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15 de julio de 2024

lp--Ilocalizable--ic


Pasan raudos los minutos, sin embargo las horas quedan flotando en la constelación de la muerte, donde no llega la luz y el pensamiento es ceniza en suspensión.

Donde ni siquiera hay oscuridad, la esperanza es innecesaria y el terror no necesita monstruos para hacer su trabajo.

No hay nada y soy nada.

El reloj marca el minuto cincuenta y nueve minutos de una hora que no se indica. Se rasga repentinamente el pensamiento como una tela vieja ¿con un dolor? No sé… Y los minutos retroceden para comenzar de nuevo a contar sin cumplir las horas.

Mis horas perdidas y abandonadas…

El reloj es mi primer recuerdo tras nacer antimateria.

Si no hay más cosas que yo ¿quién reparará el reloj?

O mi mente.

¿Dónde está el psiquiatra de lo ilocalizable? ¿Por dónde camina con sus electrodos fríos para activar mis horas y el cerebro?

¿Dónde hay un minuto de la alegría?

Sin espejo no sé si sonrío, no tengo conexión con mi rostro y las manos están desintegradas en algún vacío, ilocalizables también.

Quisiera que el diablo me llevara al infierno y su luz ardiente.

Y gritar, necesito gritar.

¿Y mi rostro? ¿Dónde está?

Me quiero morir. ¿Y cómo ocurrirá si no existo? ¿Se puede matar lo muerto otra vez?

Si esto fuera un útero oiría el sonido de las tripas de madre.

Si fuera un ataúd arañaría sus paredes.

Pero soy algo ilocalizable en el vacío. Y vacío.

No siento fatiga al respirar. Hubo un tiempo y un lugar que sí, aunque no sé cuándo ni dónde.

Tampoco siento la temperatura de la vida.

¿Y si estoy encerrado en la carcasa inútil de un imbécil catatónico?

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Un hombre con un maletín y un sobre en la mano apareció en el vestíbulo del hospital mental Los Santos y se acercó al mostrador de recepción.

–Buenos días, soy el doctor Luciano Ferrero, psiquiatra. El doctor Vega, me ha solicitado un informe de contraste como segunda opinión para la familia del paciente Marcos Tirado, un adulto de treinta y cinco años con Síndrome de Down que ha entrado en trance catatónico, parece ser que irreversible –explicó a la enfermera ofreciéndole el sobre.

–Sí, pobre chico… –suspiró leyendo rápidamente la autorización del Dr. Vega.

Con la carta en la mano tomó el teléfono y se puso en contacto con la jefa de enfermería.

–Enseguida, la jefa de enfermeras Isabel Molinero, le conducirá a la habitación de Marcos y le atenderá en todo cuanto necesite. Si le apetece, mientras llega, en el pasillo de la izquierda encontrará expendedoras de café y refrescos –le explicó solícita la enfermera.

–Muchas gracias, estoy bien.

Durante los cinco minutos que tardó en llegar la enfermera jefa, el doctor Luciano evocó la cabeza del doctor Vega bajo el escritorio de su consulta domiciliaria, separada dos metros de su cuerpo y el hacha clavada entre los omóplatos del cuerpo descabezado sin ser necesario. Si hubiera llegado unos minutos antes de que la esposa saliera con su hijo para llevarlo al colegio, habría tres cabezas en aquella casa de una urbanización de lujo. Deslizó el dedo índice sobre el cristal arañándolo.

Cuando el doctor Vega escribió de puño y letra la carta y la firmó, lo decapitó.

Observaba con disgusto el mediocre exterior del hospital a través de la mampara acristalada del vestíbulo, un pequeño estacionamiento y dos parterres escuálidos adornados con malas hierbas que lo delimitaban, cuando la enfermera jefa lo interrumpió para presentarse y ofrecerse de guía y ayuda.

Los locos no prestan atención al paisajismo y la decoración, siguió pensando entre las palabras de la enfermera.

–No va a ser necesario demasiado tiempo ni medios, señora Molinero. Con los informes del paciente que han realizado aquí hay más que suficiente para una segunda opinión. Realizaré la prueba habitual de daño neuronal y ausencia de actividad motora. De hecho, no podría hacer un informe mejor que ustedes, es simplemente un trámite para que la familia solicite la ayuda al estado. Dos psiquiatras diciendo lo mismo, es premio seguro.

A la enfermera le pareció desagradable ese sarcasmo; pero supo fingir una sonrisa de agradecimiento por la cortesía profesional respecto a la valía de los informes.

Ambos se dirigieron al ascensor para subir a planta.

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Una sonrisa burlona que parece rasgar la negritud desde algún lugar del vacío insondable lo inquieta.

Y golpea la nada para escapar, o cree golpear. Algo va peor que hace unos segundos.

Incluso cree existir en algún lugar, en algún momento.

Sentir terror es mejor que sentir nada. ¿Veredad?

Hay una presencia en algún lugar que antes no presentía.

¿Huele a putrefacción?

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–Buenos días, Marcos. ¿Cómo te encuentras hoy? -saludó con familiaridad la enfermera al paciente al entrar en la habitación seguida por el doctor Luciano.

Marcos Tirado era un hombre pequeño y rechoncho de manos obesas y dedos cortos, se encontraba de pie, inmóvil frente a la cama de cara a la puerta. La bata le cubría hasta las rodillas dejando a la vista unas piernas pálidas y átonas. Sus hombros tenían una acusada forma de capilla inclinada que provocaba tristeza.

Los ojos no se movían, nada en él se movía.

Estaba absolutamente vacío.

El doctor Luciano cerró la puerta tras de sí sacó una navaja de un bolsillo de la americana, amordazó con la mano la boca de Isabel y le cortó el cuello de izquierda a derecha sin apresurarse, manteniendo el cuello hacia atrás, manteniendo el tajo abierto. La sangre salpicó la cara y el pecho de Marcos que no manifestó reacción alguna, Tras unos segundos la enfermera dejó de zarandearse y luchar contra la mano que la amordazaba y se le doblaron las rodillas. La dejó caer y la cabeza al golpear el suelo produjo el apagado y anodino sonido de un melón.

Abrió el maletín y extrajo un par de ampollas inyectables de suxametonio con las que llenó una jeringuilla sobre dosificándola.

–Te llevaré a la “luz ardiente”, poeta. ¡Qué suerte has tenido de que anduviera cerca y te sacara rápido! Hay tiempos de espera de hasta tres meses pars reparar una mala encarnación. Ocurren fallos en la ejecución del destino de las almas… No es una disculpa, sólo una explicación. Te llevaré al infierno tal y como has deseado. La cuestión es que ya no te podemos usar para llenar otro cuerpo, estás manchado por la experiencia y jugarías con ventaja. Ese dios idiota… Siempre tengo que arreglar lo que él no sabe hacer.

Le clavó en el cuello la jeringuilla y presionó el émbolo hasta vaciarla.

Marcos no pestañeó, simplemente se derrumbó con el cuerpo rígido y dejó de respirar con los ojos abiertos, sólo una lágrima espontánea producto de la asfixia se deslizó de un ojo que rodó por la sien hasta caer al suelo. Murió asfixiado en un minuto y medio por la parálisis de los pulmones causada por la sobredosis de anestésico.

El doctor se arrodilló, tiró de la barbilla para abrirle la boca y acercándose al rostro, aspiró la última exhalación. Cuando se aspira un alma es mejor que se realice con cierta higiene, si surge entre bocanadas de sangre, por ejemplo, requiere más tiempo para captarla completa.

–Gracias por su inestimable ayuda, doctor Luciano Ferrero –dijo a nadie el doctor Luciano antes de cortarse el cuello con la navaja.

