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16 de diciembre de 2023

lp--Desde mi tumor--ic

Pienso que con tantos millones de humanos presionando la corteza terrestre hasta la ruptura, no hay suficientes muertes.

No tardará en faltar espacio para expandir los pulmones y respirar.

Es necesario que la muerte haga su trabajo.

Que surja una especie animal cuyo alimento sea exclusivamente la carne humana.

O eso, o que en los transportes públicos, cines y edificios-colmena; en asientos, paredes y mamparas se instalen pantallas de Rayos X camufladas con publicidad, a la altura adecuada para que radien constantemente los genitales de los usuarios y vecinos. Sería una solución incruenta.

Pienso que hay demasiado amor en el mundo, amores infundados y fabricados según las circunstancias y que se confunden con reproducción por una cuestión de ignorancia y una vanidad injustificada.

Yo sólo quiero a dos o tres personas, no es por elitismo o ser celosamente selectivo. Es fisiología, mi cerebro tiene un estrecho canal afectuoso. Y el puto Amazonas como canal de libertad y fascinación por los espacios libres.

Llegan fechas institucionales de paz y mierda, con los arrebatos angelicales de bondad en todo su esplendor hipócrita y mezquino tan propios de la eufórica y alcohólica narcosis navideña. Y yo me retraigo hacia el negro tumor de mi cerebro, donde el exceso de azúcar no puede penetrar y sólo caben los muy pocos que quiero.

Aquel mendigo mitológico, Jesucristo, murió por “nosotros”.

Bien, tanto celebrarlo con lloriqueos de ternura y empatía; pero nadie toma ejemplo y se deja destripar y crucificar.

Se celebra paranoicamente la vida y se ofrecen los mejores deseos a los millones de desconocidos e indiferentes seres que hay en el mundo. Y la pragmática y sincera muerte se asfixia entre bisturís, vacunas, pastillas, oxígeno en lata y otros tratamientos médicos. Con los edictos fascistas de los “padres bondadosos” que velan por la salud y productividad de sus millones de reses contributivas. Que salmodian como villancicos lo mala que es la libertad para la salud y que un cigarrillo mata más que los asesinos que ellos dotan de armas y misiles, recompensan y aúpan a su nazista órbita de poder.

El amo nazi adoctrina a sus borregos que aquellos que degüellan, aplastan con coches y revientan con explosiones a seres humanos en el nombre de Alá, son ahora sus amigos del alma. Que el islam, a pesar de decir que hará de todas las naciones su reino mediante el terror y la muerte, es amigo navideño. Se les debe amor a los asesinos sectarios, dice su ilustrísima nazi del coronavirus.

Mágicamente, de la noche a la mañana, aquellos que odian a los que no rezan a su dios, se han convertido en seres de luz. ¿No es precioso, después de siglos de matanzas, que de repente se obre el milagro merced a un líder nazi de una falsa “democracia”?

Y los borregos decadentes y serviles del amo nazi se apresuran a salir a la calle con todo su amor y banderas que no son suyas, a dar el aleluya a sus nuevos y amados amigos.

Cada pueblo tiene el líder nazi que se merece, y por tanto la muerte que se merece también.

La propia conciencia insectil de la humanidad, pide a gritos su propia muerte porque se reconoce venenosa y plaga. Asqueada de sí misma a nivel instintivo.

Desde mi tumor, el que siempre protegí de curas y tratamientos, soy el megáfono del oculto y oscuro pensamiento del hombre sin doctrina y sin amo.

Hay tanto amor, que irremediablemente voy a ir a vomitar al cementerio, el mejor sitio para ello. Si no los amé en vida, mucho menos sus esqueletos.

Tal vez sean ellos, los asesinos sectarios, la nueva especie animal que se alimentará exclusivamente de seres humanos.

Me parece una buena idea que la chusma sea asesinada por la mano amiguísima de quien ama. Es una ternura que dejará espacio.

No importan los medios, importa el fin, generar espacio e higiene para mis pulmones.

No pueden hacer daño unas navidades oscuras como este tumor, este refugio anti hipocresía desde el que divago. No a mí, claro.

Más vale una docena viviendo dignamente que millones lloriqueando frente a sus móviles y sus mensajes de blanca imbecilidad.

Blanca pornografía de corridas níveas....

Desde el negro tumor de mi cerebro: feliz navidad y sus millones de muertes. Y el más kilotónico y aterrador fin de año.

Y si comienza otro, que sea el año uno garabateado con un pedazo de uranio en las paredes de una caverna gélida y oscura.

Hay quien discutirá que sería el año cero. Bien, me suda la polla, al fin y al cabo el cero es el símbolo de la nada, me parece genial también.

Siempre vi problemas cerebrales en mis profesores en sus salmos cuando intentaban castrarme y adoctrinarme en la escuela. Siempre veo problemas mentales de subnormalidad en los decretos de paz y amor del jerarca y su fascismo que no cesa, como un parásito que me amenaza desde mi nacimiento.

Y exhibo con orgullo ese fracaso “escolar” cuando me apetece acariciándome el rabo.

Soy humano, tengo mis vanidades.

No podían ellos saber de mi poderoso tumor y refugio anti amor gratuito e indiscriminado.

Lerdos...



Iconoclasta

 

28 de octubre de 2023

lp--Espíritus en el cielo--ic

Spirit in the Sky es la cancioncilla marchosa que suena en la última escena e inicio de los créditos finales de la película de ciencia ficción y terror LIFE, 2017. Es curioso que en un final tan tétrico donde triunfa el invasor extraterrestre, suene semejante canción roquera, alegre, rítmica y esperanzadora.

Se trata de inducir optimismo y paz al público que pudiera haberse visto afectado por el final terrorífico y desesperanzador de la película, una especie de edificante esperanza musical: “¡Vamos, niños, es sólo una película, no os asustéis, no lloréis!”.

El Estado Nazi Mundial Sanitario, implantado en todas las naciones occidentales consumistas y degradadas sus ciudadanías a una decadencia de cobardía, indolencia, servilismo y comodidad con el covid 19; a través de sus filiales de control como la prensa, televisión, internet y cine, vela por el buen talante de sus grandes rebaños de cerdos y borregos humanos que son las castas bajas o trabajadoras. De tal forma, que no se asusten por una película de miedo y conserven su devoción, obediencia y mansedumbre, para que su explotación por parte del Estado, sea eficiente y cómoda. Que, con pocos gastos y recursos, se puedan pastorear y sacrificar sin complicaciones dichas reses, como ocurrió con los grandes decretos de encarcelación multitudinaria y destrucciones de libertades durante la pandemia del covid 19, que increíblemente, la masa ganadera humana defendió y aplaudió casi al cien por cien ese nuevo nazismo surgido.

Es lo que ha visto y comprobado Asia: la degradación de una civilización en su estado más puro. Es el momento de iniciar una gran guerra planetaria para acabar con el degradado Occidente.

Está tan absolutamente arrasada la libertad, la determinación, la ética y el valor de los rebaños humanos y sus gobiernos en las naciones occidentales consumistas, que caerá Occidente (primero la vieja y gastada Europa de líderes blandos y cobardes) bajo las armas de las feroces naciones asiáticas (como las de Oriente Medio), China como la gran apisonadora sobre la que se apoya todo Oriente, a excepción de Japón, de momento... Occidente será invadido por combatientes fieros y violentos de asesinas doctrinas políticas y religiones como actos de fe de paraísos y santidades en sus batallones.

