Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
21 de noviembre de 2016
Indignamente tuyo
Quisiera ser romántico, sutil y delicado; pero no nací para eso.
Soy más animal en celo que hombre.
Y es que amarte me duele. No el corazón, sino el pene que se entumece y endurece por una riada de sangre que se forma arrolladora al pensarte.
Quisiera decir que lloro tu ausencia; es posible, aunque no me acuerdo.
Cuando de mi glande brota el hirviente semen, mi pensamiento se queda en blanco.
Soy bestia enamorada.
Luego el semen muere enfriándose en mi vientre, entre los dedos, resbalando por los testículos y mis ingles que tiemblan aún. Y en ese instante, el inmenso vacío que has dejado a mi alrededor pesa como un puto dios tallado en granito.
Y no sé si lloro, solo puedo afirmar que siento una angustia abismal que me roba un latido en el corazón, como si muriera un segundo. Pienso en lo hermoso que sería ese semen manando de tu coño trémulo, aún excitado.
No lloro porque los hombres no hacen esas cosas; pero no estoy a salvo de una tristeza de tal magnitud que convierte todo lo que me rodea en una celda sin aire ni luz, sin paredes, sin puerta por donde escapar.
Amarte es una pesadilla de la que no quiero despertar.
No vierto lágrimas, tan solo miles de hijos que no nacerán, que mueren antes de formarse sobre mi piel ruda y animal.
Ojalá pudiera hablar de lágrimas y una trágica depresión; pero soy un hombre-pene y ambos te deseamos.
No puedo combatir mi sórdida indignidad.
Y lo que es peor: no lo haría si pudiera.
Porque mi leche dentro de ti o sobre tu piel, es la única forma palpable y posible que tengo para soñarte.
No quisiera asustarte, pero te digo que me arrancaría el corazón a puñados cuando te pienso.
¿Ves, mi amor? Soy sangre y semen, así de simple.
Así de brutal.
No hay pensamiento en mí, porque lo tienes tú. O eres tú mi mente toda.
Te amo indigna y obscenamente.
Y es que no puedo soñar con amarte bajo un cielo hermoso con este semen enfriándose y marchitándose entre mis dedos.
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19 de noviembre de 2016
Guerra y paz
No entiendo porque los hay que desean la paz en el mundo (aunque solo es una frase hecha, los hay que padecen; pero no por los que sufren, sino por otra razón que ya explicaré), si ellos no viven una guerra ni de lejos; al contrario, se lo pasan de miedo con sus teléfonos fabricando o copiando mensajes como "bienaventurado hasta el más hijo puta porque tiene derecho a no ser decapitado".
Deberían meterse en sus asuntos y atender sexualmente a sus esposas y maridos.
Pero como pasa con todos los cobardes, se preocupan más por lo que tiene el vecino y por lo que pueda pasar, que por lo que está pasando. Y cuando ven países en guerra, se cagan por la pata abajo divagando y temiendo lo que ocurriría si ellos se vieran envueltos en una guerra: se tendrían que meter su teléfono de la bienaventuranza y mensajes edificantes por el culo.
La chusma, el pueblo no tiene buen corazón, solo miedo. De ahí ese espantoso refrán paradigma de cobardía e injerencia ajena: Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar.
Lo único mojado que me gusta, son los coños.
No deseo que hayan guerras; pero si las hay y no me atañen, no me importan.
Las guerras, al fin y al cabo son la única forma efectiva de planificación familiar. Amén de los beneficios sociales que aportan.
Sin guerras, habrían muchas menos ONGs para poder facilitar pasaje y alojamiento gratis a muchos estudiantes ociosos en época de vacaciones.
Gracias a las guerras, se crea trabajo en la sanidad y en la industria metalúrgica.
Y eso no es todo: socialmente, los más desfavorecidos por la genética, los que padecen una deficiencia mental o incapacidad intelectual, encuentran ocupación. Han habido retrasados mentales que han conseguido trabajo y notoriedad mundial como: Franco, Pinochet, Hitler, Stalin, Mussolini...
