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Mostrando entradas con la etiqueta amor. Mostrar todas las entradas
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1 de agosto de 2021

Las cosas mínimas


Las cosas mínimas suaves y hermosas existen para avergonzar la vanidad de las cosas grandes y cárnicas y sus miedos banales.

Las cositas mínimas existen y es imposible no preguntarles: “Hola pequeñas. Sois tan valientes… ¿No tenéis miedo a morir?”.

“A veces dan ganas de llorar al veros, pequeñas mías. No sé porque...”

Me provocan una lástima, una pena pequeñita como ellas; que florece en mi corazón incoloro.

Una lástima porque me duele que mueran, son muy frágiles.

Aunque no más que yo. ¿Está ahí mi vergüenza?

Las cosas mínimas viven hermosamente y mueren en tecnicolor, la muerte no puede robarles en un segundo lo que un día fueron. La muerte no les roba el color que las hace bellas como deja fría la carne de las cosas grandes, en apenas un pétalo desprenderse y caer a la tierra como una lágrima de amor y melancolía.

¿Cómo lo hacéis para marchitaros tan bellamente?

Las cosas pequeñas son como el amor que siento, oculto entre la fronda nemorosa, silencioso, con los colores de la pasión y el valor, ancladas a la tierra y tan libres y potentes que irisan mis retinas pintando mi pensamiento. Y sin miedo a la muerte, la de nadie.

Tal vez amo como ellas viven: con un terciopelo violeta que no hace daño a nadie, solo ¿conmueve? (me aterra la duda). Sin gritos, sin molestar.

Tal vez me quiero mentir. Tal vez quiero amar y no sé.

Mierda…

No sé porque quieren las cosas grandes que no ame, lo hacen todo para que odie.

Porque si no amas, no encuentras las mínimas cosas bellas y esa penita hermosa.

Esa ternura que la soledad te regala en la inmensidad del planeta en una mirada secreta; un dolor también pequeñito para no sentirte del todo un trozo de carne de color infame.

Si no amas, te ahogas en tus propias lágrimas, que atascados los ojos, te inundan por dentro.

Ojalá de mi carne marchita surja una violeta pequeñita, una piedad por un pensamiento que ya murió.

Hasta pronto bonitas, ojalá viváis más que yo, lo hacéis mejor.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de julio de 2021

El tiempo del amor


El ritmo del tiempo de los amantes es una distorsión, una aberración del tiempo mediocre e insignificante que rige a los humanos adocenados. Una maravillosa y trágica trampa temporal.

Pura entropía.

El tiempo del amor es voluble: en la ausencia de los amantes, los segundos se hacen horas y los días erosionan la vida hasta dejar la tristeza desnuda.

Pero cuando los amantes se encuentran, un cronómetro diabólico inicia la cuenta y los minutos se transforman en milésimas de segundo. Se crea un tiempo que es un látigo azotando sus pieles sin misericordia. Y mientras la arena se escurre indecentemente rápida, la piel ensangrentada del amante se desliza inevitablemente entre los dedos amados convirtiendo en tragedia lo que una vez fue el encuentro ansiado.

Y se levantarán costras de tristeza allá donde el tiempo les arrancó la piel.

Tornarán las largas horas de nuevo con una esperanza absurda que posiblemente durará más que sus propias vidas.

Es tan desesperanzador como hermoso.

Tan inevitable como un destino aciago.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


21 de julio de 2021

El sol imita como yo te amo

 


¿Has visto, amor? El sol quiere amar a sus montañas como yo te amo, como te observo fascinado y radiante.

Como yo te admiro invisible desde alguna distancia insalvable. Deberías sentir el calor de mis haces de amor en toda tu piel, en el corazón y entre los muslos.

Te ilumino con mis rayos de amor rasgando el cielo como desgarraría tus ropas; para que la pasión llegue precisa y potente a ti. Que se derrame en ti…

El sol quiere ser como yo, sabe de la fuerza de mi amor y rinde honores a sus amadas montañas antes de que la noche lo borre.

Hace de las montañas sus deidades, de la misma forma que tú eres mi diosa.

Y así todos los días rasgamos furiosos sin esperanza de vencer, el telón que la noche y sus nubes ciernen sobre la tierra.

Y es precioso, ¿verdad, amor?

Eres preciosa.

Pinche sol envidioso…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


27 de junio de 2021

Las más tristes películas


Veo películas de ciencia ficción e inevitablemente sueño con viajar al pasado y reparar el error del tiempo y el espacio que se cometió conmigo. Imagino vívidamente lo que haría para conseguir nacer allá donde tú lo harás unos años más adelante y así, encontrarnos sin perder tiempo y vida con otros amores que de nada han servido.

Mis sueños de ciencia ficción giran siempre en torno a esa galaxia inalcanzable que eres tú, cielo.

A veces mis sueños salen mal y soy un astronauta que ha debido abandonar su nave rota y flota en el espacio esperando que se agote el aire de su traje, con la mirada clavada en la lejana galaxia a la que ya no podré llegar.

No podré llegar a ti y moriré asfixiado y fracasado aquí en la nada, lejos de ti.

En otros sueños sobrevivo al viaje y cuando alcanzo tu galaxia todo es luz, esa cegadora luz de tus grandes ojos que me fascinan, la gruta carnal que forman tus labios para que bese la entrada. La increíble calidez que preciso después de tanto tiempo viajando por el gélido espacio, está toda en tu piel.

Y después de eso, despierto y no estás. Quisiera arrancarme los ojos.

La realidad fue todo un error, amor.

Ahora solo queda engañar a la vida luciendo una sonrisa que es puro quebranto, por mantener la más mínima dignidad ante la frustración de una vida sin ti.

Pienso en bebés muertos, no fui uno de ellos; pero nací en un espacio triste y deformado sin ti. Sin posibilidad alguna de reparar un daño que no cometí.

