silente inmovilidad de sus pulmones.

Con el pensamiento oscuro llega la serenidad de la desesperanza.

No hay nada que esperar, tranquilo.

Y la depresión de los pusilánimes que intuyo, allá muy lejos, me provoca un conato de gozo añadido.

En soledad soy puramente yo, inmune a la vergüenza y al control. Es la razón de que las emociones se derramen como un torrente dentro del cuerpo y las entrañas oscilen flotando en cálidos embates de llantos íntimos, densos y aterciopelados.

Las tristezas se extienden con ternura entrando por los ojos infectando los dedos que, deliran acariciando algo invisible y hermoso en el aire. O cierro los ojos a una brisa que porta recuerdos y emociones por las que valió la pena nacer.

Y así, indefenso a mí mismo bajo la lluvia, encuentro el cadáver de un pajarito, un ser pequeño y bello que crea una angustiosa oscuridad en el ánimo. Una cuchara tan roma como dolorosa se clava en el corazón y me arranca un trozo del alma que se me escurre por los labios en un gemido mudo.

Es el suspiro más triste del mundo, un espectáculo digno de mí.

Qué pena, pobrecito mío, que no conocía su existencia y he tenido el honor de conocer su muerte, su tierno cuerpo aún incorrupto.

Tan pequeño y tanta desolación acumulada…

Pienso y deseo que ojalá me muera antes de ver otra naturaleza muerta.

Me siento ruin de seguir vivo ante esta hermosa y pequeñita vida que fue.

Purgo la pena dedicándole mis inútiles mejores deseos, un adiós tardío y una pena atómica.

Pareciera que acumulo muertes. Soy el contador de los cadáveres más bonitos del planeta.

Conozco ese dolor de la muerte en sus garras cerradas y crispadas.

Una certeza dolorosa.

Los salmos sabios del horror y la pena.

Lo conozco tan bien…

Siento tanto que haya sentido esa angustia, la certeza del fin durante una pequeña fracción de tiempo.

Pobrecito mío…

Y yo tan vivo de mierda, como un puto cobarde.

No puedo evitar quererlo ahora que está muerto helándose en un frío charco, con los ojos tan abiertos, mirando el cielo al que ya no volará.

No puedo sentir indiferencia. Por favor…

He perdido un trozo de alma y hay un agujero en el pecho que me roba la respiración.

Me duele la cabeza tan adentro que pareciera que nunca más podré sonreír.

Es hora de descansar, no quiero saber de más muerte que la mía.

Misericordia.

Estoy harto del frío en la piel tan parecido a estar muerto, de la gélida lágrima que no acaba de derramarse del párpado y amplía la visión del horror, una lupa lagrimosa y sórdida.

Y aquí entre los seres bellos, no llevo la máscara de la impasibilidad. Estoy indefenso a las tragedias mínimas.

Ojalá el próximo cadáver sea yo. Estoy agotado, cansado y triste de la peor forma posible, en libertad, en soledad. Sin que nadie interfiera en este dolor del súbito vacío.

Tan pequeño, tan bonito…

Soportando la muerte con los ojos bien abiertos.

Que valiente, pobrecito mío.

Y yo tan asquerosamente vivo.

La vida es una pesada carga, ya no quiero saber o experimentar más. Soy más sabio de lo que hubiera querido ser jamás.

Me quiero morir, aquí al lado del valiente.

Desaparecer con él.

Dios es un trozo de mierda, amiguito mío. No temas, el cerdo no existe y serás libre.

Si pudieras ser algo tras morir…

Me quiero acostar junto a él y ver las cosas que ya no ve.

Y no penar más.

Me duele inevitablemente el corazón.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


28 de febrero de 2025

lp--Un sutil velo de lluvia--ic


Llueve sutilmente, un velo sedoso sobre el pensamiento.

Quiero y necesito pensar que las nubes cuidan de quien escoge semejante día para pasear sin paraguas y sentir en el sombrero el juguetón repicar de las pequeñitas gotas haciendo traviesas cosquillas en las ideas.

Todo está bien y la lluvia es cálida confundiéndose con las propias lágrimas.

Y no avergüenza llorar bajo ese íntimo velo mientras trasciendo por la vida a un millón de años luz alejado de todo ser humano en este preciso instante.

Es la lluvia que con un golpeteo/susurro me invita: “Llora conmigo, nadie te verá. Te sentirás bien, Doctor Soledad.”.

Sabe que estoy cansado… ¡Qué lista es!

Pienso en lo piadosa que es la lluvia.

Y su ternura para convencer de lo adecuado que es llorar unas tristes ideas.

A veces ocurre que, siento que el planeta me aprecia por algún azar incomprensible, porque tengo la absoluta certeza de que sólo yo conozco mi existencia.

De estar abandonado en una Tierra deshabitada.

No puede hacer daño una ingenuidad cada setenta años, un prudente espacio de tiempo para evitar la tentación de retroceder y usurpar una niñez que te haga indigno de la ternura de la lluvia.

El hilo lógico de mi pensamiento me lleva a imaginar con cierto anhelo, que sería precioso morir en este instante de tan piadosa compañía.

No necesito más tiempo aquí, lo sé todo.

Temo que no sea así el velo de la muerte, no quiero que morir duela tanto como la vida.

Quiero irme dulcemente contigo, ya.

Misericordia.

Me siento resquebrajado.

Por favor…

Mi lluvia, mi dulce y cálida lluvia… Llévame, ahora que nadie nos ve.

No quiero volver a ver el sol que no me quiere y me consume.

Me deja desnudo a todo, sin velo alguno.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de enero de 2025

lp--Reunión de transparentes y silentes almas--ic


Escribía con la cálida luz de un claro del bosque, en una zona de descanso a unos pocos metros de la orilla del río y presentí a las almas, que sin ser necesario, ocupaban silenciosas e invisibles los bancos para admirar la luz y sus sombras.

Ocurre cuando no hay estruendo de voces humanas y pisadas, cuando los mirlos saltan por el suelo piando graciosamente y un cuerpo sentado en otro banco, frente a una mesa de cemento, rasguea con su pluma en el papel aparentemente ajeno a ellas.

Tal vez yo también sea una de ellas.

No sé…

Anhelan la luz, les hace recordar que un día habitaron la carne.

Echan en falta las cosas táctiles y visibles.

¿Y si las pobres sienten pena de que nadie sepa de su existencia?

