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29 de enero de 2021

Los toques de queda de la vergüenza

 


Las noches del miedo y la sumisión

son noches de vergüenza y asco.

Putas noches…


Las noches de los aplausos y la indignidad

son noches de vergüenza y asco.

Cochinas noches…


Las noches de la desconfianza y el acoso

son noches de vergüenza y asco.

Sucias noches…


Las noches de la hipocresía y la ignorancia

son noches de vergüenza y asco.

Apestosas noches…


Las noches negras de espías y envidia

son noches de vergüenza y asco.

Repugnantes noches…


Las noches de la pobreza y amén

son noches de vergüenza y asco.

Pornográficas noches…


Las noches de ratas y policía

son noches de vergüenza y asco.

Bastardas noches…


Las noches de cárcel y calles oscuras

son noches de vergüenza y asco.

Perras noches…


Las noches de televisión y mentiras

son noches de vergüenza y asco.

Mezquinas noches…


Las noches de los caudillos, caciques y serenos

son noches de vergüenza y asco.

Vomitivas noches…


Las noches del coronavirus y el fascismo

son noches de vergüenza y asco.

Enfermas noches…


Son las auténticas noches de la vergüenza y el bochorno, en las que los caudillos y caciques decretan que la libertad es enfermedad y los mediocres frente al televisor y el móvil, lo creen con fe analfabeta.

Son las noches que avergüenzan a mujeres y hombres; y dan paz y protección a las bestias de las granjas humanas.

Y a la noche de la vergüenza y la náusea, le sigue el amanecer indigno del bozal y las miradas cobardes.

Un nuevo sol para respirar el aire corrupto que se acumula en el bozal de sus hocicos medrosos.


El nuevo y normal fascismo español del coronavirus, del miedo y la vergüenza; ha llevado a España a la edad media, de donde nunca debería haber salido.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

4 de noviembre de 2020

La caricia de la llovizna


Llueve, cielo.

Es llovizna, esa lluvia que es como las motas de polvo revoloteando en un rayo de sol que atraviesa la ventana en la que la te busco todos los días.

Es la lluvia más piadosa, porque te moja con cuidado, con cariño.

Como quien reconoce el dolor o la tristeza y no quiere añadir más.

La llovizna no tiene más remedio que, al final, calar tus ropas y la piel; pero te dice que debe hacerlo, no puede evitarlo. Y yo miro al plomizo cielo con los labios entreabiertos dejando que las gotas, como suaves agujas de agua, se prendan en mis pestañas.

Las caricias son tan escasas, que hay que aceptarlas todas.

¿Sabes, amor?

Hay un matiz que separa la frontera entre tristeza y dolor.

La tristeza es una ilusión, un sueño pequeño de ternura y amor que camina en la cuerda floja. Allá sola, tan indefensa, avanzando con temblores a mil metros del suelo. A mil metros en lo profundo de mí…

Inalcanzable de tan alta, de tan profunda…

La tristeza es una belleza que está solita y en peligro, nos tiene el alma en vilo por miedo a que se precipite al vacío y se rompa.

Y sus esquirlas se claven en el corazón.

Nos hace tristemente esperanzados, porque tener una funámbula tristeza es mantener la esperanza de que llegará al final del cable, indemne y hermosa como una divinidad. Cruzará al otro lado del abismo donde cada cual nos encontramos y será hermoso.

Por eso la tristeza se pega a la piel.

Reside en la piel, porque si hay esperanza; existe. Y si existe es palpable. Es la razón de que los tristes abrazamos nuestros propios hombros o llevamos la mano al corazón sin que sea necesario. No por frío.

El dolor no, el dolor no tiene belleza; es el horror de lo definitivo. El dolor es el asesino de la tristeza.

El dolor del amante, de los padres, de los hijos, de los amigos. Los que mueren y sus tristezas jamás cruzarán la cuerda floja. Cayeron.

Pobrecitos ellos y nosotros…

El dolor tiene la dudosa piedad de no dejar ni un solo atisbo de esperanza. Y si le das tiempo, si no mueres por él; se transformará en un álbum de ternuras y una sonrisa de lo que fue la vida cuando aquello amado habitaba el mundo y viajaba hacia a ti, o estaba en ti.

El dolor es el rayo y el trueno y el crujido de tus huesos. Y la estrangulación inconsolable de todas las vísceras.

La última voz que oíste salir de su boca. Sus últimas letras…

La tristeza es llovizna, la ternura de un deseo sencillo y pequeño que intenta avanzar en un mundo malo para hacerse realidad, como un milagro.

Las tristezas llenan los huecos de un silencio íntimo y reposan en la piel como un bálsamo.

El dolor te parte el cráneo y sientes que el corazón se abre y la sangre mana fría por sitios dentro de ti donde no debería haberla. Entre la carne y el alma, es por ello que quisieras arrancarte la piel con las uñas, para sacar esa bestia de dentro de ti.

¡Quítame este dolor, por lo que más quieras!, le gritas a Dios.

Si no luchas el dolor te llevará a la locura. Y a morir.

La tristeza desliza una lágrima cálida cuando menos lo esperas. Los deseados labios que se deslizan por la piel.

El dolor te vacía del deseo de vivir.

Te hace desear la muerte.

La tristeza tu boca..

La tristeza es un conato de tragedia del que no queremos desprendernos. En la tristeza trascendemos y por las tristezas vivimos.

Una vez has experimentado en la vida el abominable dolor, temerás siempre encontrarlo de nuevo.

La tristeza la acunarás en los brazos y la protegerás.

Sé triste mi amor.

Y fuerte para soportar el inevitable dolor.

Me gustaría escribirte también de la alegría; pero si no estás frente a mí, no existe. Me muevo entre las bellas tristezas, sorteando dolores que podrían destruirlo todo.

Eres mi tristeza, mi hermosa tristeza.

Aquellos dolores… No recuerdo como conseguí sobrevivirlos, solo sé que ahora son hermosos recuerdos que se difuminan con el tiempo.

¿Sabes que todas las tristezas tienen su propia canción?