Los bebés muertos no sufren, solo viajan congelados como asteroides alrededor de estériles astros, con los ojos muy abiertos, como cuentas de cristal translúcido. Yo que sobreviví, no quiero nada de lo que hay en este mundo, ni siquiera la alegría; sino lo que está desesperadamente lejos de mí. Lejos en el tiempo y sus circunstancias.

Tan lejos de ti…

Mis películas de ciencia ficción son las más tristes que se han hecho jamás. 



 

Iconoclasta

25 de junio de 2021

Cuidado donde pisas


En el vasto páramo de las letras, sé cuidadoso al pisar.

Las equis te expulsan y las as te pueden amar y abandonar.

Atento porque los dedos corren apremiados por la emoción y el amor es traicionero.

Podrías escribir la historia errónea con la palabra fallida o la indescifrable.

¿Y no querrás eso, verdad? No quieras añadir a la saña con la que te trata el planeta, tus errores. Las emes son de muerte, y las efes de fracaso. Apenas de felicidad si ella no está cerca pronunciando alguna belleza de las suyas. De esas que deja caer suavemente en tu oído y luego al teclado, como las flores de los cerezos tapizan la vida con mantos de nata y fresa.

Cuando camines entre palabras y letras, no te apresures. Te va la dicha en ello. Pulsas por error y se desata el apocalipsis: las tristezas transmiten un temblor a los dedos, el miedo a pisar la tecla/mina que ahora pudiera ser fatal, la que aunque borres de la pantalla, quedará grabada en tu retina como un mal presagio.

Y piensas en sus dedos con esperanza, ella te guiará por el desierto de las letras que las lágrimas de una tristeza tan vieja como tú desenfocan. Porque sus dedos son precisos y preciosos y un día siguieron el camino de tu rostro. Resiguieron sensualmente tus labios. Sellaron tras el beso su conjuro de amor: “¡Shh… No digas nada amor! Solo ámame”. Fuiste condenado a amarla y la buscas en todas las cosas, en todas las palabras, en todas las letras.

En todas las teclas peligrosamente desenfocadas.

Es la más hermosa condena de amor jamás contada.

Y escribes: ¿Cómo lo hago para describir mi sonrisa si la pena me come ahora? Y el miedo a que una letra me devore una falange, para que no te pueda enviar el amor necesario de una forma tridimensional y tangible, que trascienda las sutiles frecuencias del amor al aire mismo que respiras.

Te hamo.

¿Has visto amor? Peligro es mi apellido. Estoy seguro de que si lo repitiera, si te “hamara”, de alguna forma la vida me golpearía furiosa como aquellos maestros cuando era niño.

Y las teclas me arrancarían los dedos…

¡Te hamo!

¡Shhhh…! Que se jodan las teclas.




 


Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

19 de junio de 2021

El viento feroz


El viento es malo, no te fíes de él.

Sopla como un abrazo que pasa de largo.

Un beso que se deshace antes de rozar la piel.

Una palabra hecha jirones.

Una piel arrancada, una mirada desenfocada, un latido perdido, la lágrima robada, un pecho indefenso, unos ojos desesperados, un cristal esmerilado…

Y aun así, a pesar de todo ese drama, mi mente invencible sueña que un día te traerá hasta a mí.

Cuando en la montaña ruge el viento entre la fronda del bosque, sueño que escucharé tu voz, todas las veces, todos los segundos.

Y cuando eso ocurra estaré preparado.

Llevaré en mi espalda el más potente de los ventiladores para provocar otro viento opuesto que lo contrarreste y jamás te vuelva a llevar lejos de mí.

Sé que parecer que arrastro un ultraligero le resta algo de glamour al encuentro, cielo.

Pero solo hasta llegar a casa, unos minutos. Y allí también te liberaré de las cadenas que te sujetarán a mí…

¡Que no! No te ocultaba lo de las cadenas. Es que con este asunto del jodido viento y el ventilador me he acordado ahora. Es otro detalle sin importancia; pero si el ventilador se averiara, al menos podría mantenerte cerca de mí hasta llegar a cubierto.

Es que ese viento pérfido me lleva por el camino de la amargura, cielo.

Además, me mola verte encadenada.

Que no, nada de látigos ni cosas raras, imagínate que soy un voluntario de protección civil y ya está.

¿Sabes, cielo? También he soñado que esa risa tuya pasaba rápidamente ante mí y se convertía en un velo triste en mis ojos. Esa misma risa que me desespera no besar.

¿Sabes qué? Mejor construyo un refugio allá donde sopla el viento más fuerte y cuando te traiga, te agarro en un abrazo y te fol… te meto en casa rápidamente.

No te rías, no puedo besarte, mujer del viento.

Bye, amor.





Iconoclasta

22 de mayo de 2021

Súcubo, mon amour


Cuando los deseos no se sacian la mente lucha contra la ausencia creando sueños que son perturbaciones psicosomáticas, y éstas hacen el deseo más vertiginoso y desatado. Es una espiral de amor, una caída sin fin.

De tal modo que cada una de las palabras que se me derraman por los dedos tienen la exacta turgencia y calor de tu piel.

Aún no entiendo cómo no es posible ir de tu mano y en un momento dado, morder y besar tus labios desesperadamente encelado de ti.

Eres mi súcubo, mi amor de magia erótica y de inhumana belleza. La seducción que solo puede darse en otra dimensión, en otros universos. Entre los conjuros escarificados en mi piel con tus uñas que han recorrido toda mi carne, todas mis venas verticales.

Soy tu libro de hechizos… Estoy tatuado todo de ti.

Eres una deidad carnal.

Cuando tomaste posesión de mi mente, desalojaste de ella mi aplomo; y ahora la serenidad es un recuerdo lejano que gotea caduca al cerrar el puño con fuerza cuando invado tu boca con la lengua en un delirio incontrolable.

