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11 de agosto de 2023

lp--La mujer infinita--ic

Llora perdida e irremediablemente ante el espejo del armario. Jaime se ha derrumbado en la cama aún vestido, el calor del verano y el dolor mudo de una hija ya definitivamente arrancada de sus vidas crean una atmósfera tan densa que los movimientos se dificultan y literalmente, sienten que respirar es una guerra.

Silvia se desprende del suéter oscuro ante el espejo; pero realmente observa angustiada un ataúd pequeño y blanco empujado con una pala a lo profundo del nicho por el albañil sepulturero. Y su alma emparedada con su hija allá adentro.

Está vacía de todo, lo dice su reflejo.

Las lágrimas corren porque se está licuando toda ella, sus tripas son un aceite caliente.

El dolor está allá dentro en la oscuridad del nicho que radia su mal a través del aire, como un cordón umbilical podrido. Su propio reflejo es una imagen subexpuesta, una mirada enferma de conjuntivitis.

Cuando los sepultureros sellaron la losa con el cemento, también oscurecieron la vida.

Se oscureció todo con un definitivo eclipse.

Jaime observa su espalda trémula, los tirantes del sujetador negro asemejan un arnés de seguridad para no caer en el abismo de ese llanto venenoso y quedo, de baja frecuencia que lo rompe todo, el ánimo y la cordura; como un terremoto.

Silvia es una mujer infinita, se enamoró de ella hace catorce años, ante su seguridad, su fortaleza de convicciones inquebrantables, de su infatigable lucha por vivir y disfrutar. De sus tacones que pisaban fuerte a pesar de ser agujas.

Es infinita porque se rehace de los golpes que le da la vida, porque es hermosa y nada le roba su brillo. Es infinita porque se erige de nuevo, reconfigurada ante una nueva situación. Está lejos de la perfección, pero ambos se han reído siempre de la perfección.

Él no es infinito, es un hombre con malas experiencias acumuladas, de un cultivado pesimismo surgido de más dolores que alegrías. De más luchas perdidas que ganadas.

Se siente, de una forma sucia, mediocre. Y ella, su presencia, su voz suave y sin titubeos, y su mirada que lo ama, lo liberan de su maldición cada día, a cada momento.

Evita era como su madre, con tan solo siete años pisaba fuerte con sus zapatillas de suela de lucecitas, jugando tan pequeña a ser coqueta. Evita sanaba su mediocridad, su existencia era la prueba misma de que no podía ser tan anodino si colaboró en crear esa hermosa criatura.

Siente que es el momento de largarse de aquí, de dejar de vivir y respirar mierda. Hace cuatro días, que perdió lo que más quería, lo que más podía doler, lo que más amaba.

Si hay un buen momento para que el corazón se rasgara, es ahora.

Un simple traspiés bajando por una escalera del colegio, derivó en un cuello roto. En un milisegundo murió, y con ella también Silvia y Jaime. Y toda esa tragedia ocurrió hace apenas un segundo, solo cuatro días.

Un jersey de cuello alto pretendía ocultar el obsceno bulto en el ataúd. No recuerda una imagen peor en su vida.

Los hijos se quedan con todo el amor y hacen de los progenitores socios de un negocio. Saben, al observar el bebé en sus brazos, que ya no serán lo que fueron antes del nacimiento, ni tras la muerte.

Ya no serán amantes, solo madre y padre.

Y por ello, Silvia es la mujer infinita, su heroína, su diosa. Sonríe invicta a pesar de perder cuando él blasfema fracasado. Y se ríe de las tonterías que se dicen del amor filial.

Debe hacer algo por ella, se ha quedado perdida frente al espejo, ha sido expulsada del mundo.

Se incorpora y se abraza a su espalda, ciñendo su cintura con los brazos, apoyando la frente en la oscura melena intenta dar consuelo al cuerpo que ha perdido el alma.

Busca a la mujer infinita, la conjura con una pena oculta a traición, por la espalda.

La frialdad de su silencio y su ausencia de ella misma contrasta con la calidez de la piel, su suavidad inalterable, sus hombros aterciopelados de un vello de melocotón.

Extiende las manos en el vientre, porque muchas veces anida en él el dolor y el miedo, y siente una leve contracción en ella, como si empezara a surgir de la oscuridad.

El pene se ha endurecido en el pantalón y presiona en sus nalgas buscando cobijo y roce en la liviana falda que cubre su más íntima belleza.

Silvia responde con un pequeño espasmo agitando las nalgas levemente.

Jaime siente que se rebela en su mente un ser primitivo combatiendo por ocupar su atávico lugar en la luz ajeno a toda tristeza. El cerebro es un llanto y el cuerpo se ha desprendido del alma. Con el dolor ha perdido el control de su humanidad.

Sus manos se meten en el elástico de las bragas que encuentran el monte del Venus. Acariciando el vello rizado, sus dedos se acercan al vértice de los labios. Silvia entreabre la boca en un suspiro que no surge con la mirada aun fija en el ataúd.

Y sus piernas también se separan aunque no quiera.

El pene palpita presionado contra la ropa y las nalgas voluptuosas.

Ella llora un dolor e inevitablemente su sexo se derrama cálidamente en las manos de lo que un día fue su amante y hoy es padre muerto de una hija muerta.

El presiona el clítoris duro y resbaladizo, los dedos se deslizan vagina adentro sin obstáculo, con obsceno consentimiento sin sopesar amor, muerte, dolor o alegría.

Y ella gime, por primera vez en todo el día su boca emite un sonido y siente los pezones contraídos. Tiene cuerpo…

Jaime le arranca el sostén y sus pechos gravitan violentamente pesados, agitados por una respiración extrañamente agitada de ansia y tristeza. Las grandes areolas están coronadas por dos puntos duros. Y una mano los oprime al límite del dolor.

–Eres mi amor infinito, ven  conmigo. Sé mi amante, follemos esta puta tristeza. Sé infinita mi amor…

Silvia cierra los ojos y su cabeza se ladea ofreciendo el cuello a Drácula. Y es besada.

