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13 de julio de 2023

lp--Arrebato de narcosis romántica--ic


Tengo una sobredosis de ansiedad de ti.

Me he chutado en vena tus palabras y sonrisas, tus sueños y amaneceres injustos.

Y mi piel destila gotas de tu alma.

Te juro que no es sudor, porque siento el cuerpo helado por dentro.

Estoy absolutamente colgado de ti.

No distingo si en mi cabeza riges tú o yo.

He esnifado recuerdos contigo e incluso he dudado de que los sueños lo fueran.

He despertado sentado en una roca a la orilla del río.

La lluvia de pelusas de los sauces, como seres celestiales ingrávidos y volátiles sobre el cauce, dibujaban tu rostro en el aire.

Irremediablemente me arrastraban a ti.

He sorbido una gota de sangre que descendía por la nariz y me he lavado el rostro con el agua fresca de tu líquida mirada.

He imaginado el planeta desde el espacio, sus distancias e inconsecuencias.

Y un repentino latigazo de solitud me ha provocado la necesidad de escapar contigo de nuevo. Escapar de la dimensión real…

Pero no me quedaba más morfina de amor.

Por el pliegue del codo una pequeña boca pide más de ti y llora una gota de sangre con hambre.

Las venas se rasgan con el ánimo.

No sé, es difícil amar y comprender.

Arrastrando mi mono de ti he caminado con un saco de tristezas que solo debe abrirse en la oscuridad y su aislamiento. En la habitación del llanto de mi hogar.

Volveré a encerrarme en mi laboratorio de amor ilegal y quemaré más palabras tuyas escritas en papeles rasgados como mi pensamiento. Y sublimaré las cenizas con lágrimas.

Destilaré la materia oscura y la esencia será de mil partes de ti por una de mí.

Las sobredosis de ti no matan; es imposible que pueda causar un daño el exceso de ti. Principalmente se debe a que no hay exceso, soy insaciable.

No importa lo que se espese mi sangre con tus palabras procesadas en mi alambique de la desesperación.

No importan las cenizas tantas veces esnifadas, adheridas en los pulmones y las impurezas que pudiera haber por mi torpeza en la elaboración.

Aunque dudo que sea una ventaja no morir por narcosis de tu amor.

Estaría bien morir suave y plácidamente. Es una dura prueba de entereza salir de la psicodelia de amarte en un momento y lugar sin ti.

Lo que no haga tu amor, el tiempo lo hará. Sin embargo, hay tanto tiempo que el desgaste es eterno como el infierno.

He alucinado en algunos viajes que esos seres que flotan sobre el río y lentamente caen en el agua, como si no quisieran, son capaces de arrastrarme río abajo y llevarme al mar cuyas todas aguas conducen a ti.

No tengo necesidad alguna de despertar, no me preocupa. La ingravidez de la inexistencia es ese descanso que buscan los alquimistas yonquis del amor, cuando se colocan con sus propias drogas.

A veces, cuando la vida duele mucho, tengo un mal viaje al meterme un jaco de tu alma y ocurren cosas horribles; la ventaja es que al despertar no hay esa tristeza que incinera la ilusión de los sueños. Sin embargo, he perdido el tiempo.

La tristeza, más hermosa que cualquier alegría, llega cuando te disipas entre las volátiles pelusas que, arrastradas por suspiros y trinos nievan blanca y cálidamente sobre el cauce del río.

Y Linda Ronstadt cierra hermosa y sensualmente su Blue Bayou…



Iconoclasta

19 de junio de 2023

lp--La devastadora fuerza de las cosas horrendas--ic


Las cosas bellas lo son por su sutileza, son livianas. Diáfanas como una ventana al dulce sol del amanecer.

Un aleteo de mariposa, un pétalo a caballo de un soplo. Un trasluz volátil, efímero.

Pero no pueden resistir el embate de lo horrendo, denso, opaco, oscuro.

Tan oscuro…

Tanto dolor y su muerte.

Dame refugio.

Aún quepo en tu corazón…

Soy el hombre roto, muchas veces arrollado, aplastado por las brutales cosas horrendas.

Me arrebataron mis pocas cosas bellas.

Las desintegraron con la absoluta indiferencia hacia la ternura que hace posible todas las crueldades del mundo.

Y siento que a mí con ellas.

Me quedé tan vacío…

Aún quepo en tu corazón.

Por favor…

Si pudiera crear cosas bellas, sólidas.

Y a la vez sutiles, que parezcan de plata a la luz de la luna.

Dime que es fuerte la luna, que es una belleza sólida luchando contra lo horrendo.

Si pudiera crear de nuevo las ternuras despedazadas…

¡No puedo! Todo yo siento ser una triste fractura. Un muñeco sin brazos en un vertedero.

No puedo crearlas, no aquí en La Tierra.

Si no estuviera más muerto que vivo…

Tan viejo, tan antiguo de mierda.

No dejo de ver una y otra vez los cadáveres marchitos de los sutiles y bellos momentos descender ingrávidamente, como barcos a la deriva en un mar muerto. Y hacerse polvo al caer en mis zapatos.

Sentía abrirse la carne de mi pecho y vaciarse el corazón.

¡Oh devastación!

Soy un rimero de odios y rencores, grito veneno por vengar la muerte de las cosas bellas, caiga quien caiga, muera quien muera.

Quiero dolor, sangre y muerte. Abrir fuego indiscriminadamente.

Si no puedes con el enemigo, muere odiándolo.

Seré un rencor inmortal.

No quepo en tu corazón, cielo.

Sin mis cosas bellas soy otra oscuridad, una ponzoña en ti.



Iconoclasta


30 de abril de 2023

lp-- Angustia, ansiedad. Qué es y tratamiento--ic

Dicen que hay diversos métodos para tratar la angustia; pero en realidad no se puede tratar o gestionar. Solo puedes distraerte de ella hasta que pase la crisis.

Lo más habitual es el método del alcohol y las drogas; pero yo soy más de cagarme en dios y la puta que los parió a todos.

Y hablar poco, lo mínimo. Volcar mi pensamiento violento en el papel, esculpirlo y que adquiera el poder de las tridimensionalidad.

Se me da bien el silencio, paso horas sin decir ni una sola palabra; como el cazador que debería haber sido, acechando en silencio durante horas en el bosque la posible presa que muchas veces no conseguía y debía entonces recolectar y comer bayas antes de que oscureciera.

