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3 de octubre de 2021

En el fondo, un romántico


Encontrar cosas buenas es una tarea ingrata e infructuosa. No soy negacionista (palabra muy de moda en la era del bozal y el pánico al resfriado del coronavirus), simplemente pragmático.

Digo que las cosas buenas aparecen por casualidad; muy distinto a la causalidad que solo trae cosas malas.

Si te empeñas en buscar cosas buenas, por mucha espiritualidad que le eches, te sentirás timado y luego mierda.

Que tú mismo te times, es lo peor que puede acontecer.

Los amores aparecen de improviso, cuando menos piensas en ello. Aunque yo preferiría una buena pluma o reloj de lujo.

No es solo por materialismo, es que inevitablemente el amor da dolor de cabeza y te pasas el día masturbándote para combatirlo. Si no te haces pajas no es amor, es amistad, es tu médico o, simplemente estás viendo una de esas películas españolas que necesita subtítulos, porque no saben pronunciar y no te enteras de lo que los actores rajan sin cesar. ¿Dónde fueron a parar las clases de dicción?

A pesar de ello, no puedo evitar caer en los dulces y mortificantes brazos (de mujer, no jodamos que hoy dan por hecho que todos los machos son maricas) del amor cuando toca por una absurda casualidad.

En el fondo soy un romántico. ¡Qué asco!



Iconoclasta


2 de octubre de 2021

El derecho a la vida


El derecho a la vida no existe, la vida no está regulada. Los seres vivos nacen y respiran sin que nadie les de permiso.

La vida no tiene ni precisa derecho alguno.

Y en muchos casos, para vivir hay que matar o cazar.

Ningún ser vivo tiene otorgado ningún derecho a la vida. Eso no existe, es solo un insulto burdo e infantil del poder para someter a las grandes manadas humanas. Un derecho es algo que impone el poder político, militar o religioso para erigirse en dueño y señor de todo lo que gobierna.

Es solo cháchara del más puro fascismo, viejo como el mar.

Hablar de derecho a la vida, es decir que alguien regula tu vida, tu respiración, tu libertad. Es decir: el poder te da su bendición y permiso para vivir.

Y resulta que los grandes líderes democráticos, sobre todo europeos (aquellos a los que se les llenaba de flores las bocas alardeando de su democracia de mierda) se han erigido en auténticos Moisés, enviados para defender su fe y la vida de sus judíos, encarcelándolos y acosándolos. Europa es un vertedero de un fascismo que se ha hecho llamar sanidad.

Y es entonces cuando entra en juego (su juego, el del poder) mi derecho a defenderme y ejercer la violencia necesaria y efectiva para proteger mi vida y su dignidad de la extorsión a la que me somete el poder. Todos sabemos que contra el poder, se tiene las de perder; pero es algo que como se dice coloquialmente: me suda la polla.

Haré lo que deba aunque me joda.

Quien no tenga valor para ser violento, vivirá según le deje el poder. Justo lo que está ocurriendo en este momento en el que los gobiernos occidentales han elevado a rango de santidad nazista, la sanidad.

Millones y millones de reses humanas respirando pobremente a través de un bozal en el hocico (incluso en campo abierto) y dejándose chutar en las venas o en la carne el veneno que les ha sido asignado por la poderosa Sanidad Nazi a través de esos criadores de cerdos que son los políticos y sacerdotes de cualquier religión elegida al azar.

Alguien dijo: Debieron elegir entre el deshonor y la guerra. Eligieron el deshonor y por tanto la guerra.

El nuevo nazismo surgido en el mundo no está resuelto, ha de vivirse un alto grado de violencia de tal magnitud, que los criadores de cerdos de la Sanidad Nazi, se deban plantear si ha valido la pena subir el grado de extorsión a la población a cambio de tanta destrucción y pobreza que ha de llegar aún. Independientemente de que se consiga volver a ser medianamente libres o no.

La violencia es inevitable y es el medio definitivo para conseguir un vencedor y un vencido; mientras no haya una gran violencia y sus muertos, no habrá paz.




Iconoclasta

22 de septiembre de 2021

El cruento amor y el cinismo


El amor está formado por dos frecuencias para aquellos que lo asumen con fuerza, con pasión: euforia y compulsión.

Saben muy bien por esa inteligencia instintiva que habrá dolor y abrazos cansados. Y tras ello, tal vez un fracaso.

Y se van a lanzar a las fauces de la tragedia porque les da sentido a sus vidas.

Mejor esa posibilidad de fracaso que un paseo aburrido por unos grandes almacenes. Mejor la locura irracional que un medido y aséptico cariño de mierda.

El cinismo es un acto de crueldad con los sentimientos necesario para no caer en una indolente complacencia  o ingenuidad. Jamás debes caer en un marasmo de amor como el que padecen los más ineptos seres del planeta, los reproductores que dejan sus vidas y su pensamiento en manos de una abeja reina y se mueven en direcciones estrictamente indicadas, con fe.

Así que no te dejas embaucar por ningún amor de teleserie hasta ser consciente de que vas a vivir un drama y no una película de princesas para todos los públicos apestosos. Sé un cínico con el amor hasta que sepas que te come la médula de los huesos.

Y cuando sea ya absolutamente insoportable no amar,  supera tu propio cinismo, ese escepticismo cultivado día a día, y sucumbe a esa punzada que te roba un latido del corazón por una simple palabra; reconociendo que el amor te va a destrozar tarde  o temprano.

Otra vez…

El amor ha de doler, ha de calar en los huesos y provocar mareos, temblores, miedos y besos que duran eternidades.

Y has de llorar y lamentar los tristes cafés que vas a tomar en la plaza mayor del pueblo en soledad, sin ella. Con una media sonrisa que es un medio dolor.

Y esperarás y lucharás por hacer realidad eso que te hace doblar el estómago, como un cólico de necesidad perentoria.

Fin de tu alma, ahora es suya, de ella...




Iconoclasta

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18 de septiembre de 2021

El gobierno fascista español no tiene gracia, es terrorífico, da miedo de verdad

Y es que desde el presidente o caudillo, pasando por ministros, altos cargos, caciques autonómicos, alcaldes, funcionarios, militares y policías; sufren ya una paranoia persecutoria. Se han convertido en psicópatas asesinos y encarceladores. Hasta tal punto, que la policía se dedica a perseguir inofensivas bicicletas con motorcito.

Como si no hubiera una seria delincuencia.

