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22 de marzo de 2020

Deseos y necesidades


Te pienso y te necesito.
Te ansío más concretamente.
Te ansío y deseo besarte los cuatro labios.
Te deseo y se me pone dura, intento estrangular el flujo de sangre con el puño; pero sigo irremediablemente erecto. Me hechizaste en algún momento de los siglos.
Te adoro como diosa y me masturbo en un sacrificio de leche y carne.
Sin pudor, sin recato. Sin vergüenza…
Mis pornógrafas obscenidades son mi orgullo; mi privilegio de amarte.
Te amo y lloro por el semen que se enfría muriendo desamparado en mis pies.
Te sueño y deseo decirte todo esto al oído, como un susurro, como un roce de la pluma en el papel que erice tus pezones y haga dura la perla de tu divino coño.
Te sueño y no consigo emerger a la realidad.
Te necesito y es locura que anida en tu sexo rutilante.





Iconoclasta

13 de enero de 2020

La impúdica rama


Si fuera árbol, tal vez lo sea, no lo sé… Y tú caminaras con toda tu brutal sensualidad en la soledad y el desamparo de la fría noche, extendería mi impúdica rama preñada de deseo para atraparte, para llevarte a mi húmeda y desenfrenada oscuridad. Llenarte toda de mí en una blasfema comunión pagana. La hostia, mi semen humeante prendido como gotas de nácar en tu monte de Venus.
Y el agua del río formando un sereno canto de tragedia…
Cubrir toda tu piel, meterme en todo cuerpo por todos los huecos…
Un árbol-bestia rugiente, follándote carne y espíritu tan profundamente como el amor y su imposibilidad corren por mi savia.
Rasgarte vestiduras y lacerar tu piel hasta que tu gemido se convierta en suspiro y entre mis fuertes ramas, te vengas, te corras y maldigas mi pornográfico y terrible amor violento e impúdico. O tal vez, que mi corteza se abra sangrante con el rugiente acto de violarte.
Herirás hasta la sangre mis labios mordiéndolos con tanto deseo como puedo soñar… Ésta es mi voluntad, éste es mi sueño de humor espeso y blanquecino que mana de tu coño satisfecho en mi eterna oscuridad, con tu corazón latiendo entre mis ramas.
Y tu pensamiento, adueñándose de lo poco que queda del mío.
Al fin y al cabo, no tengo alma te la llevaste; la aspiraste con la primera mamada que me hiciste.
Y te necesito para tener algo de humanidad en esta soledad sin ti.
Tal vez sea un lobo, y tú una caperucita; pero te aseguro que no hay nada de infantil en ello.
Y la moraleja es tragedia de amarte.