La angustia es un trance que nace de tu ignorancia. No sabes lo que te ocurre, no sabes quién te hace daño porque te han educado para creer en el poder de un jerarca y sus dioses. Por tanto ¿qué te hace sentir tan mal si estás protegido en los brazos del poder de los dioses y sus obispos (los políticos lo son, predican su palabra) codiciosos y enfermos de poder? Los que te educaron robándote la infancia para que creyeras en ellos.

Es muy sencillo, el ser humano es un animal triste. Al contrario que el resto de las especies salvajes nace en cautividad y crece para dar su vida al estado y a dios. Toda su existencia está destinada a engordar con oro y dinero a generaciones de poderosos y dioses, sin tiempo a mirar las nubes y si las mira, es porque le han dado un permiso especial para ello.

Como todo animal en una granja o zoo, los humanos se deprimen.

Tu instinto te grita que no naciste para vivir en una granja vertical. Que naciste como animal en el planeta y te tratan como gallina o cerdo en granja.

Eso es la angustia que sientes. El que hayas creído y asumido que alguna ley debe haber en este mundo sobre tu cabeza y que vivir esclavizado es la única forma de vida posible; a pesar de que la historia de esta civilización y sus cimientos no supera los veinte mil años, y el ser humano, la especie más evolucionada de homínidos, dicen que lleva trescientos mil años sobre el planeta.

La angustia es la tristeza instintiva que sientes por esos últimos veinte mil años de generaciones de codiciosos que, por falta de inteligencia y fuerza, eran incapaces de cazar o recolectar. Y comenzaron a parasitar tu esfuerzo, tu vida y tu tiempo. Esos que hace poco más de veinte mil años empezaron a clavarte en el cerebro un orden, una ley, un dios, una policía, un censo y un trabajo sucio a perpetuidad a través de un hechicero que se convertiría en rabino o sacerdote y luego, algunos crearían castas de políticos.

No sabes lo que sientes porque eres ignorante de tu propia especie. Eres un animal que nació para ser libre y lo convirtieron en esclavo. No es tristeza, es la alarma que lanza tu instinto de que esta sociedad o civilización te esclaviza, tu vida como ser vivo, es la más triste del planeta.

No hay falta de espiritualidad alguna, ni de altos valores en ti. Naciste en cautividad y te vendieron a un amo.

No tienes suficiente cultura ni formación propia gracias al oscurantismo del poder para reconocer lo que te ansía, porque tu pensamiento mismo es esclavitud y dependencia. Simplemente has oído que lo llaman angustia, ansiedad, depresión o ataque de pánico. Incluso trastorno bipolar.

Eres un pobre animal en una granja y tu instinto animal se rebela. El leopardo loco que da vueltas en la jaula rugiendo lastimosamente porque te asfixias. Porque no queda nada de tu especie en ti. Nada de lo que sentirse orgulloso cuando te metes con cientos de reses como tú en un vagón o en una carretera hacia tu centro de explotación.

Y la angustia la desencadena esa compleja química que se pone en marcha por orden de tu instinto para avisarte que algo huele mal en tu vida, que no es así como debieras vivir. Es justo la misma angustia o expectación del cazador frente a su presa en atávicos tiempos, la de urgencia, la de apremio.

Una angustia o tristeza existencial que surge periódicamente, y te roerá el ánimo hasta que consigas entender dónde te encuentras, con quién y en qué condiciones. Una enfermedad propia de una sociedad decadente, ya a punto de venirse abajo. Cuanto mayor es el nivel de opresión, más se rebelan los instintos y se impondrá la ley del más fuerte que no teme armas ni prisiones. Morir por morir, mejor eliges tú el cómo y el cuándo. O lo intentas.

El poder de la civilización actual, quiere borrar de sus reses todo rastro de naturaleza humana y ahí radican los problemas: no puedes dar caza a quien te esclaviza porque pervirtieron durante toda tu infancia y adolescencia tu esencia, tienes una orden programada. Debes ser una res ejemplar, mansa, obediente y, ante todo productiva; es difícil romper la programación incrustada durante tantos años.

Si en Filipinas gritan por miedo al calor, todo el planeta grita al mismo tiempo. Como en las películas las vacas sedientas de un rebaño corren en estampida al agua que huelen. Son reses ya globales, en lugar de llevar etiquetadas las orejas, las han dotado de celulares, de teléfonos “inteligentes”.

El problema está que el animal que ha nacido en cautividad, no se adaptará o morirá en libertad. Tal vez eso es algo que sabes; pero gracias al adoctrinamiento recibido en tu infancia, vuelves a la línea de programación: que una vida sin leyes, sin poderosos y sin dioses, no es posible, sería el caos.

Te equivocas, el dogma que te implantaron es mentira. No se produjo ningún caos durante los cientos de miles de años (toda la historia real de la humanidad) en los que el ser humano nacía y vivía libre. Donde evolucionó en inteligencia.

Si eres consciente de ello, de tu naturaleza, pasará pronto la depresión y reconocerás que no es angustia, es simplemente rebeldía. Y entenderás que debes seguir el juego a los granjeros o dioses, porque te matan de hambre o a tiros si no lo haces; reconocer esto es importantísimo para tu salud mental. No tienes otra opción hasta que llegue el momento de reconquistar al ser humano como especie libre.

No te preocupes, cada vez son más los cerdos humanos de granja que no saben porque se deprimen o se sienten acosados por algo, o alguien. La sensación de que algo malo va a pasar no es un don adivinatorio o parapsicológico, es un aviso de lo más recóndito de tu cerebro: estás viviendo una mala vida, indigna.

No vayas a un psicólogo o psiquiatra, ellos se limitan a ajustarte de nuevo adormeciendo tu atávico instinto con meta drogas. Y colocando leyes, sacerdotes y políticos en el aparador principal de tu pensamiento.

Es todo una mierda, lo hicieron mal, te deformaron cuando destruyeron tu infancia y tu juventud en ser amaestrado.

A la fuerza tiene que pesarte. Es normal y lógica esa tristeza, ese ataque de pánico que no lo es. Porque se trata de puro arrebato, rebelión.

Hasta que un día enciendas un cigarrillo asqueado de trabajar para darte un respiro, solo para ti, sin dar explicaciones a nadie y en contra de lo establecido en las normas de la empresa y gobierno. Y en medio de ese humo que aspiras y exhalas pensativamente, puedas ver en una difusa y vaporosa pantalla en lo que te han convertido y en lo que te espera.