Son todo ventajas.
Qué manía de ponerse la túnica de José o María (los padres bastardos del hipotético Cristo) para disfrazar la cobardía y la sensiblería cívica o institucional, de bondad y solidaridad de mierda.
Con los esmarfones deberían regalar un rosario para el sexo anal.
Eso de meterse una bolita y luego otra y otra y otra...
La gran mayoría de los que piden la paz en grandes concentraciones ganaderas, serán los que se follarán a un niña violándola en tiempos de guerra.
Bajo el disfraz de buenas personas hay buenos cerdos.
Bosnia es una buena granja como muestra, por lo contemporánea.
Cualquiera que haya vivido una dictadura sabe de estas cosas.
Cuántos murieron fusilados o torturados por envidia y por capricho de los colaboracionistas (gente de bajo nivel cultural y económico sobre todo) que le comían la polla al cabo rural del ejército dictador.
Pues eso; si hay guerra no seré yo quien se queje.
Porque no es cierto esa falacia ambigua que os decían para demostrar gran juicio y sensatez: "En una guerra no hay malos ni buenos".
Y una puta mierda: en una guerra los hay menos malos y auténticos puercos dando y obedeciendo órdenes, que en la vida cotidiana y laboral son incapaces de leer con soltura el rótulo de un comercio.
Claro que los hay que merecen morir.
Y cuando un malo muere, se demuestra y se ejercita la justicia.
Porque la injusticia existe sin guerras, te la regalan al nacer.
Me importa el rabo de la vaca la paz en el mundo.
Conque no me toquen los cojones, me basta.
Porque la guerra y la paz, me las busco yo solo.
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16 de noviembre de 2016
Desde lo profundo
¿Es posible amar tanto, desear ardientemente y no sufrir consecuencias físicas por ello?
Porque evidentemente psíquicas, se padecen. Hace tiempo que perdí la razón por ti.
No temo por mi polla, no temo que explote, tú tampoco tienes que alarmarte por ello. Ríe...
Me preocupa el sistema nervioso y el cardiovascular.
Entiendo que es difícil ser yo, me complico demasiado, escribir no es sano.
Es suicida. Cuanto más desciendo a mi pensamiento, menos me entiendo y la percepción de la realidad se hace difusa y ya no sé dónde ni cómo estoy.
Solo he comprendido que amarte me hace perder el hilo de mi propio pensamiento.
Me hace inconexo.
Aunque en realidad siempre he buscado romper conexiones: demasiado orden, demasiado método.
No me quejo de mí mismo, solo constato ahora que tengo un momento de lucidez argumental.
Y te cuento:
Te podría contar del silencio majestuoso de la montaña y del lejano ruido de un tren o un coche que lo rompe. Y está bien que lo rompa, porque confirma lo profundo que estoy dentro del planeta.
Y lo profundo suele ser solitario.
Te contaría del hielo que el sol evapora formando un manto de humo que evoca un camposanto.
Del graznido de los cuervos que parecen eternamente enfadados, y sin embargo; son felices. Su vuelo juguetón e incesante lo confirma.
Te contaría de un perro enorme y sucio, que cada día sale a pasear como yo. Como si se tomara un descanso de su trabajo en la masía, de cuidar las vacas que cruzan el camino para dirigirse a los pastos.
Me mira como si me saludara con la lengua fuera. Es un buen tipo, mi amor.
Si estuvieras conmigo, aquí y ahora, te diría que toda esta profundidad no basta. Que necesito compartir contigo este mundo lejano de la infestación de la vida sórdida, artificial.
Es tan sencillo... Fluyen con tanta facilidad las emociones, la vida y la muerte; que inevitablemente te contagias.
Más que eso: te conviertes en parte de ello.
Caminas sobre miles de cadáveres y un árbol empuja a otro lenta e inexorablemente al precipicio, donde lo arrastrará un río.