Los humores sexuales de su coño amalgaman ambas carnes, los dedos penetrándola ya no se distinguen de su propia carne y el placer animal irrumpe alejando el ataúd y la inmensa pena lejos de ellos.

Lejos de su coño.

Sus rodillas se doblan con el orgasmo, él la sujeta manteniendo la presión firme en su sexo para recibir cada espasmo, cada contracción. Ella gime y llora en un descontrolado caos que la hace sentirse loca.

Jaime la conduce a la cama, acostándose a su lado. Siente el semen enfriarse en los calzoncillos, mojando el pantalón. Ha eyaculado no sabe en qué momento.

Con un brazo le envuelve el hombro y el pecho. Se encuentra otra vez a su espalda. Le gustaría mirarla a los ojos y besarlos. Sus ojos infinitos…

La horizontalidad parece apaciguar la gravedad y el dolor de la sangre rugiendo vida.

Con el paso de los minutos sus respiraciones se tornan silenciosas y tranquilas.

–Eres mi infinito, mi universo –le susurra como una nana. –Sé fuerte amor, no te rindas.

–Eres un cerdo. Hijo de puta. Me has arrebatado mi pena, mi dolor. Me has obligado a traicionar a Evita follando, haciendo que me corriera. Cerdo, cerdo, cerdo… No se folla cuando entierras a tu hija. ¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!

Jaime retira el brazo de su hombro y se levanta de la cama.

Es el fin.

Es pura disciplina, lo que está mal no se debe prolongar. Porque cada día que pasa, la vida es más corta.

Ya no es la mujer infinita, aquella cosa es una mediocridad, una sucia bola de prejuicios. La mujer infinita murió con el último “¡Cerdo!”. Ahora grita histérica en la cama “¡Mi niña, mi niña! Nos has ensuciado, cabrón.”.

Evoca a Evita y concluye que esa mediocridad que llora en la cama con hipocresía tras haberse corrido, no enturbiará ni un instante de aquellos siete años de vida de su pequeña de zapatillas luminosas. No le daría la más mínima oportunidad de amargar o ensuciar aquellos años pasados.

Recuerda el velatorio de su padre, durante la cena su tío (hermano de su padre) contó un chiste, ya no se acuerda cómo era. Jamás pudo olvidar aquella risa liberadora. Todos reían con el muerto aún en la habitación, incluso mamá.

Cómo lloró de risa, creía no poder parar…

¡Qué falta le hacía! No lo supo hasta que lloró con histeria la gracia y el dolor. Todos entre risas, agradecieron silenciosamente a su tío el chiste que rompería aquella tristeza que estaba asfixiando a la vida misma. Fue mágico, fue el momento más bonito que vivió porque las risas eran para su padre, por su padre, por amor puro. Nadie pidió respeto o sintió ofensa.

Jaime coge la cartera y el teléfono de la mesita de noche y tira las llaves de casa sobre la cama.

Antes de marchar se lava en la fregadera de la cocina las manos que huelen a coño, mediocridad, orina y pegajosos humores sexuales. Y a desengaño…

Siente los años perdidos embaucado por ese gran error de la mujer infinita, frotando las manos más de lo necesario.

Cierra suavemente la puerta de casa enterrando una época de su vida.

Descendiendo por las escaleras del bloque de apartamentos, imagina la posibilidad de que Silvia lo denuncie por violación o lo que quiera; porque ya no sabe qué es esa cosa que llora más que por su hija, por haberse corrido. Por haber faltado a alguna ley de mierda, a un puto mandamiento divino. A una piara de fariseos que obedecen como perros.

Su llanto lejano lo encoleriza y apresura el paso para alejarse de ella.

Para siempre, sin arrepentimientos, sin más palabras.

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Epílogo de La vida agotada de un apátrida social (autobiografía de Jaime S. P.).

Breves pensamientos, como luciérnagas titilando entre la fronda oscura que aún hoy al final de mis días, dan claridad y conclusión al fin de mis días. Y mueven mis manos para escribir de nuevo las mismas percepciones y certezas; con otras comas, con otros puntos.

Con otra edad... Una palabra siempre es distinta, por igual que se escriba, en el tiempo.

Pensamientos que quedaron vivos, porque estaban firmemente intrincados en el recuerdo de mi pequeña Evita. No puedo olvidar sus zapatillas luminosas y su aterrador jersey de cuello alto.

Cuando aquella mujer era infinita pensaba: No pretendo vivir una vida feliz con ella, no soy un niño. Quiero vivirlo todo, todo lo malo con ella; porque es de lo que más hay.

De una forma natural, por mi constante cercanía a la muerte, sabía por simple deducción que los orgasmos tristes trascienden más allá del dolor de la muerte y jamás olvidarás que abofeteaste a la parca con un acto obsceno de amor y piedad.

Me encanta imaginar a un hipotético dios mirando con vergüenza nuestro acto sexual de muerte y dolor usando los medios que él creó para evitar los males que también creó.

Un follar agónico hará del caos del dolor un instante de luz, de claridad en un túnel devorador. Follar es encontrarnos los dos en el mismo abismo insondable, follar precipitándonos a las fauces de la muerte…

La he tenido entre mis brazos con indiferencia, como si no existiéramos ninguno de los dos frente al espejo. Y en un momento inconcreto sus muslos se han separado permitiendo que mi mano atenazara su coño hasta exprimir su humedad.

Y sus pezones se han endurecido, mirándose ante el espejo incrédula y lejana.

Parafraseando al cura, también prometí ser obsceno, tanto en la desdicha como en la alegría.

Y pudo ser realmente una mujer infinita, no pudo negar sus deseos más profundos y atávicos, los que nos llevan a la animalidad (un privilegio embarazoso) y desdeñan dolores que van contra la vida misma.

Somos dos seres atávicos, primigenios conjurando la oscuridad salvaje llena de horrores. A pesar de la muerte que hace ruidos a nuestros alrededor, sabemos que follar es luchar contra ella.

