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25 de septiembre de 2020

Las palabras de amor


¿Qué ocurriría si no tuviera pluma y papel para hacer de mi amor por ti algo táctil que no se esfumara como los segundos en la vida?

Quiero hacer del amor que sufro por ti, algo como la energía que no se destruye y se transforma.

Quiero dejar unas palabras que perduren, que el viento de otoño pueda arrastrar a ti como las hojas caídas. Como las bellas hojas muertas llenas de un color de paz y lujuria.

Desde lo más adentro del planeta, lanzar estas palabras al viento con la infantil esperanza de que llegarán a tus manos.

Llegarán arrugadas, sucias y viejas. Tan cansadas…; pero tus manos las alisarán, las limpiarán y tus ojos las emocionarán como pensamientos de amor que son.

Y yo sentiré que se me derrama el alma bajo la piel como un llanto cálido.

¿Sabes una cosa, cielo? Las cosas obscenas que deseo hacerte, irán cerradas en un sobre lacrado con cera blanca. Blanca como lo que derramaría entre tus piernas, en tu vientre, en tu boca, en tus pechos y en tu piel toda.

Serán palabras secretas y sucias que solo los amantes impúdicos pueden hacer suyas y sentir como amor en estado puro.

Cuando rompas el sello, sé discreta, mi amor.

Podrían oír los gemidos, oler los fluidos…

Que el viento me lleve a ti, mi vida.







Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.



24 de septiembre de 2020

Tradiciones

 


En la plaza de la Concordia un hombre alzó una mano al reconocer a un amigo a pesar de la mascarilla y un sol cegador.

- ¡Hombre, Ramón! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo está la familia?

- ¡Hola, Esteban! Sí que hace tiempo, amigo. Pues la familia, gracias a dios, todos muertos: los dos gemelos, la niña y mi mujer.

Los hombres se quitaron de la boca las mascarillas dejándolas colgadas de una oreja. Ramón alzó el codo para rozarlo con el de Esteban.

- ¡Qué bien! A mí aún me queda el pequeño Iván, tiene seis años. Si hay suerte, se me muere en cinco días, a más tardar empezando la semana que viene. Ya habrá expulsado todo el cerebro por la nariz para entonces. Y según qué zona escupe, tengo que sedarlo fuertemente porque le dan locuras. Tengo unas ganas de que pase todo y descansar… -suspiró Esteban.

-La última en morir fue mi esposa, hará tres semanas. Tenía la piel del revés y no podía soportar el dolor, ningún medicamente la calmaba -respondió Ramón.

- ¡Pobre Elvira! ¿Y tú cómo andas, amigo?

-Pues de camino a la planta incineradora ya. Anteayer cagué un trozo de mi intestino; estaba podrido.

- ¿Y cuándo te mueres? -preguntó con pesar Esteban.

-Posiblemente mañana a la noche, en la madrugada de pasado mañana a más tardar. La septicemia se ha extendido a todos los órganos. Incluso estornudo pus; pero cuéntame de ti.

-Pues no tengo previsto morir esta semana. Hace cuatro días vomité un pulmón que se desprendió y los médicos dicen que con el que me queda puedo ir tirando porque se ve bastante sano. Y bueno, unos gusanos de la carne me comieron los dedos de los pies mientras dormía; pero me desinfectaron los muñones y a seguir trabajando, hasta que toque.

Ramón asintió con la cabeza:

-Pues sí, no hay otra -concluyó.

Mientras se colocaban de nuevo las mascarillas, Esteban sonrió.

-Qué puta costumbre con la dichosa mascarilla ¿eh?

-Y que lo digas. Desde el verano del dos mil veinte que mis padres nos obligaban a llevarla incluso en casa, ya no puedo salir a la calle sin ella. Y mira que han pasado treinta años.

- A mí me pasa igual. Si es que somos burros de costumbre. Nos vamos a morir mañana y seguimos con el bozal aunque no sirva “pa ná” -respondió divertido Esteban.

- Ya sabes, pasa como con la navidad, ni crees, ni la sientes; pero la celebras.

Ramón, de nuevo, alzó el codo para despedirse de Esteban.

- ¡Venga esa mano, hombre! -le espetó Esteban con ánimo.

- No es por tradición, Esteban, me he despertado esta mañana con todos los dedos rotos.

-Espero que te mueras pronto, amigo mío -le dijo con tristeza.

-Igualmente, amigo.

Se frotaron los codos y cada uno siguió su camino.

Ramón caminó un par de manzanas hacia el supermercado y de pronto sintió una viscosa y caliente humedad en el ano. Una gran cantidad de sangre manó por el pantalón y las piernas. Se estaba desangrando. La brigada de limpieza lo recogió del suelo, aún vivo.

Cuando lo vertieron por la tolva del horno de la planta incineradora, se ajustó la mascarilla para morir decentemente según es tradicional.

 




