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15 de julio de 2024

lp--Ilocalizable--ic


Pasan raudos los minutos, sin embargo las horas quedan flotando en la constelación de la muerte, donde no llega la luz y el pensamiento es ceniza en suspensión.

Donde ni siquiera hay oscuridad, la esperanza es innecesaria y el terror no necesita monstruos para hacer su trabajo.

No hay nada y soy nada.

El reloj marca el minuto cincuenta y nueve minutos de una hora que no se indica. Se rasga repentinamente el pensamiento como una tela vieja ¿con un dolor? No sé… Y los minutos retroceden para comenzar de nuevo a contar sin cumplir las horas.

Mis horas perdidas y abandonadas…

El reloj es mi primer recuerdo tras nacer antimateria.

Si no hay más cosas que yo ¿quién reparará el reloj?

O mi mente.

¿Dónde está el psiquiatra de lo ilocalizable? ¿Por dónde camina con sus electrodos fríos para activar mis horas y el cerebro?

¿Dónde hay un minuto de la alegría?

Sin espejo no sé si sonrío, no tengo conexión con mi rostro y las manos están desintegradas en algún vacío, ilocalizables también.

Quisiera que el diablo me llevara al infierno y su luz ardiente.

Y gritar, necesito gritar.

¿Y mi rostro? ¿Dónde está?

Me quiero morir. ¿Y cómo ocurrirá si no existo? ¿Se puede matar lo muerto otra vez?

Si esto fuera un útero oiría el sonido de las tripas de madre.

Si fuera un ataúd arañaría sus paredes.

Pero soy algo ilocalizable en el vacío. Y vacío.

No siento fatiga al respirar. Hubo un tiempo y un lugar que sí, aunque no sé cuándo ni dónde.

Tampoco siento la temperatura de la vida.

¿Y si estoy encerrado en la carcasa inútil de un imbécil catatónico?

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Un hombre con un maletín y un sobre en la mano apareció en el vestíbulo del hospital mental Los Santos y se acercó al mostrador de recepción.

–Buenos días, soy el doctor Luciano Ferrero, psiquiatra. El doctor Vega, me ha solicitado un informe de contraste como segunda opinión para la familia del paciente Marcos Tirado, un adulto de treinta y cinco años con Síndrome de Down que ha entrado en trance catatónico, parece ser que irreversible –explicó a la enfermera ofreciéndole el sobre.

–Sí, pobre chico… –suspiró leyendo rápidamente la autorización del Dr. Vega.

Con la carta en la mano tomó el teléfono y se puso en contacto con la jefa de enfermería.

–Enseguida, la jefa de enfermeras Isabel Molinero, le conducirá a la habitación de Marcos y le atenderá en todo cuanto necesite. Si le apetece, mientras llega, en el pasillo de la izquierda encontrará expendedoras de café y refrescos –le explicó solícita la enfermera.

–Muchas gracias, estoy bien.

Durante los cinco minutos que tardó en llegar la enfermera jefa, el doctor Luciano evocó la cabeza del doctor Vega bajo el escritorio de su consulta domiciliaria, separada dos metros de su cuerpo y el hacha clavada entre los omóplatos del cuerpo descabezado sin ser necesario. Si hubiera llegado unos minutos antes de que la esposa saliera con su hijo para llevarlo al colegio, habría tres cabezas en aquella casa de una urbanización de lujo. Deslizó el dedo índice sobre el cristal arañándolo.

Cuando el doctor Vega escribió de puño y letra la carta y la firmó, lo decapitó.

Observaba con disgusto el mediocre exterior del hospital a través de la mampara acristalada del vestíbulo, un pequeño estacionamiento y dos parterres escuálidos adornados con malas hierbas que lo delimitaban, cuando la enfermera jefa lo interrumpió para presentarse y ofrecerse de guía y ayuda.

Los locos no prestan atención al paisajismo y la decoración, siguió pensando entre las palabras de la enfermera.

–No va a ser necesario demasiado tiempo ni medios, señora Molinero. Con los informes del paciente que han realizado aquí hay más que suficiente para una segunda opinión. Realizaré la prueba habitual de daño neuronal y ausencia de actividad motora. De hecho, no podría hacer un informe mejor que ustedes, es simplemente un trámite para que la familia solicite la ayuda al estado. Dos psiquiatras diciendo lo mismo, es premio seguro.