Silentes miran al centro del claro, a la luz que hace visible lo tangible y evocan lo que un día fueron.

Pobres almas tristes…

Puede que sean novatas. ¿Y si hace poco que sus carnes murieron y aún no saben qué hacer?

Un pensamiento que no era mío entró en mi cerebro desde los bancos donde las almas admiran la luz tristemente.

– ¿Si vives por qué estás aquí ahora, más solo que nosotras?

–Porque debo presentir que pronto estaré aquí como vosotras, un gas transparente y mudo.

–Nosotras no lo hicimos nunca. Incluso como almas y sin vernos las unas a las otras, nos reunimos aquí cuando los rayos de sol alargan las sombras. Tú no eres de aquí aún; pero no pasa nada. Si te pesara la soledad no estarías, es tu voluntad. Es bueno.

Te gustará morir, es una paz instantánea. No necesitarás ver y tocar para vivir, para sentir. Saber que ya nada malo puede pasar… Y reconocer que estás serena y deliciosamente solo. 

–Como ahora con vosotras.

–Adulador.

El alma ríe y sus compañeras, pareciera que agitan la fronda creando un murmullo de brisa que me lleva a entornar los ojos gozando de una inusitada armonía.

Sin embargo, no puedo dejar de percibir cierta tristeza en ellas.

Y piedad.

Esa necesidad de luz… Cómo si algo fallara en ese mundo invisible.

– ¿Estás bien?

–No lo sé, no lo sabemos. No hay cielo ni infierno. Es una apabullante libertad, como ocurre en la infancia cuando madre y padre no están cerca mirándote. Cuando te haces vapor añoras ciertas sensaciones. Somos un grupo de almas jóvenes, las veteranas no vienen aquí ni a sitios donde una vez vivieron. Se han adaptado a prescindir de todo lo orgánico que conocieron y viajan por el universo acumulando conocimientos. Hablando con seres más lejanos en el pasado y futuro, como yo hablo contigo. A nosotras nos da miedo esa inmensidad, hace tan sólo unas luces que tuvimos que dejar el cuerpo que ya no se movía. Creemos que estamos pasando por una infancia y adolescencia espirituales hasta adquirir la plena conciencia de nuestro ser.

– ¿Olvidaréis que un día vivisteis lo tangible?

–No. Cuando nos atrevamos a sentir el universo conoceremos tantas vidas, cosas y seres que nuestra vida orgánica quedará sepultada como un recuerdo lejano, una experiencia útil. ¿Sabes que las almas veteranas son felices y se ríen amablemente de nuestro temor?

–Son buena gente. Y a vosotras ya no os preocupa el tiempo y podéis hacer lo que queráis. Me gusta sentiros aquí, me da paz.

–Te voy a decir un secreto: ¿Sabías que no existe dios?

–Sí.

– ¡Qué chasco! No has muerto y ya eres un alma veterana.

Y la fronda del bosque se volvió a agitar por otra brisa invisible formando una sonrisa coral. Dejé de escribir mirando con ternura e ilusión los bancos de las silentes y transparentes almas novatas.

No les dije que ellas tampoco existen, que son producto de mi locura. Odio la crueldad innecesaria que nace del afán de demostrar ser poseedor de la verdad. Las mentiras siempre son más hermosas y necesarias que las verdades que destruyen la imaginación y sus almas. No hay necesidad de destruir las bellas cosas que imaginamos. Son cuadros de una galería que no pueden hacer daño a nadie, y cuando dejas de mirarlos vuelves a la dimensión triste y gris para hacer lo que puedes, mientras llega el momento de surcar el universo como una frecuencia invisible viajando a la velocidad de la desintegración.

Yo quiero volver mañana a mi soledad y que estén allí, haciendo susurrar la fronda del bosque con una hermosa inocencia y unas sonrisas sinceras en mi pensamiento.

Soy una de ellas, lo sé. Y no tardaré en viajar lejos hasta hacer de mis palabras un difuso recuerdo entre los fuegos incineradores de un sol.

Debo conseguir unas inmateriales gafas de protección pronto.

Mis amigas, mis bellas e ingenuas almas, serenas, sin prisas, cordiales. Que hablan en susurros dentro de mi cabeza, cuidadosamente…

Hasta mañana.



Iconoclasta

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25 de enero de 2025

lp--Breve aproximación a la calidez--ic

 

Aleatoriamente puede surgir un día de invierno en el que el frío deja de susurrarme al oído: “Te voy a matar, te voy a matar. No permitiré que la sangre llegue donde debe y morirás. Te mataré.”.

Y hoy guarda silencio el muy astuto, sabe que también se aproxima su muerte y experimenta, como yo, la fatiga de vivir.

Los sabañones de las articulaciones de los dedos y bajo el filo de las uñas duelen menos. Soy un poco menos tullido y no pesa la vergüenza de caminar lenta y torpemente. La sangre se calienta dando elasticidad a los tejidos y un poco de calidez a los huesos y al alma que protegen dentro de sí.

No es que esté bien, es menos malo.

Y superada la supervivencia se abre un resquicio para la ternura y el amor.

E igual que en los inicios del otoño, como un óleo extendiéndose dentro del pecho, la melancolía vuelve. Pienso en la calidez de la piel amada y deseo con urgencia acariciarla con dedos y labios. Contarle que estoy ileso en mi lucha contra el frío, que aún soy fuerte.

Quiero que se sienta orgullosa de mí a pesar de que no me engaño, sólo soy un mierda cansado.

Y ahora, el frío comienza de nuevo a susurrarme la muerte. Le hacen coro espectral las crujientes lamentaciones de quebradizas y desnudas ramas que agita con su aire helado.

Se acabó la tregua. Relego el amor al tuétano de mis huesos, junto al alma si no ha muerto.

Cierro el puño a pesar de que se rasga con irritante escozor la piel y camino de nuevo con la humillante torpeza que me hace hostil a todo.

No voy a morir sonriendo con resignación de mierda.



 

Iconoclasta

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9 de enero de 2025

lp--El cementerio más hermoso--ic


Es fascinante, mágico e incluso espiritual observar las almas surgir y desprenderse de la tierra y los árboles cuando el sol derrite la escarcha de la noche.

Hacen el frío más cálido y aterciopelado, no muerde con tanta fuerza el pensamiento.

Tal vez sea por respirar las almas libres y serenas que se extienden por el prado silentes, sin drama.

Las saludo en silencio, con la mano acariciando el aire. Y les deseo feliz viaje a donde quiera que vayan.