Y la magia está en que no lo ves, porque es otra escala de tiempo, en la montaña el tiempo tiene distintas magnitudes según los seres, según la alegría, según el dolor.
Según el frío...
Es un conocimiento con el que se nace y al cual la soledad da luz.
No es misticismo, es praxis pura.
Un conocimiento que aparece rotundo en el lugar adecuado. Cuando te das cuenta que la propia vida tiene el mismo valor que la de un gorrión; aquí, donde la vida pelea con la vida y se alimenta de muerte. Donde Dios mata a Dios y yo los cazo si se diera el caso.
Al reconocerte, cierras la puerta a la artificialidad y a sus convenciones sociales.
Y es hermoso.
Tenía que escribirte aquí y ahora, porque cuanto más profunda y hermosa se hace la vida, más desearía estar aquí prendido de tu mano.
Prendido de tus labios.
Porque tú también eres la certeza con la que nací.
Siempre te busqué.
Desde un profundo valle de hermosa vida y muerte, te amo.
Tal vez es tarde, tal vez esto se convierta en una carta póstuma que se deshará entre las hojas muertas de otoño.
Nada se puede hacer por evitarlo.
¡Ah... Estos malditos cuervos me dan dolor de cabeza, no callan!
Seguro que les pasa como a mí: buscan a su cuerva.
Besos, mi amor.
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10 de noviembre de 2016
No es sexo fácil
Si digo que quiero atenazar tu coño con mi mano de dedos crispados, mordiéndome el labio con lujuria, no es pornografía. No es una banalidad.
No es sexo fácil.
No es pornografía.
Mis dedos invadiendo tu coño es la más primigenia posesión y deseo.
He tardado eones para encontrar a quien decírselo, para llegar a este momento de ansiedad apenas contenida.
No puedo ser más serio, no puedo ser más profundo cuando expreso mi deseo de joderte sin cuidado.
Soy demasiado primitivo para expresar sutilezas. Mi falta de inteligencia la compenso con un amor brutal.
Con una aparatosa y vanidosa violencia sexual.
Abofetearte las nalgas cuando te penetro apoyada en la mesa no es masoquismo, no es simple machismo.
Es que quiero dejar una huella en tu piel, necesito convencerme con el rabo bombeando dentro de ti, que eres mi sueño, que duraré en ti más allá del momento en que eyacule mi leche hirviendo.
No quiero dejar de ser a tu lado, quiero que quede en tu cuerpo algún rastro de mí.
Algo que justifique toda esta vida que te he estado buscando.
Eres el amor puro y brutal que me dobla, el que creía no posible.
Es lógica mi locura, mi miedo a no trascender en ti, dentro de ti.
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9 de noviembre de 2016
Cobro y trago
Soy una puta, una sórdida puta que escupe restos de semen y humo entre dientes podridos.
Que habita la esquina de las ratas y tiene la voz ronca.
Que cobra por una follada clásica y me la meten por el culo.
Y duele tanto tantas veces...
Me ensucian el alma con sus palabras envidiosas, banales y sin significado.
Igual que si tuviera coño y una sífilis estuviera reptando por dentro y pudriéndolo.
Llevo un bolso de plástico donde guardo condones, un consolador, el tabaco y pomada para el ano.
Soy una puta sin suerte. Aunque no se puede tener suerte en este planeta si no eres idiota.
Hay clientes que se quieren correr en mi boca sin condón y siento un asco infinito cuando la hipocresía vestida de educación de manual para tontos, me escupe su semen y se desliza también por mi nariz haciéndome toser.
Soy la puta que a pesar de follar, se debe masturbar para obtener placer.
Mis pezones están marchitos por el dinero marrano que meto en el sostén.
Una puta melancólica por tiempos que podrían haber sido mejores.
La puta cariñosa que a sus clientes llama "mi hombre" y por dentro desea su muerte. Son tantos los que deberían morir...