Me faltas tangible en mi dimensionalidad para abrazarte y susurrarte una sorpresiva ternura, conduciendo tu mano a mis cojones que hierven dentro del pantalón; en cualquier lugar especialmente hermoso que no comparto contigo y me fuerzo a soñarte desesperado.

Es por esos salmos carnales que has tatuado en mi cuerpo y mente ¿verdad, mi amada súcubo?

Con un golpe de cadera entraste en mi vida y por una oreja salieron expulsadas lejos de mí la determinación y mi coraza defensiva. Cuando desperté, tenía sangre en un oído…

Y ahora estoy sometido a ti, mi súcubo. Siento que junto con el semen te tragas mi alma con cada mamada cuando en las noches me posees.

Si hubiera maldad sería tarde para salvarme, porque no podría negarte jamás.

Cuando tu coño se desliza a lo largo de mi falo exprimes todas mis emociones hasta un placer agónico que se tambalea en la frontera del dolor, por muy dulce y pequeña que pueda ser una muerte.

Y cuando te desprendes de mí, por tus muslos bajan espesos y brillantes ríos de amor, el que me has extraído…

Ha valido la pena vivir tantos años para llegar a este momento en el que de tu coño, mana mi paroxismo viscoso de amor y deseo.

Me convenzo de que no es sueño, porque tengo el rabo empapado de ti. Es otra dimensión a la que me arrastras cuando es tu volición.

Mi súcubo, mon amour…

¿Y sabes, cielo? Que no cese esta locura, este ansia que aniquila toda humanidad que pudiera haber en mí.

Reniego de cualquier gen humano ante ti.

Porque si ahora me faltaras, si desocuparas mi mente, estaría perdido e indefenso.

No me dejes.

Por favor…

Por mucho que mis palabras hablen de la agonía de los deseos que apenas nacen, a la luz del día mueran en una opaca realidad cuyo aire no puede transmitir tu sonrisa.

Mi hermosa súcubo…

Nunca una magia negra pudo haber sido tan luminosa.

Sueño que tus labios son frescos y húmedos, un agua pura que no me sacia. Soy el sediento errante en mi planeta.

Agotado, al llegar la noche concilio un sueño que me llevará a ti. O seré arrastrado por la magia de tu alma y tu coño.

Y lo más gracioso, es que creen que soy un solitario.

No me dejes, aunque escriba que duele un poco amarte.

Un mucho…





Iconoclasta

28 de abril de 2021

Ni literatura ni cojones


No sé si tengo una innata capacidad, una facilidad semántica y sintáctica para ser absolutamente obsceno en mis pensamientos y sus palabras; o es que tú y tus hermosos pezones, tu coño perfecto y tu culo precioso, son los que provocan esta pornográfica verborrea de la que hago alarde sin asomo alguno de pudor.

Más concretamente sin piedad para todos aquellos mediocres capaces de sentir la polla en la boca cuando simplemente la leen.

¿Sabes que tengo el rabo lleno de heridas? Te pienso, te evoco y me agarro al nabo con fuerza, como esas veces que te pido que lo cojas con el puño y me hagas daño, que lo aprietes y lo retuerzas hasta que se me escapa un dolor baboso por entre los labios y se me encogen los cojones del trallazo doloroso. Y tú lo haces con tanta fuerza, mi puta…

Yo mismo podría ser tu Jesucristo, que pide ser crucificado ante ti con la polla tiesa.

Ya sabes lo delicada que es la piel que cubre esas venas por las que circula la sangre y el semen, a veces el organismo se confunde con todo este puto deseo; me has mamado la polla tantas veces, que la has dejado perfectamente tonificada. A veces le hago fotos solo para pensar como tus labios cubren el pijo y sorben…

Bueno, cuando cierro el puño al soñarte, es inevitable que las uñas se claven en la piel con cierto furor y empiezo una frenética masturbación que acaba escupiendo una leche rosada que se queda prendida, aún latente entre los pelos del pubis y los huevos.

La primera vez, por un instante me asusté ante la posibilidad de que tuviera cáncer de cojones; pero vi la piel de la polla en mis uñas y me sentí feliz. Derramé alcohol en ella y rabié, porque cuando siento dolor y grito, es como liberar a la bestia y no hay mayor libertad que ser lo que uno es realmente.

¿Estás segura de que algunas noches no te sientes violada con la presión de algo que te llena el coño mientras te mana una baba espesa por la raja? Y dormida llevas las manos entre los muslos y sin pretenderlo rozas el clítoris que emerge agresivo de tu vulva cremosa, tan erecto para ser aspirado con fuerza rozándolo con los dientes. ¿Recuerdas como aferras mi pelo cuando te como el coño y me obligas a lamer con más fuerza y casi me asfixias? Pues eso, puta…

La presión que tu vagina ejerce en mi rabo herido, hace del joderte algo balsámico que da un mortificante descanso a la desgarrada piel de mi pene que tanto busca tu agujero. Cualquiera de los tres que luces, mi amor, mi puta diosa…

¿Has visto, cielo, con que naturalidad y amor te escribo?

Pues eso, mi hermoso coño, te amo y cada noche te jodo esté o no a tu lado.

Y en tu despertar te imagino húmeda, con el chocho resbaladizo y pegajoso que ha dejado una mancha en la sábana. Y yo lamiendo todo ese caos con la boca en tu llaga divina.

No sé, tal vez alguien pueda decir que esto no es literatura.

Y tendrá razón, porque el único y premeditado fin de mis palabras es joderte, tanto y tan profundamente que el ojo ciego de mi pijo llegue a atisbar tu alma.

¡Psé! Se pueden meter el Nobel en el culo, me suda la polla.

Hasta la próxima follada, mi amada, mi puta.





Iconoclasta


26 de marzo de 2021

Paranoia mía


El problema, la cuestión no es solo amarte, no es tan sencillo.

