Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta libertad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libertad. Mostrar todas las entradas

12 de julio de 2020

No me puedo quejar


No me puedo quejar, he hecho cosas por las que no he pagado y follado a quien amaba.
He salvado la vida en muchas ocasiones y ganado el suficiente dinero para satisfacer mi vanidad.
He sido esclavo; pero jamás he respetado al amo y lo he engañado.
Y cuando era obligatorio rezar, de pequeño movía los labios sin pronunciar, sin creer. Masticaba aquella hostia insípida y blasfemaba como los mayores con mis primeros cigarros a escondidas.
Me fascinó la pornografía y luego me aburrió, como los videojuegos y las grandes obras de la literatura universal que son afines a la ideología que ha hecho de la sociedad en la que habito, un vertedero de gente sin cerebro y serviles hasta la vergüenza ajena.
Y ahora que he hecho todo lo bueno y malo que me ha sido posible, soy un hombre incrédulo con una imaginación desbordada.
Un hombre que no se niega ningún placer, porque de morir no me libro y no hay premios allá donde no hay nada.
Un hombre que odia este tiempo y lugar en el que ha vivido y se siente ufano de ser feroz e impío de pensamiento y letras con los rebaños de humanos que le rodean y roban el aire y el espacio.
Un hombre con un hijo que sabe despreciar (como su padre lo educó) toda ley y toda tradición que son los grandes cepos de la libertad, la imaginación y el saber. Y sin embargo, sobrevive y consigue lo que pretende en este muladar que nos encontramos al nacer.
Soy un hombre que sabe más que dios y si pudiera, mortal como un césar loco. No me puedo quejar.
Soy un hombre fuera de lugar y tiempo. No ha sido accidental, ha sido mi voluntad, mis cojones. No me puedo quejar.
Soy un hombre que ha dejado miles de pensamientos plasmados en tres dimensiones, táctiles y legibles en el planeta; y nadie ha podido evitarlo. No me puedo quejar.
No ha sido duro ser hombre, ha sido fascinante poder mantenerme libre y al margen de la moral de una sociedad podrida y abyecta.
Algún idiota sin cerebro y con toda probabilidad, algún miembro destacado de esta sociedad dijo: no hay mal que cien años dure.
Y una mierda, el mal es eterno como un cáncer que no acaba de comerse nunca al enfermo hasta denigrar su cuerpo y su dignidad; son las reses humanas las que mueren en y con el mal.
El mal (la sociedad grupal y tribal, la que usurpa y degrada la creación del individuo) es eterno y permanecerá cuando yo muera. No me puedo quejar.
Que se jodan los que queden vivos.





Iconoclasta

27 de junio de 2020

Mariflores


¿Y si nacieron flores y luego quisieron ser mariposas?
¿Se las podría acusar de vanidosas, envidiosas, ambiciosas?
¿Las castigaría un dios por querer ser libres?
Como maldijo a Eva…
Las convirtió de nuevo en flores porque él no las creó así. Ese dios furioso no concedió permisos de ese tipo.
Estoy seguro de que cuando llegue la noche, se desprenderán de sus tallos y volarán libres toda una vida de unas horas.
Imaginarlo es un drama hermoso ¿verdad?
Existencias de las que solo estoy seguro ahí, dentro del bosque; cuya soledad susurra imágenes e ideas profundas y extrañas que hacen héroes a seres que a nadie importan si no están en un jarrón o en un ramo.
Las mariflores tienen una longevidad azarosa, a veces revolotean en mi pensamiento unos segundos hasta que un águila vuela bajo y letal entre los árboles, otras veces me acompaña la tragedia hasta que queda debidamente asentada en la libreta de la vida.
No puede hacer daño una caída controlada a los abismos de la magia y la peligrosa ingenuidad.
Porque cuando emerjo a lo humano, se acaba la magia y la realidad lanza un directo a la boca del estómago que provoca una náusea. Tal vez, me golpeo yo mismo. Sino tuviera una férrea disciplina, haría tiempo que habría caído en coma viviendo en un engañoso y hermoso bosque de mariflores y dioses malos como un cáncer.
O no… No tengo suerte: me hubieran desconectado enseguida. Lo bueno se raciona severamente y se paga con dolor, lo malo es pródigo y gratis.
Las mariflores piensan lo mismo en su tallo esperando la noche.






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

16 de mayo de 2020

Solo contigo


Solo contigo quiero vivir en el paraje de la Inmensa Soledad.
No aceptaría a nadie más.
¿Te has fijado, amor?
Es un caos de libertad.
La soledad más hermosa grita con furia su grandiosa libertad inquebrantable de precisos y sólidos matices indestructibles.
Hay una senda infinita a un horizonte aún por descubrir, por la que nadie más caminará.
Te quiero avanzando hacia mí con esa voluptuosidad tan tuya, con esa sonrisa que ilumina el universo.
Sin que nada te detenga.
Ven a mis brazos abiertos, a mi rostro que exhibe una sonrisa feliz y cansada. Ha costado tanto tiempo crear este lugar, cielo…
Por favor…
Sé que es mucho pedirte habitar esa inmensa soledad.
Perdóname. A veces no pienso en lo poco que valgo; pensar en ti me hace valioso.
Es inevitable.
No tengo derecho a pedirte semejante soledad.
Solo es una muestra de deseo, cielo.
No puede hacer daño.
Ahí, en el centro de la soledad, no puedo dejar de pensarte. Lo llenas todo.
Y sueño tenerte sin más consideraciones. Como si por una vez en la vida algo fuera fácil.
No me siento solo.
Estoy bien, amor.
Simplemente te necesito en cualquier universo.
Pudiera ser que en esa soledad me eternizara y no debiera preocuparme el tiempo que pasa y no tenerte.
No sé… Amarte me hace confuso a mí mismo.
Solo contigo, cielo; es en esencia lo que quería decirte por enésima vez.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