Pero tranquilo, puedes distraer la angustia durante el fin de semana: unos litros de ginebra, unos gramos de coca, unos porros de maría, un par de ácidos; una paliza a la parienta y el lunes estarás como nuevo para comenzar tu semana laboral esclava. Olvidado ya lo que pudieras haber razonado en un arrebato de claridad, lo que realmente eres y quienes son ellos, el poder.

Lo verdaderamente deprimente, es que por ti mismo seas incapaz de saber lo que ocurre en tu cabeza. En tu naturaleza.

 

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El cielo que nos robaron.

No somos lo que debemos.

Porque nos lo prohibieron, emplearon nuestra infancia y juventud en ello.

El recuerdo de tantos años de niñez y juventud bajo el adoctrinamiento de esta sociedad o civilización, nos dejó una cicatriz que huele rancia en el pensamiento, una suciedad que no podemos quitar. Una violación que nunca olvidas.

A unos destruyeron como humanos puros. Otros nos sentimos silenciosamente orgullosos de ser libres y no globalizados o infectados por el pensamiento insectil de un rebaño.

Nuestras certezas viajan invisibles entre las potentes frecuencias de la mediocridad y su uniformidad.

Ambos, los conversos y los libres pensadores, perdimos la infancia y la juventud (nos las robaron) en las escuelas de acondicionamiento a la esclavitud que eran todas: castigos, himnos, leyes, credos, normas, tradiciones, patriotismos, urbanidad (mezquindad de rebaño), sociales (historia amañada) y autoridades: obediencia y respeto.

Pero en la adultez unos nos desprendimos de ese pelaje piojoso con el que pretendieron uniformarnos. Imagino que nacimos con una corteza dura que protegía al cerebro de la doctrina de la esclavitud y la mansedumbre.

Caminamos relajadamente porque no nos preocupa la moralidad del rebaño ni la patria que dicen que tanto hay que amar. No es extraño que despreocupadamente marque con orina mi territorio o como decían en el colegio: “mi patria”.

Nuestro hogar es el planeta; pero si para tranquilidad de los mediocres hemos de gritar “¡Viva mi patria!”, lo hacemos, somos buenos actores, aprendimos cinismo en la escuela para sobrevivir. Y luego escupimos para limpiarnos del veneno de la mezquindad.

Realmente hemos pensado al gritar: “Ni amo ni dios”, sin entusiasmo, porque lo pensamos a un millón de revoluciones por minuto todos los días. Es algo congénito, un acto puramente instintivo como rascarse el culo al despertar.

En lugar de redacciones bobas de montaña y mar y vacaciones y familia y amigos; escribimos y describimos el mundo y lo que contiene de maneras que a nadie gusta, o les hace toser.

Y ahí está nuestro gran triunfo, en ser la minoría incorrupta.

Llevamos las de perder, en las falsas democracias, la mayoría sin cerebro gana.

Nos jodemos.

Nada nuevo bajo el sol.

No es extraño que sintamos esporádicos y breves ataques de una angustia surgida de vivir en un tiempo y lugar que no es nuestro, que no pedimos. Con la fatalidad de haber nacido en una civilización o sociedad esclavista y mezquina que devora al ser humano como individuo y le mete cosas en el culo para que se obsesione con el ano y no con la imaginación que, pudiera ser inadmisible e ilegalmente creadora.

Sabes que las ciudades son criaderos humanos, que el poder hace muchos siglos entendió que cuantas más reses humanas criara en sus tierras, más riquezas ganarían cobrándoles el impuesto por respirar, por vivir en su feudo o país. Se construyeron miles de grandes ciudades verticales.

La religión, la política y la economía, técnicas de pura industria ganadera, tal como el vacuno. Y se crearon razas humanas más mansas y obedientes por simple selección de crianza de forma espontánea.

Y ahora que son tantas las reses estabuladas y cuesta demasiado dinero alimentarlas, matan/sacrifican a las viejas que no rinden y prohíben el pastoreo al aire libre de las activas. Y así siempre encerradas para recaudar/robar el dinero que gastaban en ocio porque no lo necesitan ya. Tienen teléfonos y televisores para ver el mundo aposentadas sobre sus grasas y excrementos. Están aterrorizadas en su ignorancia por la superstición apocalíptica del clima predicada por el poder. Las vacas humanas darían a sus crías en holocausto a sus amos poderosos si así se lo pidieran/decretaran por evitar el apocalipsis que se avecina.

Así, conociendo la historia sin pasión, fríamente (si acaso asco) tranquilizamos al animal que llevamos dentro y está nervioso: “Tranquilo, bestia, desahógate. Ya ves como ha ido la historia, no te agobies, es irreparable. Son unos hijoputas y algunos morirán antes que nosotros, así que disfruta de ello, de lo que puedas; porque no hay tecnología para escapar de este planeta”.

Y mientras la angustia se apacigua y se forja un tonto orgullo, fumamos un relajante cigarrillo que nos llena los pulmones de todo aquello que en la escuela, catequesis y telediarios adoctrinaban que era malo.

Soñamos con cazar, comer y follar salvaje y libremente. Con morir…

Luego, dormiríamos agotados de cara al cielo que nos robaron los adultos cuando éramos niños.

Como debería haber sido, si no hubiéramos tenido tan mala suerte al nacer.

 

 

Iconoclasta


17 de abril de 2023

lp--Crónica de una tristeza ilegal--ic

 


Año 2025. Incluso su nacimiento fue triste.

Al nacer su primer llanto deprimió a la madre y al personal sanitario. Ante tal tristeza, como prevención por descabellado que pareciera, al bebé le vendaron las muñecas y los muslos para evitar que se suicidara.

Al padre, por orden judicial, le realizaron una vasectomía y a la madre ligadura de trompas. No podía volver a nacer semejante tristeza humana en una nación gobernada con mano que no tiembla; pero con mucho cariño y respeto. En la que siempre prevalecía por encima de toda libertad, el derecho inalienable a no estornudar o no toser. Se trataba de una dictadura paterno-sanitaria-infantil-homosexual del bienestar psíquico.

Por violar los dogmas de la nación y con el aval de un juez, también fueron sancionados los cónyuges progenitores por el gobierno absolutista a ceder el noventa por ciento de sus ingresos al estado hasta su muerte.

Un obispo predicó en una homilía extraordinaria, debida a la alarma social de semejante nacimiento triste, que la orden judicial era un acto de bondad.