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


7 de diciembre de 2019

Todo mi amor


Hola, mi amor.
Siento unos deseos agónicos de escribirte con letras presurosas y furiosas, como los trazos de un pintor arrebatado por la inspiración: Te quiero, te amo. Te amé siempre, te amaré hasta el fin de mi conciencia.
Cielo… Hay momentos en los que siento que el corazón está cansado más que enfermo: a veces pierdo un latido o dos y parece que la vida se detiene por unos segundos, entonces mantengo la respiración ante la posibilidad de que sea el momento de morir.
Estos fallos del corazón se deben a la presión de amarte, estoy seguro de que en mi vejez, si no te amara, no padecería esta cardiopatía.
No amarte solo sería posible si no existieras. ¿Comprendes la profunda angustia de las posibilidades? Porque prefiero que mi corazón se raje a que no existas.
Ocurre con la misma frecuencia con la que pienso en ti. Y se ha hecho tan habitual que ya no siento miedo, solo curiosidad.
Solo te amo a ti, no tengo a nadie más que amar.
Sé que quien ama a más de un ser, no padece tanto del corazón ya que tiene más oportunidades de librar el exceso de presión en más ocasiones.
¿Entiendes mi tragedia, amor? Sin ti siento que reviento y abrazado a ti también.
Lo único que temo cuando pierdo esos latidos al pensarte (como si fueras un cosmos alojado en mi mente) es al dolor, cuando sea definitivo el paro coronario. Y lo será; pero sé muy bien que cuando vas a morir, el dolor se retrae para dejar paso a la angustia de saber que con el último latido, se fue la esperanza de volver a sentir tu calidez.
No tengo a nadie más a quien amar, no quiero. Y además, no existe nadie remotamente parecida a ti. Es imposible que pueda amar a alguien más.
Ni siquiera como consuelo.
Como esos consuelos traidores e indignos que tanto se dan.
¿Cómo es posible amar a más de una persona con lo que duele amarte solo a ti? Los otros, los humanos, no son valientes; las posibilidades, pues, se reducen a cero.
Toda esa dispersión del amor es un acto inverosímil para mí.
Necesitaba escribírtelo, porque en este momento mi corazón no se siente bien en su lugar y parece desplazarse de mi pecho a la garganta que balbucea tu nombre durante un gélido paseo en noche de luna helada.
Así transcurre mi vida, mi amor, como en este instante de mortificantes micro infartos, amándote imprudente e inevitablemente.
No habrá un próximo final feliz, no es bueno no tenerte todas las horas, todos los días.
Sé que estas palabras pueden parecer decepcionantes y tristes, que no son motivo de sonrisa y paz, mi amor.
Pero si no te lo digo a ti, ¿a quién en toda esta soledad?
Bye, amor.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.



15 de noviembre de 2019

Distorsión invernal


El mundo se distorsiona en función del grosor del hielo que se forma en los ojos por las lágrimas al congelarse, son cosas de la temperatura que aunque sean simples y lógicas, cuando te las cuento adquieren un hermoso aire trágico.
No estoy loco, solo un poco triste de melancolía cuando pienso en tu calidez.
Te diría caminando cogidos de la mano, tranquilamente como aviones a reacción (me encantan las estelas de vaho que exhalamos en el aire frío), que por muchas distorsiones y refracciones que causen mis lágrimas con la luz, todo lo humano conserva con desesperante definición su mediocridad atávica cuando vago solo.
Sé que puede parecer repetitivo; pero… Si no te lo cuento a ti ¿a quién, cielo?
Pensarte me da paz y cobijo. Tu existencia me da un lugar higiénico cuando la vulgaridad me asfixia.
Estoy amargado a conciencia, alimento mis frustraciones y tristezas para no encajar entre ellos, entre los humanos. Una rebeldía inútil; pero absolutamente digna aunque me joda.
Solo necesito estar en ti, dentro de tu cuerpo, con las almas mezcladas en volutas que danzan perezosamente ingrávidas alrededor de los cuerpos jadeantes.
Porque el día que sienta que pertenezco a esta sociedad ya no seré digno de ti.
Sería terrible, amor. 
Que no te preocupen mis lágrimas congeladas, son mi volición, mi necesidad de ti.




Iconoclasta
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25 de octubre de 2019

Rescate


Si fueras la primera mujer, Eva, lamería tu hoja de parra hasta deshacerla en baba para llegar a tu coño y erizar con mi lengua dura, violadora y hambrienta tu clítoris; convertirlo en gelatina temblona.
No pretendo ser Adán. Soy un montaraz diablo.
Y no será necesario que muerdas la fruta prohibida, bastará con que te lleves mi rabo a la boca para ser rescatada de ese repugnante paraíso en el que te encerraron, amor.




