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29 de diciembre de 2023

lp--Una demencia colectiva--ic


Hay una grave psicosis, una demencia colectiva. La chusma cree, hoy más que nunca, en charlatanes sectarios políticos y religiosos. Como en el inicio de las sociedades humanas, cuando se hizo el primer pacto social por el que la especie humana se degradaría miserablemente hasta convertirse en la masa amorfa, quejumbrosa y cobarde que es hoy.

La chusma se queda encantada mirando a su líder ladrón que le dice cosas estúpidas, mentiras que quiere oír, sin asomo alguno de madurez intelectual, sólo genital; cree las mentiras de un político ladrón y asesino.

Y lo hace con los ojos muy abiertos y con las orejas tiesas prestando toda su atención al telepredicador. Leyendo infantiles mensajes en las redes sociales de sus dioses, que no superan las veinte palabras, el máximo entendimiento del humano tipo en la actualidad.

Esperan expectantes, esperanzados y boquiabiertos mirando al líder que raja desde el púlpito, que les eche en sus rostros ignorantes e imbéciles su caliente lluvia dorada.

Su sermón genital.

Como desde los inicios de los tiempos...

Para una especie animal, sesenta o treinta mil años son breves etapas en su evolución e historia.

La especie humana ha fallado en su inicio, la cobardía de aquellos que sellaron el primer pacto social, su legado, es el único y real pecado original con el que nacemos. Y ese pecado original, es la castración de la verdadera especie que fuimos, su aniquilación.

Y luego, acto seguido, se inventó la palabra magnicidio, como si asesinar al líder político o religioso fuera matar a un ser superior.

El magnicidio convirtió en vulgares cerdos nacidos para el sacrificio a los que no formaran parte del Estado.

Está tan sucia la especie humana que ya sólo sirve para combustible.



Iconoclasta

27 de diciembre de 2023

lp--La humanidad adulterada--ic

Si el ser humano retornara a su naturaleza, aquella que le llevó a sobrevivir en un mundo hostil y evolucionar. Si olvidara las mentiras de dioses, paraísos, resurrecciones y reencarnaciones haría su presente, su vida mejor. Que es lo único de lo que puede disfrutar hasta que muera y desparezca del universo.

Esto llevaría también a la incredulidad hacia seres soberanos y líderes políticos, ambos encarnando actualmente, en pleno siglo XXI como en el medievo, un carácter divino, la encarnación de un dios.

El problema de que la especie humana degenerara, siempre ha sido la religión y su evolución: la política.

Ambas han arrastrado a los humanos a cohabitar adocenados en pequeños espacios, vivir miserablemente en pro de una vida post mortem paradisíaca y un futuro engañoso y venenoso que no vivirán. Ni siquiera sus nietos.

Si el ser humano retornara a su naturaleza libre, los corruptos codiciosos y ambiciosos políticos y líderes religiosos; sus cráneos vaciados y pulidos servirían para cocinar, incluso en modernas cocinas de inducción.

El ser humano perdió su libertad y gracia por aceptar por cobardía una protección mafiosa: el Estado. Primero creyó al hechicero charlatán de la tribu, éste se convirtió en sacerdote, luego en dios-emperador, siguió como rey o papa y actualmente en líder político de una formación de moda, básicamente un telepredicador dirigiéndose a una chusma de pocas luces, crédula como sus antepasados y tan cobarde como ellos.

Y ahora en pleno siglo XXI la especie humana es poco más que una variedad porcina. Apenas se distingue de un cerdo de granja en el tratamiento que le da el Estado a su mísera vida.

Ha sido tan escrupulosa y secular la selección ganadera que el Estado ha realizado en las distintas razas humanas, eliminando las reses libres y no obedientes por variedades mansas, que ya no existe posibilidad alguna de que la especie humana vuelva a ser digna.