A pesar de ello, el niño más triste del mundo, en un colegio de adoctrinamiento especial aprendió nociones de anatomía básica humana.

Año 2037. A los doce años acabó con su tristeza con simple lavavajillas.

Su cadáver olía tan bien que pensaron, madre y padre, que se había curado de tristeza y dormía plácidamente. Hasta que los gases de la descomposición produjeron pompas de jabón en su boca y nariz.

Y se llevó con él la tristeza que infectaba a su familia y la gente que lo conocía.

No lloraron su muerte, sino que la celebraron con programas televisivos especiales de optimismo y manifestaciones multitudinarias pro alegría que paralizaron la ciudad durante tres días. El ayuntamiento asumió la cremación del cadáver triste como acto institucional, sin funeral y obligando a pagar la incineración a los progenitores. Se borró su nombre y nacimiento del registro civil y hospitalario para limpiar la memoria histórica de la dictadura de semejante e indeseable tristeza.

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La narración del presente artículo está basada en documentos de prensa almacenados en la memoria sólida de una computadora personal ilegal. Es decir, no declarada a la administración estatal por su comprador en algún momento del 2030.

Fue hallada en mayo del 2252 por un equipo de paleoantropólogos, entre las ruinas de una ciudad española extinta en el 2053 por bombardeo nuclear durante el período de las Guerras Climáticas Mundiales del 2043 al 2054.

 

 


Iconoclasta


7 de enero de 2023

lp--No viviré suficiente para llenarlo--ic


No viviré lo suficiente para acabar de escribir los grandes espacios en blanco que quedan en el planeta.

De hecho, nunca tuve esperanza.

Nunca fui ingenuo.

Triste sí, siempre ha sido un peso en mis hombros.

Quería llegar a las verdes montañas, el margen del valle, de la página en blanco…

Aunque fuera solo una línea con tinta roja; pero apenas existo ante tanto espacio, ante la desmesura del planeta y sus espacios en blanco.

No soy nada, no soy nadie.

La belleza es tan enorme como el amor y yo no sé…

No puedo abarcarlos. No podré escribirlo todo y dirá mi lápida si la tuviera: Aquí yace un fracasado.

Siempre he dicho que hay tanto tiempo que me falta vida. Ahora, a punto de abandonar el escenario, el espacio es tanto como el tiempo.

Hay un cansancio vital que invita a la muerte, que la hace dulce.

Era una batalla perdida.

No quiero añadir a la tristeza la vergüenza.

Misericordia.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

12 de diciembre de 2022

lp--Parábola del solitario y la diosa--ic


Adoraba mi soledad; pero desde que conocí su existencia acostumbro a renegar de ella.

Nunca pensé en la posibilidad de que fuera real. Debía tratarse de un ser mitológico para arrancarme de mi profunda sima de cultivada soledad.

Si aun así existiera, no llegaría a conocerla porque los solitarios provocan desconfianza y dan grima, nadie quisiera verse como yo.

Soy un apestado.

Cuanto más solo estás, más deseas estarlo. Y la distancia hacia cualquier ser se hace abismal.

Pero ya se sabe aquello de: cuando yo dije sí, mi caballo dijo no.

Apareció dando una patada a mi dimensión solitaria e hizo mi triste paz añicos.

Mi mente epatada ante la diosa, creyó oír: “Debes amarme”.

Yo dije: “Es cierto, ahora no puedo dejar de amarte”.

Fue fulminante.

Obedecí su mandamiento único con la solidez de mi pensamiento aislado de toda humanidad. Sentí que me lo había cincelado en el pecho con sus dedos divinos.

Pactamos con las lenguas enredadas un futuro incierto de encuentros y desesperos.

Di templanza a sus pezones endurecidos de deseo con dedos incrédulos.

Y besé la hostia entre sus muslos, la lamí hasta que profirió blasfemias.

Ella una diosa…

Me clavé a ella cayendo vertiginosamente en su esponjosa viscosidad. Sentía como su coño ardiente como un crisol fundía mi glande que goteaba un agresivo deseo. Y se desdibujaron los límites de las carnes; no supe cuál era la mía o la suya. Caí en su entrópica dimensión hasta correrme con un atávico grito de posesión.

Era ella la que me poseía…

El amor de la diosa es inescrutable, y yo me creí fuerte para afrontar una tragedia de amor.

Dejé de sentir la soledad como amiga y don. Tornose una cruz astillada en mis hombros.

¡Oh mortificación!

Y díjome: “Debes esperarme”.

La esperaba con ansiedad animal frotándome la piel helada de soledad. Esperando otra oportunidad para fundirme de nuevo en ella; pero el tiempo de la divinidad aplasta y deja en el limbo al amante mortal.

La cruz astillada empezó a pudrirme las venas, el caballo no conseguía aplacar la ansiedad ni la desproporcionada presión de la columna de soledad que caía sobre mí con implacable asfixia.

El infierno acortó la distancia hasta mí comiéndose el rojo de mi sangre velozmente. Y por más jacos que chutara en vena, no conseguía dejarlo atrás.

Hoy he pinchado la vena y ha dolido como nunca. He sentido con un chirrido de dientes la aguja raspar el hueso. La sangre ha salido blanca, el infierno me ha alcanzado.

Fue un error obedecer el mandamiento de la diosa.

¡No!

Fue un error nacer…

Soy la enseñanza del fracaso.




Iconoclasta


16 de octubre de 2022

lp--Y soñé--ic


Y soñé que te besaba. De repente.

En un mundo penumbroso. ¿O tal vez indefinido?

¿Qué importa el decorado si te tengo?

Sabía que era sueño, como si una parte de mí estuviera despierta, observando con tristeza un amor que no traspasa la frontera hacia la realidad, hacia la carne táctil.

A posteriori, cuando aún hierven las imágenes del sueño tras despertar; me preocupa, me desconcierta que no sea mi rostro, ni mi cuerpo en lo onírico. Me reconozco en sueños, sé que soy ese que te come de amor, no hay duda porque estoy tras sus ojos y pienso desde dentro de él; pero tampoco existe un mundo y una luz igual en la realidad.

Cuando despierto, siento el peso de perderte.

Temo ese momento. 

Me desconcierta la luz oscura de mis sueños y los paisajes indefinidos y grises. Calles y lugares desconocidos… ¿De dónde salen? Nunca sueño lo que conozco, salvo a ti.

Me alarmas el corazón porque contigo traes luz a mi inconsciencia.