Te juro ser obsceno en la felicidad y la aflicción.

Los orgasmos tristes y suicidas son embates lentos que arrastran las cálidas lágrimas hacia las entrañas ateridas de frialdad. Se crean con el primer abrazo de la piedad y la compasión para dar paso al valor primitivo con el que no somos conscientes de que moriremos.

He visto, en velatorios, a los deudos reír ante un chiste con una desoladora tristeza, intentando sacarse de encima ese cáncer de la pérdida que hace la piel gris; una ceniza fría. Yo reí, lloré de la risa con el cadáver de mi padre en la habitación. Fui tan libre en aquel momento, como jamás he vuelto a serlo.

Es una cura, una terapia no escrita. Una obscenidad que va contra la moralidad de la humanidad como especie vacuna herbívora.

El sexo triste es una lucha del ser humano sin amos ni dioses en la libertad absoluta.

Si alguien supiera que hemos follado tristemente el mismo día de la sepultura de nuestra hija, se escandalizaría: ¿Cómo han sido capaces? Son como bestias.

Somos bestias y no consideramos la muerte o los dioses como un cercado a nuestra existencia.

Si la tristeza se come el placer, habremos perdido la gracia para siempre. El único placer verdadero que no consiste en poder y riqueza, en humillación y servilismo.

Sin placer seremos siempre un patético fracaso humano.

Y nos alejaremos el uno del otro.

Los muertos y las enfermedades no prohíben el placer, ni las flores en las tumbas.

Puedes correrte, debes hacerlo para no ser derrotados los dos.

Ella lloraba mientras mi mano dentro de sus bragas acariciaba la vagina anegada de un deseo que su mente no sentía.

Me gritó agresivamente que era asqueroso lo que habíamos hecho...

Era asqueroso yo.

Sintió asco de sí misma de estar mojada.

Me llamó cerdo. Y también supe que no habría reído en aquel velatorio dejándose llevar por el deseo de erradicar la tristeza de su ánimo, como algo instintivo, como el arma más poderosa de supervivencia.

No era una mujer infinita, es una mediocridad como yo; pero adoctrinada en sociedad.

La comprendí en el acto. Y allí en aquel instante escapé de su ira y su tormento, para que se hundiera sola en su tristeza. En el metro, camino de un hotel, le lloré a mi pequeña Evita que habíamos fracasado, que papá y mamá habían dejado de existir con ella.

No podía perder los bellos momentos de mi vida por un prejuicio, por una culpa inculcada. No pudriría la felicidad de haber sentido, durante siete años, la vida de Silvia crecer a mi alrededor, llenándome.

Los cadáveres me han enseñado que es más fuerte la muerte que el amor. No puedo permitirme luchar sin esperanza y ella la había perdido, por un instante su deseo cedió pero su pudor inducido venció, nos venció a los dos.

El amor no puede luchar contra la firme decisión de la tristeza de negar la propia vida por una cuestión moral.

Y el amor tampoco sobrevive sin el sexo, el amor sin sexo es un amor paternal vacío y ridículo que jamás quisiera imitar con la mujer que amo.

Tengo un hijo de treinta y cinco años con otra mujer. No sé qué fue de Silvia, ni en el trámite de divorcio nos encontramos. No he sentido jamás curiosidad por su vida, lo último que recuerdo de ella es su mirada agresiva y escandalizada. Y las bragas mojadas.

Y con un fogonazo de certeza concluí que ya no podría amarla por mucho tiempo que pasara.

Que nuestro follar sería siempre un acto ganadero.

Renegó del sexo, maldijo el orgasmo a pesar de que su cuerpo y su instinto primitivo la arrastró a él.

Su moral era superior a la necesidad y al amor mismo.

Dejó que su coño se humedeciera con mi mano.

Y también se llamó cerda a sí misma.

No estaba en shock, su sexo se mojó. No impidió que metiera la mano en sus bragas.

Y tuvo el peor pensamiento del mundo: yo estaba ensuciando y ofendiendo el recuerdo de su hija.

No era la mujer infinita capaz de amar, sentir, llorar, disfrutar o reír el orgasmo en la dicha y en la tristeza.

Me convertí en su monstruo por unos segundos. Los que tardé en escapar de aquel hogar que ya no era mío.

Somos seres que unos se adaptan y otros conservamos celosamente nuestra esencia humana primitiva, la que pone las cosas en su lugar. A los muertos enterrados, a los vivos respirando y sufriendo de nuevo.

Nunca me preocupó estar equivocado, sólo que mi pensamiento tuviera límites.

A estas alturas, ya viejo, pocas muertes tendré que conocer excepto la mía. Y eso bien vale un cerrar de ojos esperanzado.



Iconoclasta


2 de agosto de 2023

lp--Cadáveres y experiencia--ic

No hay tragedia en el árbol tumbado por el viento. Incluso es motivo de alegría por su leña.

Con los seres humanos anónimos ocurre lo mismo, por el espacio libre que dejan.

Los árboles no lloran por sus muertos y los humanos se angustian porque el cadáver les recuerda cuál es su destino final. Los hay que lloran por perder a un ser amado; pero la práctica es que la indiferencia es una absoluta mayoría; la vida es corta y solo los estafadores y maníacos sienten dolor por cada humano muerto en el mundo. Son los únicos que tienen tiempo para las indiferentes muertes.

Los antílopes no lloran por el que devoran los leones a pocos metros de donde pastan y no hay nada que reprochar.

El mundo gira a la misma velocidad cuando muere un árbol, un humano o un amor.

Los amores muertos no dejan residuos y sus vapores no afectan más que a los amantes, es una tragedia íntima que todo ajeno ignora y de poco alcance radiactivo, no más de tres o cuatro centímetros desde la piel.

No hay responsos por los árboles, humanos y amores muertos, no para todos los cadáveres. Solo puedes sinceramente, observar los restos y las tristezas que evaporan y razonar que no es tu momento.