Iconoclasta

5 de septiembre de 2020

Historia de un quebranto


Se le ha roto la voz y no ha podido decirle que lo quiere.
Cuando se rompe el amor, se quebrantan todos los huesos del cuerpo.
La voz es el hueso más débil y quebrada la voz, en lugar de sonido se escupen las astillas que hay dentro del cuerpo y la sangre.
Tampoco lo ha podido odiar; pero no es por el quebranto.
Es indiferencia.
De hecho lleva meses con todos los huesos rotos; pero al negarle un cariño, el dolor ha llegado en tromba. Como si hubiera despertado de una anestesia en mitad de una operación.
No hubo un golpe fuerte, no hubo engaños, insultos o discusiones.
Simplemente un día no le gustó como comía.
Y otro día no le gustó su voz, era inconsistente.
Y luego no le gustó su integración tan perfecta en una sociedad apestada.
No soportaba su optimismo fácil.
Su vocabulario correcto, sus afirmaciones abiertas a negaciones si la mayoría así lo dictaba.
Su sexo aséptico que ya no hacía agua en su coño.
No la mojaba…
Se preguntó si alguna vez lo amó.
Los huesos rotos no son causados por el desamor. Si no por esos seis áridos años perdidos.
- Te quiero, cielo –le dijo en el vagón de metro, preparado para apearse en la próxima estación.
Hacían el mismo horario, en lugares distintos. Dos paradas más adelante, Eva se apearía para empezar otra jornada en la oficina.
Sentía a Juan como un amigo del instituto, alguien a quien no hay más remedio que soportar si no quieres ofenderlo.
Le negó el beso que intentó darle y no le devolvió el “te quiero”.
Juan sonrió nervioso.
Cuando las puertas del vagón se abrieron dijo apresuradamente:
- ¿Quedamos en el centro a las siete?
Ella lo miró y no supo qué decirle.
Las puertas se cerraron y Juan fue absorbido por la masa de carne que se dirigía presurosa a las escaleras mecánicas de salida.
¿Cómo decirle a sus padres y suegros que ya no lo quería por ninguna razón especial? ¿Cómo decirles que Juan era el prototipo de la mediocridad y que ella se equivocó y lo ha pagado con seis años de hastío?
Pero no puede explicarse cómo Juan no ha hecho mención a su indiferencia, cualquier hombre se daría cuenta de su quebranto.
No necesitaba más presión, no quería dar explicaciones y que la sometieran a examen de conciencia y consejos de psicólogos para gente depresiva.
No se apeó en la estación de su oficina.
Llegó al final de la línea que finalizaba en una estación de trenes.
Y no le importó demasiado el destino del tren.
Ni la felicidad, solo quiere romper el mismo día, quitarse de encima esa pegajosa capa de mediocridad con que la pringa Juan, la oficina y la ciudad.
Pasaron los años tan rápidos que olvidó el rostro de Juan, incluso no estaba segura de recordar bien los rostros de sus padres. Ni de sus hermanos.
En algún lugar del mundo, empezó una vida que pasaba rápida, que a veces la dejaba sin aliento. Y sin querer apretaba sus muslos para contener una cálida humedad que su vagina rezumaba al evocar el sexo con Jayden.
Desde su coche patrulla de guarda forestal, observaba a los grandes canguros dormitar sobre la semidesértica llanura.
Hizo una foto para su hijo. Tyler y sus once años recién cumplidos... Nunca cansan o provocan indiferencia, siempre se admiran los otros seres vivos, los libres y salvajes.
Se siente orgullosa no haber en aquella lejana parada de metro, de haber tomado aquel tren de desconocido destino. Y luego un taxi y un avión y otro y otro…
Y llegó un día que dejó de sentir su piel pringosa de mediocridad.
Y no hubo más quebranto.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

3 de septiembre de 2020

Hemorragia de tristeza


He soñado con mi madre que, tras hacerme una de sus bromas de niñez, me daba el beso más tierno que desde mi infancia no he sentido jamás.
Hasta anoche que la soñé.
Pobre madre muerta…
Duelen tanto los seres que amas, vivos o muertos.
Pobre de mí, un patético viejo soñando a su madre.
He pedido morir para no salir de ese momento de absoluta y desesperante belleza.
No quiero vivir más estas tristezas.
Me niego a despertar a las cuatro de la madrugada y fumar para que el ardiente humo evapore todas esas lágrimas que inundan el corazón, los pulmones, el vientre…
Una hemorragia imparable de tristeza.
Y sin embargo, deja los ojos secos como tierra al sol.
Su rostro sonriente se acerca a mi mejilla para besarme con esa poderosa dulzura. Y adquiero la certeza de que no la quería tanto como ella me quería a mí. Y así, a la tristeza se suma la vergüenza de ser un miserable.
Debería haberla besado con esa dulzura arrasadora.
Nunca pude imaginarla muerta.
Estoy cansado de soñar tristezas, es hora de morir de una vez por todas. Aunque deje de existir, sin posibilidad alguna de encuentros con mis amados seres en el más allá o en otras dimensiones.
Solo basta con que cese esta hemorragia que me ahoga por dentro.
He despertado repentinamente, rompiendo esa perturbadora y bella fantasía, una mentira más de mi mente tarada.
Madre… Solo gente especial que besa con tanto cariño, puede aparecer viva en los sueños.
Yo no podría, mama. Tu hijo es un mediocre.
Tu hijo es un mierda que te quiere y recuerda con toda su podrida y miserable alma.
¿Qué se rompió mientras me dabas vida en tu vientre para que tu ternura no entrara en mi sangre en suficiente cantidad?
Si supieras de la dolorosa tristeza de un beso que ya no sentiré, de un niño que hace décadas murió absorbido por mí. Yo me asesiné a mí mismo y luego moriste.
Y ahora solo me quedan tus oníricas ternuras, como si estuviera maldito con semejante bendición.
No debería estar vivo.
Debería estar muerto como ellos.
Mis muertos, mis pobres muertos…





Iconoclasta

29 de agosto de 2020

Amar profundamente


Amar tiene algo tan profundo como un pozo sin fondo de luz cegadora.
Asomarse es precipitarse por un cañón de luz sin pensar en el final, el dolor o la muerte.
No importa la luz que hiere, importa el latido amado.
Y descender con ella.
Pase lo que pase, dure lo que dure.
Cuando llegue la reparadora oscuridad, su paz. Estaré lleno de ti…
No puedo evitar pensar que te amo a tumba abierta, de esa forma tan vertiginosa, tan suicida.
No pretendo ser trágico, solo quiero ser rotundo, sin concesiones.
Y no hay pozo que pueda ser más profundo que mi amor por ti.
No hay nada en La Tierra que pueda superar esa sima de luz.





