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24 de septiembre de 2024

lp--Repoblación e islamización del Occidente Consumista (seudodemocrático)--ic


No sé cómo serán las inteligencias artificiales de pago; pero las gratuitas de los portales y buscadores son pura infantilidad para cerebros blandito; sólo aptas para los aquejados de ese infantilismo atroz y su ignorancia: los woke que ven en la abeja Maya un elemento de gran carga sensual y sexual.

Toda imagen que pidas que dibuje la inteligencia oficial de los portales colaboradores con los estalinismos penitenciarios homosexuales clima-sanitarios del Occidente Consumista y seudodemocrático, serán primero mogijaterías tierno-infantiles. Es un horror, un insulto a la inteligencia de los humanos adultos y con cerebro operativo.

Voy a mantener a esa mierda de inteligencia artificial fascista y censurada lejos de mis ojos.

Esta inteligencia artificial es una parte de la liturgia y catequesis del estalinismo surgido con el coronavirus, un fascismo eclesiástico y doctrinal. Y un gran éxito entre las sociedades decadentes y degradadas de los países volcados a tal fascismo, como toda Europa, por ejemplo. Los jerarcas fascistas estalinistas predican constantemente sus homilías de bondad, paz y obediencia al estado/dios protector del coronavirus y futuras pandemias en espera de decreto.

Es la nueva iglesia de las cobardes sociedades occidentales consumistas, seudodemocráticas sin rubor. Una iglesia regida por obispos corruptos y codiciosos; telepredicadores de maneras y retóricas mafiosas.

Las viejas y degradadas Europa y España (como muestra de degradación tipo) ostentan una población cobarde y decadente, dependiente de los decretos salvadores que dictan los jerarcas como corruptos obispos.

Ahora, a finales del 2024, la población occidental consumista de las viejas y gastadas pseudodemocracias se encuentra en el momento más peligroso y decisivo que ha conocido la humanidad jamás: la masa poblacional o casta paria asalariada va a perder vía decreto de bondad de la iglesia estalinista, todo ápice de libertad y el acceso al conocimiento y la historia real. El oscurantismo y su censura es una peste que emerge de las aguas fecales subterráneas de las ciudades para invadir todos los pulmones y cerebros de la gente que vive verticalmente en sus costosas madrigueras pequeñas e insalubres.

El plan maestro del actual estalinismo homosexual carcelario surgido con el coronavirus se ha iniciado. Sus sociedades occidentales han envejecido y apenas se reproducen. Y todo estado obtiene su riqueza (sus jerarcas) de los contribuyentes, cuantos más contribuyentes no pensionistas tienen, mayor es el poder económico de los líderes estalinistas. Es la razón por la que están importando para sus naciones esclavos africanos que trabajarán por una cuarta parte del jornal que cobran los asalariados nativos. Y por religión y tradición se reproducirán ratonilmente aportando nuevas generaciones de votantes contribuyentes a sus desgastadas pseudodemocracias.

En su mayoría son musulmanes, una sociedad religiosa que obedece y acata todo credo y decreto de sus dictadores sacerdotes. El fanatismo de los musulmanes y su ansia de islamizar el mundo no es un secreto para nadie. Y los jerarcas estalinistas de las pseudodemocracias estalinistas del Occidente Consumista, ven en los musulmanes (debidamente surtidos de mezquitas y dinero) un raza ideal para obedecer al estado y de explotación barata, puesto que ya está amaestrada en la obediencia y la fe en el estado.

Es por ello por lo que se hace por parte del maleable y vacío progresado woke (eminentemente homosexual y con buenas tragaderas para la pederastia) una continua catequesis de admiración por los musulmanes y su religión. Y como es lógico, los estados occidentales estalinistas del coronavirus trabajan con afán mediante prensa, redes sociales y televisión en crear en su población la fobia del antisemitismo, el odio hacia Israel y los judíos en general para contentar y apaciguar a sus nuevos esclavos moros que serán fuente de riqueza para el “obispado” estalinista homosexual.

Por supuesto, hay que hacer notar, que las ONGs son hoy las traficantes y comerciantes de esclavos junto con los ministros de asuntos exteriores e interior de estos estalinismos carcelarios homosexuales.