Que ya lloraste a los que debías y que la vida es una mecha rápida e imprevisible.

Podría ser amable y desearle buen viaje al árbol caído (como el ángel…); pero no pide ni necesita hipocresías.

No puedo regalar un tiempo que se me escurre rápido entre los dedos.

No pierdo el tiempo con los muertos porque son demasiados y no todos fueron buena gente cuando respiraban.

Soy selectivo.

Existentes ciertas insensibilidades que se desarrollan con la praxis vital, herramientas necesarias para que los forenses puedan hacer su trabajo relajadamente.

Y para que yo la siga amando sobre todos los cadáveres de La Tierra.

Así que cierro los ojos ante la repentina ráfaga de aire fresco que relaja mi piel y el tabaco templa mis pulmones rudos y experimentados.

Buen viaje, arbolito.

Tampoco cuesta tanto saludar a los muertos si te apetece cuando nadie te ve.

Y podría sonar Spiegel im Spiegel es un buen momento; pero nada es perfecto.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

26 de julio de 2023

lp--Odiar es la cura--ic

 


He pensado en la roca seca que el río no moja y en las bocas polvorientas sin besos.

He meditado sobre el amor y su hidratación.

Y el odio y su combustión.

He elegido el odio porque es gratificante y fácil. Muy fácil… Por mucho que mientan miles de veces; odiar es más fácil que amar.

Hay más seres odiosos que fascinantes.

Es una cuestión de probabilidades, de oportunidades.

Soy un animal que razona con la boca llena de besos incinerados, imposibles. Y antes me arranco la cabeza que perder mi impía animalidad penetrante y superviviente.

Indiferentemente homicida.

En el universo solo hay una boca, y rocas a millones. Es una guerra perdida, solo puedo aspirar a arrastrar conmigo al río seco a cuantos pueda.

Para evitar sufrir el ansia de la boca seca debes odiar.

Polvo de besos muertos…

El odio es un mercurio que llena los espacios vacíos que crea el amor y te hunde con seguridad en la tierra real y sórdida. Cruel sin pecado concebida.

Odio por razones terapéuticas y mi inevitable irracionalidad animal.

La muerte es un acto cotidiano y yo puedo ser consecuencia y portador.

Puedes elegir si no eres dado a puritanismos fariseos.

Los humanos tenemos esa libertad salvaje que ni las divinidades nos pueden arrebatar.

Es un hecho.

Soy alérgico a la depresión… No puedo llorar tristezas, solo odiar al mundo que me las clava.

Soy la injusticia premeditada y cultivada.

Y unos labios ajados.

Es un acto de justicia salvaje gritar por la violencia y la destrucción, la muerte y el sufrimiento de todo lo vivo y establecido suciamente desde los inicios de la civilización.

Exijo y busco la aniquilación de quienes sustentan los pilares de la civilización y de los que lamen sus pies, abonando, eternizando la podredumbre.

Lo exijo con la boca polvorienta de besos marchitos. Como escucho a la piedra arrasada por el sol e ignorada por el río, blasfemar violentamente contra su cochina existencia.

Tragos de sílex hiriente…

Las vísceras húmedas…

Es hora de morir, animales.

Un gran festín para los buitres.

Odiar es sólo biología e ira. Cacao para los labios cortados.

Nada personal.

Tan solo es mi puta boca seca de ti…

Una contracción brusca de la esperanza.

Tenía que pasar.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta

28 de mayo de 2023

lp--La filosofía de los ñus--ic


Parece ser que el pensamiento silencioso global humano es el de los ñus: mueren muy pocos humanos para los miles de millones que viven.

Cuando la cantidad de individuos de una especie alcanza la categoría de plaga, no importan los seres ajenos que mueren a tres o cuatro metros de ellos. La humana es otra especie animal, la premisa es adecuada e idéntica por convicción y experiencia, para ella.

Hasta tal punto se manifiesta la insensibilidad, que piensan acerca del cadáver “Bastante tengo yo con lo mío”.

Estoy seguro de que esa indiferencia hacia las muertes ajenas, es una cualidad instintiva, impresa en el cerebro de reptil del ser humano y todos los animales para preservar la especie de su masiva reproducción y la falta de depredadores para equilibrar el ecosistema.

Las manifestaciones que hace la sociedad, son por y para los políticos y personajes del poder que necesitan notoriedad y piden los llantos hipócritas de la masa humana en nombre de la paz, de la justicia y para un futuro mejor para los que no han nacido. Ante su amo o ídolo la masa humana ve en el acto de fingido duelo algo festivo con el que pasar el tiempo; pero no le interesa lo muerto; solo si hay buena música y cosas amenas que fotografiar para subir al perfil de feisbuc o tuiter.

Y cuanto más sometidas se encuentran las cabezas humanas a las restricciones, prohibiciones y robos del estado o gobierno, más se reduce el radio de indiferencia a los cadáveres.

Llegará un día que caminarán pisando muertos sin sentirse especialmente incómodos por ello.

Sólo en internet, en sus redes sociales, se dedican bendiciones y memes a algunos muertos porque hay que hacerse “oír” y usar el teléfono que ocupa sus manos y su mirada más tiempo del que su inteligencia puede funcionar.

 Solo en internet y medios de comunicación (ya no son informativos, sino doctrinales) hacen gala las reses humanas superiores y esclavas de esa emotividad tan pía y bondadosa, que dan ganas de purgarse metiéndose los dedos en la boca.

La realidad es que los diversos rebaños de seres humanos repartidos por el  planeta, se comportan como los de ñus en la sabana, que pastando con indiferencia en el mismo lugar donde también cagan, a escasos metros uno de los suyos joven, adulto, viejo, lisiado o gestante; es devorado aun mugiendo por los leones.

El número de reses humanas en los diferentes rebaños es tan numeroso que los individuos se insensibilizan a las muertes que ocurren ante sus ojos y en el fondo, algo les dice que es necesaria la muerte.

