Antes de que se fundara el actual conjunto de sociedades industrializadas, tecnificadas y mercantiles, algunos viejos tenían un gran valor por su experiencia y acumulación de conocimientos.
Los seres humanos que llegaban a la vejez, lo hacían gracias a su fortaleza física e inteligencia para sobrevivir hasta tan tardía edad. Tenían la autoridad de la genética, la fuerza y la determinación.
Eran escuchados por su valiosa experiencia y juicio. Aquellos humanos ancianos, transmitían los valores del esfuerzo, el valor y la resolución con la historia de su propia vida.
Quedan muy pocos o ninguno con valores éticos como aquellos.
En la actual sociedad la vejez se ha convertido en algo anodino. Un tiempo y lugar donde los más débiles, tontos, mezquinos y cobardes se han reproducido para luego envejecer hasta edades injustamente longevas; dejando a la estirpe humana varios estadios por debajo de lo que era antes de que se iniciara la estabulación humana indiscriminada en forma de grandes ciudades y su endogamia.
Ha llegado artificiosamente a la vejez lo peor de hombres y mujeres. Y son legión…
De ahí que los actuales viejos se comporten como niños asustados y tontos por el calor, el frío, la lluvia, el café o una gripe. Y todos esos temores, toda esa ignorancia y esa debilidad; nietos y padres las han convertido en virtudes. Porque la mayor parte de los ancianos de esta decadente y degenerada sociedad, transmiten la debilidad, el miedo y la ley del mínimo esfuerzo (salvo cuando van en manada como turistas jubilados y arrasan los bufés libres de restaurantes y hoteles como auténticas fieras, incluso te muerden si acercas la mano).
Y padres y nietos, están de acuerdo con ellos.
Lo que nace y crece con indignidad, indigno envejece y muere.
Una vejez cobarde y anodina es el producto de una vida con las mismas cualidades.
Lo peor que podía pasar ha ocurrido: no todos los abuelos deben cuidar de sus nietos, es antinatural. Los niños son una esponja que absorbe rápidamente lo bueno y lo malo indistintamente. Algunos (muchísimos) abuelos deberían vivir a centenares de kilómetros de sus nietos.
La decadencia de la actual sociedad se ha propagado como una enfermedad infecciosa desde los viejos a los jóvenes.
De abuelos a nietos y de hijos a padres, canibalizando cualquier asomo de determinación e inteligencia entre ellos.
Una marea negra de mediocridad que devora la fuerza, el valor y la dignidad.
La vejez actual es un virus letal para la humanidad. Mezquindad inyectada en vena.
Y los más preocupante es que los actuales líderes políticos y jefes de estado, son nietos de una vergonzosa decadencia; de esos vejestorios apáticos y pusilánimes que han vivido injustamente demasiado tiempo.
Si yo tuviera setenta años y alguien me dijera que fuera con cuidado con el calor, lo envío a la mierda. Nadie puede enseñarme o aconsejarme como he de vivir al sol o al frío.
Si no puedes soportar el sol o la vida; mejor muere. Te lo está pidiendo el cuerpo, hazle caso.
Es tan horrenda la evidente degeneración de la vejez humana de la actual sociedad, que me parece absolutamente natural que nadie haya escrito de ello en estos términos.
Supongo que alguien con demasiados escrúpulos y absolutamente integrado en esta pútrida colonia insectil, se sentiría incómodo describiendo esto, la verdad.
Alguien tenía que hacerlo (emoji de carita tímida).
No lo digo con resignación, es amor propio. Un poco de narcisismo siempre sienta bien sea lo viejo que seas. Mucho mejor que llorar como un niño de tres años por un descafeinado.
Ser viejo y tratado como un bebé, con condescendencia y aceptarlo beatíficamente; es la peor de las películas que pueda imaginar.
Seré macho hasta morir.
Iconoclasta