10 de octubre de 2019

Yo Apátrida


Me erizan los vellos los actos y declaraciones de patriotismo.
Los himnos me provocan eccemas y prurito genital. Siempre me llevo la mano a los cojones, nunca a mi podrido corazón.
Viendo a los patéticos patriota llorar sus himnos emocionados, me considero afortunado y superior por ser absolutamente impermeable a apegos de nación y raza.
Siento una verdadera repulsión por las banderas que no son de piratas o las que anuncian burdeles.
Padezco de un odio atroz por el lugar en el que nací y me hizo esclavo desde el primer día de mi vida. Un odio del que no quiero curarme, porque es mi privilegio y mi dignidad.
Gozo de un rencor cancerígeno hacia los que murieron y los que viven de mi esfuerzo, los que con sus impuestos y morales han intentado esclavizarme y asfixiarme en los excrementos de la pobreza y la mediocridad.
Porque en esta repugnante y leprosa sociedad de naciones, he perdido más de la mitad de mi vida y salud para alimentar a los altos cerdos.
Como deseo que mueran, como me alegro cuando al mear imagino que mojo la cara de esos muertos…
Es imposible no sonreír insanamente cuando un jefe político, un ministro, un presidente, un rey, un juez, un obispo o un multimillonario, muere, sufre, se le escupe o le nace un tumor.
No existe forma humana en esta puta y puerca sociedad de que pueda tener un pensamiento, siquiera neutro, hacia un político.
Siento y aliento el profundo desprecio y repulsión hacia todo patriota sea cual sea su pelaje. A esos esclavos y mediocridad en estado puro que vitorean a sus amos y divisas como banderas y fronteras piojosas de mierda.
Esto es un mundo asqueroso, yo no lo pedí. Me jodieron, me estafaron, intentaron mutilarme intelectualmente, hacerme creer que era libre nadando en una alcantarilla; sucio por los excrementos que llueven de los altos puercos de allá arriba.
Deseo la violencia y sus consecuencias, rezaría ante cualquier altar, piedra o muñeco si diera resultado. Con sangre, muerte y hambre de los ciudadanos patriotas o no, me sentiría libre y menos sucio.
Ojalá pudiera escribir esta náusea con algo de humor para poder dejar un rastro de sarcasmo. Pero no es posible, hoy mi química dice que no hay espacio para el humor, estoy asqueado.
Escribo imaginando que la pluma se clava en los ojos de los patriotas y sus amos, en lugar de una forma tan incruenta, en el papel y solo con tinta.
Y es algo que debo hacer,  mi naturaleza lo dicta: mi pene late furioso, está erecto y amoratado el glande de tanta sangre que le llega. Y si ella estuviera cerca, la follaría con animalidad, sin cuidado por el culo, por el coño, por la boca hasta que vomite…
Yo nací en este planeta. El que una gente me metiera en la boca su coño o su polla en un determinado idioma y color cuando nací, fue mi mala suerte.
Pero jamás sacaron ni sacarán de mí un respeto a sus cochinas banderas y sus himnos de maricones.
Muy joven aprendí a pensar cuando un alto puerco moría: “Y así hasta que no quede ni uno. Hijoputa… Cómo me alegro…”. Ahora, impaciente pienso día sí y día también: “Cuánto tardan en morir, joder”.
Mierda para dios, jueces y jefes.
Vuestra respiración es mi ofensa, vuestro asma mi esperanza.