Soy la puta de chocho lacio que asoma entre las bragas y clítoris muerto.
La que no encuentra una polla de calidad que meterse en el coño, entre tantos machos.
Mirad mi coño gastado y oscuro: os gusta a pesar de todo.
Asquerosos...
Sois más sucios que el condón usado pisoteado en la acera.
Una puta que desearía ser sorda para no escuchar las voces de los cochinos clientes que no pueden follar a su mujer por el culo e infectan mi ánimo con su repugnante existencia.
Soy una puta porque trago y cobro.
Que apoya su vieja espalda en una esquina de un barrio chino que es tan grande como lo es planeta.
Desearía infectarlos a todos ellos y que sus mujeres e hijos tartamudearan contagiados por una venérea que los matara lentamente.
Soy una puta de la vida, pero no soy idiota.
Trago; pero no me gusta.
Iconoclasta
7 de noviembre de 2016
Mismo tiempo, mismo lugar
Me pregunto si se le ha caído el cigarro de la boca. Y si ese gesto es desagrado o simple aburrimiento.
Sé todo del ser humano; pero de los seres que no hablan, no estoy seguro de intuir lo correcto.
Solo puedo concluir que tenemos en común estar en nuestro lugar, aunque no sea el tiempo adecuado para vivir una larga vida con una feliz muerte.
Sus orejas etiquetadas, lo dicen. Y un latido insano en algún lugar de mi cuerpo también.
Tal vez ella lo oye.
Observamos nuestro final entre miradas recíprocas y tranquilas.
Sin mala intención. Solo es algo casual, informal.
Somos muertes que caminan a cuatro y dos patas.
Nada excepcional, tan solo una romántica conclusión.
Es lo que tienen los momentos bellos: ponen de manifiesto lo escasos que son y conllevan una tragedia tranquila.
Da pereza morir en un momento hermoso.
Cuando eres un hombre total, la muerte tiene la misma trascendencia que la hierba que pisas. Piensas en ella con comodidad, sin drama.
Con una sonrisa íntima y un poco sarcástica.
Solo importa que es un hermoso animal y es hermosa la tierra en la que descansa.
No me puedo quejar, estoy frente a ella y hace frío.
Estamos solos y estamos bien.
Y respiramos un silencio suave y mullido que cuida de las ideas bellas y de los instantes hermosos.
Pienso en quien amo y en besarla aquí arriba, besarla y presionar sus pechos con el mío, con su rostro entre mis manos.
Cálidos hilos de saliva unen nuestros labios... Aquí, en este improvisado santuario en el que no rezo a nadie, simplemente me dejo arrastrar por mi propio pensamiento.
Enciendo un cigarrillo y un viento suave arrastra el humo rápidamente, como telarañas desgarradas.
Las arañas deben blasfemar cuando eso ocurre.
Me río del mal chiste porque no puedo evitar pensar en una araña enojada.
Mejor enojada que muerta.
Adiós vaca, que te vaya bien. Y si no es así, no te preocupes, somos dos en el mismo tiempo, en el mismo lugar.
Bye...
Iconoclasta
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2 de noviembre de 2016
Morir con las botas puestas
Dicen que se debe morir con las botas puestas; pero no estoy de humor para metáforas hormonales.
Que me quiten las botas, que me duelen los pies.
Y tendrás que ser tú, mi amor, quien me las quite para morir cómodamente.
Es que no existe nadie más quien me las quite. Ni quiero.
Porque no solo me quitarás las botas.
Y es que tu boca es la más extrema cueva del placer.
Obviemos que muero y quítame las botas, desabróchame el pantalón que ya no necesito, que me molesta también.
¡Qué boca tan grande tienes, abuelita!
Morir no siempre es trágico, mi amor. Nos reímos de todo...
Tu mano en mi pubis me hace sentir que deliro, me sitúa en esa frontera difusa entre la agonía y la paranoia.
Por favor... Solo tu aliento ahí, basta para que se me derrame el blanco con espasmos descontrolados.