Asia, donde nació el conocimiento que se expandiría por todo el planeta, ansía de nuevo tomar el mando del planeta.

Y mientras China observa con ojos cazadores lo que ocurre en Oriente medio y Ucrania, un almuédano grita impúdicamente a pleno pulmón desde su alminar, el violento y avaricioso deseo de dominar el mundo con su fe.

Está ocurriendo aquí y ahora. Toda dictadura conlleva oscurantismo e ignorancia, y una inopinada y estúpida vanidad que se extienden desde el Estado hacia las castas bajas o trabajadoras; es la razón de que no vean o alcancen a vislumbrar lo obvio, ni los jerarcas nazis sanitarios occidentales, ni su ganado que rigen con mano que no tiembla.

Me parece bien, de justicia, que los cobardes e indolentes paguen su indecente degradación moral con muerte, humillación, hambre y esclavitud. Sobre todo, en naciones como España, que se vislumbra como la Judas de Europa, aquella que favorecerá el paso y el trato de favor a los invasores.

Y volvemos a lo mismo: un gobierno o Estado es el reflejo aumentado del carácter de las reses que gobierna. La traición que cometa el Estado Español en nombre de la paz en el mundo, la tolerancia y convivencia, favoreciendo la invasión de Europa por las tropas asiáticas a través de sus fronteras, es puro arribismo.

Y el arribismo es pura y alta traición, degradación de la nobleza para cualquier persona que no haya caído en la decadencia total y para cualquier enemigo con un mínimo de inteligencia; los asiáticos van en cabeza en este tema. El invasor no confiará en un traidor profesional más allá del tiempo estrictamente necesario para ejecutar su plan, caerán las cabezas de los arribistas o traidores que forman el Estado por los filos de los cuchillos invasores. Si algo han demostrado los asiáticos, es que sólo con una gran y aparatosa crueldad sobre unos pocos, basta para instaurar la parálisis del terror, el servilismo y el respeto religioso en los millones de reses de las viejas, gastadas, cobardes e infantilizadas sociedades occidentales consumistas. Los traidores con los que han pactado servirán (sus cabezas) para demostrar que no hay piedad.

Obsérvese con fría atención la paranoia de las reses pobres o trabajadoras de las naciones occidentales consumistas y su orgía de simpatías hacia los asesinos de israelíes en este momento: tienen miedo de que si no los alaban, acabar degollados por terroristas o escuadrones de la muerte camuflados en sus ciudades.

Es a Asia (en su conciencia) a la que le toca llevar ahora las riendas del planeta y gestionar el ganado humano a su manera, con la avanzadilla de las naciones de feroces rezos y ritos tribales que, han convencido a sus propios borregos de morir santamente mediante el fanatismo religioso.

Ahora mismo están pensando los degolladores de Oriente Medio: “Pronto seréis eso: espíritus en el cielo. Cantad, reíd y aplaudid, que os queda poco.”.

Y China sonríe astuta.

Cualquiera piensa en este instante que está muy cerca una nueva guerra mundial, lo que no sabe es el grado de crueldad que se vivirá cuando acabe la última batalla y se inicie la educación, adoctrinamiento o conversión de los invadidos, por muy pacíficos y lameculos que hayan sido.

Sólo hay que leer un poco de historia, la que los Estados Nazis Sanitarios aún no hayan podido corromper y manipular, para imaginar a grandes rasgos lo que se avecina.

Y las edificantes canciones suenan sin cesar en los oídos de los decadentes, como himnos de paz y concordia en un mundo con todos los colores del arcoíris bien ordenados.

Qué lelos...

Pase lo que pase, da igual como se resuelva; todo será consecuencia de la degradación de la naturaleza humana, de la decadencia de las sociedades occidentales consumistas, que creyeron con auténtica fe, ser ángeles y portadores de la bondad en el mundo con su cobardía disfrazada de empatía y tolerancias hacia los locos y asesinos.



Iconoclasta 

17 de abril de 2023

lp--Crónica de una tristeza ilegal--ic

 


Año 2025. Incluso su nacimiento fue triste.

Al nacer su primer llanto deprimió a la madre y al personal sanitario. Ante tal tristeza, como prevención por descabellado que pareciera, al bebé le vendaron las muñecas y los muslos para evitar que se suicidara.

Al padre, por orden judicial, le realizaron una vasectomía y a la madre ligadura de trompas. No podía volver a nacer semejante tristeza humana en una nación gobernada con mano que no tiembla; pero con mucho cariño y respeto. En la que siempre prevalecía por encima de toda libertad, el derecho inalienable a no estornudar o no toser. Se trataba de una dictadura paterno-sanitaria-infantil-homosexual del bienestar psíquico.

Por violar los dogmas de la nación y con el aval de un juez, también fueron sancionados los cónyuges progenitores por el gobierno absolutista a ceder el noventa por ciento de sus ingresos al estado hasta su muerte.

Un obispo predicó en una homilía extraordinaria, debida a la alarma social de semejante nacimiento triste, que la orden judicial era un acto de bondad.

A pesar de ello, el niño más triste del mundo, en un colegio de adoctrinamiento especial aprendió nociones de anatomía básica humana.

Año 2037. A los doce años acabó con su tristeza con simple lavavajillas.

Su cadáver olía tan bien que pensaron, madre y padre, que se había curado de tristeza y dormía plácidamente. Hasta que los gases de la descomposición produjeron pompas de jabón en su boca y nariz.

Y se llevó con él la tristeza que infectaba a su familia y la gente que lo conocía.

No lloraron su muerte, sino que la celebraron con programas televisivos especiales de optimismo y manifestaciones multitudinarias pro alegría que paralizaron la ciudad durante tres días. El ayuntamiento asumió la cremación del cadáver triste como acto institucional, sin funeral y obligando a pagar la incineración a los progenitores. Se borró su nombre y nacimiento del registro civil y hospitalario para limpiar la memoria histórica de la dictadura de semejante e indeseable tristeza.

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La narración del presente artículo está basada en documentos de prensa almacenados en la memoria sólida de una computadora personal ilegal. Es decir, no declarada a la administración estatal por su comprador en algún momento del 2030.

Fue hallada en mayo del 2252 por un equipo de paleoantropólogos, entre las ruinas de una ciudad española extinta en el 2053 por bombardeo nuclear durante el período de las Guerras Climáticas Mundiales del 2043 al 2054.

 

 


Iconoclasta


20 de abril de 2022

El no abortado


Soy el hijo que no pudo ser abortado, y luego demostró con su maldad y odio ese accidente o error.

Si hubiera sido decidida y valiente mi madre, hubieran muerto muchos miles menos; pero una adolescente mediocre y con un cerebro aún más vulgar, sintió el peso de la conciencia insectil humana y desgarré su coño para emerger a esta cochina luz que ese dios maricón creó.

Si hubiera sido humano, así me gustaría haber nacido. Y arrancarle los pezones a bocados cuando me diera de mamar.

Afortunadamente no soy hijo de mono. No soy un primate como vosotros.

Me creó con materia fetal Dios el melifluo maricón, junto con otros diez mil ángeles.

Supe corromperme y crear músculos llenos de sangre ponzoñosa, rellené los huesos con tuétano de materia cadáver.

Y en toda esa carnalidad pulsante, maloliente y venenosa prendió también la eternidad que Dios concedió a sus ángeles.

Desarrollé inmunidad contra la bondad y su dios. Resbalaron sobre mi piel feroz los mandatos y el amor a la humanidad.