Iconoclasta

14 de septiembre de 2019

Es libertad, no soledad


Hay quien en la soledad se siente abandonado, desgraciado.
Como una pequeña isla en el océano, zarandeada por huracanes y tormentas. Con escasos y breves momentos de bonanza. Precisa de alguien para aliviar sus miedos y por lo que pudiera quedar tras la tormenta. Observa con triste envidia los archipiélagos en el horizonte, con ojos esperanzados y el alma arrellanada en la tristeza por el temor a la soledad.
Siempre es bueno tener compañía y con ello, ayuda.
Es además, socialmente bueno, cuasi necesario.
Y si además la metes o te la meten, dos veces bien.
Y así, con el concepto mercantil de la compañía, buscan otras personas para combatir esa soledad, como si dos soledades se pudieran restar. La cobardía alimenta la ingenuidad injustificada: las soledades se suman: dos compartiendo la soledad, son dos seres aislados, acobardados. Dos hastíos…
Su relación solo se basa en el miedo, comprar o rentar compañía por mala que sea; por mucho hastío que produzca.
Así se fraguan algunos matrimonios longevos que no comparten amor, solo miedo. Y el negocio suele ser perfecto.
Sin embargo la mayoría de amores mueren por engaños, por hartazgo y por hijos que no saben muy bien cómo cuidar. Ni para qué cojones los quieren.
La soledad es la máxima expresión de la libertad, eso es lo que nadie comprende. Nadie entiende la libertad como la absoluta ausencia del temor al aislamiento, a la enfermedad, a la vejez, a la incapacidad, a la muerte.
Solo muy pocos entienden que soledad es libertad. El resto, no sabrían que hacer con la libertad, como no saben qué hacer con ella los humanos que han estado largo tiempo bajo el gobierno de un tirano. Si se encuentran en grandes espacios abiertos y naturales, tras la euforia inicial, en pocas horas necesitarán refugiarse de nuevo en su corral; es demasiado espacio para sus mentes. Sin embargo, cuando van en pequeños grupos o grandes rebaños, se relajan y dicen sentirse en libres.
Bendito el banal y festivo aire puro de mierda…
Es esa cobarde animalidad humana la que me enfurece, la que hace que las venas de mis sienes se inflamen con una ira inusitada. Esa esclavitud ajena del continuo roce y trato con otros congéneres me hace hostil a mi propia especie.
Si te amo, lo hago para compartir mi soledad, mi libertad contigo. No para combatirla o conjurarla. Quiero ser libre contigo, cielo.
Mi libertad es mi bien más preciado, vivirla contigo es un acto de amor.
Donde quiera que estés, quien quiera que seas, mi deseada solitaria.
No es romanticismo, solo soy un animal libre.
Follar contigo, hablar contigo, cazar contigo, odiar contigo…
Y cuando el sol hace negras murallas y tenebrosas sombras de las montañas, observar cansados el movimiento planetario tumbados o sentados sobre la tierra.
Confesarte en voz baja mis tantas frustraciones, mis tantos errores, tanto tiempo perdido sin ti.
Celebrar con serenidad y ternura el nacimiento y la muerte de los días.
Solo una cosa, amor: quiero morir solo, le temo al ridículo.
Sé que es como correr tras el viento, que si existes no estoy en el lugar o tiempo adecuado.
Que es tarde…
Siempre es tarde, cielo, quien quiera que seas.
Solo soy un tipo que escribe con los ojos entornados por la caricia de un aire fresco de un otoño que, convertirá las hojas que han de morir en oro y sangre antes de caer como joyas al suelo desde de sus ramas. No importo demasiado en el esquema general de las cosas. No importo nada.
Eso me hace libre también. Y un tanto optimista, sin que sirva de precedente.
Sin miedo.
Sin miedo a los grandes espacios. Sin miedo a morir solo.
Garabateada con estas letras en mi cuaderno de libertades, con la secreta ilusión de encontrarte.
No hay tristeza, solo una sonrisa franca.
Hasta siempre jamás, mi bella libre, mi bella valiente.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

1 de septiembre de 2019

Ser el animal


No es una cuestión de amor ingenuo, pueril y decadente por los árboles, por los animales, por la naturaleza.
Es una cuestión de libertad, de vivir violentamente. De estar donde debes, cuando tu instinto está tranquilo, satisfecho. Cuando ninguna otra consideración cuenta más que existir libremente: matar animales para comer, tomar lo necesario de la tierra y la vegetación, partir ramas y troncos para hacer fuego en las noches, de tener como reloj los movimientos planetarios. De morir en la espesura, sin que nadie llore, sin que nadie ría. Sin que nadie sepa.
Y ni siquiera es una cuestión de libertad romántica.
La cuestión definitiva de existir aquí, es ser el animal que nació y no el que fue sometido en la granja humana.
Dicen que con el tiempo uno se relaja y se habitúa. Bueno, yo con el tiempo almaceno más rencores por las esclavitudes sufridas, por las vejaciones que no pude devolver.
No soy un animal que morirá con una sonrisa beata. Moriré con los belfos contraídos, mostrando mis dientes rotos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

22 de agosto de 2019

Y si no te quiero


Y si no te quiero ¿qué pasa?
Solo ha sido un experimento doloroso de imaginación.
Había una paloma muerta, tan bonita que parecía dormir simplemente, como si la muerte no pudiera corromperla. Me ha dado una pena repentina ver como dormía ajena a su propia muerte.
Ocurre que a veces el día se oscurece y espesa en mi cerebro y busco hacerme daño para disipar demasiada adrenalina concentrada.
Estar en un tiempo y lugar equivocados, tiene consecuencias psicológicas malas para mí y para la humanidad si no me controlara.
Es una paranoia irracional. Es mejor así, cielo; que no sepas de mis autodestrucciones y mis viajes a un lugar enfermo en lo profundo de mi cerebro. Entra con tanta facilidad y dulzura un alfiler en el oído, que es sorprendente su dolor demoledor e inconsolable.
Lo dulce mata con mucho dolor. No te culpo, hermosa mía, es una conclusión.
Digo que el dolor entra sin darme cuenta hasta que estalla y lloro rojo.
Si no te quiero es un experimento doloroso para medir el nivel de dolor y angustia que sería mi vida sin ti. Cuanto más duela, mayor será la intensidad de mi vida. Ya te he dicho de mi irracionalidad desatada.
¿No quererte? Es algo imposible, no puede ocurrir. Mi estructura molecular está cohesionada por las frecuencias de tu amor.
Si no te quisiera sería desintegración.
No es un escribir banal, amor.
Es que a veces mi soledad y libertad es tan hermosa y salvaje, que necesito compartirla contigo buscando mil excusas para escribirte, para emocionarte si tuviera semejante habilidad.
Soy tosco, mi amor.
Y si te quiero… Que la muerte tenga piedad de mí, que me anestesie antes de llegar para no ser consciente con el último suspiro de que ya no estarás conmigo.
Me horroriza saber que cuando acabe la función no tendré tiempo de tomar un café contigo y criticar la gran obra que acabó.
Perdona amor, es inevitable pensar en lo peor cuando en mi aislamiento nada me distrae de lo que quiero y amo.
Además, tengo décadas de vida que demuestran que todo sale mal con tanta facilidad…
Maldita la cobardía que surge de amarte…
Si no te quiero… Eso no puede ocurrir en este mundo a menos que muera, porque mi imaginación es muy enorme; pero limita con la muerte en todas direcciones.
Perdona mis sórdidos momentos de soledad, cielo.
Te quiero, te quiero, te quiero…