Y bueno, en lo que respecta al cacareado “cambio climático”, no deja de ser una simple maniobra propagandística (y negocio tipo bozal: mascarilla en exteriores e interiores) para ocultar la gran carnicería que se avecina en el Occidente Consumista con la islamización que se está llevando a cabo mediante la citada importación o compra de los esclavos y reproductores musulmanes (acogida o refugio en el argot diplomático estalinista homosexual carcelero). Los decadentes nativos del Occidente Consumista con un goteo constante han empezado a morir por los puñales musulmanes en su propio país y es sólo el aperitivo de la gran masacre que se avecina; que a su vez y con toda probabilidad, arrastrará a una gran guerra civil global entre el estado/dios estalinista, el islam y la población “infiel” consumista.

Pudiera parecer una conspiración surgida de la ciencia ficción o la paranoia; pero no consigo ver la ciencia ni paranoia en ningún aspecto, sólo veo hechos, la historia y la actualidad reciente.

Ojalá pudiera afirmar que esto es un relato distópico de un estalinismo woke carcelero homosexual, lo escribiría con una sonrisa.

Aunque ahora sonrío; pero por astucia y no por lo divertido.

Porque maldita la gracia, que ha tenido hasta ahora.



Iconoclasta

 

23 de junio de 2020

La verbena de San Juan


Esta noche de nuevo se celebrará la verbena de San Juan: petardos, hogueras, bailes y embriaguez.
Los más afortunados o con más dinero para gastar, una mamada o un mal polvo en el coche.
Bueno, lo de la embriaguez es cotidiano.
Se celebra el solsticio de verano, una fiesta pagana que la iglesia católica enmascaró con la onomástica de San Juan. No importa, sea cual sea el origen de la celebración, festejar con fuego y pirotecnia es bueno.
Hay una violencia obvia en las hogueras y petardos.
Un deseo de reventar con pólvora e incinerar lo cotidiano, lo esclavizador.
Al menos para mí, que no creo en paganías ni santerías.
Las verbenas de fuego son las válvulas de seguridad programadas por los gobiernos desde el primer contrato social de la historia: “Tú me pagas una parte importante de lo que ganes y yo te administro, te rijo, te dejo vivir y te protejo”.
Solo se cumple la primera parte del contrato la que hace mención al pago del jerarca de turno. Todo lo demás es mentira, robo y abuso.
Tiene sentido que los que pagan sientan necesidad de hacer arder y explotar todo lo que se les permita una noche al año.
Los antiguos paganos celebraban y daban las gracias a sus dioses estivales, una forma de conducir el malestar de la frustración y el robo de los frutos del trabajo hacia lo divino.
Lo cierto es que la verbena tiene su esencia en la violencia, en su control. Aunque dado el declive de la especie humana, se ha convertido en una celebración infantil y pueril; porque los esclavos no son conscientes de serlo.
Por ello, o se regala a la chusma unas horas anuales para ejercer una metafórica y controlada violencia, o los jerarcas corren el riesgo de perder sus riquezas y la vida.
Sean católicas o paganas, las verbenas tienen el único fin de proteger la estabilidad del poder: los amos dan permiso a los perros para que salgan a cagar y mear.
Hay que dar salida toda esa presión de la mediocre vida de los trabajadores.
El fuego no purifica nada, solo quema, carboniza en las hogueras verbeneras las frustraciones de los humanos convertidos en vacas y borregos. Lo de la purificación es un cuento infantil y sentimentaloide de los estafadores que gobiernan.
No me dejaron siempre; pero yo quería quemar los libros del colegio, de esa prisión a la que me obligaban a ir todos los días. La verbena marcaba el fin del curso, de los profesores malos y aburridos. Del hastío de estar siempre amenazado en clase: no hables, no te muevas, pide permiso para ir a mear. Amenazas y castigos.
Me gustaría volver al pasado siendo hombre y decirle a un profesor: “Castígame, cabrón”.
Sin los petardos y sus violentas y expansivas explosiones, con toda probabilidad me hubiera convertido en un asesino. Cada petardo que hacía -y aún hoy- hago explotar, imaginaba que era una bomba que les arrancaba la cabeza a aquellos malos profesores, rectos, severos y aburridos como una mierda al sol. Una bomba que hacía explotar en mil pedazos el puto colegio.
Nunca se me ocurrió pensar en Juan o en el dios sol de mierda.
En las hogueras metíamos botellas de vidrio, uralita, petardos sin mecha, pilas… Todo aquello que pudiera explotar y lanzar metralla.
Todas aquellas explosiones que a medida que crecía se hacían más violentas y peligrosas cada año, tenían el único fin de reventar en mil pedazos todo cuanto pudiera de aquella infancia y adolescencia mierdosa del oscurantismo escolar.
Enciendo la mecha de un petardo y sigo pensando en lo bueno que sería meterlo en la boca de alguien de quien se lo merece y lanzar su cadáver al fuego incinerador.
Solo hay algo incruento y dulce en la verbena de San Juan: la coca.
Por lo demás, no encuentro ningún tipo de alegría en ella, solo un rencor viejo como yo mismo.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

