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28 de septiembre de 2015

Puercos (o la cardíaca ira)


No puedo creerlo, hay tantos metros cuadrados... Hectáreas y hectáreas de montaña y me he encontrado con esos dos asquerosos.
La pareja que va unos metros delante mío consigue ir tan lenta como yo y todo es rojo.
Par de asquerosos... No  puedo rebasarlos, caminamos a la misma velocidad y yo no puedo ir más rápido. Solo me queda sentarme en un banco y  esperar que esos apestosos se alejen.
Que se pudran.
Mi lentitud me da un tiempo precioso para odiarlos, para desear su exterminio entre dolores atroces que se arranquen los ojos de dolor.
Es tan fácil odiar a esos dos puercos con solo ver sus lomos semi curvados, como si estuvieran cansados siempre. Cansados de ser la mierda que son.
Pienso que están parasitando un estado evolutivo que no les pertenece. Que viven por ser garrapatas de otras genéticas que sí son aptas para la vida. 
Ningún hombre o mujer con algo de clase, interés o energía, puede caminar tan lento sin convertirse en algo que meter en una trituradora de carne.
Si fueran viejos lo entendería, si fueran tullidos también; pero dejan una estela en el aire que huele a mierda, como si cagaran al mismo tiempo que caminan.
Tienen tiempo para ello, hijos de la gran puta.
Huelo lo puerco y lo miserable, soy sensible a ello. Siento mi piel sucia y mis pulmones enfermos por compartir el aire de esa pareja de marranos abúlicos, inapetentes, átonos, mal formados...
Con tan poca clase que hacen necesario y justo el asesinato.
Entendería esa lentitud y abulia si el macho de mediana edad le metiera la mano en el coño para acariciarla; pero son dos marranos de mierda que solo saben meterla y tragarla mecánicamente, en la oscuridad, con asco de verse a sí mismos. Solo espero que no tengan hijos, y si los tienen, que mueran sin dejar descendencia.
Que mueran ahora, todos.
Pareja de vagos, parias, mediocres.
Vuestro ánimo es un gas apestoso que ofende todos mis sentidos.
Puercos lentos...
Tarados abúlicos que estáis en el mundo con la única función de ser estiércol, abono.
Si hubierais existido unos siglos más atrás, os hubieran comido los lobos, los osos. Os hubieran destripado vuestros propios compañeros de tribu, pareja de puercos.
Puerco él, puerca ella.
Lo noto, siento correr vuestra mísera genética por mi ropa. Si mi bastón tuviera punta afilada, os desgarraría las entrañas entrando por vuestros repugnantes esfínteres, hasta que vomitarais vuestros propios intestinos.
Os odio con cada paso lento que dais. Me ofende vuestra vida, me agrede el sonido de vuestros putos pies casi arrastrándose.
Os metería un caballo de petróleo en vena.
Parias puercos...
Vuestra energía cae al suelo como un excremento y me siento sucio de pisarlo.
Ojalá el cáncer os coma y muráis entre sufrimientos inimaginables.
Putas de la especie humana... Os deseo tormento, desgracias hasta la hora que dejéis de respirar.
Subnormales que vivís una evolución que no merecéis que otros trabajaron.
 ¿Por qué estáis vivos? Es desesperante ver durante tantos minutos vuestra lomos, vuestras nucas ideales para clavar algo metálico y agudo en ellas.
Durante todo el puto camino...
Hijos de la grandísima puta... Me van a estallar las venas de las sienes.
Si yo he tenido mala suerte de encontraros, os deseo la suerte de padecer la enfermedad más terrible y más dolorosa.
Y encima votaréis en elecciones como si tuvierais inteligencia para ello.
Os odio, siento asco solo por veros. Todos mis sentidos dicen que deberías estar perdiendo los dedos y las manos, infectos de lepra.
Hijoputas.
Falta justicia y falta selección natural.
Tarados que vivís de los esfuerzos de otros genes.
Morid, puercos. Y vuestros hijos.
Que no quede rastro de vosotros en toda la capa de la tierra.
Ojalá os aplaste un camión.
Mierda de paseo, me lo han jodido.



