La melancolía es una tristeza secreta para mí mismo. La pena de lo que nunca experimentaré. Un sentimiento que jamás conoceré.
La decepción de saber que existe una alta emoción que no gozaré jamás.
Me ha sido negada la gracia, cuando casi la rozaba. Estuve a punto de elevarme a ella.
Esta melancolía me lo dice como una conciencia cuchicheando en mi oído, en mi estómago. Reverberando en el tuétano de los huesos.
Estuviste cerca, estuviste muy cerca.
Pobre cosa, pobre hombre ciego.
Tal vez, sea no haber podido escapar de este lugar y tiempo atroces que impiden que la razón se expanda haciendo de mí una ola más en el mar, yo rompiéndome en un hermoso final en la tierra.
Creando una espuma de mí mismo y los mudos coros del universo muerto susurrando: ¡Así se hace!
Y dan ganas de llorar por una abstracción imposible.
Podría haber sido un hálito que agita íntima y tímidamente las hojas de un árbol cuyo rumor agradecería mi sencilla aunque útil existencia.
Me he cansado y hastiado de dolores, decepciones, amores, ternuras y cariños sin espuma; sin el secreto rumor de unas hojas que nadie presta atención.
Nadie más que yo.
No es por trascender, sólo aspiro a ser invisible, un ente ignoto. La belleza sin reflejos de una existencia malograda y malformada desde el inicio de los tiempos que es mi nacimiento.
Sólo lloro con ira por lo que mi vida no ha encontrado, no ha sentido.
Que nadie sepa más de mí, desaparecer como una ilusión. A veces sueño con volatilizarme en el aire sin dejar rastro y todos aquellos que supieron de mi existencia, parpadearan: Me ha parecido ver algo… Parecía tan real…
Ser una alucinación en el planeta.
Que nadie me recuerde.
Porque mi existencia me avergüenza.
Que no me entierren o quemen en tierra podrida.
Esta melancolía que guardo en secreto no es tristeza, si no hastío y decepción de no alcanzar otra cosa más que, un mundo mal hecho por millones y millones y millones de seres humanos muertos y apilados en podridos estratos cuya misión, fue construir y crear la humana mezquindad para el instante en el que yo naciera. Como si supieran de mi futura vida y la decepción que sufriría.
Riendo mezquinos…
Sus dioses inventados son ratas sarnosas que devoran sus pies y los de sus hijos lentamente, y son adoradas como servil pago de gratitud a la miseria concebida.
Sólo así puedo entender el origen de esta melancolía aterciopelada que se derrama bajo la piel y por dentro de los ojos, un llanto secreto también. Adentro..., donde sólo el cálido humo de un cigarrillo templa el frío de mi ánimo.
Fumar siempre fue bueno...
Saber que existe algo hermoso o extraordinario más allá de la mediocridad del aire, es mejor que ignorarlo y me ha regalado la gracia de la decepción y su melancolía.
No nací para sentir lo extraordinario, sólo para observar con mirada terrible y soportar la incapacidad de los que ahora son cadáveres y los que lo serán pronto.
No es tristeza, sino rabia y su llanto quedo y consecuencia de una ola que no consigue hacer espuma, porque una fría y poderosa corriente de mierda la devuelve al monstruoso mar inmóvil sin horizontes y sin fin. Sin esperanza a la vista.
Yo quería algo más que no cabe en este mundo.
Hay una belleza oculta que mi pensamiento añora y no sabe qué es.
No nací para algo elevado, sino para rellenar los huecos de los muros deformes que no sirven para nada. Que los muertos construyeron, que los vivos idiotas hacen más altos.
Son los susurros de mi secreta melancolía.
Me dice que nací por mis huesos, que soy material de relleno de un tiempo y lugar mezquinos.
Podría haber sido maravilloso cuando veo y escucho el rumor de las hojas, las olas romper en la costa con un orgulloso bramido de vida y lucha; pero nací en un excremento habitado por gusanos agitándose inquietos y paranoides, alimentándose con voracidad unos de otros. No puedo salir de la mierda, ni limpiarme siquiera.
Nací en un repugnante lugar donde los seres humanos comen sobre las inmundicias y miasmas que corren bajo sus pies.
Todos los humanos y sus civilizaciones lo construyeron todo mal y podrido, para luego ser enterrados como el gato cubre su mierda. O quemados como neumáticos viejos o basura que apesta.
Y como un aire que no mueve las hojas y la ola que no llega a la arena, nací ciego y con esta melancolía que hace invisibles los horizontes elevados que algo dentro de mí dice que existen, que es todo un error mi nacimiento en este infecto lugar y tiempo.
Un asco.
Iconoclasta