Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta desesperación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta desesperación. Mostrar todas las entradas

24 de febrero de 2019

¿Cómo?


Estoy aparentemente relajado; pero no dejo de pensarte.
No amarte sería la solución a esta paranoia.
Pero… ¿Cómo lo hago?
¡Dime! ¿Cómo lo hago para no amarte?
¿Cómo cojones puedo dejar de pensar en ti, cielo?
Por favor…







Iconoclasta
Fotos de Iconoclasta.

2 de agosto de 2018

Mi ángel perverso



Apareces en mis mediodías y en cualquier momento como un fascinante ángel perverso.  Y sé que sabes con precisión adónde me arrastras y lo que me obligas a sentir.
Y todo el amor y el deseo que siento por ti, no te excusan: eres hermosamente culpable de ser mi (mía) perdición.
Perdición porque alteras mi mente y mi organismo con la engañosa simpleza de un “te adoro”, con un “delicia”, con un dragón y una guerrera cimeriana de cuentos de rol… Y luego, quedo abandonado a mí mismo, solo de nuevo; con tu rostro de eterna belleza flotando en un limbo místico-eléctrico.
Mi ángel perverso de piel lamible, de labios (los cuatro) que mordería insaciable.
Y sin dejar de pensarte, cada bocado de mi solitaria comida constituye la metáfora del hambre y el deseo de ti.
En ese instante eterno y mortificante, algo bajo mi vientre y entre los muslos se expande como un doloroso universo, con la misma proporción con la que aceleras mi corazón que parece escapar de mí a través del pecho para refugiarse en ti, en tus pechos, en tu piel, en tu esencia misma.
Me dueles, me duele. Ahí abajo, ahí adentro…
Eres y estás en el fruto carnoso que sostengo en mi mano. La mano que fría y húmeda de ti, se aferra a un pene encabritado como a una tabla de salvación en el Mar de los Naufragios de los Ausentes.
Eres mi caos que unas veces me arrastra a su tristeza, a su dolor, a su risa, a su hastío, a sus palabras, a sus muslos húmedos, a su amor…
Y en la vorágine caótica, el puño me estrangula a mí mismo bajo el pantalón encharcado. Y golpes desesperados, secos, precisos y verticales con la fuerza del deseo, obligan a que brote el semen hirviente que ahora se escurre entre mis dedos. Como si hubiera eyaculado mi alma en tu piel, en tu boca, en tus manos…
Siento que quiero gritar cuando el semen se enfría derramándose por los testículos y gotea cansado. Cansados él y yo…
Gritaría lo que te amo alzando mis manos cubiertas y pringadas de tu caos hacia tu rostro. Bramarte furioso: ¿Ves lo que haces de mí?
El jugo de la sandía se desliza por la comisura de mis labios hacia el cuello, por el pecho, hacia el pubis, hacia a ti.
Y se crea en el universo un fundido de negra tristeza de no estar en ti ahora y aquí.
Como la más triste y desesperanzadora película.
Adiós, mi bello ángel perverso.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de mayo de 2018

Una nube indecente

Como esa nube que sale tras la montaña, así quiero salir de entre tus piernas abiertas. O de tu boca que aún jadea el placer de un orgasmo ansiado.
Enroscarme en tus pezones duros y lloverlos con mi lengua ardiente, pesada, reptante…
Salir de ti como una nube satisfecha, que te ha arañado, besado, lamido, mordido, acariciado y anhelado los labios de tu coño y lo más íntimo de tus muslos.
Aparecer lentamente, de entre el temblor de tus muslos, con mi boca nebulosa llena aún de tu coño. De la baba del deseo que has derramado en mí, en mi rostro gaseoso. Mi rostro agotado de tanto desearte.
Soy tu lluvia y me has llovido…
Lluvia sobre lluvia…
Yo no soy la nube bonita que saluda al mundo y aparece para acariciar el verde de la montaña y sustentar a pájaros de primavera que pareciera que la saludan.
No soy la nube ufana y hermosa.
Soy la nube indecente que te ha follado, que se ha metido entre los labios de tu coño y te ha besado vertical y profundamente.
Que ha lanzado y clavado un puto rayo lácteo y ahora tu raja llora blanco.
Soy una tempestad de amor y obscenidad que habita en lo más sagrado que hay en ti: tu coño, la puerta dimensional por la que acceder a tu alma, a toda tú.
Yo no soy la nube bonita de algodón.
Soy la nube que te jode, que te desgarraría toda sin control, si perdiera la poca razón que me queda.
Solo quiero ser eso, cielo.
Una nube indecente que emerge vanidosa y satisfecha de entre tus divinos muslos voluptuosos.
Y luego no importa deshacerme en jirones, porque habré hecho lo que debía. Para lo que fui parido.
Veo el hermoso cielo, y no puedo evitar pensar en ti de la forma más íntima e indecente.
De la forma más desesperada.
¿Verdad que me entiendes, cielo?
Besos de algodón en tus cuatro labios divinos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta



26 de octubre de 2017

Humillación



Pienso en ti y me pongo caliente, necesito tocarme soñando que te lamo toda, que entro en ti. Tu coño se contrae y a mi bálano oprime y estrangula, muy adentro.
Como un indecoroso abrazo.
No es una banalidad, hay una tristeza infinita en la leche que se enfría entre mis dedos.
Si fuera simple obscenidad, no me sentiría tan desdichado al correrme.
Podría explicarte las infinitas veces que pienso en ti a cada instante; pero no sería tan impactante como la humillante imagen de un hombre eyaculando en soledad, escupiendo el semen sin alegría.
Sin placer.
Avergonzado de mí mismo.
El cigarro se ha pringado de leche entre mis dedos y crepita la indecencia humillante al quemarse.
No son palabras de amor romántico, es mi propio castigo vejatorio ante ti.
Es la sangre que se agolpa furiosa donde mi instinto animal dicta. Estoy abandonado a mi animalidad.
No sé porque me castigo, no tengo clara la causa; pero algo malo que no recuerdo he debido hacer si la vida no me permite despertar a tu lado.
Sé muy bien que no he cometido un acto tan grave para pagar con semejante condena: estos amaneceres sin ti.
No puedo evitar buscar e inventar causas que me expliquen porque este semen no se escurre por tu coño con tus gemidos y respiración entrecortada.
Tal vez hice algo muy malo en otra vida, si eso fuera posible: vivir de nuevo.
No quiero esperar a vivir de nuevo, es demasiado tiempo para tenerte.
Es un engaño, no hay segundas oportunidades.
Un engaño para los frustrados, una esperanza pueril.
Solo que no es pueril penetrarte y oír tus obscenos gemidos.
La frustración no me engaña, soy un hombre que se corre amándote con una tristeza infinita. Es lo que hay, lo único.
Morir con los dedos húmedos del lácteo deseo…
Es lo que toca, es mi futuro.
Mi humillante final.
Y te amo.
Impúdica y profundamente te amo.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

21 de junio de 2017

Yo vapor


Es como si el planeta sintiera mi desdicha y me habla con metáforas en tristes e íntimos días de tormenta.
Como si me entendiera.
Podría haber sarcasmo por su parte, lo entendería. Yo soy sarcástico, soy la burla de mí mismo.
Pero lo peor, es que siento que se apena por mí, que soy un mini-ser digno de ser compadecido.
Y me da de lleno en la dignidad y fumo rabioso y hiero la corteza de los árboles para ser indigno de lástima.
El mundo dice que tú eres la poderosa y voluptuosa montaña.
Y yo la efímera nube que se arrastra por ti, sobre ti. Quisiera cubrirte toda; pero eres inabarcable.
Me empeño en amarte más allá de mi corta de vida, más allá de mi lugar.
No lo conseguiré plenamente, no hay tiempo y no soy más que vapor.
No soy poderoso, soy un mierda.
No importa, me basta arrastrarme sobre ti y sentir tu latido de vida.
Debí haber sido árbol para penetrarte, estar en lo más profundo de ti.
Alguien cometió un grave error conmigo.
Y solo soy un rebelde jirón de nube que se rebela contra el cielo. Que no quiere estar allá arriba, quiero estar contigo.
Si pudieras entrever por una milésima de segundo mi drama de amarte, la montaña se desmoronaría de pena.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de mayo de 2017