No sé si las cosas bellas residen en ti, o realmente eres la Guardiana de las Cosas Más Bellas.

Y aunque te ame en secreto, no tengo consuelo.

Porque no hay cosas bellas sin ti.

Si no te abrazo, no puedo acceder a lo excelso.

El destino es una trampa diabólica. Exijo reparación, exijo la alegría que me corresponde. Te exijo a ti.

La opción a no tenerte es la nada, por mucho que te ame, por mucho que te susurre las obscenas confidencias de los amantes.

Sin ti se me acaba el mundo y temo caer por el borde, donde los mares se vacían en el espacio.

¿Entiendes ahora que insista en mi necesidad de ti?

Lo platónico me pudre y mi pene es una necrosis que envenena la sangre.

Tú dices que es paranoia.

Y yo digo que no me doblaría agarrándome el vientre si la vida no doliera.

Y te digo que te amo, Paranoia mía.

Besos desde el limbo, amor. Donde las bestias caemos al frío espacio arrojadas por los mares que mueren, flotando lejos de las Cosas Más Bellas.

Tan lejos de ti…




Iconoclasta

21 de marzo de 2021

Que si tristeza, que si alegría


–¿Cómo es tu tristeza?

–Circular, una peonza que gira dentro de mi pecho, donde los dedos no llegan. Y duele un poco porque causa una erosión, un roce. Duele mil…

–¿Por qué circular? ¿Por qué no plana o recta?

–Es la metáfora de mí, siempre buscándola en todas direcciones, sin descanso, sin consuelo.

–¿Qué sientes?

–Hay momentos en los que la peonza se tambalea, parece detenerse y no sé…, quiero llorar. Y se me pierde un latido del corazón, la vida se queda en suspenso durante una eternidad esperando qué sucede, si caerá o no.

–¿Por qué no acabas con tanta tragedia?

–Porque la tristeza es lo único que me queda para trascender, para ser algo más que carne y hueso. Porque una tristeza es la prueba de amar y ser amado. Cuando no te aman no hay tristeza, solo una pasajera decepción.

–¿Y entonces tu alegría?

–¿Qué alegría? Fue un pequeña línea recta, paralela a la tierra. El tiempo la borró, no me acuerdo cuando; pero no hay rastro de ella. Lo prefiero a que la peonza se detenga.

–¿Y tu valor? ¿Dónde reside tu coraje?

–No quiero responder más, por favor.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


24 de febrero de 2021

El aire que me envuelve

 


Me abraza con el aire que me envuelve.

Es la razón de buscarla en las hojas secas que revolotean, en la espuma que el viento arranca a las crestas de las olas, en los rayos de sol que entran a través de los polvorientos cristales de mi ventana, en el humo de un cigarro, en los torbellinos de arena y polvo del camino que me lleva inexorablemente a ella.

Un destino de amor al que no podré llegar.

No es una queja, caminar hacia ella es mi privilegio. Solo hago constar un hecho para frenar mi poderosa imaginación. Duele un millón amar a distancias inhumanas y si te crees tus propios sueños, te perderás para siempre en la locura.

Perderás el rumbo y a ella.

Un hecho como la voluptuosidad de sus labios que provocan pequeñas distorsiones en la claridad del aire cuando susurra sus palabras de amor y ternura, con la frecuencia precisa para destruir mi cultivada serenidad llevándome a acelerar el paso; porque si ha deformado el aire con sus palabras, debe estar cerca, es posible llegar…

Es solo un espejismo de amor, cuando el aire deja de ondularse invisiblemente, la distancia se hace sobrecogedora de nuevo y continúo caminando sin esperanza porque es lo que debo hacer, no hay otra opción. Intentar llegar como sea, a pesar de que el tiempo me erosiona arrancándome jirones de carne y piel cada vez más grandes.

Así que durante el viaje espero con trágica ilusión que me envuelva de nuevo un aire, como un conjuro, como el canto de una sirena… Y cuando eso ocurra de nuevo, detenerme y cerrar los ojos al sol musitando la oración del amor.

Sonrío, a menudo se me escapa una sonrisa porque le digo al aire que me abraza que soy un enamorado errante, una bella condena; pero condena al fin.

¡Shhh…! Un aire bendito.







Iconoclasta

17 de febrero de 2021

Entender el amor


No se puede entender el amor como ocurre en las películas, la literatura, la música o el arte.

Se debe tener muy presente, porque las artes existen para evadirse de la realidad. De la mediocridad.

Ir a un museo o al cine para ver más de la misma decepcionante realidad sería un asesinato a la imaginación.

El amor real (si lo hubiera) no alimenta el cuerpo ni construye decorados preciosos.

El amor real se diluye, se asfixia con mil y un problemas que lo sepultan todos los días a lo más ignorado del pensamiento. Cuando el amor debe compartir espacio con la supervivencia, ésta lo pisa, le mete la cabeza en el barro. Porque la supervivencia es feroz, nada puede oponerse a la instintiva lucha por la vida.

Podríamos pues, concluir que el amor, el romanticismo es el producto de una sociedad acomodada, ergo decadente. Tal vez… Pero para eso existen las artes y el cine, para proteger el amor de la decadencia y la indignidad.

Y la dura realidad es que solo unos pocos privilegiados decadentes pueden vivir del amor bohemiamente.

Además de esto, el amor es sesgado porque el hedonismo va de su mano. Y la búsqueda del placer per sé, es una de las grandes aspiraciones de cualquier ser humano.

Es lógico pedir otro amor, y otro, y otro. Renovación. Es tan bello tan trascendente que, sería estúpido castigarse, castrarse.

Y también es cierto que la lealtad es una virtud hermosa: ahí radica también la lucha, la tragedia de amar.

El mundo, la vida está llena de posibilidades y cuanto mayor es la imaginación, las ansias de amar son más voraces.