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

18 de agosto de 2019

Las altas soledades


Lo hermoso de las águilas es su soledad, nadie vuelta tan alto y tan solo como ellas.
Nadie mantiene una distancia tan grande de otros seres vivos.
Y nadie mata con tanta habilidad, eficacia y elegancia.
Solo en la soledad las águilas y yo nos parecemos; pero yo no puedo alejarme tanto de los seres humanos como ellas hacen.
Al final soy un gusano, un roto que las observa con unos prismáticos y envidia.
Con un deseo vehemente de escapar de aquí de una vez por todas.
Siempre son desalentadoras mis conclusiones cuando me comparo con las cosas potentes, hermosas y libres.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


10 de junio de 2019

Banderas, patria y elegancia


Jamás podría estropear la intimidad e identidad de mi casa con una bandera, como hacen tantos patriotas en todo el mundo; luciendo en sus balcones, patios o ventanas el emblema de sus amos.
Yo no estropearía mi propiedad con semejante vulgaridad y muestra de sumisión o vasallaje.
Mi casa no es de mi país, ha dado la casualidad de que se encuentra en ese territorio administrativo, como mi nacimiento en ese territorio es también fortuita. Yo no pedí ni pude elegir donde me iban a parir, cojones.
No tengo orgullo patrio, solo amor propio. Mis cosas y yo tan solo estamos, sin más alegría y vanidad de lo que yo consigo independientemente de cuánto me quieren joder.
Mi propiedades, mis cosas son solo mías no pertenecen a ningún país de mierda. Mis paisanos son un efecto de esa aleatoriedad territorial que padezco. No son mejores personas por ser vecinos.
Doy gracias por no ser uno de esos pusilánimes que se sienten emocionados con himnos y banderas, como sumisos esclavos, alardeando de un territorio que solo les pertenece a sus amos y por el que irán a la guerra a morir si así se les ordena. Un país por el que son presos y explotados con mayor o menor grado de amabilidad o engaño.
Se lo creen de verdad. Que es su puto país…
Aunque si alguien cree en dios, se supone que acepta ser propiedad de alguien superior a él. Todo encaja.
Mierda…
Yo no pongo un mierdoso trapo en la ventana de mi casa, tengo elegancia.
Me parieron con tal grado de independencia que ya no recuerdo el rostro de mis padres.
Aunque me follaría a cualquier tía buena aunque estuviera envuelta en una bandera, incluso si fuera la congoleña. Incluso me gustaría dejar mi impronta seminal en ella, en las dos…
Ñam, ñam…




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

4 de marzo de 2019

Divina misoginia


Yahvé, el dios de la biblia y por tanto de los judíos, cristianos y musulmanes, es masculino. Aunque joda a algunos sectores de la población con genitales femeninos.
Y Yahvé hizo a la mujer débil, enfermiza, menstruosa, paridera y bipolar. Se puede decir sin caer en incorrección alguna que Dios, además de todos los “súper” y “omni” imaginables con los que se titulaba, era misógino.
O sea, que se pasaba por la sucia raja del culo a las mujeres.
Así se hace lógico que cada cual se invente su Dios como más cómodamente le siente, e hipócritamente perdone e ignore al original y certificado.
No puedes ser cristiano, judío o mahometano e ignorar el carácter de tu dios. Eso sería como si yo no reconociera que soy un cabrón sin corazón.
Bueno, yo a lo que iba, es que en aquellos tiempos de inexistentes y jugosos personajes del Antiguo Testamento, hubiera sido toda aquella África de viejos judíos y egipcios con faraones, el destino turístico sexual por excelencia, en lugar de la actual Asia y sus vietnamitas y tailandesas.
Menudas mujeres aquellas judías… Y qué libertad para los machos adinerados…
Para montarlas y palmearles cruel y violentamente las nalgas con cada embestida, y ellas deliciosamente sumisas ante la sodomita violación.
No puedo evitar pecar de cándido en estos asuntos.
Los turistas gritarían “yipiayjey”, felices de que la violación ni fuera pecado (pecata minuta en el peor de los supuestos), ni delito y además, te llevabas bendición gratis de ese dios celoso y colérico que era Yahvé. Y como mucho, le comprabas al judío marido un cordero y quedabas como un señor.
Siempre he dicho que no he nacido en el lugar y momento adecuados.
Adorable aquella ausencia total de prejuicios morales… ¡Ains!
En definitiva, las tres grandes religiones surgidas de la biblia, deberían revisar su código de conducta y la bondad de su dios, sobre todo los musulmanes que, deberían meterse las putas piedras en el culo y amputarse el glande como amputan los clítoris alegremente. Los judíos, que sigan mutilándose el pene, al fin y al cabo no es demasiado cruento. Aunque es una lástima que no le pregunten al bebé si le apetece que le corten un trozo de polla. Respecto al bautismo: ¿por qué no ocurre con él como con el voto electoral: hasta la mayoría de edad?
Y por último, hubo religiones ejemplares que no fueron misóginas (o no destacaron por ello, o qué cojones sé), como la de la extinta cultura maya. Solo mataban bebés.
¿Veis? No soy tan pesimista.




Iconoclasta

13 de noviembre de 2018

Estoy ahí


No fotografío lo que veo, fotografío lo que soy.
Estoy ahí, dentro y a su alrededor.
Estoy ahí y soy materia.
Soy ahí y soy bestia.
Soy sol y nube, luz y oscuridad, hierba y tierra y el graznido de un cuervo que anuncia deseo y muerte con el mismo tono enojado.
Fotografío lo que soy. Y soy parte de esa catedral de árboles y montañas que sol y nubes hacen templo de vida.
Hay coros que elevan al cielo las plegarias muertas y vivas antiguas como mi alma.
Fotografío lo que soy y nunca hubiera pensado ser tan bello.
Fotografío lo que soy: la libertad absoluta es abrumadora. Monumental.
Una vez fotografié lo que veía, hace eones de latidos. Y no me gustó, no me gusté.
Si fotografías lo que eres y no te gusta, te compadezco y te entiendo.
Conocí aquello.