Es tan asfixiante la paranoia fascista en España, que no sería extraño que tengamos que vivir entre batallones de la muerte patrullando las calles. Todo ha degenerado en un ambiente hostil para la respiración, la libertad. Es el control esquizoide de la gente inocente a favor de los delincuentes por el poder y sus cipayos. Veremos muertos, asesinados por policías y militares en las calles.

La prensa (por llamarla algo) que ha publicado semejante noticia del abuso fascista, recalca doctrinalmente la gravedad del delito. Sobre todo, haber detenido al peligroso ciclista. ¡Gloria al fascismo Español que nos salva de bicicletitas peligrosísimas!

El Nuevo y Normal Estado Penitenciario Fascista Español del Coronavirus es lo peor que podía ocurrir para la dignidad, la libertad y la inteligencia; es una continua afrenta del ignorantismo, la cobardía y la dictadura heredada de Franco hacia la razón y la libertad.

Y no tiene nada de gracioso leer a un redactor prostituto proclamar su catecismo a favor del Estado Penitenciario Español, como no es gracioso que policías psicópatas persigan gente inocente.

Porque nadie con dos dedos de frente, con la más mínima educación, va a pensar que es delito llevar una bicicleta con un motorcito.

Esto va mal, tiene que ocurrir algo muy malo en España, los psicópatas fascistas que gobiernan y los hampones o policías que controlan, van a cometer algún acto de lesa humanidad contra el pueblo español (que se sumará al genocidio de enfermos muertos por negarles su tratamiento por decreto del caudillo español).

No hay broma en esta noticia, es muy serio leer sobre el “delito” de llevar una bicicleta con motorcito, que la policía psicópata persiga semejante cosa y que la prensa lo publique como si fuera una hazaña de mierda.

¿De verdad nadie ve lo podrido que está el Estado Español y el cerebro de los que lo gobiernan?

Porque es de auténtica película de terror.

Pareciera una noticia banal; pero lleva el veneno del fascismo y su terrorismo de estado.

Y no augura nada bueno.

16 de septiembre de 2021

Pinche nube…

 


Qué caliente está… Como ama a su montaña.

¿Ves? Así te cubriría, así te amaría.

Aquí y ahora.

Qué desesperación por follarte, mi amor.

Con la lluvia rociando los labios que jadean, la piel que se eriza, los sexos trémulos…

Invadir tu coño cubriéndote toda, mostrando al planeta cuánto te deseo.

Qué envidia… Quiero ser vapor cubriendo tus pechos y tu piel toda.

Agua cálida y dura en tu sexo...

Chapotearte obscenamente.

Y luego, respirar al fin a tu lado el rocío del otoño.

Y ya…




Iconoclasta

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15 de septiembre de 2021

Irrumpe el otoño con su cruda belleza


El otoño toma posesión del cielo y las montañas.

Y del ánimo de los animales.

Viene cargado con muerte de múltiples y atractivos colores.

Un buhonero de mal agüero.

Y no puedo dejar de desear comprar un kilo de esa bella muerte. Bien para un aperitivo, bien para decorar. El otoño las vende en frascos de barro húmedo, estampado con flores muertas y en agonía, en tonos rojos, marrones y dorados.

Y te cobra una lágrima o dos, cuando te la entrega con los dedos sucios de fango.

Es una preciosidad…

Se pueden ver ya a las cromáticas y bellas tristezas, en sus últimos balanceos en las ramas que una vez les dieron vida y ahora, por orden del otoño, se la niegan.

Los genios tienen un cruento y cruel sentido del arte.

Un réquiem por los bellos cadáveres y un saludo de cauta admiración al maestro Otoño, que hace de las sendas de los bosques y las calles de las ciudades, melancólicos tapices de muerte crujiente, fragante y fresca.

Y todo seguirá muriendo y sus cadáveres se convertirán en cosa negra, así hasta que la primavera haga lo que deba.

No sé si aguantaré tanto tiempo; pero estoy bien así. Y el otoño es bueno para morir, te funde con las hojas sin lamentos.

No temo a la tristeza, temo a la alegría que tiene la frecuencia de la hipocresía y la cobardía.




Iconoclasta

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14 de septiembre de 2021

El precio de las crías humanas

¿A qué precio se encuentra actualmente una cría humana, de pongamos, unos seis meses; vacunada con sus cinco dosis contra el coronavirus, el sarampión, la varicela, el tétanos, la polio y la tuberculosis. Sea de la raza que sea (aunque preferiblemente europea) y que tenga completas sus extremidades y operativo el cerebro? Y por supuesto, garantizada hasta el año o hasta que haya demostrado su capacidad para caminar por sí sola.

Sea cual sea, las crías humanas han triplicado su precio.

Deberían ir más baratas ya que gracias a la maniobra del coronavirus mundial, han muerto muchos progenitores y hay superávit de crías humanas.

Pero no es así, el tráfico de humanos (sobre todo crías) es como el mercado del oro, está siempre en alza. Comprar un humano da prestigio y exclusividad dado su precio si está sano y no se dedica al tráfico de órganos.

Lo que es seguro, es que a los compradores no les importará apenas nada, por su riqueza y natural corrupción, se pueden permitir todo tipo de gastos por muy costosos que sean.

Tras la compra los exhibirán en insta, tiktok, tuiter y feisbuc, cosa que provocará muchos “me gusta” y muy pronto el dispendio de la compra de la cría humana, quedará amortizada y los amos admirados por su poder, dinero y ternura que proporcionan al cachorrito.



Iconoclasta


11 de septiembre de 2021

Podría ser coral

¿Qué ocurre cuando sabes de memoria dónde está cada mancha de la pared? Hay conocimientos que humillan.

La vida es demasiado larga y corres el riesgo de convertirte en coral.

¿Sería valioso entonces? No lo creo, no creo en nada bueno que pueda ocurrir.

¿Por qué no se callan? Que dejen de hablar y reír sus banalidades.

Tengo un límite.

Y no suelo ejercitar la paciencia.

Hay días que agradecería morir y esos días no muero. Cuando agradezca vivir, moriré.

Con los demás no ocurre, solo me pasa a mí; y sinceramente, agradezco la exclusividad aunque me dé mierda.

Es que hay tanta vulgaridad... Se agradece también la muerte de los otros.

Me gusta mi nula capacidad para respetar y soportar al prójimo. Me hace algo menos humano, más digno a juzgar por lo que sé de la chusma.

Es más fácil no ver que no escuchar. Aunque tampoco hay mucha diferencia, porque si tienes los ojos cerrados al final los abres para conocer a los idiotas que hablan, para identificar con precisión a quién debes despreciar y así comenzar tu nueva lista del día de aciagos deseos.

