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2 de octubre de 2024

lp--De tu luz y mi oscuridad--ic


Te he soñado.

Con tu piel nocturna bañada en haces de plata.

He triturado vidrio con los dientes por ansia en mi cápsula oscura que orbita invisible a tus ojos que reflejan dos planetas dulces de miel.

En algún momento del sueño me he preguntado qué sería de mí si no te hubiera localizado entre todos esos millones de seres masticantes.

Se me ha formado una perla roja en un lagrimal. Lo he visto en el reflejo de la ventanilla. No duele, sólo turba y angustia.

Dicen que no hay luz sin oscuridad. Yo digo que, aunque mi oscuridad se disuelva en lo Oscuro Supremo, tú esplenderás argenta en la penumbra, áurea en el día.

Un bronce aterciopelado bajo las oscuras nubes…

No sé qué hacer para escapar de la cápsula, de mí mismo; pero además, no sé si quiero hacerlo.

Sé que cuando me acerco al espejismo desaparece.

Y es horrible, aniquilador el vacío que queda.

Mi lejana oscuridad preserva tu presencia en la vida. En la mía.

Y cuando despierto oscuramente, ese primer trago de melancolía en la tierra me disuelve cosas por dentro.

Misericordia…



Iconoclasta

26 de septiembre de 2024

lp--Cara y cruz--ic


Las dos caras de la moneda, en el mismo instante, en el mismo lugar y yo entre ambas.

Es un magnífico privilegio el mío.

Estoy donde debo.

No necesito nada más.

Miro al sudeste para encontrar el sol radiante y su luz. Al noroeste, y dándole la espalda a la luz, la oscuridad plomiza y majestuosa.

El paisaje inspira en mi pensamiento una metáfora de la vida en cautividad mientras observo la aguja de la brújula estabilizarse e indicar la dirección de la oscuridad que me da paz.

De luz hay tanta… Mis ojos tienen cierta edad y una mirada atávica que he trabajado segundo a segundo.

Allá en la ciudad, en cautividad, si miras a la luz das la espalda a la mezquindad y su maldad, al oscurantismo, la represión y la esclavitud a la que te condenan al nacer con pecados, mandamientos y leyes. Con sus condenas siempre pendiendo sobre tu cabeza, afiladas y mortales para la libertad. Y como al cielo plomizo, nada detiene.

Se podría creer que la luz es la esperanza; pero sería una puerilidad, un infantilismo indigno de un ser humano adulto.

Sin embargo, es lo que hace el humano cautivo en sociedad: mirar la luz esperanzado en la milagrería de sus amos y sacerdotes que muestran sus puñales rituales para hacer de él sacrificio a nadie.

Escupo la colilla del cigarro con displicencia molesto con la metáfora y su alegoría, algo que sólo se da lejos de aquí; en este momento a millones de años luz de mi pensamiento.

En libertad las metáforas se diluyen y pierden todo significado ante la belleza y majestuosidad del cielo y la tierra, de lo palpable, visible e incorruptible por los sacerdotes legisladores de pecados, condenas y privaciones que alzan desde el púlpito sus símbolos doctrinales predicando absurdidades con codicia.

Amo la oscuridad y la luz que sin hipocresía y con la sencillez de un respiro el planeta ofrece en libertad absoluta.

No necesito nada más, ni una moneda.

Es todo y soy con ello en este instante y lugar, entre la oscuridad y la luz; donde los sacerdotes en una justicia salvaje son cadáveres cubiertos con hojas muertas alimentando la tierra.

Donde podría partirme un rayo o la luz templar mi piel, sin más consideraciones.

Y lo mejor, elegiré entre la luz y la oscuridad, no le temo a la libertad.

Sin palabras farfulladas o urnas construidas con deshechos.

Elijo la cara o la cruz, según mi ánimo. Relajado e ilusionado, ahora sí; es mi precisa y firme elección.




 


Iconoclasta

Fotos de Iconoclasta.

6 de junio de 2024

lp--Descomposición y refracción del amor--ic


Amar deshilacha la mente en las precisas emociones que escondemos por supervivencia y las expande como el prisma descompone la luz blanca en todos sus colores.

Y observando cada una de esas maravillosas emociones desplegadas, robarle un beso porque está preciosa.

Arropar su coño con mi mano...

Abrazar toda su gama tonal espiritual y emocionarme.

Y soportar la mortificación de la sangre congestionándome la polla.

Deslumbrarme con ella y doblegar la triste cotidianidad, como el agua refracta la luz quebrando las uniformes líneas rectas. Rompiendo lo sórdido, mediocre y previsible.

Descubriendo su clítoris atómico, duro y resbaladizo entre mis dedos...

Besarle con los dientes los labios y lamer como bestia hambrienta su coño con líquidos ruidos en una dimensión silente.

Mi rabo partido por su poderosa refracción en su líquida vagina.

El amor es como la luz. Nos descompone a ambos haciéndonos seres de luz. Y a través de la refracción y descomposición, la vida al fin se muestra asombrosa y fascinante.

Como mi leche escurriéndose entre sus muslos trémulos, agotados de placer.

El amor y su asombrosa refracción torna el cansancio en una deliciosa desidia y pereza; despertando a su lado la tarea más importante del día ha sido realizada. Con ella todo lo demás puede quedar relegado para más tarde.

Voraz, despertarla con mi baba cubriendo sus pezones y mis dedos crispados en su vientre deseando su piel peligrosamente.