Y los dolores su locura.

En mis pestañas hay cientos de tus besos y debo ya mirar la tierra y seguir el camino como la tristeza avanza en la cuerda floja.

Bye, cielo.






Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

1 de agosto de 2020

España, historia reciente de la cobardía y la ruina


La cobardía no es algo de lo que sentirse orgullosos. Es una tara mental, es indignidad.
En marzo del 2020 millones de personas entraron en pánico y se ocultaron en sus casas esperando que unas decenas de miles les salvara de morir por coronavirus o “la covid 19”, como el gobierno español decidió bautizarlo para suavizar la palabra virus y en femenino además, que es más inclusiva de mierda para una población envejecida, decadente, perezosa; pero ante todo cobarde.
El gobierno español en un descarado giro al fascismo rápido como el rayo, calcó los medios del genocida gobierno chino para contener la epidemia. Decretó la prisión domiciliaria para todos los españoles y cerró las residencias geriátricas con cadenas para que se murieran dentro los viejos. Todo ello, comprando los medios de comunicación y prensa que operan en España para instaurar su filosofía de encarcelamiento y persecución policial al ciudadano.
Durante los tres meses de represión china en España, las televisiones tenían la obligación de emitir todos los partes de contagios y muertos, usando para ello a personajes que al final calaron hondo en el imaginario de la cobarde población. Como el indigente Simón, el anodino Illa o el ex astronauta ministro de no sé qué. Sin olvidar por supuesto, el institucional y patético momento diario de aplausos a la autoridad y los sanitarios.
Mientras avanzaba el tiempo, se perdían miles de empleos, los enfermos se curaban como de cualquier otra enfermedad y los que morían podrían ser los mismos que mata la gripe. Con la salvedad de que la represión más dura del mundo contra el ciudadano, la española, mataba a más gente que ninguna otra debido al empobrecimiento físico de la población reclusa en sus casas.
A finales de junio, cesó el estado de alarma; pero impusieron el uso de mascarilla al aire libre. La ciudadanía española, cobarde como en ningún otro país, las usó de forma masiva prohibiéndose a sí mismos un aire necesario para reforzar los pulmones y por tanto el organismo. Si un país es cobarde, puedes apostar lo que quieras a que también es ignorante y desconoce totalmente el concepto de sentido común.
Los cobardes mueren antes y sufren más.
No sirvió de nada la mascarilla de mierda, surgieron brotes de coronavirus entre individuos de menor edad que en marzo, gente que había quedado debilitada inmunológicamente por tres meses de encierro e inactividad.
Los caudillos Sánchez e Iglesias, delegaron autoridad en los caciques de las distintas comunidades autónomas para que procedieran, según su criterio, con la represión que tan buenos resultados les había dado durante tres meses. 
Arruinada España, ya en una profunda recesión; los países europeos que no hicieron gala de la cobardía y salvaje represión a la española, avisaron al dictador Sánchez que buscara soluciones económicas con sus propios medios.
Empresas importantes como Airbus o Nissan, han anunciado su cierre dejando decenas de miles de personas sin trabajo.
En definitiva, muchos países no están dispuestos a sufragar la cobardía y la desidia de un país de marcada índole fascista que quiso ser hermano de la dictadura china. Y el capital, necesario para que un país pueda avanzar económicamente, huye de los lugares donde reina la cobardía, la desidia y la ignorancia.
El mentado Sánchez tuvo que mendigar un fondo de rescate durante días.
Ahora España está al borde de la ruptura total sin haber erradicado la enfermedad.
¿Qué hubiera pasado con España si hubiera tenido que, igual que otros países, vivir con enfermedades endémicas como la malaria?
Definitivamente, los cobardes mueren antes que los valientes. Y la inmovilidad es enfermedad.
Los nuevos enfermos más jóvenes demuestran sin lugar a dudas el empobrecimiento orgánico provocado por el nuevo fascismo español.
Y los países europeos con un carácter más demócrata, piden que sus ciudadanos no hagan turismo en España, con toda razón. Un lugar en el que es necesario respirar con mascarilla las veinticuatro horas del día, es veneno puro.
Es la historia de la reciente España sin los detalles aburridos, solo los esenciales: enfermedad, muerte, tiranía, ignorancia, cobardía, represión y ruina.
El único récord del que puede alardear el fascismo español es el del número de muertos por habitante que ha provocado su particular “la covid 19”.
Cecilia compuso y cantó “Mi querida España”, no sé si hubiera podido cantar lo mismo en este año de la era de “la covid 19” y la vergonzosa nueva normalidad española 2020. Quiero pensar que no, que se hubiera sentido ofendida hasta en lo más profundo de ver lo que es España.



 