Con cierta melancolía anticipada pienso que en mi último latido, antes de la definitiva horizontalidad, añoraré estos hermosos y escasos momentos que el mundo regala.

Me gustaría que el sol hiciera eso conmigo, sacarme con su calidez de la tierra y darme la libertad de la flotabilidad.

Pero sé que me quemarán como un puto neumático viejo o meterán en un cajón de hormigón. Aunque una vez muerto, me sudará la polla lo que ocurra.

Estoy en el momento y lugar preciso para variar. Es lo único que ahora me importa y gozo.

Y casi siento desprenderme de mi piel siguiéndolas y dejar mi carcasa aquí y ahora que todo es perfecto.

Es importante acabar bien.

“Vivir agota ¿verdad, amigas?”, pienso.

Siento…

À bientôt! bellas almas.

Ya pronto…



Iconoclasta

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25 de diciembre de 2024

lp--No hay una muerte adecuada (Agenda 2030)--ic

 


No hay una muerte adecuada, la humanidad vive un tiempo tan largo que agota los recursos del planeta e impide que los cargos y funcionarios ganen el dinero que codician en su totalidad. Hay más generaciones que nunca compartiendo el mismo presente por la excesiva longevidad.

Es desolador, pronto se decretará la antropofagia y las muertes obligatorias a una edad establecida por el estado/dios: sesenta años para evitar gastos en pensiones. Se formará un gobierno tiránico mundial que provocará una guerra civil de extinción.

Cada día es mayor el número de condenados a muerte a la edad designada que deciden cómo y dónde morir. Y ante todo cuándo. Los rebeldes eligen morir asesinando a otros, lo que lleva a una gran mortandad de policías y funcionarios del estado/dios. La lógica: si están condenados a muerte, no les pueden sentenciar una condena mayor por sus crímenes.

Hay un lema que se ha hecho popular y el estado/dios castiga su difusión oral o escrita con muerte: Si has de morir que no sea pacíficamente, con la cabeza gacha.

Numerosas familias cuyos miembros están condenados a muerte por edad designada, se han aliado para proteger a sus sexagenarios haciéndose fuertes en edificios y barrios. Funcionarios y cargos del estado/dios se lamentan por el dinero que dejan de ganar para afrontar las insurrecciones con más gasto en munición y contratación de más policías y militares.

Los pronósticos se han cumplido: la población consume por decreto procesados cárnicos humanos cuyo precio es una décima parte de la carne animal no humana que consume exclusiva y privilegiadamente el aristofuncionariado, una nueva clase privilegiada que ocupa la mayor parte de los cargos importantes de las instituciones del estado/dios, una logia masónica cuyos miembros se identifican con la insignia de la Agenda 2030.

Ejército y policía no muerden la mano que les da de comer con el mínimo esfuerzo, la de sus amos aristofuncionarios; sus ofensivas contra la población se llevan a cabo con munición de guerra. No hay heridos y los cadáveres sirven para alimentar a los contribuyentes y “votantes” que aún respiran.

A 2032 se considera la Agenda 2030 totalmente implementada y ampliamente aceptada por la globalidad asalariada, salvo pequeños focos de disidencia. Los aristofuncionarios crean un gran evento mundial para celebrarlo.

2033. Una huelga salvaje de asalariados a nivel mundial detiene toda actividad, incluida la del suministro alimentario de procesados humanos y se paraliza la producción de las centrales eléctricas, plantas potabilizadoras de agua y refinerías de petróleo.

El ejército de la Confederación Europea de la Agenda 2030, ha asesinado en el primer mes de huelga a ciento veinte millones de asalariados con armamento nuclear y munición convencional. No queda mano de obra para poner en funcionamiento las fábricas y suministradoras de servicios públicos. En el resto del planeta, en cada país, se replican las huelgas y la exterminación de asalariados por el aristofuncionariado.

La guerra civil planetaria de extinción ha sido la más breve de la historia de la extinta humanidad.



Iconoclasta

22 de septiembre de 2024

lp--Tristeza en estado puro--ic



–Cuéntame una tristeza.

–Un amor clavando las uñas en la tierra para no caer al infierno.

–Otra.

–Una sangre fuera de las venas.

–Otra.

–El bebé que no ha conseguido llorar frente a la madre que lo acaba de parir.

–Otra…

–Un gato se esconde bajo la cama para morir solo; pero su compañero lo acuna en el pecho. Sólo es un gato…

–Otra.

–Los párpados lívidos de padre, la inmovilidad de su pecho.

–Otra…

–Tú tan lejos de mí y tan sola aunque te tome la mano.

–Una más.

–Tu llanto.

–Por lo que más quieras. Niégate a contar penas, cuenta esperanzas.

–No puedo…

–Es imposible, me niego a vivir con tu tristeza. Eres un monumento a la pena. ¿Qué ocurrió?

–Viví demasiado tiempo aquí en el mundo.

– ¿No queda un ápice de alegría en ti?

–No la conocí. Y lo cómico no es alegría, es una tos.

–Me condenas a la prisión de tu tristeza.

–No. Me condeno a vivir sin ti.

– ¿Soy yo el amor que clava los dedos en la tierra para que la muerte no lo arrastre?

–Sabes que soy yo.

–Y haces de mí la sangre fuera de las venas.

–No.

–Estás matando el amor como el bebé que no lloró.

–Soy yo quien no debió nacer. Soy todas las alegorías de un muerte con retraso, tardía perezosa... No hace lo que debe.

Soy una tristeza que respira, una masa de melancolía que se agita ante una luz oscura como una tumba. Una gelatina negra que solloza. Un miasma pulsante que exhala vapores en el hielo de la vida. Un puré amasado con lágrimas saladas y pestañas carbonizadas.

Soy el barro que dios se quitó de las manos tras modelar a Adán. Y yo no recibí un soplo de vida, sólo aspiré el polvo del hastío de una tierra muerta. La orina de aquel primer hombre me dio un informe volumen.

Quiero morir solo, como el gato.

–Estás loco.

–Lo sé, a cada hora me encuentro más lejos de mí mismo. El mal está hecho. Soy el animal nacido en cautividad que se muere de melancolía ante los visitantes alegres del zoo. No queda nada dentro de mí que me haga viable para la vida.

La locura ha llegado, no tardará una muerte enajenada. Ya no soy aquél, hablas con un extraño.