Iconoclasta
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21 de agosto de 2020

Un sueño fallido


He soñado contigo; pero no te besaba, no te follaba. Permanecía silencioso acostado en la cama, a tu lado mientras dormías. Miraba los minutos luminosos avanzar en el reloj con mi mano entre tu cabello.
Solo así.
No quería dormir porque temía despertar solo. Y tomar solo el primer café del día. Y fumar solo el primer cigarrillo tras el amanecer.
Quería romper la maldición de los días sin ti.
Y el mundo se resquebrajó como un espejo roto, con un estruendo de angustia.
No sé si el estruendo fue de los cristales o fueron mis blasfemias desesperadas. No sé si le grité al universo mi odio y mi frustración.
Desperté solo y triste.
Todo salió mal, amor.
Tomé el primer café en soledad.
Y fumé solo el cáncer de la ausencia.
Otra vez…
No tengo suerte ni con los sueños.
La próxima vez te abrazaré, te besaré, te lameré el coño hasta que arañes mi cuero cabelludo oprimiendo mi cabeza entre tus piernas, desesperada por correrte. Y te follaré con violencia animal.
No puedo arriesgarme a que pase lo mismo otra vez, te despertaré, cielo.
No podría volver a sufrir la insoportable desolación de soñarte, de estar a tu lado y no tener ni siquiera entre mis dedos la calidez de tu piel al despertar.
En mi despertar de mierda…
En este mundo de mierda.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

La rosa


Esta rosa es especialmente roja, sus pétalos son afilados y cortantes. Es peligrosa en su belleza doliente.
Es una rosa especial, la de Sant Jordi, única y real.
Sus pétalos son agudos y templados como el arma que mató al dragón.
Cada año renace para cumplir su milenario sacrificio: bendecir con sangre un libro.
Nació de la sangre y de la sangre vive.
Y cada año alguien la encuentra y sin saberlo alguien la corta del rosal, alguien la comprará, alguien la llevará en su mano.
Un tipo cansado de una jornada de trabajo compra la rosa para su mujer.
No siente especial predilección por las flores. Y piensa que las flores no son felices de ser cortadas por mucha tradición que sea hacerlo.
A él le regalará un libro su mujer, una cosa muerta, algo que no sufre, algo que no siente. Lo prefiere así.
El olor dulce y empalagoso de la rosa lo pone nervioso. Normalmente no huelen tanto, son años ya los que lleva cumpliendo con el ritual en Sant Jordi.
A esas horas del día ya no huelen, ya hace muchas horas que fue amputada de su rosal.
Tal vez sea que la primavera está resultando especialmente cálida. Tal vez sea el calentamiento global que tiene la culpa de todo.
O tal vez sea que la rosa se resiste a morir y lanza su fragancia como un último suspiro.
Las agudas puntas del tallo traspasan el papel de aluminio con la que está envuelta y mortifica la piel de la mano. Como cada año.
Tienen derecho a defenderse las flores: al fin y al cabo están muriendo.
Atraviesa un parque vacío de gente, son las cuatro y media de la tarde y el sol aplasta con su calor el ánimo.
Hay un banco a la sombra de un árbol y se levanta una brisa de aire cálido. Decide sentarse y fumar. Sentarse y refrescar la piel a la sombra.
La rosa perfuma cada paso que da.
A su mujer le gustará. Este año huele especialmente bien.
En el otro extremo del parque hay un puesto de libros y el vendedor se cobija adormilado bajo la sombrilla.
La bandera catalana que cubre la mesa muestra unos colores sin matices debido al exceso de luz.
El único color que destaca es el rojo sangre de la rosa, lo cual le hace sentirse orgulloso.
Se enciende el cigarrillo y cruza las piernas echando atrás la espalda. Ha dejado la rosa en el banco y ambos descansan como dos viejos conocidos.
Ha sido una jornada dura, como cada día. Nada fuera de lo normal.
Tiene sed; pero la fragancia de la rosa parece calmarle. Y el que la fuente esté en pleno foco del sol no ayuda a que mueva sus piernas para beber un agua caliente.
Mirando a ninguna parte, distraídamente, roza uno de sus pétalos y siente un pequeño dolor en el dedo índice: un pequeño corte en el que se ha formado una gota de sangre.
Cree que ha sido la punzada de una espina. Los pétalos son suaves, a veces incluso se comen. No mira ni siquiera la rosa, simplemente mantiene los ojos cerrados para no ver más luz. Para no ver como el calor hace hervir el aire.
Una brisa repentina mueve su cabello cano y arrastra la saturada esencia de la rosa. Parece seda que entra en su nariz para derramarse como un aceite espeso en algún lugar de su pecho.
Le apetece dormir.
Y duerme.
La rosa se acerca a su mano sigilosamente, el tallo se enreda entre los listones que forman el asiento del banco, se afianza.
La flor se abre, sus pétalos se extienden como si flotaran en el aire y rasgan indoloramente la fina piel que cubre las venas de las muñecas. Y las propias venas.
La sangre está a la misma temperatura que el exterior, mana lenta y perezosa, se podría confundir con sudor si no fuera roja.
Un pétalo especialmente grande cubre la herida como una aterciopelada caricia. Y sorbe la sangre con fruición. Las espinas del tallo laten y crecen dejando prendidas en sus puntas pequeñas gotas de un rocío hemoglobínico.
Cada inspiración del hombre se hace más profunda y lenta, sus párpados pesan y la anemia de sangre lo lleva a un sueño cada vez más profundo.
Ya no importa si la sangre es de dragón o de humano. Ya murió el último dragón. Y la rosa roja que cada año florece, continúa con su sacrificio cruento.
El hombre muere sumido en un sueño de narcótico aroma.
La rosa henchida de sangre, lanza al viento microscópicas semillas que en algún momento y en algún lugar germinarán para continuar otro nuevo ciclo, otro nuevo año. Y ante el sol que ahora ha esquivado las ramas del árbol, se marchita con un vapor rojizo que parece flotar con un destino determinado.
A las seis de la tarde, cuando el calor parece dar tregua al planeta, la gente sale a la calle, el parque se llena.
Parece un hombre borracho dormido. Pasan los minutos y la gente se acerca a él; se dan cuenta de que está demasiado pálido, que no hay movimiento alguno en su cuerpo. Alguien le toca la mano que cuelga del banco y lo siente increíblemente frío. La otra mano está junto a la rosa marchita y ambas descansan en un charco espeso de sangre ya negra. Los dedos están amoratados.
La mujer mira con asombro la portada del libro: se ha teñido de rojo y no encuentra explicación a ello, ni a la demora de su marido.
De alguna forma, el hombre ha recibido su regalo del día de Sant Jordi, la sangrienta fragancia ha llevado por el aire y la luz la sangre hasta el libro. La rosa ha cometido un acto de piedad antes de morir.
El forense no encuentra el filo que provocó la herida.
Junto con el reloj, la cartera y un bolígrafo, a la mujer le entregan una rosa marchita en una bolsa de plástico.
El forense sentía una inopinada tristeza por la muerte del hombre y de la rosa. La mujer debía saber que era para ella, todo ese sacrificio, toda esa sangre no merecen ser ignorados.
La rosa marchita parece estar hecha de trozos de carbón y brasas que prometen renacimiento. Su cadáver descansa junto al libro que aún espera ser leído y un llanto desesperado de la viuda.