10 de junio de 2019

Banderas, patria y elegancia


Jamás podría estropear la intimidad e identidad de mi casa con una bandera, como hacen tantos patriotas en todo el mundo; luciendo en sus balcones, patios o ventanas el emblema de sus amos.
Yo no estropearía mi propiedad con semejante vulgaridad y muestra de sumisión o vasallaje.
Mi casa no es de mi país, ha dado la casualidad de que se encuentra en ese territorio administrativo, como mi nacimiento en ese territorio es también fortuita. Yo no pedí ni pude elegir donde me iban a parir, cojones.
No tengo orgullo patrio, solo amor propio. Mis cosas y yo tan solo estamos, sin más alegría y vanidad de lo que yo consigo independientemente de cuánto me quieren joder.
Mi propiedades, mis cosas son solo mías no pertenecen a ningún país de mierda. Mis paisanos son un efecto de esa aleatoriedad territorial que padezco. No son mejores personas por ser vecinos.
Doy gracias por no ser uno de esos pusilánimes que se sienten emocionados con himnos y banderas, como sumisos esclavos, alardeando de un territorio que solo les pertenece a sus amos y por el que irán a la guerra a morir si así se les ordena. Un país por el que son presos y explotados con mayor o menor grado de amabilidad o engaño.
Se lo creen de verdad. Que es su puto país…
Aunque si alguien cree en dios, se supone que acepta ser propiedad de alguien superior a él. Todo encaja.
Mierda…
Yo no pongo un mierdoso trapo en la ventana de mi casa, tengo elegancia.
Me parieron con tal grado de independencia que ya no recuerdo el rostro de mis padres.
Aunque me follaría a cualquier tía buena aunque estuviera envuelta en una bandera, incluso si fuera la congoleña. Incluso me gustaría dejar mi impronta seminal en ella, en las dos…
Ñam, ñam…