A la enfermera le pareció desagradable ese sarcasmo; pero supo fingir una sonrisa de agradecimiento por la cortesía profesional respecto a la valía de los informes.

Ambos se dirigieron al ascensor para subir a planta.

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Una sonrisa burlona que parece rasgar la negritud desde algún lugar del vacío insondable lo inquieta.

Y golpea la nada para escapar, o cree golpear. Algo va peor que hace unos segundos.

Incluso cree existir en algún lugar, en algún momento.

Sentir terror es mejor que sentir nada. ¿Veredad?

Hay una presencia en algún lugar que antes no presentía.

¿Huele a putrefacción?

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–Buenos días, Marcos. ¿Cómo te encuentras hoy? -saludó con familiaridad la enfermera al paciente al entrar en la habitación seguida por el doctor Luciano.

Marcos Tirado era un hombre pequeño y rechoncho de manos obesas y dedos cortos, se encontraba de pie, inmóvil frente a la cama de cara a la puerta. La bata le cubría hasta las rodillas dejando a la vista unas piernas pálidas y átonas. Sus hombros tenían una acusada forma de capilla inclinada que provocaba tristeza.

Los ojos no se movían, nada en él se movía.

Estaba absolutamente vacío.

El doctor Luciano cerró la puerta tras de sí sacó una navaja de un bolsillo de la americana, amordazó con la mano la boca de Isabel y le cortó el cuello de izquierda a derecha sin apresurarse, manteniendo el cuello hacia atrás, manteniendo el tajo abierto. La sangre salpicó la cara y el pecho de Marcos que no manifestó reacción alguna, Tras unos segundos la enfermera dejó de zarandearse y luchar contra la mano que la amordazaba y se le doblaron las rodillas. La dejó caer y la cabeza al golpear el suelo produjo el apagado y anodino sonido de un melón.

Abrió el maletín y extrajo un par de ampollas inyectables de suxametonio con las que llenó una jeringuilla sobre dosificándola.

–Te llevaré a la “luz ardiente”, poeta. ¡Qué suerte has tenido de que anduviera cerca y te sacara rápido! Hay tiempos de espera de hasta tres meses pars reparar una mala encarnación. Ocurren fallos en la ejecución del destino de las almas… No es una disculpa, sólo una explicación. Te llevaré al infierno tal y como has deseado. La cuestión es que ya no te podemos usar para llenar otro cuerpo, estás manchado por la experiencia y jugarías con ventaja. Ese dios idiota… Siempre tengo que arreglar lo que él no sabe hacer.

Le clavó en el cuello la jeringuilla y presionó el émbolo hasta vaciarla.

Marcos no pestañeó, simplemente se derrumbó con el cuerpo rígido y dejó de respirar con los ojos abiertos, sólo una lágrima espontánea producto de la asfixia se deslizó de un ojo que rodó por la sien hasta caer al suelo. Murió asfixiado en un minuto y medio por la parálisis de los pulmones causada por la sobredosis de anestésico.

El doctor se arrodilló, tiró de la barbilla para abrirle la boca y acercándose al rostro, aspiró la última exhalación. Cuando se aspira un alma es mejor que se realice con cierta higiene, si surge entre bocanadas de sangre, por ejemplo, requiere más tiempo para captarla completa.

–Gracias por su inestimable ayuda, doctor Luciano Ferrero –dijo a nadie el doctor Luciano antes de cortarse el cuello con la navaja.

–Podría hacerse con menos muertes el mismo trabajo ¬-le decía inmaterialmente al alma ilocalizable que inmovilizaba envolviéndola con su sustancia –, pero ¿por qué negarse un placer? Y no debo dejar prueba de la existencia del diablo, sería un conocimiento demasiado trascendente para los monos humanos y no lo necesitan; le restaría naturalidad a sus estupideces viviendo en una constante angustia y precaución atisbando siempre a su alrededor, incluso sería malo para el correcto descanso del sueño. Es mejor que sólo crean en dios y se sientan a salvo, ¿verdad, mi ilocalizable amigo?

–Gritarás cuanto necesites en “el infierno y su luz ardiente”.

–Y unas disculpas de ese Dios marica. Siente mucho las molestias de tu encarnación truncada. Aunque… ¡Bah! No nos engañemos, ni siquiera sabe que existes.

Por otro lado cuesta demasiado trabajo fingir cordialidad con un nuevo condenado, las buenas formas siempre dan elegancia a un trabajo.