Iconoclasta

23 de julio de 2019

Amarte es confuso


Ocurre a veces que llego cansado a cualquier lugar. El hecho de realizar el más leve movimiento me cansa. Me duele.
Es la biología, el cuerpo pide descansar de una vez por todas.
Pero es delito quedarse quieto, varado como una ballena en la playa.
Así que me meto el cansancio en el culo y me muevo.
Una vez he llegado al lugar, el cansancio desaparece con un cigarrillo y las primeras palabras que escribo en la libreta.
No irás a pensar que me olvido de ti. ¿Verdad, mi diosa?
He dicho cansado, no amnésico.
Lo cierto es que cuanto más me alejo de mi casa, más me acerco a ti.
Pudiera ser que confundiera cansancio con ansiedad.
A lo mejor, sueño sin darme cuenta con el rotundo abrazo que aplastará tus pechos contra el mío.
Pudiera ser que además de cansado, dolorido y ansioso; debiera concluir que estoy caliente.
Amarte es un maravilloso caos.
Bye, amor.




Iconoclasta
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1 de julio de 2019

Una bestia


No puedo evitar evocar mis dedos acariciando lo más profundo de tus muslos y esa magia que es caballo en mis venas: cuando los separas y tu coño se torna indefenso y lujurioso, cuando mis dedos extienden por tu piel la baba que dejas ir sintiéndote deseada y puta.
Y mi cochino glande dentro de ti, buscando con violencia más profundidad, follarte la mente, y más adentro…
Follarme a la diosa… Rendirle mi semen como sacrificio cruento, porque cada vez que escupo mi leche en tu piel, muero un poco.
Cuando tu coño derrama mi semen siento deseos de asesinar furioso y violento. Desciendo hacia una animalidad desbocada aferrándome a mí mismo.
No puedo evitar estrangular mi polla soñando que tu coño palpita hambriento ante mi boca.
Evocarte es escupir mi semen sin control. Adoro la bestia que hiciste de mí.
Un asomo de lujuria, un dolor de cojones, un infarto no definitivo.
Amarte y follarte… Deberían estudiarme en los colegios, para que los hijos de mediocres no lo sean.





Iconoclasta
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17 de junio de 2019

No la sueño


Jamás he soñado con ella, nunca la he besado mientras duermo.
Cuando duermo, no existe el mundo ni ella. Ni siquiera yo.
Todo es irreconocible.
Todas mis ilusiones, deseos, carencias y tristezas de amarla las vivo despierto, las sueño con los ojos abiertos desdoblando en dos hemisferios la realidad.
No puedo dejar de pensarla cuando soy consciente. Incluso temo irritarla a pesar de que mis divagaciones son mudas.
Así adquiere sentido que dormir sea un descanso tan necesario para la mente como para el cuerpo.
Debe ser por esto que mi cerebro rechaza el mundo al dormir; pero sobre todo a ella que consume tanta energía durante el día que lo deja exhausto. Y se protege negándola durante el sueño.
O se repone o se rompe de tanto amarte, cielo.
A veces consigo despertar del profundo coma de la noche para pensarla, preguntarme dónde estará, qué pensará. Y si al día siguiente habrá un momento de intimidad para susurrarle algunas palabras de amor.
Luego duermo profundamente un poco más tranquilo. Otras veces me es imposible cerrar los ojos a su presencia y fumo para cauterizar heridas internas de tristezas y ansias, hasta que los ojos se cierran solos y el cigarrillo hace crepitar dolorosamente la piel de mis dedos.
Nunca has sido parte de mis sueños, siempre has sido mi realidad.
No es alarde ¿sabes, cielo? Simplemente es algo que no puedo evitar, es algo que me ocurre, como una bendita enfermedad.
No sé si es más romántico soñarla; pero no puedo elegir.





