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20 de diciembre de 2022

lp-- Abandonado al sol invernal--ic


No hay nieve, solo incineración y muerte.

Mentira, soy yo lo único que muere . Todo es más fuerte y vivo de mierda que yo.

Y no me gusta la muerte luminosa, humilla los cadáveres.

Los árboles han perdido su fronda protectora y el sol atraviesa sin descanso mi carne dejando ver la silueta de los huesos en mis manos.

Soy una radiografía nómada.

Un hombre invisible.

Pero no me siento hombre, no me siento nada.

No tengo hojas que ofrecer en sacrificio al sol invernal.

Exige mi piel y el alma que hay debajo…

Lo cierto es que no importo tanto como para que el sol exija nada de mí, es la cruda y cocida realidad. Fui un nacimiento anodino y busco patéticamente trascender unos segundos siquiera antes de evaporarme.

Una ceniza que camina a la desintegración…

Debí ser piedra y algo mutó que me hice cosa orgánica y combustible.

¿Dónde están los dedos de mis manos? Y mi cigarrillo…

Me aterra no tener sombra, soy íntegramente mediocridad. He perdido mi opacidad, la prueba de mi existencia.

Es estremecedora la luz, cochina luz calcinadora…

Los árboles con sus incombustibles cortezas resisten el bombardeo solar y es público silencioso de mi evaporización.

¿Cómo he conseguido morir así?

No quiero ser luz. Ni que se quiebren mis piernas de ceniza y desmoronarme en una nube de polvo en el sendero.

Y el bosque protector inalcanzable.

Es terrible, nunca he tenido suerte…

Soy un privilegiado que folla con la Dama Sórdida, la diosa podrida de la humanidad sin rostro.

Voy a morir incinerado e indoloramente aún que estoy vivo. Como si la indignidad fuera indolora.

No jodas…

Sin un ataúd que proteja mi cadáver durante un segundo siquiera.

Yo no quiero morir así.

Quiero sangrar y gritarle puta a la vida con dientes fieros, escupiendo baba roja.

Que duela morir.

No así, evanesciéndome en la luz, un alma llorando por su carne.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

7 de diciembre de 2022

lp--Aproximaciones a la locura--ic


 

La luz oscura.

Las palabras en el vacío.

La oscuridad jadeante.

Los párpados destripados.

El pene desollado y la navaja sucia a tus pies.

Escamas de óxido en una esclerótica.

Llorar sangre y que no duela.

La sangre del ano que caga vidrio.

Una sonda de alambre en el meato.

Una oruga en los labios.

El filo que desguaza la uña de la carne.

Un sueño de infinita pena y no despertar.

Despertar de un sueño y quedar abandonado a la vigilia.

Un alarido que no sale a pesar de las mandíbulas desencajadas.

Un café amargo con mucho azúcar y los dientes ensangrentados.

La nariz rota hurgando el cerebro.

La vida rota.

La alegría hecha pedazos.

La tristeza como lepra.

El mismo día.

El último vómito del cáncer

Su coño desbocado golpeando circularmente mi boca.

El semen brotando como una meada, sin tocarme. Y ríen.

El hijo que nace con las tripas fuera y llora y no muere.

El amor era mentira.

La existencia de Dios.

El enfermo parto de una virgen.

Papá muerto follando a mamá muerta en el Cielo Cristiano.

Un jaco profundo en el oído y el caballo no calma el dolor.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


1 de diciembre de 2022

lp--El amor cardíaco--ic

El amor es un ataque al corazón, así de intenso y fulminante. Fue repentino amar y pago ahora el precio de que mi vida dependa de ti.

Tú eras la luz al final del túnel durante mi breve muerte de iluminación.

No quiero ser dramático, no es una cuestión de coacción o chantaje emocional, sería mezquino. Solo refiero un hecho.

Bastaron una mirada y una palabra tuyas suspendidas en el preciso instante, en el cuántico e infinitesimal lugar. Entre un parpadeo de reconocimiento y unos labios entreabiertos que se hicieron desesperadamente deseables. Supe que cuando sucediera el primer beso mi pensamiento sería tuyo.

Y el beso fue ataque cardíaco, tan indoloro que no sentí inquietud por lo cerca que estaba de morir durante aquellos segundos de descubrimiento: existías, no eras sueño. En ese paro cardíaco, en esos segundos de muerte indolora se reconfiguró mi red neuronal y desde entonces, mis días empiezan y acaban contigo en mi mente o haciendo arder mi pene con la fuerza vectorial de tu cuerpo clavado verticalmente en mi horizontalidad cuasi mortuoria. Amarte es también presión gravitacional.

Hay en mi cabeza un túnel cuyo final llenas. Y sus paredes son tan transparentes como mudas. Vierten la luz y filtran los graznidos de la humanidad.

Y atrás dejo la oscuridad. La negritud me pisa los talones, por cada paso que doy hacia ti la oscuridad a mi espalda crece con idéntica velocidad.

Es un túnel solo de ida, ya no podré volver. Mi historia se borra y empieza una vida nueva. Ocurre lo mismo con el tiempo, me arde el culo por su rápida combustión.

Soy un personaje cómico en una vieja película muda. Da risa; pero no acabo de ver la gracia. Necesito un cubo de agua para sentarme y respirar aliviado.

No hay opción, amarte fue inevitable como el respirar; pero aun así elegí.

Un poco de ti, es mejor que nada. Un poco de ti justifica ignorar que la vida se acaba, que siempre he llegado tarde a lo hermoso y he aceptado la grisentería difusa de escoger lo menos malo.

Soy un pésimo administrador de mi vida.

Pues yo acepto lo único bello, aunque siempre es tarde por muy buena que sea la dicha.

¿Sabes que hay rostros que se pegan deformándose a la pared transparente del túnel y me piden que me detenga? “¿Adónde vas con tanta prisa y lujuria, viejo?” Me gritan mudamente “¿Te crees mejor que nosotros? Sal de ahí”. No me dan miedo, solo repulsión, son la mismísima faz de la mediocridad; así que camino más deprisa hacia ti y sus rostros envidiosos los devora la oscuridad que me sigue.

El tiempo es otra dimensión oscura, es una cuenta atrás. Te descubrí tarde y ya casi he finalizado mis tareas en la tierra.

Amarte no es un rumbo, es una dirección de marcha, un sentido único donde no hay bifurcación alguna. Algunos le llamarían agujero de gusano. No puedo evitar pensar que el gusano soy yo ahí dentro.