–Podría hacerse con menos muertes el mismo trabajo ¬-le decía inmaterialmente al alma ilocalizable que inmovilizaba envolviéndola con su sustancia –, pero ¿por qué negarse un placer? Y no debo dejar prueba de la existencia del diablo, sería un conocimiento demasiado trascendente para los monos humanos y no lo necesitan; le restaría naturalidad a sus estupideces viviendo en una constante angustia y precaución atisbando siempre a su alrededor, incluso sería malo para el correcto descanso del sueño. Es mejor que sólo crean en dios y se sientan a salvo, ¿verdad, mi ilocalizable amigo?

–Gritarás cuanto necesites en “el infierno y su luz ardiente”.

–Y unas disculpas de ese Dios marica. Siente mucho las molestias de tu encarnación truncada. Aunque… ¡Bah! No nos engañemos, ni siquiera sabe que existes.

Por otro lado cuesta demasiado trabajo fingir cordialidad con un nuevo condenado, las buenas formas siempre dan elegancia a un trabajo.



Iconoclasta


23 de marzo de 2023

lp--666: Una epifanía--ic


Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia.

Además, sería imposible pagar solo con otra.

La decapitación…

No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil.

Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo.

Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis.

Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada.

Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello.

En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco:

¿Por qué lo matas todo, 666?

Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda…

Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso.

Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda.

Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire.

Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos.

Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío.

Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos.

Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez.

No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones.

Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina.

Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío.

Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos…

Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica?

Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable.

Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas.

Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva.

A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma.

Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos.

Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano.

Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas.

– ¡Hazme daño! –rujo.

Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes…

Y bramo.

El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse.

Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta.

Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana…

Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros…

Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais.

Bienvenidos a ella, pasad y sufrid.

Pasad y rompeos, primates.

Moriréis todos.

Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

 

8 de junio de 2022

666: “Restricciones” en la pequeña Tokio

El funcionario sanitario apostado en el inicio de la calle principal y que da acceso al viejo distrito, luce sus pulmones rosados (se los he extraído cortando la carne por debajo de las costillas, parecen repugnantes flotadores de playa) por encima del mono de papel estéril, su mascarilla… El bozal está salpicado de sangre y con la capucha en la cabeza parece un alienígena ridículo. En la pequeña mesa de camping está expuesta la parafernalia de test de antígenos, termómetros y una radio. Y su pene pequeño y oscuro, un extra de mi Dama Oscura, es detallista.

China comunista. Shanghái. Distrito Hongkou, también conocido como “la pequeña Tokio”. Una tarde cálida y húmeda como lo es el excremento blando de la enfermedad.

En definitiva, romanticismos de monos aparte, el barrio, un trazado caótico de viejas y estrechas calles rurales y ruinosas casas, es un vertedero de primates hacinados. La pobreza de sus sueldos y el robo al que son sometidos por el estado comunista no les permite acceder a la zona moderna de la absurdamente rica ciudad. El distrito Hongkou es como una rata sarnosa infestada de pulgas correteando por el centro de una ciudad ultramoderna y ultra millonaria (solo para los líderes importantes del Partido Comunista, unos pocos).

Zhou es un primate macho chino de treinta y dos años. Por supuesto, está afiliado al Partido Comunista Chino y su ambición máxima es escalar hasta la clase social de funcionario humilde. De momento, gracias a sus mamadas a míseros burócratas, ha conseguido licencia para tener un segundo hijo, ya que el primer nacimiento fue una niña, y el segundo hace apenas un par de semanas, al fin el niño deseado. Es un miserable operario de tricotosa robótica en una fábrica textil, y también el chivato de la empresa, propiedad de uno de esos corruptos y poderosos funcionarios de la Asamblea.

El “Soviet” Chino tiene decidido para un futuro próximo que las casas de la pequeña Tokio sean derrumbadas con sus habitantes dentro, porque chinos que contribuyan con su esclavitud a la riqueza de la clase de los poderosos funcionarios, no faltan. Por eso los matan y es tan cotidiana la pena de muerte arbitraria y corrupta.

Odio Oriente en general por su constante y caliginosa humedad, este vapor pegajoso que me envuelve me enfurece. Sin embargo, me gusta el efecto perlado que causa en la piel bronceada de la Dama Oscura, es como el rocío de su coño en todo su cuerpo.

Siento cierta incomodidad enojosa con la sangre del primate que he eviscerado, es como un barro maloliente que no acaba de secarse nunca.

El clima subtropical húmedo de Shanghái es nefasto para ellos mismos, porque lo que no me gusta hará que los mate en mayor número, que los descuartice en serie. Que destripe a sus crías de mierda ante ellos y los asfixie con sus tiernos intestinos embutidos en sus bocas mierdosas, en la de sus padres.

Shanghái es una colmena para almacenar verticalmente ganado humano con una visión futurista y opulenta. Las viejas casas representan un absurdo desperdicio de suelo útil y los que las habitan no importan a nadie de la Asamblea Popular Nacional, una pocilga lujosa y limpia, atestada de altos funcionarios y burócratas que gobiernan la respiración y el ritmo cardíaco de sus reses porcinas.

Se dirige a su casa por una empedrada, desierta y apestosa calle, oscura y silenciosa. Silenciosa por el temor de los miles de habitantes apresados y sometidos a la violencia del gobierno chino y sus sicarios. Ha finalizado su turno de vigilancia.

El mediocre e insignificante Zhou capitanea a un grupo de primates como él, voluntarios que se dedican a reinar con mano dura sobre la gente controlada y asfixiada por las represiones del covid, bien en sus casas cuando las invade para inspeccionar, bien en los campos de concentración fabricados apresuradamente. Que nadie salga, que nadie hable, que nadie pida, que nadie se lamente.

Como su puesto de trabajo está cerrado por los encarcelamientos de la dictadura china y su política de “cero covid”; se dedica a tiempo completo a la extorsión de sus vecinos. Las dictaduras primates son el paraíso de los mezquinos, donde a base de sexo anal o vaginal, mucho oral y asesinar a vecinos y amigos con denuncias, los más cerdos de los cerdos, pueden subir un poco por encima de la miseria, y escalar a puestos que les otorgará algún privilegio y una casa con cagadero privado.

Los monos sometidos a una dictadura comunista ideológica como la de China con decenas de años de asesinatos y abusos decretados y cometidos por los señores de la vida y la muerte de la Asamblea Popular Nacional, han creado decenas de generaciones de monos chinos castrados mental y de hecho, genitalmente, ya que solo se pueden reproducir con el permiso expreso de sus criadores.

Y en China, en mayor medida y paranoia que en otras naciones con idéntica filosofía a implantar en un futuro muy próximo; una epidemia se trata como en toda granja de cerdos: sacrificando a los enfermos, y a los posibles llevándolos al hambre y la asfixia hasta asegurar que el brote de peste porcina (un coronavirus en este caso) ha sido controlado.

Las restricciones consisten ni más ni menos en mover a la población a grandes guetos o gulags donde esperar que mueran por sí mismos, bien de hambre, bien de enfermedad, por cualquiera de las mucho peores que el coronavirus o covid corren en esos lugares insanos, auténticos barrizales formados por excrementos y orina humana.

Y los que no son deportados, siguen condenados a un encarcelamiento domiciliario y hambriento; controlado con cientos de miles de funcionarios ejerciendo de Gestapo china, una masacre total que solo un pueblo con decenas de años de acondicionamiento mental puede soportar sin protestar demasiado.

El control veterinario (sanitario le llaman eufemísticamente), está formado por funcionarios que ejercen como los médicos hitlerianos que medían y torturaban a los judíos, maricas y otras razas cuando ingresaban en los campos de exterminio. En China, si durante un decreto de encarcelamiento se sufre un infarto, te dejan morir. No existe atención médica ni siquiera para las parturientas. Solo se atienden casos de covid para sacrificar al infectado o clasificarlo en algún campo de concentración según su casta social o si es un buen ciudadano.

