¿No lo sientes? Son mis golpes desesperados.
Ojalá te dolieran.
Golpeo con paranoia la dimensión que me separa de ti.
Debería temblar el universo.
Mis pies resbalan en un charco húmedo que mana de mi puto pene y los golpes pierden efectividad. Y mi cerebro parece no entenderlo, porque sigo destrozando cada hueso de las manos.
Me duelen tanto, cielo...
Me duele tanto ahí abajo...
Baja la sangre en torrente, con cada puñetazo en la barrera invisible del deseo. La que me hace mierda, la que me hace feroz.
El corazón no duele ya, el dolor es ira, ansia, desesperación...
No me queda alma, solo la violencia desatada del deseo.
Los puñetazos en la invisible frontera, el dolor de mis genitales sin consuelo; ese es el universo al que me has llevado.
Me duelen, me duelen, me duelen...
Por favor...
Mis manos rotas ni consuelo pueden darme. Soy una bestia encelada, atrapada en la dimensión desesperada.
En tu puta dimensión.
¿Por qué existes? ¿Por qué? ¡Cómo me dueles!
Entre mis piernas hay una presión que las manos golpeadoras ya no pueden gestionar.
¿No te das cuenta que soy solo un hombre?
No deberías existir, es la única forma de que deje de destrozarme.
Pero... ¿Dónde está el hombre? Aquello que era antes de que existieras.
Mi bálano no reconoce las manos rotas del golpeador.
Golpeo la distancia, el tiempo, al creador y mi rostro desencajado.
Soy el golpeador silencioso. Un mimo en un infierno que nadie mira, de cuerdas vocales sangrantes.
Soy las manos rotas del deseo, que no pueden contener la sangre que me llena, que me expande, que me desespera.
¿Y si soy peligroso? ¿Y si todo este deseo por tenerte, por fundir tu piel con la mía, es un riesgo para ti?
Soy malo, porque no podría considerar tu seguridad. Solo queda en mí animalidad.
Tal vez debería morir con las manos rotas, con las venas del pene reventadas mezclando semen y sangre. Un infarto lujurioso.
Me da miedo que se rompiera la invisible dimensión y pudiera empalarte con mi carne doliente.
No sé si podría protegerte de mí.
Golpeo y me duele tanto ahí abajo...
Atenazaría tu coño con mi mano crispada mordiéndote los labios. Te haría pagar esta desesperación.
Yo golpeador, te amo, yo golpeador te deseo.
Salvarte no podría.
Me duele tanto ahí abajo...
No puedo más.
Y las manos, ya no existen, son muñones inútiles en la dimensión de la fascinación a la que me has abocado.
Soy un golpeador atrapado en universo de nadie, en la invisible frontera que marca tu piel.
Me dueles tanto...
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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