Iconoclasta


9 de diciembre de 2023

lp--Conciliar el alma con la carne--ic

El gran problema del cuerpo es el alma que lo humilla haciéndole creer que es un super cuerpo con superpoderes.

El alma es todo emotividad e ilusión. Espiritualidad sin descanso.

Pero la vía del dolor y el placer es la carne, siendo el dolor lo más habitual.

Calor, frío o indiferencia en el mejor de los casos.

Al no tener nervios el alma no conoce el dolor, ni el placer más que como poesía o ilusión para recrear tragedias y romances oníricos. Y como es el dolor lo que hace realmente notoria la vida y es el parásito pegado a la piel desde el nacimiento, el placer se queda en mera anécdota y una exaltación excelsa del alma de la reproducción, la cópula sexual.

Y así en toda situación, momento y lugar; con el deseo, la libertad y el planeta entero. Si le das libertad al alma convertirá tu vida en un falso paraíso aún que no eres cadáver.

He sido lo suficientemente hábil para domar el alma, hasta el punto de dudar si la tengo.

He amorrado mi alma contra mi sexo y el de mi puta para que tuviera un atisbo del acre y fuerte olor de los genitales, que no huelen a rosas o esencias divinas, sino a humores sexuales dulzones y picantes como el ácido olor de los restos de orina y su animalidad afrodisíaca. Como a mí me apasiona y excita, sin circunloquios de poetas con el alma escindida del cuerpo, ingenuos...

Mi alma es conocedora del agrio aroma a sudor de mi carne, la que como y follo. Y evoca su coño en toda su magnitud, fragancia, viscosidad, elasticidad y sabor, con el más obsceno pragmatismo y deseo animal.

Hace eones que mi espíritu aprendió de la carne y no la humilla con rebuscadas imágenes idílicas, extraterrenales aromas y gemidos de mitológicas posesiones.

Mi alma asume los jadeos animales de lucha, posesión y placer. Un cansancio acumulado de dolor y frustración que se diluyen por unos segundos con el semen mezclándose con su viscosidad en la cópula.

Y así, sin engaños, admiro con profunda emoción las cercanas y abruptas montañas y las nubes que las acarician masturbándolas.

Precioso...

Las amo por lo que son en realidad, sabiendo que caminando por ellas y sus nieblas, la muerte, el dolor y el cansancio se hacen posibilidad en mi alma como el frío y el deseo angustioso de encontrar refugio y sobrevivir.

No ser cazado, no caer y partirse las piernas o la cabeza dentro de esa bella foto que el alma en su ignorancia, juzgaba como el sumun de lo idílico.

Aprendí a amar y admirar a pesar de la verdad de la carne y su dolor, a pesar de las fantasías del alma ignorante y cándida.

Los reyes magos no existen; sólo importa su sabor aún en mi boca, la textura de sus endurecidos pezones o la agridulce baba de su coño.

Y mi rabo oliendo a ella...

Mi cuerpo es uno con el alma, sin remilgos y con la adecuada pasión y fuerza.

Ya no sé cuándo perdí la gracia de la ingenuidad. Y ahora amo lo bello a pesar del terror y el miedo que pueda prometer. Amo el sexo crudo como despertar con una ternura al lado de quien amo.

Amo a las hostiles montañas y sus nieblas que me dejan ciego.

Mi alma se hace vieja conmigo, íntimamente insertada en cada fibra muscular.

Moriremos juntos, sin fantasías.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

19 de noviembre de 2023

lp--Irremediablemente mortal--ic



No creo en mi alma, soy más del cerebro.

Lo cual, me hace irremediablemente mortal porque sólo las almas se reciclan en otra dimensión, en otro cuerpo, en algún paraíso, en el infierno o cuelgan como invisibles materias oscuras en el cosmos esperando algo que no llegará nunca.

Tampoco creo en vuestras almas. El vapor que desprende un cadáver carece de identidad.

Lo sé por el humo del tabaco que no habla y porque he visto muertos; como los seres que quise y se pudrieron sin más.

Es importante la palabra adecuada para que defina el preciso pensamiento.

La exacta tristeza.

El silencio define la ausencia de todo.

Un silencio es una muerte.

Una palabra exhalada o escrita es un pedazo de vida, tal vez de una longitud de dos segundos a lo sumo.