Ella responde mordiéndose los labios, cerrando el puño en mi pene, domando mi brutalidad, refractándola a su antojo.

Y un café sereno en la mañana, frente a frente, para concluir que tal vez no sea un espejismo, un capricho de la luz. Porque los sexos aún laten y los ojos aún tienen reflejados en sus iris todos los colores de la luz del amor y el deseo.

Es desesperante la física que lo descompone todo.

Es privilegio tener su luz cada día como un faro que barre las tinieblas de un mar sólido, hostil y sus embates de hipocresía.




Iconoclasta


19 de diciembre de 2023

lp--Vivir en la gélida sombra--ic

Desde que a finales del otoño caen las primeras heladas nocturnas, el hielo en algunos lugares no se derrite y se acumula noche tras noche, allá donde el débil sol invernal no puede llegar porque las montañas crean umbrías que se extienden por la tierra.

Sombras que el frío pinta de blanco cada noche y cuyos contornos observo con la curiosidad de mi pensamiento atávico e inquebrantablemente asombrado.

Los parajes son metáforas de uno mismo; es un ejercicio, a veces cruel, encontrarlas o formarlas o deformarlas. O pervertirlas para que todo cuadre en tu cabeza.

Metáforas y coincidencias del pensamiento necesitado y voraz de vida y muerte, calor y frío, hambre y comida, dolor y follar...

Los lugares son eternos, estuvieron allí en el nacimiento del primer humano y continuarán cuando muera el último. Al morar en ellos, la tierra y su hielo nos contamina de sí misma.

Unos, los más, buscan la luz y la calidez. Yo estoy bien entre la escarcha acumulada, vieja y agreste porque no hay nadie en ella.

He visto asaz de humanos, los conozco a todos.

Duele más un golpe en la carne fría que la caliente.

Sin embargo, necesitas profundizar más el filo en la carne fría para que sangre. Si has de cortarte las venas o tirarte por un precipicio, que sea en tierra cálida; todo son ventajas para los inquietos suicidas.

Frente al definido límite de lo templado y lo helado, es parecido a asomarse a un barranco, pero sin muerte. Un paso más y metes el pie en la frialdad. En ambos casos, inevitablemente, imaginas con inquietud la consecuencia de avanzar.

Caminando por el hielo los pies pierden temperatura gradualmente en un acto parecido al de la muerte, así se deben enfriar los cadáveres.

No importa, no soy forense.

Es por no callar, sufro verborrea aguda.

Pero si fuera forense, llenaría de ceniza la fría boca del cadáver al que no le molesta ya quien fuma.

Si das el paso al bando blanco sentirás el hielo crujir, la suela de la bota enfriarse y los dedos encogerse incómodos. Y un poco más tarde, babosas que trepan por tus piernas robando el calor la sangre.

Me gusta pisar con fuerza el hielo y el crujir de mis botas que hace los pasos potentes, lo que no son en la tierra templada...

Aún me quedan rastros de una injustificada vanidad.

Es un hielo bueno, que no parte los huesos haciéndolos salir astillados por la carne, como cuando caes al resbalar velozmente en el pavimento de la sucia ciudad.

Con cierto esfuerzo, habitamos donde debemos o elegimos.

Si podemos...

Porque nacemos en cautividad y es difícil escapar de los cochinos amos y sus mierdosas calles y ciudades.

Hay lugares a los que no llega la calidez de la luz en todo el día, en todo el invierno.

Permanecen mudos en la gélida luz, esperando el ansiado próximo equinoccio, como las ramas desnudas de los árboles pidiéndole al cielo algo de calor.

Tienen algo cruel y viejo las zonas heladas a pesar de su blancura que evoca bondad.

En el hielo la piel se llena de una escarcha que te come la energía y te detienes a menudo, más que cansado, harto al final del invierno.

Y te preguntas cosas absurdas al observar la luz detenerse ante la raya que separa blanco y tierra: ¿teme la luz congelarse? Es como un perro que furioso ladra, pero no da un paso más.

Afirmo también, en base a la experiencia, que la esperanza es lo primero que se pierde y se congela durante eones en ese paraje donde hay una luz insuficiente para templar los sueños.

No hay esperanza alguna para sentir la calidez de la piel amada; sin embargo, con el primer paso del día en el hielo, pienso en ella y su calidez.

Pareciera entonces que el hielo se deshace y chapoteo en agua.

Mi amada cálida puede más que el sol...

La esperanza está congelada; pero el amor y la fantasía de amarla es un fuego imparable que hace mis pasos líquidos como su lejana mirada que me diluye todo por dentro.

El humo del cigarrillo no sube con la frialdad del aire y su rostro se dibuja en la voluta de humo flotante.

Una comadreja, con su coqueta mancha blanca en el pecho me mira de lejos con curiosidad, se pregunta si estoy vivo o muerto en el páramo de nadie.

Bueno, puede que no esté muy vivo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


1 de diciembre de 2023

lp--La Luna con corona--ic


La Luna y su corona, un halo multicolor que la convierte en un sol frío, en un ojo abierto en la oscuridad del cielo.

Un búho cósmico ha abierto un párpado...

Vale la pena alzar la mirada al cielo nocturno y observar a la voluble Luna.

Es tan fascinante que obliga a observarse uno mismo presa de las aleatoriedades de la vida y las cosas malas que ofrece a los que no nacimos en el tiempo y lugar correctos. Y caes en la cuenta de la inmensa oscuridad que eres. Que no luces, no brillas, no hay nada que te corone.