La humanidad adulterada por dioses y Estado, hoy es una especie insectil y sin alma. Lo cual es gracioso, porque creen tenerla y por ello rezan a toscos muñecos, símbolos y libros vacíos de interés e inteligencia. Y por supuesto, se arrodillan y venden a sus hijos al primer telepredicador “demócrata” que les miente con paternalismo, con voz flojita y falsa de meapilas.

Ahora sólo espera sin saberlo, una gran extinción: las reses de superávit que al Estado le sobran por cuestiones de logística y así purificar con más precisión genética las razas humanas con reses más mansas y obedientes que coman menos, las que el Estado permitirá vivir. O dios.



Iconoclasta

22 de diciembre de 2023

lp--Un bellonstruoso ocaso--ic


Desde el antiguo puente del Raval, sobre el cauce del Freser, he sentido estar en el palco principal del Gran Teatro Planetario.

El cortejo fúnebre más bello.

Y yo solo y aplastado en el palco de honor por el peso de una belleza casi voraz. Sin ser nada, sin ser nadie.

Sin merecerlo.

Un ocaso tan hermoso como monstruoso.

Me pregunto qué veneno lleva el cielo, porque sé que las cosas más bellas del planeta son venenosas y cortantes para evitar que los mediocres las marchiten.

Las nubes parecían dirigirse a devorar los restos del sol agonizante, teñidas de sus últimos estertores lumínicos.

El sol en agonía...

La lucha del Este contra el Oeste.

Y al igual que ocurrió con la última corona lunar, nadie miraba la bellonstruosidad que pasaba sobre sus cabezas.

El espectáculo planetario, el desfile de la grandeza y del color.

Si la televisión o internet (el Estado en definitiva) no lo anuncia, nadie mira al cielo oscuro del anochecer.

Caminan con las cabezas gachas, con temor, con servilismo; como si llevaran un bozal que los humillara. Caminan con el reflejo sucio de un teléfono en sus ojos incoloros y velados, con el cerebro desconectado del planeta.

Son tan dolientes los colores...

Sin opción a filtros o corrección alguna, porque es una creación perfecta. Insuperable, inimaginable cuando te encuentras ante ella.

Y tan grandes los espacios, amor... Y nosotros tan pequeños que sólo puedo pensar que un fenómeno cósmico nos enfrentó y nos reconocimos en una fracción de segundo, con el ángulo exacto del tiempo y la luz.

Desde este viejo y pétreo púlpito, con las manos ateridas por el aire gélido que arrastra el río, observo este inefable y efímero momento de apoteosis. Apenas durará un minuto, el tiempo que el sol recorra tan solo un milímetro más hundiéndose en el camposanto del Oeste.

Todo lo bello está ahí, todo el arte y toda la grandeza.

Si estuvieras aquí... Hubiera cogido tu mano, no sé si atemorizado o epatado, buscando tu calor y la fuerza de tu cariño para que las nubes no me arrastraran a la oscuridad donde muere el sol.

Porque es tentador seguir el rumbo hacia el bellonstruoso ocaso de malva agonía.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


19 de diciembre de 2023

lp--Vivir en la gélida sombra--ic

Desde que a finales del otoño caen las primeras heladas nocturnas, el hielo en algunos lugares no se derrite y se acumula noche tras noche, allá donde el débil sol invernal no puede llegar porque las montañas crean umbrías que se extienden por la tierra.

Sombras que el frío pinta de blanco cada noche y cuyos contornos observo con la curiosidad de mi pensamiento atávico e inquebrantablemente asombrado.

Los parajes son metáforas de uno mismo; es un ejercicio, a veces cruel, encontrarlas o formarlas o deformarlas. O pervertirlas para que todo cuadre en tu cabeza.

Metáforas y coincidencias del pensamiento necesitado y voraz de vida y muerte, calor y frío, hambre y comida, dolor y follar...

Los lugares son eternos, estuvieron allí en el nacimiento del primer humano y continuarán cuando muera el último. Al morar en ellos, la tierra y su hielo nos contamina de sí misma.

