Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
12 de julio de 2020
No me puedo quejar
No me puedo quejar, he hecho cosas por las que no he pagado y follado a quien amaba.
He salvado la vida en muchas ocasiones y ganado el suficiente dinero para satisfacer mi vanidad.
He sido esclavo; pero jamás he respetado al amo y lo he engañado.
Y cuando era obligatorio rezar, de pequeño movía los labios sin pronunciar, sin creer. Masticaba aquella hostia insípida y blasfemaba como los mayores con mis primeros cigarros a escondidas.
Me fascinó la pornografía y luego me aburrió, como los videojuegos y las grandes obras de la literatura universal que son afines a la ideología que ha hecho de la sociedad en la que habito, un vertedero de gente sin cerebro y serviles hasta la vergüenza ajena.
Y ahora que he hecho todo lo bueno y malo que me ha sido posible, soy un hombre incrédulo con una imaginación desbordada.
Un hombre que no se niega ningún placer, porque de morir no me libro y no hay premios allá donde no hay nada.
Un hombre que odia este tiempo y lugar en el que ha vivido y se siente ufano de ser feroz e impío de pensamiento y letras con los rebaños de humanos que le rodean y roban el aire y el espacio.
Un hombre con un hijo que sabe despreciar (como su padre lo educó) toda ley y toda tradición que son los grandes cepos de la libertad, la imaginación y el saber. Y sin embargo, sobrevive y consigue lo que pretende en este muladar que nos encontramos al nacer.
Soy un hombre que sabe más que dios y si pudiera, mortal como un césar loco. No me puedo quejar.
Soy un hombre fuera de lugar y tiempo. No ha sido accidental, ha sido mi voluntad, mis cojones. No me puedo quejar.
Soy un hombre que ha dejado miles de pensamientos plasmados en tres dimensiones, táctiles y legibles en el planeta; y nadie ha podido evitarlo. No me puedo quejar.
No ha sido duro ser hombre, ha sido fascinante poder mantenerme libre y al margen de la moral de una sociedad podrida y abyecta.
Algún idiota sin cerebro y con toda probabilidad, algún miembro destacado de esta sociedad dijo: no hay mal que cien años dure.
Y una mierda, el mal es eterno como un cáncer que no acaba de comerse nunca al enfermo hasta denigrar su cuerpo y su dignidad; son las reses humanas las que mueren en y con el mal.
El mal (la sociedad grupal y tribal, la que usurpa y degrada la creación del individuo) es eterno y permanecerá cuando yo muera. No me puedo quejar.
Que se jodan los que queden vivos.
Iconoclasta
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