No fascinas.

Sólo te matan.

Y es inevitable pensar en ti como la luz a la que me aferro en mi negritud.

Otra vez...

Eres mi Luna. Ojalá fuera yo la corona que te rodeara, ser tu halo es una de esas imposibilidades que me preocupan: no rodearte entera y hacer de ti una perla en mi núcleo de apagados colores.

Te pienso sostenidamente, perdido en ti; y en lugar de fría y lejana, la Luna se hace cálida como las caricias de los amantes desfallecidos.

Hoy la Luna luce con corona, es su majestad de las noches frías.

El centro de oro en una gélida aurora boreal que la envuelve.


Y alzamos la mirada a la majestad, preguntándonos si conoce nuestra existencia.

Es tan deseable como letal.

Una corona lunar... Podría ser que la Luna se siente alegre o tal vez furiosa, no sé... Depende de la tristeza de mis días.

No sé qué pensar, me pierdo en mí mismo.

Concluyo que a la Luna no le queda bien la corona. Está muy guapa desnuda y blanca. La corona la vulgariza.

No es habitual que luzca como un átomo, el más grande del cielo; pero cuando lo hace pierde la nitidez y la pureza de su piel de plata.

A la Luna la amo desnuda, como tú ante mí.

La Luna y tú nacisteis para ofrecerme un atisbo de la belleza más pura, una condescendencia piadosa para un ser mínimo como yo.

También es fría y me roba el calor de la mirada cuando más falta me hace, cuando hace obvio que estoy abandonado aquí.

Te quiero desnuda, os quiero desnudas y frágiles en mis brazos, sentir así que existo, que no soy inmaterial a vosotras.

Es posible que no quiera corona y se sienta agobiada. Enfadada.

Cansada de protocolos...

Aún así impacta con su corona de poder.

¿Y si la Luna está enojada y muestra su halo de oscuros colores de guerra?

Tal vez se sienta así más sola, encerrada en su propia ira.

Sola e irritada allá arriba...

Con lo bella que es desnuda y blanca, fría y lejana, vanidosa y hostil.

Tanto deseos y sueños que provoca, y tan letal...

Tan árida.

Es el cadáver más cercano a nosotros en el espacio y algunos pretenden hacerla diosa, guardiana piadosa y la personificación de los amantes bajo el influjo de su conjuro de lechoso amor y fría luz.

Quieren verla así porque rechazan la muerte que hay en el universo. Ingenua y cobardemente se obstinan en creer que al morir no mueren y vivirán en algún lugar del cosmos venenoso y congelador.

Los humanos son cobardes y la Luna indiferente a quien vive y muere.

A veces pienso que cuando esté tan muerto como la Luna, mi vapor subirá hasta ella y descenderé en su superficie, como el polvo que la cubre. Y así, tal vez, observe a las cosas vivas de la tierra sin sentir nada por ellos, como si nunca hubiera estado allá, donde he estado muriendo toda mi vida.

Estar sobre tu piel desnuda y ya no esperar, sólo estar en paz.



Iconoclasta

Fotos de Iconoclasta.


18 de octubre de 2023

lp--Una mantis en el camino--ic

Es un día de sol otoñal, de los que hacen sudar al caminar largo rato y al detenerse, la piel se enfría más rápidamente de lo que se consume el hálito del moribundo atiborrado de morfina.

Si te detienes estás muerto, desconfía de dios si existiera.

Pienso en las infecciones pulmonares y la penicilina.

Y extrañamente, en el soleado camino, se encuentra orando al sol una mantis en lugar de estar fundida con la hierba.

Cuando me he acercado a fotografiarla no se ha movido de su lugar, simplemente ha girado su predadora e impía cabeza y me ha observado con su mirada gélida a pesar del sol que la baña.

¡Qué valiente!

Me emociona ese ingenuo coraje de los animales pequeños. No temen, no huyen y protegen su tiempo y lugar que ocupan.

–No eres más que yo –dice con su mirada mecánica y las mandíbulas mordiendo las palabras apenas han salido.

Lo mata todo… Qué envidia.

Y no lo soy, no soy más que nadie. No necesito que una mocosa mantis me lo diga. Sólo nos parecemos en el verde de los ojos, si se le puede llamar “parecido” a su verde intenso y vital contra mi verde irritado por el sudor, el acumulado exceso de luz y desgastado por un hartazgo vital.

Todas sus patas son perfectas, yo tengo sólo 1,2.

Ella es perfecta, eficaz, una cazadora nata. Yo un cerdo que se alimenta plácida y cómodamente.

Ella es estilizada, la cima de una evolución perfecta. Yo un gorila a medio hacer, torpe y asqueado de mi especie.

– ¿Por qué estás en el camino y no oculta en la fronda?

–Porque soy alérgica al diente de león y hay mucho por aquí.

– ¿Cómo va la caza?

–No tengo hambre, sólo quiero secar la humedad de mi coraza.

–Como se dice que eres tan voraz…

–Yo no viviré tanto como tú, me he de apresurar en cazar y matar cuanto pueda, no es una cuestión de hambre, si no de trabajo. Disciplina, disciplina… –divaga ella olvidando mi presencia.

–Pues ahora mismo estás muy tranquila, relajada.

–Estoy pensando en cómo sería devorarte, no seas frívolo.

–Te podría haber pisado.