Iconoclasta
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15 de junio de 2019

Amar en secreto

Amarte silenciosamente es lo mejor que me podía ocurrir.
Porque el amor no se deteriora cuando se mantiene secreto, en silencio.
Está a salvo de malentendidos y de mis vergonzosas limitaciones y carencias este amor que oculto y que guardo tan silenciosa y sigilosamente.
Nunca sabrá nadie la brutalidad de mi amor.
No lo pretendo; pero es una consecuencia lógica que este secreto te proteja de mí mismo y de mi existencia al no interferir con la tuya. Todo encaja ¿verdad, cielo?
Amarte silenciosa y caligráficamente es mi privilegio. Forma parte de mi escorada naturaleza.
No necesito tu permiso, ni compartir mis inquietudes y emociones con un amigo confidente.
Sé con certeza que cuando el amor deja de ser secreto, se autodestruye en cinco, cuatro, tres, dos… Estalla mediocremente, sin grandes aspavientos y ni cadáver deja para poder visitar su tumba y llorarlo al evocarlo.
Al evocarte a ti.
Sé de una forma natural, que ambos seremos felices con este amor, porque no sentiré la pesada carga al besarte, de no ser lo que me gustaría.
Sé que algo está deteriorado en mi cerebro.
La cuestión es que no hay remedio, ni lo quiero.
Es tarde, o tal vez, destiempo.
No es para ti esta carta, amada mía.
Es para este amor que palpita oscura y silenciosamente en mis sienes.
¿Te das cuenta de la trascendencia que amarte le da a mi vida? Gracias, mi amor.
La belleza de escribir solitariamente, de amarte sin límites ni gravedad. Poderosamente…
Es delirante, e incluso hace añicos el real concepto del amor.
Suelo romperlo todo, nací disconforme, enfadado con todo.
Así que escribo este secreto para dar peso, tamaño y tacto a este extraño amarte y situarlo como un jalón en mi historia.
Podrías pensar, si supieras de qué forma te amo, que estoy loco.
Claro que sí, no puedo rebatirlo; pero no ocurrirá. Moriré y nunca se sabrá, ni dolerá, ofenderá, ni asombrará.
Y lo mejor de todo, no me avergonzará jamás.
Temo al ridículo como al veneno.
Puedo reconocer mi locura porque este acto, estas palabras no me resultan extrañas. Son connaturales en mí por lo que soy y por lo que sé.
En otro momento, te escribiré de nuevo, no puedo olvidarte, cielo.
Te follaría ahora mismo, con la pluma en la mano…





Iconoclasta
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30 de mayo de 2019

Mi vértigo


No.
Amarte no es amable.
No siento esos deliciosos cosquilleos en ninguna parte de mi puto cuerpo.
Siento unas náuseas que hacen mierda mi ánimo.
Es el vértigo de la distancia. Y el tiempo…
La distancia planetaria insalvable que marca un rumbo jalonado de deseos a años luz.
Del tiempo que se me escapa de los dedos como una medusa. Hiriente…
Vomito porque por cada segundo que pasa estoy más cerca de la tumba y más lejos de ti.
Pienso que si algún dios existiera, sería una puta amargada y usurera, con su entrepierna apestando a mierda. Envidiosa, rabiosa, puerca…
Soy un degenerado que mete las manos en su propio vómito y lo acoge en su pecho como prueba de amor.
Solo así soy capaz de soportar las toxinas del amor, vomitándolo.
Me envenenas haciéndome hombre, mujer.
Amada mía…
Tengo una vida sórdida y un amor trascendental.
Mejor con náuseas que sin ti en algún lugar del universo.
Eres mi vértigo, la que me arranca de la mediocridad y hace que valga la pena vivir en el lado oscuro y sórdido del amor.






Iconoclasta
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4 de mayo de 2019