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


8 de mayo de 2020

Un experto en dolor y miedo


Cada mañana me cruzo con un proyecto de hombre que se quedó en miseria humana, uno de esos que pasea a su perro. Un perro con más dignidad que él. Siempre que pasa alguien cerca, el maricón toma el cuello de su abrigo y se cubre la boca ostentosamente.
Es un gesto tan cobarde y el tipejo de mierda respira un aire tan mezquino, que cuando lo veo, le deseo que se muera. Que se contagie del coronavirus que teme y muera vomitando sangre y los pulmones hechos jirones.
Me ofende su existencia. Si tuviera fe en algo más que en mí, encendería velas en una iglesia pidiéndole a Dios que lo mate.
En este momento de cobardía ante la enfermedad, la gente que deseo que muera, suma miles de millones. Son muy pocos mis humanos que no pueden morir.
Es lo que ha revelado el coronavirus. Veo y oigo a presidentes, ministros, médicos y científicos promoviendo la cobardía, la ocultación del avestruz para vencer la enfermedad. Dejar de trabajar y abandonarse a la desidia más repugnante y humillante.
La pose más indigna que pueda existir para alguien que tenga un mínimo de honor o decencia ética.
Viendo toda esta mezquindad espero y deseo una muerte global, planetaria. Que mueran los hombres y mujeres, sean jóvenes o ancianos.
Es preciso extinguir esos millones de líneas sanguíneas cobardes, indignas y absolutamente imbéciles.
Yo no quiero vivir cerca de ellos, ni lejos. No quiero saber siquiera, que existen.
Soy uno de esos humanos que sabe muchísimo del dolor, de la enfermedad y el miedo.
Literalmente, se me pudrió una pierna por un accidente que tronchó mi tibia derecha, que gracias a la negligencia de un médico se me pudrió dentro de un yeso ortopédico.
Soy uno de esos humanos que gracias a esa podredumbre, no se puede sanar un cáncer que se come la tibia poco a poco. Soy uno de esos humanos que se le iba la vida entre infecciones, dolor, cáncer y miedo. Y así durante un año en el que perdí la capacidad de caminar.
Y en ese año subió un trombo a los pulmones; un día durante treinta y seis horas, cuando sacaba aire al respirar, salía con sangre. Me dijo el médico cardiovascular que era un fantasma porque debería estar muerto.
Nadie que no lo haya vivido puede imaginar el dolor cuando el trombo sube a los pulmones, la incapacidad absoluta para respirar sin sentir que te meten un hierro al rojo vivo por dentro, unos dedos por encima de los riñones, en la espalda.
La seguridad absoluta de que vas a morir.
Que escupes la sangre con mucho cuidado porque sabes que se rasgará algo dentro de ti si no eres cuidadoso. Que tienes que hablar con el tono más bajo que jamás creías que pudieras usar, incluso para oírte a ti mismo.
Soy uno de esos humanos que tenía que ser curado en una habitación a solas, porque las curas eran tan sangrientas y dolorosas, que no era popular que otro paciente lo viera.
Soy un humano que temía que un día llegara mi hijo y encontrara mi cadáver, tenía doce años y no me acababa de gustar la idea. Esperaba morir de noche, cuando mi mujer estaba en casa tras el trabajo.
Hay noches en blanco, imposible dormir evocando aquella madrugada, cuando tras el golpe que me dio el coche (yo circulaba en moto), me arrastraba a un lado de la calzada, mientras la tibia rota en dos agudos trozos, cortaba la carne por dentro. Hasta entonces no había sentido jamás el dolor tan adentro, no podía controlar lo que esos huesos rotos hacían, cuando se movían sin que yo quisiera. Y yo me decía que no era un buen momento para cerrar los ojos, aunque me jodiera.
Pensaba que no podía estar más roto, que jamás me arreglaría, que se acabó.
Cuando me inyectaron la morfina en la calle, antes de inmovilizar la pierna que parecía de goma, pensé que eran ángeles los de la ambulancia.
Y entonces, sin dolor, me sentí más calmado y observé a mi alrededor y pensé con frialdad en lo largo que sería recuperarse. No sabía que tenía un tumor maligno aún.
La médica en la ambulancia me dijo que estaba en estado de shock, yo le dije que no me lo parecía, sabía perfectamente lo que me había pasado, donde estaba y el inmenso dolor que pasé hasta que me inyectó.
¡Oh, gracias! ¡Chutadme otra por si vuelve a doler, por favor!
Son demasiadas noches las que no duermo evocando aquellos huesos rotos destrozando mi carne por dentro, la sangre que salía de mis pulmones con un dolor letal, de esos que dices que ya llegó el final. La operación pasados dos meses de que no consolidaba la fractura (la gangrena…). Yo me despertaba y les decía que estaba muy cansado. Mi pierna en vertical estaba abierta y veía el hueso, veía como sacaban carne sucia.
Y la anestesista me decía que tranquilo, ya estaba acabando. Y luego, cuando creían que estaba dormido otra vez, le decía con malas maneras al cirujano traumatólogo que se diera prisa; porque no podía anestesiarme más tiempo o me moría ahí mismo.
Lo recuerdo todo. La anestesista me visitó cuando aún no podía hablar y me dijo que tenía que ser fuerte, que no iba a ser fácil; pero si me rendía, estaba perdido.
Ya lo sabía, siempre he sido un tanto reticente a morir sin luchar.
Una vez, de pequeño un médico me arrancó en vivo una uña del pie que tenía una infección por una herida, tendría siete años. Ese fue mi primer contacto con el dolor absoluto. Aquel trallazo de dolor se me quedó tan grabado como el rostro de mi padre muerto.
No podía imaginar lo que iba a doler la vida años más adelante.
¿Por qué se ensaña tanto conmigo la vida hijadeputa?
Hay noches que no duermo, porque el dolor no me ha dejado jamás desde hace ya quince años. Cada paso es una punzada que lo revive todo.
Y no me sale de los huevos pasarme la vida narcotizado, vaya mierda.
Y camino, no le hago caso. No hay nada que me pueda detener salvo la muerte, y un gobierno hijo de puta que pretende asesinarme con su cobardía mierdosa condenándome a la inmovilidad. Os deseo que muráis en un charco de ácido, putos dictadores del miedo y la mezquindad.
El tiempo no puede curar lo que no todavía no ha pasado. Hace quince años y el dolor que sentí es tan vívido ahora como entonces.
Y mi puto miedo, miedo a morir, a la amputación, a la amputación y morir. A la sangre que subía hasta el techo de la habitación del hospital cuando me presionaban la carne de la pierna, las grapas que debían cerrar la herida de la operación, se desprendían solas de una carne que supuraba. Tengo un álbum de miles de fotos del dolor y el miedo.
Durante tres meses yo mismo me inyectaba en el vientre heparina, tres veces al día.
Y el vientre se cristalizó y tuve que buscar otros sitios donde no fuera tan doloroso seguir pinchando y pinchando y pinchando… Me daban bolsas de supermercado llenas de jeringuillas para pasar el mes.
Hay momentos en los que al caminar, temo que se vuelva a partir por el mismo sitio. Duele tanto algunos días… Se me cierran los puños sin querer intentando dominar el dolor.
Así que mi negra y podrida pierna sigue funcionando quiera o no. El cáncer ahí está, no me importará hasta que vuelva a comerse la tibia y un día me caiga en la calle o en casa con la tibia otra vez rota. Pero ese día moriré porque ya no tendré fuerzas para volver a pasar todo eso. Ser viejo tiene sus ventajas, te libra de trabajos que no conducen a ninguna parte.
Si sobrevivo, me amputarán la pierna. Y como dijo un gran cirujano ortopédico que ayudó a los especialistas a tratar una pierna tan enferma, si amputamos ahora la pierna, el cáncer podría volver a salir; pero en la cadera.
Porque el cáncer es un marcador, un límite de vida; por lo que pude entender ante tantas conversaciones con médicos y entre ellos. Hay cánceres, tumores que volverán a aparecer, porque genéticamente es una función de tu naturaleza desarrollarlo. Y si no es en ese lugar, lo hará en otro. El gran experto, dijo que era mejor mantenerlo en la pierna. Pierna imposible de operar.
Así que me dijo que era el momento de echar huevos al asunto y vivir con ello.
Y le hice caso. Me arranqué de la pierna la férula y comencé a hacer en casa ejercicios (siempre he practicado gimnasia y pesas desde los dieciocho años todos los días, en casa o en gimnasio) de recuperación que me habían negado en el hospital porque era una pierna tan grave que nadie se atrevía a hacer algo. Tenían miedo de que su paciente empeorara o muriera con la rehabilitación. Un cáncer da más miedo a los médicos que al que lo tiene, es algo que hay que tener en cuenta para no quedarte parado esperando que el cielo te ayude.
Pero un cáncer con una falta grave de retorno venoso (con la gangrena desapareció el 70 % de las venas de la pierna y la sangre que baja no sube), es lo más grave que pueda existir, porque el movimiento es necesario para que no aparezca una trombosis de nuevo y el movimiento con un cáncer en el hueso más importante de la pierna es un riesgo de rotura de nuevo.
No requiere conocimientos médicos concluir que el movimiento es curación y vida. Duela lo que duela. Lo tenía muy claro.
El día del primer aniversario del accidente en moto que me rompió, pude apoyar la totalidad de mi peso en la pierna.
Sé mucho del dolor y la enfermedad. Tengo un máster en ello.
Lo que están haciendo los gobiernos que han secuestrado a sus habitantes en sus casas es un crimen, es un timo. Una manera de hacer ostentación de poder y dominación.
Cualquiera debería saber que el sistema nervioso es el que tiene el control del sistema inmunológico.
La cosa es bien sencilla, si tú pones en situación de estrés a una persona, caerá enferma muy a menudo.
Esto es algo que saben los putos gobiernos, porque pagan una pasta a mediocres doctores para que les enseñen cosas de anatomía de primer grado de instituto.
Si al conjunto de la población lo encierras con represión policial en sus casas y los bombardeas con epidemias, muertes y miedo, conseguirás que se sientan enfermos, tanto que llegarán a desarrollar la enfermedad.
Y tú como gobernante, te convertirás en su salvador.
Es un timo.
La vida de la humanidad ha estado plagada de enfermedades epidemiológicas.
Los médicos de verdad, no consienten esa cobardía, no pueden asumir ese encierro que empeorará el sistema inmunológico y evitará desarrollar los necesarios anticuerpos con la actividad de una vida normal.
Tomar medidas efectivas en las infraestructuras de transporte colectivo, en los locales públicos y en el control de manifestaciones, es lo correcto. Paralizar un país y hacer de sus ciudadanos ratas de laboratorio en espera de ser masacradas, es un totalitarismo delirante y tan evidente que solo una sociedad tan indecente y decadente como la actual puede estar ciega a ello; es pura pornografía política.
Yo sé mucho más que cualquier médico comprado de rebajas por el gobierno respecto a la enfermedad, el dolor y la recuperación.
Sé muy bien lo que digo, lo que he vivido y que mi conocimiento de la especie humana es impecable.
Si tienes miedo a morir, quédate en casa, cabrón cobarde; pero no jodas a los demás que no lloran como niños de teta, hijoputa.
Y ahora me voy a pasear por la montaña, a ver si puedo dejar de ver tanto hijoputa mezquino tapándose la boca con miedo.
Si supiera que en mi saliva está el cáncer de mi tibia, les escupiría.
Asquerosos ignorantes y cobardes.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