La pareja de policías nos grita algo; se dirigen a nosotros con sus bozales blancos, impolutos. Sobre los monos de papel, las armas y radios. Al de la izquierda le disparo en los genitales, al otro directamente en el bozal y la quijada desaparece en un estallido de dientes y hueso.

El del tiro en la polla grita retorciéndose en el suelo con las manos entre las piernas, le pateo la cabeza hasta aplastarla, momento en el que deja de lloriquear.

La Dama Oscura acaricia mi paquete genital evidentemente excitada.

Es tan impúdica…

Hay primates mirando desde las ventanas, tras los cristales; evitando ser vistos, con suma cautela. No les importa los que mueren ahí fuera; y mucho menos si son funcionarios; si no hay algún colaboracionista de la dictadura entre ellos, no llamarán a la policía.

China pretende demostrar al mundo su poder sobre la vida y la muerte. Y por supuesto el control veterinario de su población. Todo para dar idea de prestigio y liderazgo férreo ante los líderes políticos occidentales. Desea monopolizar la modernizada ruta de la seda y enriquecerse (su centenar de poderosos funcionarios) con tasas de mercancías que entren o salgan de su territorio, marcando los precios a pagar por las sociedades consumistas occidentales por los productos que fabrica y erigirse así, en centro neurálgico de la economía mundial. Y para ello debe ser feroz y apoderarse o controlar los puertos de las distintas naciones orientales en los mares Oriental y Meridional de China, Japón, Amarillo e incluso los de Filipinas e Indonesia.

Ningún primate por poderoso que sea podrá sobrevivir a mí. Soy un dios que mata a dios. Un dios que odia todo lo humano, todo primate que respira. Extinguiré la plaga de monos humanos de la faz de este planeta que ese dios maricón creó.

Descuartizo a ateos con el mismo afán que a crédulos, con la misma furia. Con el mismo grado de dolor: infinito. Incluso suplicarán la existencia de un dios cualquiera cuando les escarbe los ganglios linfáticos de los sobacos con mi puñal caliente de sangre y pus. Lo digo porque en China más de las tres cuartas partes de la población es atea. Cosa bastante rara, porque los ateos suelen ser menos serviles… Será esa mansedumbre e indolencia una cuestión de raza o genética, como ocurre con las dictaduras en España o las africanas e hispanoamericanas, por ejemplo.

Zhou es un primate orgulloso, no tiene cerebro, solo una mezquina ambición y una envidia feroz. Jiao, su esposa, no lo quiere se casó con él porque debía hacerlo, para asegurarse casa y alimento. Se quedó preñada sin ningún tipo de alegría ni apreciar en lo más mínimo la polla de su corrupto y venenoso marido.

Es la historia común de millones de matrimonios chinos.

Las solteras chinas acaban apuñaladas por algún funcionario humilde o burócrata que las folla por nada, sobre todo en las zonas rurales, cuyos alcaldes actúan como auténticos capos mafiosos.

Zhou ha entrado en uno de esos indefinidos y monocromáticos edificios ruinosos.

La Dama Oscura avanza para situarse frente a mí.

–Mira 666, mete los dedos en mi raja, estoy ya anegada, viscosa.

Llevo la mano bajo la microfalda de cuero. Antes de hundir los dedos en su coño, siento la daga, fina como un estilete que lleva ceñida al muslo cuyo mango le roza estratégicamente el sexo que parece latir. Mis dedos se precipitan en ella y es tan cálida y tan resbaladiza su vagina que lanzo un grito atroz y le beso los labios que le sangran. Y los míos también, es voraz.

Cientos de persianas y ventanas se oyen bajar y cerrarse.

Dos voluntarios del comité vecinal a prudente distancia de nosotros, no nos piden documentación ni les importa que rompamos su confinamiento porcino, solo quieren vivir. Aún les queda ese instinto primigenio de presa, de temor a ser devorados.

Todo la cochina Shanghái ha escuchado mi grito; pero los primates hacen como que no ha existido semejante alarido. Es tan ancestral en los primates el terror que despierta mi ansia depredadora, que atávicamente saben que no hay posibilidad de vivir cuando me manifiesto. Sus cerebros entierran el sonido de mi ira como si no hubiera ocurrido algo tan espeluznante.

Hay un silencio sepulcral en todo el barrio y no es por miedo al estado comunista y sus sicarios extorsionadores.

Yo soy el cero absoluto de la vida.

Accedemos al portal, hacia el segundo piso, los primates dejáis siempre una estela de hedor en el aire tan fácil de seguir… Nacisteis para ser cazados y exterminados por mí.

Odio los insectos y su conciencia imbécil.

La Dama Oscura sube delante de mí y tomándola por la cintura la detengo en la escuálida escalera para hundir mi lengua en su ano. Jadea y con la mano oprime mi rostro contra sus nalgas, favoreciendo con movimientos de cintura que mi lengua penetre profundamente.

Llegamos a la puerta del apartamento. El puñal pulsa ardiendo envainado entre la carne de mis omoplatos, la pesada Desert Eagle .357 encajada en la cintura del pantalón, en la espalda, cargada de balas prácticamente desintegradoras; acentúa más mi erección cuando acaricio la culata bajo la camisa.

Rompo la puerta de una patada. La mujer está sentada dando de mamar al pequeño bebé que apenas tiene un par de semanas. Se lo arranco del pecho a la fea y pequeña Jiao y la derribo con una patada frontal lanzándola al suelo, grita aterrada. La Dama Oscura saca su daga del muslo izquierdo y se dirige a la cocina donde Zhou se asea. El lavabo es un zulo apestoso comunitario en los bajos del edificio.

Cierro la mano encima del cráneo del bebé y hago girar la cabeza. Su flexible cuello se parte suavemente y sigo girándola hasta que, como ocurre con las gallinas, se desprende del tronco. La dejo encima de la mesa, sobre los platos de la cena para el macho. El cuerpo lo dejo caer al suelo con desgana. Por un momento, reflexiono sobre la naturaleza humana. ¿Cómo es posible que en un cuerpo tan pequeño, una cría de primate almacene tanta sangre?

Para que calle la mona china, me agacho y le doy un puñetazo en la sien, su ojo derecho se opaca de sangre y rueda por el suelo muy cerca del cuerpo decapitado del bebé.

La Dama Oscura ha clavado el estilete en la garganta del miserable Zhou, de tal forma que ha afectado con precisión a las cuerdas vocales, está mudo y no sangra demasiado, al menos por fuera.

Cuando ve la cabeza de su apreciada cría de macho sobre el plato de tofu frito, se arrodilla ante mí pidiendo perdón.

El salón está pobremente iluminado por una débil luz que da un ambiente anaranjado y hace la sangre menos llamativa. Es deprimente la pobreza y su luz.

La Dama Oscura se arrodilla y sus preciosos muslos sudorosos se muestran obscenamente. Pincha con la daga las ubres plenas de leche de Jiao aún traumatizada en el suelo. Y sí, abre el ojo sano desmesuradamente y entro en su mente para que no grite, me da dolor de cabeza. La sangre que le mana del pezón rajado es rosada. La Dama Oscura la ayuda a incorporarse metiéndole la mano entre las piernas, masajeándole el coño para excitarla.

Su hija de cuatro años yace en un catre, tras una cortina de plástico en el salón. Se llama Mei, me lo dice su mente, la de Zhou.

– Abre la cortina, mono –le ordeno apuntándole a la cara con la Desert.

Con la mano en la garganta se apresura a correr la cortina, la pequeña nos mira asustada. Le disparo en la cara y su cabeza desaparece.