El tiempo confundido


Hay días que no podría distinguir si es otoño o primavera.
Como si en algún momento el tiempo se hubiera confundido en su avance y me hubiera colocado en una diapositiva pasada. Pienso en este instante, en la gracia que ha tenido hacerse viejo, aunque solo sea unas semanas, para volver al mismo momento que viví en el pasado.
¿Soy un viajero del tiempo? ¿Tengo un vuelo reservado en Aerolíneas del Tiempo Quedo?
Solo soy un viejo con demasiada imaginación.
Un viejo que no está cansado por culpa de una genética desproporcionadamente fuerte. Tal vez soy yo el que perturbo el orden del tiempo y del planeta y sus estaciones.
Y las mías… Soy mi propio daño colateral
Es tan hermoso estar solo entre las montañas bajo la lluvia. Nadie pasea ahora.
Soy el último hombre vivo…
En serio ¿es otoño o primavera?
A mi picha no le importa. Se excita con los días grises y lluviosos que dictan recogimiento e intimidad. Y follarla mil veces en la casa con la lluvia golpeando las ventanas.
Me acomodo los genitales a la dureza que palpita y sigo caminando en el tiempo, o tal vez atravesándolo mientras está confuso y detenido buscando su dirección correcta.
Alguien habló alguna vez de la relatividad del tiempo.
Yo digo que tiene sus momentos de estupidez, como todas las cosas que viven.
Yo digo que soy viejo para ser tan fuerte. Lo cual quiere decir que aún me espera más dolor.
No es pesimismo, es sabiduría. Demasiada vida.
A veces pienso que he desaprovechado algunos momentos en los que podría haber muerto.
Una vez escribí que hay tanto tiempo, que nos falta vida.
Ahora digo que si estuviera follándola, no pensaría en tiempo y vida.
Tal vez, por favor… Que el tiempo se vuelva a confundir y me coloque en una diapositiva con ella. Dentro de ella.
Demasiada imaginación, me lamento. Demasiada fuerza…
El poco futuro que me queda, no será un remanso de paz.
Mierda…




Iconoclasta
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2 de enero de 2019

Oscuridades


Hay oscuridades en mi mente, secretos que guardo celosamente de la traidora luz, de los falsos colores que confunden la envidia con el deseo y compartir la vida con la cobardía a la soledad.
En verdad Yo os digo: envidiosa y cobarde es la luz que refleja la humanidad.
Tengo obscenidades ocultas envueltas en amor y ternura, como moléculas indisociables. Si intentas separar alguno de los componentes, se desintegrarán y se perderá todo lo que son y lo que podrían ser.
No son vergüenzas mis oscuridades, son vanidades.
Mis tesoros a salvo de mediocres. Aunque a veces un glande húmedo, inquieto y palpitante temo que me delate. 
Mi indecente y oscura debilidad…
No creo en dioses, iluminados y líderes. Solo creo en mis palpables penumbras, húmedas, duras, crueles, adultas y sexuales que marcan mi naturaleza.
Obscenos y dichosos secretos…
¿Ternura? Los cachorros de perros son tiernos y las patatas bien cocidas.
Yo solo soy oscuridad y deseo. Nací en un tiempo que no me corresponde; pero no es mi error.





Iconoclasta
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6 de agosto de 2018

La lluvia sin ti


No puedo evitar pensarte y desear que estuvieras conmigo viendo caer la lluvia bajo el parasol del café.
Soy malo, mi amor. Sé que eres un animal de luz, de sol y templanza.
No puedo evitar pensarte en tenerte bella y mía cuando la melancolía del planeta me aplasta. Soy vanidoso y te quiero hasta un nivel suicida.
Podrías considerar que soy malo por ello, por ignorar que la lluvia te deprimiría; pero es solo un sueño mío, una ilusión contigo.
No permitiría que la lluvia te molestara, que el frío te hiciera padecer.
No puedo evitar pensarte en todo momento, eso es todo.
Es la tragedia de amar el planeta en todas sus estaciones, y en todas sin ti.
Perdona, cielo.
Yo solo quisiera que lloviera para poder protegerte. Soy un maldito pragmático con inopinados ataques de un romanticismo antiguo como la tierra.