–Claro… Lo que no ocurre, no importa. No soy humana y mi tiempo es breve.

Ninguna parte de su cuerpo se ha movido en todo este tiempo, y su mirada ha adquirido la frialdad de la luna muerta. Parece haber eclipsado el sol. Tan pequeña…

Pienso que está neurótica, nada es perfecto.

Le digo adiós, como se saludan los caminantes en alta voz, sin que sea necesario, antes de alejarme cojeando de su camino. Me responde con un adiós rascado, triturado.

Las comparaciones entre ella y yo no son odiosas, son tristes. Aunque muerdo con fuerza el cigarro por una rabia que arde en mi cerebro, la tristeza me arrastra siempre a la ira, tal vez por hacerme sentir avergonzado.

No puedo entender cómo, en algún momento, mis padres llegaron a sentirse orgullosos de su hijo. Madre me quería tanto que me hace sentir ser un fraude, aún que está muerta. Incluso en la adultez vi en sus ojos el brillo del cariño. A veces pillaba a mi padre mirándome con orgullo. Agradezco a sus amados cadáveres aquellos halagos. 

No sé… Los padres se equivocan tanto como los hijos, incluso más porque abusan de su tamaño y fuerza.

La mantis mira al sol pensando en cómo devorarlo. Sus espinosas garras se agitan en un tic constante intentando desplegarse y cazar.

Y agradezco al día el encuentro con la señorita mantis, agradeciendo también no ser el señor mantis atraído por esos ojazos suyos.

Aunque morir no es bueno ni malo, simplemente sucede.

Así que le deseo sin dramatismo o teatralidad alguna, larga vida (más que la mía) a miss mantis, ella sabe disfrutar del planeta con su orgullosa mirada y estilizada perfección letal.

Dios es un mierda, es imposible que la creara.



Iconoclasta

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20 de diciembre de 2022

lp-- Abandonado al sol invernal--ic


No hay nieve, solo incineración y muerte.

Mentira, soy yo lo único que muere . Todo es más fuerte y vivo de mierda que yo.

Y no me gusta la muerte luminosa, humilla los cadáveres.

Los árboles han perdido su fronda protectora y el sol atraviesa sin descanso mi carne dejando ver la silueta de los huesos en mis manos.

Soy una radiografía nómada.

Un hombre invisible.

Pero no me siento hombre, no me siento nada.

No tengo hojas que ofrecer en sacrificio al sol invernal.

Exige mi piel y el alma que hay debajo…

Lo cierto es que no importo tanto como para que el sol exija nada de mí, es la cruda y cocida realidad. Fui un nacimiento anodino y busco patéticamente trascender unos segundos siquiera antes de evaporarme.

Una ceniza que camina a la desintegración…

Debí ser piedra y algo mutó que me hice cosa orgánica y combustible.

¿Dónde están los dedos de mis manos? Y mi cigarrillo…

Me aterra no tener sombra, soy íntegramente mediocridad. He perdido mi opacidad, la prueba de mi existencia.

Es estremecedora la luz, cochina luz calcinadora…

Los árboles con sus incombustibles cortezas resisten el bombardeo solar y es público silencioso de mi evaporización.

¿Cómo he conseguido morir así?

No quiero ser luz. Ni que se quiebren mis piernas de ceniza y desmoronarme en una nube de polvo en el sendero.

Y el bosque protector inalcanzable.

Es terrible, nunca he tenido suerte…

Soy un privilegiado que folla con la Dama Sórdida, la diosa podrida de la humanidad sin rostro.

Voy a morir incinerado e indoloramente aún que estoy vivo. Como si la indignidad fuera indolora.

No jodas…

Sin un ataúd que proteja mi cadáver durante un segundo siquiera.

Yo no quiero morir así.

Quiero sangrar y gritarle puta a la vida con dientes fieros, escupiendo baba roja.

Que duela morir.

No así, evanesciéndome en la luz, un alma llorando por su carne.




Iconoclasta

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28 de enero de 2022

Su amanecer



Es sorprendente su ímpetu y entusiasmo al recibir el nuevo día hablando, cantando, riendo…

Amanece cuando ella abre los ojos, aunque el sol lleve horas calcinando las pieles.

Amanece cuando inunda con su voz mi mundo, que está en ella.

Literalmente, cuando ella amanece se rasgan mis tinieblas.

Y el sol siente que no ha hecho bien su trabajo.



Iconoclasta

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17 de enero de 2022

Una tenue caricia de luz y calor


A veces no odio el sol, a veces no odio que me caliente más de lo que estoy.

Agradezco su tibieza cuando la gelidez me ha enfriado tanto la sangre.

Cuando los dedos de una pierna casi muerta se parecen aterradoramente en su cérea palidez a un cadáver (la carne de mi padre muerto).

¿Has probado alguna vez, tras mirar el fuerte reflejo del sol en la superficie de las cosas y las pieles, a cerrar los ojos rápidamente?

Es como hacer una foto y capturar el calor, un calor amable que hace rojiza la oscuridad de ti mismo y da calor a un pensamiento frío, un poco cansado muchas veces.

Te lleva a suspirar por consuelo y paz.

Así te amo yo, cielo.

Suave, templada y luminosamente.

Como un destello de consuelo y esperanza dentro de ti, donde más profundo podría llegar jamás.

Quiero pensar, necesito desesperadamente creer que soy luz y calor en ti.

