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2 de febrero de 2021

Qué bello es morir


Sentía la almohada en mi rostro, suave y dulce; una mortaja de paz.

Y soñando en ella, avanzar por un camino de vapor de seda y calidez.

Algunas cosas, algunos  seres, muchos; iban delante de mí, detrás y a los lados, rodeándome. A todos los sentía, los reconocía, avanzaban felices, festivos. Y ninguno era lejano.

Era todo lo que me ilusionó e ilusiona, todo lo que amé y amo. Todo estaba a reventar de vida, los podía tocar, abrazar, besar, les podía sonreír sin tristeza.

Estaban tan vivos que me contagiaban alegría y fiesta.

Vi Su bondad, la belleza de la inmensa ternura y alegría que la Muerte trae.

Y lloré con los ojos cerrados cálidas lágrimas de descanso.

Y la serenidad impregnar una sangre que ya no tenía.

No puede ser un sueño… Me decía.

Las lágrimas que se escapaban por mis ojos cerrados, daban una humedad de realidad al sueño mojando la almohada y de mi rostro hacía un difuso recuerdo.

No puede ser un sueño. Me repetía…

Por favor, que no lo sea, que no lo sea, que no lo sea…

Me aferré a la almohada, al sueño, para no perderlo en ningún momento. Para no volver de aquel camino, de aquel mundo de dicha absoluta. Y Cantares de Serrat era un himno de una belleza que me arrebataba cualquier valor que un día pudiera o pude haber tenido para dibujarme la sonrisa más feliz que nunca haya esbozado.


“yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles,

como pompas de jabón”.


Nunca me había sentido tan bien llorando.

Qué bello es morir…

Caminaba entre recuerdos traviesos, tan diminutos como miniaturas. Y eran miles.

Y Super Mario tan pequeñito, corría y saltaba y me hacía reír… Pinche Mario…

Todo aquel desfile de mis recuerdos y yo, que también lo era; formábamos una silenciosa dicha presurosa.

Y una sonrisa cubría mi alma.

Todos éramos táctiles, los recuerdos se hicieron sólidos…

La muerte es Dios resucitándolo todo.

No teníamos prisa por llegar no sabíamos adónde; pero casi corríamos solo por gozar de aquel camino sin fin. No sé, pero era tan extraño…

¿O era la simple alegría de una hermosa muerte?

Qué bello es morir…

Un estruendoso y silencioso rumor de alegría; lo llenaba todo, toda mi vida, toda mi bella muerte.

Y mis lágrimas tibias, de aceite… Por favor, se parecían a los labios de mi madre y mi padre cuando de pequeño me besaban, antes de ser la bestia.

Padre y madre estaban allí… Ya no eran una tristeza.

Quiero llorar, no quiero dejar de hacerlo.

Qué bello es morir…

¿Quién puede querer una resurrección y volver?

Qué bello es morir….

Cuando las lágrimas se deslizan por los párpados cerrados, crees que pequeños ángeles te besan los ojos.


“Me gusta verlos pintarse

de sol y grana, volar

bajo el cielo azul, temblar

súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria…”.


He despertado sin recodar durante unos instantes, que una parte de mí está muerta y al plantar el pie en el suelo, no ha dolido.

Hoy no ha dolido.

Y la almohada estaba mojada.

Y mis ojos también.

Y sentía la tristeza de un sueño que tan solo era eso, mientras que aún resonaba en mi cabeza el eco de las silenciosas alegrías de mis amigos los recuerdos.

Super Mario que no estaba quieto…

Qué bello es morir…

Qué pena, que puta pena volver.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Versos de la canción Cantares, de Joan Manuel Serrat.


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