¿Cómo sabrán tus labios ahora que tanto te pienso retando al tiempo y la memoria?
Cómo si hace unos minutos los hubiera besado.
Saben a luz, la que me falta en mi vida oscura de apenas un metro de horizonte en cualquier dirección.
Sin ti la oscuridad dimana de mí. Y surge en tromba por mis labios secos y los ojos opacos de grisentería.
El recuerdo de tu boca luminosa es una cicatriz que rasga y cauteriza mi razón en dos vidas: contigo y sin ti.
Luz y oscuridad, la eterna lucha aplicable a todo en la vida.
Y la luz de tus labios está cada día más lejana. Pronto se extinguirá y ya no podré distinguir entre vida y muerte.
La oscuridad que me cubre es un manto espeso como el alquitrán y hace los días oscuros e indistinguibles. Eternos.
No llega nunca el momento de la muerte, tal vez tema que la contamine de oscuridad.
Sin embargo, respiro en un ataúd.
No tengo miedo, sólo es la desesperación por una pérdida infinita.
Es el brillo y color de tus labios la única imagen que demuestra que una vez habité la luz.
Habité en ti, dentro y a tu alrededor respirándote.
Ni siquiera encuentro el cuchillo para cortar el flujo constante de negritud que surge de mi pensamiento partido y corre por mis venas de mierda.
La oscuridad es abandono y humillante incapacidad.
Todo son malas noticias...
Oscuras.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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