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19 de junio de 2023

lp--La devastadora fuerza de las cosas horrendas--ic


Las cosas bellas lo son por su sutileza, son livianas. Diáfanas como una ventana al dulce sol del amanecer.

Un aleteo de mariposa, un pétalo a caballo de un soplo. Un trasluz volátil, efímero.

Pero no pueden resistir el embate de lo horrendo, denso, opaco, oscuro.

Tan oscuro…

Tanto dolor y su muerte.

Dame refugio.

Aún quepo en tu corazón…

Soy el hombre roto, muchas veces arrollado, aplastado por las brutales cosas horrendas.

Me arrebataron mis pocas cosas bellas.

Las desintegraron con la absoluta indiferencia hacia la ternura que hace posible todas las crueldades del mundo.

Y siento que a mí con ellas.

Me quedé tan vacío…

Aún quepo en tu corazón.

Por favor…

Si pudiera crear cosas bellas, sólidas.

Y a la vez sutiles, que parezcan de plata a la luz de la luna.

Dime que es fuerte la luna, que es una belleza sólida luchando contra lo horrendo.

Si pudiera crear de nuevo las ternuras despedazadas…

¡No puedo! Todo yo siento ser una triste fractura. Un muñeco sin brazos en un vertedero.

No puedo crearlas, no aquí en La Tierra.

Si no estuviera más muerto que vivo…

Tan viejo, tan antiguo de mierda.

No dejo de ver una y otra vez los cadáveres marchitos de los sutiles y bellos momentos descender ingrávidamente, como barcos a la deriva en un mar muerto. Y hacerse polvo al caer en mis zapatos.

Sentía abrirse la carne de mi pecho y vaciarse el corazón.

¡Oh devastación!

Soy un rimero de odios y rencores, grito veneno por vengar la muerte de las cosas bellas, caiga quien caiga, muera quien muera.

Quiero dolor, sangre y muerte. Abrir fuego indiscriminadamente.

Si no puedes con el enemigo, muere odiándolo.

Seré un rencor inmortal.

No quepo en tu corazón, cielo.

Sin mis cosas bellas soy otra oscuridad, una ponzoña en ti.



Iconoclasta


4 de marzo de 2023

lp-- Hay días en los que…--ic


Hay días en los que quisiera dar las buenas noches a las estrellas y a ti a mi lado.

Sin palabras escritas, con la inmediatez de la proximidad.

Hay días en los que quisiera dar los buenos días al sol, y a ti frente a mí.

Sin tristeza escrita.

Hay días en los que quisiera decir te amo a la vida y a ti entre los brazos.

Sin tinta, con un jadeo en tus labios.

Hay días que quisiera acabar el día con la última palabra en tu oído, en la oscura e íntima horizontalidad de la noche, sin papeles mojados lanzados en el rincón lóbrego de los deseos muertos.

Hay días en los que quisiera dejar escapar la última silaba de mi palabra entre tus labios, en un desfallecer.

Y saber que al día siguiente, en nuestra íntima mañana y tu rostro dorado como la arena al sol, susurrarte el tierno cuento de los dos ángeles que no pudieron ser.

Que dios tenía tantos ángeles a los que dar sus alas, que cuando dos cogidos de la mano llegaron a su presencia, se le había agotado el pegamento.

Y se le escapó un estornudo tan fuerte en aquel instante, que fueron arrastrados por su viento todopoderoso y sus manos se soltaron.

Sintieron un desgarro en el alma como si se hubieran roto las alas que debían tener, cuando sus manos se quedaron vacías.

Y caían infinitamente solos a La Tierra.

Y dios les gritó desde el trono: ¡Tranquilos! ¡Os envío a Gabriel para que os traiga de nuevo desde la tierra! En cuanto acabe el desayuno se pone en marcha. Y recordadle que compre pegamentooooo...

Y hay días que quisiera decirle hola a Gabriel con cierta displicencia, porque los momentos en el cielo son casi vidas en La Tierra. Y tú llegabas con él con cara de niña disgustada; pero se te escapó una risa al verme.