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

12 de septiembre de 2018

Superando a las vacas


Consiguen ser más vacas que las vacas, más rebaño, más mansas, más manejables, más predecibles, más sacrificadas y sacrificables; para luego comer mierda en cuchara de palo sin lijar. No hay ninguna razón o indicio a lo largo de la historia y de mis conocimientos de que no sea así.
Veo dentro de los rebaños de vacas de cuatro patas, reses solitarias que precisan distanciarse de las otras.
Millones de vacas de dos patas gritan enfervorecidas con puños en alto exactamente las mismas palabras. Todas las reses al mismo tiempo.
Los votantes son una manada sin vacas solitarias.
Es deprimente…
Porque las han asesinado, las vacas bobas iguales les han robado el aire a las pocas solitarias.
Lo gracioso es que gritan libertad al tiempo. No sabrían que hacer con ella si se la concediera su pastor, su amo.
Es la misma escena repetida a lo largo de los años, la misma turba que aupó al poder a Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Milosevic, Pinochet, Gandhi, Trump, Degaulle, Churchill…
Grandes asesinos que firmaron con la alegría festiva de las vacas bobas, la producción de millones de muertes de enemigos y adoradores. De gente con pensamiento libre.
La chusma, las vacas humanas cada treinta o cuarenta años precisan un nuevo pastor, un nuevo amo que les diga qué gritar y pensar. Que su dedo les indique el camino hacia una nueva puerta al matadero.
He visto a las vacas lamentar la muerte de su amo en un llanto cobarde, preguntándose: “¿Qué va a pasar ahora?”
La chusma son como los perros que viven en los tejados de las casas mexicanas: sienten terror a los grandes espacios, no saben que hacer ante tanto territorio.
Esa misma vacada llorona, continuará años adelante, mostrando su añoranza por su amo, reflexionando que con él se vivía mejor. A pesar de que se comía a sus hijos y asesinó a sus padres.
Vuelven las vacas a aupar otro pastor para que las guíe por el recto y claro camino del sacrificio; todos los millones de vacas bípedas a una sola voz sincronizada en distintos basureros humanos del planeta.
Está ocurriendo ahora, siempre ocurre en algún lugar.
Y es cíclico, periódico, inevitable, apestoso, un insulto a la libertad, la inteligencia y la dignidad.
Las vacas de dos patas, con banderas sobre sus lomos y puños en alto, tienen el inconfesable deseo de hacerse mártires ante su amo, por una aberrante consigna y conducir, si así se lo ordenan, con rostro sonriente a sus hijos a un campo de exterminio o entrenamiento. Es lo mismo, ambas cosas son mortales.
Cuanto más grande es el rebaño, más me alejo de la sociedad, más inhumano me torno. Más odio a las reses bípedas, más me ofenden. Más aborrezco su proximidad maloliente.
Lo que tiene más votos y más reses prevalece. La voluntad de las vacas es lo peor que pueda suceder.
Lo que elige la chusma es el error y la estupidez.
Es historia en estado puro. Lo dice mi experiencia y mi conocimiento, del que no puedo evadirme.
Me sobrevienen arcadas al imaginar que un día las coloridas vacas se me acerquen o me rodeen y deba pasar segundos entre ellas, como si fuera de su rebaño, como si me hubieran absorbido como la compresa a la sangre de la menstruación.
Es inconcebible mi pensamiento como vaca, es un insulto a mi dignidad, a mi inteligencia, a mi espíritu predador, vanidoso y egoísta.
Porque no soy un santo de mierda, no soy vaca bondadosa y obediente.
Donde hay millones de seres humanos gritando por la libertad, hay un tirano que les ofrece sus genitales para que lo acaricien como santo protector de sus vidas.
Lo que la gran mayoría exige o vota, es muerte, esclavitud, ignorancia y decadencia.
Millones de bocas no solo están equivocadas, si no que ni ellas mismas entienden lo que sus bocas mierdosas pronuncian.
No puedo abrir libros de historia o periódicos y ver a todas esa gente alzando los brazos hacia un iluminado o sacerdote para convertirlo en su único pastor y dios. No puedo abrirlos sin vomitar.
Es una pesadilla que se repite en el tiempo. Se repite solo a ojos de quien sabe leer y comprender, quien tiene cierta memoria histórica hacia la mediocridad, el engaño y la esclavitud de la ignorancia. Y por lo tanto ha aprendido a conocer a la papilla cerebral humana. E identifica sus movimientos de rebaño colectivo como lo peor para la libertad: encumbrar en el reinado de sus patéticas vidas a un rey zángano paria de su colmena.
A los becerros humanos les han enseñado de muy pequeñitos a ignorar su espacio vital de seguridad, condicionando su comportamiento por medio de festivales musicales y eventos culturales o lúdicos que los obliga a rozarse entre ellos. Hasta tal punto, que ya no distinguen su propia piel de las otras vacas que se rozan con ella. En dichos actos públicos, los que están más alejados no ven u oyen al cantante o protagonistas, solo perciben las vibraciones de la colonia y se sintonizan por efluvios químicos.