No tienes piedad ni con el agonizante. Te adoro por tu fiereza, por tu sensualidad que me desquicia, que me saca de madre.
No soy valiente, ni cobarde, no soy nada.
No quiero las botas al morir.
Solo estoy loco, enfermo de ti.
Si muriera con las botas puestas, rozaría tan peligrosamente la mediocridad, que vomitaría con mi último aliento.
Que sea eyaculando en tu boca...
Tú eres María Magdalena y yo Jesucristo.
Es un buen momento para evocar mitos, fantasías.
De haber existido ambos, Jesús hubiera querido morir en la boca de Magdalena.
Como yo en la tuya.
No quiero morir como un hombre bueno y valiente. Quiero ser sacrílego contigo.
Vivir-morir una pornográfica agonía con mi amada.
No quiero botas ni bondades.
Solo el fascinante y cruento amor que nos come.
No me dejes morir en paz, hazme estallar, mi amor.
Y luego, desnuda, tira las botas a la basura.
Tú serás mi epitafio.
Iconoclasta
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30 de octubre de 2016
Violencia y destrucción
Se rompen los vidrios.
Se parten las maderas.
Se quiebra el acero.
La carne se saja.
La piel se abre.
Los huesos se tronchan con espeluznantes crujidos.
Se desgaja la tierra como una manzana cuando la piso.
Y las estrellas revientan.
¿Qué esperas de un mundo en el que reina la fascinante destrucción?
Donde todo se rompe.
Hasta el pensamiento se fragmenta. Tengo sueños destrozados y muertos.
Pobres míos...
Porque no es el movimiento, es mentira.
El movimiento no es la gracia del mundo.
Es la ruptura, la destrucción es lo que de una forma paradójica hace expandirse el universo. El de mi cerebro y el gélido y letal de ahí afuera.
Se rasga el himen como una tela y el prepucio que cubre el embotado glande parece agrietarse sanguíneamente por la presión de la sangre que palpita, que lo expande.
Es un mundo bellamente violento, rugiente y doliente con breves momentos para ternuras y cariños.
Donde trozos de amores muertos son metralla que se estrella contra el suelo sin importar ya.
Me gusta la parte violenta de la vida. Porque romper y destruir es más satisfactorio que crear.
Porque la violencia es un instinto primario sin matices, no necesitas ni te arrebata la voluntad como en el amor.
Porque quiero lo fácil, me cansan los retos.
No soy un atleta de mierda, no quiero batir récord alguno.
Solo destruir, la fácil y fluida destrucción...
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29 de octubre de 2016
Bohemios...
Se le achacan méritos y romanticismos exagerados y facilones a los que escriben, pintan o dicen algo ingenioso desde una bohemia comodidad. Desde un bienestar u holganza donde el sudor de la esclavitud laboral y su precariedad, no marca sus inspirados días.
Es fácil y poco meritorio ser intelectual y transgresor cuando eres un afortunado.
Soy adicto al combate, al dolor, la ira y el cansancio. Que se emborronen las palabras con el sudor y escupiendo rabia. O con los dedos mojados de un semen eyaculado con tristeza...
Y así sacar el in-genio de las venas de mis brazos.
De un pene inconsolable...
Bohemios y pensadores de vida fácil y resuelta...
Os enseñaré la verbigracia, el romanticismo y la irreverencia que contienen una gota de sudor y otra sangre. Y a falta de absenta, brindaré por toda la mierda de este mundo con un trago de agua turbia y recalentada.
Ebrio de agotamiento y rabia.
Narcotizado de frustraciones.
Bohemios y sabios de club...
No sabéis nada, ingenuos.
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28 de octubre de 2016
La manzana
Muerde la manzana, ansiada mía.
No te prometo sabiduría.
No habrá un conocimiento profundo.
Ni serás más hermosa.
No dormirás.