También pienso que los filos están infra utilizados, deberían dedicarse a tareas más higiénicas.



Iconoclasta

29 de agosto de 2021

Un perfecto instante de ternura

 


El pequeño ternero está acostado en la hierba, ya casi paja por lo seca y arrasada por el sol durante el largo verano.

Las reses adultas se encuentran doscientos metros más allá, al otro lado de un riachuelo.

Me gustan los animales que se separan de la manada, como yo. Porque los hace parecer valientes.

Pero no es el caso, a través de los prismáticos observo que el ternero es un bebé, simplemente está agotado de haber nacido hace poco: su rostro aún no está definido del todo, el pelaje apelmazado y su dormir tranquilo, aunque no deja la orejas quietas.

A veces mira hacia mí, a través de una mata de cardos; pero sus ojos apenas pueden enfocar. Luego vuelve a meter el morro entre las patas, casi suspirando por el bendito calor con el que la tierra lo mima.

Me quiero dar el lujo de pensar (sin que sirva de precedente) que el planeta tiene la bondad de dar calidez los peques.

De cualquier forma es valiente, no muge. No se le ve nervioso.

Aunque quisiera no podría seguir a los adultos, los bebés deben descansar, porque nacer es lo más traumático, lo más difícil.

Y morir es lo más fácil del mundo.

Me acuerdo de cuando era pequeño y me cansaba tanto de seguir a mis padres caminando... Me dolían los pies, me acuerdo mucho de aquel dolor.

Ahora me deleito con el inmenso privilegio de compartir con él un tiempo y un lugar idénticos. Un instante perfecto de ternura y paz.

Caigo en la cuenta de que no soy más que él. No hay razón alguna que me haga sentir superior; su aún diluida mirada tiene todo el conocimiento necesario para la supervivencia, nació con algo aprendido. De ahí la paz que transmite, y esa ternura infinita que provoca la pequeña soledad que lo rodea.

No, somos iguales, mi vida no vale más que la suya. Lo sé con una absoluta seguridad.

Es la certeza total.

Quien afirme lo contrario, no conoce la naturaleza, ni siquiera la suya.

No es un drama, es una alegría estar con él, respirando ambos el mismo aire; pero dan unas ganas de llorar… Pudiera ser que él está cansado de nacer y yo ya empiezo a estar cansado de vivir y las cosas tiernas tienen el poder de aplacar mi ira y soltar lastre por los ojos.

El verano y sus alergias lacrimógenas…

Alergias es muy parecido morfológicamente a alegrías y ambas causan lágrimas.

Todo cuadra, es un momento perfecto para todo.

No me gusta que esté tan solo. Sé que no hay animales que lo ataquen, pero me da un poco de reparo marchar y dejarlo solito. Es muy pequeño y yo demasiado humano para no sentir cierta congoja.

Es un buen momento para hacer esto: escribirlo y dejar constancia de que un día casi se me desbordaron unas tiernas y repentinas lágrimas de alegría y alergia.

A mi pesar, guardo cuaderno, tabaco y prismáticos en la mochila y muevo la rodilla antes de ponerme en pie. Temo que se pueda romper con una brusquedad, no soy un ternero joven, estoy terriblemente castigado.

Mi vida vale menos; es otra certeza que ha caído por su propio peso. Y como no hay ternura en ello, sonrío ostentosamente; porque lo preocupante es vivir, no morir.

Y ya cogiendo el manillar de la bici, una de aquellas vacas enormes, se separa del grupo y cruza el pequeño arroyo.

Me detengo.

¡Qué bien!

A medida que se acerca al ternero agita la cabeza arriba y abajo con alegría y apresura el paso. Es hermoso sentir la alegría de otro ser…

Y cuando llega a su pequeño, éste se pone torpe y temblorosamente en pie. Hay restos del cordón umbilical colgando de su vientre. Su mamá le ofrece los cuartos traseros y el pequeño muge ahora, seguramente contento, y más con el olor que con la mirada, encuentra las ubres cabeceando entre ellas hasta apresar un pezón.

Es simplemente perfecto.

Ahora sí que sonrío, ahora sí que emprendo la marcha como si el día fuera completo.

La vaca me mira, me observa con orgullo de madre: ¿Has visto que hijo más hermoso tengo?

Y la felicito.

Les digo adiós con la mano. Susurrando que les vaya bien.

Y mientras avanzo por el camino, disfrutando de la brisa al rodar suavemente, la sombra de un águila se dibuja en el camino.

¿Es que no se cansa la naturaleza de exhibir su belleza?

A veces tengo tanta suerte que temo que la muerte ronde ya muy cerca.

La ternura es hermosa, pero no puede combatir mi sabiduría y cultivado cinismo.

Bueno, si hay que morir, se muere; qué cojones.

Y pedaleo con el peso de toda esa belleza pulsando en el cuaderno que guardo en la mochila como un tesoro. Tal vez con la muerte jadeando detrás de mí.

No hay riqueza más grande que un bello instante.

Ojalá hubieras estado conmigo, mi bella diosa, follarte también hubiera sido perfecto.




Iconoclasta

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20 de agosto de 2021

Siglo XXI, el de los insectos y el proxenetismo


¿Es que nadie lo ve?

Los líderes políticos del 2021 y sus gobiernos están formados por cosas no humanas.

Porque donde no hay un cerebro funcional y su dignidad, no hay humanidad.

¿Nadie ve los excrementos que como una papilla gris como el semen, caen de sus bocas cuando dictan leyes y decretos silabeando sus discursos obscenos contra la inteligencia y la integridad?

No tienen órganos genitales, se reproducen por mitosis, se despegan unos de otros y luego un gen los pinta y los modela con distintos rasgos, equivocándose muchas veces.

¿Nadie se da cuenta de que no respiran? Solo dilatan las aletas de la nariz y abren la boca para aspirar microscópicos excrementos que porta el aire para alimentarse.

Nadie se da cuenta de que no hablan, porque nadie tiene inteligencia para reconocer que esos sonidos que emiten, los realizan con unos pequeños élitros que tienen bajo los sobacos. Solo escuchan mensajes eléctricos o químicos que incitan sus pobres neuronas en una dirección u otra.

Los líderes políticos del siglo XXI son grandes insectos que no duermen; hibernan sin que sus cerebros imbéciles sueñen con nada. Son escarabajos peloteros surgidos de las pesadillas de Kafka, letales en su inhumanidad, deterioro intelectual y de la libertad.