Iconoclasta


6 de septiembre de 2024

lp--Diario de Nadie--ic

Últimos párrafos del diario de Nadie:


Me he equivocado y llevado la pluma a los labios en lugar del cigarrillo. Me doy cuenta porque al aspirar no entra humo en la boca y pienso con distraída ingenuidad que se ha apagado.

Al ser consciente de lo que he chupado y a pesar de estar solo en la casa, miro a mi alrededor con temor a que alguien hubiera visto semejante estupidez.

Temo más al ridículo que a la enfermedad que pudre mi cerebro.

Sé que este es un hecho banal y hace bostezar desesperadamente a las ovejas de puro aburrimiento; tienen razón. Sin embargo, para mí ha sido el suceso más importante del día y no me interesa particularmente la literatura.

No me parece triste, todo lo contrario, lo encuentro cómico. Aunque me temo que la comicidad es una situación triste de quien está acabado. Los personajes cómicos siempre han sido mendigos con un ingenio tramposo para que los obreros se sientan bien en su condición de esclavitud.

Lo que me preocupa es el resultado de la biopsia que me hicieron en el cerebro. Se llevaron un trozo pequeñito de mis sesos, no dolió la extracción; pero sí el agujero que me hicieron en la calavera con una simple sedación local. No puedo conciliar el sueño evocando el chirrido del taladro y ese dolor venenoso de lo que quiere invadir lo más sagrado del ser humano.

Me dejaré morir si me dicen de hacer otra biopsia.

Y ahora espero el diagnóstico de la máquina que me leerá el médico como un notario la puta hipoteca.

Hace años que los médicos ya no saben diagnosticar, sólo son administrativos tramitando citas con las máquinas de analíticas e imagen.

¡Vaya, parece que la tontería de la pluma se ha complicado! No me apetecía escribir de ello en este diario de Nadie. Nadie soy yo, lo vuelvo a escribir porque a veces me olvido de qué o quién soy.

¿Sabes qué te digo? Para morir con angustia tras conocer el veredicto del diagnóstico, prefiero una muerte despreocupada y coloquial con la infeliz ignorancia de morir sin el estrés de saber lo inevitable.

No voy a acudir al administrativo sanitario que no sabe explicar o teorizar entre ignorancia y desidia mi mal. Además, estoy seguro de que me cantará el diagnóstico de un cerdo enfermo por algún error en el análisis de la muestra.

Se parecen más a hechiceros que a médicos.

Lo peor es que no les importa el dolor ajeno. Si les importara te dirían que mejor no pasar por ello. Es innecesario.

La premisa es que no es bueno sumar más dolor a la enfermedad. Si estás condenado a una muerte pronta ¿para qué tanta mierda?

Los cuerdos son cobardes por mucho que duela. Y de ellos se aprovechan los fabricantes de diagnósticos.

No asistiré a la cita con el neurólogo, punto.

Me voy a fumar otra pluma y esperar que dejen de sangrarme los oídos.

¡Cómo ha crecido mi hijo en estos siete años que lleva muerto! Me sonríe desde el umbral de la puerta de la habitación.

Nunca llegué a conocerlo como adulto, murió cuando apenas alcanzó la adolescencia. ¡Qué guapo es!

Si su madre no se hubiera suicidado sería histéricamente feliz de verlo.

¡Qué bonita es la soledad compartida!

Ojalá hubiera estado tan podrido cuando murieron. No habría llegado a escribir estas cosas en el diario de Nadie, no hubieran sido tan dolorosos estos últimos tres años que Sari me dejó sólo.

Mis compañeros de trabajo me envían mensajes de ánimo y pronta recuperación de mi depresión; no tienen por qué saber más. Los más amigos bromean diciéndome que disfrute de mi baja.

Al principio respondía a todos los mensajes con un adiós. Hace ya dos semanas, ni eso. De hecho, el móvil está apagado.

No es locura o un tumor cerebral lo peor.

Lo peor es el hastío.

Ocurre muy a menudo que el corazón parece cansado, se detiene un segundo y luego arranca con un doble latido tan fuerte que me quita el aire del pecho y marea.

Creo que es lógico. Hacia donde voy sólo hay quietud y el corazón lo presiente, quiere parar de una puta vez de puro cansancio y de que un cerebro enfermo le dé órdenes. Estamos nerviosos porque esto dura demasiado. No he sido tan valiente como mi esposa, quiero decir que he sido pornográficamente cobarde y me dejo morir pasivamente en lugar de trabajar en ello de forma activa.

No voy a perder más tiempo aquí, a la mierda el tratamiento.

El fantasma de mi hijo, mi elaborada alucinación se ha esfumado. Supongo que a ningún hijo le apetece ver morir a su padre; pero es mucho más obsceno y turbador que el padre sobreviva al hijo.

Soy un hijoputa.

Sólo quedo yo de todo lo que importa, soy un ganador de mierda.

Ya por poco tiempo.

No. Realmente hay días en los que no estoy seguro de estar vivo. Siento que soy un sueño, el vapor que desprenden los durmientes.

Fumar la pluma ha sido una dosis de realidad. No es cualquier cosa, me recuerda que todo está mal. Yo sólo quiero que esto se acabe, largarme.

Ahora, dos hombres de rostros deformes e indescriptibles reptan por el suelo con rapidez usando sus brazos y manos de dedos rotos y me muerden las piernas en silencio, como insectos. De cintura para abajo no tienen cuerpo y han dejado un rastro de brillante humedad en las baldosa como una estela de baba tras de sí; mi hijo asoma de nuevo sonriente en el umbral.

Tengo tanto miedo a ser devorado indolora y horriblemente que mi mente se ha fragmentado y veo el mundo a través de los añicos de un espejo. Me levanto asustado de la silla y me dirijo al salón sin más razón que el olor a podrido. Arrastro a los semi caníbales que no dejan de devorar mi carne a cada paso, el pasillo parece hacerse infinito y temo no llegar. Es un tópico surrealista, carezco de originalidad alguna.

En el salón, el cadáver de Sari se descompone relajadamente tendido en el sofá y el cuchillo que le clavé en el pecho sigue firme como un hito de altitud en el pico Esquizo a un millón de metros sobre el nivel de la humanidad y su realidad de mierda.

La dejé en el salón porque el hedor en la habitación no me dejaba dormir.

No se suicidó, no puedo mentirme en momentos de lúcido terror. Le clavé el cuchillo en el pecho mientras la follaba tristemente, como todo lo que hacíamos juntos desde que murió nuestro hijo.