Creé el infierno donde sufren ángeles y primates reviviendo en un ciclo sin fin el dolor más fuerte que marcó sus existencias.

Soy el nº 1 en la lista de Forbes en millones de almas de mi propiedad. Y no todas son malvadas o han cometido pecado mortal. Están en los sótanos de mi oscura y húmeda cueva porque soy rápido cazando las almas que se desprenden de los cadáveres de los primates cuando mueren o cuando los descuartizo.

Lo cierto es que las almas son accidentales, son la molesta consecuencia de las matanzas que cometo, que gozo, que necesito realizar.

Si no tuvieran vapor o alma, haría exactamente lo mismo con ellos: aterrorizarlos, torturarlos y matarlos. Si el alma pudiera ser asesinada, no existiría el infierno y unas pocas almas idiotas habitarían el paraíso de Dios, el homosexual y pederasta sagrado. Porque masturbarse o ser acariciado por un estúpido y asexuado querubín, es lo mismo que usar primates de cinco años.

Odio a los primates porque son creaciones de Dios y son repugnantemente parecidos a él en sus maneras y pensamiento, sobre todo por esto los odio hasta la extinción.

Os odio aunque estéis dormidos. Os odio tanto que deseo vuestra resurrección para mataros de nuevo. Para mataros un millón de veces. Hasta que el universo se extinga…

La Dama Oscura se acerca caliente, sin un solo vello en su vagina que se muestra por debajo de una falda que no es más que un concepto, una trampa sexual para atraer la atención a su coño. Su raja abierta, dilatada, está brillante de viscosa humedad. Su chocho tiene hambre. Cuando pienso profundamente en mí mismo, entra en celo, se calienta. Hay alguna conexión entre mi maldad y su coño de la que ninguno de los dos podemos escapar.

Tengo una teoría: cuando pienso en mí, en mi historia y pasión y mi ansia de aniquilación humana; mi polla se pone dura y actúa como antena de emisión. Y ella recibe las vibraciones de mis cojones y el semen que presiona hacia un glande amoratado, henchido con la sangre que lleva la vida, el veneno o la dureza de la reproducción. Del sexo brutal e impío.

Así que separo los muslos, alzo cada pierna sobre los reposabrazos de mi sillón esculpido en roca, una roca que no puede herir el cuero grueso que recubre mi carne. Mi ano se ofrece indefenso ante cualquier agresión, porque si hay algo que soporto, tanto como lo provoco, es el mortificante paroxismo del dolor supremo e íntimo. Aquel al que no llegan manos para consolarlo, tan profundo, tan devastador para la mente.

Y le regalo mi polla, para que haga lo que deba, lo que quiera.

Y decide atar una cuerda ruda en la base del pene y estrangularlo.

Observo fascinado como se congestiona, las venas pulsan a punto de reventar y cuando noto que algo malo ocurrirá, suelta el lazo y la sangre corre de nuevo en tromba hacia el pijo. El glande entra en espasmos y grito con todo mi poder. Las almas crean un coro de terror que inunda la cueva y los crueles desaparecen en la oscuridad, excepto uno.

La Dama Oscura se arrodilla y traga hasta sentir náuseas mi falo y escupo mi semen que brota con fuerza inusual inundando su garganta. Parece vomitarlo y por la nariz escupe el semen regando mi pubis. Tose y se ríe…

Un cruel, lame su coño, con su rugosa lengua de jabalí monstruoso. Mi Oscura gime de placer y dolor, y escucho excitado el obsceno chapoteo de la lengua en su sexo hirviendo, lacerada la piel… Lo noto en sus espasmos de dolor, son como pequeños orgasmos que erizan sus pezones más allá de lo que la bondad puede soportar.

Y no tiene bastante, agarra una de las afiladas navajas del cruel y lo fuerza a meter más profundamente el hocico entre sus muslos. Con la boca llena de mí y dejando escapar el esperma, grita mudamente y se aferra a mis cojones llevándome a otro nuevo nivel de dolor.

Desenvaino de entre los omoplatos mi puñal y corto sutilmente la piel de su rostro hasta que una fina de línea de sangre se desborda en pequeños ríos. Y ella responde cayendo a mis pies, gritando un orgasmo entre convulsiones, con el cruel casi asfixiándose en su coño sin dejar de lamer.

De repente, cesa todo sonido, todo movimiento. Se incorpora, acerca su boca a la mía y muerde mis labios juguetonamente; pero maldita sea, clava sus uñas en mis piernas alzadas. En las tibias y arrastra…

El dolor es inenarrable. Llevo la punta del cuchillo a su nuca embrutecido.

Me mira a los ojos desafiante, y decido entrecerrar los míos y desear que no cese.

El cruel se ha colocado a un costado del trono de piedra y lame la sangre y el pus de mi daga que gotea sobre su morro. Y se lo clavo en la cerviz, son crueles, no importa si mueren. No importa que todos mueran, excepto ella, mi Dama de alma oscura, de coño profundo, de ano ardiente… Feroz como no he conocido jamás primate alguno.

La mataré, lo mato todo; pero aún no.

Aún no…

Os estaba hablando de almas; pero en este momento incluso de mis piernas brota esperma por las heridas, entre sus uñas. Ella provoca esas cosas.

Y las almas me importan tanto como mis crueles: una mierda.

A medida que nuestras respiraciones se relajan, pienso en Dios, en clavar mi puñal en sus cojones y cortar hacia arriba, hasta que los huesos de su cráneo sagrado de mierda lo impidan. Es una imagen recurrente, como meter a sus ángeles y arcángeles en un picadora de carne para dar de comer a mis millones de crueles.

¿Los oís? Los ángeles revolotean asustados en el cielo, temen mi pensamiento mismo.

Están cantando a coro salmos celestiales para conjurar el Mal, a Mí; piden que jamás suba a ellos. Y Dios mira a otro lado, sin poder prometerles nada.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

23 de febrero de 2022

Y hoy tengo un buen día


Camina pensando en sus banalidades de prostituta. En un momento dado no sabe dónde se encuentra y mira agitada y angustiada en derredor intentando hallarse en la ciudad.

Tenía el cerebro podrido e incluso lo podía contagiar si eras débil o niño.

A aquella puta le pasó unas cuantas veces. Se colocaba con drogas que conseguía en el trabajo a cambio de una mamada o una mala follada, incluso grupal; su coño era un cóctel de sémenes distintos.

Su boca y su coño eran idiotas.

O son, no sé si aún vive, y lo cierto es que tanto me da que viva o muera. Me la pela.

Solo me revuelco desinhibidamente como un cerdo en el viejo y apestoso barro.

En algún momento me confundió con un asistente social de yonquis.

Pensaba que su coño era una joya irresistible, nunca le dije que olía a excremento. A veces cometo actos de piedad. Es una generosidad propia de los recios.

Y en algún momento le di la patada porque no nací para misionero, soy discreta e infinitamente malo y perverso. Por supuesto, selectivo, mi cerebro no está podrido solo es indecente e indecorosamente eficaz; puedo apreciar cosas si me lo propongo.

Una vez participó en la marcha de las putas; pero claro, no era de esas putas. Las putas no son malas personas por definición, ella sí.

No sabía mamarla; pero le ponía interés. Y si no por arte y profesionalidad, por aburrimiento también te puedes correr, les ocurre a los borrachos; incluso sin que se la chupen.

Me gusta la indecente poética de lo sórdido…

Dicen que uno tiene la vida que se merece. Una mierda, es una puta suerte, una ruleta que reparte premios podridos en mayor o menor medida.