Iconoclasta

Vidafaro, de Iconoclasta



Un ensayo amargo, de Iconoclasta



25 de septiembre de 2015

En apenas un metro cuadrado


Las setas han salido a la superficie empujando una piedra, venciéndola. Era una piedra apisonada en el camino por el hombre.
Es una imperceptible heroicidad.
Hay que caminar prestando mucha atención para encontrar portentos y realizar así estúpidas analogías con la vida humana.
Como si tuviera algo que ver lo humano con la naturaleza...
La imaginación es difícil de dominar cuando solo prestas atención a lo mudo, a lo que se desarrolla con lentitud. Hipnóticamente.
Estoy cansado de babosas, lo repugnante es lo que más abunda. Con solo las setas me hubiera bastado. 
Y es que una babosa se arrastra demasiado cerca con su repugnante traje de leopardo, una prostituta del esfuerzo y la determinación. En poco menos de un metro cuadrado, se han encontrado la voluntad y la mediocridad.
Y yo... Que no acabo de entender que hago  aquí.
Es difícil encontrar en la ciudad algo así, es difícil que pueda aparecer la voluntad entre tanta mediocridad y abulia.
Seguramente la babosa va alimentarse de la seta que acaba de emerger a la luz rompiendo la tierra y levantando esa piedra tan grande como ella.
¡Qué mierda! El concepto de justicia es un chiste en este planeta.
Las setas están cansadas, quiero creerlo. Y la babosa viene de cantar en un karaoke "La maldita primavera", imagino que ahora que llega el frío, echa de menos la calidez primaveral.
Las setas reciben sus primeras luces silenciosamente, sin capacidad de hablar. Creo que deberían hablar y blasfemar por el cansancio que comporta la vida. Una vida tan efímera que resulta obsceno el esfuerzo de emerger. Yo me quedaría enterrado, no vale la pena ese desgaste para tan poca vida.
Que hagan lo que quieran, a mí me la pela.
Los cuervos hablan entre ellos desde los cables del tendido eléctrico.
Es desesperanzadora la metáfora que ha montado la naturaleza en tan poco espacio.
Tres especies tan dispares...
Está bien, tal vez no razono como debiera; tal vez me debería limitar a admirar la naturaleza y pensar que no es injusta, que es simplemente ley natural.
Sin embargo, recuerdo aquella estrofa de la canción de los Caifanes, que seguramente la babosa conoce bien, debe estar cansada de cantarla en su karaoke de mierda, del que llega arrastrándose:
*"Cuando veo a través del vaso
veo a través del tiempo,
donde los sentidos se dislocan
donde los temores se evaporan
y aprovecho para desdoblarme
para salir del vaso"
Sí, yo me disloco en este apenas metro cuadrado de camino en el que nos hemos juntado tres vidas distintas. Tan distintas, que hay un pequeña discusión en mi cerebro blando (Dalí me hizo así) sobre quién es más que nadie. Gano yo, por supuesto, mi mente es poderosa razonando rápidamente mirando a través del humo, literal, no es canción. Me gusta fumar a cada momento que puedo.
Gano yo porque me acompaña la fuerza y la crueldad de mi instinto humano.
Alguien ha tenido mala suerte hoy.
Un poco más allá, ya fuera de este metro cuadrado, una rana muerta está cubierta por un enjambre de moscas. Eso me parece mejor, me parece natural.
El cuadro de las setas y la babosa es una burla, escucho a la naturaleza reírse en mi oído, burlona... Tal vez me está provocando.
Se oye un disparo a lo lejos...
Y ahora el silencio me hace creer que he perdido el sentido del oído.
Está bien, ojalá lo haya perdido, los sonidos interfieren, me dislocan también como el humo del puto vaso.
En apenas un metro cuadrado y en  unos segundos, están ocurriendo muchas cosas. Tengo que hacer una apertura rápida dar mate y seguir caminando.
Insisto, me la pela.
Me voy.
Dos pasos, tres... Media vuelta.
No puedo irme, la naturaleza no existe, las cosas están bien o mal, se odian o se quieren. Tomo partido, soy superior a todo esto, en cuanto que yo decido y ejecuto.
Sin demoras, no voy a pensar en leyes naturales, ni en justicias.
Y aplasto la babosa. Lo que odias lo matas.
Sin ambigüedades.
Al final, soy una conclusión del universo y los que están debajo de mí, son variables.
Ellos no pueden razonar, o desdoblarse como yo.
Aplasto con el pie las setas, para que ese universo que me creó, vea que soy de naturaleza cruenta.
Orino en el camino para marcar mi territorio y mi obra.
El hecho de que sean seres inofensivos no me hace cobarde, que nadie se crea que lo que he cometido es un acto débil y pueril de una  caprichosa vanidad.
Soy peligroso.
Limpio la suela de la bota en la tierra, las babosas hasta muertas dan por culo.
Coño...
El sudor escalda mis ojos y cuando llego a la cima de la montaña, jadeo. Un cigarrillo me hace toser y en pocos segundos me convierto en el ser más podrido de esta montaña.
Bato los peores récords, soy un anti atleta, un anti moral, un anti bueno, un anti piadoso. Mi vocabulario es tan básico que también es un récord.
Si me rompiera la pierna, seguramente me pegarían un tiro en la cabeza como a un caballo, nadie gasta recursos en curar a alguien como yo.
Y está bien, me asegura una vida digna lo poco que dure.
Ahora  voy relajadamente cuesta abajo, voy de tranqui. Sin pensar demasiado, no me gusta mirar a través de un vaso de mierda. Mi pensamiento es metálico, no tiene nada de étereo.
Un cazador sube por el camino y lleva dos conejos colgados del cinturón, también arrastra un pequeño ciervo.
- Bon día -me saluda.
- Bon día -respondo observando el pequeño ciervo que arrastra y el cráter negro que hay en el cuello del animal.
- Avui he tingut sort. Feia molt temps que no anava tan carregat.*
*(Hoy he tenido suerte. Hacía mucho tiempo que no iba tan cargado, en catalán).
Siempre hacen  lo mismo, si no les haces caso abiertamente alardean.
¿He dicho que no soy cobarde? ¿He dicho que alguien ha tenido mala suerte hoy?
Parece que la mala suerte alcanza a muchos seres en esta montaña. Y de nuevo, en apenas un metro cuadrado, saco la navaja del bolsillo, abro la hoja con el dedo pulgar y la clavo en el cuello del cazador tantas veces como es necesario para matarlo.
La primera puñalada lo ha dejado en shock, las siguientes han sido fáciles. Los conejos muertos se han desprendido de su cinturón cuando ha rodado por suelo con las manos intentando taponar tanta sangre. Era más mayor que yo, pero no importa, también  era más alto y pesado. No me dan ningún miedo los grandes machos.
De hecho, tengo algo de suicida cuando decido enfrentarme a algo o alguien.
Mis hombros y trapecios sobredimensionados tienen ese fin: proyectar con fuerza y brutalidad sin control mi sentido de la justicia y la hostilidad hacia aquello que me incomoda.
Los hay inteligentes y estoy yo, que hace tiempo llegué al límite de mi paciencia. Cuando te das cuenta que matar no tiene castigo si lo haces bien, si eres discreto, se convierte en tu mejor pasatiempo.
Es grotesca la escena con tantos cadáveres, me  llena de desasosiego. Mi carácter es tranquilo normalmente, pero la anormalidad me hace desdoblarme al mirar a través de un vaso lleno de muerte.
No sé si me entiendo yo mismo.
Pero, si yo no hago justicia ¿quién la va a hacer? ¿Y si me hubiera querido cazar a mí también con esa escopeta de gruesos cañones? Tengo un aceptable sentido de la supervivencia.
Lanzo el cadáver por el  inclinado talud de la montaña, es como un infierno verde lleno de espinas y árboles que parecen tragarse todas las miserias.
En unos segundos solo queda en el camino la cantimplora del cazador, la necesito para limpiar de sangre mi rostro, el pecho, los brazos y las manos.
Luego la tiro y se la tragan las zarzas también.
Hace calor. Es hora de un refresco.
Putas babosas...