El padre se lanza contra mí histérico, lanzando débiles e infantiles puñetazos. Saco el puñal de entre los omoplatos y se lo clavo en el vientre, luego corto hacia la derecha, hasta que aflora un trozo de intestino. Cae al suelo retorciéndose, conteniendo la tripa entre los dedos.

– Dime Zhou, ¿cuánto dinero les sacas a tus vecinos por no meterlos en el campo de concentración?

Es una pregunta retórica, no me interesa ni él ni los oprimidos, solo quiero que entienda que la vida de sus hijos me ha importado nada. Que soy un tipo muy llano y directo.

Seidriel, el ángel de Dios que vela por las almas de los niños se manifiesta en este miserable salón comedor y siento una incómoda sensación de claustrofobia, somos tantos…

Con un tono afectado, y un rostro teatralmente dolorido me dice:

– ¿Qué has hecho, hermano de negra luz? Son tan pequeños… Deja que cuide sus almas.

La Dama Oscura orina sonoramente ante él con un potente chorro.

El pueril Seidriel sostiene beatamente el cuerpo del bebé que gotea sangre manchando las mangas de su afeminado camisón blanco.

Le pego un tiro al idiota que arranca unas cuantas plumas de sus gigantescas alas blancas al salir la bala por la espalda. Su sangre es blanca, me repugna. Parece que dios los rellenó con su semen para darles vida.

–Ve con tu dios maricón. Lárgate de aquí.

Y entonando un salmo con voz aflautada, se eleva despareciendo por el techo del salón hacia la nada. Hacia dios para que lo cure.

La Dama Oscura no puede evitar una carcajada. Rasga el pantalón de Jiao y le arranca las toscas bragas de algodón. Mi mente aún la controla. La Dama Oscura la adorna con unas zanahorias sin limpiar; cuando se las mete en la vagina su rostro no muestra emoción alguna.

Mi Oscura baja la cremallera del pantalón y saca mi falo; luego, tomando a la mona por los pelos la obliga arrodillada, a tragarse el rabo. Pincha los ojos de Zhou, que está a mis pies, a mi siniestra. Y dejo que grite, que le duela hasta el infinito. Y arrebatándole el intestino que tiene entre los dedos, lo enreda en mi mano. Se coloca tras la grupa de Jiao y hace oscilar adentro y afuera las zanahorias en el coño de la mona que jadea con la boca llena de mí, aunque no quiera.

Y eso crea una vibración en el pijo que me vacía de sangre el cerebro para alimentar mi glande insano. La Oscura se frota el erecto y brillante clítoris, y todos disfrutamos en mayor o menor grado de mi gracia maldita. Desearía que alguien hiciera una foto, que incluyera además el plato de tofu frito con guarnición de cabeza de primate lechal. Nada es perfecto…

En el momento el que la leche empieza a crear presión en los conductos seminales y se forma el orgasmo, alzo la mano con el intestino de Zhou enredado en ella, y saco de su vientre al alzar el brazo un metro y medio de tripa sangrante. A estas alturas aunque no está muerto, le queda tan poca vida que su cuerpo no sabe si aún vive o está muerto y su cerebro está ya apagando la red neuronal.

Lanzo un rugido de poder cuando el semen rezuma negro de la boca de la mona. Sus labios se queman y el veneno le baja por la garganta cauterizándola. La Dama Oscura se incorpora y me abraza por el torso, besando mi espalda, profesando amor. Comparte la tripa de Zhou enredada en mis dedos tirando de ella hasta que se desprende de su cuerpo.

Le masajeo el clítoris sin cuidado, con brutalidad; hasta que se corre estruendosamente en mis dedos, que lamo ávido.

Muy pronto los monos comprenderán que hay cosas peores y más infames que enfermarse de un constipado o de una gripe.

A los primates hay que educarlos con crueldad, con una crueldad que ni siquiera el estado podría imaginar jamás. Es la forma de que entiendan quien manda, quien decide realmente quien vive o muere.

Devuelvo con mortificante dolor el puñal a la carne de mi espalda y recupero de la cintura la Desert, aún no ha acabado la fiesta.

A mi Oscura le doy otra pistola que he conjurado del infierno, de mi húmeda y oscura cueva.

Disparo hacia la cocina perforando el tubo del gas y enciendo las barritas de incienso del pequeño altar budista que decora el salón.

Salimos del apartamento, siento las miradas de los primates a través de las mirillas, oídos pegados a las puertas. Subimos hasta el cuarto y último piso. Disparamos a todas las puertas, la sangre de los curiosos mana por el resquicio con el suelo y hay gritos de dolor.

Por fin suenan cercanas las sirenas de policía y ambulancias. Cuando acabamos de disparar a las puertas del tercer piso, los vecinos bajan precipitadamente a la calle, sin bozal, sin importar si está prohibido de mierda salir de la casa.

Una vieja cae escalera abajo y mientras rueda le acierto con cinco balazos que la convierten prácticamente en una hamburguesa fresca y jugosa. No era necesario, porque su cuello está roto.

Matar no es una necesidad, es un placer.

Mi Dama Oscura pisa con glamour su rostro muerto en el descansillo.

En la planta baja disparo al tubo general del gas, enciendo un habano H. Hupmann y sin apagar el encendedor, aproximo la llama al chorro de gas que crea una generosa llama de dos metros que silba con fuerza.

El apartamento de Zhou estalla. Cierro la puerta del portal ignorando a los primates que en la calle discuten con la policía y los comités vecinales. La Dama Oscura, con el rostro iluminado del color del infierno, me besa la boca y metiendo la mano por la cintura del pantalón masajea mis cojones y retira el prepucio para acariciar el glande. Y gimo…

La elevo tomando sus muslos y la penetro, golpeando su espalda contra la pared.

Algo se derrumba y baja una nube de polvo y humo por la escalera, me corro en ella mientras grita y de su coño gotea el semen en mis botas. Aún en mis brazos, baja el tirante de la camiseta de seda negra, ofreciéndome el pezón para que lo lama mientras regula su respiración agitada.

Sudamos ambos, el rugido de la llamarada del tubo de gas y los movimientos de derribo de los pisos superiores, crean nuestro infierno perfecto.

Nos llega un nuevo griterío, las llamas han prendido los edificios adyacentes y una nueva oleada de primates chinos se precipitan a la calle escapando del fuego.

Cuando abro la puerta del portal con el puñal en la mano, oculta la hoja dentro de la manga de la camisa, nadie nos presta atención, bomberos, policía y ejército intentan contener a la masa y piden por radio autocares para transportar a la gente a campos de concentración para evitar que la epidemia de coronavirus pueda extenderse más allá, hacia la zona de riqueza.

Un soldado aparece entre la muchedumbre que apenas cabe en la estrecha calle. Nos observa con suspicacia y se acerca.

– Pasaportes –exige con el subfusil en la cintura apuntándonos con el cañón.

La Dama Oscura se abraza a mi bíceps, demostrando temor y timidez.

Llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón.

La otra mano le clava el cuchillo bajo la mandíbula y bajo el filo hacia la tráquea. No permito que se caiga. La Dama Oscura lo sujeta por un brazo y mantenemos el cadáver derecho. Con sigilo, lo dejamos caer en el portal que arde en el interior.

–Queda poco, mi Dama. Ya llega el camión. La tomo de la mano y la conduzco doscientos metros más allá del gentío, hasta una bocacalle de apenas un metro de ancho. Nos ocultamos en su penumbra.

Hay aproximadamente unos cuatrocientos primates entre vecinos, funcionarios, policías y bomberos, la estrecha calle está atestada de gente. Es un caos.

–Treinta segundos –le susurro a mi Oscura antes de hundir mi lengua en su boca.

La calle tiene el ancho justo para que un camión de gran tonelaje pueda pasar, sin espejos retrovisores, incluso las manetas de las puertas rozarán contra ambas paredes.