Han confundido el misticismo con la ignorancia y el infantilismo. Ser adulto e ingenuo es lo mismo que ser retrasado mental.

La vida no tiene desperdicio, me refiero a lo literario, a lo sórdido.

Me muevo bien en ello; como el cerdo que he apuntado.

Juego con ventaja, tratar con una puta mala es infinitamente más relajado que salvar la vida.

Y si algo aprendes, o debieras aprender si no eres como la puta del cuento, es que la parte mala de la vida la has de extirpar cuanto antes, es en lo único que no has de reflexionar. Sé veloz e impío arrancándote las putrefacciones, aunque tengas que perder parte de ti.

Porque apenas hayas leído esto, yo podría estar muerto.

O tú.

Yo pretendía ser un escritor de esos atormentados, hechos mierda por los golpes de la vida. Y mira por dónde, que he salido un buen hijo de puta.

Soy la parte de la naturaleza humana que intentan barrer bajo la alfombra.

No me quejo.

Me gusta, qué cojones.

Prefiero ser odiado a comer mierda. Si hay algún problema, encontraréis cochinas ventanillas de reclamaciones para tarados en cualquier lugar de esta sociedad degenerada e hipócrita; y también puta e idiota hasta para hacer mamadas.

Y hoy tengo un buen día.



Iconoclasta

11 de febrero de 2020

666: Una crueldad gourmet


Soy reflexivo y frío; pero no puedo ni quiero evitar, por la química de mis cojones, gozar de grandes estallidos de ira y descontrol. De hecho, al relajarme y evocar esos momentos, se me pone tan dura que agarro la negra cabellera de mi Dama Oscura y la obligo a tragarse mi bálano hasta que mi negro semen le rebosa por los labios y tose.
En el año 1210, vagaba a la caza de primates por las estepas mongolas, en la cuenca del Tarim, territorio uigur (en realidad, los mongoles eran una de las muchas tribus que vivían en la estepa; pero el mongol Gengis Khan, las sometió por la fuerza y se convirtió en el señor de todas ellas); donde había una frenética actividad bélica contra China y entre las tribus que aún quedaban por someterse a Gengis.
Multitud de pequeños clanes nómadas viajaban por las estepas hacia el sur, a la frontera china, para unirse al ejército de Gengis, donde tras aniquilar a los pueblos y ciudades conquistados a los chinos, se podían ganar grandes fortunas con los saqueos y la trata de esclavos.
Una noche vi aparecer un lejano fuego en la llanura, desde el interior de un pequeño bosque de raquíticos abedules; allí permanecía estirado y somnoliento, encima de los cadáveres de una manada de ocho lobos que tenía allí su refugio. Los maté con mis manos para que no se ensuciara de sangre su pelaje.
Mordí una oreja, la arranqué de su cabeza y me la comí distraídamente pensando que tenía que ir a visitar aquel campamento. Y así lo hice cuando desapareció el último reflejo del sol, hasta que la noche se hizo tan oscura que las almas de los lobos lamían mis manos pidiendo piedad, que no los arrastrara al infierno. Los perdoné porque no los odio tanto como a vosotros.
A medio kilómetro del campamento, me apeé de mi pequeño y robusto caballo mongol y llegué caminando hasta pocos metros de la hoguera que ardía ante el rostro de un deforme macho humano adormilado. Siempre hay un primate vigilando que el fuego no se apague durante la noche para evitar el ataque de lobos.
Invadí su mente, inmovilicé sus cuerdas vocales, extremidades y los párpados. Cuando un mono tiene la certeza de que va a morir, tiende a refugiarse en su propia oscuridad. De mí no se refugia ni Dios, y todos asisten si es mi volición, a su propia evisceración.
Saqué mi puñal de entre los omoplatos, la hoja estaba caliente y la hundí en su cuello como si se tratara de mantequilla, corté en redondo, con la columna vertebral como eje, forcé el muñón de carne inferior hacia abajo para que se hiciera visible la médula, metí una gruesa rama de leña en su espalda, entre el ropaje formado por varios ponchos de pieles de ratas, conejo y algún zorro y la clavé en el suelo.
Siempre me ha gustado el arte cruento… Un hombre casi decapitado contemplando románticamente el fuego sentado en su propio charco de sangre.
Precioso.
Le arranqué uno de sus apagados ojos y lo hice estallar entre mis dientes, lo devoré glotonamente.
En la llanura, el único sonido era el crepitar del fuego y los ronquidos y respiraciones de los que dormían en las tiendas.
Me gusta poner a prueba la ferocidad de los primates más violentos; cuando les corto los pezones y les arrancó desde ellos la piel del pecho, lloran más que sus víctimas. Es usual que me ofrezcan sus hijos y sus mujeres para salir ilesos. Perfecto, les rompo los dedos de los pies con piedras para que no puedan escapar mientras observan como acabo con sus familia y amigos. Luego los mato empezando por las rodillas, cuando he llegado a sus intestinos, sus corazones ya no funcionan.
No es ninguna sorpresa para ellos que van a morir. Cuando tomo una de sus crías, un bebé a ser posible, y lo abro desde el esternón hasta el vientre, lo elevo cogiéndolo por pies y manos y lo sacudo con violencia en el aire para que sus vísceras caigan al suelo, el cruel guerrero que es papá se mea encima y llora; sabe que de morir ahí y en ese momento no se libra.
Si hubiera tenido por aquel entonces mi Desert Eagle 0.5, con toda probabilidad no la hubiera usado. Me gusta descuartizar si hay tiempo e intimidad para ello.
Y allí, en aquellas grandiosas llanuras, existía todo el tiempo necesario para mal morir durante horas y horas.
Era un campamento de cinco tiendas, formadas por viejas y roñosas telas a las que se había cosido toda clase de despojos animales, cubriendo un enramado tembloroso, que la más ligera brisa hacía tambalear.
Cinco tiendas, cinco familias. Cuando maté a cuchilladas a los quince primeros primates: nueve crías de entre un año y cuatro, tres adolescentes y tres adultos que ocupaban dos tiendas, me aburrí. Así que invadí la mente del resto de los habitantes e hice arder las tiendas con ellos dentro.
Cuando el fuego los empezó a consumir, dejé sus mentes libres para que gozaran de su muerte con todo el dolor posible.
Me senté junto al vigilante y aspiré su alma con desidia, abrí mi boca, la acerqué a la suya que estaba abierta hasta la dislocación y aspiré su alma inmunda junto a su execrable aliento.
Me dormí ante el fuego y cuando desperté, solo quedaban unas pequeñas brasas.
Entré en una de las tiendas que quedaron en pie, arrastré el cadáver de una mona y le follé su frío culo. Su carne muerta y rígida provocaba cierto dolor en mi glande. A pesar de estar muerta, cuando eyaculé y le saqué el rabo del ano, mi glande estaba ensangrentado de sangre fría. Parece que su macho no la estrenó por detrás. Aunque si la hubiera jodido por el culo, la hubiera reventado igual.
Mi polla no es dulce.
Los maricones querubines de Dios, no bajaron del cielo a cantar sus salmos de piedad por los muertos, aquellos monos no creían en Yahvé. Carecían de importancia para nadie.
Y de repente, escuché llorar a una cría humana, un llanto de bebé.
Os vais a reír, pero que casualidad, lo tenía la sucia mona a la que le había reventado el culo, protegida en su pecho, bajo todas esas capas de ropa y piel.
Era una hembra de no más de tres meses.
La lancé contra el suelo para matarla, y me dirigí hacia el bosque, donde mi caballo habría vuelto.
Apenas avancé un minuto hacia el este, la niña volvió a llorar.
Me enfurecí, fui hacia la cría la agarré por los pies y tomando impulso la lancé unos metros delante de mí, golpeó con fuerza en el suelo y enmudeció.
En las raras veces que algo no me sale bien, la ira se me apodera de mí hasta un punto que siento que mis uñas saltan por la presión de mis dedos.
Saqué mi puñal de entre los omoplatos y corté mis muslos para que sangraran, pateé los cadáveres, los quemados y los acuchillados. Se extendió tal hedor a muerte en aquel lugar de la estepa, que los carroñeros en kilómetros a la redonda deberían haber llegado; pero todo animal que no sea humano, sabe del peligro de acercarse a Mí.
La mierdosa seguía llorando, me acerqué a esa pequeña cosa desnuda y azulada por el frío ya, que insistía en vivir. De su pequeña cabeza herida manaba una sangre pura, brillante, clara…
Podía dejar que muriera observándola con mirada aburrida o cometer un acto de piedad.
Como no había testigos, la tomé en brazos, le limpié la sangre y luego mis manos pegajosas de carne y sangre quemadas. Me senté, dejé que se aplacara mi ira y la visión en rojo dio paso a un cielo ya azul. No dejó de llorar en ningún momento; pero su llanto me dio una sorprendente paz. Pareció mirarme con unos enormes ojos torpes que no sabían aún enfocar y alzó una de sus patas hacia mi barbilla.
Tomé su rostro y giré dulcemente la cabeza hasta que un leve ruidito anunció su muerte definitiva, cuando se partió el tronco nervioso a la altura de la nuca.
Luego, rápidamente aspiré su alma que era dulce.
Y me sentí bien, en paz.
Aquella fue mi primera muerte gourmet en todos mis milenios de vida; pero no fue el sabor de su alma, fue aquel sonido leve de muerte lo que me llevó a un estadio de paz espiritual que jamás había sentido hasta entonces. La dejé en el suelo dulcemente, con sus extremidades y cabeza inertes y al ponerme en pie, pisé sus pies y por un momento temí que resucitara.
Me reí feliz de mi ocurrencia.
Y desde entonces, cuando las muertes grotescas me enfurecen y me llevan a perder el control; busco, para estabilizar mis biorritmos, una muerte gourmet pequeña y dulce que aplaque mi furia.
No todos los niños mueren de muerte súbita. Son muertes, crueldades gourmets, que de vez en cuando me regalo.
Mi Dama Oscura, cuando siente que mi ánimo es demasiado tóxico para el universo, trae a nuestra húmeda y fría cueva una pequeña cría de primate, que llora suavemente. Dice que es feng shui.
Yo me río, la beso y me la follo con el pequeño cadáver enredado entre nuestros pies.
Y las almas condenadas suspiran tranquilas de que no estalle mi ira.
Siempre sangriento: 666.