Dura


Me la pones dura.
Dura hasta la desesperación.
Es difícil ser solo romántico al besarte.
Es imposible no atacar violentamente tu boca y llevar la mano a tu coño.
Y oprimirlo.
Hasta que se te escape un jadeo en mi propia boca.
Me duele de dura.
Me dueles ahí abajo, mi puta hermosa.
Las palabras de amor se convierten en una espesa baba con la que empapo tus pezones duros y mis dedos separan tus labios secretos con precisión.
Y en el secreto de nosotros mismos, te susurro que te la quiero meter, furcia de mi alma. Que descubras mi glande con un movimiento brusco por los cien euros de razón que te he pagado.
Por los cien euros de corazón que te he dejado en la mesita, junto a tus bragas mojadas.
No soy religioso, no creo en dioses; pero si me arrodillo ante tus muslos para hundir la lengua en tu coño, me siento inmaculado por el lascivo y viscoso maná que lame mi lengua hambrienta.
Mi semen hierve y presiona en los testículos como un sacrificio a tu Vagina Divina.
No puedo gestionar ni conciliar razonablemente todo este amor y la dureza obscena de mi pene y el filamento viscoso que de él se desprende para prenderse en tu piel como un tentáculo translúcido.
No puedo conciliar lo divino con lo carnal y al metértela eres mi puta santa de coño líquido.
Así que cuando te confieso que, cuando te digo que la tengo dura; no hay banalidad en ello.
Ni simpatía.
Ni siquiera amor.
Es orgánico.
Es deseo animal y atávico. Y beso tus muslos mojados de mi propia leche con la devoción de un cristiano que besa los clavos de Cristo en sus pies.
La tengo dura. Me la pones dura, mi puta santa. Soy un cerebro fragmentado.
El precio de tus servicios arruina mi razón. Aunque la perdí en el mismo instante que tu lengua rozó la mía.
Me duele de dura amor.
Haz algo, otra vez.





Iconoclasta

24 de abril de 2017

Piernas en la penumbra



Te susurro en la penumbra donde yacen tus piernas,
que las gotas de semen se mueren-enfrían
derramadas entre mis pies
con la tristeza profunda de una muerte inocente.

Del orgasmo desesperanzador, 
de una corrida solitaria
como un cometa en el espacio gélido y oscuro.

De un pene que late colapsado de sangre,
empapado de amor y obscenidad.

De tu respiración que eleva y oscila tus pechos
y me la pone dolorosamente dura.

De mi mente desesperada cuando deseo penetrarte
desde malditamente lejos.

Soy un charco blanco y resbaladizo
que la arena de un desierto absorbe
 y deja un cráter vacío.

Te susurran el deseo las manos crispadas
estrangulando ante ti esta puta erección
que canibaliza la alegría.

Y te susurro que a pesar de todo.
A pesar de la tristeza
del semen que muere
sin el consuelo de tu piel,
que soy capaz de sonreírte.