Iconoclasta
Fotografía de Iconoclasta.

29 de octubre de 2018

Absolutamente solo


Hay algo revelador y fascinante en esta foto. No se trata del paisaje, no es por la composición, la técnica, el color o la calidad.
La magia de esa foto es que no hay nadie más que yo en ese instante. Estoy absolutamente solo.
He visto lo que es el mundo conmigo muerto, conmigo dentro de él.
Y he sonreído sinceramente por primera vez en muchos años, en toda la vida, tal vez.
Porque así ha estado perfecto. No hay nada ni nadie que necesite.
Es una revelación.
He sonreído con un frío intenso que el viento empujaba por los intersticios de mi ropa. Con las orejas doloridas, con los labios casi resquebrajados. A pesar de ello, he sonreído…
Ser viejo y solitario ha sido mi meta durante años de frustración, ha sido una certeza como un fogonazo. Amar, odiar o follar solo eran píldoras antidepresivas poco efectivas contra mi tristeza vital; esa que hace grises y oscuras todas las mañanas al despertar.
Y me pregunto si de verdad he llegado a amar alguna vez.
Amar bien podría haber sido un rumbo erróneo en la búsqueda de esta foto, de ese momento.
He sonreído por primera vez en cientos de años.
He sonreído satisfecho y completo, porque el frío viento y la luz húmeda me han fusionado con los árboles, la tierra, y los animales.
Estaba todo lo que debía estar ahí: yo en algún en algún lugar, como un cuervo oculto entre las zarzas.
O como un gusano en la tierra, me da igual. Ser un viejo solitario es precioso tengas la forma que tengas.
No he sentido siquiera un poco de lástima por lo que decía querer hacía apenas unos segundos.
Y así no importa que sin ninguna razón, clave la navaja en la corteza de un árbol o en la corteza de un corazón humano. Me da igual…


Porque soy lo que quería y libre de cualquier consideración moral o romántica.
Los viejos acumulamos conocimientos que apenas sirven para nada más que para algo literario. Ahora esos conocimientos ya no pesan no importan.
Se han derramado como arena entre los dedos dejando más espacio para respirar dentro de mí.
Si se te pudre el cerebro con la edad, no es preocupante, es incluso un alivio; porque si tu cerebro es operativo al final de tus días, la sabiduría presiona las paredes interiores del cráneo y duele un millón.
Así que clavo la navaja sin importar dónde; si en el amor, en el odio, en un hijo o en un hermoso coño. Da igual, no importa, no necesito respetar, adorar, soñar o ambicionar.  Ser libre es eso ¿no?
Estoy yo en algún lugar de toda esa soledad y es suficiente, es todo lo que necesitaba.
Y sonrío a pesar de que los labios se agrietan.
Seré cabrón…
Y al final, el amor nunca existió.
Seré sincero, siempre pensé que dañar gratifica más que amar.




Iconoclasta
Fotos de Iconoclasta.

25 de julio de 2018

Un saludo cordial


La mujer con gorra me saluda como otras veces con una sonrisa cordial y amable. No es especial, es usual, es educación.
Es guapa…
Su coleta cuelga juguetonamente sobre la nuca tras aparecer bajo la gorra, por eso sé que es pelirroja.
Intento devolver el saludo con igual cortesía, no estoy acostumbrado a hablar y carraspeo un poco. Me sale un “hola” amable; pero creo que no he conseguido dedicarle una sonrisa.
No importa demasiado este acto de urbanidad; pero si no tienes ninguna esclavitud que hacer, acabas pensando en banalidades porque no existe la sensación de pérdida de tiempo.
Si la mujer supiera lo que escribo y lo que pienso, no me saludaría con tanta simpatía. Epicuro dijo: Vive oculto.
Es algo que he hecho desde mucho antes de saber que existía Epicuro y su frase. Desde pequeño sabía que debía callar lo que en mi cabeza hervía.
Si además de vivir oculto, consigues que todos crean que son más inteligentes que tú, el grado de anonimato y ocultación roza casi el prodigio de la transmutación del plomo en oro.
Soy un alquimista que nadie puede ver.
Observo durante una fracción de segundo a la guapa pelirroja, su sonrisa, su coleta nerviosa e inquieta y por último su culo.
Y vuelvo a mirar a los árboles, a las vacas que se ocultan en la sombras del bosque, a los corzos y las águilas cuando chillan desde lo alto y se lanzan entre los árboles para matar a su presa.
Cuando miro el reloj han pasado más de cuarenta y cinco minutos y sudo copiosa y relajadamente. Me arden los brazos por el sol y mi bicicleta respira relajadamente.
La pierna, su podredumbre y su tumor han perdido sensibilidad con tanta quietud, cosa que me preocupa un poco. Así que fumo.
Y concluyo entre bocanadas del narcótico y sedante humo, que no recuerdo, no tengo registros en mi memoria de haber empleado más de cinco segundos en observar detenidamente a un humano que no estuviera muy íntimamente cercano a mí, fuera adulto o cachorro.
Nací absolutamente impermeable a lo social.
Lo necesario para vivir en la piojosa ciudad y trabajar de mierda.
Nunca he podido comprender cómo he llegado a follar, enamorarme o ser padre.
Ahora que soy viejo, ni siquiera intento entenderme solo apunto un hecho.
Definitivamente, la pelirroja no me sonreiría con esa cordialidad si me conociera, si intuyera siquiera mi absoluta indiferencia a lo humano.
Me parece bien, porque no necesito sonrisas de nadie.
Tiene un bonito culo…