Esplender en tu alma…

Sin que te des cuenta, cuando cierres los ojos al mundo, entraré yo y sonreirás porque estaré bien en ti, seré una foto perdida en el tiempo, en tu pensamiento.

El mundo no está bien, nos lo han estropeado todo.

Y yo que me creo fuerte, quiero combatir el mal por ti, en ti, dentro de ti. Una caricia mortecina y cálida en tu alma. Un “todo está bien, amor”. Sin palabras, sin toda esta hemorragia de letras que no consiguen definir tanto amor.

Lo que no evitará que te joda, que me meta en ti furioso como una bestia en celo, con la lengua destilando una baba animal, con mi rabo trémulo, henchido de sangre y semen.

En tu coño.

Coño adentro… Sin piedad…

Lo he intentado, quería ser sencillo, suave, una pequeña existencia esperanzadora en tu pensamiento. Inevitablemente, amarte no es tan sencillo ni sutil. Es brutal.

Primigenio.

Que mi calor llegue a ti, mi amor.



Iconoclasta

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21 de julio de 2021

El sol imita como yo te amo

 


¿Has visto, amor? El sol quiere amar a sus montañas como yo te amo, como te observo fascinado y radiante.

Como yo te admiro invisible desde alguna distancia insalvable. Deberías sentir el calor de mis haces de amor en toda tu piel, en el corazón y entre los muslos.

Te ilumino con mis rayos de amor rasgando el cielo como desgarraría tus ropas; para que la pasión llegue precisa y potente a ti. Que se derrame en ti…

El sol quiere ser como yo, sabe de la fuerza de mi amor y rinde honores a sus amadas montañas antes de que la noche lo borre.

Hace de las montañas sus deidades, de la misma forma que tú eres mi diosa.

Y así todos los días rasgamos furiosos sin esperanza de vencer, el telón que la noche y sus nubes ciernen sobre la tierra.

Y es precioso, ¿verdad, amor?

Eres preciosa.

Pinche sol envidioso…




Iconoclasta

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4 de marzo de 2021

En lo oscuro


Si estás lejos de todo y eres capaz de mantener la entereza en la oscuridad hasta dudar de tu existencia, sin que importen los sonidos que como acechos te llegan cercanos de lo oscuro; adquieres la dimensión de lo irreal.

Y nada te impide ya imaginar cómo es la muerte y serlo; aunque sea para ti mismo, pero si no existes ya, qué más da.

Un jabalí con sus movimientos nerviosos agita ruidosamente la vegetación en algún lugar, oscuridad arriba. ¿Cree que soy la muerte? ¿O teme que la oscuridad que me ha comido lo devore a él?

¿Qué ocurrirá cuando llegue a la luz? ¿Tendré una guadaña en mis manos y haré el trabajo que me corresponde? Aunque temo que seré la misma mediocridad que la luz desenmascara todos los amaneceres.

Me quedaré aquí no existiendo, que el jabalí me tema. No tengo otra cosa que hacer.

Me siento irrealmente poderoso.

Bye, vida.





Iconoclasta

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27 de enero de 2020

Oscura arrogancia


Puedo entender cómo se sienten aquellos que han visto la manifestación de un santo o una virgen o cualquier otra parafernalia mística en un momento de soledad o aislamiento.
Puedo comprender que babeen, estoy a punto de hacerlo ante la diosa del cartel publicitario.
Yo soy mucho menos profundo. Y ante todo, pragmático. No voy a pensar que la belleza me mira provocadoramente, ni siquiera como ejercicio de imaginación; porque soy viejo como la calle por la que camino, mucho más a pesar de mi fecha de nacimiento.
La arrogancia de la mujer del cartel está justificada, sobradamente.
También entiendo de arrogancia, la mía la luzco en lo oscuro donde la hostilidad es veneno; vivir demasiado lo mismo, hace rancias todas las sustancias.
No es mi propósito ser un punto de luz para las polillas que se estrellan como idiotas contra las lámparas hasta quemarse.
Me siento bien en la oscuridad, en esa que ni siquiera la belleza puede taladrar.
No es que sea insensible, es que soy tenaz cuando me propongo ser oscuro.
La calle me teme y parece oscurecerse con más fuerza cuando la piso. La mujer me admira como un antihéroe que fuma con el firme propósito de hundirse más profundamente en la penumbra, en la de verdad, la que todo concluye. Esto podría ser una gran película.
Podría seguir divagando; pero también me aburro, me aburro de mí mismo.
Ser oscuro da pocas satisfacciones al amor propio si lo haces bien.
Corto y cierro.




Iconoclasta
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6 de abril de 2019

