Es un día particularmente gris y lluvioso que me desliza lenta y húmedamente a una serena melancolía.
Las bajas presiones son densas y verticales emociones que gravitan en el pensamiento lloviéndolo de evocaciones, actos que fueron y todas las imposibilidades posibles.
La lluvia intenta encajar todo ese caos...
Siento el agua correr por dentro de la piel con una dulce fatalidad y una sosegada comprensión.
Me diluye dejándome un poco indefenso, sin la capa protectora del olvido y la indiferencia.
Sin el cultivado cinismo de la supervivencia.
Está bien, nadie me ve...
En la gris penumbra de la casa soy arrastrado por mí mismo, como la lluvia arrastra la suciedad de los viejos y sucios edificios monocromáticos y el pavimento áspero y hostil de las aceras.
Y me permito pensar, con cierta ingenuidad, que estoy a salvo entre las sombras. Una mentira embadurnada de toda esta romántica y trágica grisentería.
No puede hacer daño.
No demasiado.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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