Iconoclasta

20 de agosto de 2020

La genocida nueva normalidad española


El gobierno español de los caudillos Sánchez e Iglesias, junto a sus afectos responsables y sus caciques (presidentes autonómicos); deberían ser acusados y juzgados de secuestro de las libertades más básicas, delito contra la salud pública y genocidio.
Además del personal médico, sanitario y del ejército y policía que actuó con complicidad.
Y por supuesto, los medios de comunicación y la prensa española, encargados de crear y mantener el pánico y la histeria entre la población con mentiras y desinformación.
El fascismo español se defiende de su negligencia y la inutilidad de los cuatro meses de prisión y acoso al ciudadano, alegando que la culpa de los rebrotes es por causa de la juventud y sus botellones.
Pero fue la prisión a la que sometió a la población la que debilitó el organismo de los habitantes durante esos cuatro meses de inmovilidad forzada con severa coacción. Millones de personas se estresaron, se creyeron enfermas y no respiraron aire libre ni realizaron sus actividades diarias. Quedaron estabulados como animales de granja durante casi dieciséis semanas. Y su organismo quedó débil e indefenso.
Y esos cuatro meses fueron premeditación y alevosía del nuevo fascismo español.
Cuando por fin el acaudillado gobierno español instauró La Nueva Normalidad Española, impuso el uso indiscriminado y salvaje de la mascarilla a todas horas y en todo lugar; negando a la población que pudiera respirar correcta y decentemente y por ello, provocando un fulgurante rebrote de contagiados de coronavirus (verdaderos y falsos más que verdaderos).
La mascarilla impide que a los pulmones llegue la necesaria flora y fauna microbiana; y por lo tanto, a la sangre.
Por si eso fuera poco, la mascarilla empobrece el aire, contaminándolo con el propio anhídrido carbónico que normalmente se espira; si no obligaran bajo amenaza policial a llevar semejante bozal.
El gobierno español y sus afectos son los únicos responsables de los “rebrotes” ante su continuo acoso al ciudadano; pero sobre todo, los presidentes autonómicos se han convertido en los talibanes del fascismo del coronavirus, actuando contra las libertades de una forma mucho más radical y fanática.
Por otro lado, si la cobardía fuera delito, el gobierno de La Nueva Normalidad Española debería ser condenado a muerte.
No, no son los jóvenes, ni los niños los que propagan el virus. El gobierno, sus ministros, sus generales, sus policías y sus médicos tienen la absoluta responsabilidad del deterioro de la salud pública.
Y por supuesto, deberían ser acusados de genocidio: negaron el acceso al tratamiento médico y la cirugía de mucha gente grave, sobre todo vieja; que sin duda estaba padeciendo afecciones mucho más graves que el coronavirus (es lógico así que no se realizaran autopsias que los pudiera delatar como asesinos).
Por el gran número de muertos, se les puede acusar de genocidio sin ninguna duda. Así como a los altos funcionarios del ejército, policía y sanidad que actuaron con complicidad para llevar a cabo semejante masacre.
Que nadie se engañe: que el gobierno de La Nueva Normalidad Española sea juzgado de secuestro y detención ilegal, delito contra la salud pública y genocidio; no podría ocurrir jamás. Ya que el mismísimo poder legislativo, autorizó semejantes crímenes.
Abreviando: perro no come perro.
Pero lo importante para la propia dignidad, seguridad y salud, es identificar correctamente el timo y a los delincuentes. Porque de justicia jamás la ha habido ni la habrá.
La ley es lo más lejano de la justicia. Es incluso un escupitajo a la justicia.
Porque ahora, debería ser todo tan honrado y sencillo como: quien tenga miedo, que use la mascarilla y quien no, que lo dejen tranquilo y respeten su libertad. Así los cobardes estarán “protegidos” y los decentes libres.
Pero un solo valiente deja en evidencia a millones de cobardes, y la envidia es el peor virus que existe.