Recogen laboriosamente la mierda de las colonias que gobiernan y se esconden en sus mansiones excrementicias.

Quieren un mundo oscuro y confuso, que niños y niñas no sepan que son hombres y mujeres; y les adoctrinan en que sus genitales son excrecencias tumorosas que vale la pena extirpar, amputar, incinerar o esterilizar.

Les dicen a los niños, que jamás deben pensar solos, lo han de hacer en grupo, como lo hacen los insectos agitando sus antenas estúpidamente, sin saber qué captan.

Los políticos del siglo XXI son la involución que ha propiciado la mezquindad y el deterioro humano de una endogamia ya antediluviana.

Ha llegado el momento de eclosionar de sus huevos para erigirse en los elegidos que harán de la humanidad una especie insectil sin conciencia.

Y lo han logrado, la suerte está echada.

Las ratas ocupan ahora progresivamente la superficie de las ciudades y se sitúan por encima de los insectos humanos en la cadena trófica.

El Juicio Final que tanto han pregonado las mentiras de las sagradas y falsas escrituras de todas las sectas religiosas ha llegado; pero ocurre que todos miran un televisor y sus cifras, los enfermos y sus cifras, los muertos y sus cifras y una vacuna perfectamente encuadrada y enfocada en su cerebros, la observan respirando sus propios deshechos respiratorios a través de un bozal o mascarilla; y por ello aturdidos y sin capacidad de raciocinio no se han percatado de la exacta sentencia y la condena que han decretado contra ellos los grandes escarabajos humanoides que los rigen: solo son bichos y alguna especie creará un veneno para acabar de una vez por todas con la plaga que es la humanidad insectil.

Y nadie será juzgado, nadie irá a ningún cielo o ningún infierno; simplemente morirán con los dedos crispados panza arriba por los efectos del veneno, mirando al sol, como un saludo fascista. Y quien los ha envenenado, incinerará todos esos gordos insectos que una vez pulularon por el planeta como si tuvieran el privilegio de la inteligencia.

Sin que a las especies que queden vivas, les importe.


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Vivimos tiempos indecentes para la inteligencia y campo abonado para la fe y su superstición.

Hasta tal punto que la enfermedad se confunde con castigo religioso y martirologio. Los nuevos nazismos de la Sanidad, han hecho de la libertad un pecado capital y han predicado a los lerdos, que también ser libre es enfermedad.

El genocidio, la ruina y el hambre es la ley fascista sanitaria: “Prima la salud como derecho” por encima de todo, de la vida misma.

Solo ha sido necesario en Europa el resurgimiento de los reinos de la Edad Media en el siglo XXI con una epidemia, para corroborar que la población humana no solo se había estancado hasta hoy en el oscurantismo religioso y de la aristocracia gobernante del poder político, económico, religioso o legislativo; si no que ha degenerado hacia una naturaleza ganadera estabulada.

El nazismo de Hitler, mediante retóricas de Sanidad y diversos paternalismos ilustrados continuamente, sin descanso, por los medios de comunicación y las redes sociales, se ha instalado en toda Europa. Y América ha asumido ya los reflejos que llegan del viejo y decadente continente poblado de reinos medievales, de un rancio fascismo ya imparable como una peste: la epidemia realmente.

Los nuevos judíos del fascismo enquistado en el coronavirus son los libres pensadores.

La cobardía, inmovilidad y mansedumbre del ganado humano, con su absoluta incapacidad para reaccionar contra el fascismo y el robo de las libertades básicas y biológicas es el actual estado de gracia de la humanidad. Una globalización de las reses humanas, cuyos miles de millones de cabezas, son regidos con mano que no tiembla, al igual que en los campos de exterminio, por cuatro o cinco soldados de la Gestapo y una prensa que adapta los cuentos de Hansel y Gretel al nuevo miedo e ignorancia de la actual población mansa.

Los que sabemos leer y escribir pensamientos libres estamos abandonados.

Es el peor momento en la historia de la humanidad para tener hijos, porque no se podrán desarrollar en libertad y dignamente en ningún lugar del planeta.

Dios se ha convertido en una vacuna defectuosa, una vacuna que no vacuna y exige que las reses humanas pasen por el veterinario una y otra y otra y otra y otra vez.

El nuevo y mezquino santiguamiento es un saludo ruin, el símbolo y aceptación social de la cobardía y la decadencia como forma de vida: cuando se cruzan los cabestros humanos, se colocan apresurada y cobardemente el bozal, como si les fueran a robar la mierda que avariciosamente ocultan en la boca. Es la mezquindad más repugnante que se ha visto nunca, tanto, que caricaturizarla resulta pornografía para los sentidos. No es la prudencia, es la obscenidad del ademán ruin, miserable, cagados de miedo. Todos…

Y a lo que pomposamente han llamado “estado de derecho”, es solo un mercado medieval de sobornos, privilegios y corrupción (chulos y putas). Una feria de caudillos, caciques y alcaides de prisión, que entre raya y raya de cocaína, cuentan la cantidad de ganado que mantienen encarcelado, como una competición. Un mercado de la corrupción con el suelo sucio de mierda y paja cuyos tratos se cierran en calles con gente que respira asustada sus propios miasmas, sudorosamente, cientos de veces aspirados y expulsados de los pulmones al día, con el hocico cubierto por el bozal y un miedo indigno, infantil y analfabeto. Ciegos al engaño, ciegos a su indignidad, ciegos a su mezquindad que los inmoviliza como conejos en una carretera ante un foco de luz.

El proxenetismo de los nuevos y normales jerarcas medievales es la nueva corriente política del siglo XXI: un fascismo paternalista, tolerante y globalizado, donde la Sanidad se ha erigido en una ponzoñosa santidad que todo lo controla. De donde surgen los nuevos escarabajos que un día Kafka soñó.




Iconoclasta

15 de agosto de 2021

Cardos áureos


Parece que todo en la naturaleza tiende a ser perfecto y yo soy un organismo caótico, retorcido como un vara requemada por el sol, con todas las asimetrías concebibles.

Hay proporciones áureas en todos los lugares. Incluso los caracoles dicen que son áureos en sus proporciones de los cojones.

Los hostiles cardos tienen perfectos y definidos patrones geométricos y se forman de unas flores tan violetas, que parecen radiactivas; pero los burros y las cabras se los comen. Qué mal gusto…

Que se jodan ellos y su maravillosa dorada proporción.

Mi rabo no palpita por igual, las venas lo cruzan de forma aleatoria y mis dedos son irregulares e irregularmente se pringan de una crema de leche licuada a veces, otras espesa como un puré; según coma, según lo rápido que me ordeñen.