Y no espero vivir más tiempo, sino el momento justo de llegar al fin. Una vez cumplido, puede llevarse el diablo el corazón traqueteante y fibrilado hasta casi partirse. Y también el alma que le vendí hace unos milenios escasos.

Las posibilidades de morir en el túnel, son exactamente las mismas que las de morir fuera, entre ellos, lo vulgar, los ajenos a mí. Tú eres mi voluntad y lo demás meramente aleatorio y accidental: un accidente, una lentitud, una negligencia, una imprecisión en las coordenadas espacio temporales en el momento de nacer, un error con el billete de mi destino a ninguna parte y por ello, llegó tarde a mis manos la carta de navegación hacia ti.

En el túnel solo preciso algo con lo que escribirte y definirte. Entiéndeme, eres inexplicable no hay retórica para expresar a la diosa; pero al escribirte te hago táctil, trasciende tu rostro hasta mis dedos y puedo acariciar el papel, ya tu piel.

Te he transmutado de mi pensamiento a la tridimensionalidad, soy un alquimista en un túnel que se autodestruye cada cinco segundos tras de mí.

El túnel es la metáfora de mi vida como una mecha.

Y tú eres la dinamita.

Es inevitable que piense en el coyote y que eres la más hermosa correcaminos. Si una sonrisa puede ser triste, es la mía ahora.

Un doctor tuvo la piedad de recetarme sedantes pre mórtem antes de entrar en el túnel. Me dijo con el frasco de píldoras anti melancolía en la mano: “De morir no te libras, al menos que no duela”, aún debe pensar que soy idiota.

Escribirte es mi terapia de choque.

No describo lo que eres, porque eres una espléndida incógnita. Escribo lo que siento.

No temo equivocarme con mis palabras, solo ser escaso.

El túnel es tu perfecta metáfora también: eres el conducto al amor.

Mierda, cielo, estoy cansado; pero no puedo detenerme, la negritud que me sigue es voraz, no se salva ni la luz de morir.

No lo entiendo, nunca he valido tanto para que la vida pese tanto sobre mí. Algo se ensaña conmigo por ninguna razón.

Ya está bien, en un momento estoy ahí, el café con mucho azúcar y tú sin ropa interior bajo el vestido.

Bip-bip… (otra cómica tristeza de amor, son los nervios).



Iconoclasta

2 de octubre de 2022

lp--Botas mojadas y pies secos--ic


Vivir es absurdo, todo es lo que no parece.

Y al final sí era lo que parecía.

Te das cuenta demasiado tarde de que la envidia, la ambición y la falta de inteligencia son tan grandes, que no tienes esperanza de sobrevivir al enemigo: la humanidad.

Es inabarcable, incuantificable la sordidez y mezquindad humanas.

Por esto no me fío de la sequedad de los pies, aunque los sienta calientes. Será por infección, por fiebre.

Es de una magnitud tal la vileza y cobardía que ni siquiera la imaginación podía prever semejante estercolero de humanos que se ha formado, cada escarabajo da vueltas a su bola de excrementos y son felices así.

La única lógica que existe es vida-muerte. Afortunadamente todos mueren, aunque tarados y ambiciosos, mucho más tarde que la gente que sirve para algo y se le puede tener aprecio. Al menos un sincero respeto.

La capa sólida que piso, la de La Tierra, flota sobre una compota formada por todos los cadáveres de la historia y excrementos amasada con agua y orina. Por eso hay terremotos, porque esa podredumbre se agita y rompe la tierra.

Hay tantos cadáveres enterrados que empieza a rezumar el infecto veneno al exterior.

Lo que está podrido en vida, es podrido al cuadrado como cadáver. Y así no hay quien mantenga los pies secos.

De hecho, me da asco que las botas estén mojadas y envuelvan irremediablemente los pies.

Existe el arte y la literatura para crear mundos y situaciones, sino mejores, más intensas para combatir esta mezquindad estranguladora que pudre los pies y el alma, si existe semejante vapor. Soñé que una vagina me arrancaba la polla con sus dientes, luego quise meter la lengua porque estaba muy caliente y me arrancó la lengua y los labios… No olvidaré aquella intensidad que no existe en ningún lugar del universo más que en mí mismo. Soñé que mi padre muerto estaba cansado de verme en los sueños y me despreciaba con gesto evidente. Lo creí, y me esforcé en no soñar con los muertos por mucho que los amara.

La podredumbre sobre la que flotamos no es intensa, es de una devastadora mediocridad y previsibilidad.

El planeta es una fosa séptica llena de cadáveres y rebosa. Al mundo le faltará tiempo para convertir todos esos miasmas en combustible fósil; porque la especie humana si no ha muerto, agoniza. Está perdiendo la capacidad de ser individuo creador y el coraje para juzgar y equivocarse. Y por ello perderá el uso de la razón.

Ya se puede afirmar que la masa humana es una cosa híbrida entre insecto y mamífero con la habilidad de votar al criminal o imbécil que más aparece en la televisión y en las pantallas de sus móviles.

Por cerdo que sea.

Es mentira, no tengo los pies secos, están tan mojados que siento el frío pudriéndome las arterias y el tuétano de los huesos, como una baba invasora. Y como eufemismo le llaman tumor, cáncer, condrosarcoma, osteosarcoma, mierda en bote…

Todo es lo que parece, no hay sorpresa.

Todo lo sabía, no ha habido suerte.

Ni magia.

Ni ilusión alguna.

Las botas están tan mojadas como mis pies.

Qué desolación de realidad…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


28 de agosto de 2022

La más triste guardería


Hay un hospital donde los bebés yacen muertos en sus cunas.

E incorruptos.

Parecen de marfil.

Un gélido marfil.

Tienen las manitas abiertas, esperando que alguien se las tome.

Solo una simple calidez, no piden demasiado los bebés muertos.

Puede que pidan un alma, nunca se sabe.

Y la verdad es que lo muerto no pide.

Alguien decidió que no se merecían este mundo, este momento.

Y tuvo la piedad de no darles alma.

Seres perfectos en sus formas. Enternecedora y angustiosamente vacíos.

Esculturas esperando el soplo de vida.

Nadie sabe de qué color son sus ojos. Si los tuvieran.

¿Se secan los ojos si no se usan?