El vapor es un silencio sin boca ni manos, mi cerebro seco exactamente.

No es algo malo, tan solo es una tragedia más de nuestra tangibilidad.

Y el amor es la necesaria ilusión para desear la opacidad de la carne.

Aunque también el odio...

Pero mientras somos sólidos podemos elegir. Cada cual usa su carne según sus posibilidades, según su peso.

Según defina con exactitud o ambigüedad la comprensión de lo que le rodea.

Tengo un millón de razones para odiar antes de ser vapor.

Y sólo una para amar: tú.

Elijo el amor contigo y, tal vez, un día hacerme vapor deshilachándome con un pequeño calor entre tus dedos y en tu cabello cuando cubre mi rostro aislándome en ti.



Iconoclasta

13 de diciembre de 2021

Una misión sagrada


Dije que hay cosas que no tienen discusión, que no deben ser cuestionadas.

Hay afanes inquebrantables, misiones sagradas.

Un destino que yo creé, que yo mantengo vivo.

Si has pensado que tu cuerpo no será mío, no sabes lo que soy.

Si por un momento has pensado que toda esta acumulación de pensamientos, deseos y locuras son simples recursos literarios; estás perdidamente desorientada.

Tu alma sé que es mía, sé que te la he doblegado con amor. Tu cuerpo se resiste porque es palpable como el mundo.

Y la propiedad oculta de lo palpable es no creer hasta tocar. Porque el pensamiento está a años luz del músculo, la víscera, la piel y el hueso.

Divina es tu alma; pero tu cuerpo es mi burdel, no existe la retórica para tus pechos, para tu boca y vagina que son sima y precipicio.

La suerte está echada.

Alea jacta est, yo digo.

Y tu cuerpo será sometido como tu alma. ¡A mí!

Y acabará esa tristeza y la sensación de piel fría que deja. No buscarás un sol que te caliente, porque tu piel estará tan templada como hidratada por mis labios.

Y de la misma forma que las palabras de amor calan profundas en tus oídos y ojos, mi mano se arrastrará pesada y recia por tus rodillas hasta lo más íntimo del interior de tus muslos, allá donde mantienen un brillo húmedo.

¡Oh, dios! Tu coño…

No ocurrirá de otra manera.



Iconoclasta


20 de marzo de 2021

Las almas como alimento


Tú no lo puedes ver porque no has entrenado suficientemente la visión; pero en el aire flotan las almas de billones de muertos; es nuestro alimento más vital.

Y es por esto que cuando respiras agua te mueres; en el agua solo hay restos de cadáveres descompuestos. La mierda en la que se convierten los seres humanos.

Las almas no son buenas ni malas, si acaso tontas; porque no tienen vida. Son el vapor que emerge de la tierra. Son solo eso, alimento sutil y vital ese punto que nos hace humanos, un milímetro distintos de las ratas.

Antes pensaba que si comía veneno mi alma sería venenosa, me ilusionaba pensar que podría servir de algo al morir. Porque ya sabes cómo odio este lugar infecto donde me parieron, si no fuera por tu amor, esto sería mierda en bote de la buena.

Pero no es así, joder… No aportaría veneno a la humanidad porque la descomposición hace que los venenos se filtren al subsuelo y deja las almas limpias, como destiladas para que me entiendas.

Muchos no se lo pueden ni imaginar; pero han esnifado a sus hijos muertos, o a sus padres, a los que han asesinado, etc…

Quién iba a decirlo.

Es gracioso que al final, seamos caníbales de almas. Esos indios pendejos antropófagos no saben bien por dónde van los tiros y se comen la mierda pensando que se llevan el alma a su cerebro imbécil.

Las almas de los animales son solo para animales, las humanas no tienen ningún valor nutricional para ellos.

Y ahora, cielo, te he degollar. Estoy a falta de almas, siento como una anemia vital. Es por culpa del bozal, que al filtrar el aire me quita la alegría de vivir.

Una vez desangrada y muerta, te arrancaré los pezones a bocados, ya sabes lo mucho que me gustan. Te adoro.

¿Ves? De alguna forma tenía que conseguir tu belleza más íntima (que no está en tu coño, boba).

No lo sientas, cielo.

¿Te acuerdas cuando murió mi hijo en aquella montaña? Le arranqué el alma a cuchilladas, se la saqué por el puto corazón. Y lo tiré por un barranco, a una sima insondable.

