Te susurro en la penumbra donde yacen tus piernas,
que las gotas de semen se mueren-enfrían
derramadas entre mis pies
con la tristeza profunda de una muerte inocente.
Del orgasmo desesperanzador,
de una corrida solitaria
como un cometa en el espacio gélido y oscuro.
De un pene que late colapsado de sangre,
empapado de amor y obscenidad.
De tu respiración que eleva y oscila tus pechos
y me la pone dolorosamente dura.
De mi mente desesperada cuando deseo penetrarte
desde malditamente lejos.
Soy un charco blanco y resbaladizo
que la arena de un desierto absorbe
y deja un cráter vacío.
Te susurran el deseo las manos crispadas
estrangulando ante ti esta puta erección
que canibaliza la alegría.
Y te susurro que a pesar de todo.
A pesar de la tristeza
del semen que muere
sin el consuelo de tu piel,
que soy capaz de sonreírte.
Iconoclasta
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