- Donde los sentidos se dislocan. Donde los temores se evaporan. Y aprovecho para desdoblarme*... -tarareo.

*(Letra de la canción No dejes que, de la banda de rock mexicano Caifanes)




Iconoclasta

24 de septiembre de 2015

Amantes, enigma y secreto


¿Qué sientes, hermosa mía, al tener entre tus manos mis palabras de amante y un dragón de plata candente de amor?

Sé que te has llevado esas palabras al pecho para que den calor al corazón y la piel que lo cubre.

Porque yo no puedo borrar esta sonrisa bobalicona de mi cara, porque estoy nervioso, estoy ansioso.

Quién lo diría, mi amor: dragones que vuelan distancias enormes cruzando océanos. Palabras de amor escritas en sus escamas y besos ardiendo como las llamas que arrojan sus fauces.

Sus alas que cobijan nuestros deseos...

Bendita la sombra protectora.

Bendita la sombra de sus grandes alas que nos cubrirá cuando los cuerpos se enzarcen en la batalla de la pasión.

De alguna forma hemos hecho realidad una mitología. Como si fuera fácil.

Como si el tiempo no nos devorara.

Confidencias e ilusiones que forman toda una vida plegadas en unas hojas de papel.

El corazón me late veloz por el vértigo de lo acaecido.

Han muerto muchos seres sin conseguirlo.

Te fumo constantemente, soy prácticamente un incensario de amor en un altar erigido a ti.

Casi he tocado tu piel y sin darte cuenta, has tocado mis labios.

Y por amor y con amor hemos creado una tercera dimensión en este mundo de amor bidimensional.

No sé, tal vez pertenecemos a edades alquimistas, tal vez a otra galaxia donde lo que hacemos no sea portento o milagro, que sea algo usual que no comporte tanta tristeza al escribir en la soledad que dejas en mi aire.

Algún día me envidiarán y no sabrán lo que semejante belleza como tú pudo ver en alguien como yo.

Un día alguien descubrirá que nos amamos e hicimos cosas extraordinarias.

Ese día celebraremos nuestra boda y nuestro padrino estará colgado de tu cuello.

A pesar de la muerte.

Somos amantes, enigma y secreto.




Iconoclasta

18 de septiembre de 2015

Te brindo mi vida


Te amo, pero no es algo que me haga sonreír.

Amarte no tiene ninguna gracia, no hay un ápice de banalidad porque te entrego mi vida cada vez que pienso en ti.

Deja que me explique, mi amor, no es culpa tuya, ni se trata de un drama rebuscado y romántico.

No quiero hacer tragedia de amar, pero el corazón se detiene durante unos segundos al evocarte, al oírte o mirarte largo tiempo. Y muero.

Desearte acelera mi muerte.
Soy feliz de tenerte, sonrío por dentro; pero no puedo evitar demostrar lo importante, lo vital que es amarte.