No dolerá mucho, la navaja tiene un cuidado filo y además estaré contigo para que no te sientas sola. Aspirándote… ¡Ñam!




Iconoclasta

10 de enero de 2019

El alma de las cosas


El gato corretea eufórico por el estrecho balcón y él, divertido, se enciende un cigarro; porque hay que fumar para calentar los pulmones en una mañana tan fría.
Sonríe torcidamente, porque cuando hace calor también fuma.
En un momento de silencio escucha los sonidos que hace el aire con las cosas y observa la vieja fachada frente a él, una galería ruinosa que parece gemir su mísera antigüedad agitando un viejo plástico hecho jirones.
El gato observa una paloma con ansia predadora y él cree que el velo mísero que agita el aire es un alma en pena.
Todos tenemos cosas que hacer, que pensar.
Las almas de las cosas son esos velos rasgados azotados por el aire como festones de la decadencia, ignominia, vejez, abandono y muerte.
Velos de plásticos quemados por el tiempo y lonas corruptas que hacen sórdidos ruidos con sus sacudidas agónicas.
Ha habido muertes tras los velos de la miseria. Lo sabe porque al crepitar, lloran las vidas que hubo dentro hace eones ya.
Y piensa:

Yo soy cosa, lo sé porque mi alma cruje igual cuando la azota el aire, lo siento hasta en el tuétano de los huesos.
Lo sé porque soy una ruina, algo ajeno a los que me rodean.
Y sé que soy cosa, porque no siento pudor alguno por ser un plástico rasgado.
Qué más da que fuera de puto oro y seda, si ya estoy muerto…
Decoraciones aparte, ser algo y trascender como sea, siempre está bien.

El gato se pone en pie sobre sus cuartos traseros y le roza las piernas con sus suaves patas: quiere jugar. Y seguramente no le gusta el rumbo del pensamiento de su compañero humano.
Da una última calada al cigarro y tira la colilla a la calle con desdén.
El pelaje del animal se agita lleno de vida y color.
Y se siente mejor.
Para celebrarlo, ya en el calor de la casa, enciende otro cigarro para quemar alguna tristeza, alguna melancolía.
Lanza la pelota con cascabel, el gato la caza al vuelo tras dos rebotes chocando sonoramente contra la puerta del salón.
No es precisamente un ser delicado… Y sonríe, esta vez bien.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

13 de diciembre de 2018

Lo carnal y su degeneración


Sucumbimos a los más altos instintos en la vorágine carnal.
Como animales...
Lo carnal es hermoso y sublime.
E irremediablemente las almas se encontraron, se reconocieron y se lloraron la una a la otra en el cárnico encuentro.
Porque las almas habitan en la carne, en lo más profundo. En los intersticios de piel, carne y hueso.
No hay alma sin carne, no hay carne sin alma que no sea cadáver.
Follar es la absoluta comunión.
Solo que, en demasiadas ocasiones follamos carne errónea.
Y mientras vivimos, buscamos la carne correcta porque no hay otra cosa que hacer cuando hambre y sed se han saciado.
Como animales...
Y cuando sacas un billete para pagar la carne en una banal y vacía transacción, tus genitales segregan flemas incapaces de trascender y permear ningún tejido. Y los cerebros acaban oliendo a fracaso y frustración.
Como cadáveres…
Es por ello que cada día doblan las campanas sin descanso, por los millones de cadáveres que pululan la tierra.



Iconoclasta

5 de enero de 2018

El espíritu y la carne


Tengo un relajante dolor y una descarada de falta de pudor.
El dolor es de amor, siempre lo es.
La impudicia es una erección y un pensamiento de una obscenidad absoluta.
¿Cómo puedo conciliar la espiritualidad del dolor con la carne dura, obscena y goteante que está firmemente presa en mi puño violento?
Tal vez pienso demasiado, tal vez la amo demasiado e inútilmente y mi organismo conjura el dolor con un bálsamo blanco que escupo como una plegaria hirviente.
No sé… No quiero entender.
Me basta correrme con tristeza, me lleva a trascender más allá de esta mediocridad.
Lo sórdido es densidad, cuanto más humilla, más importancia adquiere la vida.
Un sacrificio lácteo, un deseo rojo en mi cerebro; como la sangre fuera de las venas.
No hay conciliación de soma y psique, soy demasiado absurdo.
Son reacciones lógicas a la monstruosidad de amar y desear sin consuelo.
Solo soy una consecuencia de mí mismo.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