Mis dientes, o no están o se separan. Mis pies, mis manos, mis ojos…

No tengo ninguna proporción áurea, y menos mis cojones.

Mi corazón late a veces descompasado, según la ame, según me masturbe, según la joda.

Según despierte…

¿Dónde está mi gracia, la que todo ser tiene en la tierra?

¿Dónde está mi proporción que me haga digno entre tanto patrón perfecto?

Aunque me importa poco; mis desproporciones y asimetría caminamos por el mundo con perfecta incoherencia y follo despreocupadamente, más allá de cualquier moral o cobardía dictada, con mis retorcidos miembros indiferentes a las voces áureas que gritan excrementos andantes de gratas proporciones putas.

Deambulo con mi rabo imperfecto de carne dura a veces tan brillante que parece aceitado, de glande sanguíneo hasta el edema.

Otras un pellejo del que no sentirse orgulloso. O no sentirse nada.

Un bíceps es más grande que el otro, y los tatuajes difieren de un brazo a otro, con lo cual, he ido contra la naturaleza de las áureas y estúpidas proporciones.

Estoy cansado de perfecciones; cansado no, aburrido.

Se busca la perfección en las cosas, como si importara, como si alguien fuera perfecto.

La perfección es la quimera del analfabeto, del que no conoce la vida ni sus consecuencias. El perfecto es un pobre neurótico que no sabe qué cojones hacer en un mundo imperfectamente áureo.

A veces sueño con pegarle fuego a lo áureo y a toda la perfecta proporción que lo habite.

A los próceres de mierda que gobiernan, porque son como los cardos, áureos en sus proporciones, pero venenosos y dolientes cuando se les mira y les siente.

No hay burros que se coman a los trajeados áureos que gobiernan un nuevo mundo lleno de fascismo, cobardía, hambre e ignorancia.

El hastío con violencia se paga. Y la proporción áurea, corriéndose en su rostro perfecto con mi polla imperfecta.




Iconoclasta

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8 de agosto de 2021

Fotografía y televisión

 


Una vez te has decepcionado de las cosas vivas, las muertas te dan paz si no huelen mal o te sitúas demasiado cerca de ellas. Bastaría ver las cosas cadáveres con la lejanía de quien ve un gran cuadro, con cierta distante perspectiva.

Y ahí radica el encanto de la fotografía.

Las cosas que fotografías vivas o muertas tienen las ventajas de lo muerto e inodoro, con la razonable estética que hayas decidido para el encuadre y la luz.

Lo cierto es que cuando observas la foto, sin pretenderlo piensas en la muerte, en la vida y en las experiencias sin sentir que un ser vivo está cerca de ti invadiendo con su proximidad tu aire. Sin ruidos, ademanes u olores molestos.

En la televisión ocurre algo parecido, solo que o bajas el volumen de las imbecilidades que se cuentan en cualquier programa elegido al azar, o te colocas unos auriculares con buena música a plena potencia; aunque te sangre un poco el oído no pasa nada.

Ver todos esos bustos y monigotes parlantes, ridículos, mentirosos, repugnantes, gritones, estafadores, melifluos, hipócritas, colaboracionistas con los fascismos y banales; no molestan. Son como cerdos que ves de lejos y piensas que pronto estarán muertos y así, todo está bien.

Lo que sale en la televisión son cosas muertas animadas; pero no hay que olvidar que muchas cosas vivas, tienen una fe ciega en ellas, de la misma forma que la tienen en esos dioses que crearon para condicionar su comportamiento y asegurar un buen nivel de mansedumbre e ignorancia ente las reses humanas. La ignorancia es la política que mejor guarda los intereses del ambicioso político: si un político no es medianamente imbécil, puede tener a los ignorantes bebiendo de sus genitales y éstos, gracias a su ignorancia, felices y agradecidos.

Y amén.

Observar a todas esas cosas animadas que aparecen en la tele sin temor a que en un arranque de ira te lances a ellos, para coserlos a puñaladas y por ello arriesgarte a perder tu libertad, es la mejor forma de visualizar la miseria de la que estás rodeado. Hay que tener en cuenta que las religiones y sus leyes derivadas de los falsos ídolos o cristos, se inventaron para castigar las acciones nobles. Si eres un buen tipo, no tienes futuro en la sociedad que se creó miles de años atrás, con los primeros mandamientos religiosos y adoraciones a un brujo charlatán.

Es lógico y aconsejable, que si tienes mucho dinero, actúes como Elvis Presley destrozando televisores a balazos.

Aunque por norma general, las cosas ricas están sodomitamente unidas en sus propios círculos del poder religioso y político.

Si tienes el control, observa la tele y aprende lo que no hay que ser y lo que se debe eliminar en caso de que te quede poco tiempo de vida; puesto que si te mueres ¿qué más da lo que pase luego? Que te metan en la cárcel muerto sería muy gracioso.

Pero la televisión da poco desarrollo filosófico, la fotografía es la reina. Ese instante en el que puedes observar los ojos de una cosa congelada en un tiempo y lugar por la eternidad, te da la paz y la verdad absoluta de lo que eres: algo que morirá, que la vida pasará veloz y cuanto menos tiempo pases entre las cosas que no te gustan, mejor. Que la soledad es un don solo para los elegidos, los cobardes viven rodeados de cosas siempre.

Observar una foto no es como ir por la calle y observar las cosas anodinas, ofensivas, mezquinas, cobardes y envidiosas que pululan por las calles como otra especie de hormiga.

La fotografía es un arte relajante y la televisión una feria de monstruos que antes de acabar el cigarro, ya te aburre. La televisión es un cubo de basura divertido e internet el cubo auxiliar, el de los plásticos. Ambos, no consiguen juntar ni un píxel de dignidad.

Así que para no tensar tu humor, observa fotos y juzga.  Recuerda que cualquier cosa que se mueve, lo único que consigue, es que tu instinto de caza tome el mando. Y la violencia, en esta sociedad, hay que ejercerla muy cuidadosamente si quieres vivir cómodamente.




Iconoclasta




3 de agosto de 2021

Una mariposa en mi bici


Érase una mariposa boba que revoloteando tontamente se posó en mi bici y me preguntó con cierta picardía: ¿Me llevas?

Le dije que sí, farfullando como un idiota. Muy nervioso, pensando en la magia con la que la paranoia te premia en la intimidad del planeta.

