No hay nieve, solo incineración y muerte.
Mentira, soy yo lo único que muere . Todo es más fuerte y vivo de mierda que yo.
Y no me gusta la muerte luminosa, humilla los cadáveres.
Los árboles han perdido su fronda protectora y el sol atraviesa sin descanso mi carne dejando ver la silueta de los huesos en mis manos.
Soy una radiografía nómada.
Un hombre invisible.
Pero no me siento hombre, no me siento nada.
No tengo hojas que ofrecer en sacrificio al sol invernal.
Exige mi piel y el alma que hay debajo…
Lo cierto es que no importo tanto como para que el sol exija nada de mí, es la cruda y cocida realidad. Fui un nacimiento anodino y busco patéticamente trascender unos segundos siquiera antes de evaporarme.
Una ceniza que camina a la desintegración…
Debí ser piedra y algo mutó que me hice cosa orgánica y combustible.
¿Dónde están los dedos de mis manos? Y mi cigarrillo…
Me aterra no tener sombra, soy íntegramente mediocridad. He perdido mi opacidad, la prueba de mi existencia.
Es estremecedora la luz, cochina luz calcinadora…
Los árboles con sus incombustibles cortezas resisten el bombardeo solar y es público silencioso de mi evaporización.
¿Cómo he conseguido morir así?
No quiero ser luz. Ni que se quiebren mis piernas de ceniza y desmoronarme en una nube de polvo en el sendero.
Y el bosque protector inalcanzable.
Es terrible, nunca he tenido suerte…
Soy un privilegiado que folla con la Dama Sórdida, la diosa podrida de la humanidad sin rostro.
Voy a morir incinerado e indoloramente aún que estoy vivo. Como si la indignidad fuera indolora.
No jodas…
Sin un ataúd que proteja mi cadáver durante un segundo siquiera.
Yo no quiero morir así.
Quiero sangrar y gritarle puta a la vida con dientes fieros, escupiendo baba roja.
Que duela morir.
No así, evanesciéndome en la luz, un alma llorando por su carne.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.