Iconoclasta

4 de septiembre de 2019

Sin rostro


Sin un rostro no soy nada, no soy nadie. Solo un error genético.
Un espécimen que se extinguirá sin dejar rastro de su existencia.
Sin rostro hay una libertad salvaje, cruel y absoluta.
Sin cara no hay escrúpulos, ni vergüenzas, ni temor, no hay humanidad.
Follarte sin mirarte, penetrarte abominablemente y no amarte con todo el daño que conlleva. Hundir mi cabeza sin rostro entre tus muslos y estremecerme en tu coño como una abominación hambrienta en la oscuridad de mis instintos atávicos.
Incapaz de decir que te amo, mi puta.
No obedecer o sentir el peso de precepto o moral alguna. Eyacular en tu piel y que se deslice el semen derramándose en la tierra, sobre las bocas abiertas en los rostros sin carne de los muertos.
Muertos que tardan demasiado en serlo.
¿Sabes que hay muertos tan estúpidos que se lamentan de cierta dificultad para respirar? Dicen que sienten un asma.
Los muertos suelen tardar demasiado tiempo en serlo, y cuando lo son, están confundidos. Si tuviera rostro, se me escaparía una risa inconsolable.
Soy feroz.
Soy una bestia indescriptible, sin rostro soy invisible.
Nunca he soñado con buscar curas para enfermedades y dolores, para el hambre, la sed, la pobreza, la imbecilidad, la cobardía o la envidia.
Con rostro me parecía bien y ahora, perfecto que exista todo eso entre los humanos.
No quiero intervenir en nada, no quiero modificar ninguna miseria.
No espero salvación para mí, para nadie.
Me muevo con comodidad entre el sufrimiento, el dolor y la mortificación ajena.
Mientras mueren o sufren, solo pretendo amarte silenciosa y sigilosamente, sin rostro, sin miradas que delaten lo mierda que soy. Me basta sentirte como un aire fresco en mi piel.
No soy gracioso, no soy ingenioso, no soy risa, ni siquiera un llanto de hastío en un lugar solitario. Sin rostro soy nada y soy superior a todo lo que me rodea. Soy la complejidad indefinible, una angustia filosófica y teológica.
Soy la plena aceptación de la muerte y sus consecuencias y la decidida voluntad de sentir soberbia por ello.
Tal vez sea el primer paso de mi desintegración al fin.
Se borrará todo de mí con el paso de los días en una muerte inhumana y única.
Mientras eso ocurre y la humanidad sufre, solo quiero estar contigo, en algún rincón donde no te moleste. Y cuando lo necesites tomes mis manos que aún no han desaparecido y las lleves a tu coño, pidiéndome follarte tan desesperada como silenciosamente. Sobre los muertos y ante los humanos que sufren y mueren o ríen su imbecilidad.
Antes de que el amor se borre también, cielo.
Por favor…




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

12 de agosto de 2019

Visto y no visto


Es maravilloso, es mágico escuchar el paranoide y metafísico ritmo de Talking Heads en su Seen and Not Seen; hablar sin pudor a tu coño y lamerlo. Y en una de tus contracciones de placer, detenerme para explicarte las tantas idioteces que he visto y leído, mientras tu respiración es obscenidad pura.
Succionaría tu clítoris con profundidad como el ritmo de Visto y no visto con el que los Talking hacen mierda mi piedad y cordura si las tuviera.
Y con los labios de tu coño entre mis dientes hambrientos, te diría que a veces sueño con diseccionar un bebé humano para arrancar la repugnante rata que es su génesis profunda y real.
Luego, con la picha muy dura y el glande brillante por tanta insania, me metería en ti con unas lágrimas casuales. Te preguntaría con el rabo empapado de tu coño y chapoteando en tu fluido: ¿Si no eres puta cómo me soportas?
Y apagaría el cigarrillo en el retrato de mi hijo muerto que está tumbado en la mesilla, mirando al techo con aburrimiento.
Observaría con rostro imbécil como escupes mi semen por la raja del coño y rezaría una ave puta maría rascándome el culo.
Así visto y no visto, como la puta canción que esponja indoloramente mis sesos.
Talking Heads, hace ya rato que han enmudecido espantados por tanta miseria que hay en mis cojones o en mi cerebro. No acabo de distinguir.
Si algo te queda de mi leche en tu coño y te deja preñada, no me lo digas, deja que la rata haga su trabajo. ¡Ja!
Es un chiste, es tan solo ese sarcasmo de los que no tendríamos que haber nacido jamás.
Visto y no visto…
Y una mierda, todo es lento hasta la exasperación, nada concluye jamás.
Me cago en dios…