Y no en tan poca cuantía.

Esta indiferencia o trabajada insensibilidad (al menos la mía) a la muerte ajena explica el porqué las guerras se prolongan tanto tiempo.

La guerra es la máxima expresión de la libertad: matar a otro humano sin consecuencia alguna, como arte cinegético. Sin dar cuentas por ello.

Se desarrolla así cierto orgullo instintivo por conseguir la medalla de ser el mejor matando. Le llaman valor también; pero es solo el lógico embrutecimiento del esclavo al que se le ha dado libertad suprema. Sin mandamientos o leyes que pesen en su comportamiento condicionado por el estado mismo durante la infancia y adolescencia.

El trauma o psicosis de guerra llega cuando al lerdo le arrebatan su libertad de matar.

Hemingway dijo que no hay nada más apasionante que la caza del hombre y quien la prueba no la puede dejar.

Quiere decir esto, que una vez se acaba tu libertad de matar, cualquier otra actividad conduce al hastío.

En la guerra el humano desciende a su más primitivo instinto de caza de supervivencia y una muerte representa, tal vez, un minuto más de vida y más espacio a su alrededor.

Y cuanto más fuerte es la presión, la extorsión y las prohibiciones que el estado ejerce contra él, más humanos cazará o matará con ansia.

Es fácil comprender que sentirá también el honor de ser un medio de selección natural de la especie humana. Una especie de enviado para eliminar individuos que podrían denigrar la evolución de la especie con su mensaje genético defectuoso. Esto es a nivel instintivo, porque no abundan los mínimamente inteligentes para llegar al razonamiento de este ensayo.

Así pues, mejor muerto que volver de nuevo a la paz de la mediocridad y esclavitud de la moral tributaria del estado.

Y que deje de mugir el puto ñu que se están comiendo los leones desgarrando el ano y el vientre, les da dolor de cabeza su congénere mientras pastan aburridos en su ciudades o granjas.

Es como el “Algo habrá hecho”, de las reses humanas adaptadas a las dictaduras y sus crímenes y genocidios.



Iconoclasta


23 de marzo de 2023

lp--666: Una epifanía--ic


Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia.

Además, sería imposible pagar solo con otra.

La decapitación…

No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil.

Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo.

Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis.

Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada.

Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello.

En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco:

¿Por qué lo matas todo, 666?

Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda…

Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso.

Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda.

Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire.

Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos.

Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío.

Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos.

Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez.

No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones.

Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina.

Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío.

Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos…

Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica?

Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable.

Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas.

Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva.

A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma.

Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos.

Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano.

Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas.

– ¡Hazme daño! –rujo.

Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes…

Y bramo.

El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse.

Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta.

Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana…

Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros…

Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais.

Bienvenidos a ella, pasad y sufrid.

Pasad y rompeos, primates.

Moriréis todos.

Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

 

17 de marzo de 2023

lp--Lo inorgánico--ic

 


Es demasiado viejo para estar derecho.

¿Sufren de artrosis las cosas? Aunque no tengan huesos.

Aunque estén vacías.

(Un quebranto que nadie escucha)

Porque lo están ¿verdad?

(Podrido)

Demasiado decrépito para soportar los cables y ahora es el despojo de una marioneta cuyos hilos penden sin que nadie le dé vida.

(No tiene un corazón tallado en su madera)

Está abrumadoramente solo, lejos de toda vida. Se nota en la mirada triste del aislador a la cámara.

(Avergonzado entre tanta vida y verticalidad)

Humillado ante el poste recto y firme de cables tensos.

Solo es un efímero reloj de sol antes de tenderse inútil en la tierra.

(Las cosas no fabrican esperanza)

Pero tampoco hay nadie que dibuje en la tierra las horas que marca. Su sombra es anciana y contaminaría el tiempo con un adelanto de la hora estimada de la muerte.

(Un Pinocho huérfano de hada azul)

Si alguien se apiadara de las cosas, sería culpable de no apiadarse de los humanos.

Deberá tener coraje hasta convertirse en leña.

(Un llanto mudo)

 


Iconoclasta

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12 de marzo de 2023

lp--Pobre padre…--ic

Los personajes buenos e ingenuos me dan cierta lástima en este mundo de buitres y hienas. Las buenas personas vale la pena pensarlas, hay tan pocas que es terrorífico un mundo sin ellas. Que desaparezca una sola es dramático.

Así que cuando veo un buen personaje en una película o una persona que sonríe sinceramente al verme, no puedo dejar de sentir cierto temor por lo malo que le pueda pasar.

Son presas fáciles. Aunque sé que si han llegado a adultos, no necesitan nadie que los defienda.

Es tan infundado mi temor como instintivo. Tal vez sea porque el débil soy yo.

A mí me ha pasado y no soy buena persona. Me he tropezado con tantos malos siéndolo yo también…

Todas las personas buenas mueren antes que las malas. Es lo que he aprendido.

Mi padre murió con cuarenta y cinco, yo tengo sesenta y uno. ¿Soy dieciséis veces más malo que él?

Pobre padre que me quería sin imaginar lo malo que soy.

Pobre padre….

Solo estuve con él dieciocho años, y las tres cuartas partes de ese tiempo durmiendo y en el colegio.

¡Pobre padre!

Quedaron ciertos sueños rotos.

Me crispa los dedos el recuerdo de su carne fría cuando lo tendieron en la cama a la espera del ataúd.

Ahora que soy viejo y contabilizo demasiados años temo que no me hubiera querido.

No sé qué ven los demás de mí. Mi vanidad produce una gruesa capa de indiferencia.

Pero tú no eres la humanidad, tú importas.

Importabas un millón de cualquiera que sea la unidad de medida.

¿Y si no sonríen sinceramente al verme? Tal vez haya coincidido que hubiera alguien detrás de mí y le sonrieran a él.

Qué ridículo, padre…

Estoy viviendo tanto tiempo como los malos, como lo peor. Lo que queda en La Tierra.

Pobre padre ingenuo.