Un claxon neumático suena con fuerza, como un buque.

Y de repente los gritos de pavor de los primates se elevan por encima de todo. Unos buscan refugio en portales ya cerrados, otros quieren llegar a nosotros.

El camión está ya encima de ellos, el conductor, al que le corté los párpados en la autopista en una estación de servicio, la última antes de que la autopista se transforme en una avenida de Shanghái, es solo un robot, una cáscara sin alma. Policías y militares disparan para detenerlo; a pesar de que las balas lo hieren, el conductor no aminora la marcha, no muestra expresión alguna. Destruyendo señales y postes que sobresalen de las fachadas, embiste a la multitud, que es aplastada por decenas bajo las ruedas, las dieciocho ruedas del remolque que parece eterno. La tractora llega hasta nosotros y los globos oculares del conductor me miran húmedos. Con las pupilas dilatadas de dolor y pánico.

–Acaba el trabajo, mono –le ordeno con hostilidad.

Y pone de nuevo el camión en movimiento, hasta que los veinte metros de remolque rebasan la bocacalle en la que nos refugiamos. Luego, haciendo rugir el motor, lanza el vehículo marcha atrás contra la multitud, o lo queda de ella. Apenas nadie grita, por lo cual el sonido de cabezas y huesos aplastados llega claro hasta nosotros, un chapoteo sangriento. De nuevo, hace otra pasada y se detiene ante mí, esperando sin expresión lo que dicte mi voluntad.

Por fin el silencio. Le disparo tres veces en el rostro.

La calle se ha tapizado de carne, huesos y vísceras. Es un barro infame. Apenas puedes distinguir los cuerpos.

Con puñaladas en la nuca como a las reses, sacrificamos los que aún no han muerto, cuyos miembros están aplastados contra los adoquines. No es un acto de piedad, es nuestro placer, un sereno y relajado matar.

La Dama Oscura resbala al pisar un torso aplastado y ensangrentado y cae de culo al suelo, se ensucia de sangre y restos cárnicos, no lleva bragas. La limpio minuciosamente con la lengua y ella se me corre en la boca. Se corre otra vez…

Maldita sea, el deseo hace el mundo de color rojo sangre y siento deseos de cortarle la cabeza que sacude con espasmos corriéndose. Me contengo…

Podríamos celebrar nuestro acto en un buen restaurante de la zona rica; pero este confinamiento lo tiene todo cerrado.

Y no saben que hay cosas peores que un resfriado. No saben que si viven, es porque yo así lo permito.

Tengo una legión de ratas infectadas de peste neumónica en el infierno, tal vez sea hora de que los primates evoquen tiempos pasados.

Y controlar con más efectividad la plaga humana.

Sin embargo, soy un artesano de la muerte… Un romántico empedernido.

Tengo tiempo, todo el tiempo del universo para matar primates.

Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


14 de julio de 2020

666: Una tranquila tarde en el parque


Lo que suele ocurrir con la fe en las divinidades, es que se desvanece con la madurez intelectual y, a lo sumo, se convierte en un vicio adquirido o costumbre el pedir cosas a la divinidad cuando las cosas van mal.
En definitiva, una vez superada la adolescencia, la fe se convierte en una tradición familiar como tirarse pedos.
Morir está demostrado que no tiene mayor trascendencia que un disgusto para las familias del primate muerto. Por consiguiente, haz lo que debas y como puedas.
Bueno, me parece bien que no creáis; pero en mi húmeda y oscura cueva hay millones de almas pidiendo paz, esperando que algo los libere del dolor y del eterno miedo.
Huelga decir que, atente a las consecuencias de lo que hagas. Por eso es habitual el suicidio entre los primates que han cometido actos abominables a ojos de la miserable humanidad.
Por cierto, yo soy acto y consecuencia; pero vosotros no. Nada impide que os pueda volar la cabeza de un tiro si es mi capricho.
No intentéis imitarme y pretender ser longevos.
Que hayáis llegado con cierta dificultad a la madurez mental, no quiere decir que yo no exista.
Otro consejo: si intentáis hacer lo que yo y pretendéis hacerlo bien, no os debe importar el sexo o edad del mono. Todo tiene sus pros y sus contras: un bebé suele desaparece entero si le aciertas con un 50, tiene un cuerpecito muy pequeño para tanta masa de muerte disparada. Eso sí, es muy dramático (bueno a mí me parece de risa). Y a un macho adulto le puedes pegar cuatro buenos balazos antes de matarlo si no le das en la cabeza o la médula espinal; lo que lleva a disfrutar de su agonía, aunque sea unos segundos.
Dicho esto, procedo con la masacre indiscriminada. Me encuentro en un tejado de un edificio en construcción, en Gotemburgo (Suecia). Es agosto, el corto verano arrastra a los primates suecos masivamente a las calles para acaparar todo el sol que puedan tras un invierno largo como mi verga. Mi ciudades favoritas para masacrar son las más pobres, cuanto más miserable es un primate, más disfruto. Es por aquello de meter mierda sobre la mierda.
Cuando tu esencia es el mal, has de hacerlo provocando los mayores daños posibles sobre los seres más desgraciados, es donde reside el mal más inquietante.
Sin embargo, cuando me siento tranquilo o pretendo alejarme de ciertos momentos de tristeza de la Dama Oscura (cuando está triste o pensativa, me parece más humana y temo descuartizarla), busco ciudades fáciles, limpias y donde los primates no están acostumbrados a vivir momentos de extrema violencia.
Allí hago mi trabajo de una forma más relajada, un poco menos salvaje y puedo recapacitar sobre otras cosas mientras os masacro.
Concretamente me encuentro en el distrito Johanneberg; entre unos sacos de cemento y otros materiales de construcción a mi espalda, mantengo inmóvil anulando su voluntad, a uno de los albañiles que trabaja en la construcción de este edificio de veinte plantas. Son las cinco de la tarde y ha acabado la jornada de trabajo, y también la vida para el bueno de Merkel. El hecho de que aún respire es puramente accidental, morirá sin lugar a dudas, yo soy Dios; aunque no como ese maricón que se masturba incontinente con los angelitos del quinto coro celestial.
Apunto hacia un parque público de una buena extensión con distintas zonas de equipamiento infantil y gimnástica; y caminos para correr e ir en bicicleta o patines. Hay muchísima gente, que dadas las fechas, ya ha hecho sus vacaciones o esperan comenzarlas. Mientras tanto, se entibian con el fresco verano sueco.
Dispararé desde unos doscientos a trescientos metros de distancia, con un fusil ruso SVKK-14S Súmrak con munición CheyTac 408 (10.3 mm), velocidad de la bala (gloriosamente demoledora): 900 metros por segundo.
Las armas de fuego, son lo único bueno que ha inventado esta especie de monos que el maricón Dios creó por casualidad.
Una mujer da el pecho a su bebé.
La Dama Oscura esconde su tristeza, aunque no puede engañarme, hace unas horas ha abortado el feto de lo que podría haber sido un hijo nuestro.
Por mucho tiempo que lleve conmigo, es humana y de vez en cuando le asaltan los instintos primates. Y es entonces cuando está más desprotegida ante mi maldad. Cuanto más muestra su cara humana, mis deseos de descuartizarla aumentan hasta el punto de sudarme la palma de las manos y me las froto contra mi rígida polla en un acto masturbatorio que precede, invariablemente a la aniquilación de la vida.
Apunto a la cabeza del pequeño mono mamón y disparo.
Ella lo sabe, mi semen negro es incompatible con la vida, puede desarrollar tumores, malformaciones incluso seres vivos que abrirán los ojos para sentir y padecer su muerte inmediata.
Fumaba aburrido uno de mis habanos en mi trono de piedra, cuando ella apareció desde nuestra alcoba en las tinieblas, con las manos ensangrentadas me mostró una masa de carne negra, como una hamburguesa quemada, entre ella habías vísceras de mono en miniatura.
El feto se había formado con todos los órganos hacia el exterior.
Se le calló de su maravilloso y acogedor coño cuando meaba.
La bala ha acertado la cabeza del bebé, la ha deshecho y ha destrozado la mama y luego, el corazón de la madre. Nadie ha oído la detonación desde el parque, la sangre mana de los dos cuerpos como un jarabe tranquilo y madre e hijo se han mezclado de una forma artística.
Pareciera que la cabeza del bebé ha sido devorada por la teta de la madre, es tan grotesco que siento ganas de gritar. Porque solo se puede apreciar el muñón del cuello del lechal dentro del pavoroso agujero que ha desintegrado el pecho. Debería sacar fotos para una exposición en el infierno.
Un pequeño trozo de cráneo está pegado al rostro de la madre muerta.
Bebé devorado por madre monstruo….
No vive nadie, nadie puede vivir en mi húmeda y oscura cueva; pero me gusta el arte, tengo mis aficiones.
¿Por dónde iba? 
¡Ah, sí! Tomé el feto de sus manos y lo devoré, luego escupí los huesecillos, más que huesos, eran puro tendón.
-Ya lo sabías ¿no, mi Oscura? -le dije aspirando el habano.
-Soy tonta, a veces tengo esperanza.
-Sabes que no podría vivir, aunque lo parieras sano, lo mataría. Es inevitable.
Por toda respuesta, se sentó en el suelo entre mis piernas, y acarició distraída y melancólicamente mi pene que goteaba una baba espesa por ella.
Eyaculé sobre su cabello y su rostro. Mi Dama Oscura se sintió mejor, es voraz y voluptuosa hasta en la melancolía. La amo, me resisto a destrozarla.
Y para evitar matarla, Suecia y su verano relajante es ideal.
Un hombre corre por uno de los senderos, lleva unos auriculares llamativos y el teléfono en una funda que envuelve su brazo por encima del codo.
Apunto a su rostro de perfil, disparo.
Y desaparece del campo de visión de la mira.
Ha caído panza arriba y sufre espasmos, su rostro es un amasijo de carne, dientes y otros huesos que se han mezclado con el cabello negro y largo. Un ojo ha reventado y la nariz desaparecido. Le disparo de nuevo a una de las rodillas que se agitan espasmódicamente, el pie con la tibia se desgajan de su cuerpo. 
Os aconsejo este fusil ruso, es simplemente perfecto y de una potencia que raya la pornografía por lo dura que te la pone su precisión.
Le disparo de nuevo, esta vez a al cuello. La bala rompe la médula espinal y la cabeza queda sujeta al cuerpo, tan solo por un tendón.
Los monos ya han empezado a gritar en sueco y correr de una lado a otro con sus crías.
En fin, pasado el primer momento íntimo de la sorpresa, ya no puedes esperar disfrutar de igual forma, así que consigo abatir sin demasiada alegría, casi con aburrimiento, a tres machos adultos y uno anciano, cuatro hembras de diversas edades y seis crías de entre doce y cinco años.
Le vuelo la cabeza a Merkel el albañil y abandono el rifle sobre su pecho. Las huellas no coincidirán; pero me suda la polla, mi impunidad es simplemente divina. Solo pretendo añadir al horror y el sufrimiento, desconcierto.
Antes de volver a la húmeda cueva, me paso por Turín, Italia. En un parque empresarial que ya apenas tiene actividad (son las ocho de la tarde), localizo a una secretaria de dirección sentándose al volante de su coche para volver a casa. La decapito con mi puñal teniendo especial cuidado en no ensuciar la mascarilla estampada con flores. Las secretarias de dirección suelen estar buenas, porque el mono empresario quiere cosas follables cansado de su mujer. No es necesario que sean ni siquiera secretarias.
Le meto los dedos en el coño: es suave y está aún sucio de semen. Invado su sistema nervioso central y masturbo el cuerpo decapitado que se agita grotescamente en el asiento corriéndose.
Con los cadáveres recientes puedo hacer cosas que os harían enrojecer, primates.
Le gustará a mi Dama Oscura, tiene una colección de cabezas de primates disecadas que abarcan ya desde el año 1400
Aún no tenía una cabeza del tiempo del coronavirus.
Espero que eso le levante el ánimo, por su bien. Y por el mío, no quiero estar sin ella.
No quiero que esté triste y recordar que es humana.
Cuando llego a mi cueva, me espera sentada en el trono de piedra, con su vulva obscenamente expuesta, ya que apoya las piernas en cada uno de los líticos reposabrazos. Como si fuera a parir.
Es tan brutal, tan amada…
Y me regala tal mamada, que creo que los intestinos se me salen por el sísmico orgasmo que genera su boca divina.
Luego la jodo por el culo y nos vamos a comer una pizza a España, que hay mucho que matar aún.
Siempre sangriento: 666.






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de julio de 2020

Teofanía


Ayer tuve una teofanía durante uno de mis paseos asilvestrados.
Dios me preguntó si necesitaba algo: dinero, salud, amor, sexo o suerte.
Le dije que no, nasti de plasti. Aunque estuve tentado de pedirle unas gafas de sol molonas dada la potencia lumínica de su manifestación.
El muy zorro es malo como la peste; los favores los cobra con usura y podrías pasar los próximos doscientos mil millones de años pagando su favor de mierda.
Es mejor comprarse un coche de lujo con tu salario de mierda, financiado a precio de prostitución infantil que, pedirle a Dios una mísera cura de un dolor de uña.
Se sintió un poco molesto de que una de sus creaciones no se hincara de rodillas frente a él para hacerle una mamada. Soy un tipo experimentado en psicología de supervivencia y mediocridad.
Me preguntó por la familia y le dije que “Los que no has matado, están vivos ¡psé! Y supongo que bien”.
Y se alegró, aunque un tanto descolocado, seguramente porfiando por mi tono.
Le dije que no era para tirar cohetes, no todo es salud de mierda.
Aumentó un poco su potencia lumínica y entendí que tenía unos grandes deseos de incinerarme. Yahvé es un dios celoso y furioso.
Así que le dije con voz humilde: “Oye, me estoy meando. Luego hablamos ¿vale?”.
“Si tienes problemas de próstata te curo ya mismo”, se ofreció solícito.
“¿Qué cojones me está preparando este cabrón?” me pregunté ya alarmado.
Así que me saqué la polla y me puse a mear delante mismo de sus rayos foto-divinos, tuve que apretar fuerte el culo para que el chorro fuera potente y no sospechara de mi próstata y la urgente necesidad de curarla.
Se le escapó un rayo como un pedo y dejó caer una gran tormenta sobre mí y apagó su luz de mierda.
Esperé que se me apareciera el diablo (ambos son culo y mierda) para pedirle ropa seca, sus intereses por intervención sobrenatural son mucho más bajos; pero tras esperar veinte largos segundos no apareció, y eso que miré atentamente entre la maleza a ver si se arrastraba siseando una asquerosa serpiente hacia mí; pero nada.
Y como soy un cauto optimista, me dirigí mojado a casa; pero a salvo de la ruina y mi polla ilesa.
Dejo foto de la teofanía.
No todo en internet es mentira.
Me refiero a no todo lo que YO escribo, lo demás es para pedirle a Dios que te limpie el culo con ello.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

25 de octubre de 2019

Rescate


Si fueras la primera mujer, Eva, lamería tu hoja de parra hasta deshacerla en baba para llegar a tu coño y erizar con mi lengua dura, violadora y hambrienta tu clítoris; convertirlo en gelatina temblona.
No pretendo ser Adán. Soy un montaraz diablo.
Y no será necesario que muerdas la fruta prohibida, bastará con que te lleves mi rabo a la boca para ser rescatada de ese repugnante paraíso en el que te encerraron, amor.