Iconoclasta
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2 de agosto de 2018

Mi ángel perverso



Apareces en mis mediodías y en cualquier momento como un fascinante ángel perverso.  Y sé que sabes con precisión adónde me arrastras y lo que me obligas a sentir.
Y todo el amor y el deseo que siento por ti, no te excusan: eres hermosamente culpable de ser mi (mía) perdición.
Perdición porque alteras mi mente y mi organismo con la engañosa simpleza de un “te adoro”, con un “delicia”, con un dragón y una guerrera cimeriana de cuentos de rol… Y luego, quedo abandonado a mí mismo, solo de nuevo; con tu rostro de eterna belleza flotando en un limbo místico-eléctrico.
Mi ángel perverso de piel lamible, de labios (los cuatro) que mordería insaciable.
Y sin dejar de pensarte, cada bocado de mi solitaria comida constituye la metáfora del hambre y el deseo de ti.
En ese instante eterno y mortificante, algo bajo mi vientre y entre los muslos se expande como un doloroso universo, con la misma proporción con la que aceleras mi corazón que parece escapar de mí a través del pecho para refugiarse en ti, en tus pechos, en tu piel, en tu esencia misma.
Me dueles, me duele. Ahí abajo, ahí adentro…
Eres y estás en el fruto carnoso que sostengo en mi mano. La mano que fría y húmeda de ti, se aferra a un pene encabritado como a una tabla de salvación en el Mar de los Naufragios de los Ausentes.
Eres mi caos que unas veces me arrastra a su tristeza, a su dolor, a su risa, a su hastío, a sus palabras, a sus muslos húmedos, a su amor…
Y en la vorágine caótica, el puño me estrangula a mí mismo bajo el pantalón encharcado. Y golpes desesperados, secos, precisos y verticales con la fuerza del deseo, obligan a que brote el semen hirviente que ahora se escurre entre mis dedos. Como si hubiera eyaculado mi alma en tu piel, en tu boca, en tus manos…
Siento que quiero gritar cuando el semen se enfría derramándose por los testículos y gotea cansado. Cansados él y yo…
Gritaría lo que te amo alzando mis manos cubiertas y pringadas de tu caos hacia tu rostro. Bramarte furioso: ¿Ves lo que haces de mí?
El jugo de la sandía se desliza por la comisura de mis labios hacia el cuello, por el pecho, hacia el pubis, hacia a ti.
Y se crea en el universo un fundido de negra tristeza de no estar en ti ahora y aquí.
Como la más triste y desesperanzadora película.
Adiós, mi bello ángel perverso.





Iconoclasta
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9 de julio de 2018

Doler tanto


Nada duele tanto como no tener lo que amas.
Nada duele tanto como ser solo posibilidad.
Nada duele tanto como ser ilusión y morir siéndolo.
Nada duele tanto como un abrazo vacío y un beso que se deshace en el aire.
Nada duele tanto como oírla y no acariciar su piel de oscuro y terso bronce.
Nada duele tanto como el cortante y quirúrgico filo de amarte.
Nada duele tanto como de repente saber que murió, que no volverá.
Y sin todo ese dolor la vida no es posible.
Nada duele tanto como una lluvia sin ti.




Iconoclasta
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8 de junio de 2018

Una tormenta perfecta


Luce un sol de tarde fuerte, brillante. Y de repente, sin que disminuya la luz, se pone a llover.
Es bonito, crea cortinas de vapor en el aire y difumina las cosas mediocres haciéndolas difusamente interesantes: las personas y los edificios.
Pero enseguida dejo de pensar en lo infrecuente del fenómeno.
Pienso que si yo fuera clima, haría lo mismo contigo.
Te llovería en cualquier momento, en la claridad o en la oscuridad.
En tu piel toda, en tu boca y en tu coño.
Con lágrimas, con sudor, con saliva y con un semen ardiente y espeso como mi pensamiento.
Te anegaría toda de mí, te ahogaría con mi deseo y mi monstruoso amor.
Sería tu tempestad.
Siempre un clima trágico de amor y sexo.
Tormentoso…
El mundo se moja, el planeta es llovido y yo solo pienso en ti aunque mis ojos sigan los cadáveres hinchados que las sucias aguas arrastran.
Tú no sabes cuánto te quiero.
Soy tu tormenta perfecta.
Aun no entiendo como mi pluma puede escribir con tanta agua batiendo furiosa contra tu piel, que soy yo mismo.
Todos estos fluidos que derramo…
Sobre ti, dentro de ti.
Amén.



