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7 de septiembre de 2024

lp--El silencio del bosque--ic


Un xilófono de madera y agua, íntimo y sereno.

Un goteo en el corazón que palpita lento siguiendo el ritmo de la lluvia en mi sombrero, en mi rostro cuando lo enfrento a las nubes, en mis labios que la beben.

El silencio del bosque lluvioso es atronador y apaga los sonidos de las lejanas carreteras, incluso las campanadas de la iglesia parecen retroceder ante la frondosa muralla silenciosa.

Los animales mojados y fríos guardan sereno silencio esperando unos rayos de sol que les temple pelaje y plumaje. Y así, el ánimo.

Un bosque lluvioso es la misma intimidad inviolable con la que se ama. Con el melancólico temor de perder el amor como las gotas de agua se hunden en la tierra. De una forma instintiva intentas cobijarlo entre los brazos porque es tesoro y calor.

La lluvia en el bosque no es una alegría, es una reflexión de la vida que no es cuestión de belleza, fascina el coraje de los seres, sus dramas y luchas.

Y si no luchas, no te mojas, eres estatua; una talla accidental en el bosque.

Aún gotean las ramas a pesar de que ha cesado la lluvia. La penumbra lucha silente contra la luz del sol que el lento gotear de las hojas anuncia como tamborileros derrotados. Lucha contra la luz que descubre los secretos y las vidas exponiéndolas al cazador y la envidia aplastando la preciosa y deliciosa intimidad.

El silencio del bosque es refugio y la compañía cómplice de seres ocultos que no obedecen a nada más que a su naturaleza. No hay discusión y sólo la muerte zanjará alguna duda al respecto.

Caen las gotas sin orden ni concierto, con la aleatoriedad de la gravedad, con un destino ineludible como lo es amarte aquí, en mi refugio y capilla erigida a ti entre mi ropa calada.

No sé si soy una azarosa y anodina metáfora de la naturaleza y sus leyes no escritas. Un mirlo que se moja lentamente entre la fronda de un árbol esperando la luz, a ti...

Comprendo con una lucidez delicuescente que este silencio es el universo que la mayor parte de nuestra vida nos es vedado porque es peligroso experimentar la dulzura y la determinación de la libertad. Podrías querer más…

Es la quintaesencia de la libertad: puedes dejar tu refugio entre las ramas y empaparte hasta la extenuación sin que nadie tenga una ley con la que extorsionarte por ello.

El silencio del bosque no es para los seres humanos nacidos en cautividad, en las ciudades. Es para los que aman sinceramente, sin necesidades ni pactos sociales. Aman sin legislación vigente, salvajemente; como está prohibido y condenado.

El bosque silencioso y lluvioso es el reducto de la anarquía serena y valiente, sin histriónicas hipocresías, sin marcas a batir ante nadie. Vivir no es una carrera, no es competición; es mucho más trascendente, una lucha entre tú y el planeta, para ganar basta no llorar ante una lluvia y tener un valor mínimo.

Ganas por cada bocanada de aire que respiras, mueres con el último latido.

Y todos sabemos que la banca siempre gana, no es un drama cuando los animales más pequeños del bosque no se preocupan por ello.

Hay cosas básicas que aprender en el bosque lluvioso esperando los rayos confortadores del sol: forjar el coraje y la voluntad.

Y esperar el canto alegre del mirlo que anuncia la luz, el primero que sale a chapotear en las sendas.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

23 de agosto de 2023

lp--Vida salvaje y viejas gallinas--ic

He admirado una garza blanca y deslumbrante avanzar silenciosa y coqueta por el lecho del río. Y su cuello oscilar adelante y atrás al son de una inaudible melodía.

A un pequeño corzo saltar ante mí la alambrada del campo sin rozarla. Así de fácil...

Un lagarto verde como una joya, presuroso hacía crujir las hojas secas de la vera del camino huyendo de mi sombra.

Y un águila vuela con una serpiente agitándose entre sus garras.

El gato hace crujir un ratón entre sus fauces…

Hubo un tiempo de sorpresa.

Ya no. 

Ahora admiro serenamente lo libre y salvaje. Sin sonrisas, grave como una infección por gusanos en el corazón.

