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9 de mayo de 2018

Una nube indecente

Como esa nube que sale tras la montaña, así quiero salir de entre tus piernas abiertas. O de tu boca que aún jadea el placer de un orgasmo ansiado.
Enroscarme en tus pezones duros y lloverlos con mi lengua ardiente, pesada, reptante…
Salir de ti como una nube satisfecha, que te ha arañado, besado, lamido, mordido, acariciado y anhelado los labios de tu coño y lo más íntimo de tus muslos.
Aparecer lentamente, de entre el temblor de tus muslos, con mi boca nebulosa llena aún de tu coño. De la baba del deseo que has derramado en mí, en mi rostro gaseoso. Mi rostro agotado de tanto desearte.
Soy tu lluvia y me has llovido…
Lluvia sobre lluvia…
Yo no soy la nube bonita que saluda al mundo y aparece para acariciar el verde de la montaña y sustentar a pájaros de primavera que pareciera que la saludan.
No soy la nube ufana y hermosa.
Soy la nube indecente que te ha follado, que se ha metido entre los labios de tu coño y te ha besado vertical y profundamente.
Que ha lanzado y clavado un puto rayo lácteo y ahora tu raja llora blanco.
Soy una tempestad de amor y obscenidad que habita en lo más sagrado que hay en ti: tu coño, la puerta dimensional por la que acceder a tu alma, a toda tú.
Yo no soy la nube bonita de algodón.
Soy la nube que te jode, que te desgarraría toda sin control, si perdiera la poca razón que me queda.
Solo quiero ser eso, cielo.
Una nube indecente que emerge vanidosa y satisfecha de entre tus divinos muslos voluptuosos.
Y luego no importa deshacerme en jirones, porque habré hecho lo que debía. Para lo que fui parido.
Veo el hermoso cielo, y no puedo evitar pensar en ti de la forma más íntima e indecente.
De la forma más desesperada.
¿Verdad que me entiendes, cielo?
Besos de algodón en tus cuatro labios divinos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta



21 de noviembre de 2016

Indignamente tuyo



Quisiera ser romántico, sutil y delicado; pero no nací para eso.
Soy más animal en celo que hombre.

Y es que amarte me duele. No el corazón, sino el pene que se entumece y endurece por una riada de sangre que se forma arrolladora al pensarte.
Quisiera decir que lloro tu ausencia; es posible, aunque no me acuerdo.
Cuando de mi glande brota el hirviente semen, mi pensamiento se queda en blanco.
Soy bestia enamorada.

Luego el semen muere enfriándose en mi vientre, entre los dedos, resbalando por los testículos y mis ingles que tiemblan aún. Y en ese instante, el inmenso vacío que has dejado a mi alrededor pesa como un puto dios tallado en granito.

Y no sé si lloro, solo puedo afirmar que siento una angustia abismal que me roba un latido en el corazón, como si muriera un segundo. Pienso en lo hermoso que sería ese semen manando de tu coño trémulo, aún excitado.

No lloro porque los hombres no hacen esas cosas; pero no estoy a salvo de una tristeza de tal magnitud que convierte todo lo que me rodea en una celda sin aire ni luz, sin paredes, sin puerta por donde escapar.
Amarte es una pesadilla de la que no quiero despertar.

No vierto lágrimas, tan solo miles de hijos que no nacerán, que mueren antes de formarse sobre mi piel ruda y animal.

Ojalá pudiera hablar de lágrimas y una trágica depresión; pero soy un hombre-pene y ambos te deseamos.
No puedo combatir mi sórdida indignidad.
Y lo que es peor: no lo haría si pudiera.

Porque mi leche dentro de ti o sobre tu piel, es la única forma palpable y posible que tengo para soñarte.

No quisiera asustarte, pero te digo que me arrancaría el corazón a puñados cuando te pienso.
¿Ves, mi amor? Soy sangre y semen, así de simple.
Así de brutal.

No hay pensamiento en mí, porque lo tienes tú. O eres tú mi mente toda.
Te amo indigna y obscenamente.

Y es que no puedo soñar con amarte bajo un cielo hermoso con este semen enfriándose y marchitándose entre mis dedos.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de mayo de 2016

Mi filoso amor


Quisiera ser algo afilado para rasgar tu piel e invadirte con mis indecentes gérmenes ponzoñosos de amor. Pornógrafos... Perversos...

Ser una jeringuilla para aspirar tu sangre, inyectarme en tus venas y acariciar tu pensamiento con microorganismos de amor cuasi patológico.

Extremadamente radiactivos.

Y provocar orgásmicas mutaciones en tu poderoso e imbatible cerebro.

Soy un tomahawk que voltea en el aire lanzado a toda velocidad, masivo y pesado hacia tu coño que es mío. Y ofrecerte al Gran Manitú que se erecta entre mis toscas piernas destilando densos hilos de baba fiera y sexual.

Pareciera que rosas y nubes no tienen poder suficiente para hacer trizas las defensas de tu piel y alma.

Las diosas por su poder requieren medios potentes, definitivos. Necesitan ser impactadas para que lleven sus dedos con desesperación a sus indecentes clítoris duros y hambrientos de lengua y dedos. Folladas contra una pared, a cuatro patas. Que los dientes voraces y peligros se arrastren amenazantes entre los labios que los muslos ocultan. Entre los labios que se dilatan ante mis ojos y dejan oscuras manchas en las telas, en las bragas.

La violencia desatada del deseo que late en las venas de mi polla.

Quiero ser cortante y golpeador, quiero ser uranio y heroína para que sucumbas a mí como una lánguida puta drogada y sometida. Y en el paroxismo del insano e indecente deseo, sellar tu cuello con un grueso collar de hebilla, como si una hermosa y peligrosa pantera fueras. Atarte a la pata de la cama para cometer con tu cuerpo las aberraciones más secretas que mi alma podrida de amor imagina.

Luego, cuando ronronees y por tus muslos se escurra mi leche; te susurraré de las hirientes y frágiles rosas, del dador de vida y muerte que es el inabarcable mar y de las hermosas y letales estrellas que pulsan y esplenden en el cosmos a millones de vidas luz.

Y cuando desfallecida necesites en una cálida noche que la ternura te arrope, mis filos se enterrarán en mis propias carnes para mortificarme y ser seda en tu piel. Susurrarte amores viejos como los cometas en tus oídos.

Si Atila fue el Martillo del Universo, yo seré El Brutal e Impío Filo que rasgará tus dimensiones y tu piel.

Luego, mi amor, mi puta.

Luego te contaré de oscuros secretos de amor con el tallo de una rosa arañando dulcemente tu coño en una caricia impúdica, apenas conteniendo mi furia por metértela.

Luego, cielo...

Y te sonreiré y todo estará bien.

Soy tu amor afilado y desbocado.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta