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29 de septiembre de 2025

lp--Cuando el amor se convierte en sociedad interesada--ic


El amor no se pone a prueba al follar, sino en las mañanas; cuando los amantes se enfrentan en el desayuno y deben soportar o no los ritos que en casa de “papá y mamá” llevaban a cabo cada cual.

Si uno o ambos amantes se sienten preocupados o incómodos porque en el desayuno se come una magdalena en lugar de una tostada de pan o huevos fritos, tendrán la gran oportunidad para para abandonar una relación fallida. Que se sientan incómodos con los ritos del otro, que son mucho peores e ilógicos que los propios, se convertirá en un herpes que les comerá toda ilusión futura e incluso las pasadas por el desengaño.

Y en poco tiempo ni siquiera se correrán a gusto al follar.

Si siguen adelante con la relación malograda, extrañando aquellos entrañables desayunos en la casa donde crecieron, sólo llegarán a consolidar una sociedad mercantil e hipotecaria que será además y oportunamente medicación contra el terror a la soledad.

Puro interés mezquino.

Si los amantes, o uno de ellos, no son adultos independientes y creen en su infinita inmadurez que las banales costumbres y liturgias familiares son las “verdaderas”, cuando deban enfrentar una situación importante, literalmente se cagarán encima y deberán discutir si los consejos de una familia u otra son los mejores.

A esas alturas ya estarán muertos como amantes y cada cual follará con otro u otra ajena a su relación. Y estarán, eso sí, dentro del estándar de pareja modélica de cualquier pseudodemocracia o dictadura consumista elegida al azar.

Malvivirán entre dos coches e hipoteca, e irán a votar su mierda como todo matrimonio integrado en sociedad.

Sólo los mantendrá oficial y mezquinamente unidos “los hijos” y el consabido miedo a la soledad y luego, será el miedo a la vejez y no tener a nadie “en quien apoyarse”.

Es el gran triunfo evolutivo de las sociedades humanas estabuladas en ciudades: cobardía, ruindad y un infantilismo que como un cáncer han podrido la adultez.

Si algunos humanos añoran tanto en la adultez sus ritos y supersticiones familiares, que vuelvan a casa y no jodan a nadie con sus deseos de repetir e imponer lo que vivieron. Y a lo mejor, si prueban a follar con papá o mamá, encontrarán al fin lo que siempre habían buscado en el amor: armonía, ternura y un sexo seguro y comprensivo.

Y si dios existiera o hubiera existido, haría milenios que hubiera borrado su gran error, “su imagen y semejanza” del planeta.



Iconoclasta

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