Iconoclasta

24 de marzo de 2019

Hijos flotantes


Son tan pequeños…
Con sus ojos cerrados (si los tuvieran), y sus piernecitas semiflexionadas parecen muñequitos de un roscón de reyes.
Muñequitos flotantes en sus frascos de formol.
Al que le falta un brazo se llama Raúl (concluyeron que algunos de sus órganos internos no se habían desarrollado).
El de la cabeza deforme, dividida en dos partes asimétricas es Jordi.
Y de la columna partida (si agito el frasco, se puede ver como asoma un trozo de columna vertebral a través de la espalda) es Borja.
Son mis hijos muertos abortados para evitar sufrimientos, seguramente poco tiempo antes de que murieran por si mismos.
Los salvé de ser incinerados pagando a los encargados de los deshechos biológicos de los hospitales donde no nacieron. Me los entregaban en bolsas amarillas cerradas con una brida y dentro de una bolsa de supermercado.
Mi naturaleza crea seres deformes, mujer que dejo preñada crea un monstruo, un tarado.
Mi polla escupe mierda, por así decirlo.
Sacando el polvo a los frascos de conservas de legumbres donde flotan, siento cierta pena de no haberlos conocido, cómo serían sus sonrisas; pero dudo que sonrieran.
Hubiera sido un padre que tendría que haber oído sus lamentos y la absoluta vergüenza de tener hijos aptos para nada. O abrir una feria ambulante de monstruos.
Al final, los hubiera acuchillado y ahora estaría en la cárcel.  O no, soy bastante más inteligente que cualquier policía, que cualquier ser humano.
Cuando desde la ventana incide un preciso rayo de luz en sus frascos, se iluminan en color dorado y parecen pequeñas divinidades que duermen plácidamente; podrían despertar de un momento a otro con una sonrisa piadosa hacia su padre.
Sé que la culpa es mía; pero sentí un odio peligroso hacia sus madres y me divorcié de ellas. No sin antes darles una buena paliza, claro.
Úteros de mierda…
Y en mis cojones la podredumbre y la miseria.
A lo mejor soy uno de esos hijos míos que flotan en formol.
Solo que por dentro, con mi capacidad motriz intacta y la tara es mi pensamiento y mis testículos ponzoñosos.
Toda esta amargura que contengo bajo un rostro impasible día tras día.
Ni siquiera cuando acudo al banco de esperma para donar me siento mejor.
Si un día llegara a saber qué mujer va a parir/abortar/escupir mi próximo hijo flotante, acudiría al hospital en el momento adecuado. Los hermanos deben estar juntos.
Los amo, esos pequeños fetos, o niños a medio formar, representan la inocencia absoluta y la práctica demostración de que hay razones por las que algunos humanos no pueden crear descendencia.
La naturaleza no es sabia, es solo cruel.
Y mis pequeños hijos flotantes, pequeñas y mártires divinidades de un mundo extraño.