Un dragón se acicala


Un solitario camina y mira al cielo porque entre la tormentosa nube, se abre un agujero por el que el sol intenta desesperadamente lucir.
En principio el hombre ajeno al mundo piensa que dios le va a dejar caer a los pies una tabla con diez mandamientos obscenos y se ríe.
Es un cínico demasiado curtido que sabe todo lo que es imposible.
Al solitario le lloriquean los ojos ante esa luz, o porque está un poco cansado del dolor. No importa, es divertido sentir emociones por banalidades que no pesan demasiado.
La realidad es demasiado aburrida, más de lo mismo y más y más y más…
Y ocurre que sus ojos quieren ver un dragón que se ha detenido en pleno vuelo para acicalarse flotando con absoluta naturalidad, ajeno a él y a La Tierra.
Mi amor, era yo el solitario…
Y el dragón, tal vez.
Estar solo tiene sus ventajas y desvaríos, lo digo por mí. El dragón me parece cuerdo, sinceramente.
En lugar de aparecer tú en el cielo, se formó el dragón.
Podría haberse rasgado la nube en vertical, en dos franjas que dibujaran tus muslos y el delta que forma tu deseado coño. Algo que me evocara a ti, me sobra indecencia para imaginarte.
Porque imaginar tu rostro entre las nubes, es demasiado complejo para el azar y las divinidades; y si lo viera pensaría que sufro una enfermedad mental.
No creo en dragones, ni tengo una especial predilección por ellos; pero ahí está.
Y yo debajo…
Faltabas tú para que apremiándote y señalando la mancha de luz, te preguntara qué ves.
Y besarte a traición el cuello apresando tus soberanos pechos en un abrazo de lujuria y posesión.
El hombre solitario siente aún más la fría y serena soledad observando al dragón aseándose. Lamenta no poder flotar hasta él y decirle: “Hola dragón ¿me puedes llevar lejos con tus poderosas alas? Me duelen lo pies, por decir lo mínimo. Adonde tú vayas me parecerá bien”. 
Se cierra la nube devorando al dragón y siente una triste sensación de pérdida que crea un leve rictus de dolor en su rostro que ahora mira el suelo.
Clava con firmeza el bastón en La Tierra y empieza a caminar pensando en la improbabilidad de la magia.
El del bastón, soy yo, mi amor, atrapado en el triste final de un cuento de dragones y mazmorras.
Sin ti de nuevo…




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


23 de febrero de 2019

Yo, el sepulturero


El invierno es ya un viejo que se apaga en una vertiginosa agonía. Muere cada día unos minutos, los que la luz le roba de vida para calentar más la tierra y las cosas que contiene.
Otro invierno que muere y otra primavera que está ya inquieta en el útero planetario para ser parida y ocupar así el lugar de su hermana muerta el año pasado.
Es menos triste y dramática la historia de los equinoccios, sus razonamientos, cálculos y efectos; pero infinitamente más aburrida.
Y con toda su ciencia se equivocan. El invierno muere mucho antes de lo que calculan. Lo noto en los árboles y sus ramas que se estiran y arrancan ávidas ya el calor al aire para recuperar sus hojas queridas. Lo noto en el hielo del camino que ha perdido su dureza y apenas cruje, pareciera que al pisarlo llora quedamente. En las voces del bosque.
Lo noto en mi sudor que había olvidado estos meses fríos. Y el hueso duele menos…
El invierno no espera un equinoccio, muere cuando debe, cuando está agotado. Tal vez en su agonía aún pueda dar un frío zarpazo; pero está acabado.
El invierno ya alimenta a los buitres.
Y así, palabra a palabra he empezado a cavar su fosa. Alguien tiene hacer los honores. Tal vez, por eso estoy aquí: como sepulturero de las estaciones.
Porque si no ¿qué hago?
Hay una belleza de infinita melancolía en la muerte de las estaciones.
Dan ganas de morir con ellas.
La belleza con tristeza se paga… Son cosas que aprendes con un dulce dolor.
No tardaré mucho en cavar dos tumbas, no soy tonto ni ingenuo.
Y si ves las barbas de tu vecino pelar…





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de enero de 2019

Oscuridades


Hay oscuridades en mi mente, secretos que guardo celosamente de la traidora luz, de los falsos colores que confunden la envidia con el deseo y compartir la vida con la cobardía a la soledad.
En verdad Yo os digo: envidiosa y cobarde es la luz que refleja la humanidad.
Tengo obscenidades ocultas envueltas en amor y ternura, como moléculas indisociables. Si intentas separar alguno de los componentes, se desintegrarán y se perderá todo lo que son y lo que podrían ser.
No son vergüenzas mis oscuridades, son vanidades.
Mis tesoros a salvo de mediocres. Aunque a veces un glande húmedo, inquieto y palpitante temo que me delate. 
Mi indecente y oscura debilidad…
No creo en dioses, iluminados y líderes. Solo creo en mis palpables penumbras, húmedas, duras, crueles, adultas y sexuales que marcan mi naturaleza.
Obscenos y dichosos secretos…
¿Ternura? Los cachorros de perros son tiernos y las patatas bien cocidas.
Yo solo soy oscuridad y deseo. Nací en un tiempo que no me corresponde; pero no es mi error.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