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

24 de enero de 2018

Un día magnífico


Se ha encontrado con ella en la silenciosa intimidad de la madrugada, ha sido un fogonazo de luz en su cueva-casa y en su hosco cerebro encallecido.
Se ha masturbado lánguida y tristemente, porque pareciera que las palabras de amor azotan directamente su pene. Ella es orgánica, pone en guardia todo su músculos y emociones.
Y ha sido magnífico.
Cerebro hosco… Es correcto. ¿Se puede nacer viejo, con el pensamiento ya cansado de más de lo mismo?
¿Es legal semejante mierda?
Luego, ha paseado por las montañas y ha visto águilas volando bajo, con sus alas sólidas que apenas se mueven, son salvajemente amenazantes en su silencio letal. Cazaban, acechaban silenciosas en prados y montañas flotando en el aire.
Cuando se elevaban, lanzaban chillidos; tal vez blasfemias, tal vez triunfos. No importa, él lo haría también sin ninguna razón.
Ha pensado que deben tener hambre tras días de hielo y frío.
La garza inmóvil y en pie, se dejaba calentar por los rayos del sol, mientras subían jirones de vapor del prado helado. Siempre se encuentran diariamente en los inviernos.
Y es magnífico.
No ha pensado en el calendario social, en el tráfico o el precio de la mamada de una puta barata.
Se ha dado cuenta de que se ha desgajado absolutamente de la vida urbana. Como si todos aquellos grises años, fueran un lejano mal sueño.
Ha fumado sentado en un banco de maderas retorcidas, sabiendo que, en unas semanas comenzarán a brotar hojas en las ramas desnudas y el polen se acumulará como blanca ceniza peluda en los bordes de los caminos.
Son los únicos eventos que le interesan.
Y no necesita saber nada más de calendarios humanos.
No importa quien sufre, muere, ríe o nace. No siente responsabilidad moral o empatía alguna más que por sí mismo y por los que ama; pocos, poquísimos.
Suficientes.
El daño que ha provocado, sufrido o aún pueda sufrir, no importa tampoco; está donde debía y lo demás quedó en el pasado, inservible, desperdiciada la vida.
Hay un liberador y revanchista arribismo en su pensamiento hostil.
No siente curiosidad ni necesidad de moverse a otro lugar, le basta con intuir cada sonido y movimiento que pueda captar a su alrededor, lejos de todo lo que está fabricado, rueda o ciega el horizonte.
Y cierra los ojos ante la sinfonía del viento y los sonidos de vida.
Uno hace lo que debe en el momento que puede, porque a menos que nazcas millonario de mierda, perderás años de vida encerrado en la humana granja, engañándote con conceptos artificiales de posesión, comodidad y compañía (cuanta más, mejor de los cojones). Evitando concluir que solo eres una cabeza de ganado más.
No todo el mundo está preparado para ser libre, para asumir la belleza de la íntima soledad y sentirse insignificante ante la grandiosidad de la naturaleza.
Hay quien con los años, se condiciona y asume su lugar en la pocilga. Él con los años, se pudría.
Se conmueve que la muerte sea tan aplastante en ese pequeño pájaro caído al pie del árbol. Son bellos los pequeños animales muertos.
Es un hecho: si hay tanta vida, hay tanta muerte.
Pero algunos seres son muy pequeños. Pobrecitos …
La muerte parece cubrir con luz sedosa los cadáveres; cuida el decorado, la hija de la gran puta.
Se le ha enfriado el culo en el asiento frío y húmedo.
Le parece bien, le gusta.
Mea y camina.
No tiene porqué hacer otra cosa.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

25 de diciembre de 2017

De la navidad, de una ternera y un perro


Es navidad, hace un día soleado, frío y un tanto ventoso. El hielo ha estado presente en toda la ruta y se ha acumulado en los frenos de la bici, el tumor palpita y pienso que se joda.
He visto a una ternera y un perro guiándola. Es bonito.
Todo es precioso cuando pierdes de vista la ciudad y lo que guarda.
Fumar lejos de todo, es todo un placer.
He pensado en los que esperan de la navidad, sentirse mejor. Los que anhelan ciertas fechas para encontrar paz al estrés y un momento para la concordia y olvidar pequeños o grandes rencores.
Me parece una indecencia esperar que una superstición arregle el ánimo de nadie. Me parece patético carecer de fuerza de voluntad para sobreponerse en cualquier fecha y en cualquier momento.
Seguir tradiciones o supercherías es el gran error cultural y social.
Las tradiciones han nacido de la ignorancia y el miedo de los antepasados. Una tradición eterniza el error y crea intelectos ineficaces y comportamientos erróneos.
Sin embargo, las tradiciones no se conservan y prolongan por voluntad de las clases que precisan trabajar todos los días para cubrir sus necesidades básicas. Las impone el poder político y religioso (de la fe que sea) para mantener el control sobre los contribuyentes o ciudadanos.
Como el perro que pastorea a la ternera…
No es teoría conspiratoria, es un hecho escandalosamente obvio para cualquiera que tenga un pensamiento autónomo. Es un acto cotidiano e iterativo.
Como ocurre con todos los rebaños, las reses solo ven los vallados, escuchan los ladridos del perro y siguen el cayado del pastor. Es lógico que algunas fechas les haga sentirse mejor, porque por sí mismos, carecen de cualquier inquietud intelectual libre e imaginativa.
De ahí que los poderes que rigen sus estados de ánimo hayan decidido crear más tradiciones, tantas como para cubrir un año entero: días de celebraciones regionales o nacionales, día del niño, de la madre, del maestro, del padre, de la mujer, del libro, de la rosa, del cáncer, la amistad, del gay, de los mendigos, leprosos…
Tradiciones que ya son oficiales a nivel planetario y que conducen con dulzura, amabilidad y alegría, a las reses al matadero.
Las tradiciones son un tumor social que inmoviliza y frena libertades.
No es una novedad, algo que se me haya ocurrido ahora este planteamiento. La navidad es un día tan bueno como cualquier otro para, reflexionar sobre tanta miseria que debo sortear día a día para no entrar en el redil de un ganadero con sonrisa de hijo de puta.