Muerde la manzana y que tus muslos tiemblen convulsos ante mi mano que los acaricia. Muérdela y perderás todo pudor a mi posesión ávida y feroz.
Muérdela para que tu alma sea mía y mi pene se haga enorme dentro de ti. Que te veas arrastrada a un placer demencial y grites narcotizada clavando de desesperación los dedos en tus pechos.
Soy un satanás que ama hasta lo más profundo de tu coño, que deja gotear su baba en él.
Soy una leche ardiendo que rezuma por nuestra cópula goteando la tierra lentamente desde tus nalgas.
No basta que me ames, quiero narcotizarte como nadie pudo imaginar.
Que sea yo lo único que exista en el universo y me tengas aprisionado en tu vagina hambrienta. Quiero estar clavado en ti, y que tu boca mame mis dedos mientras tu pelvis golpea con fuerza la mía.
Muerde la manzana, como si fuera mi rabo de glande empapado, viscoso... Y hazme daño, dame dolor para que me hunda contigo en lo más profundo de un deseo desintegrador.
Muérdela con tus dientes, besa la manzana en mi mano con los labios de tu coño inmenso.
Viaja conmigo al placer desatado, a la negación de todo lo que existe a nuestro alrededor.
Separa las piernas al morderla y ofrécete descarada como la puta más deseada.
Seré tu gusano, tu esclavo, tu polla cauterizante que tus labios sexuales lamerán hambrientos.
Muérdela y arráncame el puto corazón si así lo deseas.
Muérdela y el esclavo seré yo.
Soy un satanás goteando en tu boca, infame, impío.
Amándote hasta la desesperación.
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27 de octubre de 2016
Paseando bajo la soledad
Porque no es lluvia lo que cae, es bendita soledad.
Cae en forma de caricia.
Casi con ternura...
Me hace entornar los ojos y ver un mundo difuso, sin bordes afilados que tanto me rasgan la piel y el alma si la tuviera.
Soledad pura y sensorial que es un goteo, un ritmo sordo que parece acompasar la respiración, los pasos y el rumor de las hojas muertas y vivas.
El que va por delante de mí, bien podría ser yo mismo en un futuro próximo.
Aunque hay tiempo de morir durante esos metros que quedan para el futuro.
Con una sonrisa franca y sinceramente, no me fío de vivir ese tiempo, esa distancia. Soy cómplice de la soledad en mi propia muerte, en mis propios actos delictivos, subversivos y obscenos.
Toda esta soledad que gotea sobre mí, es un réquiem sin tristeza, sin amenaza. Es un salmo tranquilo, un final relajante.
Como si me diluyera...
Cierro el paraguas, para que la soledad me cale y se me dobla el cuello a un lado en un placer.
Sigo vivo, no importa.
Siempre hay tiempo para morir.
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26 de octubre de 2016
Ya he llegado
- Ya he llegado.
- ¿A dónde?
- No lo sé, simplemente me he detenido.
- ¿Es una metáfora por muerte?
- Tal vez. Las cosas y los seres mueren; pero yo aún escribo.
- ¿Volverás pronto?
- Es tarde para volver, es pronto para saber los cuándos. No nos esperan ni esperamos. No tengo prisa por afeitarme.
- Estamos muy alejados de todo. No podríamos volver aunque no fuera tarde. Haces caminos sin retorno, es malo.
- Está bien, volver es un error, es fracaso. Más de lo mismo.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- Respirar.
- Eso lo hacemos siempre.
- Ojalá que no.
- Va a ser muy larga la vida si solo respiramos.
- Bueno, también hay dolor. Estaremos entretenidos. Ya queda poca vida y estamos en lo mejor.
- ¿Y cómo lo sabes?
- Nos hemos detenido, las cosas ocurren por alguna razón.
- Y por azar, y por injerencias, y por errores...
- Solo estás preocupado, las conciencias sois siempre un tanto cobardes, dubitativas. Relájate.
- Saca un cigarro, necesitamos fumar.
- Por fin has acertado.