Ocurrió una vez que la diosa del mar me preguntó si me gustaban las mariposas. Aparte del sobrenatural nexo común entre ambos sucesos; si fue mágico hablar con la diosa, hablar con una mariposa me pareció de lo más normal.

Mi cerebro está bien, lo malo es el corazón y esa arritmia de amor y ternura que me provoca cierta dificultad para respirar el aire de la realidad.

Cuando me colgué la mochila (hace unos segundos ya) para emprender la marcha con mi mariposa, voló. Se marchó.

Y una lagartija me sacó la lengua desde el borde del bosque.

Está bien, puede que esté loco, o que mi cigarro presentara trazas de marihuana o algo así; pero la cuestión es que la mariposa se llevó mi corazón y quedé boqueando.

Me pegué dos puñetazos en el pecho para lanzar sangre al cerebro.

Me quité la mochila y me senté, de repente ya no tenía donde ir.

La tristeza muy afanosa ella, un poco harta de tener que salvarme el pellejo día sí y otro también; hizo crecer un corazón que comenzó a latir como un motor de dos cilindros de nuevo, mientras la imaginación se retiraba muy lejos de mis ojos, al fondo del cráneo; asustada por el riesgo que habíamos corrido todos los que soy por una pequeña mariposa bonita y un poco descarada.

Escupí sangre residual que se había metido por algún agujero de los que dejó el corazón que se llevó la mariposa y pedaleé sin alegría de nuevo a casa.

Y aún así, no podía evitar sonreír.

Hubiera sido una muerte linda, mejor que la que se me echa encima, el camión está demasiado cerca de mis ojos y yo en el carril equivocado, la tristeza no podrá reparar semejantes daños.

Si existen las almas ¿revolotean como mariposas alrededor de las dio…



Iconoclasta

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1 de agosto de 2021

Las cosas mínimas


Las cosas mínimas suaves y hermosas existen para avergonzar la vanidad de las cosas grandes y cárnicas y sus miedos banales.

Las cositas mínimas existen y es imposible no preguntarles: “Hola pequeñas. Sois tan valientes… ¿No tenéis miedo a morir?”.

“A veces dan ganas de llorar al veros, pequeñas mías. No sé porque...”

Me provocan una lástima, una pena pequeñita como ellas; que florece en mi corazón incoloro.

Una lástima porque me duele que mueran, son muy frágiles.

Aunque no más que yo. ¿Está ahí mi vergüenza?

Las cosas mínimas viven hermosamente y mueren en tecnicolor, la muerte no puede robarles en un segundo lo que un día fueron. La muerte no les roba el color que las hace bellas como deja fría la carne de las cosas grandes, en apenas un pétalo desprenderse y caer a la tierra como una lágrima de amor y melancolía.

¿Cómo lo hacéis para marchitaros tan bellamente?

Las cosas pequeñas son como el amor que siento, oculto entre la fronda nemorosa, silencioso, con los colores de la pasión y el valor, ancladas a la tierra y tan libres y potentes que irisan mis retinas pintando mi pensamiento. Y sin miedo a la muerte, la de nadie.

Tal vez amo como ellas viven: con un terciopelo violeta que no hace daño a nadie, solo ¿conmueve? (me aterra la duda). Sin gritos, sin molestar.

Tal vez me quiero mentir. Tal vez quiero amar y no sé.

Mierda…

No sé porque quieren las cosas grandes que no ame, lo hacen todo para que odie.

Porque si no amas, no encuentras las mínimas cosas bellas y esa penita hermosa.

Esa ternura que la soledad te regala en la inmensidad del planeta en una mirada secreta; un dolor también pequeñito para no sentirte del todo un trozo de carne de color infame.

Si no amas, te ahogas en tus propias lágrimas, que atascados los ojos, te inundan por dentro.

Ojalá de mi carne marchita surja una violeta pequeñita, una piedad por un pensamiento que ya murió.

Hasta pronto bonitas, ojalá viváis más que yo, lo hacéis mejor.



Iconoclasta

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30 de julio de 2021

El dolor de las cosas


Si existiera el dolor en las cosas seríamos sádicos psicópatas, porque no importaría cuanto dolor se infligiera; las cosas están para usarse, el dolor sería un problema exclusivo de ellas, como es el de los animales de granja su degollamiento y descuartizamiento.

La simple idea de que una cosa sufra es absurda, ni siquiera en un ejercicio de gran imaginación la imagen se sostendría, sería simplemente estúpido; pero dado el caso, no puedo imaginar la gran cantidad de millones de seres humanos que disfrutarían provocando ese dolor.

Es una reflexión demasiado rebuscada, por mucho que quieras imaginar un vaso doliente, por ejemplo, solo conseguirías hacer de tu imaginación una pérdida de tiempo que ni originalidad aportaría. Hay cosas mejores que imaginar.

Tal vez sea ahí, en esa pérdida del precioso recurso imaginario, donde reside la muestra más insana de la humanización de las cosas, en la novela de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

Realmente, la psicodélica novela no tiene nada de maravilla, no hay aventura; es una auténtica pesadilla llena de extravagancias y crueldades que como niño nunca me gustó. Me llevaba a pensar que Alicia era simplemente idiota y tuvo la mala suerte de ir a parar a un mundo de mierda, donde todos hablaban mal, deprisa y sin sentido. Tantos personajes dementes y tarados… Me incomodaba mucho ver la película. Y por supuesto, el libro ni siquiera lo ojeé.

Como adulto, aprecio el elevado grado de surrealismo, es una obra maestra de lo enfermizo y onírico, a media película se hace ya cargante; pero nada es perfecto. Tiene una descarnada originalidad, aunque vaya en detrimento del argumento, su claridad. Al fin y al cabo, el argumento es absolutamente secundario en el surrealismo cuyo único fin es generar imágenes oníricas o extrañas que impacten en el lector o espectador.

Aun así, a pesar de lo imposible del dolor de las cosas, si un vaso sintiera dolor por beber de él, lo lanzaría al suelo para observar como sufre. No soportaría que nada me complicara más la existencia. Que otra cosa más se sumara a la colección de idiotas que deambulan por el planeta jodiéndome con su solo respirar, me abocaría a un homicida humor.

Apenas habría diferencia entre las cosas y los seres humanos (en muchísimos casos que podría enumerar, se cumple el parecido). Los seres humanos con cosas, lo sé porque se lamentan por otras cosas que simplemente temen y también son usados para matarlos en guerras sin que sirvan para nada y a pesar de ello, obedecen como tiernos robotitos a los que les meto petardos entre sus brazos mecánicos para hacerlos volar en pedazos en las verbenas.