Y el corazón tan coagulado…

Pobrecitos míos.

Es la Unidad de Neonatos más triste del Universo.

El director del hospital de los bebés sin alma, pensó que sería dramático que un día abrieran los ojos y se encontraran en una triste y tétrica habitación de museo.

Y mandó pintar las paredes y cunas en tonos pastel de verdes, azules y amarillos.

Luego, encargó pegar vinilos de delfines, elefantitos, borreguitos y patitos.

El consejero delegado, ordenó que se pintaran cenefas de pequeños ataúdes blancos porque la vida es muy puta y nunca se sabe si un día tendrían su alma.

El director le encargó el trabajo a un pintor triste y de confianza. Acabado el trabajo se suicidó.

Y sobre cada cuna colgaron un carrusel de juguetitos en miniatura que al girar, tocaba la nana de los bebés muertos. Porque si alguno llegara a abrir los ojos, que lo primero que viera fuera algo bonito como él.

Nadie quería entrar en la triste habitación de la más tierna y perfecta tragedia. Sin embargo, nunca se supo quién, alguien limpiaba el polvo de sus cuerpos de marfil suave y frío regularmente.

Aquel que decidió que no se merecían nacer en este mundo y momento, en algunas noches cuando apenas había nadie en el hospital, se sentaba en una mecedora en el centro de la guardería muerta y fumando imaginaba como crecerían, lo que serían, qué harían y sus risas cuando tuvieran alma al fin.

Pero un día decidió al fin que no podían tener alma porque llegaba la extinción.

Se fumó un último cigarro meciéndose silenciosamente entre los bebés muertos mirándolos con sus ojos terribles. Tarareaba una desgarradora y gutural nana, cerrándoles el paso a la vida.

Sería una crueldad darles un alma para morir sin apenas abrir los ojos. Y salió de la guardería arrastrando su mecedora.

Inundaron la sala de los bebés muertos con fuego que los incineró lentamente sin violencia, como si las llamas los abrazaran y besaran.

Incluso la nana de los bebés muertos que surgía de los carruseles ardía en el aire como una guirnalda negra.

Fue el último acto de piedad en La Tierra.

Aquel que decidía sobre las almas y la vida, bajó al infierno. Su hogar ardiente.

Y luego, despareció todo; toda alma y todo cuerpo que se movía en La Tierra.



Iconoclasta

18 de agosto de 2022

Apenas soy

Una vez fui carne y hueso.

Y el planeta se propuso evaporarme.

De alguna forma todos nos evaporamos; pero yo esperaba que los años marcaran mi rostro y mi piel con la sequedad de vivir bajo el sol, con arrugas como cicatrices de  tristezas y dichas, con los dedos torcidos, con la mirada intensa entre los párpados pesados. Ser un sabio cansado, románticamente derrotado.

Con la piel de un reptil.

Imaginaba otro estilo de degradación, algo que me conservara tangible hasta la vejez. Que ella pudiera acariciar y evitar toda esta tristeza que hace su mirada húmeda y cubre brillantemente su piel tersa, como si un brujo le hubiera aplicado el ungüento de la desolación, tan bello y tan aniquilador para la alegría.

Siempre soy elegido para lo peor, es la sensación que he tenido toda mi vida de carne y ahora de gas.

No tengo ninguna importancia, es solo una cuestión aleatoria. No recuerdo haber realizado una maldad especial. Mi carne es incompatible con La Tierra, es alguna mutación. Soy un superhéroe cuyo poder es super morir transparentemente.

Hay gente llorando a medida que se evapora, sus palabras son vientos que se desvanecen antes de llegar a los oídos.

Cuando te haces gas, nadie puede abrazarte. Solo sirves como fantasma para las sesiones de espiritismo y se ríen de ti si tuvieras suerte. Porque si tienes un amor, maldita sea la gracia…

Maldita…

Echo de menos el tacto, porque incluso en mis sueños gaseosos, cuando la acaricio mis dedos se deshacen en su piel. Gira su mirada al mar y llora una tristeza, lo sé por sus hombros que se agitan un poco, como si le soplara un aire frío a pleno sol.

Y ante esa bellísima tragedia de mi amor quisiera clavarme las uñas en el rostro, pero solo me hago jirones indoloros.

Cuando me acaricia, mi rostro se deforma en volutas entre sus uñas rojas, como las de un cigarrillo que acaba fundiéndose con la nada.

Es malo que te amen cuando eres condenado a evaporizarte, porque sufren más los amantes sólidos. Sufren porque los dejas solos abandonados al gaseoso e intangible amor cadáver: tú.

Ella grita: “¿Por qué?” Con la desesperación de lo inescrutable.

Entonces pienso en un viento que me arrastre y acabe con la agonía que represento para ella; pero no soy un fluido normal, soy una maldición que no guarda lógica con nada en el mundo.

Cada vez que intenta meterme en una botella, me diluyo más en la atmósfera. Le digo que no importa con la mirada. Le tiemblan los labios de tantas cosas que tiene que decir y llorar. Agotada y furiosa lanza la botella contra la pared.

Y sin pensar, intenta abrazar la cosa flotante que soy.

Y aúlla...

Es la pura tragedia, la más grande del mundo.

Cada amanecer, soy más transparente. Incluso se borra lo que un día fui, lo que un día quise ser, lo que nunca podrá ocurrir.

No duele la carne que se evapora, es la locura lo maligno. Es este apenas vivir que duele un millón, dos millones de unidades de intenso dolor de incomprensión y terror.

Un día tuve un nombre; pero despareció…



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


13 de junio de 2022

Deja de escribir

Tengo miedo de que mis ojos se rompan como cuentas de cristal y que no haya sangre. Solo el ruido del viento a través de las cuencas vacías.

Tengo miedo de que el río fluya a lo alto y los peces, pobrecitos, mueran en el frío cosmos.

Me horroriza que el aire se convierta en agua y mis lágrimas no caigan rostro abajo.

Y edulcorar el café con vidrio en polvo.

Y cagar sangre.

No quisiera que los cadáveres no se pudrieran y los vendieran como ceniceros.

Tengo pánico a que mis palabras manchen de gris mis encías y los dientes crezcan hacia dentro.

Y que el sol se aproxime y evapore mi reloj que jura que aún vivo.

Está todo tan roto que mi pene es una flor que ha hecho afiladas raíces que me cuelgan sangrantes de la nariz.