No importa el frío o si el sol aplasta la tierra y arrasa mi piel en sus horas de mayor verticalidad; yo también me dejo ver. Soy un animal más.

Porque las horas del sol vertical, son las que más soledad e intimidad ofrecen; cuando todos los esclavos temen obedientes a los amos de la plantación.

Soy tenaz por mucho que duela todo.

Y el miedo me lo paso por el culo, junto con los consejos pueriles.

No sé si algo me cazará, pero como al resto de animales, no me preocupa.

Lamento no ser salvaje y útil como las bestias; pero no tengo la culpa; nací en cautividad, fui un esclavo más de la plantación citadina.

Así que amar es lo único libre y salvaje que ejecuto.

Con posesión atenazar su coño y ordenarle: ¡Méate en mi puta mano!

Sentir el calor real y tangible de su amor que oprimirá mi rabo henchido de sangre en lo profundo de su impúdico coño.

Y si no obedece enzarzarnos en una lucha de pieles sudadas y gemidos reproductores.

Amar salvaje, carente de toda educación, de premisas.

Amar sucio y brutal.

Con todas las palabras, con todos los fluidos.

Amar hasta herir…

Hasta avergonzar a las divinidades que el Estado creó.

No es un amor apto para la moralidad y legalidad vigentes en la plantación de esclavos en este momento y lugar aberrantes.

Es libre y salvaje, la voluntad del deseo limpio de toda hipocresía y enseñanza.

Algunos creen que es imposible amar así; bueno, como siempre se equivocan los ignorantes.

Porque la mayor parte de los esclavos perdió la gracia humana de la libertad y su imaginación feroz.

Tampoco parecía posible que al haber nacido en cautividad, mi pensamiento fuera tan ajeno a la civilización, tan impermeable a las sagradas enseñanzas del Estado y sus sacerdotes.

Tan alejado de madre y padre silenciosa y sigilosamente…

Era consciente de mi delito de ateísmo al Estado y sus santos.

Soy viejo y afirmo que los viejos viven demasiado por cobardes artificios, y eso los hace mezquinos, llorones inútiles, una carga egoísta y parasitaria para los que les rodean, que callan hipócrita más que piadosamente el estorbo.

Demasiados años regalados los convierte, también, en viejas gallinas en continua lucha ruin, porque son los médicos de la plantación los que luchan por ellos manteniéndolos con vida un día más con la supersticiosa aleatoriedad de la química. Aunque sea metiéndoles un palo en el culo para que puedan sentarse en la mesa sin meter la frente en el comedero.

Los viejos deben morir cuando el cuerpo así lo pide. Deben dejar un recuerdo elegante y digno, no esa mezquindad llorona y cobarde de una vida longevamente cobarde.

Porque la edad debería hacerte valiente y sabio; pero los nacidos en cautividad muchos de ellos, son viejas tortugas que comen lechuga podrida mirando a ninguna parte después de llegar del médico por enésima vez a la semana. Y les asusta lo que a una gallina no le importa.

La sabiduría no la han conocido en su vida tramposamente longeva; sólo los palos del amo y su obediencia de culo apretado por miedo a lo que les pudieran meter.

Moriré libre y salvaje, con el amor intacto como ahora, sucio y feroz.

Sin mezquinos retrasos, sin indignidades que dejen de mí un asqueroso recuerdo.

Y procuraré morir bajo el sol o la lluvia, no con una sonda en la polla.

El amor debe ser libre y salvaje hasta mi muerte.

Con salvaje amor cómplice… “Quítate las bragas, levanta el vestido y hazme una paja ahora que muero”. Si no estuviera tan lejos de todo al morir…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

4 de enero de 2022

Tres caballos


Tres caballos corrían porque querían.

Sin hijoputa que les pesara en el lomo.

Sin hijoputa que les pusiera el pie en su voluntad.

Sin hijoputa que les marcara el paso.

Sin hijoputa que les acotara espacio o tiempo.

Y era hermoso.

Y una grandeza.

En un lugar y una época donde al hombre cualquier hijoputa le pisa el cuello, aquellos tres eran héroes.

Donde los hombres son cobardes, los caballos libres.

El miedo, la cobardía y la mansedumbre con humillación se paga, con indignidad.

Y nunca mueren los que deben, por mucho que los cobardes recen escondidos en sus casas e iglesias.