26 de noviembre de 2017

El alma desmontable


Si existiera el alma en el cuerpo del ser humano, tal y como muchas religiones e individuos creen; de tal forma que efectivamente se pudiera separar del cuerpo; el alma iría a precio de perejil y el diablo no ofertaría importantes dones a cambio de esa miseria.
Sería todo tan poco romántico, que al sentarnos en el cagadero no habría disquisiciones teológicas de paraíso e infierno producidas por el estreñimiento, ya que la peña conocería muy de antemano su mediocre final.
Sigamos la lógica, si desmontas el alma del cuerpo, te queda un cuerpo vacío. Si el cuerpo está vacío, no hay humanidad y por lo tanto se puede usar sin ningún escrúpulo (matar un cuerpo no-humano no iría en contra de ninguna ley civil y religiosa) como almacén de repuestos para políticos y gente adinerada y con poder. O bien como abono de bonsáis, por ejemplo.
Respecto a las almas, se embotellarían (talmente como las hadas del videojuego La leyenda de Zelda) y con una barata manufacturación, servirían como ambientadores en casas, cines, burdeles y grandes almacenes.
Si el alma se disocia del cuerpo, nos convertimos en una cosa de carne y en un vapor que vuela libre y por lo tanto, susceptible de ser envasado.
Consideraos afortunados de que eso del alma sea un cuento. El cerebro es el que crea el pensamiento, las emociones, las bondades, las maldades y las ganas de follar. Es obvio que el cerebro es más funcional en algunos individuos que en otros; pero seas idiota o no, lo tienes.
Así que la espiritualidad y los excesos físicos de toda índole se han de practicar mientras haya cerebro. Esperar algo tras la descomposición del cerebro, sería tanto como creer que la virgen María quedó preñada por una paloma y que murió virgen, claro.
Si de verdad hubiera un alma desmontable, rezad para no acabar como ambientador o abono.
Ser absurdo es como contar un chiste: hace los largos minutos más entretenidos y llevaderos cuando no estás cagando.




Iconoclasta

25 de septiembre de 2017

Mi alma mortal


Si tuviera alma caería sonora y pesadamente al suelo, como una viga de hierro.
Mi pensamiento es tan denso y hostil que se convertiría en el agujero negro de las almas.
Si tuviera alma, me alegraría de morir. No sentiría esta indiferencia.
¿Cómo es posible que un órgano blando, débil y semisólido pueda crear este acero hiriente que es mi pensamiento? El que me hace cerrar los puños buscando el control de mí mismo.
Si tuviera alma, los dioses todos, no me mirarían a los ojos para no irritarme.
Porque un alma como la mía, libre del cuerpo sería genocidio.
El alma muere con el cerebro, tras el colapso del corazón.
No hay almas inmortales, tan solo pensamientos que trascienden más allá de su tiempo de vida: recuerdos en otros cerebros vivos.
Y si tuviera alma, mi amor, entendería que de verdad estaría a tu lado eternamente. Tranquila, cielo. Muerto el perro se acabó la rabia.
No importa mi hostilidad.
Amo de la misma forma que odio y desprecio: a un trillón de megavatios de potencia.
Soy un sol.
Escribiendo esto un cuervo grazna irritado haciendo coro con mi pensamiento, con mi alma mortal. No debe encontrar a una cuerva que follarse.
El mismo cuervo que me picotearía los ojos si ahora me muriera, intentando arrancar trocitos de mi alma muerta.
De mi cerebro hecho papilla.
No, si tuviera alma no sería algo etéreo al morir.
Sería un hierro, algo que aplasta.
Algo peligroso y absolutamente libre e impune.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