Iconoclasta

16 de agosto de 2020

La vejez actual es un virus letal


Antes de que se fundara el actual conjunto de sociedades industrializadas, tecnificadas y mercantiles, algunos viejos tenían un gran valor por su experiencia y acumulación de conocimientos.
Los seres humanos que llegaban a la vejez, lo hacían gracias a su fortaleza física e inteligencia para sobrevivir hasta tan tardía edad. Tenían la autoridad de la genética, la fuerza y la determinación.
Eran escuchados por su valiosa experiencia y juicio. Aquellos humanos ancianos, transmitían los valores del esfuerzo, el valor y la resolución con la historia de su propia vida.
Quedan muy pocos o ninguno con valores éticos como aquellos.
En la actual sociedad la vejez se ha convertido en algo anodino. Un tiempo y lugar donde los más débiles, tontos, mezquinos y cobardes se han reproducido para luego envejecer hasta edades injustamente longevas; dejando a la estirpe humana varios estadios por debajo de lo que era antes de que se iniciara la estabulación humana indiscriminada en forma de grandes ciudades y su endogamia.
Ha llegado artificiosamente a la vejez lo peor de hombres y mujeres. Y son legión…
De ahí que los actuales viejos se comporten como niños asustados y tontos por el calor, el frío, la lluvia, el café o una gripe. Y todos esos temores, toda esa ignorancia y esa debilidad; nietos y padres las han convertido en virtudes. Porque la mayor parte de los ancianos de esta decadente y degenerada sociedad, transmiten la debilidad, el miedo y la ley del mínimo esfuerzo (salvo cuando van en manada como turistas jubilados y arrasan los bufés libres de restaurantes y hoteles como auténticas fieras, incluso te muerden si acercas la mano).
Y padres y nietos, están de acuerdo con ellos.
Lo que nace y crece con indignidad, indigno envejece y muere.
Una vejez cobarde y anodina es el producto de una vida con las mismas cualidades.
Lo peor que podía pasar ha ocurrido: no todos los abuelos deben cuidar de sus nietos, es antinatural. Los niños son una esponja que absorbe rápidamente lo bueno y lo malo indistintamente. Algunos (muchísimos) abuelos deberían vivir a centenares de kilómetros de sus nietos.
La decadencia de la actual sociedad se ha propagado como una enfermedad infecciosa desde los viejos a los jóvenes.
De abuelos a nietos y de hijos a padres, canibalizando cualquier asomo de determinación e inteligencia entre ellos.
Una marea negra de mediocridad que devora la fuerza, el valor y la dignidad.
La vejez actual es un virus letal para la humanidad. Mezquindad inyectada en vena.
Y los más preocupante es que los actuales líderes políticos y jefes de estado, son nietos de una vergonzosa decadencia; de esos vejestorios apáticos y pusilánimes que han vivido injustamente demasiado tiempo.
Si yo tuviera setenta años y alguien me dijera que fuera con cuidado con el calor, lo envío a la mierda.  Nadie puede enseñarme o aconsejarme como he de vivir al sol o al frío.
Si no puedes soportar el sol o la vida; mejor muere. Te lo está pidiendo el cuerpo, hazle caso.
Es tan horrenda la evidente degeneración de la vejez humana de la actual sociedad, que me parece absolutamente natural que nadie haya escrito de ello en estos términos.
Supongo que alguien con demasiados escrúpulos y absolutamente integrado en esta pútrida colonia insectil, se sentiría incómodo describiendo esto, la verdad.
Alguien tenía que hacerlo (emoji de carita tímida).
No lo digo con resignación, es amor propio. Un poco de narcisismo siempre sienta bien sea lo viejo que seas. Mucho mejor que llorar como un niño de tres años por un descafeinado.
Ser viejo y tratado como un bebé, con condescendencia y aceptarlo beatíficamente; es la peor de las películas que pueda imaginar.

Seré macho hasta morir.





Iconoclasta

15 de agosto de 2020

El Planeta Triste


No quiero vivir rodeado de alegría, es tan banal, mi amor…
Porque la vida está plagada de tragedia y la continua alegría del miedo la ridiculiza.
La sonrisa injustificada de infantiles esperanzas y debilidad le roba la dignidad a la vida, como un cáncer se come una víscera.
Si ha de doler que duela y cuando dejemos de sufrir, reiremos, follaremos, dormiremos juntos nuestro cansancio.
Si ellos ríen siempre, pienso en patéticos e imbéciles.
Porque vivir es morir y desgastarse.
No le veo la puta gracia.
Incluso nacer es trauma.
Cazar o trabajar es causa de heridas y desaliento. De muerte misma.
Yo quiero habitar el Planeta Triste que rinde respeto al esfuerzo y el drama.
Al amor verdadero que nace del agotamiento y la lucha.
Y beber de tus pechos tu esencia, cansado y hambriento.
De tu coño el aceite de la resurrección…
Si amas sonriendo eres un idiota e ineficaz actor o actriz porno.
Los amores mueren en el Planeta Triste. Y los tristianos caminan apenados como si el mundo les pesara en los hombros, buscando otro nuevo amor.
Jamás sonríen cuando duele. Solo ríen por motivos justificados, como la muerte.
No quieren hacer de su vida una ridícula película de superación y final feliz.





Iconoclasta
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14 de agosto de 2020

Dolores y espejos


Vivir duele todos los días en partes aleatorias del cuerpo. A medida que avanza el tiempo uno siente con precisión cada uno de esos dolores.

Se requiere cierta edad para ser consciente del dolor de vivir.

Duele a todas las edades; pero el descubrimiento del mundo, distrae del dolor.

Hasta que inevitablemente lo sabes todo…

El dolor de vivir, no tiene nada de relativo, el dolor es rotundo, a menos que seas un enfermo mental deseando que te claven agujas en los genitales y en el blanco de los ojos.

Sin embargo, las tristezas son subjetivas: tu tristeza puede ser mi indiferencia o alegría.

Y viceversa.

Cuando leo o escribo “viceversa”, me viene a la mente un espejo en el cual se escurre un escupitajo que deforma mi reflejo.

El espejo esconde y refleja lo que desconozco: mi rostro mismo.

Yo no soy ese ser que me observa con indiferencia y desdén.

Me creía mejor…

Hay un breve momento en la vida en el que te encuentras frente a un desconocido cuando te asomas al espejo.

Y después, lo echas de menos, porque ya no volverá a aparecer jamás ese rostro desconocido que estaba en el “otro lado” y al cual desearías ver para concretar diferencias, incluso preguntarle como es la vida en ese otro mundo.

Tal vez sea mejor así. Una forma de evitar la locura, porque… Si algo es distinto al otro lado del espejo ¿qué o quién es el reflejo?

No quisiera sumar al dolor de vivir, la frustración de ser irreal.

Los espejos esconden las ideas más malvadas.

Y yo reflejo los dolores más vitales aunque no quiera.



 

Iconoclasta

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11 de agosto de 2020

Coronavirus: el timo planetario


Todo ha sido un cuento para conseguir la obediencia, la fe ciega del pueblo en el estado y el control 5G de la población.

El tiránico robo de las libertades, eufemísticamente llamado confinamiento no ha servido para contener la epidemia, ni siquiera estaba pensado para eso.

El único fin, y lo ha logrado el nuevo fascismo global; ha sido hacer de la población un rebaño manso, servil y anodino con sus mascarillas salvavidas. Que se siente temeroso, enfermo y dependiente de los grandes timadores que han sido los responsables de la epidemia del coronavirus.