-Salmos de la ética y la nobleza: Una lección amarga.-




Iconoclasta

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3 de junio de 2017

Ilusiones letales


Tienes esa condenada forma de mirarme que destruye poco a poco mi voluntad haciéndome creer que puedo enamorarte.
Que valgo lo suficiente para ello.
Algo que jamás he contemplado con nadie y me ha hecho libre, ajeno a cualquier corriente empática que circula por el planeta.
Estar enamorado me deja indefenso. Derriba los muros que he construido contra las ilusiones. Esas que destripadas, te provocan una pequeña muerte.
Cuando una ilusión muere, se lleva un tiempo de vida consigo.
Cuando me haces creer que soy amado se forma una ilusión magna, que cuando se haga pedazos aniquilará mi vida toda de una vez para siempre.
Mi tiempo se agota, no me queda demasiado.
Ojalá tuviera la fuerza de voluntad para pedirte que no me ames, porque amarte es prácticamente suicidio narcótico, dulce e indoloro.
Estoy preso, cautivado de las andanadas de ilusiones que creas en mí, entre nosotros. Y he llegado a la letal conclusión que prefiero vivir brevemente amándote, que entre los muros de mi fortaleza.
Al fin y al cabo, no valgo tanto.
Y prolongar demasiado la vida con amargura se paga.
Amar es mi tragedia griega.




Iconoclasta
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8 de abril de 2017

Voluntad versus destino



El destino...
Es una forma amable de nombrar a todo ese conjunto de errores que hacen mierda las esperanzas.
No existe nada predeterminado, somos consecuencia y azar.
Tal vez ni siquiera exista el azar. Si piensas, aunque duela; al final todo encaja. O ves lo que falta en un espacio vacío.
Angustiosamente vacío...
Voluntad o abulia hacen del azar una consecuencia ambigua.
Cómo entender que te ame a años y kilómetros indecentes de distancia.
Cómo entender que irrumpieras en mi trabajada y deseada soledad y la tornaras un poco triste sin ti.
Cómo asimilar que nos encontráramos en un espacio eléctrico lleno de banalidades y mentiras y creáramos un espacio de intimidades y sueños.
No hay destino. Te necesitaba y te grité sin saberlo. Te llamaba con alaridos desgarrados porque este mundo es feo, cielo. Te gritaba que si existías, te hicieras visible, táctil, sonora.
Que sabiendo que en algún lugar o momento debías existir, era crueldad no mostrarte.
No hay destino; yo te pedía, tú me oíste.
Tú también gritabas tu hastío, lo sentía en mis viejos huesos.
Ergo, nos amamos.
No hay azar, somos la consecuencia lógica de una mala ubicación espacio temporal, de una necesidad de trascender el uno con el otro.
Somos las piezas sueltas y perdidas de un puzle.
Piezas que intentan encajar tristes y con dolor en un juego al que no pertenecen.
Por favor...
Dime sí, que somos la consecuencia perfecta, la consecuencia imparable de nuestra desesperación, de nuestra soledad acosada por una multitud de extraños seres mudos.
No existe el destino, existe nuestra voluntad de encontrarnos, quien quiera que fuéramos.
Ahora solo quiero descansar en ti. Soy una consecuencia cansada y dolorida.
Que no me jodan, que no nos jodan destinos y misticismos. El mérito es nuestro, toda esa angustia vivida no es un azar.
Yo soy la cruz y tú la cara de una moneda girando en el aire.
Y eso no es azar, es la perfecta, cercana y deseada ubicación.
Lo inevitable, lo que nos propusimos sin saberlo.
Con los pies sucios de desesperanza.
Alea jacta est...
Ahora sí, elijamos cara o cruz, ganamos.




