No sé si tengo una innata capacidad, una facilidad semántica y sintáctica para ser absolutamente obsceno en mis pensamientos y sus palabras; o es que tú y tus hermosos pezones, tu coño perfecto y tu culo precioso, son los que provocan esta pornográfica verborrea de la que hago alarde sin asomo alguno de pudor.
Más concretamente sin piedad para todos aquellos mediocres capaces de sentir la polla en la boca cuando simplemente la leen.
¿Sabes que tengo el rabo lleno de heridas? Te pienso, te evoco y me agarro al nabo con fuerza, como esas veces que te pido que lo cojas con el puño y me hagas daño, que lo aprietes y lo retuerzas hasta que se me escapa un dolor baboso por entre los labios y se me encogen los cojones del trallazo doloroso. Y tú lo haces con tanta fuerza, mi puta…
Yo mismo podría ser tu Jesucristo, que pide ser crucificado ante ti con la polla tiesa.
Ya sabes lo delicada que es la piel que cubre esas venas por las que circula la sangre y el semen, a veces el organismo se confunde con todo este puto deseo; me has mamado la polla tantas veces, que la has dejado perfectamente tonificada. A veces le hago fotos solo para pensar como tus labios cubren el pijo y sorben…
Bueno, cuando cierro el puño al soñarte, es inevitable que las uñas se claven en la piel con cierto furor y empiezo una frenética masturbación que acaba escupiendo una leche rosada que se queda prendida, aún latente entre los pelos del pubis y los huevos.
La primera vez, por un instante me asusté ante la posibilidad de que tuviera cáncer de cojones; pero vi la piel de la polla en mis uñas y me sentí feliz. Derramé alcohol en ella y rabié, porque cuando siento dolor y grito, es como liberar a la bestia y no hay mayor libertad que ser lo que uno es realmente.
¿Estás segura de que algunas noches no te sientes violada con la presión de algo que te llena el coño mientras te mana una baba espesa por la raja? Y dormida llevas las manos entre los muslos y sin pretenderlo rozas el clítoris que emerge agresivo de tu vulva cremosa, tan erecto para ser aspirado con fuerza rozándolo con los dientes. ¿Recuerdas como aferras mi pelo cuando te como el coño y me obligas a lamer con más fuerza y casi me asfixias? Pues eso, puta…
La presión que tu vagina ejerce en mi rabo herido, hace del joderte algo balsámico que da un mortificante descanso a la desgarrada piel de mi pene que tanto busca tu agujero. Cualquiera de los tres que luces, mi amor, mi puta diosa…
¿Has visto, cielo, con que naturalidad y amor te escribo?
Pues eso, mi hermoso coño, te amo y cada noche te jodo esté o no a tu lado.
Y en tu despertar te imagino húmeda, con el chocho resbaladizo y pegajoso que ha dejado una mancha en la sábana. Y yo lamiendo todo ese caos con la boca en tu llaga divina.
No sé, tal vez alguien pueda decir que esto no es literatura.
Y tendrá razón, porque el único y premeditado fin de mis palabras es joderte, tanto y tan profundamente que el ojo ciego de mi pijo llegue a atisbar tu alma.
¡Psé! Se pueden meter el Nobel en el culo, me suda la polla.
Hasta la próxima follada, mi amada, mi puta.
Iconoclasta