El único amor, esa unión religiosa de por vida, es una imposición de los poderes políticos, religiosos y económicos que pretende limitar la felicidad y el placer para dedicar todo el tiempo de vida posible del trabajador al enriquecimiento de los que ostentan esos poderes.

Tampoco hay que confundir la búsqueda de amores con la poligamia; el amor debe ser único en su justo momento, es su naturaleza voraz y acaparadora; fiel hasta que se extingue y dure lo que dure. La poligamia es solo ganadería, reproducción. Putas y putos en un corral de gallos y gallinas ponedoras que follan como si cagaran.

Necesitamos la literatura, las películas, la música y las artes para que nuestros sueños e ilusiones adquieran el tinte de la posibilidad, aunque solo sea por un par de horas un día en el cine, frente al televisor, escuchando esa música preciosa que nos transporta a un tiempo y lugar que está lejano, tanto en el pasado como en el futuro. Un par de horas de amor hermoso en esta vida inmersa en una sociedad venenosa que es pura mezquindad y mediocridad, puta mentira y abuso.

Y estafa.

Hay mentiras hermosas por las que vale la pena abandonarse un tiempo y solazarse en una desinhibida ingenuidad.





 Iconoclasta


13 de febrero de 2021

San Valentín está agotado


No ha conocido jamás una época de tanto trabajo.

Ni de tantos desengaños.

Hay cientos de miles de almas que se han encontrado entre los circuitos electrónicos, con una inmediatez que supera sus esencias humanas y por tanto su vida. Los cuerpos no pueden moverse a la velocidad de la luz; por ello hay tanta frustración y crean necesidades que realmente no lo son para entenderse a si mismos, para curarse.

Los expedientes de amor se acumulan y son tantas las esperanzas infundadas, que la tristeza le contagia.

Tantos amantes desincronizados en el tiempo y en el lugar…

La tecnología es una apisonadora que no da un respiro; descuartiza a los amantes en partículas infinitesimales que vagan en frecuencias que no importan a nadie más que a lo que queda de ellos. Y mueren amores, las pieles vagan por un limbo de penas, insensatez y locura.

No hay un respiro para reflexionar y que la madurez guíe en consecuencia a esos hombres y mujeres entre todas las posibilidades y lo imposible.

Pero él es quien dicta sentencias y cree en el amor y su fuerza que, trasciende más allá de lo que la razón pueda aconsejar. Y aunque duela, el amor necesita una oportunidad; que sea efímero o no es una cuestión que no sopesa ningún amante. Se ama en presente, sin fin.

Se ama con una fuerza sísmica; la misma que un día arrasará todas las ilusiones.

San Valentín solo quiere un descanso a todas esas contagiosas melancolías y tristezas de esperas y soledades compartidas mediante impulsos eléctricos.

Se siente pringado de desesperaciones y anhelos.

Las almas que antaño no llegaban siquiera a sospechar la existencia de quien hoy aman, son legión buscando el ansiado encuentro entre palabras fulgurantes y suspiros que empañan las pantallas.

Son muchas melancolías que gestionar.

Fuma y observa desde la ventana de su despacho en el ministerio del amor, en el octavo coro celestial, a los amantes sorteando como buenamente pueden sus horas de soledad.

Y como en casa del herrero, cuchillo de palo; San Valentín está solo, solo y triste, solo y agotado.

Solo y abandonado.

Sentencia un amor por vía ejecutiva y respira aliviado, la número ochocientos mil quinientos seis en lo que va de jornada.

No quiere mirar a su izquierda, donde hay pilas de expedientes que suben hasta el techo. No quiere pensar que muchos amantes, cuando dicte sentencia, ya estarán muertos.

San Valentín desearía que las computadoras ardieran, es inhumano tanto trabajo. Es cruel.

Tantos perfiles que acarician punteros inútiles, tantas necesidades y mensajes y promesas y sueños…

Sabe muy bien que muchas de las peticiones de encuentro de amor que se han solicitado con tanta urgencia, acabarán en un desengaño. Y deberá anular la sentencia que ayer dictó.

Muchos de ellos llegan a la decepción de que no son especiales cuando los besos no son lo que soñaban, lo que sus labios pedían; cuando el abrazo no llega al tuétano de los huesos. Y sentirán vergüenza de su infantilismo y del padecimiento de meses de angustia de espera que han empleado en nada.

Solo un microscópico porcentaje durará el tiempo suficiente para llenar años juntos o hasta su muerte. Aquellos pobres románticos que añoran escribir al ritmo de su pensamiento, reflexionando sobre cada idea y emoción que traza la pluma en la carta que envían a su amor. Aunque tarde en llegar.

Que los amantes tengan una prueba tangible de amor entre sus vacías y necesitadas manos, es el único consuelo a esas distancias y tiempos aterradores que tienen por delante. Esas palabras en un papel bastarán para alimentar la fuerza necesaria para afrontar las esperas. Y para llorar la muerte con cierto consuelo cuando se da el caso.

Por poco que vivan,  habrá valido la pena el agotamiento de San Valentín.

El amor vale lo suficiente para merecer un papel escrito con amor, algo a lo que aferrarse cuando la soledad y la desesperanza los aplasta. Es un sacrificio hermoso, si lo fuera. Porque lo que amas no es sacrificio. El amor solo exige ilusión y determinación.

Qué menos que tener la esencia de alguien en el papel que ha  tocado, leer las palabras que salen directas de su sangre. Y llevar toda esa triste pasión al pecho cuando duele.

Bálsamos de amor de tinta y papel aplicados al pecho, al corazón… ¡Qué belleza!

Y eso se acabó… San Valentín piensa que incluso se ha banalizado el amor.

San Valentín no tiene quien le escriba.

Ni tiempo para amar.

Está agotado y no sabe si podrá continuar por más tiempo dictando sentencias de amor. 