Y por los ojos si tuviera.

No quiero que mi padre resucite y llore por la carne que no tiene y que le decepcione porque mis ojos no le sirven; se rompieron en algún momento de mi pensamiento…

Y que vea el río perderse en la nada cósmica y aniquiladora y no pueda lavar cálidamente sus huesos macilentos.

Pobre padre…

Pobre madre que sonreía tanto como para contagiarme y no quiero pensar en ella porque es infinito mi dolor si le borrara una sonrisa. Sería un hijo de puta si lo hiciera.

Es terrible temer tanto.

No quiero que el papel se haga arenas movedizas que se traguen mi alma que escribo.

Temo al amor que se transforma en un susurro que coagula el corazón con sus imposibilidades y lo único posible es el tormento. No quiero el corazón de piedra y toser arena entre llantos.

Temo que mi gato se convierta en ratón y se devore a si mismo y yo no pueda dejar de llorar por ello desde mis cuencas negras.

Tengo miedo al imán que no sé porque, solo atrae la miseria.

Temo que los forenses vuelen como super héroes con capas de acero inoxidable haciendo su trabajo en los vivos.

El universo es material de derribo, un roto infinito y los agujeros negros regurgitan los años tragados. Y la demencia se extiende por la nada.

Y nada cubre a nada.

Y los pedazos de dios flotan quejumbrosos ignorando que un día soñaron crear algo y no se acuerdan bien el qué. Solo son piedras flotantes con Alzheimer, y hay en su superficie una tristeza vítrea por la ausencia de la mentira piadosa que cuentan las madres a sus bebés cuando creen solo en ellas.

Madre es lo único que existe cuando se inicia la vida.

Cómo me quería, no puedo entender tanto amor a lo que soy.

No puedo…

Qué desolación.

Siento la pena infinita y el espanto por los peces que nadan en el cosmos con sus grandes pupilas congeladas en la indiferencia a su propia muerte. No se inmutan cuando las piedras los rompen haciéndolos pedazos.

Pobrecitos, tanto nacer para eso…

No puedo soportar la inexistencia de los petirrojos que observan mis pedazos formarse en el papel piando canoros en una rama verde como un lagarto.

Es pánico irracional que las hojas no existan y mi pensamiento sea solo la pesadilla corriendo por la sangre sucia de un yonqui no vivo, de un podrido en vida.

No quisiera lavar los huesos de mi padre cuando llore.

Ni los de mi madre cuando sonría como un sol.

Por favor… Deja de escribir.

Ya. Ya pasó, tranquilo.

No lo vuelvas a hacer.

No.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


23 de marzo de 2022

De mierda a dios


¿Me creerías si te confieso que no soy un dios?

No soy de tu estirpe, mi hermosa divinidad.

¿De qué parte del universo llegaste en tu nave invisible?

No sé qué hago a tu lado, cuando de repente apareces cabalgando un rayo de luz.

Amándote y soportando titánicamente el peso de tu amor.

Los huesos parecen partirse, estallar como troncos de madera podrida con un golpe cuando pienso en tu rostro y en tu boca que me come, me absorbe, me arranca el alma que ahora sé que es blanca como la leche.

No sé cómo ocurrió, por qué motivo te enamoraste de mí, es absurdo...

Tal vez el error de una diosa que erró su rumbo interestelar.

O es tu juego.

Tu capricho divino.

Un coño palpitante y hambriento que viaja milenariamente en el espacio-tiempo…

No sé, no entiendo, no comprendo.

Pero no soy como tú.

El peso de tu amor es abrumador y siento que he usurpado un lugar y un tiempo que no me corresponden.

¿Y si descubres que soy un mierda?

Lo sabes, ¿verdad?

Debe ser tu misión: observar fascinada (porque tu sonrisa es celestial y cósmica, una piedad dolorosa) la sordidez de mi vida acariciándote ese inmenso clítoris que llena mi boca hasta la asfixia, destilando un néctar denso y dulzón en mi lengua, en mis labios. En mis cojones que me duelen.

Hasta que tus dedos los consuelan.

Lanza un rayo protónico divino y mata al humano obsceno que ha hecho un altar para ti en su sucia y triste habitación, donde se masturba con gritos cuando no te manifiestas. Que al despertar se levanta pisando infecciosas jeringuillas sucias de sangre y caballo.

Tengo tanto alcohol en la sangre que temo arder cuando enciendo la pipa de crack.

Busco putas para humillarme, para ser indigno de ti y me abandones.

Y si me abandonaras, me abriría los muslos desde las ingles verticalmente para desangrarme en un instante cuántico…

No puedo evitarlo, les clavo la navaja en la nuca cuando me comen la polla. Mueren como los toros en el descabello, quedan inmóviles con este rabo que es tuyo en la boca y luego, mutilo sus cuerpos mortales; sus pezones no son como los tuyos. Y odio todo lo que no es tú.

Sus coños están tan secos que me duele cuando las jodo.

Coños de madera astillada que gotean la sangre de mi glande lacerado…

No soy un dios y el problema es que para merecerte no debo solo parecerlo, debo evolucionar a una deidad maligna que elige quien vive y quien muere.

Tú la diosa cosmonauta del amor y yo el divino de la muerte, solo así podría soportar el tormento de amarte.

Formaremos el Olimpo más sórdido y obsceno desde la creación del mundo.

¿Cuántos insignificantes mortales como yo tendré que sacrificar para ser como tú?

¿Cómo si no, se hace dios un mierda?

Amarte, siendo solo lo que ves, me está llevando a la desintegración.

Y tal vez es tarde ¿verdad? Tienes los datos, ahora ya sabes lo que dura un humano entre tus brazos.

Te irás en ese rayo de luz para siempre.

Puta diosa, te amo más que al jaco que pudre mi sangre.

Siempre fue tarde para mí ¿verdad?



Iconoclasta

18 de marzo de 2022

La divina coagulación


He abierto la vena para aliviar presión en la arteria indiferencia.

Y se ha derramado polvo rojo en mis zapatos, con terrorífico vértigo.

No podía imaginar cuán seco estoy.

Misericordia…

He rezado por la coagulación de los muertos y sus venas embozadas.

Porque soy árido como un desierto, como la mojama…

El vidrio irregular y sucio de mi polvo rojo destella una burla demente al sol.

Y pensamos, el ladino vidrio y yo, que ya que estamos, seguimos.