Estaba tan cansado de una tristeza que no se curaba jamás…

La maté porque abonaba su tristeza con afán de martirologio, su voluntad era llorar eternamente la muerte del hijo. No cesaba nunca en sus suspiros y lamentos a cada momento. Esa tristeza se hizo tumor dentro de mi cráneo.

En caso de que existiera mi neurólogo, estaría de acuerdo conmigo. Sin mi diario se me escapa mi historia reciente y ni yo mismo sé quién soy.

Y no se corría cuando la follaba, parecía carne muerta caliente.

La llegué a odiar tanto por esa tristeza cultivada durante años minuto a minuto, pudriendo toda alegría incluso antes de que surgiera la esperanza…

Mi hijo me sonríe tan adulto y guapote dejando caer otro medio hombre que sostiene entre los brazos. La cosa, con la velocidad y afán neurótico de una cucaracha, se arrastra hacia a mí y con sus brazos y dientes se aferra a una de mis piernas pasando por encima del otro. Y roe la carne y el hueso demasiado cerca de los cojones.

– ¡Úsalo, papá! –exclama mi hijo señalando el cuchillo en el pecho de su podrida madre.

Claro que lo uso… Para que mi hijo se sienta orgulloso de su padre.

Estas mitades de hombres… ¿Son sus semi amigos? ¿De dónde saca estas cosas? Son tan irritantes que le quitan solemnidad al acto.

¿Por qué morderme si ya apenas existo?

– Estarán contigo siempre, papá –responde a mi delirio.

Está sonriendo, siempre sonríe. No es razonable que tras la muerte y sus amigos cucaracha se pueda sentir feliz.

Bueno… Ninguna sonrisa por sórdida que sea puede hacer daño tras tantos años de elaborada y forjada tristeza.

Ha envejecido rápidamente, está más viejo ¿O es descomposición?

Se abalanza con una sonrisa demente y maliciosa, no tiene piernas ni brazos, se ondula como una oruga para avanzar. Y es rápido… Siempre supe que mi hijo hubiera destacado en muchas cosas si le hubieran dado tiempo.

Al entrar el acero en el cuello, todo se hace oscuro y está bien. No hay dolor porque la certeza de morir lo solapa.

No sé cómo ni en qué momento ha ocurrido. Será que un brazo por un instinto reflejo y sin el control de la locura ha hecho lo que debía por pura piedad y no como mi médico si existiera.

No tengo piernas ni cojones, intento arrastrarme hacia la estela viscosa que ha dejado mi hijo en el suelo para ir con él, donde él; pero resbalo en mi propia sangre.

Sari sonríe por primera vez en muchos años, también se ha desprendido de las piernas como una lagartija de la cola. Cae pesadamente del sillón rompiéndose los dientes contra el suelo. Acercándose a mi rostro, me devora los labios…

¿Cuándo llegará la muerte del cerebro?


La locura es un universo exclusivo para el loco, a su medida. Tan real como el universo en el que primero fue parido.

No hay más realidad que la experimentada. Es innegable la frecuencia de la luz que cada cual codifica con su cerebro.

Los locos son viajeros que vagan entre dos dimensiones lumínicas sufriendo en ambas.

Nadie, loco o cuerdo, puede negar que lo que ve no existe.

¿Qué importa lo que eras y conocías si ahora habitas otro mundo con otra visión, con otro pensamiento? Sólo tienes la certeza de que aquel no eras tú. No eras Nadie.

Encontraste el portal a otra dimensión que los cuerdos invidentes llaman locura.

Las resurrecciones no son lo que prometieron ¿eh? Y la medicación intenta engañar al mundo, no al paciente.

Cuando estés loco no lo sabrás.

(Primeros párrafos del diario de Nadie)


Iconoclasta

20 de abril de 2024

lp--La fúnebre voz--ic


Soy el triste escribiente funerario de las actas de muerte no humanas.

¿Cuánto tardó en morir el polluelo que el viento arrancó del nido, pobrecito mío, y no pudo ver sus alas crecidas?

Qué bonitas plumas para morir.

Qué puta penita.

Alguien debería preocuparse por los seres pequeños que mueren con un piar aterrado que nadie escucha, ni la angustia de los padres que no tienen manos para subir al pequeño al nido que se muere de frío y hambre. Piaba que lo llevaran a casa y los progenitores revoloteaban frenéticos cerca de él sin poder hacer nada más que escuchar y ver su muerte.

Alguien tiene que decir que su vida importaba, que su muerte me duele.

Yo lo he visto antes, es una tragedia cotidiana; pero si te acostumbras a las tragedias y dices que es normal, también dices que su vida vale una mierda. Y a eso se le llama mezquindad.

No hay pequeñas muertes que sean tiernas. No hay dulzura en los pulmones que no pueden aspirar aire o en esos minutos que el corazón, tras detenerse y con la suficiente sangre en la cabeza, revela la certeza de lo definitivo en una inocente incomprensión.

Soy la voz fúnebre de las pequeñas muertes que no se ven porque parecen montoncitos de hojas desde nuestra altura.

Soy el pensamiento de los muertos, la certeza negra de que la naturaleza no es perfecta y mucho menos sabia.

No hay armonía en ella.

La naturaleza, en tanto ente, es una soberbia desquiciada bella y cruel, estremecedora e insensible.

Tanto es así, que no entiendo la palabra naturaleza. No sé qué es lo natural ¿la mierda tal vez?

Soy la fúnebre voz que escribe en nombre de las pequeñas y anónimas muertes.

Y digo que la naturaleza es un cuento, un límite impuesto por el Dios/Estado a los humanos nacidos en esclavitud en las ciudades. La naturaleza nada tiene que ver con ellos, es sólo un parque para pasear un fin de semana con unas horas libres de su explotación ganadera.

La misma invención de dioses, cristos y líderes para hacer creer a una humanidad gris y abotargada, que hay lugares maravillosos donde todo es armonía y un perfecto plan establecido de equilibrio. Cuando mueran accederán a él como premio a su servilismo.

Dicen que hay un plan biológico divino.

Perfecto de mierda.

Pero al pequeño no le llegaron a crecer las alas.

Los grandes animales lloramos a nuestros muertos con histriónicos gritos y aspavientos, algunos fariseos se rasgan las vestiduras ante el hijo muerto después degollar a un amigo o mutilar a su hija en nombre de un cochino dios. Todos ellos dignos de un Oscar a la cobardía e hipocresía interpretando su miseria.

