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10 de febrero de 2021

Las exactas palabras sucias


Tengo las sucias y perfectas palabras para definir lo grande que es follarte, joderte el alma y morder desesperado tus feladores labios.

Aspirar los de tu coño entre los míos voraces de ti.

Me cansan y aburren las delicadas voces que no pueden alcanzar a describir la divina blasfemia de tu coño ansiado.

Esa obscenidad tuya de masturbarte frente a mí, obligándome a esperar hasta que la leche se me escurre por el pijo como la baba de una bestia hambrienta. Y metértela cuando me das la venia, como un violador, con los cojones contritos; rogándote que los tomes entre tu mano, que los acaricies porque pesan y duelen de ese esperma que bulle.

Tatuaría una cruz en la polla para alardear de que te he crucificado.

Tengo las sucias palabras que gotearán en tus pezones y las arrastraré con los dientes, hasta que tus puños se cierren y tu pelvis se eleve para llevarme más profundamente a tu coño insondable.

Lo único sutil es mi dedo cuando se mantiene inmóvil en la precisa verticalidad de tu clítoris asomando duro como un arrecife entre los pornográficos labios del coño que destila espesos filamentos de deseo. Apenas lo rozo para tu tortura, para que desesperes; ansiando el movimiento sísmico de tu cintura buscando la presión puta, la definitiva en esa perla que tantas veces he succionado carnívoramente.

No puedo ser más sutil porque cometería blasfemia contra tu voluptuosidad. Tu coño goteando mi semen no tiene metáfora.

No puede tenerla.

No aquí, no ahora.

No soy traidor a tu chocho hambriento.

Ramera es la justa palabra para susurrarte al oído, porque con cada polvo, me robas la razón. Tus servicios son los más caros del mundo.

Y cuando digo te amo, digo a muerte.

Tengo las cuidadas, hermosas y sucias palabras para mostrarte mi fascinación.

Mi puta amada, mi puta deseada, mi puta del alma, de mi corazón. De mi vida…






Iconoclasta