Los contagios crecen y muchos son pura sugestión (al estado le va muy bien que los cobardes hipocondríacos cuenten como infectados), y siguen muriendo los débiles.

Nada ha cambiado tras meses de prisión domiciliaria; excepto que ya no hay drama porque la chusma está sometida y obediente bajo sus mascarillas y el control policial; pero sobre todo asfixiada por una crisis que los gobiernos mundiales han impuesto.

La han impuesto de la forma más descarada, grotesca y evidente que nadie se pudiera imaginar. Si salvas a un cobarde que piensa que puede morir, la crisis es un buen pago por ello. Así que ni siquiera ningún jefe de estado, como el caudillo Sánchez de España, se escondía de decir que lo peor estaba por venir, lo declaraba con orgullo y con fascista amenaza.

La cobardía anula cualquier especulación que no esté relacionada con la salud.

Es la gran estafa, inmensa, grandiosa y sin necesidad de inteligencia. Para atacar con lo más básico: el miedo a una enfermedad, no se necesitan grandes estrategas ni jefes de estado inteligentes. De hecho, ni jefes de estado se necesitan para realizar semejante timo.

Por supuesto, hay países que lo han sabido hacer bien, y otro como España, que no sabe aún como crear una gran y devastadora crisis y tener el control de ésta.

También se puede encontrar información sobre la mortandad por hambre: debería estar informado todo el mundo en estos asuntos, porque las crisis traen hambre y más enfermedad.

Respecto a los cobardes/as que tienen una fe ciega en su mascarilla por orden de sus timadores amos: si no mueren de coronavirus, morirán de cualquier otra infección que se desarrollará en su sistema respiratorio por lo insalubre de la respiración, incluso envenenados por su propio aliento.

Y si aún sobrevive alguno, las balas los matarán, porque al final estas cosas acaban en guerra.

El coronavirus es solo eso, un gran timo a escala planetaria y la vergonzosa evidencia de una decadente sociedad débil y ya prácticamente muerta.




 

Iconoclasta



7 de agosto de 2020

Perdidos en el estercolero


Estamos perdidos en un puñado de kilómetros cuadrados de estrecho e insignificante horizonte.
Abandonados entre cientos de miles de seres anodinos cuyas vidas o muertes no importan.
Es un mal lugar para amarte y desearte. Un estercolero donde a duras penas conseguimos encontrarnos, mi amor.
Es el peor lugar y momento de entre todos los que podría haber nacido.
Toda esa basura hacinada que teme y babea, estropea y obstaculiza amarte como yo quisiera.
Nos roban el espacio, el tiempo y el aire.
No hay mayor tragedia que amarte aquí y ahora; y no puedo evitarlo: desearte con la fuerza de una bala.
Te amo entre colonias de imbéciles, cobardes e ignorantes.
No te lo mereces, no tendrías que estar aquí.
Ni siquiera yo a pesar de lo que soy.
Hay mundos tan hermosos, mi amor…
¿Entiendes el porqué de estos tremendos deseos de llorar y maldecir que de repente me roban el aplomo y el ánimo?
Maldigo a mis padres y a los tuyos. ¿No pudieron elegir mejor tiempo y lugar para parirnos?
Ellos tienen su parte de culpa en nuestra tragedia de amor.
Nos escupieron aquí y no me gusta.
No puedo ni quiero dejar de amarte y desearte, en el estercolero o en un lugar hermoso donde esplendieras única, sin basura que nos rodeara.
Tan solo vivo porque existes…
Está todo mal, cielo.
Estamos perdidos en este estercolero, mi amor.
Lo siento; no puedo, no tengo tiempo ya para reparar el error.
Lo siento tanto…





Iconoclasta
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1 de agosto de 2020

España, historia reciente de la cobardía y la ruina


La cobardía no es algo de lo que sentirse orgullosos. Es una tara mental, es indignidad.
En marzo del 2020 millones de personas entraron en pánico y se ocultaron en sus casas esperando que unas decenas de miles les salvara de morir por coronavirus o “la covid 19”, como el gobierno español decidió bautizarlo para suavizar la palabra virus y en femenino además, que es más inclusiva de mierda para una población envejecida, decadente, perezosa; pero ante todo cobarde.
El gobierno español en un descarado giro al fascismo rápido como el rayo, calcó los medios del genocida gobierno chino para contener la epidemia. Decretó la prisión domiciliaria para todos los españoles y cerró las residencias geriátricas con cadenas para que se murieran dentro los viejos. Todo ello, comprando los medios de comunicación y prensa que operan en España para instaurar su filosofía de encarcelamiento y persecución policial al ciudadano.
Durante los tres meses de represión china en España, las televisiones tenían la obligación de emitir todos los partes de contagios y muertos, usando para ello a personajes que al final calaron hondo en el imaginario de la cobarde población. Como el indigente Simón, el anodino Illa o el ex astronauta ministro de no sé qué. Sin olvidar por supuesto, el institucional y patético momento diario de aplausos a la autoridad y los sanitarios.
Mientras avanzaba el tiempo, se perdían miles de empleos, los enfermos se curaban como de cualquier otra enfermedad y los que morían podrían ser los mismos que mata la gripe. Con la salvedad de que la represión más dura del mundo contra el ciudadano, la española, mataba a más gente que ninguna otra debido al empobrecimiento físico de la población reclusa en sus casas.
A finales de junio, cesó el estado de alarma; pero impusieron el uso de mascarilla al aire libre. La ciudadanía española, cobarde como en ningún otro país, las usó de forma masiva prohibiéndose a sí mismos un aire necesario para reforzar los pulmones y por tanto el organismo. Si un país es cobarde, puedes apostar lo que quieras a que también es ignorante y desconoce totalmente el concepto de sentido común.
Los cobardes mueren antes y sufren más.
No sirvió de nada la mascarilla de mierda, surgieron brotes de coronavirus entre individuos de menor edad que en marzo, gente que había quedado debilitada inmunológicamente por tres meses de encierro e inactividad.
Los caudillos Sánchez e Iglesias, delegaron autoridad en los caciques de las distintas comunidades autónomas para que procedieran, según su criterio, con la represión que tan buenos resultados les había dado durante tres meses. 
Arruinada España, ya en una profunda recesión; los países europeos que no hicieron gala de la cobardía y salvaje represión a la española, avisaron al dictador Sánchez que buscara soluciones económicas con sus propios medios.
Empresas importantes como Airbus o Nissan, han anunciado su cierre dejando decenas de miles de personas sin trabajo.
En definitiva, muchos países no están dispuestos a sufragar la cobardía y la desidia de un país de marcada índole fascista que quiso ser hermano de la dictadura china. Y el capital, necesario para que un país pueda avanzar económicamente, huye de los lugares donde reina la cobardía, la desidia y la ignorancia.
El mentado Sánchez tuvo que mendigar un fondo de rescate durante días.
Ahora España está al borde de la ruptura total sin haber erradicado la enfermedad.
¿Qué hubiera pasado con España si hubiera tenido que, igual que otros países, vivir con enfermedades endémicas como la malaria?
Definitivamente, los cobardes mueren antes que los valientes. Y la inmovilidad es enfermedad.
Los nuevos enfermos más jóvenes demuestran sin lugar a dudas el empobrecimiento orgánico provocado por el nuevo fascismo español.
Y los países europeos con un carácter más demócrata, piden que sus ciudadanos no hagan turismo en España, con toda razón. Un lugar en el que es necesario respirar con mascarilla las veinticuatro horas del día, es veneno puro.
Es la historia de la reciente España sin los detalles aburridos, solo los esenciales: enfermedad, muerte, tiranía, ignorancia, cobardía, represión y ruina.
El único récord del que puede alardear el fascismo español es el del número de muertos por habitante que ha provocado su particular “la covid 19”.
Cecilia compuso y cantó “Mi querida España”, no sé si hubiera podido cantar lo mismo en este año de la era de “la covid 19” y la vergonzosa nueva normalidad española 2020. Quiero pensar que no, que se hubiera sentido ofendida hasta en lo más profundo de ver lo que es España.