Iconoclasta
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19 de diciembre de 2016

Brindis por los sueños muertos y vivos


Brindo por los sueños muertos, que quedan pálidos e incoloros entre el hielo y la hierba aplastada de un invierno que hace humo del aire que sale de mis pulmones. Los que murieron en la batalla contra la realidad más espantosa, más mediocre, más gris...
Sueños bravos que se mantuvieron intensos hasta el mismo instante en que la aplastante razón consiguió descuartizarlos.
Hasta en su último segundo de inexistencia, se mantuvieron firmes, marcando el camino.
Como balas trazadoras de un deseo atroz y directo de libertad y pasión, marcaban una esperanzadora ruta.
Pobres... Murieron sin un ¡ay! Masacrados por lo real, por la adocenada y previsible realidad mierdosa.
Sus cadáveres arrancan una lágrima cabrona de mis ojos y debo mirar al suelo para que nadie me vea llorar.
Soy vergonzoso con estas cosas.
Y brindo por los hijos de aquellos sueños, que hoy imponen una maravillosa y renovada locura a mi caminar de voluntad impúdica, irracional e inquebrantable.
Que tiñen de verde vida lo que es gris y muerto.
Herederos de los sueños muertos que me obligan a avanzar adonde quiero y como quiero. Aunque me joda.
Gritan que es la guerra.
Sueños que prefieren morir rasgados como nubes por el viento a convertirse en acuarelas enmarcadas. No quieren ser inmóviles fotogramas en el Álbum de las Frustraciones que un anciano mantiene en sus temblorosas rodillas.
Ellos dicen: ¡Por allí, aunque luego duela! Y yo aprieto los dientes y avanzo con ellos, por ellos.
Aplastando y ofendiendo a todo aquello que interfiere.
Por eso el universo ha puesto precio a mi cabeza. Me intenta matar, a mí y a mis sueños de mil formas, con mil dolores.
Soy inasequible al miedo, los sueños son mi coraza de coraje.
Mejor llegar desangrado que simplemente estar, que permanecer quieto con toda la incolora sangre en las venas.
Brindo por los sueños muertos, por los vivos que piden guerra y odian la paz, por unos buenos cojones y una ira inagotable.
Un trago de hiel y dulce sangre.




Iconoclasta
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28 de abril de 2016

Movimiento


"No camines, quédate en casa y descansa. Ahora no duele, cuando el mundo se detiene, el dolor también".
"Haz caso de la quietud, disfruta la ausencia de dolor".
El dolor me la pela, así que en contra de lo que mi cuerpo dice, me calzo. Es penoso, porque hay que forzar los músculos para que se muevan.
Ellos saben cuando es bueno salir a caminar, a respirar aire frío.
No me rijo por la sabiduría, ni la mía misma.
Me rijo por mis cojones.
Pienso en los seres que consumen oxígeno para absolutamente nada. Sin que se muevan y cuya única ventana es un televisor apagado o encendido.
Dicen estar cansados del trabajo, de lo que trabajaron, de que siempre es lo mismo: la misma calle, la misma luz, el mismo coño...
Cuando mueren, simplemente escupo como si fuera un moco molesto: siempre es lo mismo.
Tienen razón, pero no saben hasta que punto son ellos mismos de quien están asqueados.
Los huesos no saben de esas cosas, no pueden entenderlo. Así que la rodilla duele un millón y hago como que no me doy cuenta. La contera del bastón está tan desgastada que secretamente le doy la razón a mis extremidades.
Es más fuerte el miedo a ser un mierda que babea o que sueña mediocridades frente al televisor o su cerveza, que el miedo al dolor.
Camino sin que el dolor mengüe un ápice. No hago caso al miedo que me atenaza los testículos cuando pienso en la posibilidad de que andando, me rompa. Más que nada porque tengo la imagen de ella desnuda y húmeda. La erección es el mejor analgésico.
Y la vejez de las calles que piso, el recuento de muertos anónimos que las casas han visto con indiferencia intemporal.
Suficiente, razonable y vanidosamente cansado me siento a tomar un café y poner a prueba la discreción de las miradas de algunas mujeres. Porque aparte de moverme, me gusta follar o la caza. Y crear cierto halo de trascendencia y rebeldía que a muchos humanos les lleva a mirarme con extrañeza.
Suele ocurrir porque mi rostro muestra cierto rictus de dolor y mis ojos, sin embargo, reflejan mundos que no son de este universo. Ideas que están formando constelaciones de locura.
Los vulgares detectan esas cosas, aunque no sepan identificarlas.
Cuando frente al café saco la pluma y el cuaderno del bolsillo, es como si el mundo desapareciera y me quedo solo, como un invisible entre la humanidad.
Y escribo cosas peores y mejores que ésta. Ignorándolo todo, hasta la presencia de mi padre si aún viviera.
Soy tremendo.
No quisiera no tener dolor y hablar del tiempo, o de un programa de televisión, o de la crisis.
Ni siquiera tengo deseos de hablar.
Tengo  secretos...
Secretos de un pensamiento que bordea peligrosa y suicidamente la locura y el sexo voraz.
No podría hablar porque son pensamientos que se hacen sonido cuando el semen eyaculado se enfría en la piel ajena. En los pezones ajenos, en el monte de Venus, en sus muslos que tiemblan...
Son pensamientos que se expresan, precisamente, cuando más difícil es hablar. Porque los ecos del orgasmo colapsan la voluntad y la respiración.
Así que no me interesa hablar banalidades pudiendo tener silencios de belleza extraterrestre.
Me llevo el café a la boca y pienso a que sabrá su monte de Venus rasurado cuando lo bese, cuando deslice la lengua hacia su raja hambrienta...
Y el dolor ha dejado de importar, ha dejado de importar todo.
Porque mi lengua tiene el dulce saber de su coño-café.
Lo he visto escrito en el papel, aunque no recuerdo cuándo lo escribí.
Ni el dolor ni el mundo pueden impedir que yo me mueva, que enloquezca, que joda a esa preciosa.
No es vanidad, me importa poco ser tosco, ser brutal. Solo quiero ser fuerte, un forzudo de los sueños, de la risa, del llanto, del dolor, del sexo y de la tristeza.
Que duela o que goce, siempre con el exceso.
Pago el café y me permito una broma que jode a muchos: "¿Por qué es tan barato el café? Me siento mal pagando tan poco, no es elegante".
La camarera ríe un poco aliviada cuando demuestro humanidad y doy muestras de humor y simpatía.
 Y mañana más, aunque me sangren los ojos.
Si me sangraran, saldría un texto magnífico. Lo mío no es el miedo, le temo al asco.
El movimiento es vida y sueño.
La inmovilidad es muerte de mierda.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