Soy un ser oscuro. No lo digo con tristeza, solo afirmo.

Y me confirmo.

Soñándonos tenía miedo, una tristeza pegajosa en mis ojos cerrados, una desazón indescriptible ante el inminente amanecer que catapulta chorros de luz reales iluminando mi fracaso vital.

La vigilia se convierte en una ventana con vidrios rotos y afilados.

No podía distinguir mis labios de los tuyos de tan fundidos entre sí. Era perfecto.

Presionaba mi pene duro contra tu vientre para que supieras la dura excitación que escondía mi ropa. Y tú apretaste la pelvis contra mí para sentirlo más.

Se escapaban gemidos entre los hilos de baba de las bocas. Tampoco era capaz de distinguirlas.

No sé en qué momento nos desnudamos y follamos, porque me dormí dentro de mí mismo.

Desperté por la frialdad pegajosa del semen en mi vientre y la sábana. No me limpié, lo extendí por los testículos acariciándome, intentando volver al sueño.

Cerré los ojos colocándome a un lado de la cama, dejándote un espacio para cuando llegaras al amanecer. Y eyaculé unas lágrimas por mi inusitada inocencia que me hacía inquietantemente loco.

Amaneció, desperté y no estabas.

Otra vez…

Tu lado de la cama estaba vacío y no olía a ti. Estaba frío como el semen que me despertó en otro tiempo, aquellos minutos atrás que fuiste dueña de mi sueño todo.

Ahora tomo un café y fumo mientas sisea el gas por los fogones apagados de la cocina.

Amar agota.

Lo agota todo.

Los sueños son de una bella crueldad. Ojalá al morir me hiciera sueño.

Si hubieras llegado, habrías cerrado los mandos de la cocina salvando mi vida.

¿A que soy un miserable?

No sientas mi muerte.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

28 de agosto de 2022

La más triste guardería


Hay un hospital donde los bebés yacen muertos en sus cunas.

E incorruptos.

Parecen de marfil.

Un gélido marfil.

Tienen las manitas abiertas, esperando que alguien se las tome.

Solo una simple calidez, no piden demasiado los bebés muertos.

Puede que pidan un alma, nunca se sabe.

Y la verdad es que lo muerto no pide.

Alguien decidió que no se merecían este mundo, este momento.

Y tuvo la piedad de no darles alma.

Seres perfectos en sus formas. Enternecedora y angustiosamente vacíos.

Esculturas esperando el soplo de vida.

Nadie sabe de qué color son sus ojos. Si los tuvieran.

¿Se secan los ojos si no se usan?

Y el corazón tan coagulado…

Pobrecitos míos.

Es la Unidad de Neonatos más triste del Universo.

El director del hospital de los bebés sin alma, pensó que sería dramático que un día abrieran los ojos y se encontraran en una triste y tétrica habitación de museo.

Y mandó pintar las paredes y cunas en tonos pastel de verdes, azules y amarillos.

Luego, encargó pegar vinilos de delfines, elefantitos, borreguitos y patitos.

El consejero delegado, ordenó que se pintaran cenefas de pequeños ataúdes blancos porque la vida es muy puta y nunca se sabe si un día tendrían su alma.

El director le encargó el trabajo a un pintor triste y de confianza. Acabado el trabajo se suicidó.

Y sobre cada cuna colgaron un carrusel de juguetitos en miniatura que al girar, tocaba la nana de los bebés muertos. Porque si alguno llegara a abrir los ojos, que lo primero que viera fuera algo bonito como él.

Nadie quería entrar en la triste habitación de la más tierna y perfecta tragedia. Sin embargo, nunca se supo quién, alguien limpiaba el polvo de sus cuerpos de marfil suave y frío regularmente.

Aquel que decidió que no se merecían nacer en este mundo y momento, en algunas noches cuando apenas había nadie en el hospital, se sentaba en una mecedora en el centro de la guardería muerta y fumando imaginaba como crecerían, lo que serían, qué harían y sus risas cuando tuvieran alma al fin.

Pero un día decidió al fin que no podían tener alma porque llegaba la extinción.

Se fumó un último cigarro meciéndose silenciosamente entre los bebés muertos mirándolos con sus ojos terribles. Tarareaba una desgarradora y gutural nana, cerrándoles el paso a la vida.

Sería una crueldad darles un alma para morir sin apenas abrir los ojos. Y salió de la guardería arrastrando su mecedora.

Inundaron la sala de los bebés muertos con fuego que los incineró lentamente sin violencia, como si las llamas los abrazaran y besaran.

Incluso la nana de los bebés muertos que surgía de los carruseles ardía en el aire como una guirnalda negra.

Fue el último acto de piedad en La Tierra.

Aquel que decidía sobre las almas y la vida, bajó al infierno. Su hogar ardiente.

Y luego, despareció todo; toda alma y todo cuerpo que se movía en La Tierra.



Iconoclasta

18 de agosto de 2022

Apenas soy

Una vez fui carne y hueso.

Y el planeta se propuso evaporarme.

De alguna forma todos nos evaporamos; pero yo esperaba que los años marcaran mi rostro y mi piel con la sequedad de vivir bajo el sol, con arrugas como cicatrices de  tristezas y dichas, con los dedos torcidos, con la mirada intensa entre los párpados pesados. Ser un sabio cansado, románticamente derrotado.

Con la piel de un reptil.

Imaginaba otro estilo de degradación, algo que me conservara tangible hasta la vejez. Que ella pudiera acariciar y evitar toda esta tristeza que hace su mirada húmeda y cubre brillantemente su piel tersa, como si un brujo le hubiera aplicado el ungüento de la desolación, tan bello y tan aniquilador para la alegría.

Siempre soy elegido para lo peor, es la sensación que he tenido toda mi vida de carne y ahora de gas.

No tengo ninguna importancia, es solo una cuestión aleatoria. No recuerdo haber realizado una maldad especial. Mi carne es incompatible con La Tierra, es alguna mutación. Soy un superhéroe cuyo poder es super morir transparentemente.

Hay gente llorando a medida que se evapora, sus palabras son vientos que se desvanecen antes de llegar a los oídos.

Cuando te haces gas, nadie puede abrazarte. Solo sirves como fantasma para las sesiones de espiritismo y se ríen de ti si tuvieras suerte. Porque si tienes un amor, maldita sea la gracia…

Maldita…

Echo de menos el tacto, porque incluso en mis sueños gaseosos, cuando la acaricio mis dedos se deshacen en su piel. Gira su mirada al mar y llora una tristeza, lo sé por sus hombros que se agitan un poco, como si le soplara un aire frío a pleno sol.