Lo que no duele ¿por qué no hacerlo?

El vidrio corta el pezón en vertical y aflora una baba espesa como la grasa.

¿Por qué no duele la obscena herida?

Un proyecto de coño húmedo en mi pecho.

Estigmas y llagas son vaginas… Tan bellas, tan húmedas, tan gimientes…

Mi lengua húmeda llenó su coño. Y se aferró a mi cabello, me asfixiaba contra su coño. Desesperada, con las ingles tensas como cables para que entrara cuanto pudiera en ella. Cuando la penetré, caí a la caverna más húmeda y resbaladiza del universo y sentí las pulsaciones salvajes de su corazón en mi pijo henchido de sangre a punto de derrame.

Y me corría líquido en ella. Jadeaba y de la boca se me escurría la baba animal del celo atávico en sus tetas.

Quisiera que la muerte fuera así, precipitarme en su coño hirviente y elástico. Pulsátil…

Temo a esta analgesia y que mi alma se haya coagulado como un tumor en un inhóspito rincón de mi cerebro.

Lo que ocurrió se secó también. Y no sé que pensar, porque no duele.

Me parece correcta cualquier cosa. No importa.

Al masturbarme ha asomado por el meato una piedra erizada, una sangre hecha costra envuelta en gelatina blanca.

El vidrio castiga la obscenidad y hiere la mano que aferra el pene. Y hiende también las venas de la carne dura que portan la última sangre líquida del cuerpo, la que circulaba veloz hacia el glande.

La sangre ya triste en su coagulación emerge como una perla de rubí, dura y tímida entre mis dedos y la polla.

Un jugo natural de muerte, con pajita y sombrilla. ¡Y una aceituna, por favor!

Me río porque no duele, si la muerte no duele, dos veces bien.

Si no duele, la destrucción es más fácil que la construcción.

Y no hay nada que te frene en el descenso al paraíso de la analgesia.

De lo indoloro y seco.

Porque lo sórdido si no duele, es fascinante. Hipnótico.

Rozo el aire negro que me envuelve con dedos horrorizados, latidos vanos y boca seca.

Y pido con una tos a la divina coagulación que se extienda por toda la humanidad y cese su dolor de indignidad.

Beso sin ningún cuidado el vidrio como quien besa la cruz del nazareno, con labios cuarteados como barro seco. Derraman harina escarlata… Y si mi estómago no estuviera seco, vomitaría una bilis corrosiva.

Una vez vi un loco que se cortaba los labios con un cristal de una ventana rota del manicomio; pero su sangre era líquida y brillante. Qué envidia ¿no?

Yo sé que los muertos son fríos y derraman líquidos que no tienen fuerza para retener.

Y en algún momento me he meado.

¿Cuánto tiempo llevo muerto? Me pregunto sin ningún tipo de alegría.

Ni de miedo.

Por que el miedo es temor al dolor y si no hay dolor, soy el más valiente del universo.

¿En qué momento el agua del arroyo se llenó de ojos muertos flotantes?

Rezo por la divina coagulación y los ojos de un río ciego que en el mar devoran los peces.

Los cuervos graznan hostiles a mi pensamiento, esperando que cese mi movimiento, el más mínimo.

Y así picar.

Y así mortificar.

Los doctores cuervos son burócratas de la muerte.

Peritos tornasolados con actas de defunción abiertas como tijeras.

Bendita sea la divina coagulación de la sangre y el alma.




Iconoclasta


17 de febrero de 2022

Una vida difusa


Soy el sueño muerto de un padre con el corazón roto.

La sonrisa de amor de una madre horizontal de carne fría.

Y la ternura de una abuela podrida.

Soy un rimero, un estercolero de sueños incumplidos, un conjunto de imágenes latentes y difusas en las pupilas lechosas de mis amados muertos.

Tengo arcadas de vómito ante el vértigo de ser un nebuloso recuerdo que a veces sangra. Que sufre la condena de ser real, de estar vivo. Como si no hubieran hecho bien el trabajo los muertos, se olvidaron de borrarme o de llevarme con ellos una vez acabadas sus vidas y sueños.

¿Y si respiro solo muerte en mi último segundo de consciencia, delirando que sangro y tiño mis propias pupilas de rojo sanguíneo un tanto coagulado, como legañas espantosas...?

Y una tormenta-o de arena me deshace, me erosiona, me diluye…

No sé… Pero siento extrañas náuseas de una vida que no acaba de serlo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


2 de enero de 2022

El muñeco de la bola


Soy el muñeco que vive dentro de una bola de cristal, que por alguna maldición no muere nunca, mi diáfana prisión es eterna. Soy un maniquí en el escaparate de una tienda de un pueblo abandonado.

A menudo agitan la bola y a mí, su contenido. Y en lugar de formarse nieve o espuma, el agua se tiñe de rojo, porque cuando duele la belleza que hay al otro lado, o en la periferia, un centímetro más allá del vidrio que me encierra, solo se lloran los primeros veinte años. Luego se padecen hemorragias.

Y es lógico, porque en el agua las lágrimas no se ven, no las aprecia nadie. No sirve de nada llorar si no podemos conmover a nadie.

Ni siquiera la piel de mi rostro las siente ya.

Las lágrimas son diluidas por el agua sin finalidad alguna.

He llevado tanto tiempo aquí llorando para nada, que es lógico que buscara otras vías de expresión a nadie.

Nadie sabe, no importa el muñeco de la bola barata de cristal.

Nadie sabe que bajo mi cabello, hay heridas abiertas por tantos golpes, por tantos zarandeos. Y lloro sangre por esas agallas que tienen la función de expulsar toda esta desesperación de una forma llamativa; pero quien me agita, solo piensa que algo está estropeado en la pintura que me recubre. Soy un viejo objeto.

Una cosa podrida que flota en el agua.

Lo soy... Demasiado viejo, demasiada vida, demasiada sangre que a nadie llega. A nadie emociona.

Y cuando la desesperación es insoportable y nadie observa, golpeo la cabeza contra el cristal, hasta que dos gotas de sangre salen de mi nariz y crean una efímera rama de coral hemoglobínico que flota largo tiempo tomando formas caprichosas a medida que se diluye.

Soy un caleidoscopio sangrante y nadie sabe.