Iconoclasta

27 de marzo de 2017

Una feliz coincidencia


Tomo asiento en la terraza del bar, es una tarde templada y tranquila, la gente pasa la tarde del domingo con esa deliciosa depresión que los mantiene moderadamente apagados.
Y de repente, frente a la mesa vecina ocupada por un matrimonio y su hija, se planta una gorda que pasea con su perro y los saluda.
Están tan cerca, que me infecta los oídos su cháchara.
Le preguntan si ha comprado por fin la casa.
Y es lo peor que podía ocurrir.
Me molesta tanto esa mujer asquerosa... Ya lleva media hora rajando sin cesar del precio de los apartamentos y notarios.
¿Es que nunca se va a morir?
Que se muera la puta gorda que no calla.
Me destroza la vida en este instante, la hace fea e inviable.
No cesa de hablar.
Que se muera, que se muera, que se muera.
Y su hijo que vive en Barcelona y que cobra una muy buena nómina, también. Que les reviente a los dos alguna arteria del cerebro o se les parta el corazón en dos. Me da igual, que mueran.
Por favor...
Me ofende su voz y su presencia.
Es como si invadiera mi espacio vital.
Invasora de mierda...
De repente cae un gorrión decapitado en la mesa donde sus conversadores toman sus bebidas.
La niña y su madre gritan por el susto. Y luego se asombran.
- Pobret! -dicen en catalán.
El padre dice que se le ha debido de caer a un águila o un cuervo de las garras. La gorda ha dejado de hablar durante ese instante. El padre toma una servilleta del dispensador, coge al pájaro, lo envuelve y se acerca a una papelera donde lo tira.
Yo pienso en aquel chiste de un hombre que pasea por el campo, ve un pájaro volar y eleva los brazos imitando a un cazador apuntando con la escopeta y grita: ¡Bang! El pájaro cae al suelo y el hombre asombrado se acerca al animal. "Tengo poderes" dice en voz alta. El pájaro se levanta y dice: "¿Poderes? Y una mierda. El susto que me has dado, cabrón."
Mientras tanto la gorda vuelve a hablar de su tema.
Su frecuencia de cerda degollada por el matarife me está volviendo loco. Es como si me frotaran con papel de lija el cerebro.
Mi cabeza va a estallar y meto la mano en el bolsillo del pantalón y cierro el puño en la navaja.
Que se muera, que se muera, que reviente la cerda.
Y de repente, todo pasa, me siento bien.
La gorda se ha desplomado en el suelo como un saco de mierda. Casi aplasta a su propio perro.
Ha quedado panza arriba, con su asquerosa papada ladeada como la bolsa de un pelícano. Sus ojos miran abiertos al cielo, luciendo en las escleróticas grandes derrames que invaden el iris.
De su nariz mana una sangre perezosa.
Como un río tranquilo y sereno.
Por fin...
Se me escapa una risa repentina que intento disimular con una sonora tos. Y para mayor inri, cuando doy un trago de cocacola, se me sale por la nariz.
Soy feliz con ella muerta. No puedo parar de reír...
El mismo que ha tirado el gorrión descabezado a la papelera se arrodilla junto a la gorda.
- ¡Mercé, Mercé! -le dice en voz alta al oído levantando su puta cabeza del suelo. La caída le ha debido hacer un corte por el que sangra, ha ensuciado el suelo.
- Truqueu a una ambulància, si us plau! - el hombre que la auxilia, pide en catalán que alguien avise a una ambulancia.
Yo pienso que está más seca que la mojama, mejor que traigan directamente un coche fúnebre.
A mí no me molesta ese ajetreo, incluso me divierte y distrae. Me enciendo un cigarro y saco mi cuaderno para escribir alguna reflexión jocosa ajeno ya a todo ese jaleo.
Aún así, de vez en cuando, me coloco el teléfono móvil frente a la cara, como si leyera algo, para ocultar otro acceso de risa.
No me planteo la posibilidad de disfrutar de poderes paranormales capaces de hacer mierda cerebros humanos, porque muchísimas veces he deseado la muerte de muchos seres y no ha pasado nada; no han muerto. No me hago ilusiones, ya soy mayor.
Sin embargo me basta para ser feliz con esta grata coincidencia. Me gustaría saber que el hijo de la gorda, el de la buena nómina, también ha muerto con el cerebro hecho mierda en este mismo instante; pero nada es perfecto. Un poco de alegría es mejor que ninguna alegría.
Me apresuro a beberme el refresco y largarme de aquí porque está visto que no voy a poder parar de reír.
Si fuera Supermán, incineraría a la gorda ahora mismo con mi súper visión.
No me imagino con los calzoncillos por fuera del pantalón.
Coño... Otra risa...
Ya de camino a casa, me detengo en el estanco para comprar una caja de puros y celebrar un final de domingo que prometía ser tan igual como todos los pasados.
Le deseo la muerte al estanquero a ver si me sale gratis el tabaco; pero no tengo suerte y tecleo el número secreto de la tarjeta en el terminal.
Da igual, soy feliz y me duelen las mandíbulas de tanto dominar mis ganas de reír a carcajadas.
Qué bueno...
Me enciendo un puro en el salón de casa con una buena y cómoda sonrisa.