¿Sabes? Mi rostro no expresa ira o hartazgo. Aunque miro a la vida de forma hostil, no tengo un buen perder.

Pensarte es olvidar mis funciones vitales, descuidar mi vida. Es mi culpa, carezco de habilidad para desearte y conservar mi vida. Mi cerebro no es multicanal, por decirlo de algún modo que no me humille demasiado.

Por eso te digo que te entrego mi vida al amarte. No es mi voluntad, es una consecuencia inevitable.

Es preocupación lo que hay en mi rostro, miedo  a morir demasiado pronto, porque son muchos latidos los que pierdo. A menudo hago cuentas de los que he perdido y que representan en el mejor de los casos un coste de tres segundos de vida.

El total es desesperanzador ante lo que se aproxima, cielo.

Me consumo literalmente de amor por ti.

Y morir es estar sin ti, es lo preocupante.

Desesperante...

Estoy perdido cielo, no encuentro una solución.

Antes de amarte no tenía peso la consideración de la muerte.

Estoy maravillosamente atrapado en ti, mi amor. Te amo muriendo.

Si te perdiera estando vivo, es muy posible que me convirtiera en un elemento fisionable, entrara en combustión espontánea, o mi pecho se rasgara para dejar caer mi corazón carbonizado al suelo.

Amarte acorta mi vida, así que perdona si te dejo demasiado pronto, si no pudiéramos tener una vida de largos años juntos. Es por eso que me devano los sesos pensando en soluciones que no encuentro.

No sé amar de otro modo.

Espera que te abrace y verás mi sonrisa tremenda y atómica.

Sonríe, eres toda una mujer, mi vida ha sido plena contigo, he gozado más que sufrido. Esto solo un testamento de amor para cuando mi tiempo se haya agotado, un testimonio de que amarte fue lo más serio de mi vida.

Mi cuenta atrás empezó con el primer te quiero susurrado en tu oído.

Solo puedo concluir que te he brindado mi vida con una sonrisa, aunque no lo parezca. Es lo más amable que se me ocurre para combatir la tristeza de lo acontecido.

Te amo.




Iconoclasta

16 de septiembre de 2015

Una simple llamada de amor



Fue una maravillosa simpleza. Tan fácil...

Ese día sonó el teléfono, era ella: su amada.

Y su amor tenía la voz triste y apagada.

Estaba indeciblemente sola, parecia cansada.

Y sintió un miedo infinito por ella y la impotencia de no estar allí acunándola, meciendo su tristeza entre los brazos.

Su voz le entró como si un cuchillo rasgara su carne y tocara alguna entraña.

Le dijo con urgencia, con una pasión doliente y desesperada que la amaba, que la esperaba, que la deseaba, que su cuerpo hermoso lo excitaba. Le dijo que quería meter la mano entre sus piernas y ver qué ocurría en su sexo y en su rostro, en su boca...

Ni ella misma imaginaba lo amada que era en esos momentos.

El portento de amar creó sonrisas e ilusiones donde había hastío.

Ella lo sintió y él también.

Se sintieron.

Por favor... Qué emoción.

Y ambos anotaron ese día y esa hora con una aguja de tinta blanca en el corazón.

Ella sonrió mientras él cerraba el puño con fuerza, dando gracias a no sabía quién por haber sido capaz de hacerla feliz por unos minutos.

Qué alegría más sencilla, rápida... Qué sorpresivo fue el placaje del amor contra la tristeza.

Así trabajan los amantes, rompiendo distancias y tiempos con intempestivas confidencias en días que no pueden prever.

Aunque se rompan un poco los corazones y las ansias de los no besos caigan como cristales rotos sobre ellos cuando no pueden decirse todo ese amor.

Ella expulsa el humo de un cigarro hacia el cielo y él también en otro lugar, en otro sol.

Estarán bien  hasta el siguiente ataque de necesidad.

Amar es una maravillosa tortura solo para corazones fuertes, para los que desprecian el dolor. Están locos los amantes.

Pobres... Como seres mitológicos que no son. Son solo humanos.

Adiós.




Iconoclasta

15 de septiembre de 2015

Espeleología del deseo, en Atramentum|Voces Subversivas.



¡Merde! (que diría un francés).
Ahora sí que se han acabado las vacaciones... ¡Dita sea..!

La jefa (Marlyn Centeno) ha hecho de las suyas de nuevo: Con un texto mío ha creado una página que basta mirarla (sin necesidad de leer) para quedar satisfecho con diseño e imagen.
Genial, me encanta, no me he acordado de leer lo que he escrito, pero me ha bastado hacer correr la barra para ver la presentación.
Me da una rabia... Estas cosas demuestran de una forma elegante la torpeza del torpe.
Gracias, jefa.