18 de marzo de 2020

Donde mueren las cosas



- ¿Adónde vas?
- Adonde mueren las cosas.
- ¿Eres cosa?
- Cualquier cosa es cosa.
- ¿Y por qué ir para morir?
- Soy impaciente. Y morir es íntimo, más que follar.
- ¿Qué ocurre si te ven morir?
- Es patético, haces ruidos, caras raras, cosas indignas. Es humillante.
- Los seres humanos quieren morir con el consuelo de los que aman.
- Yo no soy esas cosas.
- Es triste morir solo.
- No. Yo soy un triste sin tristezas en esta cuestión.
- ¿De verdad no temes caminar hacia la muerte?
- Temo al dolor, si no duele está bien.
- ¿Qué esperas tras morir?
- Una mamada.
- ¿No extrañarás nada?
- Las mamadas. ¿De verdad no entiendes qué es morir?
- Estás deprimido.
- La vejez y sus consecuencias no es depresión, es lógica.
- ¿Cómo crees que será morir?
- Dormir, una asfixia y luego descomposición.
- No es agradable,  no se puede vivir con eso.
- Por eso voy donde mueren las cosas.
- ¿Puedo ir contigo?
- ¿Sabes lo que significa intimidad, cosa?
- Solo hasta las puertas, no entraré. Quiero saber.
- Si llegas a las puertas, estás muerto. Lo que ocurre en muerte, se queda en muerte. ¿Hueles? Ya empiezo a descomponerme.