 






Iconoclasta
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14 de julio de 2020

666: Una tranquila tarde en el parque


Lo que suele ocurrir con la fe en las divinidades, es que se desvanece con la madurez intelectual y, a lo sumo, se convierte en un vicio adquirido o costumbre el pedir cosas a la divinidad cuando las cosas van mal.
En definitiva, una vez superada la adolescencia, la fe se convierte en una tradición familiar como tirarse pedos.
Morir está demostrado que no tiene mayor trascendencia que un disgusto para las familias del primate muerto. Por consiguiente, haz lo que debas y como puedas.
Bueno, me parece bien que no creáis; pero en mi húmeda y oscura cueva hay millones de almas pidiendo paz, esperando que algo los libere del dolor y del eterno miedo.
Huelga decir que, atente a las consecuencias de lo que hagas. Por eso es habitual el suicidio entre los primates que han cometido actos abominables a ojos de la miserable humanidad.
Por cierto, yo soy acto y consecuencia; pero vosotros no. Nada impide que os pueda volar la cabeza de un tiro si es mi capricho.
No intentéis imitarme y pretender ser longevos.
Que hayáis llegado con cierta dificultad a la madurez mental, no quiere decir que yo no exista.
Otro consejo: si intentáis hacer lo que yo y pretendéis hacerlo bien, no os debe importar el sexo o edad del mono. Todo tiene sus pros y sus contras: un bebé suele desaparece entero si le aciertas con un 50, tiene un cuerpecito muy pequeño para tanta masa de muerte disparada. Eso sí, es muy dramático (bueno a mí me parece de risa). Y a un macho adulto le puedes pegar cuatro buenos balazos antes de matarlo si no le das en la cabeza o la médula espinal; lo que lleva a disfrutar de su agonía, aunque sea unos segundos.
Dicho esto, procedo con la masacre indiscriminada. Me encuentro en un tejado de un edificio en construcción, en Gotemburgo (Suecia). Es agosto, el corto verano arrastra a los primates suecos masivamente a las calles para acaparar todo el sol que puedan tras un invierno largo como mi verga. Mi ciudades favoritas para masacrar son las más pobres, cuanto más miserable es un primate, más disfruto. Es por aquello de meter mierda sobre la mierda.
Cuando tu esencia es el mal, has de hacerlo provocando los mayores daños posibles sobre los seres más desgraciados, es donde reside el mal más inquietante.
Sin embargo, cuando me siento tranquilo o pretendo alejarme de ciertos momentos de tristeza de la Dama Oscura (cuando está triste o pensativa, me parece más humana y temo descuartizarla), busco ciudades fáciles, limpias y donde los primates no están acostumbrados a vivir momentos de extrema violencia.
Allí hago mi trabajo de una forma más relajada, un poco menos salvaje y puedo recapacitar sobre otras cosas mientras os masacro.
Concretamente me encuentro en el distrito Johanneberg; entre unos sacos de cemento y otros materiales de construcción a mi espalda, mantengo inmóvil anulando su voluntad, a uno de los albañiles que trabaja en la construcción de este edificio de veinte plantas. Son las cinco de la tarde y ha acabado la jornada de trabajo, y también la vida para el bueno de Merkel. El hecho de que aún respire es puramente accidental, morirá sin lugar a dudas, yo soy Dios; aunque no como ese maricón que se masturba incontinente con los angelitos del quinto coro celestial.
Apunto hacia un parque público de una buena extensión con distintas zonas de equipamiento infantil y gimnástica; y caminos para correr e ir en bicicleta o patines. Hay muchísima gente, que dadas las fechas, ya ha hecho sus vacaciones o esperan comenzarlas. Mientras tanto, se entibian con el fresco verano sueco.
Dispararé desde unos doscientos a trescientos metros de distancia, con un fusil ruso SVKK-14S Súmrak con munición CheyTac 408 (10.3 mm), velocidad de la bala (gloriosamente demoledora): 900 metros por segundo.
Las armas de fuego, son lo único bueno que ha inventado esta especie de monos que el maricón Dios creó por casualidad.
Una mujer da el pecho a su bebé.
La Dama Oscura esconde su tristeza, aunque no puede engañarme, hace unas horas ha abortado el feto de lo que podría haber sido un hijo nuestro.
Por mucho tiempo que lleve conmigo, es humana y de vez en cuando le asaltan los instintos primates. Y es entonces cuando está más desprotegida ante mi maldad. Cuanto más muestra su cara humana, mis deseos de descuartizarla aumentan hasta el punto de sudarme la palma de las manos y me las froto contra mi rígida polla en un acto masturbatorio que precede, invariablemente a la aniquilación de la vida.
Apunto a la cabeza del pequeño mono mamón y disparo.
Ella lo sabe, mi semen negro es incompatible con la vida, puede desarrollar tumores, malformaciones incluso seres vivos que abrirán los ojos para sentir y padecer su muerte inmediata.