Lloran el miedo de que la muerte ha rondado cerca de ellos.

Los pequeños seres mueren y pierden a sus hijos con apenas audibles lamentos, con tanta dignidad...

“Nosotros sí que sufrimos y no los animales del bosque que viven en el paraíso”, dicen muy doctos los fariseos, los engañadores y los crédulos. Y si los matan, te untan su sangre en el rostro y luego dicen alguna estupidez en tono de plegaria y bendición.

Qué puta misericordia.

Tan lerdos...

Soy la voz fúnebre que silenciosamente degrada escribiendo a las grandes bestias que creen ser las únicas en sentir dolor y pena. Que su muerte será la gran tragedia de la humanidad.

Soy la voz que pone en evidencia a las bestias cobardes a salvo de que el viento los arranque de su nido.

Que nadie se engañe, la naturaleza no es perfecta y es madre de nadie.

Mirando al suelo se comprende de una forma, ahora sí, natural; que el concepto de naturaleza es un romanticismo infantil y puritano por la cruda realidad de una aleatoriedad caótica.

Ningún ser muere feliz.

Si existiera una madre naturaleza o dios, sólo se podría pensar de ambos que son entes negligentes, unos extraños retrasados mentales.

He visto serpientes pequeñitas como pulseras de irisados rombos inertes en los caminos. No tuvieron tiempo de hacerse grandes y su cabecita como la punta de un flecha se dirige aún al otro lado de la senda.

Hay que observar la bella tragedia de los “seres de la naturaleza” como lo que es: lanzar una moneda al aire y esperar la suerte.

Porque si hubiera un plan, una naturaleza sabia el ser humano no se hubiera convertido en la cosa que es hoy.

La muerte usa la misma fuerza para acabar con un animal grande o uno pequeño. Por ello es más trágico el cadáver de los pequeños que el de los grandes seres, que es feo y huele peor.

No puedo evitar ser la voz fúnebre que se pregunta cómo puede caber tanta muerte en algo tan pequeño.

La muerte es tan colosal para los desamparados...

Madre Naturaleza es un cuento para conjurar la prohibición y cobardía a vivir libremente. No es perfecta; sólo una muñeca sin ojos en un vertedero.

El ser humano se hizo ajeno a la naturaleza cobardemente, como si de un letal cosmos se tratara, se alejó tanto de las pequeñas muertes que miró al cielo para evitar la tragedia que pisaba sin darse cuenta; pero las nubes son limpias y gaseosas, no sostienen lo muerto por mucho que el cura diga lo contrario.

He visto una mariposa aletear en el suelo sin fuerza para alzarse, en agonía final.

A un ratoncito que inmóvil entre la hojarasca parecía rezar con las patitas juntas, sin respirar. Y al jabato de piel aún rosada, que no consiguió llegar al otro lado de la carretera. Pobre...

Y yo digo que a pesar de esos dramas, hay una belleza inconmensurable que cautiva.

Y sentir una pena es más honesto que decir que han ido al cielo.

A ningún ser se le debe negar su última tragedia, ni el inmenso valor que tenía su vida; no existe un cielo o dios que valga semejante precio. No quisieron morir, se equivocaron o los cazaron. No son como nosotros las bestias grandes que como retrasados mentales corren a la muerte por un Dios/Estado, por un mesías; los animales de la libertad son infinitamente más nobles y más dignos muriendo.

Soy la fúnebre voz, el notario de las muertes que no importan, que no se escuchan.



Iconoclasta

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29 de marzo de 2024

lp--La Gran y Primera Oportunidad Mundial Perdida--ic

Podrían haberse destruido los cimientos de esta sociedad degradada durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la masa trabajadora estaba armada. Debieron haber aprendido de la Primera. Nadie supo hacerlo.

La Segunda Guerra Mundial fue la gran oportunidad perdida para que los habitantes de las naciones vieran en su propio Estado a quien los empujaba a la muerte que la tenían en el frente o en sus espaldas. Y hubieran evitado además de su muerte, la de sus familias por hambre, enfermedad y genocidio.

La próxima guerra mundial, ya muy cercana, será mucho peor y  morirán cientos de miles de jubilados (por su abundancia) por hambre, ya que no se pagarán pensiones y la supervivencia será para los más rápidos y astutos. O bien armados.

Y es de esperar que la degenerada o degradada población actual, sea mucho más sumisa y obediente. Con lo cual, el eje vencedor (a todas luces musulmán y asiático oriental) con sus jerarcas moros y amarillos instaurará una extensa dictadura feroz y asesina con sus lógicas e inevitables limpiezas étnicas.

Los soldados, de nuevo, se dejarán matar píamente para agotar con su organismo las balas del enemigo. Sus armas no les habrán servido para salvar la vida, sino para preservar la riqueza de sus Estados (jerarcas) que los envían a la muerte tras un nacimiento en cautividad y una vida esclava.

A grandes y ciertos rasgos:

De los errores es incapaz de aprender nada el ser humano.

Y mucho menos de su cobardía.

Y mucho menos aún de su ignorancia.

¿Dónde está la cacareada inteligencia? ¿O es esta que hizo a la especie humana nacer para siempre en cautividad y vivir en esclavitud?



Iconoclasta

20 de marzo de 2024

lp--Conspiranoico--ic


¿Qué cojones pasa ahora? ¿A santo de qué esta mierda?

Las piedras ruedan cuesta arriba ahora que me dirijo a la cima.

Maravilloso...

No es inusual que morir se convierta en una confusa y compleja performance que, no tiene más interés que el de joderte, porque tienes el cerebro operativo y captas la mezquindad humana como auras flotantes que infectan de muerte la razón y me provocan pesadillas. En definitiva, soy un testigo a liquidar por la humana envidia insectil.

Las piedras me quieren aplastar por la espalda, a traición y absurdamente.

Son malas como un cáncer.

He escuchado a cobardes y apóstoles de sectas del amor palurdo, desmesurado y planetario, decir que el cáncer lo padece quien ha hecho cosas malas, o es en esencia malvado. Por lo cual esos cobardes píos no lo padecerán.

Sin embargo, he aprendido que todos los hijos de puta del mundo están sanos como cerdos de selecta crianza y duran asaz.

Las piedras que ruedan veloces hacia mí son como esos cobardes: han visto que camino raro y han pensado que soy un malo arrastrando un bulto oculto.