Una niña precoz


Dicen que los padres no deben tener sexo con sus hijos.
Pero... ¿Quién coño va a venir a ver como mi papá me la mete? ¿A quién coño le importa nada de lo que hagamos?
Cuando sea mayor de edad, se lo diré todo a la perra de mi madre, siempre obsesionada con la forma en que nos miramos, siempre vigilando... Siempre viene con su coño de puta empapado de leche desconfiando de nosotros. ¿A qué viene esa mierda de moralidad en la puta?
Porque ella no se folla a papá, se folla a otros.
A veces papá me la mete con tristeza. Y yo le convenzo acariciando su paternal pene, de que a nadie le importa. Que somos ajenos a toda ley y a toda moralidad. Y llevo sus dedos a mi vagina para que vea como disfruto.
Me encanta, es tan tierno y tan inocente a veces...
A veces mira a otro lado cuando levanto la falda del uniforme del colegio y le enseño que no llevo bragas cuando me lleva en el coche camino a casa.
Amo a papá, con locura. Y a medida que me crecen más las tetas, no soporto que la zorra de mi madre duerma con él en la cama.
Un día la mataré y enviaré por correo uno de sus pezones a alguno de sus machos idiotas.

10 de septiembre de 2015

Dos frikis


"-Shi invocash el pod-ded de Tidia (¿Tiria?), conshiguesh neutrdalizad al grdan brdujo. Esho shi: debesh conjudad al Grdan Enano Shiken, podque shu poded esh imprdeshcindible para combatir el fuego etedno de Tidia.
-Eso es demasiado para mí, ya es nivel Maestro.
- ¡Shi! ¡Jua, jua...!"

A veces la vida me regala con cosas que no necesito en absoluto, con cosas que podría haber vivido igual de bien desconociéndolas.
Esto es el diálogo de un par de frikis jugadores de rol, que de una forma completamente surrealista, se han colocado tras de mí en el cajero automático, justo cuando el pueblo parecía vacío por la lluvia, cuando las vacas y las ovejas están recogidas y a salvo en sus rediles. Cuando parecía que nada extraño podía pasar, se han plantado esos tipos en mi retaguardia y han hablado con tal seriedad y sin pudor del tema, que temía que tuviera que acuchillarlos con la navaja porque bien podrían haber sido psicópatas.
Pero no... Al final, es que de alguna forma, me he visto metido en una escena de una película de humor americano descerebrado. No sé...
Dos tíos además con un fuerte acento de otra región española, que no es catalana y que no voy citar para que no hayan susceptibilidades entre las distintas naciones y países pobres que forman el estado español. Su edad, absolutamente indefinida entre los 30 y 50 años a juzgar por las barbas, las gafas de culo de vaso de pasta negra, el deterioro de sus columnas vertebrales que se deduce por la ya prominente joroba formada por encima de los omoplatos y sobre todo, por su ropa. Un estilo de vestir que los hacía completamente invisibles, mediocres y grises como el suelo mojado por la lluvia.
Muy rápido e intuitivo yo, he pensado que eran vírgenes y morirán vírgenes si contamos que los callos de la mano no cuentan como acto sexual.
Si no lo veo y no lo oigo, no lo creo. 
¿Qué posibilidades tenía yo de que dos decadentes jugadores de rol, se pusieran tras de mí en un cajero automático desolado en su aislamiento por la lluvia? Como yo...
Por la cantidad de suerte que he tenido con los frikis, bien me podría haber tocado  un premio gordo de la lotería; pero claro, es pedir demasiado de mierda que el Iconoclasta se haga rico, hay que tocarle los cojones.
Sinceramente, la antropología social se me atraganta, no me gusta rebuscar entre piedras deshechos y ruinas, no necesitaba ese tipo de conocimiento y experiencia. Y si no podía ser dinero, me hubiera conformado con un paquete de tabaco abandonado.
Mierda.
Es que al oírlos hablar se me ha atragantado el humo del cigarro que estaba fumando tan carismáticamente solo.
Y ahora nadie me creerá y seré un expediente x más.


Iconoclasta

9 de septiembre de 2015

Un campo de energía


Entre tú y yo hay un campo de fuerza que no permite el paso de los besos.
Tu humedad se escurre entre los muslos desangelados y mis erecciones son un puntero que indica la dirección hacia lo inalcanzable y lo imposible.
A pesar de que existes y estás en algún lugar.
Hermosa y amada hasta la agonía.
Somos reflejos atrapados en espejos enfrentados.
Fluidos que se escurren por una infranqueable pared de nada y labios aplastados contra un cristal.
Palabras sin sonido que parecen morir apenas nacen de los labios.
"Te amo, mi vida". 
Y las palabras se convierten en ceniza que cae sobre mi pecho y tu mirada triste al otro lado me retuerce las entrañas. Tu tristeza es mi tormento.
Almas apresadas a las que nadie presta atención, porque nuestra atmósfera es sorda e incompatible con la de ellos, los otros.
Tus manos se apoyan en lo infranqueable y lanzas miradas de socorro que me doblan con una náusea.
Figuras mudas que nadie ayuda...
Yo no recuerdo haber hecho algo especialmente malo.
Tal vez es tu condena la que me arrastra.
¡Mentira! Intento bromear para no llorar como un crío. No puedes haber hecho algo malo. No puedo aceptar esa idea, es inconcebible.
A menos que poseer la voluntad de un hombre sea delito.
Algo así puedo imaginar, que sin pretenderlo, hayas usurpado el trabajo de Dios al hacer de mi alguien que te adora.
Y ahora pago las culpas por ser alguien que pende de ti, arrastrado por tu pensamiento y el deseo por tu piel.
Alguien hizo ciencia-agonía de la ciencia-ficción.
Somos dos amantes apresados cada uno en un capítulo de una novela del futuro.
No puedo abrazarte ni besarte. No puedo consolarte.
Solo escribir y buscar el método, el sortilegio para romper esta condena.
Asesinar al autor.
Este maldito campo de energía...