Iconoclasta
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16 de marzo de 2020

Lluvia viento frío fortaleza


Los humanos lloran ateridos de miedo y emocionados con consuelos pueriles tras la seguridad de las ventanas. Pidiendo piedad a dioses de paja y barro y a seres humanos moldeados con estiércol.
Y mientras tanto las pequeñas flores mueren sin perder un ápice de su belleza.
Lucen hermosas a pesar del viento que las arranca, de la lluvia que las arrastra, del frío que las marchita.
Tienen la fortaleza precisa para ser dignas. Una dignidad que la humanidad desconoce.
Se está bien aquí con ellas, tosiendo, cojeando.
Doliendo la vida, sin más preocupación que ver morir cosas bellas.
¿Por qué nunca mueren las cosas horrendas?
Se está bien aquí con ellas, enfermando con un cigarrillo. Aquí, fuera de los muros con ventanas que guardan seres que la lluvia no puede arrastrar a pesar de no tener fortaleza.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

4 de marzo de 2020

El potrillo


Me tranquiliza que el potrillo no conozca mi existencia, que jamás pueda saber de mi pensamiento. Yo debería estar prohibido para los seres dulces.
Si creyera que pudiera leer mis palabras certeras y crudas, reales y tangibles, no lo asustaría; le engañaría diciéndole que todo irá bien, que será el caballo más feliz del mundo.
Me metería en el culo todo lo que sé. Todos esos millones de seres humanos malos como el cáncer, envidiosos, vanidosos sin razón alguna, ciegos fanáticos… Toda esa mierda con la que podría toparse lejos de mamá.
No hay ninguna razón para creer que vivirás mucho tiempo y serás feliz si hay humanos cerca, caballito.
Pero no te lo digo. ¡Shh…! Tranquilo pequeño, todo irá bien.
¡Eres muy guapo! Observa el mundo y siente la tierra cálida en tus patas ¿eh?
Eso es todo, pequeñajo.
Estás lejos de los asesinos de la libertad y del pensamiento. De los mezquinos que comen gruñendo como cerdos para que nadie se acerque a su plato de mierda.
De los que odian sin inteligencia, sin saber porque. Retrasados mentales sin diagnosticar que no saben follar y lo hacen tan mal que, sus hijos nacen tarados para perpetuar su imbecilidad en una línea sanguínea que corrompe toda dignidad a lo largo de los milenios.
El mundo es precioso con el potrillo observando la vida con inocencia y curiosidad, a salvo de la miseria con mamá, que morirá sórdidamente.
Que morirán ambos antes de conocer la vida plenamente, antes de necesitar el sol en su viejo pelaje…
No quiero que tenga miedo, es demasiado pequeño. Ni su mamá…
No existo. Ni mi sabiduría dolorosa que alumbra con potente foco la podredumbre y la ponzoña que nos rodea hasta la asfixia.
No quiero que relinche asustado bajo la panza de su madre, pobrecito…
Por aquí nos veremos un tiempo, el que dicte la muerte, el que dicte el hedor humano que nos rodea.
¡Sh…! Solo a mí, tranquilo; solo me rodea a mí, tú estás bien.
Si supieras cómo duele transitar por la tristeza, no me lo perdonaría.
Descansa en la hierba fresca, que vivir cansa ¿eh? ¡Serás muy fuerte!
Verás que hermoso es todo.
Hasta siempre, bonito.
¡Maldita sea! Puta vida…
Pobrecito.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

7 de diciembre de 2019

Todo mi amor


Hola, mi amor.
Siento unos deseos agónicos de escribirte con letras presurosas y furiosas, como los trazos de un pintor arrebatado por la inspiración: Te quiero, te amo. Te amé siempre, te amaré hasta el fin de mi conciencia.
Cielo… Hay momentos en los que siento que el corazón está cansado más que enfermo: a veces pierdo un latido o dos y parece que la vida se detiene por unos segundos, entonces mantengo la respiración ante la posibilidad de que sea el momento de morir.
Estos fallos del corazón se deben a la presión de amarte, estoy seguro de que en mi vejez, si no te amara, no padecería esta cardiopatía.
No amarte solo sería posible si no existieras. ¿Comprendes la profunda angustia de las posibilidades? Porque prefiero que mi corazón se raje a que no existas.
Ocurre con la misma frecuencia con la que pienso en ti. Y se ha hecho tan habitual que ya no siento miedo, solo curiosidad.
Solo te amo a ti, no tengo a nadie más que amar.
Sé que quien ama a más de un ser, no padece tanto del corazón ya que tiene más oportunidades de librar el exceso de presión en más ocasiones.
¿Entiendes mi tragedia, amor? Sin ti siento que reviento y abrazado a ti también.
Lo único que temo cuando pierdo esos latidos al pensarte (como si fueras un cosmos alojado en mi mente) es al dolor, cuando sea definitivo el paro coronario. Y lo será; pero sé muy bien que cuando vas a morir, el dolor se retrae para dejar paso a la angustia de saber que con el último latido, se fue la esperanza de volver a sentir tu calidez.
No tengo a nadie más a quien amar, no quiero. Y además, no existe nadie remotamente parecida a ti. Es imposible que pueda amar a alguien más.
Ni siquiera como consuelo.
Como esos consuelos traidores e indignos que tanto se dan.
¿Cómo es posible amar a más de una persona con lo que duele amarte solo a ti? Los otros, los humanos, no son valientes; las posibilidades, pues, se reducen a cero.
Toda esa dispersión del amor es un acto inverosímil para mí.
Necesitaba escribírtelo, porque en este momento mi corazón no se siente bien en su lugar y parece desplazarse de mi pecho a la garganta que balbucea tu nombre durante un gélido paseo en noche de luna helada.
Así transcurre mi vida, mi amor, como en este instante de mortificantes micro infartos, amándote imprudente e inevitablemente.
No habrá un próximo final feliz, no es bueno no tenerte todas las horas, todos los días.
Sé que estas palabras pueden parecer decepcionantes y tristes, que no son motivo de sonrisa y paz, mi amor.
Pero si no te lo digo a ti, ¿a quién en toda esta soledad?
Bye, amor.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.