Iconoclasta

1 de febrero de 2017

La alimaña y Caperucita


Aún hay luz en el cielo cuando en lo profundo del bosque ya es todo oscuridad.
Y he pensado en ti, porque en todo lo que veo, en cada momento, estás presente.
Pactaría con alguna fuerza oscura por convertirme en un animal del bosque y follarte en la oscuridad violenta e impunemente.
Porque para las bestias hay más horas negras que para los vulgares seres humanos.
Y en la negritud te la metería, violándote. Arañaría tus pechos acariciándote feroz.
Sin cuidado, furioso.
Cobrarme en carne la esclavitud a la que me has sometido. No puedo vivir sin ti, hija de puta.
¿Te das cuenta que me has convertido en tu alimaña enamorada?
Y el que me ames como hombre no me da consuelo.
No serena mi alma que no tengo.
Mi oscuridad está preñada de un sexo perverso y hambriento; rozando la crueldad.
Te acecho sintiendo la desesperación de tu sonrisa que me entiende, me conoce, le divierte, le gusto... Y le enternece de un modo incomprensible.
Eres tan rara, tan exclusiva...
No soy tierno, soy feroz, no me sonrías así, mi amor.
Te amo.
Te deseo como una Caperucita Roja en el bosque, con lencería de puta.
Orinando obscenamente abierta hacia la oscuridad donde moro.
Con tu rostro de angelical lujuria mirando las sombras en las que sufro la erección de desearte.
Me vuelves loco, hija de puta.
Y no eres una hija de puta, mi amor.
Solo soy una alimaña feroz y enamorada en la oscuridad.



Iconoclasta

5 de enero de 2017

La ira de amar



Tengo un problema.
Seré más preciso: la humanidad tiene un problema conmigo.
Cuando ella no está cerca de mí, cuando no la puedo tocar, cuando no la oigo respirar, cuando no veo sus letras; mi tristeza y melancolía crean una ira que me llevaría a cortar de un tajo la yugular de Jesucristo si hubiera existido, si hubiera resucitado y si hiciera su segunda venida.
No soy un ser que sufre y llora en silencio, quédamente en un rincón oscuro.
Soy violencia, soy cancerígeno, portador de muerte y dolor.
Sin consideraciones de quien muere, si es culpable, inocente, hermoso, espantoso, rico o miserable.
Yo digo que la tristeza con sangre, dolor y miedo se paga.
La de alguien desconocido y la mía que aparece como vetas en el semen que escupe el meato dilatado de mi glande cuando me masturbo furioso porque no es su mano ni su boca la que se apodera de mi rabo.
Pienso en su coño y en sus labios, en sus palabras tiernas y en las obscenas.
Y no hay nada en el mundo que pueda superarla, no existe nada ni nadie a quien valga la pena sonreír si ella no está a mi lado.
Cierro los puños con fuerza y soy un ser primitivo que caza y folla. Que devora a los de su propia especie si es necesario.
Si así lo deseo, simplemente.
Cuando la ira de su ausencia me hace babear fiero, hostil...
La ira tiene el fin último de liberar espacio en el planeta.
Y cuantos más mueran, más cerca estoy de ella.
¿Quién es el idiota que dijo que el amor a los seres humanos hace mejores?
Bueno, me queda poco de humano, tal vez sea acertada la ñoña sentencia con los mediocres.
Los mediocres enamorados son como primerizas madrazas embarazadas.
Donde alguien ve felicidad por el hijo que va a nacer, yo veo una seria amenaza a mi libertad, a la exuberante obscenidad con la que ella me trata.
Porque no quiero un hijo que me quite tiempo con ella.
No quiero un hijo que provoque su ternura y la convierta en una madre tierna y cariñosa.
Devoraría a mi propio hijo si interfiriera entre su coño y yo.
Quiero su vagina húmeda goteando en mi boca. Quiero ser yo que el que irrite sus pezones mamándoselos con hambre lujuriosa.
Con la polla tiesa rozándole los muslos.
El mundo está mal cuando ella no está para apaciguar mi ánimo hambriento.
No soy un romántico que sufre, soy un romántico genocida.
Pulsaría tres botones rojos para asegurarme de que no quedara nadie en toda la faz de la tierra.
Solo su mamada salvaría la humanidad.
No tengo lágrimas, no nací para llorar, no nací para sufrir y abrazarme a mí mismo desesperado.
Soy la patada en la sien, en la boca, soy el puño en el vientre, soy una navaja veloz, un filo indoloro y desangrante. Soy las manos que rompen un cuello, que estrangulan el paso de aire. Que arrancan los pulmones.
Soy odio en estado puro.
Soy quien la tiene más gorda.
Mi alma es negra como las montañas en noches de luna muerta.
Mi amor es desgarrador y solo existe por ella.
No tiene sentido nada de lo que me rodea sin ella.
Mi existencia no tenía razón alguna hasta que a ella la parieron y la encontré.
Si la perdiera... No quiero imaginar el dolor que se desataría en el planeta hasta que consiguieran darme caza.
No existiría hombre, mujer, niño o bestia a la que no descuartizara.
Aún así soy demasiado bueno: mi ira es por amor.
Los mediocres hacen lo mismo por dinero, o por un ascenso social en su entorno de mierda.
Aunque no lo digan.
¿Ves, amor? Merecen morir todos si tú no estás para hacer mi mundo perfecto.
No te lloraré jamás, pero extenderé miedo, dolor y muerte hasta que me extingan.
Te lo juro.
Mi padre ya no existe por ti, por tu ausencia. Resbalo en la sangre que aún mana de su garganta, de su vientre abierto a puñaladas.
Te brindo su vida como prueba de amor.
Ha llegado de su paseo diario, con toda su vejez doblándole la espalda. Cuando ha abierto la puerta, no eras tú.
La sangre aún corre rauda por mis venas y el corazón es un pistón que hará reventar alguna vena de mi cerebro.
Si muero será por amor, por muchos seres que asesine.
¿Lo sabes, verdad?
Sé que te excita.
Hasta pronto, mi amor.