Iconoclasta

6 de septiembre de 2015

A quién le importa


Es extravagante el planeta con su multitud de episodios o escenas, todo transcurre absolutamente independiente de quien muera o viva. Solo a unos pocos les importa lo que les ocurra a otros pocos por su proximidad o parentesco.
Menos mal, de lo contrario podríamos estar en una especie de beneficencia enfermiza.
La enorme y repugnante babosa se alimenta lenta y miserablemente de un hongo, un viejo orina contra un muro de la calle, un niño se cae con la bici, un hijo desprecia a un padre, una madre que no quiere serlo llora porque los abortos no fueron posibles, un tipo trabaja con cables en lo alto de una escalera con cierta tristeza, un padre aprende a ignorar a su hijo, alguien muere de hambre, alguien muere alcoholizado gracias al mucho dinero que ha podido disponer para ello, otros compran automóviles como si fuera la exhibición orgullosa de sus genitales, una mujer se masturba con cadencia hipnótica frente a la cámara de su pc, y un hombre con menos elegancia. Una cucaracha suena a patata frita cuando se la aplasta, un idiota luce a su hembra preñada como si hubiera sido el macho alfa de alguna mierdosa manada, como si embarazar una mujer fuera algo insólito o digno de admirar.
Y yo, otro tipo, escribe de lo que estaba harto de ver y de lo que se ha librado al fin, en una ya fría montaña...
 Y así hasta marearse y vomitar. 
No vomitas porque te das cuenta que el ruido de motores se ha transformado en el sonido de un río al correr entre las piedras y ya no hay aristas arquitectónicas delimitando un pequeño trozo de cielo.
Sin embargo, todas estas cosas que apenas atañen a nadie, son juzgadas por escleróticas enfermas de deseo e injerencia. Allá donde los humanos castrados lucen su mierda de oropel, las ciudades son el escaparate de la mediocridad.
Envidia en definitiva.
Porque los mediocres tienen una "normalidad" patrón y todo  lo que se sale de esos parámetros es algo que denunciar, es algo por lo que irritarse, hijos de puta. Hasta la forma en la que un niño hambriento caga sus propios intestinos porque los tiene vacíos.
¿A quién le importa quién ríe y quién llora? Cada cual tiene su turno de tragedia y comedia, no debería haber piedad ni fascinación por nada ni nadie con tanta frivolidad.
No se debe prestar atención a todo, se debe ser selectivo y dirigir odio, amor, sexo y violencia a objetivos concretos. Muy bien escogidos.
Una serena indiferencia es lo que quedaría si se esfumara la envidia.
Muchas amistades que son meras alianzas para consolarse de lo que no se tiene o conseguir lo que se envidia, pasarían a ser simples conocidos que apenas se saludan. El nivel de amistad bajaría un millón porcentual.
Esa indiferencia, tal vez, dejaría paso libre a otros afectos.
La mierda evoluciona a otras formas gracias a moscas y microorganismos; pero no así. Jamás desaparecerá la envidia, ni en los sueños. Esto no es Disneylandia.
Hay que buscar un cielo sin aristas y un mundo sin motores para alejarse de toda esa mediocridad que es la envidia cosida a todos los humanos y sus accesorios.
Hay que volver allá donde los instintos no son sometidos a juicios y donde los hijos aprenden a vivir por si mismos con rapidez, para que la envidia y la inmediatez con la que nacen no haga de ellos los insectos y los microorganismos de un excremento.
No es que me importe, no quiero un mundo mejor ni peor, solo digo.
Puede morir, reír, masturbarse,  nacer y abortar quien quiera.
Solo suspiro aliviado de poder evocar y ya no padecer los tiempos pasados y tristes de mediocridad.
Es más, quiero que siga así. Me gusta ser algo extraño, exclusivo y excluyente.
Que quien tenga que sufrir, sufra. No importa.
Me gusta el crujido de las hojas secas en otoño, como me gusta el olor de la resina caliente de los pinos en verano. Es suficiente.
Bye...



Iconoclasta

4 de septiembre de 2015

Mi cara feliz


Mi cara feliz de gilipollas con gafas nuevas. Esa sonrisita y carita bonachona mía, que cuando escribe piensa en los intestinos humanos fuera del vientre dando calor sexual a penes ajenos y perversos a esas tripas en un acto sexual que atenta a toda moral.
Y también me gusta mucho la tarta de manzana.
Maldiciones, amigos. Y que Dios os... Os... Mierda, me he quedado bloqueado.
Hostia puta.