Una vez han sido condicionados a perder su intimidad, valentía y libertad, se convertirán en unos fervientes seguidores de toda manifestación, sea del signo que sea, que agrupe a muchas vacas de dos patas. Hasta que mueran de una forma u otra.
Las vacas de dos patas están castradas intelectualmente.
Los han habituado a vivir todo el tiempo cagando y paciendo unos al lado de los otros. Esnifando sus propios hedores orgánicos y robarse la respiración entre todos, bien apiñados en espacios abiertos, que convierten en prisiones.
Han dejado de ser libres desde muy pequeños, porque son hijos de esclavos. Y así, cuando crecen, sacrifican el tiempo libre de sus trabajos en encumbrar a idiotas con suerte o vendedores de mierda envuelta en paquetitos preciosos, como regalos.
Siento suciedad en mi piel cuando imagino que yo hubiera podido acabar como ellos: rozándome como una vaca sucia y mugiendo la misma consigna.
Es imposible que ocurra, soy único; pero me gustan las novelas y cuentos de terror.
Espero alcanzar a ver como su nuevo amo los convierte en abono para alimentar los prados; y que alguna meditabunda vaca solitaria, se alimente de ellos.
Hay que nacer servil, crédulo y con el cerebro podrido para dedicar el poco tiempo libre que deja la esclavitud y la prostitución, a aupar a un nuevo mesías, asesino o tirano.
Los libros están llenos de fotos de vacas desfilando con banderas y puños en alto, con alegría idiota en sus rostros al estar cerca de su amo. Quemando a otras vacas que no son de su color.
Otra vez…
Ha comenzado a repetirse de nuevo, estoy casi dentro de ello.
Y es fascinante ver la mierda reptar y moverse, es fascinante en su repulsión.
Como observar el pus rezumar al reventar un grano.
Otra vez…
En el fondo me gusta, toda esa vacada que muge lo mismo me hace más único, especial, libre… Me aleja de esta mierda de lugar en el que tuvieron a mal mis padres, concebirme y parirme.
Es algo que no puedo evitar reprocharles.
No puedo asimilar el amor a la “tierra”, porque las tierras son muy pequeñas para mi gran capacidad de libertad. Al contrario que a las vacas coloridas de lomos abanderados y puños en alto, mi conciencia se expande ilimitadamente y el planeta se convierte en una pequeña plaza de barrio abarrotada. Así de triste…
Tal vez soy hijo de serpientes, por eso odio a las vacas de dos patas. Por ello siento un asco infinito e inabarcable hacia las grandes concentraciones humanas. Carezco de empatía hacia ellos, los que gritan y ocupan grandes espacios haciéndolos angostos.
Miles de flamencos cagando sobre una pata en un lago africano…
Solo que son vacas cagando sin elegancia en asfalto y vertederos de basura.
En las sucias y opresivas ciudades granja.
Es imposible desarrollar una mínima simpatía por esa vacada gigantesca que grita libertad con un aro de acero apretándoles el cráneo y el cerebro si lo tuvieran.
Pobres…
Los electrocutarán y luego desangrarán en serie, como ha sido y será siempre.
No existen épocas sin vacas bobas y simplonas.
No existen épocas sin uno o varios pastores hijoputas.
De alguna forma, la masa humana precisa de algún mecanismo de autocontrol.
Un control de plagas temporizado.
Está ocurriendo, no ha dejado de ocurrir.
Otra vez.
Es igual que una película que emiten cada dos meses en la tele, solo que no tiene arte, no tiene gusto y su decorado es bostezante y sórdido en su mediocridad.
He visto una vaca mugir sola en el bosque, lejos de las otras.
Le sonrío, me gusta mi amiga preciosa.
Lo han conseguido, lo juro: son más vacas que las vacas.
Ya tocaba de nuevo.
Viví la muerte de un cabrón y estoy viviendo el nacimiento de veinte cerdos como el que murió, de millones de vacas como las que también murieron imponiendo su ignorancia y su necesidad de esclavitud.
La desproporción es desesperante, muere uno y nacen veinte, con sus millones de vacas con el rabo lleno de mierda.
Fascinante.
Que los jodan a todos y todas.
No hay drama alguno en las muertes de las vacas que son más que las vacas, porque renacen.
Puedes observar fotografías de setenta u ochenta años atrás y verás los mismos rostros e idénticas miradas bovinas que las de hoy.
Las vacas que son más que la vacas, al igual que el judío errante, están condenadas (aunque ellas no lo sepan) a lamer siempre los sucios pies de su amo.
No existe otra forma posible de vivir, las vacas que son más que las vacas dictan quien es su próximo amo. La vacas buscan el electrodo en la cabeza y el cuchillo en la garganta.
Cualquier otro concepto de sociedad, es imposible dado el carácter colonial e insectil de las reses coloridas y chillonas.
Estoy abandonado en este planeta-vertedero.



Iconoclasta