Fumaba aburrido uno de mis habanos en mi trono de piedra, cuando ella apareció desde nuestra alcoba en las tinieblas, con las manos ensangrentadas me mostró una masa de carne negra, como una hamburguesa quemada, entre ella habías vísceras de mono en miniatura.
El feto se había formado con todos los órganos hacia el exterior.
Se le calló de su maravilloso y acogedor coño cuando meaba.
La bala ha acertado la cabeza del bebé, la ha deshecho y ha destrozado la mama y luego, el corazón de la madre. Nadie ha oído la detonación desde el parque, la sangre mana de los dos cuerpos como un jarabe tranquilo y madre e hijo se han mezclado de una forma artística.
Pareciera que la cabeza del bebé ha sido devorada por la teta de la madre, es tan grotesco que siento ganas de gritar. Porque solo se puede apreciar el muñón del cuello del lechal dentro del pavoroso agujero que ha desintegrado el pecho. Debería sacar fotos para una exposición en el infierno.
Un pequeño trozo de cráneo está pegado al rostro de la madre muerta.
Bebé devorado por madre monstruo….
No vive nadie, nadie puede vivir en mi húmeda y oscura cueva; pero me gusta el arte, tengo mis aficiones.
¿Por dónde iba? 
¡Ah, sí! Tomé el feto de sus manos y lo devoré, luego escupí los huesecillos, más que huesos, eran puro tendón.
-Ya lo sabías ¿no, mi Oscura? -le dije aspirando el habano.
-Soy tonta, a veces tengo esperanza.
-Sabes que no podría vivir, aunque lo parieras sano, lo mataría. Es inevitable.
Por toda respuesta, se sentó en el suelo entre mis piernas, y acarició distraída y melancólicamente mi pene que goteaba una baba espesa por ella.
Eyaculé sobre su cabello y su rostro. Mi Dama Oscura se sintió mejor, es voraz y voluptuosa hasta en la melancolía. La amo, me resisto a destrozarla.
Y para evitar matarla, Suecia y su verano relajante es ideal.
Un hombre corre por uno de los senderos, lleva unos auriculares llamativos y el teléfono en una funda que envuelve su brazo por encima del codo.
Apunto a su rostro de perfil, disparo.
Y desaparece del campo de visión de la mira.
Ha caído panza arriba y sufre espasmos, su rostro es un amasijo de carne, dientes y otros huesos que se han mezclado con el cabello negro y largo. Un ojo ha reventado y la nariz desaparecido. Le disparo de nuevo a una de las rodillas que se agitan espasmódicamente, el pie con la tibia se desgajan de su cuerpo. 
Os aconsejo este fusil ruso, es simplemente perfecto y de una potencia que raya la pornografía por lo dura que te la pone su precisión.
Le disparo de nuevo, esta vez a al cuello. La bala rompe la médula espinal y la cabeza queda sujeta al cuerpo, tan solo por un tendón.
Los monos ya han empezado a gritar en sueco y correr de una lado a otro con sus crías.
En fin, pasado el primer momento íntimo de la sorpresa, ya no puedes esperar disfrutar de igual forma, así que consigo abatir sin demasiada alegría, casi con aburrimiento, a tres machos adultos y uno anciano, cuatro hembras de diversas edades y seis crías de entre doce y cinco años.
Le vuelo la cabeza a Merkel el albañil y abandono el rifle sobre su pecho. Las huellas no coincidirán; pero me suda la polla, mi impunidad es simplemente divina. Solo pretendo añadir al horror y el sufrimiento, desconcierto.
Antes de volver a la húmeda cueva, me paso por Turín, Italia. En un parque empresarial que ya apenas tiene actividad (son las ocho de la tarde), localizo a una secretaria de dirección sentándose al volante de su coche para volver a casa. La decapito con mi puñal teniendo especial cuidado en no ensuciar la mascarilla estampada con flores. Las secretarias de dirección suelen estar buenas, porque el mono empresario quiere cosas follables cansado de su mujer. No es necesario que sean ni siquiera secretarias.
Le meto los dedos en el coño: es suave y está aún sucio de semen. Invado su sistema nervioso central y masturbo el cuerpo decapitado que se agita grotescamente en el asiento corriéndose.
Con los cadáveres recientes puedo hacer cosas que os harían enrojecer, primates.
Le gustará a mi Dama Oscura, tiene una colección de cabezas de primates disecadas que abarcan ya desde el año 1400
Aún no tenía una cabeza del tiempo del coronavirus.
Espero que eso le levante el ánimo, por su bien. Y por el mío, no quiero estar sin ella.
No quiero que esté triste y recordar que es humana.
Cuando llego a mi cueva, me espera sentada en el trono de piedra, con su vulva obscenamente expuesta, ya que apoya las piernas en cada uno de los líticos reposabrazos. Como si fuera a parir.
Es tan brutal, tan amada…
Y me regala tal mamada, que creo que los intestinos se me salen por el sísmico orgasmo que genera su boca divina.
Luego la jodo por el culo y nos vamos a comer una pizza a España, que hay mucho que matar aún.
Siempre sangriento: 666.






Iconoclasta
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