Y ante esa bellísima tragedia de mi amor quisiera clavarme las uñas en el rostro, pero solo me hago jirones indoloros.

Cuando me acaricia, mi rostro se deforma en volutas entre sus uñas rojas, como las de un cigarrillo que acaba fundiéndose con la nada.

Es malo que te amen cuando eres condenado a evaporizarte, porque sufren más los amantes sólidos. Sufren porque los dejas solos abandonados al gaseoso e intangible amor cadáver: tú.

Ella grita: “¿Por qué?” Con la desesperación de lo inescrutable.

Entonces pienso en un viento que me arrastre y acabe con la agonía que represento para ella; pero no soy un fluido normal, soy una maldición que no guarda lógica con nada en el mundo.

Cada vez que intenta meterme en una botella, me diluyo más en la atmósfera. Le digo que no importa con la mirada. Le tiemblan los labios de tantas cosas que tiene que decir y llorar. Agotada y furiosa lanza la botella contra la pared.

Y sin pensar, intenta abrazar la cosa flotante que soy.

Y aúlla...

Es la pura tragedia, la más grande del mundo.

Cada amanecer, soy más transparente. Incluso se borra lo que un día fui, lo que un día quise ser, lo que nunca podrá ocurrir.

No duele la carne que se evapora, es la locura lo maligno. Es este apenas vivir que duele un millón, dos millones de unidades de intenso dolor de incomprensión y terror.

Un día tuve un nombre; pero despareció…



Iconoclasta

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22 de julio de 2022

La esperanza, un cosmético

La esperanza es la pequeñísima partícula de una sonrisa que quedó viva tras una devastadora tristeza.

Es una risa en un velatorio. Una risa lacrimosa, como de locura.

También sonríe el que ve próximo el fin definitivo a su sufrimiento, morir…

La esperanza es la última sonrisa posible antes de que la vida gire brutal en la dirección que intuimos, sin remedio. O a la muerte.

Es despertar de una pesadilla; pero no garantiza que no despiertes en otra. Simplemente da esos segundos de paz necesaria para no romper la mente tan golpeada ya en añicos. Ya cansados de tanta mierda, de más de lo mismo que no cambia nunca. Como el ratón en la noria… Es lógico que la esperanza sea una sonrisa del delirio.

Y pobre del que tiene muchas esperanzas, porque ha debido sufrir mucho.

La esperanza es tan solo una caricia en el ánimo ante lo inevitable. No es salvación, solo azúcar para rebajar la amargura. Mejor que duela poco que mucho, debas vivir o morir.

No sé porque; pero el dolor siempre es mucho, la vida te lo regala generosamente, junto con el asco, el hastío y el semen que se enfría muriendo a los pies de tu sórdida y oscura soledad.

El sufrimiento, la tristeza no te hace fuerte, te mina poco a poco los cimientos del pensamiento y te derramas entre ellos como la arena de un reloj roto ya entre los dedos, te desintegras y ya.

De pequeño, un médico me arrancó una uña del pie con unos alicates; pero no sobrevivió en mí ninguna partícula de alegría. No sabía cómo hacerlo para escapar del mundo, estaba rodeado de dolor, no había salida. Recuerdo a mi madre con la mano en la boca y yo muy lejos, a kilómetros de ella en aquella enorme camilla de ambulatorio. Tal vez la esperanza, esa partícula de una sonrisa estaba en la uña que me arrancó. Y era muy niño para saber del dolor, no sabía lo que iba a pasar.

No puedo evitar sentir vergüenza de aquella inocencia. La inocencia es un vidrio en la tierra que no ves, que no conoces su existencia y descalzo, pisas con fuerza creyéndote muy fuerte de mierda, infantilmente orgulloso. Y además del dolor, haces el ridículo.

Soy el gato que confiado de su agilidad se precipita y muere. Lo fui durante un breve tiempo, el dolor enseña quieras que no.

Y odio el ridículo más que la esperanza.

Cuando un dolor o una tristeza te cogen desprevenido, te das cuenta de que las esperanzas siempre llegan tarde y solo son polvos cosméticos.

Así que en lugar de esperanzas, fórjate en lo peor sin ser derrotista. Sé boxeador o torero, mientras estás de pie solo necesitas respirar para golpear y fintar, el resto ya lo comprarás si puedes.




Iconoclasta

18 de diciembre de 2021

Quiero irme de aquí


Tengo dos lágrimas que no se derraman y empañan mi visión, la periférica y la interior. Emborronan el mundo, no me gusta mirarlo a través de la tristeza.
Y ahogan mi entereza…
Soy un mierda que llora un dolor negro como una gangrena.
Estoy desesperado.
¿Qué pasa conmigo hoy?
Una gran lágrima en el corazón impide que la sangre bombee y se atasca en mi pecho. Y gimo el dolor en el rincón más oscuro de la casa.
Y el aire no es suficiente en mis pulmones.
Y jadeo grandes bocanadas de tristeza entre llanto y mocos.
No quiero que maten las cosas bellas como los seres pequeños que apenas han vivido, los seres grandes que esplenden belleza a través de su mirada y sus palabras doradas de amor y dulzura.
Solo mueren las buenas cosas y me duele el cuerpo por dentro, donde no puedo curar la llaga.
¡Lo malo no muere nunca!
A veces, sin ser necesario, mi memoria evoca las bellas cosas que murieron, seres por los que daría lo que me queda de vida por sentirlos de nuevo. Y me llevo las manos a la cara para que nadie me vea…
Duele infinito. La memoria clava sin miramientos un puñal oxidado y tóxico.
Duele y siento vergüenza de mi llanto.
Y quisiera no ser más.
Dejar de existir yo y mi tristeza que duele años luz.
¿Viaja el dolor por el espacio?
Y mis cosas bellas ¿están allá? ¿adónde van?
¿Por qué me dejaron solo aquí? Fue ilegal…
Lo malo no muere nunca y si no doliera tanto, si las putas lágrimas me dejaran, estaría furioso.
Por favor, quiero irme ya de aquí.
Ya es suficiente ¿no?
No existir…



Iconoclasta

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26 de noviembre de 2021

Las sórdidas noches


Las flores y los colibrís deberían habitar la noche y así la belleza no nos abandone jamás. Sé que sería cansado para esos seres; pero mi horizonte es tan triste cuando llega el ocaso...