1 de septiembre de 2015

Un viaje atroz a los límites oscuros


Alguna vez me preguntan qué sueño y digo  que no me acuerdo, porque no tengo que decir la verdad a nadie. Solo digo lo que quiero y lo que necesitan saber de mí.
Cuido de la salud  mental de la gente con mis mentiras piadosas.
Sin embargo, hoy hay entrada gratuita a un viaje atroz. Espero que a nadie guste, espero que alguien sienta que el vómito está más cerca que las palabra que lee.
Que las mentiras sean indescriptiblemente reales. Si estáis vivos, tenéis edad suficiente para entrar en la feria de la humana podredumbre. Ya sois mayorcitos.
Sin piedad.

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A veces piso una piedra y me duele el cerebro; pero el pie se ríe y pisa otra piedra de nuevo para que duela dos veces. En los mundos de la atrocidad los dolores se curan con otro dolor. Y cuando parece que no puede doler más, apareces en otro lugar para que te arrepientas de haber conjeturado nada. Si piensas que algo es malo, te equivocas, lo que está por venir es siempre peor.
No importa mucho lo que ha dolido,  porque saco mi billetera  y no hago caso a la piedra profundamente clavada en la planta del pie, sangrando. Una consecuencia extrañamente lógica en este lugar. Lo racional es absurdo.
La puta me ha pedido demasiado dinero por roerme el glande, así que enrollo dos billetes de cincuenta euros y se los meto en la nariz. Está graciosa, pero lloro de miedo ante el dolor que podría sentir cuando aferra mi pene con el gesto indiferente y trocitos de carne en descomposición entre los dientes.
Lo más preocupante es que no duele. Así que mientras me destroza el pijo, me saco la piedra clavada en el pie.
Se la hago comer rompiéndole los dientes porque soy una cosa mala entre cosas malas. Sangra, ríe y aborta una rata que cae desde un cielo de nubes grises como el plomo dejando una rosada y ensangrentada estela de cordón umbilical. La placenta se estampa contra el suelo con un ruido gelatinoso y la rata-feto se retuerce en ella con sus viejos y amarillentos incisivos devorándose a sí misma, con el espinazo partido. Está furiosa, me duelen sus chillidos.
Piso la placenta, la rata y el cordón umbilical y lo meto todo en la boca de la puta muerta. Y pienso que habiendo pagado, tengo derecho a usarla como me plazca, la vida no es una opción, porque de hecho, la vida busca a la muerte y lo grotesco devora la belleza. Son leyes de este mundo al que me someto, solo puedo ser consecuente en él.
Y por mucho que mates, los muertos no callan. No aquí. Hijos de la gran puta...
Habla sin que le importe estar asfixiada por el feto de su rata-hija. Me dice que eso no se le hace a una madre. Y mi padre está tras ella bombeando en sus nalgas. Ella no hace caso a lo que le meten por detrás, vomita toda esa carne repugnante y me dice muy seria con el dedo: "Eso no se hace".
Las paredes son muros palpitantes de carne cruda surcada de venas violáceas y finas.
Se lleva las manos atrás y separa sus nalgas: "Mas adentro, más fuerte", le grita a papá con la cola de la rata asomando por la boca.
Y yo tomo mi mutilado pene y lo sacudo con la mano para potenciar la erección que me provocan papá y mamá obscenos.
No me gusta...
El mundo está radiante, el sol da una luz nítida sin un ápice de polvo en el aire. El mundo es aterradoramente cercano. Todo tiene un detalle del que es imposible  evadirse.
Una veintena de pequeñas mariposas blancas forman un gracioso y errático enjambre cuando se elevan en el aire como una lluvia de confeti sin gravedad. Han estado poniendo huevos y comiendo sobre  un excremento en el camino. Sus patas tan pequeñas y sin embargo tan visibles con esta luz, están sucias de mierda. Pienso en la miseria que puede esconder la belleza y me pregunto porque no puede ser simplemente bella la belleza, sin ser corrupta; pero está bien, me gusta que la belleza se ensucie con mierda.
Vanidad con asco se paga.
La tierra gira y de vez en cuando abre sus fauces para comerse los bebés que la habitan y los que la habitarán. Los bebés tienen derecho a morir dice la tierra y yo digo que me da igual, que haga  lo que quiera.
Eructa de golpe miles de piernecitas y cabecitas y aunque no quiero, me río con la tierra. Este lugar no es malo, es solo aterrador y ríes por cualquier cosa.
El árbol en su gigantesco tronco milenario luce un tumor de carne cubierto por un vello verde. Es obsceno y un viejo amigo con los pantalones y los calzoncillos en los pies, mantiene entre sus manos los testículos. Parece que tiene tres; pero uno de ellos es deformidad o cáncer. Y llora diciéndome lo repugnante que es tener "esta mierda en los cojones", todas las mujeres sienten asco  hacia esa excrecencia que está recubierta de corteza de árbol. Intenta retorcerlo para arrancárselo, pero le duele hasta poner los ojos en blanco.