Iconoclasta

8 de junio de 2019

666: parejas sumisa - macho


Son tiempos normales, apacibles. No hay nada extraño y todo es mejor que hace cientos y cientos de años atrás por muchos feminicidios, infanticidios y parricidios que haya.
La tan cacareada violencia entre machos y hembras primates es casi inexistente, comparando a los primates actuales con los de hace simplemente cinco mil años. Hoy día son unos rumiantes inofensivos que jamás usan la violencia con sus parejas reproductoras.
Que un macho le pegue una buena paliza a una hembra, aunque habitual en las noticias, es un hecho puntual que estadísticamente no influye negativamente en la expansión demográfica de los primates, sois tantos que la muerte de una hembra o macho no significa nada.
El asunto de los asesinatos “de género” como pomposamente los llaman, son meros hechos anecdóticos y noticiosos para llenar espacios de noticieros y prensa.
Los humanos, sois plaga. No es preocupante que muera un mono o mona reproductoras y toda su descendencia.
En algún momento todo cambió y algunas hembras aprendieron a conocerse y poco a poco (tan poco a poco que les ha costado milenios poder entrar en los círculos de poder) se han hecho poderosas algunas líneas genéticas de monas. Los monos machos no han cambiado, son idiotas en todas las eras geológicas y sociales del planeta.
Las mujeres prehistóricas y antiguas no veían maltrato en las palizas y violaciones a las que eran sometidas a lo largo de sus cortas vidas. Nunca sintieron placer (como muchas hoy día, los machos más machos no saben follar y las dejan hambrientas y por tanto, putas). Hombres y mujeres eran animales en estado puro, incluso hasta hace apenas tres siglos atrás. El macho se la metía y ellas parían y servían de saco de entrenamiento cuando el mono frustrado y borracho por su propia torpeza no había sido capaz de aportar comida o dinero a la familia.
Tal vez, por esa prehistórica o antigua sumisión de las monas, la especie humana se hizo plaga. Las monas tragaban con todo y no existía cuarentena entre parto y parto. Parían sus crías como las ratas en las alcantarillas.
A medida que los monos os esclavizabais con las leyes y sus obligaciones, religiones y moralidades; os hicisteis más débiles machos y hembras, menos violentos y además, comenzasteis a procrear con más higiene y profilaxis, con más rapidez y seguridad. Las monas y sus crías sobrevivían más tiempo sobre el planeta. Os convertisteis en la peste que sois hoy.
Degenerasteis hasta convertiros en la mediocridad cobarde que sois hoy día, en animales de granja, productores con amos que os atan corto y os hormonan (suministrando licores y otros narcóticos) si es preciso, para que no baje la producción y se mantenga esa imbecilidad tan característica que tanta repulsión me provoca.
Lo cierto es que siempre os he odiado, os he matado y descuartizado por ser la especie más repugnante y amada por ese degenerado de Dios el melifluo, el maricón folla-ángeles.
Pero siempre quedan genes que de vez en cuando se hacen más evidentes en algunos ejemplares machos o hembras y por ellos, aún hay parejas y unidades familiares más o menos numerosas; formadas por sumisas de coño baboso por amor a sus maridos machotes, borrachos, violentos y lo más incomprensible: incapaces de darles un orgasmo de verdad.
He visto monas llorar por el macho que les ha pegado patadas en el coño, cuando lo he abierto desde el pubis hasta el esternón desparramando sus tripas. Tuve que hacer callar los gritos de la sumisa asfixiándola con mi pene en su boca llorona de mierda. Bueno, lo cierto es que mientras me la mamaba intentando respirar, le hice un coño más largo y sonriente con el cuchillo. En aquel charco de orina y sangre me sentía como el dios que soy.
Que amen tanto a sus monos es algo que me divierte. A veces pisoteo bebés hasta convertirlos en pulpa que, tienen más capacidad intelectual y dignidad que esas sumisas primates.
Creedme, he visto evolucionar el planeta y las cosas que lo llenáis; y de todas las bestias que torturo y descuartizo, las que me provocan más placer son los machos que aún a pesar de no saber meterla bien a sus monas, tienen muchas crías como prueba de su virilidad.
También esas hembras taradas son gratificantes de matar: folladas sin placer, apaleadas como perras y pariendo como conejas, envejecen mal y en pocos años ya no inspiran una mísera erección. Vale la pena matarlas durante unas horas. Una pareja de monos así, es un buena forma de pasar el rato antes de la cena.
Hace unos meses, mi Dama Oscura y yo pasamos una sangrienta y sexual velada con un matrimonio de primates de la especie que nos ocupa: sumisa-violento.
¿Sabéis que los más agresivos machos con las hembras gritan como cerdos acuchillados ante el más mínimo dolor?
Y conmigo y mi puta Oscura no existe dolor mínimo.
Os cuento lo que hicimos. Podéis hacerlo si queréis; aprended. Pero vosotros pagaréis las consecuencias legales e incluso podríais morir cuando vuestras víctimas se defiendan. No sois dioses, así que sed muy cuidadosos cuando asesinéis o torturéis.
Barcelona es otra apestosa ciudad granja, que vestida de modernidad y cosmopolitismo, quieren creer sus reses que es un lugar especial.
Dejando atrás el centro de Barcelon, marchando en dirección norte y ya en plena sierra de Collserola (lo de “sierra” es una broma, es una montaña pelada de tan pisoteada que está; allí hasta los jabalíes se sienten ciudadanos), se encuentra el último suburbio más miserable de toda la comarca (Torre Baró). Formado por chabolas de fibrocemento, planchas de metal y maderas podridas. En el mejor de los casos, hay casas que no se han acabado de construir y los primates viven dentro entre ladrillos desnudos y los bichos que allí se esconden entre tanta miseria.
Gitanos, delincuentes sin cerebro, camellos que se colocan con su propia mercancía y las ratas que duermen e infectan con ellos y en ellos…
En fin, si quieres hacer embutidos y chacinas humanas, allí hay suficiente carne para ello. Solo hay que matar el que más te guste, lo despedazas y te lo llevas a casa sin ningún problema legal. Como ya he dicho, son tantos que el asesinato de cuatro o cinco monos de piel oscura por raza o por suciedad, crea hasta cierto alivio.
Así que aparco mi Aston Martin frente a un solar en el que hay varias tiendas de campaña sucias y unos cuantos tipos fumando hierba entre la mierda, bebiendo vino de cartón ante un hoguera maloliente.
No tocarán ni la pintura de mi coche, son bestias que entienden muy bien quien es el macho dominante y captan el peligro de una forma muy primitiva. Su cerebro es muy ineficaz; y de tan primitivo, instintivo. Les sirve para salvarles la vida alguna vez por ese carácter básico y animal.
Tal vez los mate luego si me apetece.
Miran las rotundas piernas bronceadas y musculosas de mi Dama Oscura al bajar del coche, su microfalda de piel deja ver su coño desnudo y rasurado y su blusa negra, abierta en un gran escote, deja asomar las areolas de sus pesadas y sólidas tetas a través de las copas de un sujetador negro sexualmente pequeño.
Todo primate sabe que es un hembra vedada, a ellos. Solo es mía, jamás podrían tener y satisfacer semejante mujer. Por eso la observan con disimulo, desconfiadamente y con sus pequeñas pollas duras latiendo en sus calzones cagados.