San Valentín piensa que se han vuelto todos locos.

Y él es solo uno.

Y está solo.

Y un revólver descansa junto a su tabaco, para dictar su propia sentencia de paz.





Iconoclasta

12 de febrero de 2021

Tus inconsistencias


Amo esa dualidad que hay en ti, la dicotomía entre la firmeza de tus actos y las inconsistencias que crean tu sensualidad desatada.

Tus voraces y voluptuosos labios articulan firmes palabras, claras y precisas; y sin embargo… ¡Dios! Se hacen inconsistentes cuando me acerco a ellos para besarlos. Se rinden entreabiertos permitiendo que mi lengua te invada dejando escapar un hálito cálido; un hechizo que me extasía y me precipita a tu alma.

La solidez de tu pensamiento, su lógica y precisos planteamientos se diluyen en una ternura cuando permites que te arrope, que te cobije en los brazos, acariciar tu rostro, jugar con tus manos. Reseguir tu piel de una calidez narcótica…

¿Cómo puedes vivir con semejante dualidad, cielo? ¿Cómo puedes alternar entre la determinación y esa sensual inconsistencia?

¿Eres una de esas trampas llamativas de la naturaleza que atraen a los mediocres como yo?

A veces, cuando te tengo en brazos, no llego a reconocerte. Nunca podré llegar a conocerte, eres inmensa.

Permites que la disciplina de tu cuerpo ceda cuando mis manos se posan en tus muslos. Y con esa sensualidad brutal, como una desinhibida inocencia; los separas y se hacen inconsistentes, permeables al paso de mis caricias, te derramas en mis dedos y siento que mi piel se despega de mi carne por ti.

Es sobrenatural asistir a esa fragilidad de ternura y sensualidad conociendo tu férrea voluntad. ¿Estás jugando conmigo como una diosa con su creación?

Tu mirada escrutadora, analítica y curiosa, en un momento dado se relaja al mirarme para pronunciar un cariño con un parpadeo. Y me muerdo los labios por una pasión que no puedo controlar. Toda palabra que pudiera pronunciar se me deshace en la boca antes de salir.

 Me avergüenzas con tu volubilidad, eres tanto y yo tan básico. ¿Cómo es posible que tu complejidad pueda amar a algo como yo? ¿Seguro que no eres una diosa con un juguete entre sus manos?





 Iconoclasta


10 de febrero de 2021

Las exactas palabras sucias


Tengo las sucias y perfectas palabras para definir lo grande que es follarte, joderte el alma y morder desesperado tus feladores labios.

Aspirar los de tu coño entre los míos voraces de ti.

Me cansan y aburren las delicadas voces que no pueden alcanzar a describir la divina blasfemia de tu coño ansiado.

Esa obscenidad tuya de masturbarte frente a mí, obligándome a esperar hasta que la leche se me escurre por el pijo como la baba de una bestia hambrienta. Y metértela cuando me das la venia, como un violador, con los cojones contritos; rogándote que los tomes entre tu mano, que los acaricies porque pesan y duelen de ese esperma que bulle.

Tatuaría una cruz en la polla para alardear de que te he crucificado.

Tengo las sucias palabras que gotearán en tus pezones y las arrastraré con los dientes, hasta que tus puños se cierren y tu pelvis se eleve para llevarme más profundamente a tu coño insondable.

Lo único sutil es mi dedo cuando se mantiene inmóvil en la precisa verticalidad de tu clítoris asomando duro como un arrecife entre los pornográficos labios del coño que destila espesos filamentos de deseo. Apenas lo rozo para tu tortura, para que desesperes; ansiando el movimiento sísmico de tu cintura buscando la presión puta, la definitiva en esa perla que tantas veces he succionado carnívoramente.

No puedo ser más sutil porque cometería blasfemia contra tu voluptuosidad. Tu coño goteando mi semen no tiene metáfora.

No puede tenerla.

No aquí, no ahora.

No soy traidor a tu chocho hambriento.

Ramera es la justa palabra para susurrarte al oído, porque con cada polvo, me robas la razón. Tus servicios son los más caros del mundo.

Y cuando digo te amo, digo a muerte.

Tengo las cuidadas, hermosas y sucias palabras para mostrarte mi fascinación.

Mi puta amada, mi puta deseada, mi puta del alma, de mi corazón. De mi vida…






Iconoclasta

5 de febrero de 2021

Guía del dolor

 


Se puede decir que si algo duele profundamente en el cuerpo, el pensamiento se contagia de ese dolor y es fácil que responda con locura y hostilidad. En los peores casos, con depresión y apatía.

El dolor es fuente de ira, el mío.

Es inevitable que el dolor prenda en el alma porque lleva consigo partículas de incertidumbre y miedo.


(Sueño con deslizar el filo de la navaja en tus bragas cortar la longitud justa para penetrarte sin arrancártelas, anhelando escuchar tu contenida respiración. Y con las piernas inmovilizadas notes la proximidad del frío acero en el coño y luego, la ardiente polla invadiéndote como un dolor que no lo es, solo soy yo. No sé si es un sueño de dolor, porque cuando no lo hay, también lo imagino.)


Cuando un dolor físico es profundo, se encuentra cerca del alma; que es lo más profundo que contiene el cuerpo.

Y la impregna.

No hay forma de llegar a ese dolor de la misma forma que no puedes hurgar el alma. No llega la calidez de la mano y sus dedos crispados tan profundamente, no hay forma de aplacar todo eso que te corta y arde en algún tuétano o entraña.

Mientras el dolor pulsa como un veneno o una radiactividad, el alma se marchita y no distingue muy bien entre vida y muerte.

En el dolor profundo es donde se encuentra el purgatorio real y definitivo.

Ni siquiera llegan allá las oraciones de los píos.

Ni la esperanza.