Unos, los más, buscan la luz y la calidez. Yo estoy bien entre la escarcha acumulada, vieja y agreste porque no hay nadie en ella.

He visto asaz de humanos, los conozco a todos.

Duele más un golpe en la carne fría que la caliente.

Sin embargo, necesitas profundizar más el filo en la carne fría para que sangre. Si has de cortarte las venas o tirarte por un precipicio, que sea en tierra cálida; todo son ventajas para los inquietos suicidas.

Frente al definido límite de lo templado y lo helado, es parecido a asomarse a un barranco, pero sin muerte. Un paso más y metes el pie en la frialdad. En ambos casos, inevitablemente, imaginas con inquietud la consecuencia de avanzar.

Caminando por el hielo los pies pierden temperatura gradualmente en un acto parecido al de la muerte, así se deben enfriar los cadáveres.

No importa, no soy forense.

Es por no callar, sufro verborrea aguda.

Pero si fuera forense, llenaría de ceniza la fría boca del cadáver al que no le molesta ya quien fuma.

Si das el paso al bando blanco sentirás el hielo crujir, la suela de la bota enfriarse y los dedos encogerse incómodos. Y un poco más tarde, babosas que trepan por tus piernas robando el calor la sangre.

Me gusta pisar con fuerza el hielo y el crujir de mis botas que hace los pasos potentes, lo que no son en la tierra templada...

Aún me quedan rastros de una injustificada vanidad.

Es un hielo bueno, que no parte los huesos haciéndolos salir astillados por la carne, como cuando caes al resbalar velozmente en el pavimento de la sucia ciudad.

Con cierto esfuerzo, habitamos donde debemos o elegimos.

Si podemos...

Porque nacemos en cautividad y es difícil escapar de los cochinos amos y sus mierdosas calles y ciudades.

Hay lugares a los que no llega la calidez de la luz en todo el día, en todo el invierno.

Permanecen mudos en la gélida luz, esperando el ansiado próximo equinoccio, como las ramas desnudas de los árboles pidiéndole al cielo algo de calor.

Tienen algo cruel y viejo las zonas heladas a pesar de su blancura que evoca bondad.

En el hielo la piel se llena de una escarcha que te come la energía y te detienes a menudo, más que cansado, harto al final del invierno.

Y te preguntas cosas absurdas al observar la luz detenerse ante la raya que separa blanco y tierra: ¿teme la luz congelarse? Es como un perro que furioso ladra, pero no da un paso más.

Afirmo también, en base a la experiencia, que la esperanza es lo primero que se pierde y se congela durante eones en ese paraje donde hay una luz insuficiente para templar los sueños.

No hay esperanza alguna para sentir la calidez de la piel amada; sin embargo, con el primer paso del día en el hielo, pienso en ella y su calidez.

Pareciera entonces que el hielo se deshace y chapoteo en agua.

Mi amada cálida puede más que el sol...

La esperanza está congelada; pero el amor y la fantasía de amarla es un fuego imparable que hace mis pasos líquidos como su lejana mirada que me diluye todo por dentro.

El humo del cigarrillo no sube con la frialdad del aire y su rostro se dibuja en la voluta de humo flotante.

Una comadreja, con su coqueta mancha blanca en el pecho me mira de lejos con curiosidad, se pregunta si estoy vivo o muerto en el páramo de nadie.

Bueno, puede que no esté muy vivo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


16 de diciembre de 2023

lp--Desde mi tumor--ic

Pienso que con tantos millones de humanos presionando la corteza terrestre hasta la ruptura, no hay suficientes muertes.

No tardará en faltar espacio para expandir los pulmones y respirar.

Es necesario que la muerte haga su trabajo.

Que surja una especie animal cuyo alimento sea exclusivamente la carne humana.

O eso, o que en los transportes públicos, cines y edificios-colmena; en asientos, paredes y mamparas se instalen pantallas de Rayos X camufladas con publicidad, a la altura adecuada para que radien constantemente los genitales de los usuarios y vecinos. Sería una solución incruenta.