Hay muchas cosas humanas que por una cuestión de vergüenza, prefieren hablar de dolor en lugar de miedo. Al menos el vaso sería una cosa doliente con dignidad en su mudo dolor.

El soldadito de plomo, una de las historias más tristes de la literatura, es otro ejemplo de humanización de las cosas para convertirlas en mártires en esas parábolas infantiles para el amaestramiento de las crías humanas en la infancia. Muestra un amor tan excelso y paranoico que sería incapaz de sentir un ser humano. Se le puede perdonar tamaña osadía por ser una cosa. 

Si mi cafetera se lamentara por el fuego, la golpearía hasta deformarla y hacerla inservible, no quiero más mierda a mi alrededor.

Solo soporto el dolor de las putas cuando las follo, porque para eso pago.

Siempre he sido hiperrealista, cosa que me hace ser un hijo puta en lugar de ser un imbécil cobarde sensiblero.

Respecto a la literatura, todo lo que es mentira o invención, es un bálsamo contra esta grisentería que hoy más que nunca se extiende por todo el planeta como un hongo que todo lo pudre infectando a millones y millones de votantes, mártires y santones que lo habitan.

Evoco aquellos naipes soldados de Alicia flipando con las setas alucinógenas del bosque. Su geometría ridícula y aséptica, fea y simple como lo es un cuadrado, recuerda sospechosamente a los playmobil o muñecos lego.

Si he de tener un juguete, que sea alguno con el que me pueda identificar, algo digno que se parezca a un ser humano, a mí. Y no un cubo con patas y cabeza con pelocasco.

Carroll veía aquellos naipes idiotas como a la chusma con la que tenía que relacionarse en aquellos tiempos victorianos, eso es lo que intuyo.

Y desde hace muchos años los muñecos tipo playmobil y lego se imponen como la nueva estética que debería tener el ser humano, para que los niños se hagan cuadrados, sin apenas más ángulos que los rectos, los menos imaginativos y los más simples. Que no sueñe la infancia humana con una anatomía corporal que evolucionó para la caza, el trabajo, el combate, el esfuerzo, la reproducción.

Con naipes y muñequitos geométricos, pretenden censurar y borrar del imaginario de las bestias humanas, su capacidad violenta que los hizo llegar a la cima de la cadena alimenticia y lanzar cosas al espacio. Incluso matar con más rapidez y facilidad. El coño y la polla… Es feo decir semejantes cosas, pero usarlas, si te callas, no es problema.

Hay gente que escupe como si tuviera una polla en la boca cuando lee “follar”. Me gusta provocar esos ademanes de rechazo. Es mi lenguaje y lo uso como me sale del nabo y no como un playmobil maricón; selecciono cuidadosamente cada palabra.

No puedes quedarte solo con una parte del cerdo. Somos indivisiblemente todo eso: toda esa violencia y ternura. Todo ese ingenio y toda esa brutalidad. Todo ese furor y odio que marcará la diferencia entre morir y vivir.

Como se ha visto en esta misma era moderna, cualquiera que quiera castrar al ser humano de una de sus características, conseguirá solo un imbécil, una cosa amorfa de lo que antes era. Las hormigas, no sienten plenamente dolor, son idiotas y simplemente se lanzan mensajes de alarma, según dicen los entomólogos. Es lo que ahora pasa con los seres humanos y sus epidemias de redes sociales y democracias venenosas para la especie humana.

Sería entonces acertado decir que las cosas sienten dolor.

La infancia se ha de sentir monigote y orgullosa de serlo. ¡Qué pena!

Deben aprender a barrer, en lugar de hacerse fuertes, ingeniosos y hábiles con sus peleas infantiles y juegos que solo a los tarados les parecen “violentos”. Mejor comprarles una escoba y un recogedor y se habitúen ya a recoger a la mierda que tiran sus amos, aquellos que les permitirá elegir el color de la escoba y recibir alguna vacuna como premio a su obediencia.

Vota et labora, cosa de mierda.

Si las cosas padecieran dolor, compraría muñequitos cuadrados cada día para pegarles fuego con afán pirómano.




Iconoclasta




27 de julio de 2021

El tiempo del amor


El ritmo del tiempo de los amantes es una distorsión, una aberración del tiempo mediocre e insignificante que rige a los humanos adocenados. Una maravillosa y trágica trampa temporal.

Pura entropía.

El tiempo del amor es voluble: en la ausencia de los amantes, los segundos se hacen horas y los días erosionan la vida hasta dejar la tristeza desnuda.

Pero cuando los amantes se encuentran, un cronómetro diabólico inicia la cuenta y los minutos se transforman en milésimas de segundo. Se crea un tiempo que es un látigo azotando sus pieles sin misericordia. Y mientras la arena se escurre indecentemente rápida, la piel ensangrentada del amante se desliza inevitablemente entre los dedos amados convirtiendo en tragedia lo que una vez fue el encuentro ansiado.

Y se levantarán costras de tristeza allá donde el tiempo les arrancó la piel.

Tornarán las largas horas de nuevo con una esperanza absurda que posiblemente durará más que sus propias vidas.

Es tan desesperanzador como hermoso.

Tan inevitable como un destino aciago.





Iconoclasta

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25 de julio de 2021

Los últimos coletazos de la especie humana


La especie humana no tiene futuro a largo plazo. Es una especie animal que ha caído en la endogamia. Nace todo lo que no debería nacer por naturaleza y los especímenes humanos han alcanzado tal longevidad, que sus genes se replican con una frecuencia que en sus inicios estaba vedada. Básicamente, la vejez existe para acotar la reproducción. Padres viejos y débiles: hijos débiles, cebados y cobardes.

Es lo mismo que ocurre con las ratas que, al tener una reproducción tan rápida y abundante, mutan su genética a demasiada velocidad para el ecosistema que ocupan, por ello tienden a canibalizarse.

Esta misma endogamia ha llevado a la especie humana a hacer del consumismo o la vida urbana su hábitat y única forma de vida; y por tanto ha modificado la educación y el  desarrollo intelectual de sus crías hacia una culturización y costumbres que han dado cabida a especímenes de una gran cobardía y debilidad en tanta abundancia, que han aplastado a los especímenes idóneos para la vida; para una vida sana y acorde con su naturaleza.

Desde el momento (hace decenas de años ya) en el que los abuelos o viejos se han dedicado a criar a los hijos de sus hijos para que el macho y la hembra puedan mantener una vivienda de propiedad y un coche,  se ha desarrollado una infancia maligna para la naturaleza humana, una infancia que ha denigrado la fortaleza de la juventud con los ancianos como figuras paternas y maternas.