(Entre mis dientes tu pezón se eriza, se endurece. Y la venda en tus ojos es una sensualidad devastadora para mi razón. Sabes que no cerraré los dientes, que en lugar de eso mis dedos se han metido entre tus piernas, chapoteando en tu vagina. La posibilidad de un dolor, es un gemido que desprende fluidos como ayes.)


El alma reside en la médula de los huesos y recubre cada fibra nerviosa del cuerpo. Solo a través del dolor te das cuenta de que el alma es real, porque se calienta y arde en las sienes haciendo cerrar los puños con fuerza; horadando con un chirrido obsceno un hueso, como te curarían una caries sin anestesia y sin ninguna consideración.

El alma enloquece y la locura amplifica el dolor y nace la paranoia, el horror a sentirlo de nuevo. Y con ella la posibilidad amable del suicidio como un oasis entre toda esa mierda.

Así que, si duele profundamente allá donde no llega el calor de las caricias, prueba con una droga potente, porque de morir no te libras.

Mejor morir sin dolor, al final pagas el mismo precio que llorando lágrimas de sangre.

Y si no hay forma de aplicar una droga o analgesia, despídete de ti mismo. Te perderás en tierra de nadie donde la ternura y el amor forman ramos marchitos de rosas muertas que se rompen con una brisa. Donde la alegría es un manto de hojas podridas en un frío otoño.


(El dedo corazón busca tu ano, y te defiendes contrayéndolo. Le escupo, lo lamo y como la cueva de Alí Babá, de repente se relaja y me deja entrar. Me gustan tus gemidos mezclados de dolor y deseo, de mortificación húmeda e indecente. Somos nazarenos en la procesión de nuestra santa patrona La Puta Obscenidad. Y muerdes con indecencia la mordaza.)


Al final regalarías el alma por dejar que la víscera o el tuétano dejara de pulsar, si existiera el diablo le vendería ese alma caliente y ya infectada. Antes de perderte, busca un poco de claridad entre el dolor, a veces la hay durante unos segundos.

Y muere en paz.


(Dentro de ti; en tu coño, en tu ano, en tu mente que hoy es mía. Eres mi puta.)





Iconoclasta

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2 de febrero de 2021

Qué bello es morir


Sentía la almohada en mi rostro, suave y dulce; una mortaja de paz.

Y soñando en ella, avanzar por un camino de vapor de seda y calidez.

Algunas cosas, algunos  seres, muchos; iban delante de mí, detrás y a los lados, rodeándome. A todos los sentía, los reconocía, avanzaban felices, festivos. Y ninguno era lejano.

Era todo lo que me ilusionó e ilusiona, todo lo que amé y amo. Todo estaba a reventar de vida, los podía tocar, abrazar, besar, les podía sonreír sin tristeza.

Estaban tan vivos que me contagiaban alegría y fiesta.

Vi Su bondad, la belleza de la inmensa ternura y alegría que la Muerte trae.

Y lloré con los ojos cerrados cálidas lágrimas de descanso.

Y la serenidad impregnar una sangre que ya no tenía.

No puede ser un sueño… Me decía.

Las lágrimas que se escapaban por mis ojos cerrados, daban una humedad de realidad al sueño mojando la almohada y de mi rostro hacía un difuso recuerdo.

No puede ser un sueño. Me repetía…

Por favor, que no lo sea, que no lo sea, que no lo sea…

Me aferré a la almohada, al sueño, para no perderlo en ningún momento. Para no volver de aquel camino, de aquel mundo de dicha absoluta. Y Cantares de Serrat era un himno de una belleza que me arrebataba cualquier valor que un día pudiera o pude haber tenido para dibujarme la sonrisa más feliz que nunca haya esbozado.


“yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles,

como pompas de jabón”.


Nunca me había sentido tan bien llorando.

Qué bello es morir…

Caminaba entre recuerdos traviesos, tan diminutos como miniaturas. Y eran miles.

Y Super Mario tan pequeñito, corría y saltaba y me hacía reír… Pinche Mario…

Todo aquel desfile de mis recuerdos y yo, que también lo era; formábamos una silenciosa dicha presurosa.

Y una sonrisa cubría mi alma.

Todos éramos táctiles, los recuerdos se hicieron sólidos…

La muerte es Dios resucitándolo todo.

No teníamos prisa por llegar no sabíamos adónde; pero casi corríamos solo por gozar de aquel camino sin fin. No sé, pero era tan extraño…

¿O era la simple alegría de una hermosa muerte?

Qué bello es morir…

Un estruendoso y silencioso rumor de alegría; lo llenaba todo, toda mi vida, toda mi bella muerte.

Y mis lágrimas tibias, de aceite… Por favor, se parecían a los labios de mi madre y mi padre cuando de pequeño me besaban, antes de ser la bestia.

Padre y madre estaban allí… Ya no eran una tristeza.

Quiero llorar, no quiero dejar de hacerlo.

Qué bello es morir…

¿Quién puede querer una resurrección y volver?

Qué bello es morir….

Cuando las lágrimas se deslizan por los párpados cerrados, crees que pequeños ángeles te besan los ojos.


“Me gusta verlos pintarse

de sol y grana, volar

bajo el cielo azul, temblar

súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria…”.


He despertado sin recodar durante unos instantes, que una parte de mí está muerta y al plantar el pie en el suelo, no ha dolido.

Hoy no ha dolido.

Y la almohada estaba mojada.

Y mis ojos también.

Y sentía la tristeza de un sueño que tan solo era eso, mientras que aún resonaba en mi cabeza el eco de las silenciosas alegrías de mis amigos los recuerdos.

Super Mario que no estaba quieto…

Qué bello es morir…

Qué pena, que puta pena volver.





Iconoclasta

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Versos de la canción Cantares, de Joan Manuel Serrat.


20 de enero de 2021

He sentido


He mirado hacia el cielo, de noche y de día.