Pienso que hay demasiado amor en el mundo, amores infundados y fabricados según las circunstancias y que se confunden con reproducción por una cuestión de ignorancia y una vanidad injustificada.

Yo sólo quiero a dos o tres personas, no es por elitismo o ser celosamente selectivo. Es fisiología, mi cerebro tiene un estrecho canal afectuoso. Y el puto Amazonas como canal de libertad y fascinación por los espacios libres.

Llegan fechas institucionales de paz y mierda, con los arrebatos angelicales de bondad en todo su esplendor hipócrita y mezquino tan propios de la eufórica y alcohólica narcosis navideña. Y yo me retraigo hacia el negro tumor de mi cerebro, donde el exceso de azúcar no puede penetrar y sólo caben los muy pocos que quiero.

Aquel mendigo mitológico, Jesucristo, murió por “nosotros”.

Bien, tanto celebrarlo con lloriqueos de ternura y empatía; pero nadie toma ejemplo y se deja destripar y crucificar.

Se celebra paranoicamente la vida y se ofrecen los mejores deseos a los millones de desconocidos e indiferentes seres que hay en el mundo. Y la pragmática y sincera muerte se asfixia entre bisturís, vacunas, pastillas, oxígeno en lata y otros tratamientos médicos. Con los edictos fascistas de los “padres bondadosos” que velan por la salud y productividad de sus millones de reses contributivas. Que salmodian como villancicos lo mala que es la libertad para la salud y que un cigarrillo mata más que los asesinos que ellos dotan de armas y misiles, recompensan y aúpan a su nazista órbita de poder.

El amo nazi adoctrina a sus borregos que aquellos que degüellan, aplastan con coches y revientan con explosiones a seres humanos en el nombre de Alá, son ahora sus amigos del alma. Que el islam, a pesar de decir que hará de todas las naciones su reino mediante el terror y la muerte, es amigo navideño. Se les debe amor a los asesinos sectarios, dice su ilustrísima nazi del coronavirus.

Mágicamente, de la noche a la mañana, aquellos que odian a los que no rezan a su dios, se han convertido en seres de luz. ¿No es precioso, después de siglos de matanzas, que de repente se obre el milagro merced a un líder nazi de una falsa “democracia”?

Y los borregos decadentes y serviles del amo nazi se apresuran a salir a la calle con todo su amor y banderas que no son suyas, a dar el aleluya a sus nuevos y amados amigos.

Cada pueblo tiene el líder nazi que se merece, y por tanto la muerte que se merece también.

La propia conciencia insectil de la humanidad, pide a gritos su propia muerte porque se reconoce venenosa y plaga. Asqueada de sí misma a nivel instintivo.

Desde mi tumor, el que siempre protegí de curas y tratamientos, soy el megáfono del oculto y oscuro pensamiento del hombre sin doctrina y sin amo.

Hay tanto amor, que irremediablemente voy a ir a vomitar al cementerio, el mejor sitio para ello. Si no los amé en vida, mucho menos sus esqueletos.

Tal vez sean ellos, los asesinos sectarios, la nueva especie animal que se alimentará exclusivamente de seres humanos.

Me parece una buena idea que la chusma sea asesinada por la mano amiguísima de quien ama. Es una ternura que dejará espacio.

No importan los medios, importa el fin, generar espacio e higiene para mis pulmones.

No pueden hacer daño unas navidades oscuras como este tumor, este refugio anti hipocresía desde el que divago. No a mí, claro.

Más vale una docena viviendo dignamente que millones lloriqueando frente a sus móviles y sus mensajes de blanca imbecilidad.

Blanca pornografía de corridas níveas....

Desde el negro tumor de mi cerebro: feliz navidad y sus millones de muertes. Y el más kilotónico y aterrador fin de año.

Y si comienza otro, que sea el año uno garabateado con un pedazo de uranio en las paredes de una caverna gélida y oscura.