14 de septiembre de 2019

Es libertad, no soledad


Hay quien en la soledad se siente abandonado, desgraciado.
Como una pequeña isla en el océano, zarandeada por huracanes y tormentas. Con escasos y breves momentos de bonanza. Precisa de alguien para aliviar sus miedos y por lo que pudiera quedar tras la tormenta. Observa con triste envidia los archipiélagos en el horizonte, con ojos esperanzados y el alma arrellanada en la tristeza por el temor a la soledad.
Siempre es bueno tener compañía y con ello, ayuda.
Es además, socialmente bueno, cuasi necesario.
Y si además la metes o te la meten, dos veces bien.
Y así, con el concepto mercantil de la compañía, buscan otras personas para combatir esa soledad, como si dos soledades se pudieran restar. La cobardía alimenta la ingenuidad injustificada: las soledades se suman: dos compartiendo la soledad, son dos seres aislados, acobardados. Dos hastíos…
Su relación solo se basa en el miedo, comprar o rentar compañía por mala que sea; por mucho hastío que produzca.
Así se fraguan algunos matrimonios longevos que no comparten amor, solo miedo. Y el negocio suele ser perfecto.
Sin embargo la mayoría de amores mueren por engaños, por hartazgo y por hijos que no saben muy bien cómo cuidar. Ni para qué cojones los quieren.
La soledad es la máxima expresión de la libertad, eso es lo que nadie comprende. Nadie entiende la libertad como la absoluta ausencia del temor al aislamiento, a la enfermedad, a la vejez, a la incapacidad, a la muerte.
Solo muy pocos entienden que soledad es libertad. El resto, no sabrían que hacer con la libertad, como no saben qué hacer con ella los humanos que han estado largo tiempo bajo el gobierno de un tirano. Si se encuentran en grandes espacios abiertos y naturales, tras la euforia inicial, en pocas horas necesitarán refugiarse de nuevo en su corral; es demasiado espacio para sus mentes. Sin embargo, cuando van en pequeños grupos o grandes rebaños, se relajan y dicen sentirse en libres.
Bendito el banal y festivo aire puro de mierda…
Es esa cobarde animalidad humana la que me enfurece, la que hace que las venas de mis sienes se inflamen con una ira inusitada. Esa esclavitud ajena del continuo roce y trato con otros congéneres me hace hostil a mi propia especie.
Si te amo, lo hago para compartir mi soledad, mi libertad contigo. No para combatirla o conjurarla. Quiero ser libre contigo, cielo.
Mi libertad es mi bien más preciado, vivirla contigo es un acto de amor.
Donde quiera que estés, quien quiera que seas, mi deseada solitaria.
No es romanticismo, solo soy un animal libre.
Follar contigo, hablar contigo, cazar contigo, odiar contigo…
Y cuando el sol hace negras murallas y tenebrosas sombras de las montañas, observar cansados el movimiento planetario tumbados o sentados sobre la tierra.
Confesarte en voz baja mis tantas frustraciones, mis tantos errores, tanto tiempo perdido sin ti.
Celebrar con serenidad y ternura el nacimiento y la muerte de los días.
Solo una cosa, amor: quiero morir solo, le temo al ridículo.
Sé que es como correr tras el viento, que si existes no estoy en el lugar o tiempo adecuado.
Que es tarde…
Siempre es tarde, cielo, quien quiera que seas.
Solo soy un tipo que escribe con los ojos entornados por la caricia de un aire fresco de un otoño que, convertirá las hojas que han de morir en oro y sangre antes de caer como joyas al suelo desde de sus ramas. No importo demasiado en el esquema general de las cosas. No importo nada.
Eso me hace libre también. Y un tanto optimista, sin que sirva de precedente.
Sin miedo.
Sin miedo a los grandes espacios. Sin miedo a morir solo.
Garabateada con estas letras en mi cuaderno de libertades, con la secreta ilusión de encontrarte.
No hay tristeza, solo una sonrisa franca.
Hasta siempre jamás, mi bella libre, mi bella valiente.





Iconoclasta
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16 de agosto de 2019

Os lisiados


Caminas y una aguja aparecida del mismísimo infierno punza primero la parte frontal de la rodilla, la carne. No es molesto, no demasiado.
Pero no se detiene, el diablo la empuja con fuerza hasta el hueso y la rótula canta ella sola el aria del dolor mientras me detengo un segundo para tomar aire y autosugestionarme que no duele.
No se detiene, atraviesa la puta rodilla, no deja de doler en todos los siglos que pasan veloces ante mis ojos.
El dolor radia hasta los dedos de los pies que se crispan y tras mis ojos veo luces. Cortocircuitos cerebrales también de miedo y alarma (algo no va bien, otra vez).
Luego, el dolor se hace uniforme y penetrante como un pitido de alta frecuencia que licúa las vísceras y dura hasta que encuentro un lugar para sentarme. Menos mal que sudo, porque con este calor/dolor, me estallarían los sesos al vapor.
Enciendo el cigarrillo con los dedos temblones.
Y cuando desaparece como desaparecería la serpiente que te ha mordido en una centésima de segundo, pienso con cierto sarcasmo que si no hubiera sido por este inconsolable y profundo dolor, no sabría si estoy realmente vivo o soy zombi.
Estoy absolutamente vivo a juzgar por el grado del puto dolor de mierda.
Bendigo la bondad de la diosa Morfina y le niego un sacrificio en su altar por su ausencia cuando la necesito.
Vuelvo a casa con una increíble ausencia de dolor y atento al infierno y sus agujas.
Mi amigo el burro me saluda girando repetidamente la cabeza a un lado a otro. ¡Cómo me aprecia! (me esfuerzo en creer).
Vale la pena sonreír ante él.
Murf maúlla repetidamente cuando abro la puerta de casa y busca mi mano para frotar su cabeza ronroneando.
Y agradezco la soledad de mi refugio donde no hay quien me diga al llegar con el rostro un tanto congestionado: “Estás amargado”.
Los lisiados siempre tenemos pequeñas tragedias mediocres para amenizar las horas del día.
Estar vivo es todo un descubrimiento pleno de dolor.
Joder con la dicha de vivir…
Maldito el consuelo de “os lisiados”.