Hay días que quisiera que los cuentos fueran reales y recuperar los momentos perdidos, los que ni siquiera pudimos imaginar. Arrancarte al fin de la mano de Gabriel y tomarte yo.

Decirte sin palabras escritas, que no te sueltes, que si dios estornuda, nos agarramos a su barba y se joda si le duele.

Quisiera no escribir más tonterías. Dejar de escribirle a dios que cuide su resfriado y que Gabriel es negligente y que no hay derecho.

Y así dar los buenos días a tu sonrisa tras la taza de café y desnudarte de las alas.

Que dios mire a otro lado con embarazo.

Quisiera un día dejar la pluma en el cajón y su tinta del color de la melancolía, que ya no sea necesaria; pero miro el reloj y cierro con fuerza la mano que sostiene la pluma, porque es tarde.

Entre dios y Gabriel, escribieron un cuento de tristes sonrisas de ángeles de plomo sin alas y un bote de pegamento vacío.

Hay días que no deseo escribir un final que duele un millón.

Y estiro las palabras para que sin darme cuenta, como si durmiera, el final no sea jamás escrito.

Solo dejar unos puntos suspensivos.

Como un tic sin…



Iconoclasta


11 de febrero de 2023

lp--Con la guardia baja--ic


Ocurre que a veces me encuentro desprevenido, indefenso ante el drama de un pasaje literario o una escena cinematográfica.

Con la guardia baja.

Es muy embarazoso cuando el llanto se agolpa al borde mismo de los párpados.

Jamás parpadees.

Cualquier movimiento volcará las lágrimas y costará dios y ayuda de parar.

Da gracias a la soledad, a la intimidad.

De que nadie sepa.

De que nadie vea.

Me siento invadido de lástima hacia esos personajes que sufren aquí y ahora ante mis ojos; las coordenadas del presente y el ánimo: la realidad.

La mía.

Es vergonzoso llorar por tamaña banalidad.

Me siento idiota.

No es por el drama exactamente. Quisiera que existieran los que sufren.

Son buena gente.

Y quedo abandonado, perdido en esas coordenadas ilocalizables en ningún mapa.

Perdido en mi realidad, no los encuentro.

El llanto es por su inexistencia, no han nacido.

Pobres míos…

Que la aflicción se derrame secretamente.


 Iconoclasta

29 de agosto de 2021

Un perfecto instante de ternura

 


El pequeño ternero está acostado en la hierba, ya casi paja por lo seca y arrasada por el sol durante el largo verano.

Las reses adultas se encuentran doscientos metros más allá, al otro lado de un riachuelo.

Me gustan los animales que se separan de la manada, como yo. Porque los hace parecer valientes.

Pero no es el caso, a través de los prismáticos observo que el ternero es un bebé, simplemente está agotado de haber nacido hace poco: su rostro aún no está definido del todo, el pelaje apelmazado y su dormir tranquilo, aunque no deja la orejas quietas.

A veces mira hacia mí, a través de una mata de cardos; pero sus ojos apenas pueden enfocar. Luego vuelve a meter el morro entre las patas, casi suspirando por el bendito calor con el que la tierra lo mima.

Me quiero dar el lujo de pensar (sin que sirva de precedente) que el planeta tiene la bondad de dar calidez los peques.

De cualquier forma es valiente, no muge. No se le ve nervioso.

Aunque quisiera no podría seguir a los adultos, los bebés deben descansar, porque nacer es lo más traumático, lo más difícil.

Y morir es lo más fácil del mundo.

Me acuerdo de cuando era pequeño y me cansaba tanto de seguir a mis padres caminando... Me dolían los pies, me acuerdo mucho de aquel dolor.

Ahora me deleito con el inmenso privilegio de compartir con él un tiempo y un lugar idénticos. Un instante perfecto de ternura y paz.

Caigo en la cuenta de que no soy más que él. No hay razón alguna que me haga sentir superior; su aún diluida mirada tiene todo el conocimiento necesario para la supervivencia, nació con algo aprendido. De ahí la paz que transmite, y esa ternura infinita que provoca la pequeña soledad que lo rodea.

No, somos iguales, mi vida no vale más que la suya. Lo sé con una absoluta seguridad.

Es la certeza total.