Iconoclasta

10 de noviembre de 2017

Olores


Me gusta el viento, desencadena una sensación de frescor en el olfato que lleva a mis pulmones una aromatizada añoranza de lo que fue, lo que es y lo que no será. Es renovación, esperanza y certeza. Huele a clorofila. Lo detecto cuando estoy de pie y detenido sobre la tierra pura y libre.

Mi nariz reconoce los nuevos aires y los entrañables.
Y los detestables.
Soy una bestia olisqueando el aire.
En mi nariz se crean aromas que puedo definir con precisión.
A veces no puedo definir la tristeza, concretarla. Me preocupa formando un nudo en la garganta e intento ignorarlo respirando como si nada pasara.

El olor de los sueños es el de un fruto ácido, como una naranja, con un toque dulce que me lleva a aspirar más profundo. Tiene la particularidad de cerrar mis párpados asolados. Arrastra las dudas, aunque no tiene fuerza para llevarse el dolor y la vergüenza de lo que soy y lo que no. Lo bueno que fue, lo que podría ser, lo que espero aún. Sucede cuando paseo por pequeñas y estrechas calles.

El olor de la nostalgia es de la leña vieja y quemada. Como un moho seco que calienta la nariz por dentro. Tiene la particularidad de girar mis ojos al suelo, buscando la intimidad del centro de la tierra para aislarme junto con los que murieron; yo, el pequeño Pablo incluido. Suele ocurrir cuando estoy cansado y sentado en un banco, fumando. Los suaves vientos del otoño, lo hacen más intenso; no lloro porque se secaron las lágrimas tiempos ha.

Hay un olor que se crea cuando abre sus piernas. Emana de su coño. Huele a excremento viejo y caliente. Es el olor del hastío, del engaño, de la mediocridad. Del desamor total. Tiene la particularidad de obligar a que los ojos huyan de ella, de su rostro marchito. Y de dejar que lo que está agonizando, muera de una puta vez.
Se crea en la cama, cuando la follo sin deseo, como una bestia que no tiene otra cosa que hacer más que llenar un agujero por una necesidad instintiva. Quiero que sepa que la jodo sin deseo, con desprecio.

El olor de la que amo evoca la crema de pastelería, es dulce, es azúcar y me hace sentir como un niño obsceno que acaricia una muñeca que siempre ha soñado. El olor de la que amo, cuando separa sus muslos, me hace salivar como un animal en celo y preguntarme hasta cuánto es posible amar sin estallar.

El olor de la infancia huele a calles viejas de deficientes alcantarillados y a pan viejo, y aun así recién hecho. Se filtraba por las ventanillas abiertas del coche que mi padre conducía.
"Yo recuerdo algo de aquí, yo estuve aquí hace mucho tiempo" pensaba.
Dejé de sentirlo a medida que crecía. Sin embargo, en el ocaso de la vida, ha resurgido y me pregunto si es la antesala de morir.

El olor del planeta, en el lugar deseado, cuando no necesitas conocer nada más huele a resina de pino, es caliente. Me envuelve durante unos segundos y me dice que yo seré en ese lugar una savia ambarina que gotea de una rama. Pronto... Cuando camino con esfuerzo.

El olor de la basura acre y ofensivo, es el de las calles que detesto. Aquellas que marcaron y marcan mi imposibilidad, las que me dicen que estoy prisionero. Da igual la colonia que use, nada es capaz de consolarme cuando me encuentro andando por la ciudad-vertedero y su fetidez casi me dobla en una náusea, en una desesperación.

El olor a óxido es el del odio y la frustración, es pesado y picante. Suelo presionar las fosas nasales para que no penetre; pero siempre llego tarde.
Es traidor.

Hay tantos olores que a veces vivo intranquilo por la incertidumbre de lo que tendré que respirar.
Es que hay días en los que soy más fuerte que otros. En los que me siento un tanto indefenso de mí mismo.
Y no quiero correr el riesgo de saber a qué huelo yo mismo.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