- Fumar y respirar...
- Mucho mejor que el dolor y el agobio. Lo hacemos bien.
- Sí.
- Oye, eso que ha caído y ha quedado atrás ¿no era una pierna?
- No te pases de optimista. Sigue ahí la muy puta.
- Era sarcasmo. La podríamos tirar al río, que la piquen los patos y los peces.
- Tendremos que morir con ella, como aquel que dicen murió con su cruz. Somos vanidosos los dioses, siempre más que nadie. Más dolor, más llanto, más carcajadas, más sudor, amar a tumba abierta...
- No somos dioses, no existen.
- Yo también soy sarcástico.
- Huele a tierra mojada.
- Y las tumbas también.
- Tienes razón, estaremos entretenidos en este dónde al que hemos llegado.
- Bien.
- Bien.
- ¿Otro cigarro?
- Claro, no importa un cáncer más o menos.
- No me hagas reír.
- No puede hacer daño.
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25 de octubre de 2016
Bajo el paraguas
¿Has visto qué fuerza tiene el planeta, amor? Es precioso...
Podría ser perfecto si bajo el paraguas estuvieras tú conmigo.
Te diría que lo que hacen las nubes con las montañas, lo hago con tu piel.
Mojarlas, rozarlas, acariciarlas...
Es tiempo de lluvia; sin embargo, amarte es intemporal. Ni la lluvia ni el sol pueden evitar que te quiera repentina y violentamente; como si hubieras nacido sorpresivamente ante mí.
Cautivándome como si fueras planeta.
Y debiera tener frío, pero la dulce melancolía es cálida.
Camino sin cuidado, pisando charcos, escuchando mi propia respiración reverberar contra la cúpula negra de un paraguas vacío sin ti.
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22 de octubre de 2016
Morir solos
"Todas las criaturas de este mundo mueren solas". Película Donnie Darko, 2001.
Donnie Darko fue un fracaso comercial en cines; sin embargo, con el tiempo se ha convertido en película de culto. Para que una película sea de culto ha de cumplir los requisitos de ser: absurda, llamativa, musicalmente atractiva y metafísica (incomprensible).
Para mí siempre ha sido una gran película, perfectamente comprensible; pero la gente, en su gran mayoría, no la entiende; captan algo que no saben sintetizar. Todos se dan bofetadas por aportar su explicación.
Desde el mismo instante que vi la película, me llamó poderosamente la atención la frase citada. Y me ciño a ella en esta exposición emocional.
Me fascina esta sencilla frase porque es tan engañosamente obvia, como discutible. Como prismática, facetada, de múltiples interpretaciones según teologías, filosofías, miedos y valentías.
Hay tantas formas de morir que, someramente, existe una gran probabilidad de no cumplir con esta sentencia fílmica. Morir en compañía, consolados... A esta posibilidad le temería especialmente.
Porque morir tiene que ser más íntimo que follar y no quisiera que nadie me jodiera el gran momento acompañándome. Dándome un consuelo que se puede meter en el culo.
La gran verdad es que siempre se muere en soledad, te importa poco o no te enteras si estás acompañado cuando falla el corazón o ya no llega aire a los pulmones. Porque se vive una agonía que te aísla de todo. Un dolor, un terror de un minuto es toda una vida. Y cuando vas a morir, estás demasiado entretenido en arrancar un latido más al corazón o aspirar una bocanada más de aire. Cosas físicas, instintivas. El cerebro está demasiado ocupado en gestionar toda esa muerte que se le viene encima.
Podría significar para los optimistas: es un viaje que tienes que hacer solo.
Pero ni así puedo asimilarla.
La frase tiene más virulencia de lo que aparenta: dice que la muerte es un viaje a ningún lado. Nadie te puede acompañar a la nada, a un lugar que no existe.
Está diciendo que es el negro final sin lugar y sin tiempo.