Los abuelos o ancianos, han criado a sus nietos bajo las bases de su propia debilidad y miedo. Esto es: “no corras que te puedes caer”, “tápate bien no te resfríes”, “no comas tanto”, “si estornudas estás resfriado y si toses un poco, al médico”, etc… Han vivido demasiadas horas con una calefacción anormalmente alta para un espécimen joven; o con el frescor artificial de un acondicionador de aire. Han desarrollado el miedo de sus viejos educadores al calor, al frío, al viento, al esfuerzo, al sudor, al enfrentamiento y a la autosuficiencia o independencia propia y con ello, miedo a la libertad. La educación que han recibido en las escuelas, sin filtro alguno por parte de unos abuelos y padres criados en la misma política institucional, es puramente insectil, se les ha instruido en la firme creencia de que su naturaleza es colonial y que su cerebro no es apto para la creación o para el libre pensamiento.

Es ya proverbial la presencia a nivel planetario, de grandes rebaños de miles de especímenes jóvenes humanos reunidos, para colonialmente (al igual que las termitas y las hormigas) embriagarse y escapar así de la frustración de ser auténticos machos y hembras castradas de toda libertad y autonomía, tanto física como intelectual. El indicativo inequívoco de que la especie humana se ha decantado a la naturaleza insectil o colonial.

En definitiva, cientos y cientos de generaciones castradas, han parido crías castradas casi genéticamente.

Y por si fuera poco, se les ha atrofiado maliciosamente (dudo mucho de que sea lo que parece en un primer análisis: ignorancia) el innato sistema inmunológico con la aplicación de vacunas banales para combatir las enfermedades de la infancia como sarampión, varicela, paperas, etc…; inhibiendo así su natural sistema de defensa frente a las enfermedades.

Nos encontramos ante una sociedad decadente que ha creado cientos y cientos de generaciones débiles y defectuosas que han llegado a ocupar cargos de poder económico, político y judicial.

Y estos malcriados de la decadencia son los que ostentan el fascismo de un coronavirus con mano firme; pero es una mano débil, indigna, sin decisión ni efectividad alguna. Es la mano del miedo, de la mala educación y de una genética ya degenerada que rige los movimientos y la respiración de un plebe que ya no cabe en sus ciudades, que se asfixia.

Un pueblo malcriado incapaz de entender su propio organismo, que ante los bandos del fascismo, dice sentirse enfermo e inmovilizado por el miedo. Y es razonable, porque las especies sometidas a estrés (ya sea por miedo real o inducido por propagandas institucionales) anulan sus capacidades inmunológicas. El sistema nervioso es el que rige la creación de anticuerpos y si se altera, la hipocondría desarrollará al final, un síntoma, el que el estado fascista dicte a sus plebes dominadas y sometidas con el miedo cuasi supersticioso.

La mano fascista del miedo y la obediencia, del acoso y la dominación, es la mano que señala la extinción de su especie. La especie humana que ha adoptado la defensa del avestruz escondiendo su cabeza en un hoyo y abandonando a sus hijos a un desarrollo cobarde e indigno de la infancia.

De cualquier forma, por lo que se ha podido ver, la especie humana ha sido bastante longeva, ha podido ver y provocar la extinción de muchas otras especies. No se puede  quejar, tuvo una buena vida. Y ahora le toca desaparecer.

Y no será por el coronavirus, si no por las guerras que provocará el fascismo desatado con la excusa de una gripe nueva. Porque los nuevos fascismos que han surgido con el coronavirus preparan ya grandes incineraciones de cuerpos vivos o muertos como ya se vio en la era de Hitler y sus brazaletes nazis o pasaporte covid en la actualidad. Por muy castrados que estén los especímenes humanos, siempre queda el rescoldo in extremis, de un instinto de supervivencia.

Estos mismos fascismos producto de la decadencia han mostrado la cara más indigna, cobarde y mansa de una especie que nació como cazadora y se ha convertido en presa, en una especie estática como el coral, que malvive en unos arrecifes que han empezado a ennegrecerse.

La historia tiende a repetirse, y cada día con más frecuencia gracias a la deformación informática del pasado, del presente y el futuro. El gran oscurantismo que reinó durante muchos siglos en la historia, vuelve a reinar de nuevo; el tiempo que dure el proceso de extinción humano. Lo que tarde en morir el último humano devorado por otra especie más fuerte e inteligente, por radiación nuclear, por pisar una mina o un tiro en la cabeza que se descerraje él mismo.

Lo que importa es que la especie que está llamada a desaparecer, debe hacerlo y dejar espacio y alimento a otras que empujan para ocupar su puesto en la cadena trófica del planeta.





Iconoclasta




22 de julio de 2021

La jocosa y amena escatología


Hay algo que no cambiará jamás, que ameniza y alegra las reuniones y nunca decepciona a un grupo de humanos borrachos o no: la escatología.

Es ya un gen de la risa en el ser humano.

Todo lo escatológico provoca en los seres humanos una risa pollina, o un poco como deficiente mental.

Incluso mencionar los meatos, ya es motivo de rebuzno jocoso.

Si quieres hacer reír a la gente y ser el centro de atención, no debes hacer más que tirarte un sonoro pedo. Incluso con solo pronunciar “pedo”, la gente reirá como si tuviera tos y te convertirás en el gurú del grupo.

Otra cosa muy buena para hacer reír a la gente a carcajadas, sobre todo en la borrachera nocturna grupal, es que señales a un tío o tía con los pantalones mojados de meados, y si no son meados, da igual. Todo lo que esté cerca del culo, el coño o la polla, hace que la gente sonría como nunca en años.

Incluso mear en grupo les provoca esa entrecortada jocosidad ebria y se miran los unos a los otros pensando lo buena que es la amistad que los une con los pedos y la orina.

Y si alguien se lleva las manos a los genitales muerto de risa, los demás, por pura empatía harán lo mismo. Y parecerán un grupo de chimpancés bailando una danza idiota.

La escatología, por sucia que pueda ser, siempre es un elemento imprescindible en toda reunión o rebaño humano festivo por cualquiera de las banales razones que existen.

Y cuanto más mal huela un pedo, mayor será la risa. Es más, pasará ese momento a los anales de la historia de la amistad y la familia, y aunque tengan el cerebro hecho migas por el Alzheimer, jamás olvidarán.

¡Pedo!



Iconoclasta