16 de julio de 2017

T.Rex


Sentado bajo la sombra de un árbol en el claro del bosque, me recupero de la larga caminata.
Dolor, sudor, cansancio y al final: sombra y aire fresco.
Y te das cuenta que no quieres nada más que esta libertad del esfuerzo y el reposo.
Sin rendir cuentas a nadie, sin medir el tiempo.
Cuando se mide el tiempo, se calculan las horas de hastío acumuladas y las futuras. Tengo un buen reloj; pero no lo miro cuando estoy aquí. Solo miro el cielo y las cosas que se arrastran y se mueven.
Cuando cierras los ojos en un placer, dejando que caiga el sudor por los párpados y el rostro, el tiempo deja de existir.
Entonces el sonido del planeta: el rumor de las hojas, el viento irrumpiendo en los oídos, el piar, los graznidos, los zumbidos de los insectos, animales que observan desde la espesura... Actúa como un tonificante, una estamina.
Es inevitable asumir que perteneces a la espesura, asumir la propia naturaleza olvidada.
Me pongo en pie y tomo un estrecho sendero, un camino hecho por animales, con el sonido del bosque vibrando en el vello de mis brazos.
Identifico en la distancia unos pasos y de forma instintiva hago los míos silenciosos.
Escrutar y acechar. Es algo tan viejo como la montaña.
Es un macho adulto, en torno a los treinta. Delgado, de paso relajado. Demasiado relajado.
Nadie debería relajarse, excepto cuando estás a cielo abierto.
En el bosque somos muchas las bestias. Es un fallo recurrente.
Escucha música, lleva auriculares. ¿Quién puede preferir la música al concierto de vida que es la montaña? ¿Es por miedo a lo que oyen y no ven? ¿O es que miden el tiempo por canciones? ¿Cómo se puede sacrificar la maravillosa soledad de la naturaleza con una vulgar música?
Dejo de ser cuidadoso y acelero el paso.
Cuando escuchan música, no se dan cuenta de la muerte hasta que les entra por los ojos y les roba la fuerza del corazón y los pulmones.
En el momento en el que saco el cuchillo de la cintura del pantalón y cierro el puño en él, siento que soy más, que soy antiguo. Que soy lo que murió hace miles de años.
Si no escuchara música, se hubiera dado cuenta de que los pájaros han dejado de piar. Ellos saben, ellos conocen cuando es el momento de la caza.
Llego hasta él y le clavo la hoja bajo la mochila. He atravesado el riñón, lo noto por la facilidad con la que ha entrado de repente el acero.
Las vísceras son como una bolsa de vacío en el cuerpo.
Cuando has matado a unos cuantos, encuentras la lógica de todo.
Apenas puede gritar, cuando se ha girado con gesto de sorpresa, le he clavado de nuevo el cuchillo en el cuello, en el lateral derecho. Y lo he sostenido firme observando sus ojos mirarme asombrado y tembloroso.
Me gusta sentir la muerte, es como una descarga eléctrica suave que va de mi mano, por el cuchillo y luego entra en la carne ajena y en su sangre.
Cae al suelo y asesto otra puñalada en el pecho que apenas hace nada, ya que las costillas son un fabuloso escudo que protege al corazón. Clavo en el estómago, el vientre y en los muslos. En los muslos, si tienes suerte, puedes trinchar la femoral y todo es más rápido.
Se ha quedado inmóvil, con la boca abierta en un gesto de dolor y miedo, los ojos aún brillan aunque están muertos. Su rostro está salpicado de gotas de su propia sangre. Uno de los auriculares sigue en su oído y el otro emite un ruidito agudo que no me gusta.
No sé que hora debe ser, es algún momento de la tarde, la luz es amable.
Limpio el cuchillo en su ropa, saco de la mochila la cantimplora y doy un buen trago para recuperar el aliento. Matar es un ejercicio explosivo.
Me hubiera gustado que fuera mujer, estoy caliente. La hubiera follado una vez muerta, cuando aún está elástico y templado el cuerpo. No soy necrofílico; pero violar a una mujer viva requiere mucho tiempo y esfuerzo, demasiado ruido. Sé muy bien lo que digo, veinte años como cazador me acreditan como experto.
Antes de que me tocara la lotería, trabajaba como impresor. Mi vida era triste y gris como una pegajosa tinta que me impregnaba la piel y el ánimo.
Y no puedes permitirte que algo falle cuando la libertad está en juego.
Hace dos semanas casi decapito a una madura de unos cincuenta. Su vagina estaba seca, así que escupí para lubricarla y me corrí en ella.
Aún figura como desaparecida, lo dicen las noticias. La oculté muy bien en la profundidad del bosque. Lejos de cualquier camino para que la fetidez de su cuerpo en descomposición no llamara la atención de ningún excursionista.
No tengo ningún interés en ver los restos de mis presas. No soy sentimental y no me llevo nada de ellos, salvo si tienen tabaco o dinero en efectivo.
Porque el dinero, fuera de la naturaleza es un medio necesario para la subsistencia. Y nunca se tiene suficiente.
Arrastro el cadáver entre las espesura hasta que siento que estoy agotado.
Camino de vuelta tranquilo, con los ojos entrecerrados por el rumor del bosque, una brisa suave que mece dulcemente las ramas de los árboles.
Incluso se escuchan lejanos truenos.
Es perfecto.
Ya no recuerdo en que momento del año pasado; pero cacé un matrimonio con dos hijas pequeñas. Acuchillé en la nuca al padre que murió en el acto, a la madre le clavé el cuchillo en uno de sus pechos, pero las malditas costillas la protegieron. Tuve que rajarle el vientre y luego el cuello. Las niñas durante los segundos que duró la caza, se quedaron llorando ante mí y sus padres. Les corté el cuello rápidamente. Apenas hicieron nada para evitarlo. Siempre me despierta cierta ternura la caza de las crías. No es ético cazar animales tan jóvenes; pero me es imposible privarme de un placer.
Es entonces, ante la inmovilidad del pánico que paraliza a las presas, cuando te das cuenta de tu poder, de tu absoluta posición en la naturaleza como depredador rey.
La vanidad es un premio que paladeo con delectación.
Soy vanidoso.
Pero sobre todo libre.
Absolutamente libre y salvaje.
Ahora me queda un buen trecho de camino para volver a casa; pero me siento bien, es un día hermoso y mi corazón late a buen ritmo, aún agitado por el frenesí de dar muerte.
Soy un tiranosaurio fuera de tiempo, fuera de lugar, fuera de la moral y la piedad.
Soy un T. Rex que ha usurpado el cuerpo de un hombre.
Es pura vanidad y orgullo.




Iconoclasta