Parece un adelanto de la muerte.

En mis noches no hay auroras ni cielos plateados por estrellas. No hay fugaces...

No es un buen lugar para disfrutar la noche una ciudad.

Así que no pido imposibles ni riquezas, solo pequeñas cosas que combatan la fealdad de las sucias noches, caliginosas y monótonas. Un concierto de toses e inodoros descargando.



Iconoclasta

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21 de noviembre de 2021

Perdón


Llueven hojas secas…

Es normal, es otoño, coño.
Quisiera sonreír; pero el sonido de las pequeñas hojas al caer me evocan los besos que nunca sucedieron, que no llegaron.
Como ternuritas que apenas nacer, murieron.
Así que cierro los ojos ante la fría y suave brisa. Y escucho ese crepitar rodante de las hojas por el suelo, sintiendo que realmente son los besos tiernos que se secaron en mis labios.
Y deseo pedirte perdón entre este íntimo rumor de tristeza.
Perdón por los besos secos que ruedan a ninguna parte.
Te pido perdón, cielo, por haber nacido mucho antes que tú, muy lejos de ti.
Las hojas ruedan sonoras y juguetonas y con ellas llevan un trozo de mi alma, un jirón que se ha desprendido también seco.
El otoño pone en jaque mi entereza, cielo.
Tal vez, al menos esa seca piel de mi amor pueda llegar hasta ti antes de pulverizarse.
No sé, mi diosa… El otoño templado es la cuenta atrás que lleva a la gelidez y a la exaltación del amor que es imposible abandonar por mucho que duela.
Te pido perdón, sin dejar de amarte.
Misericordia…
Seré entre las hojas que pisas, lo juro.




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3 de agosto de 2021

Una mariposa en mi bici


Érase una mariposa boba que revoloteando tontamente se posó en mi bici y me preguntó con cierta picardía: ¿Me llevas?

Le dije que sí, farfullando como un idiota. Muy nervioso, pensando en la magia con la que la paranoia te premia en la intimidad del planeta.

Ocurrió una vez que la diosa del mar me preguntó si me gustaban las mariposas. Aparte del sobrenatural nexo común entre ambos sucesos; si fue mágico hablar con la diosa, hablar con una mariposa me pareció de lo más normal.

Mi cerebro está bien, lo malo es el corazón y esa arritmia de amor y ternura que me provoca cierta dificultad para respirar el aire de la realidad.

Cuando me colgué la mochila (hace unos segundos ya) para emprender la marcha con mi mariposa, voló. Se marchó.

Y una lagartija me sacó la lengua desde el borde del bosque.

Está bien, puede que esté loco, o que mi cigarro presentara trazas de marihuana o algo así; pero la cuestión es que la mariposa se llevó mi corazón y quedé boqueando.

Me pegué dos puñetazos en el pecho para lanzar sangre al cerebro.

Me quité la mochila y me senté, de repente ya no tenía donde ir.

La tristeza muy afanosa ella, un poco harta de tener que salvarme el pellejo día sí y otro también; hizo crecer un corazón que comenzó a latir como un motor de dos cilindros de nuevo, mientras la imaginación se retiraba muy lejos de mis ojos, al fondo del cráneo; asustada por el riesgo que habíamos corrido todos los que soy por una pequeña mariposa bonita y un poco descarada.

Escupí sangre residual que se había metido por algún agujero de los que dejó el corazón que se llevó la mariposa y pedaleé sin alegría de nuevo a casa.

Y aún así, no podía evitar sonreír.

Hubiera sido una muerte linda, mejor que la que se me echa encima, el camión está demasiado cerca de mis ojos y yo en el carril equivocado, la tristeza no podrá reparar semejantes daños.

Si existen las almas ¿revolotean como mariposas alrededor de las dio…



Iconoclasta

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27 de julio de 2021

El tiempo del amor


El ritmo del tiempo de los amantes es una distorsión, una aberración del tiempo mediocre e insignificante que rige a los humanos adocenados. Una maravillosa y trágica trampa temporal.

Pura entropía.

El tiempo del amor es voluble: en la ausencia de los amantes, los segundos se hacen horas y los días erosionan la vida hasta dejar la tristeza desnuda.

Pero cuando los amantes se encuentran, un cronómetro diabólico inicia la cuenta y los minutos se transforman en milésimas de segundo. Se crea un tiempo que es un látigo azotando sus pieles sin misericordia. Y mientras la arena se escurre indecentemente rápida, la piel ensangrentada del amante se desliza inevitablemente entre los dedos amados convirtiendo en tragedia lo que una vez fue el encuentro ansiado.

Y se levantarán costras de tristeza allá donde el tiempo les arrancó la piel.

Tornarán las largas horas de nuevo con una esperanza absurda que posiblemente durará más que sus propias vidas.

Es tan desesperanzador como hermoso.

Tan inevitable como un destino aciago.





Iconoclasta

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11 de julio de 2021

Gusanos y sueños


Con el hacha que me ha regalado mi hijo antes de viajar a Australia de vacaciones, con un fuerte golpe en la tabla de cortar embutidos me he cortado el dedo pulgar de la mano izquierda. Pensaba que dolería más.

Que haya cortado el izquierdo no obedece a causas políticas, simplemente soy diestro. Que nadie saque conclusiones mierdosas. De vez en me veo desde otro lugar o tiempo distinto y me digo cosas graciosas como si actuara en un teatro. Ayuda a combatir la confusión. Toda mi vida ha sido tan confusa, difusa, múltiple, extraña, triste…

Me gusta leer, me siento orgulloso de mi vocabulario.

Me  han dicho tantas veces que soy un gusano, que podía ser una posibilidad que de mi dedo naciera otro ser como yo, idéntico a mí.

En mis sueños, padre decía que era muy imaginativo, no sé de quién hablaba; pero me quería, cosa que recuerdo nítidamente.

El dedo lleva ya cuatro días pudriéndose en una bolsa del súper, bajo el fregadero de la cocina y de ahí no salgo yo.

Quería dar una sorpresa a mi hijo para cuando llegara de Australia: que se encontrara con dos padres, yo con una mano mutilada y tullido y otro nuevo sin taras.

Todo sale mal.

El gato lame el muñón cuando entro en sopor y lo limpia de pus. Sudo tanto… Es un julio abrasador, más que nunca.