Me pregunto si engendrará tumores en el útero de su mujer, si pueden nacer tumores con brazos y piernas.
Si sería delito acuchillarlos cuando nacen.
Su hijo llega para tomarlo de la mano, la mitad de su cara es un trozo de neumático desgastado y me guiña el ojo mientras arrastra a su padre hacia un aserradero. Es un hijo de la pena y no veo que sea conveniente que alguien así viva.
"Vamos a cortar esa mierda, papi. Ya verás como a mamá le gustará, no llores papi".
"¿Te acuerdas cuando me arrancaste la cara, papi? Ahora es mi turno".
No debía ser una buena persona mi amigo. Yo tampoco lo soy, pero no importa si estás aquí, estás condenado aunque seas el puto Confucio.
Yo quiero irme de aquí ya...
El coño de mi esposa huele caliente, huele a enfermedad, no me apetece meter la lengua ahí y al cabo de un rato, no me gusta penetrarla.
Hay un crédulo que le acaricia los pezones para darle el consuelo que yo le niego. Dice que soy la voluntad torcida de dios y que mi tatuaje no es legal; le respondo que soy una aleatoria y determinada sucesión de incomprensiones. Él le pellizca un pezón y ella escupe carne cruda de placer. Le reviento su crédula cabeza con un martillo porque ese crédulo tal vez sea parte de la rata que ha vomitado una madre puta y que posiblemente sea la mía. Los ojos salen de sus cuencas colgando de unos gruesos nervios con tanta dulzura que me siento emocionado... Lloro un pequeño erizo como una legaña que me hace sangrar y doy una mamada con asco a los pezones de mi mujer que ahora nadie consuela. Y el semen me brota solo, sin placer, regando su hombro y su brazo.
El filo de una hoja de afeitar presiona en el meato de mi glande, tiembla de impaciencia por abrirse paso y juro que no voy a gritar; pero el bebé se arranca los ojos en su cuna porque ve algo que no le gusta. Y mi polla no duele pero está partida en dos como la lengua de una serpiente. El bebé ha muerto en su cuna de color rojo burdel y la tierra abre sus fauces y se lo traga partiéndolo en dos, primero se come las piernas y el vientre y luego el resto con especial énfasis en aplastar su elástico cráneo.
La sangre baja por mis muslos desde mi pene ahora bífido y pienso en que extraña sensación es la menstruación. Es como no acabar de morir nunca...
No duele y el miedo me pudre las uñas que se caen solas como hojas secas.
Camino y en lugar de pisar la piedra, meto el pie en la madriguera de un conejo y aplasto sus conejitos aún sin pelo. Me disculpo con la coneja madre, y le digo lo que la tierra me dijo a mí: "Los gazapos también tienen derecho a morir ", mientras siento los huesecillos clavarse en mi piel y no puedo evitar vomitar.
La coneja saca de la madriguera una pistola grande como dios, de la marca ACME y se dispara en la cabeza con tristeza.
El mundo vuelve a la oscuridad y los muros de carne delimitan la cama donde una vieja con tetas enormes y obscenamente adolescentes, vierte vodka en su ombligo y da palmadas castigando un clítoris largo como el pene de un bebé. No siente nada y llora con un berrido animal, cada palmada es más fuerte y temo que empiece a sangrar. No quiero verlo.
El aire huele a locura, a la descomposición de los cerebros.
Los hijos están en un lado de la cama adorando su vieja madre. Posan las manitas en su vagina y acarician ese clítoris enorme  diciendo: "Te queremos, mami" y gimen de placer a coro. Gimen los placeres que la madre ahoga en licor, jadeando con sus boquitas inocentes y las lenguas obscenas e indecentemente grandes entre sus pequeños dientes de leche.
Soy joven y le dicen a mi padre que soy demasiado niño para algo que no entiendo; no presto demasiada atención porque mi madre me grita, me ordena que salga de su agujero. Ha abierto las piernas y con las manos agranda la vagina para que me caiga.
"¡Este es mi agujero, sal de ahí, hijo puta!" "¡Sal de mi puta raja, quiero que tu padre me la meta. Las madres estamos calientes. No querrás ahogarte con la leche de tu padre ¿verdad? Sal, asqueroso, sal de mi raja...!"
Lloro por las madres calientes hundiendo el rostro en las trémulas paredes del útero y quiero pisar una piedra que duela en el pie, como debe ser.
Pero las piedras a veces se meten en los huesos y convierten el tuétano en una matriz que gesta más piedras que te deforman y te convierten en cosa vomitiva.
Y a la incomprensión se suma el miedo al ridículo. 
Del cielo oscuro llueven palabras que arden en la piel y en los ojos. Me pongo las gafas para que los lentes se rompan y me corten las córneas. Es mejor no mirar.
El cerebro tiene miedo a perderse a sí mismo, así que siento ganas de mear y meo.
Y fumo.
Mientras el vaso de café da vueltas en el microondas, intento olvidar tantas imágenes atroces. Y piso con fuerza el suelo para convencerme que no hay piedras y que no hay carne ni sangre que pueda devolverme a lo sórdido de mí mismo.
Es un buen día para escribir atroces indecencias.
Y las escribo.



Iconoclasta