He observado el mar, sus olas y su serenidad.

El río cuando fluye y cuando es hielo.

He visto la degeneración y la descomposición de la carne, y también la he follado.

He amado a mis pequeños compañeros de vida, y he llorado su muerte piadosa por la bondad del veterinario.

He visto y derramado las lágrimas del dolor y el miedo y las otras, las de los cobardes.

He escuchado tu respiración en el orgasmo y durmiendo.

Y a las montañas respirar por las mañanas y hacerse negras como la muerte en la noche.

He visto a un bebé nacer y hacerse hombre.

He visto tantas cosas que se amontonan unas encima de otras.

Y la ganadora de este concurso a la cosa más fascinante, eres tú y tu respiración, no hay nada comparable a lo que siento cuando gozas y cuando descansas.




Iconoclasta

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17 de enero de 2021

Las rasgadas palabras del amor


Las palabras garrapateadas del amor son hemorrágicas, no cesan cuando lo padeces.

Se escriben con urgencia, desesperadamente, sin pensar en el sentido y la claridad del lenguaje.

Se pergeñan apresando la pluma con los dedos crispados de ansiedad, intentando rasgar el papel con la fuerza con la que invadirías a tu diosa.

Con la euforia de que al fin la has encontrado, antes de que fuera tarde. Con la tragedia que da la madurez: que no muera pronto, que no muramos nunca  el amor, o yo, o ella...



Iconoclasta

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4 de noviembre de 2020

La caricia de la llovizna


Llueve, cielo.

Es llovizna, esa lluvia que es como las motas de polvo revoloteando en un rayo de sol que atraviesa la ventana en la que la te busco todos los días.

Es la lluvia más piadosa, porque te moja con cuidado, con cariño.

Como quien reconoce el dolor o la tristeza y no quiere añadir más.

La llovizna no tiene más remedio que, al final, calar tus ropas y la piel; pero te dice que debe hacerlo, no puede evitarlo. Y yo miro al plomizo cielo con los labios entreabiertos dejando que las gotas, como suaves agujas de agua, se prendan en mis pestañas.

Las caricias son tan escasas, que hay que aceptarlas todas.

¿Sabes, amor?

Hay un matiz que separa la frontera entre tristeza y dolor.

La tristeza es una ilusión, un sueño pequeño de ternura y amor que camina en la cuerda floja. Allá sola, tan indefensa, avanzando con temblores a mil metros del suelo. A mil metros en lo profundo de mí…

Inalcanzable de tan alta, de tan profunda…

La tristeza es una belleza que está solita y en peligro, nos tiene el alma en vilo por miedo a que se precipite al vacío y se rompa.

Y sus esquirlas se claven en el corazón.

Nos hace tristemente esperanzados, porque tener una funámbula tristeza es mantener la esperanza de que llegará al final del cable, indemne y hermosa como una divinidad. Cruzará al otro lado del abismo donde cada cual nos encontramos y será hermoso.

Por eso la tristeza se pega a la piel.

Reside en la piel, porque si hay esperanza; existe. Y si existe es palpable. Es la razón de que los tristes abrazamos nuestros propios hombros o llevamos la mano al corazón sin que sea necesario. No por frío.

El dolor no, el dolor no tiene belleza; es el horror de lo definitivo. El dolor es el asesino de la tristeza.

El dolor del amante, de los padres, de los hijos, de los amigos. Los que mueren y sus tristezas jamás cruzarán la cuerda floja. Cayeron.

Pobrecitos ellos y nosotros…

El dolor tiene la dudosa piedad de no dejar ni un solo atisbo de esperanza. Y si le das tiempo, si no mueres por él; se transformará en un álbum de ternuras y una sonrisa de lo que fue la vida cuando aquello amado habitaba el mundo y viajaba hacia a ti, o estaba en ti.

El dolor es el rayo y el trueno y el crujido de tus huesos. Y la estrangulación inconsolable de todas las vísceras.

La última voz que oíste salir de su boca. Sus últimas letras…

La tristeza es llovizna, la ternura de un deseo sencillo y pequeño que intenta avanzar en un mundo malo para hacerse realidad, como un milagro.

Las tristezas llenan los huecos de un silencio íntimo y reposan en la piel como un bálsamo.

El dolor te parte el cráneo y sientes que el corazón se abre y la sangre mana fría por sitios dentro de ti donde no debería haberla. Entre la carne y el alma, es por ello que quisieras arrancarte la piel con las uñas, para sacar esa bestia de dentro de ti.

¡Quítame este dolor, por lo que más quieras!, le gritas a Dios.

Si no luchas el dolor te llevará a la locura. Y a morir.

La tristeza desliza una lágrima cálida cuando menos lo esperas. Los deseados labios que se deslizan por la piel.

El dolor te vacía del deseo de vivir.

Te hace desear la muerte.

La tristeza tu boca..

La tristeza es un conato de tragedia del que no queremos desprendernos. En la tristeza trascendemos y por las tristezas vivimos.

Una vez has experimentado en la vida el abominable dolor, temerás siempre encontrarlo de nuevo.

La tristeza la acunarás en los brazos y la protegerás.

Sé triste mi amor.

Y fuerte para soportar el inevitable dolor.

Me gustaría escribirte también de la alegría; pero si no estás frente a mí, no existe. Me muevo entre las bellas tristezas, sorteando dolores que podrían destruirlo todo.

Eres mi tristeza, mi hermosa tristeza.

Aquellos dolores… No recuerdo como conseguí sobrevivirlos, solo sé que ahora son hermosos recuerdos que se difuminan con el tiempo.

¿Sabes que todas las tristezas tienen su propia canción?

Y los dolores su locura.

En mis pestañas hay cientos de tus besos y debo ya mirar la tierra y seguir el camino como la tristeza avanza en la cuerda floja.

Bye, cielo.






Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.