Aquel día todo salió mal para siempre con tu muerte.

He aprendido que algún dolor cárnico no se va nunca, siempre duele, pulsa, acaba con tu ánimo apenas ha empezado el día. Y sigue doliendo mientras duermes, no hay manera de encontrar la posición para que cese.

Tu muerte no me duele ya; pero me avergüenza porque he vivido más que tú, como los malos.

Pobre padre…

Yo no quería ser tan malo.

Creía ser idiota, pero tan malo…

¿Y si era bueno y al morirte me estropeé? Es una posibilidad que me tranquiliza.

¿Ves cómo soy un hijo de puta? Te estoy responsabilizando.

Qué puerco… Nací malo, pobre padre.

Alguna aleatoriedad de la que no tuviste culpa.

¿Dónde quedaron las cosas que no pudieron ya ser?

¿Hay una oficina de sueños perdidos?

¿De padres muertos?

¿De madres?

Pobre padre…

¿Dónde te puedo encontrar? No me olvido de tu rostro, ni de tu voz. Soy asquerosamente inmune a la amnesia.

Siempre he pensado cómo hubieras sido de viejo.

No sé… Tal vez sea una tontería, pero colecciono todas las banalidades de los seres que amo y me las meto en un bolsillo del corazón. Duele la presión, pero es que no quiero que no duela.

También me siento débil con cierta frecuencia desde entonces que me quedé yo solo conmigo y mi maldad.

Quiero pensar que el manto de la muerte me cubre despacio, que el malo por fin ha de pagar.

Que se desprenden de mí como piel muerta los cadáveres de las ilusiones que tengo dentro.

Y por ello no lucho con entusiasmo para aspirar aire, si algo es bueno no debes estropearlo. Déjalo que haga, déjalo que mate.

Lo bueno de la muerte es que mata el dolor también, es buena gente… Y la carne podrida, como si no existiera.

Bien, mis besos a la muerte.

No quiero acumular más años de maldad o mezquindad.

Ha de acabar ya esto.

Quiero ir contigo ahora y que me digas exactamente qué tipo de cerdo soy y qué he de amputarme.

No te creas que no pienso en madre; pero no tengo nada pendiente con ella. Me quería incluso cuando me hice adulto y se mostraba en todo su esplendor mi mezquindad.

Y me quería así.

Qué tonta.

Pobre madre…

Todo se muere a mi alrededor.

¿Qué pasa?

Te engañaste, pobre padre. Cuando buceo dentro de mí, no puedo evitar pensar que fui un fraude.

Ser malo no siempre es ser indigno.

Y la indignidad pesa. Debo decirle a mi hijo lo que soy.

Que tiene un padre que vive más de lo que se merece.

Porque indigno no es una buena forma de morir.

No quiero perdón, ni siquiera me he planteado que tuviera que pedirlo por nada.

Pero ¿indigno para mi hijo? Eso no es forma de morir.

¿Si yo no hubiera nacido estarías vivo, padre?

Es un problema que me corroe desde que empecé a ser más viejo que tú.

Cuando cumplí cuarenta y cinco y pasaban los días y no moría, me dije: Ya está, yo también soy un hijo de puta viviendo demasiado.

Y aquella vez que se me llenó un pulmón de sangre y cada vez que respiraba me salía por la boca, me dije: bueno, dos años de diferencia… Cuarenta y tres solo son dos años menos que padre, somos casi iguales de buenos o malos. Es aceptable.

Pero el hijo puta no se murió, está visto que mi misión era ser muy malo.

Tal vez aquello dolía demasiado y por eso me confundí. No pensaba en vivir, solo quería que, por favor, dejara de doler aquella lija que se arrastraba por dentro de mí. ¡Uf!

Y huyendo de aquel daño masivo, crucé de nuevo la frontera hacia la vida.

Quisiera lavar mi alma de lo que me hace tan longevo, si la tengo.

Dejaré de existir, lo sé; pero no quiero tener esta carga en el momento de morir.

Preferiría ser menos mierda.

Y aquí acaban mis palabras inútiles y queda eternizado mi ridículo.

Al menos que nadie crea que me sentía un buen tipo a grandes rasgos.

Pobre padre…

Te moriste queriéndome.

Pobre padre ingenuo.

Pobre padre, mal hijo.

Tiraste margaritas al hijo… Al cerdo.

Un error de cálculo tuyo. No te creas perfecto, solo amado.

Querer por querer es una imprudencia temeraria. Y una injusticia.

Y ahora que muero más que vivo no quiero engañar a tu nieto que no conociste.

A ninguno de los que te observan en las fotos pensando como hubiera sido el abuelo Paco.

Aquella mañana despertaste vivo.

Y de repente muerto, sentado tu cadáver en la silla que acarreaban los enfermeros para meterte en casa, porque no entraba una camilla o silla de ruedas en el ascensor. No sé qué pasó luego durante dos o tres horas que se me perdieron… Pudiera ser que corrí a buscarte para meterte otra vez en ese cuerpo muerto. Y lo hice mal.

Ni siquiera lo intenté, solo lloré como un maricón.

No sé… El universo se disolvió y yo con él.

Me duele la cabeza.

Necesito no vivir.

Yo mismo me maldije: lo malo vive más que lo bueno.

Y no puedo ni quiero cambiar de opinión. No quiero añadir la hipocresía a mi indignidad.

¿Escribiste alguna vez con la cabeza doliéndote como si fuera a estallar?

¿Cómo la mía ahora?

No mola.

Es una putada.

Pobre padre…

Qué desolación, papa…



Iconoclasta



29 de enero de 2023

lp--Solo ornamento--ic


No deja de fascinarme que toda aquella frondosidad de hace cuatro meses atrás se haya convertido en un poblado fantasma de esqueletos de árboles.

Xilocementerios…

Sus ramas tan desprotegidas de hojas como los huesos de mi padre de carne.

Y el río se arrastra satisfecho de su trabajo, se llevó al mar los cadáveres-hojas y está limpio de vida.