Iconoclasta
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9 de mayo de 2018

Una nube indecente

Como esa nube que sale tras la montaña, así quiero salir de entre tus piernas abiertas. O de tu boca que aún jadea el placer de un orgasmo ansiado.
Enroscarme en tus pezones duros y lloverlos con mi lengua ardiente, pesada, reptante…
Salir de ti como una nube satisfecha, que te ha arañado, besado, lamido, mordido, acariciado y anhelado los labios de tu coño y lo más íntimo de tus muslos.
Aparecer lentamente, de entre el temblor de tus muslos, con mi boca nebulosa llena aún de tu coño. De la baba del deseo que has derramado en mí, en mi rostro gaseoso. Mi rostro agotado de tanto desearte.
Soy tu lluvia y me has llovido…
Lluvia sobre lluvia…
Yo no soy la nube bonita que saluda al mundo y aparece para acariciar el verde de la montaña y sustentar a pájaros de primavera que pareciera que la saludan.
No soy la nube ufana y hermosa.
Soy la nube indecente que te ha follado, que se ha metido entre los labios de tu coño y te ha besado vertical y profundamente.
Que ha lanzado y clavado un puto rayo lácteo y ahora tu raja llora blanco.
Soy una tempestad de amor y obscenidad que habita en lo más sagrado que hay en ti: tu coño, la puerta dimensional por la que acceder a tu alma, a toda tú.
Yo no soy la nube bonita de algodón.
Soy la nube que te jode, que te desgarraría toda sin control, si perdiera la poca razón que me queda.
Solo quiero ser eso, cielo.
Una nube indecente que emerge vanidosa y satisfecha de entre tus divinos muslos voluptuosos.
Y luego no importa deshacerme en jirones, porque habré hecho lo que debía. Para lo que fui parido.
Veo el hermoso cielo, y no puedo evitar pensar en ti de la forma más íntima e indecente.
De la forma más desesperada.
¿Verdad que me entiendes, cielo?
Besos de algodón en tus cuatro labios divinos.





Iconoclasta
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5 de enero de 2018

El espíritu y la carne


Tengo un relajante dolor y una descarada de falta de pudor.
El dolor es de amor, siempre lo es.
La impudicia es una erección y un pensamiento de una obscenidad absoluta.
¿Cómo puedo conciliar la espiritualidad del dolor con la carne dura, obscena y goteante que está firmemente presa en mi puño violento?
Tal vez pienso demasiado, tal vez la amo demasiado e inútilmente y mi organismo conjura el dolor con un bálsamo blanco que escupo como una plegaria hirviente.
No sé… No quiero entender.
Me basta correrme con tristeza, me lleva a trascender más allá de esta mediocridad.
Lo sórdido es densidad, cuanto más humilla, más importancia adquiere la vida.
Un sacrificio lácteo, un deseo rojo en mi cerebro; como la sangre fuera de las venas.
No hay conciliación de soma y psique, soy demasiado absurdo.
Son reacciones lógicas a la monstruosidad de amar y desear sin consuelo.
Solo soy una consecuencia de mí mismo.




Iconoclasta
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11 de noviembre de 2017