Entre sueños, surge otro viejo y de colores desvaídos:

Yo medio dormía, mis padres hablaban desde la puerta entornada de mi habitación.

–¿Crees que podría ser esquizofrénico como tu padre? Eso de que le pregunte a Inés si le enseña el corazón, me asusta– cuchicheaba mi madre.

–No digas tonterías. Solo tiene cinco años y es muy imaginativo. No vamos a llevarlo al médico por esa tontería– respondió mi padre.

Sé que fue un sueño porque desperté y no estaban.

Y desperté pensando: “Ve con cuidado” y desde entonces siempre me lo digo varias veces al día en voz alta, como una oración que me da paz.

Lo dije al cortarme el dedo.

Inés, mi hermana murió a los siete años por esa insuficiencia cardíaca con la que nació. Nadie le quiso prestar un corazón y aún la echo de menos. Yo tenía nueve años y hacía ya mucho tiempo que no le pedía ver su corazón. Sé que no es un sueño porque dolió mil.

Ve con cuidado.

Hay días en los que no me acuerdo cuando ni donde nació mi hijo; pero no me preocupa, al final me acuerdo de repente. Es que soy muy imaginativo y sueño con muchas cosas y lugares a ojos abiertos.

En el dedo que se pudre bajo el fregadero y en el muñón crecen gusanos que no son yo.

Aunque… ¿Y si resulta que fuera un gusano? ¿Sueñan los gusanos, son imaginativos?

No quiero ser un gusano, no me gusta.

Ve con cuidado.

La idea me ha provocado una náusea y he vomitado. El gato se ha comido los gusanos del muñón. La mano huele a queso podrido y unas finas y quebradas líneas violáceas suben por el brazo como si buscaran el corazón para infectarlo.

Aunque soy tan imaginativo que no puedo identificar en cual de los tres mundos que vivo ocurre esto. Hay momentos en los que viajo en el tiempo, salto de un mundo a otro y durante unos minutos quedo confuso.

Cuando como vomito.

Mi hijo llegará en dos semanas de ¿Italia?

No voy a ir al médico.

Ve con cuidado.

En otro mundo recuerdo a mi hijo y su nacimiento. Y de su madre que murió calva cuando Jordi tenía once años.

No me acuerdo cómo creció porque eso ocurrió en otro mundo muy lejano, de colores marrones claros.

Soy imaginativo y por ello mi memoria se dispersa.

Lo decía mi padre.

He despertado soñando que gritaba de dolor.

Algo anómalo ocurre, la luz que entra por las ventanas es oscura. La casa se ilumina con oscuridad, no me parece imaginación porque tengo miedo.

Haces de negritud que se crean entre los vidrios sucios, entran en casa como dedos fantasmales que buscan algo a tientas.

El gato no se despierta y las líneas de infección del brazo se extienden ya por el pecho. A veces el corazón se atasca, y he de golpearme el pecho para que funcione.

Abro la puerta de la habitación de Jordi.

Mi hijo ha llegado a casa en algún momento mientras dormía y no me ha despertado. Duerme con el hacha que me regaló en su mano.

Recuerdo que en uno de los otros mundos, dije de mi hijo: “Jordi también es muy imaginativo”.

No sé porque me ha venido a la cabeza.

Ni siquiera ha limpiado el hacha cuyo filo, tiene la textura y el color de la sangre seca.

Ahora estoy confuso, no sé si realmente fue él quien dijo que las lombrices se hacían dos al cortarlas.

Y en  otro de mis mundos, me dolió tanto el hachazo que lo empujé y se golpeó la cabeza contra la encimera de mármol de la cocina.

Le sangraba tanto la cabeza, que se le derramaba por la nuca y se extendía como un tinte por la camiseta, pegándose a su espalda.

Sentí una infinita tristeza cuando dijo: “Me has hecho daño, papa”.

Y se metió en su cuarto, caminando pesadamente, con el filo del hacha goteando sangre. Cerró la puerta dejándome solo en mis mundos.

Los haces de luz negra que entran rasgando y desintegrando mi mundo me confunden y no distingo si es día o noche. Quiero dormir y volver a otros lugares, este no me gusta.

Un gusano gigante llega desde la cocina, avanzando con ruidos líquidos y una boca hambrienta y ciega.

La luz de los otros mundos se ha apagado repentinamente.

¿Dónde está mi vida, la que me queda?

Ve con cuidado.

Ya no… Ya no es necesario.





Iconoclasta

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27 de junio de 2021

Las más tristes películas


Veo películas de ciencia ficción e inevitablemente sueño con viajar al pasado y reparar el error del tiempo y el espacio que se cometió conmigo. Imagino vívidamente lo que haría para conseguir nacer allá donde tú lo harás unos años más adelante y así, encontrarnos sin perder tiempo y vida con otros amores que de nada han servido.

Mis sueños de ciencia ficción giran siempre en torno a esa galaxia inalcanzable que eres tú, cielo.

A veces mis sueños salen mal y soy un astronauta que ha debido abandonar su nave rota y flota en el espacio esperando que se agote el aire de su traje, con la mirada clavada en la lejana galaxia a la que ya no podré llegar.

No podré llegar a ti y moriré asfixiado y fracasado aquí en la nada, lejos de ti.

En otros sueños sobrevivo al viaje y cuando alcanzo tu galaxia todo es luz, esa cegadora luz de tus grandes ojos que me fascinan, la gruta carnal que forman tus labios para que bese la entrada. La increíble calidez que preciso después de tanto tiempo viajando por el gélido espacio, está toda en tu piel.

Y después de eso, despierto y no estás. Quisiera arrancarme los ojos.

La realidad fue todo un error, amor.

Ahora solo queda engañar a la vida luciendo una sonrisa que es puro quebranto, por mantener la más mínima dignidad ante la frustración de una vida sin ti.

Pienso en bebés muertos, no fui uno de ellos; pero nací en un espacio triste y deformado sin ti. Sin posibilidad alguna de reparar un daño que no cometí.

Los bebés muertos no sufren, solo viajan congelados como asteroides alrededor de estériles astros, con los ojos muy abiertos, como cuentas de cristal translúcido. Yo que sobreviví, no quiero nada de lo que hay en este mundo, ni siquiera la alegría; sino lo que está desesperadamente lejos de mí. Lejos en el tiempo y sus circunstancias.

Tan lejos de ti…

Mis películas de ciencia ficción son las más tristes que se han hecho jamás. 



 

Iconoclasta