Quiero morir ya, porque todo lo que amo y deseo, está al otro lado y si tras toda esta vida de golpear el vidrio no he conseguido salir, ya no quiero hacerlo. Lo único que me espera es la muerte, fuera de la hermeticidad el sol y el aire me destruirán en el acto.

A pesar del agua, me he secado y me hecho quebradizo.

Todo se ha hecho hermoso, todo lo que veo allá, un centímetro más lejos, se conserva colorido, mientras en mi cabeza solo hay llagas que sangran la profunda depresión de un encierro sin esperanza.



Iconoclasta

14 de septiembre de 2021

El precio de las crías humanas

¿A qué precio se encuentra actualmente una cría humana, de pongamos, unos seis meses; vacunada con sus cinco dosis contra el coronavirus, el sarampión, la varicela, el tétanos, la polio y la tuberculosis. Sea de la raza que sea (aunque preferiblemente europea) y que tenga completas sus extremidades y operativo el cerebro? Y por supuesto, garantizada hasta el año o hasta que haya demostrado su capacidad para caminar por sí sola.

Sea cual sea, las crías humanas han triplicado su precio.

Deberían ir más baratas ya que gracias a la maniobra del coronavirus mundial, han muerto muchos progenitores y hay superávit de crías humanas.

Pero no es así, el tráfico de humanos (sobre todo crías) es como el mercado del oro, está siempre en alza. Comprar un humano da prestigio y exclusividad dado su precio si está sano y no se dedica al tráfico de órganos.

Lo que es seguro, es que a los compradores no les importará apenas nada, por su riqueza y natural corrupción, se pueden permitir todo tipo de gastos por muy costosos que sean.

Tras la compra los exhibirán en insta, tiktok, tuiter y feisbuc, cosa que provocará muchos “me gusta” y muy pronto el dispendio de la compra de la cría humana, quedará amortizada y los amos admirados por su poder, dinero y ternura que proporcionan al cachorrito.



Iconoclasta


15 de agosto de 2021

Cardos áureos


Parece que todo en la naturaleza tiende a ser perfecto y yo soy un organismo caótico, retorcido como un vara requemada por el sol, con todas las asimetrías concebibles.

Hay proporciones áureas en todos los lugares. Incluso los caracoles dicen que son áureos en sus proporciones de los cojones.

Los hostiles cardos tienen perfectos y definidos patrones geométricos y se forman de unas flores tan violetas, que parecen radiactivas; pero los burros y las cabras se los comen. Qué mal gusto…

Que se jodan ellos y su maravillosa dorada proporción.

Mi rabo no palpita por igual, las venas lo cruzan de forma aleatoria y mis dedos son irregulares e irregularmente se pringan de una crema de leche licuada a veces, otras espesa como un puré; según coma, según lo rápido que me ordeñen.

Mis dientes, o no están o se separan. Mis pies, mis manos, mis ojos…

No tengo ninguna proporción áurea, y menos mis cojones.

Mi corazón late a veces descompasado, según la ame, según me masturbe, según la joda.

Según despierte…

¿Dónde está mi gracia, la que todo ser tiene en la tierra?

¿Dónde está mi proporción que me haga digno entre tanto patrón perfecto?

Aunque me importa poco; mis desproporciones y asimetría caminamos por el mundo con perfecta incoherencia y follo despreocupadamente, más allá de cualquier moral o cobardía dictada, con mis retorcidos miembros indiferentes a las voces áureas que gritan excrementos andantes de gratas proporciones putas.

Deambulo con mi rabo imperfecto de carne dura a veces tan brillante que parece aceitado, de glande sanguíneo hasta el edema.

Otras un pellejo del que no sentirse orgulloso. O no sentirse nada.

Un bíceps es más grande que el otro, y los tatuajes difieren de un brazo a otro, con lo cual, he ido contra la naturaleza de las áureas y estúpidas proporciones.

Estoy cansado de perfecciones; cansado no, aburrido.

Se busca la perfección en las cosas, como si importara, como si alguien fuera perfecto.

La perfección es la quimera del analfabeto, del que no conoce la vida ni sus consecuencias. El perfecto es un pobre neurótico que no sabe qué cojones hacer en un mundo imperfectamente áureo.

A veces sueño con pegarle fuego a lo áureo y a toda la perfecta proporción que lo habite.

A los próceres de mierda que gobiernan, porque son como los cardos, áureos en sus proporciones, pero venenosos y dolientes cuando se les mira y les siente.

No hay burros que se coman a los trajeados áureos que gobiernan un nuevo mundo lleno de fascismo, cobardía, hambre e ignorancia.

El hastío con violencia se paga. Y la proporción áurea, corriéndose en su rostro perfecto con mi polla imperfecta.




Iconoclasta

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3 de agosto de 2021

Una mariposa en mi bici


Érase una mariposa boba que revoloteando tontamente se posó en mi bici y me preguntó con cierta picardía: ¿Me llevas?

Le dije que sí, farfullando como un idiota. Muy nervioso, pensando en la magia con la que la paranoia te premia en la intimidad del planeta.

Ocurrió una vez que la diosa del mar me preguntó si me gustaban las mariposas. Aparte del sobrenatural nexo común entre ambos sucesos; si fue mágico hablar con la diosa, hablar con una mariposa me pareció de lo más normal.

Mi cerebro está bien, lo malo es el corazón y esa arritmia de amor y ternura que me provoca cierta dificultad para respirar el aire de la realidad.

Cuando me colgué la mochila (hace unos segundos ya) para emprender la marcha con mi mariposa, voló. Se marchó.

Y una lagartija me sacó la lengua desde el borde del bosque.

Está bien, puede que esté loco, o que mi cigarro presentara trazas de marihuana o algo así; pero la cuestión es que la mariposa se llevó mi corazón y quedé boqueando.

Me pegué dos puñetazos en el pecho para lanzar sangre al cerebro.

Me quité la mochila y me senté, de repente ya no tenía donde ir.

La tristeza muy afanosa ella, un poco harta de tener que salvarme el pellejo día sí y otro también; hizo crecer un corazón que comenzó a latir como un motor de dos cilindros de nuevo, mientras la imaginación se retiraba muy lejos de mis ojos, al fondo del cráneo; asustada por el riesgo que habíamos corrido todos los que soy por una pequeña mariposa bonita y un poco descarada.

Escupí sangre residual que se había metido por algún agujero de los que dejó el corazón que se llevó la mariposa y pedaleé sin alegría de nuevo a casa.