28 de enero de 2017

La blanca muerte



Ahora puedo hablar con seguridad.
Ahora que la muy puta se ha fundido. Arrastrada por el agua, evaporada por los rayos de un sol cabrón y vencedor.
La muerte no es negra, el miedo y el dolor son carbón y son vida.
La muerte es blanca, un fogonazo de luz que no vemos extinguirse porque se abren los ojos en rebeldía al fin.
El cerebro asustado corre hacia ella, pensando que luz es vida.
Adquiere sentido y lógica la frase: "la luz al final del túnel". Porque el túnel y su luz es un eterno resplandor fijado en las pupilas muertas.
Lo blanco, lo fulgurante, es la muerte y lo oscuro es follar; los ojos se cierran con un gemido para que nada contamine ni interfiera con el placer.
Así  pues, escritores, pintores y otros artistas se han confundido y han otorgado a la muerte la tenebrosa oscuridad del dolor y el miedo.
Hoy he visto de cerca la muerte, y la he pisado. Era fría y destacaba en el suelo nocturno como el cadáver destripado de la luna llena.
La nieve es muerte, un albo frío que se agarra a los pies y trepa hacia el corazón con dedos congelados, lenta y serenamente cruel.
La nieve intenta robarme el contacto con la tierra y me hace resbalar hacia la fractura (un dolor que puede partir el corazón o reventar los conductos sanguíneos por una presión excesiva y sorpresiva), hacia el canto afilado de un banco de piedra. La nieve busca la zancadilla que estrelle mi cabeza contra el suelo con un fogonazo de luz de extinción absoluta.
La nieve quiere que muera como un poseso, mirando directo atrás con el cuello roto.
La muerte viste de blanco sugerente y hermoso, como la puta que se maquilla para los hombres que no quiere, los hombres que detesta.
La oscuridad es sueño y libertad.
Sabía yo que la humanidad está equivocada.
Tuve que nacer con un fin, igual que dicen de Cristo.
Y mi fin es corregir lo mal pensado, lo mal creado, las malas semánticas.
La nieve es la muerte que nos cae, la que se aferra a la cabeza y congela las lágrimas y el corazón contrae.
Y como toda belleza, es letal.
Porque lo bello te aboca a la locura y la autodestrucción.
"Año de nieves, año de bienes", solo para los herederos.
He visto la garza solitaria, encorvada en el prado helado, con el cuello encogido entre las alas contraídas, como los hombros caídos de un hombre derrotado haciendo capilla. Como yo cuando nadie me ve.
Dejaba que la muerte subiera por sus largas patas sin carne, de madera. Con los ojos muy abiertos.
Lo sé porque nos hemos mirado, y hemos asentido; comprendemos, sabemos: no hay final feliz cuando lo blanco nos hipnotiza con su belleza.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

30 de diciembre de 2015

El sudario helado



Un sudario de hielo hace caos de las hierbas y las flores, como si el pie de un dios rabioso las aplastara.

Camino por la silenciosa senda de un cementerio de muertos rebeldes. Se niegan a morir a pesar del divino y aplastante designio.

Como los dedos de los magos blancos, los rayos del sol hacen del sudario jirones de niebla y el verde come a lo blanco y las afiladas briznas heladas se hacen tallos tiernos.

Y se enderezan soberbios en un salve a la luz que calienta.

Es el cementerio insurgente, donde la vida se come a la muerte.

Como si un sudario pudiera morir... La muerte devorada por la muerte.

Es mejor no pensar demasiado, no pensar que la carne no está sujeta a la hermosa resurrección.

Disfrutar del silencio en silencio y observar el sudario hacerse humo bajo el sol justiciero.

Soy extraño a esos dioses y a esos magos blancos. Solo soy un testigo, un forastero  que cojea silencioso; si acaso, fumando para confortar el pecho ante el gélido sudario.

Tengo una cita diaria con la muerte y con la vida.

Son tan tenaces desgarrando el sudario... No sé si quisiera hacerlo cuando me cubra a mí.

Estaré cansado...



Iconoclasta

6 de mayo de 2015

La luz de la desesperanza


El amor y sus imposibilidades pulsa en mis sienes y no veo remedio a esta locura que busca expandirse desde dentro hacia el aire, el que me rodea, el que me aplasta.
Un rayo de luz incidió entonces en mi espalda, calentándome, molestándome. Me di cuenta de la simpleza de la mecánica cuántica: la luz no tiene peso, no almacena dolores, no comprime ni es comprimida. No es gas.
Mierda... La solución por fin.
Ya apenas soy, como un ángel me convierto en luz.
Sin alegría.
No podría ser ángel con esta asepsia emocional. Aún no puedo evitar que se me deslicen entre los dedos palabras de sueños y belleza. Siempre he sido cándido.
El tiempo me arrastra y me desgasta de la mano del demonio, con el pacté. Y ahora me diluyo.
Él, el Cruel Sagrado no es como Dios, él cumple sus pactos.
Soy una mancha de lejía en el sucio vestido de esta ramera que es la humanidad. Quiso lavar el semen de un borracho y yo soy la obscena e impúdica cicatriz. Los hay que son rosas y gloria de mierda, a mí me toca ser lo mejor de lo peor.
Una vez tuve piel y me la arranqué desesperado; pero debajo había músculos, y sangre que no se acababa nunca.
Y huesos indestructibles.
No podía liberar mi alma.
No podía salir de aquí, de entre ellos.
Y allí estaba Él, el Podrido Corazón riéndose de mí.
"No podrás deshacerte tú mismo, necesitas ayuda, me necesitas a Mí. Pacta conmigo y te haré luz".
"Sácame la carne y los huesos".
"Trabajarás para mí".
"Vale".
Ya apenas queda nada de mí, ya apenas gravito sobre la tierra.
Fue doloroso y por ello, glorioso.
No es un castigo, es mentira eso que dicen de la condenación; solo es propaganda beata. Los pactos con el diablo siempre dan lo que buscas, siempre pagas lo que puedes.
Solo te pide que no te quejes, que no te arrepientas de lo que has perdido, de lo que has dejado. Que hagas tu trabajo y punto.
Él está muy ocupado, es razonable que exija esas cosas.
Yo no dejé nada más que tristeza.
Pacté no sonreír, no hablar, ser la falsa luz de la esperanza de los que agonizan; muy pronto seré una luz engañosa que los arrastrará a las fauces del Podrido Corazón.
Ya he firmado un documento con la última gota de sangre que me ha sacado, en la que me comprometo a ser La Iluminada Desesperanza de los Moribundos. Es largo, pero solo se firma una vez, es poco sacrificio, y mientras desaparezco no tengo otras cosas que hacer.
Él se ríe, dice que nunca debí nacer, que perdí el tiempo en una vida errónea.
Debí ser luz de muerte siempre, me dice.
"Alguien cometió un serio error con tu nacimiento en el planeta, Iconoclasta".
"Los que agonizan se darán de bofetadas por ir a ti ilusionados, como las polillas querrán ir a la luz.
Y haré de sus almas un manto de dolor y tristeza que viajará por el infinito creando universos angustiosos. Si lo haces bien, te nombraré director de una sucursal".
Y se ríe.
Pienso en la franquicia de la Iluminada Desesperanza. Suena bien.
He de reconocer que el Podrido Corazón sabe arrancar sonrisas además de la carne, la sangre y los huesos. Me río.
"Te he dicho que no puedes sonreír".
"No ante ellos".
"Está bien, pero no pierdas la concentración".
"Vale".
Ahora de mí queda una desleída transparencia.
Tal vez estas palabras, las duras palabras, las temibles palabras, las vergonzosas palabras, las putas palabras sean testimonio de que una vez tuve peso y por tanto piel.
Aunque poco me importa, siempre fui transparente a ojos de los demás, me confortaba...
Cuando estéis a punto de morir, nos veremos, ahora mando yo.