Ni que fuera una mula transportando heroína en el interior de los huesos…

Hay hostilidad del universo contra mí; a pesar de que soy una mierda, el universo pierde el tiempo conmigo.

Las piedras no son como los mirlos que brincan por el bosque piando muy relajados, paralelos y a prudente distancia de los caminantes silenciosos y solitarios cuando no tienen mirlas que follar.

Las piedras son la orina y los excrementos solidificados de la mediocridad y la cobardía.

El duro vestigio de la humana miseria.

He esquivado una roca que rodaba vertiginosamente para arrancarme la cabeza, ha pasado a unos centímetros por encima de mí y se ha detenido cuando en la cima alcanzaba la cara opuesta, al inicio de la ladera de descenso, ya con el impulso agotado.

Es absurdo…

Las piedras son idiotas como esos sabios de la teoría del cáncer justiciero, tan beatos…

Prefiero a los inquietos mirlos que mantienen un saltamontes o un escarabajo en el pico, como yo un cigarrillo.

Estas cosas de las piedras es mejor no airearlo, porque además de ilegal te calificarán de conspiranoico.

Debo ser oculto y secreto lo que me resta de vida.

Nunca he sentido la soledad como una carga o estigma; la he buscado. Tal vez eso es un billete de lotería por otro bulto con premio seguro.

Sienten envidia los expertos del cáncer porque hasta las piedras los ignoran.

He llegado a la cima y para evitar accidentes me siento en la ladera opuesta, donde las piedras no pueden lanzarse cuesta abajo y se detienen tosiendo al borde, agotadas de rodar hacia a mí y mi maldad.

Las subidas me machacan y por lo visto a las piedras también, que quedan temblorosas y exhaustas al borde de la bajada; idiotas analfabetas que no conocen como funciona la fuerza de la gravedad, ni siquiera por intuición.

Una vez recuperado el aliento saco de la mochila el tabaco y una cantimplora con casi un litro de dulce y chispeante cocacola aún fría que me bebo sin descanso. Y luego, me enciendo un cigarrillo.

En verdad que debo ser un mal bicho, porque pienso que la cocacola y los cigarrillos son los mejores inventos de la humanidad, por mucho que no dejen de cacarear las piedras idiotas que son venenos que me van a prohibir.

Llegan tarde.

Y no soy un conspiranoico.

Siento en la boca la amarga aspereza de los veinte diazepanes que he disuelto en la cocacola.

Me gusta el tabaco porque el humo hace llorar mis ojos resecos que, por muchos recuerdos que evoque, no consiguen derramar las lágrimas que alivian la osmótica presión de la tristeza y la frustración.

Es de agradecer el humo, una de esas piedades por las que vale la pena fumar.

Echo de menos a mis queridos muertos que lenta; pero incansablemente me han dejado solo aquí, abandonado a las piedras, sin más armas que mis venenos.

A unos metros, un mirlo salta neurótico picoteando el suelo, con su melodioso canto que sólo cesa para tragar el insecto que luce orgulloso durante unos segundos en el pico.

En algún momento queda inmóvil mirándome, controlando que no me mueva; es tan pequeño y perfecto… Sonrío, aunque creo que mi boca no está por la labor de moverse.

Es una de esas sonrisas tristes que esbozamos los tristes.

Me tumbo cubriéndome el rostro con el sombrero y pienso en Terminator y su “Sayonara baby”; sin que al fin nada duela.

La piel se me enfría veloz y se agradece el sol, sin que sirva de precedente.

Conspiranoico…

El cáncer es estigma de maldad y duele y agota por esa beatitud pederasta que los mezquinos predican. Mi castigo a no sé qué; pero un veneno autorizado, por lo visto.

Mi cocacola es un dulce placer que combate la amargura nuestra de cada día como el pan de los cristianos y es veneno.

Mi tabaco templa y relaja mis pulmones cansados y fríos, porque la imbecilidad te roba el calor del cuerpo en un segundo. Y es veneno...

Y el universo muerto y vacío, poblado de piedras quiere robarme lo poco que me da un asomo de placer, incluso mi bulto que llama la atención de las piedras.

¡Qué cojones conspiranoico!

Estoy tan har…


Iconoclasta

25 de noviembre de 2023

lp--Lo que no puedo contar--ic

Podría contar miles de cosas que he visto y vivido; pero la tristeza reside en las que he perdido y las que se quedan en mi oscuridad.

No es algo que pregonar con orgullo y alegremente, lo vivido y lo ignoto; pero insisto en que lo escrito es la tridimensionalidad del pensamiento.

Parafraseando un título de James Bond: Sólo para mis ojos.

Para mis secos ojos ciegos.

Para mis ojos sepultados.

Muertos de una puta vez.

Llenos de tierra.



Iconoclasta

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19 de noviembre de 2023

lp--Irremediablemente mortal--ic



No creo en mi alma, soy más del cerebro.

Lo cual, me hace irremediablemente mortal porque sólo las almas se reciclan en otra dimensión, en otro cuerpo, en algún paraíso, en el infierno o cuelgan como invisibles materias oscuras en el cosmos esperando algo que no llegará nunca.

Tampoco creo en vuestras almas. El vapor que desprende un cadáver carece de identidad.

Lo sé por el humo del tabaco que no habla y porque he visto muertos; como los seres que quise y se pudrieron sin más.

Es importante la palabra adecuada para que defina el preciso pensamiento.

La exacta tristeza.

El silencio define la ausencia de todo.

Un silencio es una muerte.

Una palabra exhalada o escrita es un pedazo de vida, tal vez de una longitud de dos segundos a lo sumo.

El vapor es un silencio sin boca ni manos, mi cerebro seco exactamente.

No es algo malo, tan solo es una tragedia más de nuestra tangibilidad.

Y el amor es la necesaria ilusión para desear la opacidad de la carne.

Aunque también el odio...

Pero mientras somos sólidos podemos elegir. Cada cual usa su carne según sus posibilidades, según su peso.

Según defina con exactitud o ambigüedad la comprensión de lo que le rodea.

Tengo un millón de razones para odiar antes de ser vapor.

Y sólo una para amar: tú.

Elijo el amor contigo y, tal vez, un día hacerme vapor deshilachándome con un pequeño calor entre tus dedos y en tu cabello cuando cubre mi rostro aislándome en ti.