Iconoclasta

3 de enero de 2017

De lo profundo



Debes creerme, debes entenderme cuando te digo que follarte es un verbo que no puede abarcar lo que sufro por tenerte en mí, contra mí, empalada en mí.
No se puede definir con "follarte".
Mucho menos con besarte.
Y follarte no es una banalidad, es la cosa más extraña y extraordinaria. Mi pene clavado en ti es un acto religioso. Es un símbolo como una cruz, una media luna o un buda en la faz de la humanidad.
No me basta el beso que hace filamentos de babas impúdicas entre nuestros labios.
No es suficientemente profundo. Eres un abismo, mi amor.
No es suficientemente hondo el beso más intenso y largo que pudiéramos cometer. Es superficial lo que otros humanos consideran el súmmum del amor.
Por ello besarte es llevar los dedos al elástico de tus bragas, porque en ese momento tu lengua se hace más ávida en mi boca.
Recorro el monte de Venus y acaricio el vértice de tu coño para que el clítoris se te endurezca y los ocultos y entreabiertos labios se humedezcan y mojen mis dedos.
Por favor... En ese momento me muerdes los labios pegándote más a mí.
Y no puedo explicar lo que siento, todo el ansia que me ciega cuando siento tus pechos aplastarse contra mí sin ningún cuidado. Tu brutalidad...
Feroz mía, nada es suficiente para saciarme de ti.
Te meto los dedos, te follo con ellos y tus piernas se separan.
Quedas en precario equilibrio abrazada a mi cuello, prendida de mi boca.
Y es entonces cuando siento que acaricio lo más profundo de ti, me lo dice tu respiración presurosa, entrecortada. Deseosa.
Mi puta...
Y sé que tu alma es así: acogedora, cálida, pulsante, húmeda.
Deseada, deseada, deseada...
Confundo el coño con tu alma.
Y tu alma reside en tu coño, o a través de él la toco.
No sé... Es demasiado profundo ese instante, soy un cosmonauta desorientado en tu inmensidad.
Es tan confuso y caótico desearte tan brutalmente...
Abismalmente.
Solo puedo llevar los dedos mojados de ti y tu orgasmo hasta nuestras bocas y  besar un trozo de tu alma por si pudieras entenderme.
Mi profundo y feroz amor...
Y la locura no se acaba nunca.



Iconoclasta

28 de octubre de 2016

La manzana



Muerde la manzana, ansiada mía.
No te prometo sabiduría.
No habrá un conocimiento profundo.
Ni serás más hermosa.
No dormirás.