26 de junio de 2017

El alma arrugada


Ocurre sin motivo aparente, como una aleatoria reacción química: se desprende una lágrima que corre por la mejilla y desaparece en la comisura de los labios.
Es el roce de su caída por el rostro una caricia tierna e incomprensible que sacude una emoción profunda que me lleva a buscar oscuridad; pero cuando el sabor salado impregna la boca, convierte mi alma en un papel arrugado por un puño inmisericorde.
Y pienso, aunque no quiera, que hay infinitas razones para llorar. Tan solo dos o tres para no hacerlo.
El sabor de la melancolía, la tristeza y los dolores es salobre y no da consuelo.
Se nubla la vista porque esa lágrima provoca otra, y otra, y otra...
A veces se rompen muros de contención.
Hay días para un llanto de sereno dolor, de bella melancolía.
Y siento que soy papel arrugado, que un puño invisible se cierra en el corazón y sin querer, llevo la mano al pecho para mitigar algo que está demasiado profundo.
La mano hace lo que puede.
Pobre mano...
"¡Por favor, ya está bien, ya vale! ¿Qué ocurre? No es necesario esto", me digo mirando la penumbra a través de una nebulosa húmeda con ojos desenfocados.
No quiero verme a mí mismo, quisiera fundirme con la oscuridad y dejar de sentir.
No quiero ver las lágrimas.
Cada lágrima refleja muertes pasadas, cosas malas que ocurrieron y cosas hermosas que no ocurrirán.
Hay un niño reflejado, encerrado en una bola de cristal. Marchito por la sal de las lágrimas. Y sonríe, no sabe que murió.
Él nunca supo que habrían llantos traicioneros e imparables.
Riadas de pena...
Siento una ternura infinita por él, porque no sabía lo que iba a ocurrir. No podía imaginar tan pequeño, que habían tantas cosas imposibles.
Tantas malas personas...
Me parte el corazón verlo sonreír en su lágrima de cristal.
Yo no podía saber entonces...
Hay amores que se deslizan ahogados por el rostro.
Sueños ajados que tiñen de negro las lágrimas.
Las últimas llevan muerte, que es paz y descanso. Esperanza de que este llanto ya no puede durar demasiado.
No quiero que las vea el pequeño de la lágrima de cristal, que siga sonriendo.
Y por fin, tras el llanto, llega una triste sonrisa de comprensión y ternura. 
Todo lo que quedará de tanto llanto, es solo eso: un papel arrugado.
Y mi alma en él.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

14 de junio de 2017

Solo carne



Hay momentos en los que no puedo dejar libre la imaginación y he de ser real.
Tranquilizadoramente pragmático.
No tengo alma, solo soy carne.
Un cerebro a veces lerdo y otras ágil.
Depende de la química.
Depende de lo comido.
Soy un pene fláccido y otras veces erecto.
Depende del cansancio y del dolor.
Depende del amor.
Depende de la brutalidad.
Soy carne, vísceras y huesos.
No hay alma en mí.
Mi pensamiento es un caos de reacciones eléctro-químicas.
Lo sé porque cada noche, un segundo antes de apagar la lámpara, solo queda de mí unos objetos en la mesita.
Cuando muera será exactamente lo mismo. Quedará mi carne sin pensamiento dentro.
¿Es acaso el sueño un entrenamiento para morir?
Y solo trascenderá lo que quedó ahí: el tabaco un boli y papel.
Muerto no encontraré a nadie que deseo y amo, porque lo inexistente es inoperante.
Es necesario escribir lo obvio para la que imaginación no asuma el mando.
Para no enloquecer ingenuamente.
Y sin dignidad.
No puedo imaginar un pensamiento sin cuerpo. ¿Cómo se la metería a mi amada en caso de encontrarnos más allá de la carne?
¿Cómo besar sus labios, los cuatro, si son inexistentes?
Todo lo que no he conseguido será mi vergüenza y pesar durante esos segundos que tardan en extinguirse todas esas reacciones corporales.
Y si no hay alma, la bondad o la maldad son cosas que no se deben considerar en la vida. Solo el fin. La firme decisión de lograr lo que se ansia mientras existe el pensamiento.
El alma reside en las manos, en los ojos, en la nariz, en el cerebro. La carne está empapada de pensamiento. El semen es una idea espesa que se desliza lenta y se enfría rápidamente sin ella.
No esperes encontrarme cuando mueras tras años de haber muerto yo.
No soñemos con encuentros espirituales. Duele.
Es dolorosa la bendita mentira.
El pensamiento se corrompe antes que la carne.
Y no existe premio o castigo por los actos vitales cometidos u omitidos.
Por eso odio con la misma pasión que amo.
Y clavaría una navaja en un ser vivo con la misma obscenidad y brutalidad con la que te penetro.
Ante las cosas que quedarán en la mesita de noche, nadie podrá decir si fui bueno o malo.
Y ante la carne corrupta, no se consideran esas cosas. Hay que enterrar lo que apesta.
Y solo se podrá concluir que fui carne y huesos.
Tengo este momento de valentía y lucidez para reconocer lo que soy y lo que no ocurrirá.
Y escribo tranquilo, escribo bien. Dos veces bien ante la verdad sin subterfugios dulcificantes. Soy demasiado hombre para todo.
El humo del tabaco se filtra por dentro de las lentes de las gafas y me irrita los ojos dándoles apariencia de tristeza. En realidad desearía que el humo tuviera cuerpo para poderlo asesinar.
No tengo espíritu.
Solo soy acción y reacción instantánea, irreflexiva e instintiva.
Amarte es mi acto egoísta, porque todo vale y nada importa por estar junto a ti. Dentro de ti. Envolverte con mi pensamiento cárnico y carnal.
Cuando muera dejaré de amarte.
No existirás.
Es necesario decir lo obvio en voz alta o escribirlo con el puño tenso en el papel y así, odiar y amar a plena potencia y desinhibición.
Ser consciente de que lo que no ha ocurrido en la vida, ya no pasará.
La única eternidad es esa mesita de noche reflejada en mis ojos, si quedaran abiertos al morir.
Abiertos como los de los peces en el mostrador de un mercado.
Opacados a la vida...
A veces siento la locura de amar y otras me conformo con ser cruel.
Soy electro-química nada más.
Un reacción-pensamiento voluble, incontrolable y efímera.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