Iconoclasta

20 de enero de 2015

La luz de los muertos


Nos convertimos en luz continuamente.
Como en un cuento de ciencia ficción, los segundos cumplidos nos transforman en una estela que viaja por el espacio, sumando cientos de años por cada día de viaje.
La muerte es tan veloz...
Por cada latido que da nuestro corazón, nos convertimos en metralla de nuestra vida. Retazos de lo vivido catapultados a velocidades lumínicas, eternamente, como una condena sin sentido.
Porque la energía no se destruye como nuestra vida se quema.
Cada uno de nuestros segundos pasados, se propaga en línea recta y en todas direcciones rumbo a los infinitos infinitos que hay en esa pesadilla llamada espacio.
Alguien decodificará en precisos cristales de argenisca toda esa vida reflejada hasta morir. Y conocerá nuestros delitos y nuestras locuras. Nuestros deseos, amores y odios.
Estaremos muertos hará millones de años cuando alguien nos juzgará.
O tal vez observen nuestra vida con indiferencia.
Podría ser que simplemente, se masturbara ese extraño ser.
Nuestros placeres, dolores y esperanzas, serán un entretenimiento multimedia para unos seres de una civilización capaz de capturar el pasado que viaja por el cosmos peligroso y silencioso en forma de luz.
Ahora estarán viendo un documental sobre los dinosaurios en el momento que se extinguen.
Esperan las primeras luces emitidas por homínidos, mientras se llevan a la boca piojos del metano garrapiñados sentados frente a sus pantallas.
Observamos la aburrida luz de los astros muertos, fantasmas que insisten en iluminar las noches.
Fulgores de pasados milenarios, de edades tan lejanas que la mente no puede concebir.
El cielo nocturno está punteado por la luz de la destrucción.
Esa destrucción que nos baña... ¿Será por eso que la noche da miedo instintivamente a millones de humanos?
Un director de cine alienígena hará un montaje con nuestra vida. La procesará para proyectarla sobre un manto de esferas líquidas positrónicas, con núcleos congelados de átomos de helio radiados con gas inergistian, que tan de moda están en los multicines extraterrestres. Podrán ver en alta definición el semen que derramo en ella y dentro de ella.
Posiblemente, crean que ese esperma es un veneno paralizante y que los amantes están muriendo por amor, porque su reproducción es por medio de tentáculos que dejan escamas fertilizantes en su bocas y es una especie de náusea su clímax.
Tal vez lloren conmovidos por la blanca y cremosa muerte de esos seres que desaparecieron hace eones de años. Los directores de cine hacen trampa para emocionar al público. Como en todos los planetas, la verdad suele ser aburrida. Y por cada placer hay un fatal fundido en negro convenientemente insertado.
No importa, que alguien vea lo que fuimos e hicimos. No hay que ser tímidos, ni apagar la luz; es más digno exhibir la obscenidad con descaro.
Actuar como si ya estuviéramos muertos no es difícil, de hecho vivir es morir continuamente hasta agotar el tiempo.
Esos seres no podrán condenar el asesinato ni la indecencia, asistirán impotentes ante toda la maldad y la mezquindad de los humanos y otras especies planetarias que puedan ser simples y aburridos microorganismos.
La humanidad será plaga incluso muerta. Una destrucción más iluminando ojos extraños.
Como hacen los astros muertos en nuestra piel en las noches que nos soñamos.
Tú y yo no seremos reflejados. Te prometo inventar algo que destruya nuestra luz, para que nada ni nadie pueda asistir al misterio de amarte tanto.
Seremos ocultos y secretos a los ojos del universo.
Ni siquiera a millones de años luz muertos, podrá contaminar nadie nuestro amor.
Seremos oscuridad en el espacio, un secreto de nosotros mismos.
Seremos un dato irrecuperable, un vacío irrellenable en la alienígena producción cinematográfica.
No seremos una película de un mal director en algún maloliente planeta, lo juro.









Iconoclasta