En tu cabeza

No sé bien como escribir todas estas obscenidades que se me ocurren con tu mente. Porque seamos sinceros, si no tuvieras ese maravilloso pensamiento, tu belleza sería vacía y no te vería, serías invisible.
Soy absolutamente insensible a la banalidad.
Tengo sueños en los que te jodo revolcándonos en una tierra empapada de sangre fresca aún, parece aceite cálido y forma un barro suave. Es la sangre de los que no quiero, de los que no necesito conocer ni compartir nada. Es la sangre vacía, la que al pudrirse tiene la peculiaridad de ser el abono de la tierra, nada más. No es respetable.
Hay tantos litros de vulgaridad… Y por ello, estar dentro de ti es refugio.
Eres absolutamente táctil, al ser absolutamente visible. A tu alrededor el aire se hace elipse como si fueras planeta. Y reacciono en cuerpo y alma. Las erecciones que me haces sufrir no son funcionales, no son meramente instintivas.
Si fuera así, pensaría en la reproducción y el celo; pero no. Deseo estar en tu cabeza, dentro de tu pensamiento. Por tu coño acceder a él.
Sin hijos, sin instintos primarios.
Razonada, fría y obsesivamente amarte de fuera a dentro.
Y convertirme en parte de ti, que sea imposible separarnos sin cirugía neurológica.
¿Sabes por qué eyaculo en tu monte de Venus? Porque es obra de arte cuando extiendes mi semen con lasciva satisfacción, sin darte cuenta.
Y mis dedos sobre los tuyos, sintiéndonos en esa viscosidad que no dejamos enfriar. Que evaporamos con cada jadeo, colapsados de follar.
Mi dedo se apoya en tu clítoris aún pulsante, y cierras los muslos en un acto reflejo y tierno. Divertido… Me gusta que me llames cabrón con esa sonrisa, con ese cansancio sexual.
Porque sé que estoy dentro de ti, lo más profundamente que se puede estar.
Lo demuestra el café que tomamos a la mañana, comienza el día contigo, con pequeñas palabras tranquilas e intrascendentes. Con cómodos silencios.
Con tu sensualidad vestida con poca ropa, despeinados y despreocupados.
Estamos bien…
No.
Podríamos estarlo en un planeta que nos aceptara, que nos diera la gracia de permitirnos ser lo que deseamos.
Donde en la mesa hubiera dos cafés esperándonos al amanecer.




Iconoclasta

9 de septiembre de 2017

El más hermoso error


Eres un error, una equivocación del planeta.
Algo salió mal cuando te concibieron.
Sé lo que digo, porque siento un profundo malestar por la humanidad, un desprecio connatural desde el momento que nací. No puedo evocar a alguien que admire o ame entre tantos millones de seres muertos y vivos.
Deseo estar lejos de ellos y lo que tienen. Los rechazo como mi organismo lucha contra la enfermedad.
Eres un error, un accidente; porque pienso en ti constantemente.
Porque quiero estar cerca de ti, dentro de ti.
¿De dónde saliste, hermosa mujer? No puedo imaginar que salieras por un coño.
Tú brotaste perfecta, hermosa y completa en algún lugar secreto del planeta.
O en un lugar ignoto del cosmos.
Te parió la tierra secreta y oscuramente.
Yo, indiferente a la alegría y al dolor de la humanidad, te pienso, te sueño, te imagino. Río contigo porque me contagias, porque me apasionas.
Lloro contigo porque tu dolor son espinas que se clavan en mis ojos.
Eres el único error del planeta al que deseo besar, abrazar, follar...
Te amo tanto que te haría daño para llorar contigo, lo amo todo de ti.
Sentiría tu dolor de la misma forma que sentiría tu coño oprimir húmedo, pulsante y caliente mi verga.
Eres única, un azar irrepetible.
El último tesoro del mundo.
Me arrancaría trozos de piel para que lloraras por mí.
Por mi desdicha de no ser un error: desde que existes, todo es adocenado. Y me conviertes en vulgar a mí con tu extraña naturaleza.
Me haces anodino y pienso que no merezco amarte.
¿Y si realmente no te amo? Tal vez solo te ambiciono como un coleccionista obseso busca la pieza más valiosa.
Es solo semántica, amada rareza; un divagar filosófico de la volubilidad de la palabra. Porque el hecho es que te deseo con la potencia de mi cerebro, mi pensamiento y con el rabo duro hasta el dolor.
Tenía que ser tajante, porque la ambigüedad es la consecuencia de lo vulgar.
Ergo te amo, rareza.




Iconoclasta