Y aún así, no podía evitar sonreír.

Hubiera sido una muerte linda, mejor que la que se me echa encima, el camión está demasiado cerca de mis ojos y yo en el carril equivocado, la tristeza no podrá reparar semejantes daños.

Si existen las almas ¿revolotean como mariposas alrededor de las dio…



Iconoclasta

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30 de julio de 2021

El dolor de las cosas


Si existiera el dolor en las cosas seríamos sádicos psicópatas, porque no importaría cuanto dolor se infligiera; las cosas están para usarse, el dolor sería un problema exclusivo de ellas, como es el de los animales de granja su degollamiento y descuartizamiento.

La simple idea de que una cosa sufra es absurda, ni siquiera en un ejercicio de gran imaginación la imagen se sostendría, sería simplemente estúpido; pero dado el caso, no puedo imaginar la gran cantidad de millones de seres humanos que disfrutarían provocando ese dolor.

Es una reflexión demasiado rebuscada, por mucho que quieras imaginar un vaso doliente, por ejemplo, solo conseguirías hacer de tu imaginación una pérdida de tiempo que ni originalidad aportaría. Hay cosas mejores que imaginar.

Tal vez sea ahí, en esa pérdida del precioso recurso imaginario, donde reside la muestra más insana de la humanización de las cosas, en la novela de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

Realmente, la psicodélica novela no tiene nada de maravilla, no hay aventura; es una auténtica pesadilla llena de extravagancias y crueldades que como niño nunca me gustó. Me llevaba a pensar que Alicia era simplemente idiota y tuvo la mala suerte de ir a parar a un mundo de mierda, donde todos hablaban mal, deprisa y sin sentido. Tantos personajes dementes y tarados… Me incomodaba mucho ver la película. Y por supuesto, el libro ni siquiera lo ojeé.

Como adulto, aprecio el elevado grado de surrealismo, es una obra maestra de lo enfermizo y onírico, a media película se hace ya cargante; pero nada es perfecto. Tiene una descarnada originalidad, aunque vaya en detrimento del argumento, su claridad. Al fin y al cabo, el argumento es absolutamente secundario en el surrealismo cuyo único fin es generar imágenes oníricas o extrañas que impacten en el lector o espectador.

Aun así, a pesar de lo imposible del dolor de las cosas, si un vaso sintiera dolor por beber de él, lo lanzaría al suelo para observar como sufre. No soportaría que nada me complicara más la existencia. Que otra cosa más se sumara a la colección de idiotas que deambulan por el planeta jodiéndome con su solo respirar, me abocaría a un homicida humor.

Apenas habría diferencia entre las cosas y los seres humanos (en muchísimos casos que podría enumerar, se cumple el parecido). Los seres humanos con cosas, lo sé porque se lamentan por otras cosas que simplemente temen y también son usados para matarlos en guerras sin que sirvan para nada y a pesar de ello, obedecen como tiernos robotitos a los que les meto petardos entre sus brazos mecánicos para hacerlos volar en pedazos en las verbenas.

Hay muchas cosas humanas que por una cuestión de vergüenza, prefieren hablar de dolor en lugar de miedo. Al menos el vaso sería una cosa doliente con dignidad en su mudo dolor.

El soldadito de plomo, una de las historias más tristes de la literatura, es otro ejemplo de humanización de las cosas para convertirlas en mártires en esas parábolas infantiles para el amaestramiento de las crías humanas en la infancia. Muestra un amor tan excelso y paranoico que sería incapaz de sentir un ser humano. Se le puede perdonar tamaña osadía por ser una cosa. 

Si mi cafetera se lamentara por el fuego, la golpearía hasta deformarla y hacerla inservible, no quiero más mierda a mi alrededor.

Solo soporto el dolor de las putas cuando las follo, porque para eso pago.

Siempre he sido hiperrealista, cosa que me hace ser un hijo puta en lugar de ser un imbécil cobarde sensiblero.

Respecto a la literatura, todo lo que es mentira o invención, es un bálsamo contra esta grisentería que hoy más que nunca se extiende por todo el planeta como un hongo que todo lo pudre infectando a millones y millones de votantes, mártires y santones que lo habitan.

Evoco aquellos naipes soldados de Alicia flipando con las setas alucinógenas del bosque. Su geometría ridícula y aséptica, fea y simple como lo es un cuadrado, recuerda sospechosamente a los playmobil o muñecos lego.

Si he de tener un juguete, que sea alguno con el que me pueda identificar, algo digno que se parezca a un ser humano, a mí. Y no un cubo con patas y cabeza con pelocasco.

Carroll veía aquellos naipes idiotas como a la chusma con la que tenía que relacionarse en aquellos tiempos victorianos, eso es lo que intuyo.

Y desde hace muchos años los muñecos tipo playmobil y lego se imponen como la nueva estética que debería tener el ser humano, para que los niños se hagan cuadrados, sin apenas más ángulos que los rectos, los menos imaginativos y los más simples. Que no sueñe la infancia humana con una anatomía corporal que evolucionó para la caza, el trabajo, el combate, el esfuerzo, la reproducción.

Con naipes y muñequitos geométricos, pretenden censurar y borrar del imaginario de las bestias humanas, su capacidad violenta que los hizo llegar a la cima de la cadena alimenticia y lanzar cosas al espacio. Incluso matar con más rapidez y facilidad. El coño y la polla… Es feo decir semejantes cosas, pero usarlas, si te callas, no es problema.

Hay gente que escupe como si tuviera una polla en la boca cuando lee “follar”. Me gusta provocar esos ademanes de rechazo. Es mi lenguaje y lo uso como me sale del nabo y no como un playmobil maricón; selecciono cuidadosamente cada palabra.

No puedes quedarte solo con una parte del cerdo. Somos indivisiblemente todo eso: toda esa violencia y ternura. Todo ese ingenio y toda esa brutalidad. Todo ese furor y odio que marcará la diferencia entre morir y vivir.

Como se ha visto en esta misma era moderna, cualquiera que quiera castrar al ser humano de una de sus características, conseguirá solo un imbécil, una cosa amorfa de lo que antes era. Las hormigas, no sienten plenamente dolor, son idiotas y simplemente se lanzan mensajes de alarma, según dicen los entomólogos. Es lo que ahora pasa con los seres humanos y sus epidemias de redes sociales y democracias venenosas para la especie humana.