Tres chabolas más adelante y hacia la montaña se encuentra la casa a medio construir y con los agujeros de las ventanas cubiertos con plástico y maderas, del matrimonio cuyo macho es un tal Axel Perea y la sumisa Desiré Expósito. El macho tiene treinta y siete años; la hembra, a pesar de aparentar sesenta, solo tiene treinta y cinco. Un niño de doce años (Luismi) y una niña de cuatro (Angelina) son los hijos.
Madre de Desiré: “No puedes seguir con ese hombre, un día te matará”.
Desiré: “Es el padre de mis hijos, es un buen hombre, solo está pasando un mal momento”.
Cuando Axel la tira al suelo y la patea durante minutos, al quedarse sola restriega su clítoris con el puño hasta correrse.
Es una subnormal absoluta, una enferma y retrasada mental.
Sin pretenderlo, resulta que estoy haciéndole un favor a los humanos primates.
El bueno de Axel le ha dado una buena paliza a Desiré (la segunda del día) porque no le ha comprado la cerveza como él le ha ordenado. Los niños lloran en su habitación bien calientes por un par de bofetadas que les ha pegado su padre tan macho. Desiré con la nariz y los labios sucios de sangre y de rodillas, le chupa la polla a su marido en la cocina, si así se le puede llamar a esa pocilga. Axel marca el ritmo del movimiento de su puta mona sucia agarrándole el pelo con fuerza. De vez en cuando le pega una bofetada para que use bien la lengua.
Tarda mucho en correrse porque es un borracho y no es tan hombre como se cree. Hoy no se correrá en la boca de su hembra idiota.
Axel trapichea con drogas, roba en el centro de Barcelona en comercios y a los niños y adolescentes al salir de los colegios. Un día trabajó en una obra como peón; pero se cansó demasiado y tuvieron que ingresar en urgencias a Desiré y extirparle el bazo tras una patada que le dio al llegar a casa tan cansado.
“Por tu culpa tengo que matarme a trabajar, asquerosa”.
Entramos en la casa, casi con una actitud aburrida. A veces nos pesa un poco la iteración de nuestro trabajo.
Mi Dama Oscura se deja caer mostrando sin cuidado su coño en un asiento de coche que usan como sillón frente a la tele. Yo me dirijo al cuarto donde se encuentran los niños.
Los degüello con el cuchillo y los decapito.
Los he poseído, he entrado en sus pequeños y apenas eficaces cerebros para que no gritaran. No han muerto dulcemente, simplemente les inhibo la capacidad de hablar y moverse, les duele y son conscientes de todo. Me gusta que sufran los primates por muy pequeños y lindos de mierda que sean.
Le doy una cabeza a mi Dama Oscura, la de la niña, e irrumpimos en la cocina.
- ¡Ejem! -carraspeo ostentosamente.
Desiré me mira boquiabierta, y también la cabeza del pequeño Luismi, con la polla de su macho a unos centímetros de sus labios y el puño sujetándola con profesionalidad. La inmovilizo entrando en ella antes de que pueda gritar o hablar mierda, como a su marido.
A mí se me escapa la risa.
La Oscura lanza la cabeza de la niña y el Axel no intenta cogerla, le golpea el pecho y cae a sus pies. Es tan sórdido que me siento como en mi infierno.
No hablan, no dicen nada. Ni siquiera pueden moverse.
Son tan graciosos que les hago una foto con el móvil para subirla a mi Instagram.
Es que me parto.
Con el cuchillo corto muy lentamente el pene del macho permitiéndole que se muerda la lengua para intentar descargar un poco de dolor. Le quito ese pequeño rabo de los dedos a su puta sumisa y se lo meto en la boca.
Axel parece estar fumando un extraño puro mientras de su pubis mana un torrente de sangre que impacta en los inmóviles labios de la sumisa Desiré.
La Oscura trabaja con Desiré: rasga la camiseta de Metálica (su macho se la regaló hace cinco navidades). Sus tetas ya deformes y de largos pezones oscuros le caen por encima de los michelines de la barriga. Mi Dama saca una larga aguja que sujeta su melena negra y la usa para ensartar los dos pezones juntos.
Los ojos de ambos primates están anegados en lágrimas y por la forma en que los abren, parece que se les van a salir de las órbitas.
Dentro de sus cerebros puedo sentir el dolor y el pánico que vociferan mentalmente pidiéndome piedad.
No sienten pena por sus hijos muertos, ahora mismo están pendientes de un pene que ya no tienen y unos pezones que duelen sin que el puto Dios sea capaz de hacer nada por ayudarlos.
Cuando los primates ateos son sometidos a una buena lección de anatomía forense, le rezan hasta a las cabras si es necesario.
Me acerco a Axel y permito que sus pupilas se dilaten cuando le corto las fosas nasales para que se asemeje a un jabalí.
También corto sus mejillas desde las comisuras de los labios hasta el tope que marcan los maxilares. Sus muelas podridas se hacen visibles y se aprecia en el aire el olor de una dentadura con muy poca higiene.
La Dama Oscura ha practicado un pequeña y precisa incisión en el cuello de Desiré para que mane un chorro de sangre que usa para untar sus manos (una práctica habitual con las reses en las aldeas africanas hambrientas). Se arrodilla ante mí, saca mi falo malvado y lo unta con toda esa caliente sangre, me besa con devoción el glande y yo le regalo una gota de semen en la punta de su lengua.
Conduce mi rabo ensangrentado a la boca de la inmóvil sumisa que bien podría confundirse con una fea muñeca de látex hinchable.
Tengo unas absolutas ganas de rugir de caliente que estoy. Le follo la boca y hiero mi polla profundamente con sus dientes y muelas.
Mi Dama Oscura hace algo con el Axel que provoca un chapoteo. Me corro en la boca de la mona y le doy un golpe en la cabeza con una sartén. El lado izquierdo de su cabeza se deforma con un crujido al romperse el cráneo y su pelo se apelmaza de sangre.
Me giro con curiosidad apartando la cabeza de Lusmi con un pie; resulta que la Dama Oscura ha hecho una larga raja en la garganta del macho, le ha cortado los testículos y los ha colocado de forma horizontal en la herida. El vello rizado que asoma por esa llaga fresca resulta repugnante.
Coloco de nuevo a la sumisa frente a su macho mutilado con el rostro mirando hacia a mí y los fotografío para enviarle a Dios la imagen por wathsapp.
La amo. Amo tan profundamente a mi Dama... Tiene una sensibilidad inhumana. Es una rareza entre millones y millones de primates.
La muy graciosa le quita la polla de la boca y simula que es un puro al que le da una calada mientras se mete los dedos en su caliente y húmedo coño incitándome a metérsela. Juguetea con la cabeza decapitada de la pequeña Angelina, metiendo sus dedos entre su pelo ensangrentado.
La subo sobre la mesita de la cocina y la follo, y la follo, y la follo… La cabecita rueda mudamente por el suelo hasta el salón.
Mis pies resbalan en sangre y la muerte huele rancia. Los gemidos de la Oscura se extienden por todo el barrio que, permanece silencioso, expectante de una forma primigenia y atávica. Supersticiosa…
Y es que cuanto más pobres son los primates, más parecen involucionar.
Nos corremos, nos fumamos un cigarrillo en silencio frente a los cadáveres y permito que sus cuerpos se derrumben ya (ambos han muerto desangrados hace unos minutos).
Dejando pisadas ensangrentadas en la calle, llegamos al Aston Martin y mato a tiros a los monos del solar con mi Desert Eagle .50.
Las mitades superiores de sus rostros desaparecen en una nebulosa rojiza antes de caer en la basura muertos.
Y ahora vamos a un buen restaurante a cenar en la “exclusiva” Barcelona.

Os aseguro que no salió en las noticias. Que unas mierdas mueran no importa a nadie.
Nada nuevo bajo el sol y una familia de piojosos monos menos en el mundo.
Tenéis que reconocer que sin mí, el mundo sería infinitamente peor.

Siempre sangriento: 666.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.