Muerde la manzana y que tus muslos tiemblen convulsos ante mi mano que los acaricia. Muérdela y perderás todo pudor a mi posesión ávida y feroz.

Muérdela para que tu alma sea mía y mi pene se haga enorme dentro de ti. Que te veas arrastrada a un placer demencial y grites narcotizada clavando de desesperación los dedos en tus pechos.

Soy un satanás que ama hasta lo más profundo de tu coño, que deja gotear su baba en él.
Soy una leche ardiendo que rezuma por nuestra cópula goteando la tierra lentamente desde tus nalgas.

No basta que me ames, quiero narcotizarte como nadie pudo imaginar.
Que sea yo lo único que exista en el universo y me tengas aprisionado en tu vagina hambrienta. Quiero estar clavado en ti, y que tu boca mame mis dedos mientras tu pelvis golpea con fuerza la mía.

Muerde la manzana, como si fuera mi rabo de glande empapado, viscoso... Y hazme daño, dame dolor para que me hunda contigo en lo más profundo de un deseo desintegrador.

Muérdela con tus dientes, besa la manzana en mi mano con los labios de tu coño inmenso.
Viaja conmigo al placer desatado, a la negación de todo lo que existe a nuestro alrededor.
Separa las piernas al morderla y ofrécete descarada como la puta más deseada.

Seré tu gusano, tu esclavo, tu polla cauterizante que tus labios sexuales lamerán hambrientos.
Muérdela y arráncame el puto corazón si así lo deseas.
Muérdela y el esclavo seré yo.

Soy un satanás goteando en tu boca, infame, impío.
Amándote hasta la desesperación.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

7 de octubre de 2016

Salvajes deseos



No sé cómo, ni dónde, ni con quién vives. Ni a quien amas.
No me interesa.
Y si alguna vez lo supe, lo he olvidado.

Metértela anula cualquier otra consideración en mi mente que no sea tu piel y desgarrar tu alma con mi rabo y mis uñas.

No quiero saber nada de ti ahora y lo que sé, lo anulo; me basta con arrancar violentamente tu blusa.
Tan violentamente que se pudiera decir que es violación.

No me dan miedo las palabras para susurrarte puta al oído.
Y  la envidia la capto mejor de lo que quisiera.

Me gusta que los ojos vacuos de los ajenos sientan envidia al ver como te penetro con brutalidad y gimes impúdica conmigo dentro.

Clavada a mí, clavado a tu coño. Rezumando entre la cópula viscosos líquidos de un placer que es más de bestias que de humanos.

Quiero hacer de nosotros un sucio pensamiento en la mente mediocre de los ajenos.

Alguien pudiera pensar que estoy loco, alguien pudiera decir que no te merezco; pero también podrían morir al tiempo que lo expresan ante nosotros, ante la cópula cuasi animal.
Te follaría encima de cadáveres, ignorándolos.

Que rabien rechinando sus dientes mientras los míos amenazan tus pezones ofrecidos con tus propias manos crispadas, temblorosas.

Separa tus piernas, sé obscena y méate ante el mundo gritando tu placer.
Méate, méate, méate...

Córrete, puta.
Y acaríciate con los dedos sucios de mi semen.

Córrete para mí, ante ellos y su sudor insano que les resbala por la frente como un cáncer viscoso y caliente.

El deseo es salvaje...
No... Somos nosotros los que hacemos salvaje el deseo.




Iconoclasta


22 de marzo de 2016

Yo golpeador


¿No lo sientes? Son mis golpes desesperados.

Ojalá te dolieran.

Golpeo con paranoia la dimensión que me separa de ti.

Debería temblar el universo.

Mis pies resbalan en un charco húmedo que mana de mi puto pene y los golpes pierden efectividad. Y mi cerebro parece no entenderlo, porque sigo destrozando cada hueso de las manos.

Me duelen tanto, cielo...

Me duele tanto ahí abajo...

Baja la sangre en torrente, con cada puñetazo en la barrera invisible del deseo. La que me hace mierda, la que me hace feroz.

El corazón no duele ya, el dolor es ira, ansia, desesperación...