21 de noviembre de 2015

Paseos


Hay paseos que pretenden servir para huir de lo horrendo, de la mentira, del asco. Paseos áridos porque no consiguen su objetivo; no cuando lo que se respira es más de lo mismo. Todas esas miserias se llevan impregnadas en la piel y se contagian, corren por las paredes, por la tierra y vuelan por el aire.

La ciudad apesta, apestó siempre.

Y friego las manos una contra otra al evocar hedores, al sentir que no podía escapar de aquello. De ellos.

Hay paseos de espacios abiertos que no pueden ser acotados por normas urbanísticas, ni violados por multitud de humanos. Son esos paseos el único disolvente eficaz del asco y la falsedad.

Los que decapan la miseria de la piel y del ánimo con la soledad (bendita, al fin...) y el rumor del agua, el de las hojas.

El rumor de la muerte monumental y omnipresente en las grandes y pequeñas vidas.

O hay espacio y libertad, o nunca se eliminará esa viscosa mediocridad con la que se despierta a las mañanas.

"Me cago en Dios....  Qué bien he dormido", es el mantra de lo que está bien por fin. La miseria, todas las miserias porque son muchas y de muy variadas formas y colores,  han quedado lejos en el tiempo y en la distancia.

Lo notas en la luz que es limpia y en los aromas del aire.

Fumo mirando el río correr unos metros bajo mis pies y los patos flotar en él, como si el agua no se moviera. De la misma forma que yo no giro con el planeta, todo gira a mi alrededor y estoy donde debo, donde elijo.

Soy pato en el río y el sol gira en torno a mí. El viento gélido y el río arrastran cosas y siento lástima por lo arrastrado.

Yo fui un arrastrado, aunque me dolía constantemente y escupía sangre y un semen tóxico. Nunca estuve contento al despertar.

Siento pena por las cosas , seres e ideas que son llevados a donde la suerte quiere. Cosas indolentes que se dejan llevar sin voluntad, con el consuelo que hay más como ellos; con una sonrisa crédula de un espejismo de inexistente determinación.

Pobres los que ríen mientras el agua y el aire los lleva, porque no tienen voluntad y cuando el viaje finaliza, llegan a una playa sucia, a un delta de sedimentos viscosos y obscenos a la belleza y la libertad; pero son tantos que no pueden ver lo que pisan, solo saben que es blando, que es mullido.