Iconoclasta
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29 de julio de 2019

El dolor y la pluma


¿Duelen las plumas al desprenderse?
¿Les duele a ellas o al ave?
Me angustia un poco esta cuestión.
Porque es tan compleja la pluma que parece un ente con vida propia.
Es una pluma muy pequeña.
Una plumita.
Y sería de un pajarito.
He visto pajaritos tan pequeños que parecen hojas entre la hierba.
Son muy graciosos.
El dolor nunca es proporcional al tamaño.
Sé que hay la misma cantidad de dolor en el mundo para los seres más pequeños y para los más grandes.
Se reparte sin tener en cuenta el peso o el volumen. La naturaleza es así de puta y desconsiderada.
El dolor se prodiga generosamente, incluso hay una ley de proporcionalidad que dice que el placer siempre es la décima parte de la intensidad del dolor.
Si el placer fuera tan intenso como el dolor, moriríamos de un ataque de hedonismo ya de pequeños.
Y el planeta es un generador exclusivamente de dolor, el placer son prácticamente los residuos de la producción.
Es desolador…
Para los seres más pequeños hay más dolor por tanto.
Lo malo del dolor es que va forrado en miedo. Y cuando el dolor es fuerte, piensas que vas a morir.
Pobre pajarito…
Pobre pluma…
Tanto miedo y tanto dolor en un ser tan pequeño.
No quiero saber cómo perdió la pluma. No quiero pensar que ocurrió con el cuerpo que la lucía, con el pico que la atusaba.
Cuando has pasado una temporada inacabable de dolor queda esa cicatriz en algún lugar del cerebro, por donde se derrama el miedo a sentirlo de nuevo.
O la angustia de que los seres tan pequeños puedan sentirlo.
Yo pesaba cien kilos, y el pajarito unos gramos. A él le ha dolido cien veces más que a mí.
Siento mucho si dolió, pequeñajo.
Ojalá que no.
Es una pluma tan pequeña, tan orgánica…
Se la ve tranquila, no puede ser que haya sufrido. Las cosas y los pensamientos se marchitan con el dolor. Y está preciosa.
Por eso mi cerebro está hecho papilla, necesito una milagrosa sobredosis de algo.





Iconoclasta
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3 de septiembre de 2018

¿Dónde?


¿Dónde estoy?
Roto.

¿Dónde estoy?
En un tumor.

¿Dónde estoy?
En un reloj roto.

Pero… ¿dónde estoy?
Donde la sangre huele mal.
Por favor… ¿dónde estoy?
Y ya no es sangre.

No puedo… ¿dónde estoy?
Una vez en los huevos de tu padre.

¿Dónde estoy?
Muerto entre vacas guapas.
¿Dónde estoy?
Ella no lo sabe, solo llora.

¿Dónde estoy?
Triste.




