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25 de enero de 2025

lp--Breve aproximación a la calidez--ic

 

Aleatoriamente puede surgir un día de invierno en el que el frío deja de susurrarme al oído: “Te voy a matar, te voy a matar. No permitiré que la sangre llegue donde debe y morirás. Te mataré.”.

Y hoy guarda silencio el muy astuto, sabe que también se aproxima su muerte y experimenta, como yo, la fatiga de vivir.

Los sabañones de las articulaciones de los dedos y bajo el filo de las uñas duelen menos. Soy un poco menos tullido y no pesa la vergüenza de caminar lenta y torpemente. La sangre se calienta dando elasticidad a los tejidos y un poco de calidez a los huesos y al alma que protegen dentro de sí.

No es que esté bien, es menos malo.

Y superada la supervivencia se abre un resquicio para la ternura y el amor.

E igual que en los inicios del otoño, como un óleo extendiéndose dentro del pecho, la melancolía vuelve. Pienso en la calidez de la piel amada y deseo con urgencia acariciarla con dedos y labios. Contarle que estoy ileso en mi lucha contra el frío, que aún soy fuerte.

Quiero que se sienta orgullosa de mí a pesar de que no me engaño, sólo soy un mierda cansado.

Y ahora, el frío comienza de nuevo a susurrarme la muerte. Le hacen coro espectral las crujientes lamentaciones de quebradizas y desnudas ramas que agita con su aire helado.

Se acabó la tregua. Relego el amor al tuétano de mis huesos, junto al alma si no ha muerto.

Cierro el puño a pesar de que se rasga con irritante escozor la piel y camino de nuevo con la humillante torpeza que me hace hostil a todo.

No voy a morir sonriendo con resignación de mierda.



 

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

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