Como si la putrefacción no tuviera esa cualidad.

Se convencen de que es otra cosa, de que no es mierda. Es más, afirman que es terciopelo.

Lanzo la colilla al río y se va, se aleja con ellos. Y con ellos llegará a las tierras viscosas. El puente es firme y yo más, no nos movemos porque no queremos.

Es mi turno.

Los patos dicen "cua-cua" y yo sonrío.

Sonrío, camino y hago girar la tierra.




Iconoclasta

3 de noviembre de 2015

El demiurgo



"...bueno, entonces agradezcamos al demiurgo por el reencuentro.

Y ahora sí me voy convenciendo que nunca es tarde para lograr lo que se quiere"


Nunca es tarde. Aún muerto buscaré la forma de lamer tu pensamiento y tus palabras, sólida e inextricablemente unidas a la piel y la carne que deseo .
No hay concepto de amor sin tu pensamiento, sin cada palabra que dices en el momento preciso, con la pasión segura, con la firmeza absoluta.
No basta la carne, lo quiero todo.
Podría haber agradecido a un dios el reencuentro, pero no sería específica, sería demasiado fácil. E infantil.
Y ella puede ser cualquier cosa, pero infantil sería una idea desconcertante, absurda.
El demiurgo en su connotación y en su fonética provoca una turbación atávica en la razón, hace banal al dios conceptual y universal.
Su idea es absolutamente efectiva y acertada, es tan inteligente la muy amada...
El demiurgo... El creador y administrador de un caos o el universo. Como si un idiota (dios usual) creara algo verdaderamente complicado y otro ente (el demiurgo) tuviera que dedicar su tiempo a darle coherencia y orden.
El demiurgo es más que un dios: la parte imbécil de la divinidad, la que crea cosas y seres por aburrimiento, con despreocupada crueldad. Y luego retoca.
Ergo, usa la inteligencia, se da cuenta de lo que mucho que se ha equivocado.
Cosa que explica tantas miserias: a veces sufre accesos de ira contra sí mismo.
A mí me ocurre.
El demiurgo es creador y responsable, un dios es solo un idiota con suerte.
Hay filósofos que llegan a la conclusión de que el demiurgo es el pensamiento humano y otros que es la maldad; pero lo cierto es que no hay maldad en el pensamiento humano, solo una falta de eficiencia intelectual.
Semánticamente dios y demiurgo es lo mismo: creadores.
La semántica me la paso por el culo, hay palabras que llevan encerradas sutiles y subliminales imágenes en su redacción y dicción. Lo culto es tentacular, no se conforma con  la versión para dummys.
Me gusta creer en el demiurgo. Y en los centauros si ella los nombrara.
Agradecer al demiurgo el reencuentro...
Como si el demiurgo no tuviera cosas mejores que hacer.
Ella es el demiurgo y si es maldad, beberé maldad entre sus piernas, la sorberé de sus pechos y de sus labios.
Y la he imaginado desnuda, hermosa. Potente ordenando las cosas del universo, poniéndome frente a ella, donde debo, donde quiero estar.
Solo sé que es más inteligente que yo, y es privilegio para un ser de mis características, de mi cultivada brutalidad.
En cualquier caso, sea cuestión de azar o de la voluntad de una entidad divina y oscura, en este reencuentro yo gano y ella no tiene fortuna como yo.
Yo gano su amor, su pensamiento ("no dejes de pensarme" me dice y yo siento que me hago jugo de vanidad), su belleza y su piel.
Ella solo gana algo como yo. 
Pobre demiurgo cegato.
Necesita lentes.
Urgentemente.
Haré lo posible para que me adore desbocadamente, para que se sienta absolutamente amada, tanto que sentirá que soy lo mejor que ha creado. No tengo escrúpulos, creo en la mentira porque la verdad es mediocridad, desencanto y tedio; es absolutamente innecesaria mentarla. Las verdades existen para ser ignoradas, para estrellarme contra un muro pensando que no puedo morir. Es mi capricho y la verdad no tiene poder de convicción.
Quien sepa de la vida no necesita averiguar verdades, solo usarlas o desecharlas a su conveniencia. Los hay que nacemos enseñados y los hay inseguros que necesitan cantar sus verdades continua e hipócritamente, o buscarlas husmeando y envidiando vidas y espacios ajenos.
Las verdades son para los niños, los hombres solo buscamos el demiurgo y su cegata voluntad para lamer sus ingles deslizándose sin pausa hacia el eje de simetría de sus muslos.
Ordenando el universo a lengüetazos lentos y arrastrados.
Dejando mi vida en sus manos, que le dé sentido, que me haga útil.