Iconoclasta

15 de julio de 2018

666 y una familia tipo occidental al azar


Así es como masacro una familia de clase baja acomodada en sus limitaciones: paga una hipoteca, un coche a plazos, tiene ordenador y teléfonos móviles, son activos en las redes sociales y les interesa todo lo que tenga muchas visitas, likes o sea viral según los medios de comunicación.
Soy un orfebre de la maldad y el dolor. Soy la muerte de todo lo humano y sagrado, en definitiva.
La pantalla de un teléfono se enciende ocasionalmente en la mesita de noche dando una alerta con un zumbido.
Tomo al bebé por un pie arrancándolo de la cuna. La cabeza golpea contra la baranda de la cuna y la cría de humano arranca a llorar, aún no ha cumplido los tres meses. Su pequeño tórax se infla y desinfla como si fuera una membrana translúcida y un poco se pueden apreciar las delgadas y blandas costillas en sus berridos. Abre y cierra los puños por el dolor y el terror. Los bebés sufren tanto miedo como cualquier primate adulto.
En alguna habitación de la casa se escucha el timbre electrónico de un ordenador que recibe algún mensaje. Y el aire acondicionado ronronea suavemente. Da algo de consuelo a mi glande hirviendo y henchido de sangre.
La madre no puede hablar, he bloqueado su cuerpo. Dejo que su mente sufra sin que ninguna emoción pueda mostrarse en su rostro o cualquier otra parte de su aún buena anatomía. Hoy más que en el pasado, las madres después de parir, siguen siendo apeteciblemente follables.
La Dama Oscura está lamiendo su vagina ensangrentada, en lugar de quitarle las bragas ha practicado un corte en la tela e inevitablemente en su coño.
La mamá mira con sus ojos mates y sin expresión a su hijo colgar por un pie de mi puño.
El marido se estaba masturbando en el cuarto de baño pensando en la compañera de oficina, la que se sienta frente a Adrián, de facturación. Suele llevar bajo la falda tangas negros que su esposa, la muy recatada, no lleva.
Cuando la hembra tiene una segunda cría, el macho pierde el interés y la ve como madre de sus hijos y no como un coño deseable. Entonces se busca otra hembra aunque sea menos valiosa que la que tiene como pareja.
Cuando ha salido del baño le he clavado mi infecto puñal en el cuello, sin seccionar una vena o arteria importante. Y eso duele un millón de cualquiera que sea la unidad de dolor humano. Lo he arrastrado sin cuidado a la habitación donde poco a poco está muriendo toda la mediocre familia.
Agarro el otro pie del bebé y abriendo los brazos con rapidez y fuerza desgarro en dos partes asimétricas a la cría humana. El padre intenta gritar y solo consigue escupir una pequeña bocanada de sangre.
Permito que se deslice una lágrima por un ojo de la madre. El sonido de succión que produce la Dama Oscura en su coño, por un momento parece ser el único sonido que existe. Hasta que la parte del bebé que tiene la cabeza lanza un débil berrido. Tiro ambas partes tras la cuna, para que se vacíe de sangre el cerebro de la cría y muera de una puta vez, solo y sin que su madre le dé consuelo. “Adrianito” reza un cursi letrero en el cabezal de la cuna.
Me arrodillo en la cama, separo las nalgas de mi Dama Oscura y se la meto con brutalidad. Me gusta que le duela mi polla, me fascina que le sangre la vagina. Y ante esa oleada de placer y dolor, muerde el clítoris de mamá y se lo arranca. Se lo escupe a la cara y yo le meto tres dedos en el culo y los saco ensangrentados.
La sangre se desliza sucia desde su ano por los muslos de mi Oscura y siento deseos furiosos de acabar con el universo entero.
Y relincho y rujo.
No eyaculo en ella, me acerco hasta papá y le escupo mi negro semen en el rostro.
Con las nuevas tecnologías ya no basta con ser cruel. Hay que traspasar la barrera de la imaginación humana, ir mucho más allá de lo que un mono medio puede imaginar. La ventaja de hoy día es que los monos no conocen las carencias y las dolorosas enfermedades; hay potentes sedantes y analgésicos. Cosa que los hace más sensibles al dolor y gritan y lloran más. Me gusta.
Me gustaban también los tiempos en los que las amputaciones de los primates se hacían sin anestesia. Aquello sí que era arte puro. Yo las practico aún; lo que me apasionaba era la angustia que sentía el que cortaba y el dolor del amputado. Era una mezcla de emociones de una obscenidad absoluta.
Yo no soy un dolor. Soy un abismo insondable de terror y los nervios de la anatomía primate se parten dolorosamente ante la sobrecarga que representa mi sola presencia y mis actos.
Antes, un par de siglos atrás, los primates eran más resistentes al dolor; sin embargo, cuanto más tiempo dura una especie en el planeta, más decadente se hace.
Yo no pretendo hacer selección natural y mejorar así vuestra piojosa genética.
Yo quiero exterminaros porque sois obra de ese Dios maricón. Y cuando os haya matado a todos, a él le cortaré su celosa y exterminadora cabeza y le meteré el bálano en su asquerosa boca legislativa de mierda.
Tienen también una hija de seis años (siento su miedo llegar desde una habitación a mi gruesa piel) que se ha escondido con absoluta ingenuidad bajo la cama.
Las vacaciones también las han de pagar a plazos, vale la pena para ellos, para colgar sus mediocres y aburridas fotos de viajes que nadie mira en sus muros de redes sociales.
Los like solo son una forma de expresar la misma hipocresía humana de siempre.
Celebran todo, absolutamente todo.
Forman parte de la millonaria chusma o casta de votantes bien integrados en su sociedad.
En definitiva, la familia tipo del estilo de vida occidental. Pobre; pero ignorante de ello gracias a la efectividad y precisión de un consumismo arrollador aglutinante, uniformador y global.
Antes de provocar la próxima guerra, me dedico a exterminar a familias de forma artesanal. Siempre actúo así, cuando me aburro de descuartizarlos paso a sistematizar la muerte y el dolor y dejo que la Dama Oscura me la chupe viendo sus muertes a una distancia cómoda en la que no me molesten sus gritos de mierda.
El padre que ahora se ahoga con su propia sangre, explicaba durante una cena con otro matrimonio, que en estos tiempos no interesa hacer una guerra; que no es posible.
El mono hijoputa se equivoca, siempre es buen tiempo para una guerra.
Incluso Dios reconoce que la guerra es necesaria, y a su pesar; me ayuda creando confusión, como siempre, con sus mandatos idiotas e ininteligibles.
Salgo de la habitación de matrimonio y central de muerte, abro la puerta de la habitación de Virginia.
- Sal de debajo de la cama, Virginia. No tengas miedo, cielo.
Y hace caso de mi voz engañosa, de mi arte. Mi oratoria es tan buena y tan perfecta como mi infinita maldad.
Le ofrezco la mano y ella me la toma camino a la muerte.
Cuando ve lo que ocurre ahí dentro, intenta escapar.
Cierro la puerta, saco mi Desert Eagle del pantalón y le descerrajo un tiro en el pecho. Es impulsada un par de metros atrás y cuando toca el suelo, ya está muerta. Es una bala enorme para un cuerpo tan pequeño.
Giro el puñal clavado en el cuello del primate macho y con ello secciono, ahora sí, las importantes venas. En treinta segundos está muerto.
Tomo el teléfono de la mesita, me siento a su lado y hago una foto de nosotros dos.
La Dama Oscura ha cortado los pechos de la hembra por la parte inferior y ha deslizado las manos a través de los cortes para acariciárselos desde dentro.
He perdido un poco el control y la primate llora por los dos ojos.
-Mi Dama Oscura, es hora de ir a cenar, tengo hambre -le susurro dulcemente al oído deslizando mis dedos dentro de su coño.
Se gira y me besa con las manos aún metidas en las mamas de la mona.
Apoyo el cañón de la pistola en uno de los ojos y disparo.
Su cabeza parece desintegrarse.
Mientras la Oscura se limpia de sangre en el baño, yo fumo entre los muertos.
Ahimiel aparece con sus alas extendidas y enormes, blancas como la luz de la luna. Llora un cántico por los muertos y me mira con ojos terribles.
Pero yo ya he aspirado todas las almas, se vienen conmigo al infierno.
-Has llegado tarde, arcángel. Deberías ser menos cobarde.
Y le lanzo la colilla del cigarro.
Toma las dos partes del bebé acunándolas en sus brazos poderosos, como si pudiera enmendar el mal. Y solo llora.
Dios es un melodramático de mierda, siempre prepara grandes escenificaciones.
La Dama Oscura aparece en el vano de la puerta con el cabello mojado, y mirando al arcángel saca su lengua lascivamente. Se acerca a él y posa la mano donde debieran estar los genitales.
-Estás vacío -le dice sin piedad.
Amo a esta mujer.
Me apetece pizza.
Cerramos la puerta y dejamos dentro a Ahimiel cantando sus salmos ininteligibles. He pensando en descuartizarlo; pero me encanta saber que irá con todo ese dolor a ver a su Dios.
Siempre sangriento, 666.



Iconoclasta