No me queda alma, solo la violencia desatada del deseo.

Los puñetazos en la invisible frontera, el dolor de mis genitales sin consuelo; ese es el universo al que me has llevado.

Me duelen, me duelen, me duelen...

Por favor...

Mis manos rotas ni consuelo pueden darme. Soy una bestia encelada, atrapada en la dimensión desesperada.

En tu puta dimensión.

¿Por qué existes? ¿Por qué? ¡Cómo me dueles!

Entre mis piernas hay una presión que las manos golpeadoras ya no pueden gestionar.

¿No te das cuenta que soy solo un hombre?

No deberías existir, es la única forma de que deje de destrozarme.

Pero... ¿Dónde está el hombre? Aquello que era antes de que existieras.

Mi bálano no reconoce las manos rotas del golpeador.

Golpeo la distancia, el tiempo, al creador y mi rostro desencajado.

Soy el golpeador silencioso. Un mimo en un infierno que nadie mira, de cuerdas vocales sangrantes.

Soy las manos rotas del deseo, que no pueden contener la sangre que me llena, que me expande, que me desespera.

¿Y si soy peligroso? ¿Y si todo este deseo por tenerte, por fundir tu piel con la mía, es un riesgo para ti?

Soy malo, porque no podría considerar tu seguridad. Solo queda en mí animalidad.

Tal vez debería morir con las manos rotas, con las venas del pene reventadas mezclando semen y sangre. Un infarto lujurioso.

Me da miedo que se rompiera la invisible dimensión y pudiera empalarte con mi carne doliente.

No sé si podría protegerte de mí.

Golpeo y me duele tanto ahí abajo...

Atenazaría tu coño con mi mano crispada mordiéndote los labios. Te haría pagar esta desesperación.

Yo golpeador, te amo, yo golpeador te deseo.

Salvarte no podría.

Me duele tanto ahí abajo...

No puedo más.

Y las manos, ya no existen, son muñones inútiles en la dimensión de la fascinación a la que me has abocado.

Soy un golpeador atrapado en universo de nadie, en la invisible frontera que marca tu piel.

Me dueles tanto...



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de enero de 2016

La memoria bastarda

(Foto de Óscar París)


Soy la bastarda e impúdica memoria que saca de entre los excrementos y alza las secretas insignias de la humanidad: una compresa usada y un condón pegajoso, sucios de mezquindad y mediocridad.

La leprosa reproducción de los idiotas...

Los alzo para que todos se sientan incómodos, para que giren la cara y con hipocresía ladren: "Eso no va conmigo".

Trapos sucios y mi pene latiendo y goteando... Completamente animal, tenazmente ajeno a todo.

Sudo soportando el peso de la bastarda memoria.

Soy la calavera sin carne de un zorro que se suicidó en la acogedora oscuridad.

Al que mataron sin tiros cazadores degenerados sin dignidad.

Sucios, idiotas.

Soy un paria de la realidad, que la ensucia, que se mea en ella y la cubre con horrores y sexos de ciencia ficción.

Con amores imposibles.

Mi amor... No eres imposible, eres insoportable. Disculpa al pregonero de la  miseria, al escritor sin drogas que llora sin consuelo alguno el asco y tu amor potente y desesperante.

Estoy acabado ahora, mi bella, mis muslos húmedos, mi coño, mis pezones preciosos... No es por ti, es cansancio. Es explosión.

Soy la memoria bastarda iluminada por un rayo casual de sol. Una pena que se remueve incómoda al ser descubierta.

Y mantengo en alto  todo el peso de vuestras miserias que embarazosamente ocultasteis, por ello mis ojos lloran y se escaldan por el esfuerzo; bajo el peso de todo el excremento moral con el que habéis creado la capa de la tierra que pisáis.

Tú no, mi amor, tú estás allá en un lugar limpio. Eres mi luz, la que da textura a mi cráneo, la que me hace trascender. Déjame que acabe con ellos, denigrarlos hasta hacerlos estiércol; y luego ante la calavera del inocente, te beso y te follo.


(Mi gratitud  y admiración por la foto que el artista de la luz Óscar París, tuvo a bien prestarme y la que provocó este vómito desesperante y atroz).




Iconoclasta