Iconoclasta

15 de octubre de 2015

Psicoamantes


Psicópatas del amor que se dan a tumba abierta sabiendo que va a doler el aterrizaje en la realidad. Psicópatas malditos que se matan con duros golpes de melancolía a sí mismos, imaginando serenos cafés compartidos en albas y  ocasos, soñando conversaciones íntimas en lugares donde solo existen ellos.

Imprudentes afirman ser; es cierto, lo son con el mundo y consigo mismos. Escriben lo que aman para que el amor y el deseo se hagan táctiles pagando con sangre y lágrimas. Están malditos con su habilidad para cifrar en el papel eróticas cábalas y enigmas que se esconden en el pecho y entre las piernas.
Los sentimientos más profundos... Desesperanzadores...

Se despeñan en sus intimidades y la cuerda se deshilacha en el borde de la razón.
"Voy a morir un poco, aún tengo vida para ello" y escriben lo que aman dejando que la pluma se alimente de sus venas.
Y por una cuestión de estadísticas, de improbabilidades y escasez, lo que se ama es extraño, es exótico y está en otra galaxia, está en otro lugar, está en otras manos.

Psicópatas porque la realidad les golpea con un dolor que es suicidio, con una cadencia de muerte lenta. Con las voluntades últimas gemidas en un cadalso que nadie ve y que a sus cuellos se ciñe con una risa maliciosa.


Sostienen su vida con las ingles encendidas, con el corazón arrítmico, con un sexo que no acaba de dar consuelo con su explosivo orgasmo psicótico; un derrame de semen, unas braguitas manchadas, dientes que muerden los propios labios y unos pechos dolorosamente erectos.
Apenas pueden llevar su psicosis en secreto, es agotadora la locura consciente.
La insania cultivada, los dedos crispados y el pensamiento vectorial directamente acelerado a un único ser. Es una pesada carga.
Que se jodan, por locos.

Cabrones, cabrones... Cómo sufrís...
Deberían morir, algo los debería matar como única esperanza mitológica de resolución a un amor que a veces colapsa los pulmones y cuesta dios y ayuda aspirar el bendito aire.
Se crean y recrean sus propios e íntimos tótems para hacer altares que nadie pueda descifrar, para que los dolores se queden en un dije apresados.
Relicarios de amor y amantes templarios en tiempos electrónicos.
Estáis locos, hijos de puta, sois un alarde de auto-tortura en un mierdamundo, en una mierdarealidad.
Escribas que se apresuran a realizar papiros que les sobrevivan de conversaciones secretas y sueños.
Estáis fuera de tiempo, locos hijos de puta.

Me enciende el coraje ese denuedo vuestro por preservar el calvario de amar.

Dan vueltas al café y no diluyen el azúcar, se están diluyendo a sí mismos en otras dimensiones. Un día, durante esos tristes y solitarios cafés de tinta y papel, se esfumarán en el aire, saldrán de la mediocre dimensión y sus moléculas se reintegrarán en la dimensión que ellos buscan y se buscan.
Psicópatas, psicoamantes... Sois unos hijoputas, porque hacéis del mundo un muladar con esa exclusividad íntima. Tan secreta, tan doliente...
Con esa constancia por odiar todo lo que os rodea que no sea vuestro amante.

Lo que temo, es que un día, podáis matarnos a todos con la fuerza de ese amor psicótico, provocando masacres sísmicas que alteren la forma de la tierra, de las galaxias y del finito universo.

Tal vez un día tomen café en una mesa llena de papeles escritos, viejos y apenas legibles, en un lugar donde camareros inmóviles dejan escapar escarabajos por sus bocas congeladas y sostienen una bandeja en sus manos embalsamadas desde eones.
Sois terroríficos, psicoamantes.
Me dais miedo...
Y un poco de pena.




Iconoclasta