Sería entonces acertado decir que las cosas sienten dolor.

La infancia se ha de sentir monigote y orgullosa de serlo. ¡Qué pena!

Deben aprender a barrer, en lugar de hacerse fuertes, ingeniosos y hábiles con sus peleas infantiles y juegos que solo a los tarados les parecen “violentos”. Mejor comprarles una escoba y un recogedor y se habitúen ya a recoger a la mierda que tiran sus amos, aquellos que les permitirá elegir el color de la escoba y recibir alguna vacuna como premio a su obediencia.

Vota et labora, cosa de mierda.

Si las cosas padecieran dolor, compraría muñequitos cuadrados cada día para pegarles fuego con afán pirómano.




Iconoclasta




20 de julio de 2021

Escapar


Yo solo quiero salir de aquí.

Siento a menudo esa necesidad desesperada de escapar de este inmenso campo de concentración del Estado de la Imbecilidad en el que se ha convertido el planeta.

¿Qué hago? ¿Hacia dónde ir si el mal te rodea desde todas las direcciones?

Siento una urgencia que nace de la tristeza de vivir aquí. Es existencial, con causas concretas.

Solo podría escapar a un lugar desconocido, donde no pueda identificar con precisión la mezquindad en cada mirada de los seres que me rodean.

Quiero la tranquilizadora ignorancia de un mundo nuevo.

La sabiduría mina mi paz y la esencia humana, la certeza de su idiosincrasia, es tortura.

La sociedad es un germen que intenta infectar mi imaginación.

No es hartazgo, es pura asfixia.

A medida que han aumentado mis conocimientos, todo se ha revelado rancio e indigno; y lo que es peor: de una espantosa previsibilidad.

Es lógica la conclusión a la que he llegado: todo estaba mal desde mi nacimiento, nací en un momento y lugar apestado y roto.

Como si los cadáveres, en lugar de enterrarlos, dejaran que se pudrieran en las calles y las gentes ya no les prestaran atención, con sus narices saturadas del olor de la carne podrida.

Y los que caminan, se parecen tétricamente a los podridos.

¡Quiero irme de aquí, por favor!

Cuando llueve, el agua se ensucia al tocar el suelo y arrastra líquidos nauseabundos, marañas de pelos crespos, como alambres malolientes donde se agitan insectos, pieles ennegrecidas y enmohecidas por la muerte a las que las gordas ratas ni huelen.

Tengo la esperanza de que sea una pesadilla; pero es una ominosa realidad de la que no hay consuelo, soy consciente de mi realidad porque esta necesidad de escapar es de una lucidez devastadora. No puedes despertar y escapar. Las drogas no consiguen engañar la mente. Te metes un jaco de caballo y todo empeora, porque las cosas se pudren y rompen más rápidamente y deliras con larvas que se agitan hambrientas en tus agujeros y genitales.

No quiero morir aquí, ser un cadáver al sol pateado por los idiotas que caminan torpe y quejumbrosamente por las calles.

Me hago rayas con vidrio molido y no muero, solo me sangra la nariz.

No quiero creer que soy inmortal, no aquí, entre ellos.





Iconoclasta

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17 de julio de 2021

Mens sana in corpus fractum


Si tienes una mente fuerte y un cuerpo roto, eres puro conflicto. Te hace exótico; pero es una exclusividad que no da beneficio alguno.

Las cosas que sabes y quieres hacer no las puedes realizar por mucha espiritualidad de mierda y buen rollo que le eches al asunto. Y semejante paranoia, te lleva a ser muy cuidadoso con lo que sueñas para no desestabilizarte demasiado.

El optimismo lo enrollas y te lo fumas, mientras tanto palpas los bolsillos buscando algo que te pueda relajar tras haber incinerado toda esperanza. Y entonces la navaja te conforta.

Es la mejor y más precisa salida de emergencia en caso de que la mente se resquebraje también. Y nunca se está tan roto como para no desplegar suavemente la hoja.

Te dices: “Es mejor que te tranquilices, tienes la herramienta, la llave adecuada”.

De cualquier forma acaricias con un dedo el frío filo de la esperanza y se forma en la piel una sutil y milimétrica línea roja que al cabo de unos minutos te lanza algún mensaje de muy leve dolor y alarma. A la sangre no le gusta estar fuera de la carne porque se coagula, se "marchita”.

Pero dentro también se coagula, y a veces mucho; hasta matarte.

Tu boca se convierte en un géiser rojo que lanza los trombos o coágulos que los pulmones diluyen con una tos malsana, sintiendo en todo momento que alguien te pasa papel de lija por dentro de la espalda, algo te araña los delicados pulmones.

Más exactamente: algo ardiente como un hierro al rojo te quema esas membranas. Y no hay forma alguna de distraerse de ello por mucho que te masturbes. Porque cuando te corres, escupes una buena bocanada de sangre burbujeante. Y eso duele un cojón, el conjunto, no la sangre.

Acaricias otra vez la navaja con la absoluta certeza que no vas a volver a pasar por ello.

La sangre habla por hablar, como todo lo que existe quiere aportar su propia mentira al mundo. La sangre se pudre también dentro del cuerpo, qué cojones.

Es necesario en este momento de miedo y enfermedad epidémica contar estas cosas por el simple deseo de joderos; decir que nada va a salir bien es uno de esos deleites que sorbo prolongada y profundamente.



Iconoclasta

4 de marzo de 2021

En lo oscuro


Si estás lejos de todo y eres capaz de mantener la entereza en la oscuridad hasta dudar de tu existencia, sin que importen los sonidos que como acechos te llegan cercanos de lo oscuro; adquieres la dimensión de lo irreal.

Y nada te impide ya imaginar cómo es la muerte y serlo; aunque sea para ti mismo, pero si no existes ya, qué más da.

Un jabalí con sus movimientos nerviosos agita ruidosamente la vegetación en algún lugar, oscuridad arriba. ¿Cree que soy la muerte? ¿O teme que la oscuridad que me ha comido lo devore a él?

¿Qué ocurrirá cuando llegue a la luz? ¿Tendré una guadaña en mis manos y haré el trabajo que me corresponde? Aunque temo que seré la misma mediocridad que la luz desenmascara todos los amaneceres.

Me quedaré aquí no existiendo, que el jabalí me tema. No tengo otra cosa que hacer.

Me siento irrealmente poderoso.

Bye, vida.





Iconoclasta

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