Hay quien discutirá que sería el año cero. Bien, me suda la polla, al fin y al cabo el cero es el símbolo de la nada, me parece genial también.

Siempre vi problemas cerebrales en mis profesores en sus salmos cuando intentaban castrarme y adoctrinarme en la escuela. Siempre veo problemas mentales de subnormalidad en los decretos de paz y amor del jerarca y su fascismo que no cesa, como un parásito que me amenaza desde mi nacimiento.

Y exhibo con orgullo ese fracaso “escolar” cuando me apetece acariciándome el rabo.

Soy humano, tengo mis vanidades.

No podían ellos saber de mi poderoso tumor y refugio anti amor gratuito e indiscriminado.

Lerdos...



Iconoclasta

 

9 de diciembre de 2023

lp--Conciliar el alma con la carne--ic

El gran problema del cuerpo es el alma que lo humilla haciéndole creer que es un super cuerpo con superpoderes.

El alma es todo emotividad e ilusión. Espiritualidad sin descanso.

Pero la vía del dolor y el placer es la carne, siendo el dolor lo más habitual.

Calor, frío o indiferencia en el mejor de los casos.

Al no tener nervios el alma no conoce el dolor, ni el placer más que como poesía o ilusión para recrear tragedias y romances oníricos. Y como es el dolor lo que hace realmente notoria la vida y es el parásito pegado a la piel desde el nacimiento, el placer se queda en mera anécdota y una exaltación excelsa del alma de la reproducción, la cópula sexual.

Y así en toda situación, momento y lugar; con el deseo, la libertad y el planeta entero. Si le das libertad al alma convertirá tu vida en un falso paraíso aún que no eres cadáver.

He sido lo suficientemente hábil para domar el alma, hasta el punto de dudar si la tengo.

He amorrado mi alma contra mi sexo y el de mi puta para que tuviera un atisbo del acre y fuerte olor de los genitales, que no huelen a rosas o esencias divinas, sino a humores sexuales dulzones y picantes como el ácido olor de los restos de orina y su animalidad afrodisíaca. Como a mí me apasiona y excita, sin circunloquios de poetas con el alma escindida del cuerpo, ingenuos...

Mi alma es conocedora del agrio aroma a sudor de mi carne, la que como y follo. Y evoca su coño en toda su magnitud, fragancia, viscosidad, elasticidad y sabor, con el más obsceno pragmatismo y deseo animal.

Hace eones que mi espíritu aprendió de la carne y no la humilla con rebuscadas imágenes idílicas, extraterrenales aromas y gemidos de mitológicas posesiones.

Mi alma asume los jadeos animales de lucha, posesión y placer. Un cansancio acumulado de dolor y frustración que se diluyen por unos segundos con el semen mezclándose con su viscosidad en la cópula.

Y así, sin engaños, admiro con profunda emoción las cercanas y abruptas montañas y las nubes que las acarician masturbándolas.

Precioso...

Las amo por lo que son en realidad, sabiendo que caminando por ellas y sus nieblas, la muerte, el dolor y el cansancio se hacen posibilidad en mi alma como el frío y el deseo angustioso de encontrar refugio y sobrevivir.

No ser cazado, no caer y partirse las piernas o la cabeza dentro de esa bella foto que el alma en su ignorancia, juzgaba como el sumun de lo idílico.

Aprendí a amar y admirar a pesar de la verdad de la carne y su dolor, a pesar de las fantasías del alma ignorante y cándida.

Los reyes magos no existen; sólo importa su sabor aún en mi boca, la textura de sus endurecidos pezones o la agridulce baba de su coño.

Y mi rabo oliendo a ella...

Mi cuerpo es uno con el alma, sin remilgos y con la adecuada pasión y fuerza.

Ya no sé cuándo perdí la gracia de la ingenuidad. Y ahora amo lo bello a pesar del terror y el miedo que pueda prometer. Amo el sexo crudo como despertar con una ternura al lado de quien amo.