Iconoclasta

26 de enero de 2019

666: Didáctica y necesidad del humano dolor


Alguien se ríe de alguien que sufre un accidente.
Y del que ahora ríe, se reirán otros cuando sufra y cague sangre.
Los primates se ríen del dolor ajeno, no así de la muerte; porque con la muerte se acabó la risa y es ineludible para cualquier mono.
El dolor ajeno es cómico y la muerte horrorosa.
Debería haber mucho más cáncer en el mundo para que se desarrolle cierta valentía y dignidad en los monos.
El cáncer conlleva una gran dosis de dolor y acaba en muerte.
Dios no hizo bien las cosas y por eso existo yo, para aportar el dolor que ese maricón creador no supo dar con la intensidad debida.
En el ciclo vital de todo primate debería imperar el dolor durante unos meses de vida, como selección natural y para curtir su ánimo.
El que los leones dejaran de comer primates resultó nefasto para una correcta evolución de la especie humana.
Y en estos tiempos de fertilidades artificiales y artificiosas, cualquier mono no apto puede tener descendencia. Una descendencia que empobrece aún más la especie.
Lo del dolor… El dolor emotivo o psicológico no aporta nada a la entereza. El dolor ha de ser físico y destructivo. Y así, si salen vivos de él, aprenderán de una cochina vez a distinguir ingenuidades y banalidades de cosas importantes y trascendentes.
Yo soy, por titularme de algún modo que entendáis, el Gran Maestro del Dolor; pero ocurre que cuando cazo un mono o se cruza en mi camino, no hay reparación posible ni mejora, no tengo ni quiero alumnos, no pueden existir si me han conocido. Mato sistemáticamente todo primate o mono racional al que miro a los ojos. De los cientos de miles de primates que he matado con mis manos desde la creación de este repugnante planeta por ese dios idiota, tal vez haya dejado a dos o tres vivos para que sirvan de testigos de que si hay un dios al que rezar, hay un dios del que huir: c’est moi.
Lo cierto es que mi satisfacción ante la tortura y asesinato, es ahora mayor. La disfruto más que hace unos cientos de miles de años atrás, con diferencia.
Desde el Génesis y los primeros miles años de existencia de la especie humana, los primates eran simples animales a los que mataba sin obtener de ellos demasiadas lágrimas y terror. Ahora la chusma humana sufre más por todo frente a las pantallas de televisión, ordenadores y teléfonos. Todos lanzan sus mensajes de “Yo también soy fulanita o fulanito de tal”. Lloran y padecen con mensajes cursis mil veces copiados y pegados, falsos de bondad y solidaridad hacia toda cosa que sufre.
En definitiva: se han alejado de la vía del dolor y se han convertido en cobardes profesionales.
Viven en el escaparate de la pusilanimidad y la hipocresía.
Hoy las familias pueden estar formadas por macho-hembra, hembra-hembra y macho-macho; da igual, ambos tienen hijos o los mantienen y alimentan. A mí me da igual descuartizar a una familia normal o a una formada por maricas o tortilleras. Soy la hostia puta de la tolerancia y la democracia.
Pero por ahora, y como al ser mayoría son más fáciles de cazar, os presento a esta familia (lo que queda de ella), un matrimonio en el que ambos (macho y hembra) andan sobre la treintena y con un par de crías (dos hembras) de cinco y ocho años. Si hubiera una enciclopedia de la mediocridad y el adocenamiento, una foto de la familia Gutiérrez Vílchez serviría como ejemplo e ilustración de la entrada.
Las niñas, sus cadáveres, permanecen sobre la mesa del comedor, desnudas y con las piernas separadas frente al matrimonio debidamente inmovilizado por la Dama Oscura. El hecho de que puedan ver sus pequeñas vaginas desgarradas y goteando un conato de precoz menstruación, unido a que sus gargantas están abiertas, sus ojos acuchillados y mi pene fláccido y sucio, goteando sangre en el piso laminado de cerezo del salón, crea una atmósfera letal para sus mentes primates.
No obtengo satisfacción con la violación de niñas; me aburren sus pequeños clítoris inoperantes aún. Me gustan las hembras voluptuosas, completamente formadas y con la mentalidad adulta que les permite captar todo el horror que aportaré a lo que les queda de vida. Follarme a sus hijas es solo un aporte de una crueldad necesaria para mi satisfacción como eviscerador.
Matar debe ser un arte y la crueldad es el color más llamativo, el que más impacta.
Siento absolutamente lo mismo descuartizando a un adulto que a un bebé: cero, nada, niente, rien de rien…
Ahora los concienciados progenitores saben con absoluta certeza lo que es el mal y simplemente esperan morir sufriendo lo menos posible.
Han gritado mucho por sus crías; pero ahora están agotados, en un estado de shock del que saldrán en unos instantes. Y como me he cansado de sus gritos, los hemos amordazado, cosa que amplifica el dolor que, normalmente se libera por la boca.
Así que extraigo de nuevo el puñal de entre la carne de mis omoplatos (es mucho más cómodo que llevar una funda de piel en la cintura, da más movilidad y de paso, los fluidos de mi herida eternamente abierta actúan como un magnífico veneno que impregna la milenaria hoja, si tuviera tiempo de actuar, claro), hago un tajo en el abdomen de papá y le introduzco entre los intestinos un teléfono móvil.
La Dama Oscura toma un afilado estilete y corta la sudadera de mamá, sus tetas aparecen menudas y un tanto lacias. Hace una incisión por debajo del pecho izquierdo e introduce como relleno el otro teléfono.
Se han agitado frenéticamente, lo suficiente para darme satisfacción. Y en lugar de gritar, les ha salido a presión los mocos por las narices.
Mamá se ha meado y mi Dama, infinitamente obscena, acaricia su coño para estimularla a que mee más. La escena de este acto me la ha puesto dura.
Me gusta que se meen encima, la entrepierna de papá está seca.
Le separo las piernas me meto entre ellas y con la punta del cuchillo hago un corte longitudinal a lo largo de la próstata, ahora sí se mea, aunque no es perfecto, la sangre enturbia la orina.
Conozco absolutamente bien la anatomía humana, localizo cualquier víscera, hueso, músculo o punto de dolor con una precisión que ya quisiera tener un neurocirujano operando con instrumental robótico.
Le levanto la microfalda a la Dama Oscura, me ha excitado ver como acaricia a la mamá y meto mi polla dura entre sus muslos, buscando su coño y ella, con suavidad lo guía por su raja con un gemido que me hace vibrar los cojones.
Mamá y papá tienen la mirada extraviada, sus ojos están llenos de lágrimas, ni siquiera se miran entre ellos. El dolor es la soledad absoluta, no se puede compartir y requiere toda la atención.
Esto no es una lección para el mundo; tenéis que saber que mis actos no son publicitados, no aparecen en las noticias. Son demasiado violentos, demasiado crueles para la psique humana. Trascienden más allá de la imaginación y se asientan como un parásito en la columna vertebral humana, un pánico enquistado que pulsa y lanza descargas periódicamente a los que han visto mi obra. Así que se guarda celosamente el secreto para que el gallinero no se alborote.
El poder mundial conoce mis actividades, hay un pacto de absoluta discreción y no comprometer así al melifluo dios con sus errores y su absoluta falta de poder para evitar que yo exista. Por otra parte, los poderosos no quieren morir e intentan congraciarse conmigo no interfiriendo en mis obras.
Soy un cáncer inoperable en la humanidad no hay forma de que me puedan extirpar, no hay dios que pueda evitar que Yo haga lo que me plazca.
No soy un narcisista como ese dios que lame los culos de los ángeles, solo soy un hedonista convencido. Los placeres del mal son mucho más intensos que cualquier bondad de mierda.
Mi semen corre ahora por la cara interna de los muslos de mi Dama Oscura.
Antes de irrumpir en la casa, hemos acordado no pronunciar ni una sola palabra para que la familia sufriera aún más, para que al dolor se sumara la oscuridad de la incomprensión.
Lo hacemos perfecto.
Se ha formado un gran charco de sangre que mana de mamá y papá, las hemorragias que padecen son importantes. Si los dejáramos así, si nos fuéramos a cenar ya, morirían en no más de media hora a lo sumo.
Cuando los leones cazan a un ñu, el resto de la manada no se pone a llorar, se alejan unos metros de los leones y continúan comiendo, cagando y bebiendo, no teclean con sus pezuñas mensajes de mierda.
Y dudo que esta familia que ha tomado conciencia del dolor y el miedo, tenga ahora mismo, deseos de poner un mensaje de piedad con carita triste.
- Me aburro ya ¿Acabamos y vamos a cenar? -le susurro a la Oscura al oído, que está concentrada cortando la punta de la nariz respingona y las fosas nasales de mamá.
Asiente sonriéndome.
Mientras acaba de realizar los retoques de la nariz de mamá (su nariz parece ahora la de una vaca), decido guiar a papá un poco más hacia el supremo dolor y corto los tendones de sus ingles.
Y… ¡Opsss! Se me ha ido la mano y seccionado la femoral, el surtidor de sangre es espectacular.
Mamá se ahoga con la sangre que mana de su nariz, se le va garganta abajo y a los pulmones.
Fumamos observando como mueren.
Tras un bostezo de aburrimiento, apago el cigarrillo y absorbo sus almas a través de sus bocas, en un beso que no lo es. No puedo evitar arrancarles los labios con mis dientes y escupirlos encima de los cadáveres de sus hijas.
Me arrodillo ante mi Dama y lamo su coño húmedo, ella se mea en mi boca graciosamente. Y hundo mis dedos en su sexo hasta que siento sus muslos temblar de un dolor que llega a confundirse con placer, miro hacia arriba y sus pezones están erectos.
-Vamos a cenar, mi Oscura.
Doy por concluido mi magisterio del dolor y la crueldad.
Siempre sangriento: 666.




Iconoclasta

2 de abril de 2016

La vejez de los primates


El viejo avanza lentamente por el camino que bordea el río, con la espalda encorvada.
Lo observo y pienso en la lentitud de los días, en la lentitud y la desidia de Dios y en lo mal que lo crea todo ese maricón. Pienso en mi eyaculación rápida, en mi crueldad ultrasónica y en los tiempos muertos de mediocridad y grisentería.
Pienso en un filo ensangrentado.
De repente, su mano se agita en un intento de atrapar algo: un caramelo se le ha caído de las manos.
Comienza a agacharse para recogerlo del suelo, redoble de tambores.
Redoble de tambores...
Redoble de tambores...
Redoble de tambores...
Tras doblar las rodillas hacia afuera (por lo visto sus testículos viejos e hipertrofiados le molestan) y también el espinazo con desesperante lentitud, por fin ha cogido el caramelo e iniciado la operación de enderezamiento.
Tiempo estimado para el rescate de la golosina: 35 segundos.
Su padre mono y hace decenios muerto, debe estar orgulloso de él.
Observándolo con una torva mirada pensaba en la facilidad con la que le podía clavar mi puñal, rajar la zona lumbar y extraerle los riñones. Usarlo de potro para saltar por encima de su chepa, o simplemente decapitarlo cuando estaba su pecho a 90º respecto al suelo.
He tenido tiempo para pensarlo, desearlo y hacerlo.
He recapacitado en la fragilidad de los primates en su vejez indigna y he decidido perdonarle la vida.
No voy a aspirar su alma vieja de mierda. Me da asco.
Y mi Dama Oscura me espera con sus muslos viscosos, empapados de deseo. Tengo mis prioridades.
Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

4 de mayo de 2015

La internacional deficiencia


Certificado: los deficientes mentales (que no son lo mismo que los idiotas, hay matices que solo un iconoclasta puede definir con quirúrgica precisión) son sorprendentes donde quiera que sea el continente que los contenga completamente descontenidos.

