No estaría de más y sería de agradecer que mal murieran los poderosos del estado (jerarcas, burócratas, leguleyos y otras hierbas como dictadores) con una más alta y satisfactoria frecuencia.
Algo de esperanza para los civiles (contribuyentes asalariados) no podría hacer daño.
Y un poco de justicia es mejor que ninguna.
Cuando muere un poderoso e independientemente de la forma en la que la haya palmado; por muy humano que decreten que fue, nos libra brevemente de una pesada carga de control represivo y fiscal. A quien por remilgos puritano-fariseos no le pudiera parecer motivo de alegría su muerte, sí al menos de optimismo ante un futuro inmediato y brevemente mejor. Una noticia edificante que te dibuja una sonrisa en el rostro quieras que no.
Se dice que a rey muerto rey puesto. Es una estupidez propia del analfabetismo popular civil que no soluciona ni da paz a nadie. Siempre hay una docena de reyes puestos tras el muerto esquilmando nuestra libertad y economía.
Por ello, el éxito de sus muertes, para que sean beneficiosas y esperanzadoras, está en una mayor frecuencia. Es pura matemática intuitiva ¡coño!: No mueren los suficientes.
Se debe tener presente en todo momento que cuanto mayor es el número de jerarcas en el estado (y en corporaciones que se asemejan al estado) mayor es la penuria económica de la población civil y su represión.
Básicamente el estado es tu enemigo desde el mismo momento en el que naces: te roba un dinero que aún no has podido ganar por un aire que por derecho de simple existencia te pertenece.
El fin último de los diversos estados/dios (por sus retóricas) que parasitan La Tierra es el control absoluto: que ni un solo bebé nacido deje de pagar el aire que le pertenece.
Y ha medida que creces, la cosa empeora hasta la vejación pura a la que el estado te somete con la sonrisa de miles de funcionarios en la jeta o indiferencia por lo iterativo.
Cada día y a cada hora, el estado aumenta sus amenazas contra la libertad y la economía a los civiles. Su ansia de control es psicópata.
Se debe a que el estado/dios ha experimentado y corroborado en los últimos cinco años (desde la dictadura planetaria sanitaria del coronavirus en el 2020) el servilismo y fe ciega de una sociedad civil cobarde e infantilizada en él. Y sabe que cada día puede asfixiar con más decretos de extorsión a la sociedad civil su libertad y economía, con la certeza de que será aplaudido y respetado por esos mismos civiles degradados que graciosamente, le pedirán más encarcelamientos que los proteja de los resfriados, sarampiones o alguna alergia.
En definitiva, la felicidad, incluso para planeta mismo, pasa por una frecuencia de mortandad de jerarcas en el poder mil veces superior a la actual, sea por los medios que sea. De lo contrario, cuando llegue la extinción de la humanidad, los poderosos morirán comiendo caviar envuelto en finísimas hojuelas de oro y los civiles sus excrementos.
A ver si podemos decir un día: a doce reyes muertos no queda ninguno por poner.
Ya sé que peco de ingenuo, pero con un buen control mental, no tiene porque ser malo ser un poco pueril durante unos minutos.
No se debe olvidar, a pesar de la accidental sonrisa optimista, de desconfiar de esos hijos de puta que han anidado en tu casa, cerebro y sangre, o al menos siguen intentándolo criminalmente; es tu enemigo real y pronto te pedirán que mueras (pobre) por ellos.
Y un enemigo muerto es mejor que un amigo vivo o el amor de los cojones, más útil y tranquilizador.
Iconoclasta
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