Amo a las hostiles montañas y sus nieblas que me dejan ciego.

Mi alma se hace vieja conmigo, íntimamente insertada en cada fibra muscular.

Moriremos juntos, sin fantasías.



Iconoclasta

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1 de diciembre de 2023

lp--La Luna con corona--ic


La Luna y su corona, un halo multicolor que la convierte en un sol frío, en un ojo abierto en la oscuridad del cielo.

Un búho cósmico ha abierto un párpado...

Vale la pena alzar la mirada al cielo nocturno y observar a la voluble Luna.

Es tan fascinante que obliga a observarse uno mismo presa de las aleatoriedades de la vida y las cosas malas que ofrece a los que no nacimos en el tiempo y lugar correctos. Y caes en la cuenta de la inmensa oscuridad que eres. Que no luces, no brillas, no hay nada que te corone.

No fascinas.

Sólo te matan.

Y es inevitable pensar en ti como la luz a la que me aferro en mi negritud.

Otra vez...

Eres mi Luna. Ojalá fuera yo la corona que te rodeara, ser tu halo es una de esas imposibilidades que me preocupan: no rodearte entera y hacer de ti una perla en mi núcleo de apagados colores.

Te pienso sostenidamente, perdido en ti; y en lugar de fría y lejana, la Luna se hace cálida como las caricias de los amantes desfallecidos.

Hoy la Luna luce con corona, es su majestad de las noches frías.

El centro de oro en una gélida aurora boreal que la envuelve.


Y alzamos la mirada a la majestad, preguntándonos si conoce nuestra existencia.

Es tan deseable como letal.

Una corona lunar... Podría ser que la Luna se siente alegre o tal vez furiosa, no sé... Depende de la tristeza de mis días.

No sé qué pensar, me pierdo en mí mismo.

Concluyo que a la Luna no le queda bien la corona. Está muy guapa desnuda y blanca. La corona la vulgariza.

No es habitual que luzca como un átomo, el más grande del cielo; pero cuando lo hace pierde la nitidez y la pureza de su piel de plata.

A la Luna la amo desnuda, como tú ante mí.

La Luna y tú nacisteis para ofrecerme un atisbo de la belleza más pura, una condescendencia piadosa para un ser mínimo como yo.

También es fría y me roba el calor de la mirada cuando más falta me hace, cuando hace obvio que estoy abandonado aquí.

Te quiero desnuda, os quiero desnudas y frágiles en mis brazos, sentir así que existo, que no soy inmaterial a vosotras.

Es posible que no quiera corona y se sienta agobiada. Enfadada.

Cansada de protocolos...

Aún así impacta con su corona de poder.

¿Y si la Luna está enojada y muestra su halo de oscuros colores de guerra?

Tal vez se sienta así más sola, encerrada en su propia ira.

Sola e irritada allá arriba...

Con lo bella que es desnuda y blanca, fría y lejana, vanidosa y hostil.

Tanto deseos y sueños que provoca, y tan letal...

Tan árida.

Es el cadáver más cercano a nosotros en el espacio y algunos pretenden hacerla diosa, guardiana piadosa y la personificación de los amantes bajo el influjo de su conjuro de lechoso amor y fría luz.

Quieren verla así porque rechazan la muerte que hay en el universo. Ingenua y cobardemente se obstinan en creer que al morir no mueren y vivirán en algún lugar del cosmos venenoso y congelador.

Los humanos son cobardes y la Luna indiferente a quien vive y muere.

A veces pienso que cuando esté tan muerto como la Luna, mi vapor subirá hasta ella y descenderé en su superficie, como el polvo que la cubre. Y así, tal vez, observe a las cosas vivas de la tierra sin sentir nada por ellos, como si nunca hubiera estado allá, donde he estado muriendo toda mi vida.

Estar sobre tu piel desnuda y ya no esperar, sólo estar en paz.



Iconoclasta

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