Es fascinante, mágico e incluso espiritual observar las almas surgir y desprenderse de la tierra y los árboles cuando el sol derrite la escarcha de la noche.
Hacen el frío más cálido y aterciopelado, no muerde con tanta fuerza el pensamiento.
Tal vez sea por respirar las almas libres y serenas que se extienden por el prado silentes, sin drama.
Las saludo en silencio, con la mano acariciando el aire. Y les deseo feliz viaje a donde quiera que vayan.
Con cierta melancolía anticipada pienso que en mi último latido, antes de la definitiva horizontalidad, añoraré estos hermosos y escasos momentos que el mundo regala.
Me gustaría que el sol hiciera eso conmigo, sacarme con su calidez de la tierra y darme la libertad de la flotabilidad.
Pero sé que me quemarán como un puto neumático viejo o meterán en un cajón de hormigón. Aunque una vez muerto, me sudará la polla lo que ocurra.
Estoy en el momento y lugar preciso para variar. Es lo único que ahora me importa y gozo.
Y casi siento desprenderme de mi piel siguiéndolas y dejar mi carcasa aquí y ahora que todo es perfecto.
Es importante acabar bien.
“Vivir agota ¿verdad, amigas?”, pienso.
Siento…
À bientôt! bellas almas.
Ya pronto…
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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