Las malas hierbas que trepan por los troncos rematan a los agonizantes.

Tal vez no sea tal tragedia.

Se dice que cada cual cuenta la feria según le va.

Yo lo hago.

Jamás ha sido mi intención dar esperanzas de renovación a nada.

No soy profeta o patriarca, solo juzgo en base a lo aprendido.

Y digo que hasta que no llegue la primavera, no sabré cuantos han muerto.

Me siento bien entre vivos y muertos, con ambos callo y pienso de la misma forma.

Todo lo que me rodea, vivo o muerto a efectos prácticos, es puro ornamento.

Es la sólida base sobre la que se edifica la soledad.

No me quejo, simplemente hablo en voz alta ante la inexistencia absoluta; todo lo solo que puedo ser mientras vivo.

No niego que podría ser un pensamiento podrido arrastrado por el río.

¡Psé!

Bien, es algo que no puedo controlar, no puedo corregir.

Me place la desidia de ser mera decoración.

La muerte es descanso porque tiene esa liberación de dejarse llevar y no hacer nada.

De podridos al río… Es la versión literal y cruda de la sentencia popular. Solo para humanos formados.




Iconoclasta

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7 de enero de 2023

lp--No viviré suficiente para llenarlo--ic


No viviré lo suficiente para acabar de escribir los grandes espacios en blanco que quedan en el planeta.

De hecho, nunca tuve esperanza.

Nunca fui ingenuo.

Triste sí, siempre ha sido un peso en mis hombros.

Quería llegar a las verdes montañas, el margen del valle, de la página en blanco…

Aunque fuera solo una línea con tinta roja; pero apenas existo ante tanto espacio, ante la desmesura del planeta y sus espacios en blanco.

No soy nada, no soy nadie.

La belleza es tan enorme como el amor y yo no sé…

No puedo abarcarlos. No podré escribirlo todo y dirá mi lápida si la tuviera: Aquí yace un fracasado.

Siempre he dicho que hay tanto tiempo que me falta vida. Ahora, a punto de abandonar el escenario, el espacio es tanto como el tiempo.

Hay un cansancio vital que invita a la muerte, que la hace dulce.

Era una batalla perdida.

No quiero añadir a la tristeza la vergüenza.

Misericordia.



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20 de diciembre de 2022

lp-- Abandonado al sol invernal--ic


No hay nieve, solo incineración y muerte.

Mentira, soy yo lo único que muere . Todo es más fuerte y vivo de mierda que yo.

Y no me gusta la muerte luminosa, humilla los cadáveres.

Los árboles han perdido su fronda protectora y el sol atraviesa sin descanso mi carne dejando ver la silueta de los huesos en mis manos.

Soy una radiografía nómada.

Un hombre invisible.

Pero no me siento hombre, no me siento nada.

No tengo hojas que ofrecer en sacrificio al sol invernal.

Exige mi piel y el alma que hay debajo…

Lo cierto es que no importo tanto como para que el sol exija nada de mí, es la cruda y cocida realidad. Fui un nacimiento anodino y busco patéticamente trascender unos segundos siquiera antes de evaporarme.

Una ceniza que camina a la desintegración…

Debí ser piedra y algo mutó que me hice cosa orgánica y combustible.

¿Dónde están los dedos de mis manos? Y mi cigarrillo…

Me aterra no tener sombra, soy íntegramente mediocridad. He perdido mi opacidad, la prueba de mi existencia.

Es estremecedora la luz, cochina luz calcinadora…

Los árboles con sus incombustibles cortezas resisten el bombardeo solar y es público silencioso de mi evaporización.

¿Cómo he conseguido morir así?

No quiero ser luz. Ni que se quiebren mis piernas de ceniza y desmoronarme en una nube de polvo en el sendero.

Y el bosque protector inalcanzable.

Es terrible, nunca he tenido suerte…

Soy un privilegiado que folla con la Dama Sórdida, la diosa podrida de la humanidad sin rostro.

Voy a morir incinerado e indoloramente aún que estoy vivo. Como si la indignidad fuera indolora.

No jodas…

Sin un ataúd que proteja mi cadáver durante un segundo siquiera.

Yo no quiero morir así.

Quiero sangrar y gritarle puta a la vida con dientes fieros, escupiendo baba roja.

Que duela morir.

No así, evanesciéndome en la luz, un alma llorando por su carne.




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10 de noviembre de 2022

lp--Arte conceptual en el bosque--ic


Me parece obscena esa agrupación de setas devorando el árbol muerto. Se alimentan mezquinamente del cadáver, pisándose, atropellándose con vulgar maldad unas a las otras para saciar su necrófaga hambre.

Es tan terroríficamente conceptual la vida y la muerte en el bosque…

La muerte no es un arte, sin embargo; es hipnótica toda esa miseria en el pie del árbol.

El hecho de que las setas no sean animales las hace más temibles, su voracidad…

Porque se han formado como un cáncer, un organismo invasor, pornográfico para la vida.

Despierto imagino que mis pies los han devorado las setas, soy un hombre hongo. Y la idea causa un chasquido neuronal que se traduce en una náusea, fumo para empujar el asco.

¿Fue así como el cáncer entró en la médula de mi tibia? ¿Son setas alimentándose de mí aún que no estoy muerto?

Por eso hay que enterrar a los muertos, para no hacer pública tamaña putrefacción.

Si mueres no es necesaria la humillación, es gratuita.

Son seres feos como yonquis de la muerte, deformes y con una sangre venenosa. Aferrándose con gula a su propio pellejo macilento para meterse un poco más de muerte en vena.

La corteza se cae a pedazos, por el tronco dejaron de subir los nutrientes. Y el cáncer, las setas, tan vivas, colonizando la muerte.

Si se movieran no serían tan siniestras…

No quisiera ser un hombre seta muerto.

¿Por qué no cae de una vez el árbol muerto? Porque así, aún en pie, parece sufrir una agonía sin fin. No puedo evitar cierta alarma atávica que nace de un instinto antediluviano.