No es posible que en un futuro o en un pasado, un ser querido te acompañe el tiempo que necesites para acomodarte. "Te acompaño hasta que conozcas a alguien y cuando empieces a pudrirte me vuelvo".
No.
Niega toda posibilidad de existencia ultra terrena.
El viaje lo haces solo. Y no es un viaje, porque no hay lugar, no hay destino.
Lo horrible para la inmensa mayoría de la humanidad, es que morir acompañado, tomado de la mano y teatralmente rodeado de los seres queridos, no es suficiente. A lo que temen es que no habrá encuentros.
Esa es la auténtica negación de la frase, lo que inquieta y no acaban de encajar los que no la entienden.
La obviedad, al final, no es tal y la afirmación es profunda como una sima.
Explica perfectamente mi forma de entender la muerte. Da sentido a lo que soy: un viajero solitario que así ha decidido ser.
Sin consecuencias, sin miedos a cruzar solo ese río inexistente.
Para los optimistas, los que creen que la muerte es un tránsito, hay otra frase encantadora de la novela Legión, de William Peter Blatty (secuela de El Exorcista): "Los muertos deberían de callar si no tienen nada que decir". Añádase cierto hartazgo por esos gemidos de ultratumba y algo de aburrimiento al pronunciarla, y se tendrá la sensación de que morir, en efecto, es seguir viviendo.
Pero hay muertos en el cementerio que no han aparecido por ningún lado, no hay señales, no hay manifestaciones. Solo mentiras y trucos de prestidigitación barata.
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Todas las criaturas de este mundo morimos solas; es el eufemismo.
Dejamos de existir, es la afirmación rotunda, concreta e imbatible que esconde.
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Ultrajant
21 de octubre de 2016
Escamas entre tus dedos
No quiero ser un buen hombre sensible y comprensivo.
No quiero ser tu confidente o amigo.
Tu apoyo moral...
No quiero ser guapo, ni fuerte.
Ni siquiera ser hombre.
Deseo ser una bestia reptante entre tus muslos. Que me amputen los brazos y las piernas si es preciso.
Fascinarte con mi repulsión, sacar de ti lo más morboso y no puedas evitar separar las piernas para que mi lengua azote nerviosa tus ingles y llegar a tu coño por la vía de un placer tan inevitable como repulsivo.
Clavar mis colmillos y sorber tu clítoris.
Vampirizar tu vagina temblorosa...
No quiero que me ames, solo roza mi cabeza cuando entre en tu coño. Y sabré la verdad: a pesar del asco, me quieres dentro, retorciéndome en tu sexo baboso como yo. Causando vibraciones casi eléctricas que estimularán tu clítoris hasta hacerlo enorme.
Porque es enorme como un universo.
Desesperándote en la indefinida frontera de la repulsión y una hedonista adicción que destruye voluntades.
Acariciar con mis húmedas escamas los labios de tu coño al entrar.
Siseando obscenidades que rimen con tus gemidos de placer y alarma.
Que susurres "Dios mío" al sentir entre tus dedos mis escamas deslizándose dentro de ti: impías, viscosas en tu sexo tan abierto, que parece destripado.
Te diré que yo soy Dios, el creador y tu dueño. Que estoy formando un universo en tu coño. Que obligo a tu mente que observe el mundo a través de visión infrarroja y animal convulsionándome entre tus muslos.
Mi cola asomará entre tus piernas como una obscenidad indomable que lanza violentos latigazos.
Cierras los puños y separas las piernas hasta el dolor, porque quieres más.
Porque quieres como yo lo que nadie nos ha dado jamás: lo extraordinario, lo imposible. La puerta de emergencia de este decorado insulso en el que nos encontramos.
Córrete, báñame, ahógame dentro de ti. Contrae tu coño y hazme sentir que me aplastas, acaricia la inquieta obscenidad que asoma entre tus labios obscenos y secretos.
No soy hombre, soy un desesperado y brutal deseo reptil sin amor, ni cariños, ni compresiones.
Solo voraz de ti.
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