Quien afirme lo contrario, no conoce la naturaleza, ni siquiera la suya.

No es un drama, es una alegría estar con él, respirando ambos el mismo aire; pero dan unas ganas de llorar… Pudiera ser que él está cansado de nacer y yo ya empiezo a estar cansado de vivir y las cosas tiernas tienen el poder de aplacar mi ira y soltar lastre por los ojos.

El verano y sus alergias lacrimógenas…

Alergias es muy parecido morfológicamente a alegrías y ambas causan lágrimas.

Todo cuadra, es un momento perfecto para todo.

No me gusta que esté tan solo. Sé que no hay animales que lo ataquen, pero me da un poco de reparo marchar y dejarlo solito. Es muy pequeño y yo demasiado humano para no sentir cierta congoja.

Es un buen momento para hacer esto: escribirlo y dejar constancia de que un día casi se me desbordaron unas tiernas y repentinas lágrimas de alegría y alergia.

A mi pesar, guardo cuaderno, tabaco y prismáticos en la mochila y muevo la rodilla antes de ponerme en pie. Temo que se pueda romper con una brusquedad, no soy un ternero joven, estoy terriblemente castigado.

Mi vida vale menos; es otra certeza que ha caído por su propio peso. Y como no hay ternura en ello, sonrío ostentosamente; porque lo preocupante es vivir, no morir.

Y ya cogiendo el manillar de la bici, una de aquellas vacas enormes, se separa del grupo y cruza el pequeño arroyo.

Me detengo.

¡Qué bien!

A medida que se acerca al ternero agita la cabeza arriba y abajo con alegría y apresura el paso. Es hermoso sentir la alegría de otro ser…

Y cuando llega a su pequeño, éste se pone torpe y temblorosamente en pie. Hay restos del cordón umbilical colgando de su vientre. Su mamá le ofrece los cuartos traseros y el pequeño muge ahora, seguramente contento, y más con el olor que con la mirada, encuentra las ubres cabeceando entre ellas hasta apresar un pezón.

Es simplemente perfecto.

Ahora sí que sonrío, ahora sí que emprendo la marcha como si el día fuera completo.

La vaca me mira, me observa con orgullo de madre: ¿Has visto que hijo más hermoso tengo?

Y la felicito.

Les digo adiós con la mano. Susurrando que les vaya bien.

Y mientras avanzo por el camino, disfrutando de la brisa al rodar suavemente, la sombra de un águila se dibuja en el camino.

¿Es que no se cansa la naturaleza de exhibir su belleza?

A veces tengo tanta suerte que temo que la muerte ronde ya muy cerca.

La ternura es hermosa, pero no puede combatir mi sabiduría y cultivado cinismo.

Bueno, si hay que morir, se muere; qué cojones.

Y pedaleo con el peso de toda esa belleza pulsando en el cuaderno que guardo en la mochila como un tesoro. Tal vez con la muerte jadeando detrás de mí.

No hay riqueza más grande que un bello instante.

Ojalá hubieras estado conmigo, mi bella diosa, follarte también hubiera sido perfecto.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

23 de febrero de 2021

Relación secreta

Hoy me siento un poco triste y he pensado cosas… Sé que borrarás enseguida este guasap, pero no importa, lo importante es que te llegue.

Si tuviera tan solo dos minutos de tiempo antes de morir, los dedicaría a escribir mis últimas palabras en una carta para ti, mi amor.

Palabras que afortunadamente no te llegarían porque no existe nada tan triste como unas palabras moribundas a las que no se puede dar respuesta. Así que si algún leyera mi carta de dos minutos, no sabría a quien iba dirigida, sería perfecto en su discreción.

De hecho, siempre ha sido así nuestro amor: secreto.

Pero morir sabiendo que soy amado debe quedar escrito, mi vanidad me obliga.

Y si algún día supieras de mi muerte, sabrías así que te dediqué mi última respiración.

Mientras todo esto ocurre, te envío por mensajería uno de mis anillos, sin marcas, sin dirección de remitente. Le dices a tu marido que se lo meta en el culo, o se lo metes tú cuando folléis, puta.




Iconoclasta

Foto  de Iconoclasta.