¿Creció el árbol en un pedazo de tierra maldita?

Ni siquiera los pájaros se posan en sus ramas muertas. ¿Las setas inyectan insania a la madera?

No las ha comido ningún animal, ningún ser las ha pisado. Son un aviso de muerte, de iniquidad.

No puede ser bueno comer lo que se alimenta de muerte, sería morir al cuadrado.

Ese cáncer de hongos evoca a las multitudes humanas, a las gentes sin rostro, a setas que berrean anónimas, formando un tumor.

¿Qué le puede quedar al árbol muerto? ¿Tienen alma los árboles? ¿Es lo que ansía ese tumor de hongos? ¿Su alma?



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5 de noviembre de 2022

lp--Un hombre oxidado--ic


Soy un hierro viejo, herrumbroso, quemado… Al que las malas hierbas aferran por las patas y tiran para arrastrarlo a la madre fosa tierra.

Susurran verdemente las hiedras que no me resista, es hora de morir.

Duele menos dejarse arrastrar que resistir en la superficie, siempre es menos doliente la apatía y la rendición. Analgésicos naturales…

Se debe a una sangre generacional ya vieja, pobre e insectil que empobrece los músculos y hace humanos lacios. Y medusas en su pensamiento.

Pero no sé… No siento cansadas mis células, no veo porque se aferran a mí las malas hierbas.

Tal vez sea el olor de unos trozos de carne podrida pegados a mí que excitan a la vegetación del infierno.

La mente dice, vive y quémalas.

Y la mente aún desea; me la quiero follar, la amo con todo mi óxido y aún me queda leche en los cojones, y fuerza para escupirla con un gruñido feroz en su monte de Venus terso y salado, cuasi sagrado. Y que extienda con sus dedos la crema pornógrafa con lujuria entre los muslos trémulos.

En ese monte que he tatuado mis besos y marcado con los dientes la posesión de su alma y cuerpo…

No me dejo convencer por ningún dios por mucho poder que tenga para elevar los sarmientos de las profundas cavernas de un infierno que no existe; pero me gustaría... Si al menos en la muerte existiera un poco de magia, compraría una entrada.

Algo de magia en los cerebros para erradicar la mediocridad que asfixia como las plantas constrictor verticales como un rayo invertido.

Soy un héroe misántropo, transparente, inexistente para nadie en medio de la nada.

Es absurdo que los sarmientos me quieran arrastrar allá donde ellos viven, si nadie me quiere porque a nadie quiero; al menos, no en la cantidad suficiente para ser suficientemente humano.

Soy el hermano que siempre quiso tener la vieja torre de hierro, herrumbrosa, retorcida por la hiedra, incinerada por el sol.



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2 de octubre de 2022

lp--Botas mojadas y pies secos--ic


Vivir es absurdo, todo es lo que no parece.

Y al final sí era lo que parecía.

Te das cuenta demasiado tarde de que la envidia, la ambición y la falta de inteligencia son tan grandes, que no tienes esperanza de sobrevivir al enemigo: la humanidad.

Es inabarcable, incuantificable la sordidez y mezquindad humanas.

Por esto no me fío de la sequedad de los pies, aunque los sienta calientes. Será por infección, por fiebre.

Es de una magnitud tal la vileza y cobardía que ni siquiera la imaginación podía prever semejante estercolero de humanos que se ha formado, cada escarabajo da vueltas a su bola de excrementos y son felices así.

La única lógica que existe es vida-muerte. Afortunadamente todos mueren, aunque tarados y ambiciosos, mucho más tarde que la gente que sirve para algo y se le puede tener aprecio. Al menos un sincero respeto.

La capa sólida que piso, la de La Tierra, flota sobre una compota formada por todos los cadáveres de la historia y excrementos amasada con agua y orina. Por eso hay terremotos, porque esa podredumbre se agita y rompe la tierra.

Hay tantos cadáveres enterrados que empieza a rezumar el infecto veneno al exterior.

Lo que está podrido en vida, es podrido al cuadrado como cadáver. Y así no hay quien mantenga los pies secos.

De hecho, me da asco que las botas estén mojadas y envuelvan irremediablemente los pies.

Existe el arte y la literatura para crear mundos y situaciones, sino mejores, más intensas para combatir esta mezquindad estranguladora que pudre los pies y el alma, si existe semejante vapor. Soñé que una vagina me arrancaba la polla con sus dientes, luego quise meter la lengua porque estaba muy caliente y me arrancó la lengua y los labios… No olvidaré aquella intensidad que no existe en ningún lugar del universo más que en mí mismo. Soñé que mi padre muerto estaba cansado de verme en los sueños y me despreciaba con gesto evidente. Lo creí, y me esforcé en no soñar con los muertos por mucho que los amara.

La podredumbre sobre la que flotamos no es intensa, es de una devastadora mediocridad y previsibilidad.

El planeta es una fosa séptica llena de cadáveres y rebosa. Al mundo le faltará tiempo para convertir todos esos miasmas en combustible fósil; porque la especie humana si no ha muerto, agoniza. Está perdiendo la capacidad de ser individuo creador y el coraje para juzgar y equivocarse. Y por ello perderá el uso de la razón.

Ya se puede afirmar que la masa humana es una cosa híbrida entre insecto y mamífero con la habilidad de votar al criminal o imbécil que más aparece en la televisión y en las pantallas de sus móviles.

Por cerdo que sea.

Es mentira, no tengo los pies secos, están tan mojados que siento el frío pudriéndome las arterias y el tuétano de los huesos, como una baba invasora. Y como eufemismo le llaman tumor, cáncer, condrosarcoma, osteosarcoma, mierda en bote…

Todo es lo que parece, no hay sorpresa.

Todo lo sabía, no ha habido suerte.

Ni magia.

Ni ilusión alguna.

Las botas están tan mojadas como mis pies.

Qué desolación de realidad…




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