Soy débil, disculpad este arranque de retórica por mi parte.
Es decir, pululen por donde pululen siempre te sorprenden, al menos la primera vez; que no es poco y es de agradecer, porque así no sientes la necesidad (por la gratitud de la sorpresa) de arrearles una hostia y elevarlos al espacio exterior frío y letal.

Ya sé qué me vais a decir: "yo también he convivido con un deficiente mental (macho o hembra) en casa durante un largo tiempo, como tú"; pero esos no cuentan porque no sorprenden y si a vosotros os han sorprendido, a mí no.
Así que no me toquéis los cojones antes de empezar.
Una vez en la calle se abre todo un abanico de posibilidades para asombrarse ante la podredumbre que algunos cerebros pueden llegan a alcanzar.

Y ya no te cuestionas...

Por favor, los delicados, los seres sensibles integrados en esta sociedad de mierda, están a tiempo de dejar de leer esto. ¡Vamos, vamos, desfilando que es gerundio! Que luego no quiero oír críticas sesudas, pseudo intelectuales, escrupulosas y emotivas.

Sigamos.

Y ya no te cuestionas si es un daño congénito, una enfermedad o simplemente aplicas la navaja de Ockham pensando que todo es maravillosamente simple porque simples son sus cerebros: en el momento alegre y gozoso (es de esperar, a veces soy optimista) del acto de sexual para procrear al bicho, alguien se equivocó de agujero, se torció, se dobló, estaba borracho uno o ambos, o no estaba muy limpio ninguno de los cónyuges o copuladores.
Y salió eso.

Es sorprendente que en pleno calor mexicano, con el sol radiando en todo su esplendor sobre moi, salga el tonto de la colonia de un local oscuro como boca de lobo (a pesar de que hay sol no puedes ver ni los huevos que están delante de tus narices en el mostrador, debido a un mal entendido exceso de ahorro eléctrico en ese minisúper, miserables...) y te quiera vender Matrix en pleno calor del 2014 como una novedad. Como me puso delante de las narices el DVD, tardé un poco en darme cuenta, pero me miraba a mí, a pesar de que sus ojos miraban a alguien invisible detrás de mis hombros.

Era el ser más bizco que he visto en toda mi vida.

Porque así, de sopetón, pensé que se trataba de un cinef... cinéfago (¿se dice así, verdad? bueno, vosotros me entendéis) vendiéndome su reliquia.

Y comprendí que había topado con el típico deficiente (tonto del pueblo) de la colonia de Indecente Madero.
Entonces envié finamente a la mierda a Matrix y los retorcidos dedos que lo soportaban incómodamente cerca de mis preciosos ojos verdes.

Vuelvo a casa de recoger a la pequeña en la guardería y aparece en el horizonte sucio de cables y polvo amarillento, la gorda con el gafete colgado eternamente del cuello dispuesta a preguntarme durante más de cuarenta minutos cosas tan importantes como: ¿cómo se llama la niña? ¿eres el padre? ¿y la madre? ¿te portas bien, bebé? ¿estudias mucho? ¿es posible que no pueda comer camarones por lo caros y calientes que están?...

Pero soy listo, porque ya la había visto previamente en acción, así que se queda hablando con la pared, mientras yo voy con la pequeña de la mano hacia la casa, doscientos metros más allá de la deficiente. Tiempo transcurrido entre la primera pregunta de la gorda y el tele transporte que ejecuté: 0.8 segundos, 3 centésimas. Tengo que lucir mi super crono.
Y así ocurría en días alternos e incluso días consecutivos.
La idiotez en el mundo es imparable.

Y no hago mención del mecánico de amortiguadores, al final de la calle, ya tocando a las torres de alta tensión para que jueguen los niños alegremente trepando por ellas tras haber cruzado una calle de cinco carriles de coches de ida y otros cinco de vuelta.

No sé si era deficiente mental; pero deforme, mucho.
Si alguien recuerda la película Los Goonies y busca con velocidad 32x en el reproductor para no tardar demasiado, encontrará al hermano deforme de la familia de criminales torpes que da sentido a la película y me ahorrará la descripción. Solo hay que añadirle a la calva unos puñados de pelos hirsutos tipo quimioterapia y ya tenéis el retrato del mecánico.

Y como si fuera mi maldición, como si tuviera imán para atraer a los deficientes mentales, llego a Europa y me encuentro una mañana también muy calurosa con un tipo más grande que yo avanzando directo contra mí, con gafas también más grandes que las mías mirándome fijamente, causándome el temor a una violación; pero simplemente me pregunta balbuceando si le doy exactamente 1, 2 euros.

Pienso en lo muy refinado y exótico que es el imbécil y le digo que no. Se aleja pidiéndome perdón por las molestias y siento que he sido un poco brusco, así que me enciendo un cigarro como castigo.

Otra mañana de domingo, justo en el otro extremo de la ciudad donde tuve el primer encuentro con ese deficiente, me lo vuelvo a encontrar y me pide 1,2 euros. Y como se están celebrando festividades por algo del santo del pueblo que seguramente fue colgado por los huevos por los franceses en el año no sé cuantos antes de cristo, me siento generoso y saco el monedero.

Pues no llevaba un euro y veinte céntimos, llevaba menos.
Y encima en pequeñas monedas. Sería idiota el hombre, pero contaba como la mejor de las calculadoras casioscientific que venden de oferta en los grandes almacenes de verduras y productos a punto de caducar.
"Solo hay un euro con cinco céntimos" díjome casi llorando el hombretón.
"Bueno, pues ya te queda menos, chaval", intenté consolarlo y seguir cojeando.
"No los quiero", y me los dejó en la palma de la mano tras casi treinta segundos de estar contando moneditas con el sol cayendo en mi cabeza cubierta por una gorra marca Adidas que valía más que los zapatos del deficiente.

Estuve a punto de arrearle una hostia, porque aunque fuera más grande que yo, yo soy mucho más malvado y sé muy bien como generar mucho dolor con pocos golpes.
Lo sorprendente, dejando de lado que me devolviera el dinero, fue la velocidad con la que me dejó para ir a buscar a otro ser humano que le pudiera dar su euro con veinte.

Pensé que me seguiría eternamente esperando las monedas que le faltaban.

Por supuesto, no le pregunté para que quería esa cifra tan exacta: si no quieres oír idioteces, no preguntes.

Y esto sucedió ya hace 43 horas.

Y ahora, ya en casa, fumando, reflexionando sobre la malicia intrínseca en el ser humano y si nació idiota o lo hicieron (a toda la especie, me refiero), decido entre salir de nuevo a la calle y enfrentarme con todos esos seres de mente infecta o quedarme en casa a salvo de calor e imbéciles.

Y decido que está bien, me gusta que me sorprendan. 
Bajaré a la calle mañana y compraré más tabaco.

Como no conozco el miedo, que vengan, tengo un montón de monedas sin valor para entretenerlos como si fueran palomas picoteando salvado rancio vendido a los viejos y niños a precio de caviar en la plaza Cataluña de Barcelona.
Sí, ya sé que soy sensible y empático; pero es que están en todas partes, viaje a uno u otro continente, allí hay uno, esperando con sus gafas, con su obesidad, con su mirada bizca, con sus pelos de quimio...

También he visto por ahí al perro andaluz de Buñuel, que aún no sé en qué escena de la peli aparece, pero es muy surrealista. Soy un cinéfago aficionado.

Buen sexo, y cuidadoso.






Iconoclasta