20 de mayo de 2017

El alma fuera


Si lloviera ahora, yo alma, me mojaría porque estoy fuera.
Eso creo, o eso temo.
El cuerpo ha sucumbido a una tarde plomiza y refrescante.
Y he sido expulsado.
Tal vez solo se haya dormido.
A lo mejor esto es un ensayo de morir.
Hay que aprovechar el tiempo muerto para entrenarse y prepararse en lo inevitable.
Esto es un delirio: cuando mi cerebro muera no habrá alma.
No soy ingenuo, cuando veo una película de ciencia ficción la asumo como experiencia durante el tiempo que dura.
Estar fuera de mí, igual.
Mirándome no puedo creer que haya vivido más de medio siglo.
Las cosas se rompen antes, la mayor parte de los seres del planeta no viven tanto.
Es mucho tiempo...
Es lógico que cuando el planeta regala aire fresco, sucumba el cuerpo.
Se relaja tanto, que se olvida de que tiene corazón y pulmones que mantener en movimiento.
Va a llover y no despierto.
¿Se resfría el alma?
No tengo frío.
Pienso en ella. No sujeto a mi cuerpo, la que amo es más táctil, más cercana en esta dimensión que no lo es. Soy yo el desdimensionado, nada ha cambiado excepto yo.
Es más profundo el amor y duele en algún lugar indefinido de mi no ser. El amor es una punzada severa, solo para mentes formadas.
Para almas desprotegidas sin miedo.
La amo despierto, la amo como alma. Y si hay alguna posibilidad, la amaré muerto.
No me acordaré al despertar. Se lo diré como si lo hubiera pensado en ese instante.
Parece que el cuerpo tarda en despertar.
También odio, en más cantidad que amo; pero ahora mismo no recuerdo a alguien en especial de los odiados. Me da migraña esforzarme en recordarlos.
¿Cuánto dura el alma cuando el cuerpo ha muerto?
Porque ya está lloviendo y las gotas me atraviesan sin dolor.
Sin importar a nada ni a nadie.
Siento ya la melancolía de no sentir la lluvia en la piel.
¿Así de fácil es morir?
¿Y ahora qué?
No sé si me gusta flotar como un globo de dinosaurio mal fabricado.
Es un poco preocup...




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

26 de noviembre de 2012

Idólatra




¿Y si su alma reside en su vagina? Es lo que pienso cuando acoge mi pene.

Toda esa cálida, resbaladiza y vertiginosa humedad…

Inacabable, insalvable…

La mía, mi alma, habita y se crea en mis cojones. Lo sé porque me la extrae y me deja vacío; mi bálano palpitante y exhausto es la prueba de un morir, de un no saber si soy humano o un bruto sin alma.

Su alma, ergo su coño, es voraz. Es mi basílica pagana e idólatra.

Y mi pene es el pecador reincidente que busca obsesivamente su absolución.

Yo solo me abandono con los brazos en cruz y mi polla escarificada para que me arranque de nuevo el alma en una pornográfica penitencia.








Iconoclasta