Iconoclasta

13 de octubre de 2023

lp--Cuando se dice que un pueblo tiene el fulano gobernante que se merece--ic


Cuando se afirma que un pueblo tiene el líder (religioso o político, en ambos casos dictadores de una forma u otra) que se merece. Es cierto, pero va mucho más allá de los votantes o ciudadanos adultos eso de “que se merece”.

Las guerras, el hambre, la corrupción del Estado que los empobrece, humilla y mata, no es sólo responsabilidad del líder asesino de turno en el gobierno o estado.

El pueblo comparte íntimamente con sus jerarcas esa responsabilidad. Y culpables son los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc… Por su fanatismo analfabeto o no, obediencia y sumisión al líder; y lo pagan con su vida los hijos que no han vivido lo suficiente para elegir.

Quien pone la vida de sus hijos en la fe, en manos de un dios, firma su consentimiento para que los hijos sean asesinados por el religioso, a su conveniencia.

Quien jura lealtad a un líder político con un voto, por ejemplo, o agitando ilusionado su banderita, firma su consentimiento para que sus hijos sean “criados y educados” por el Estado, autoriza la futura prostitución de sus hijos, la perversión misma de su naturaleza humana, la humillación y esclavitud. Y por todo ello, también su muerte por el tirano político, a su conveniencia.

Un pueblo no sólo tiene el gobierno que se merece, es responsable de la muerte de sus hijos. Y si viven, de que sean tan cobardes como ellos eternizando la mezquindad.

La cobardía y la dejadez, es responsabilidad única del cobarde y desidioso. Y las consecuencias y responsabilidades debe pagarlas en función de su miedo y sumisión.

Que nadie olvide jamás esto, porque no existe un tirano si hay alguien que lo mate o desobedezca.

El concepto de rebaño asustadizo, sólo es digno para las ovejas de pastores. Los seres humanos están por encima de esos animales; así que, si se comportan cobardemente, son los asesinos de sus hijos y de su propio organismo.

Es lo que no aprende la humanidad, una humanidad que dice ser inteligente porque a lo largo de su historia, han nacido tres o cuatro genios que han inventado o creado cosas y la humanidad grupal y bovina ha usurpado la autoría. Lo de hoy es la humanidad más imbécil que jamás ha existido, la cima de una evolución a la degeneración humana.

Los millones de gentes aborregadas, desidiosas y con una trabajada y elaborada ignorancia e indiferencia, son los responsables últimos de la muerte, de los asesinatos y humillaciones del Estado o Dios. No sería extraño, en la actual civilización humana global, que los hijos fueran para muchos padres, el chaleco antibalas y salvavidas: los hijos son artilugios de defensa contra el Estado y Dios; la mezquindad que está alcanzando la sociedad humana, así lo indica.

La cobardía y la pereza de un pueblo alimenta la crueldad y voracidad de sus líderes.

Y eso, tristes humanos, es culpa vuestra, vuestra última responsabilidad; el haber permitido que un dios, un sacerdote de cualquier religión o un líder político se meta en la intimidad de vuestro cerebro, casa o madriguera y os humille y asesine a los niños, y luego se los sirva con una buena salsa en su mesa de oro.

Sois culpables junto a vuestra ascendencia que fue como vosotros, sois los más culpables porque estáis vivos y ofrecéis la vida de vuestros hijos, si así os lo piden, “en holocausto”.

Habéis regalado con votos, plegarias y hurras, la vida de vuestros niños a unos degenerados y caníbales líderes.

No, tenéis disculpa alguna. Los psicólogos deberían existir sólo para preguntaros ante el cadáver de vuestro hijo: ¿Y cómo lo has permitido? Y no para haceros sentir mártires de la violencia y el odio, alimentando así la cobardía y la desidia indignas de un ser humano en un ciclo sin fin que se transmite de padres cobardes e indiferentes a hijos iguales, sin que nadie rompa la cadena.

Tenéis vuestra responsabilidad de adultos: primero son los hijos y sus vidas, luego vosotros y vuestras vidas. Lo que quede, será para vuestro cochino dios o cochino líder.

Habéis regalado la vida de vuestros hijos a vuestros amos. No tenéis perdón.

Sois absolutamente culpables de cobardía y su sumisión.

Quien haya atendido mínimamente a la historia de la humanidad, la política y la religiosidad, no debería tener dudas de ello.

Los seres humanos son las bestias de granja, aumentadas y mejoradas de las que nacieron hace sesenta mil años con el primer pacto social.

Habéis perdido la gracia y el honor de vuestra propia especie. Es extinción.

Pedís respeto para los asesinos de vuestros hijos en un alarde de urbanidad y compresión, porque los habéis votado y jaleado; pero es sólo la esencia más pura y destilada de vuestra cobardía: respetáis al asesino para que no os mate a vosotros. Porque hijos se pueden tener más ¿eh?

El pueblo no tiene el gobierno o dios que se merece, tiene el que refleja en todo su esplendor su mediocridad y mezquindad, que mejora y aumenta.

Idos a la mierda con vuestros llantos tardíos e hipócritas, llantos de indignos adultos bebés.



Iconoclasta

6 de octubre de 2023

lp--Mi inexistencia--ic


Si pudiera no amarte, no podría vivir con la angustia de haber perdido la parte más importante de mi vida.

Como la niebla de las montañas es desgarrada por los primeros rayos de sol.

La solución al problema es no ser.

No es nuevo, soy mi propia evidencia.

Soy inexistencia a pesar de mi conciencia que cotorrea constantemente conmigo mismo.

Mi pensamiento está desgajado del planeta, soy ajeno a él.

Yo, mi pensamiento cruel y frío, soy como el cosmos que congela toda vida, toda sonrisa, toda lágrima y toda esperanza.

Tal vez sea que la gélida temperatura de mi conciencia me permite inexistir en este lugar de nada o muerte total.

No me parece mal, no me siento especialmente triste o turbado.

A veces divago que amé; pero es sólo un sueño. No es posible, nací tan frío que murió madre al parirme.

Acepto mi naturaleza, incluso con orgullo desmedido.

Aquí donde las almas que atraviesan la atmósfera terráquea, al entrar en el espacio se cristalizan. Desintegrándose en una muerte muda y desesperanzadora cuando se estrellan contra piedras nómadas o los planetas muertos que llenan el universo de nada y veneno.

Es un fenómeno cósmico de una bellísima tragedia.

Hermoso.

Tal vez soy Dios…



Iconoclasta

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