Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
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21 de octubre de 2016
Escamas entre tus dedos
No quiero ser un buen hombre sensible y comprensivo.
No quiero ser tu confidente o amigo.
Tu apoyo moral...
No quiero ser guapo, ni fuerte.
Ni siquiera ser hombre.
Deseo ser una bestia reptante entre tus muslos. Que me amputen los brazos y las piernas si es preciso.
Fascinarte con mi repulsión, sacar de ti lo más morboso y no puedas evitar separar las piernas para que mi lengua azote nerviosa tus ingles y llegar a tu coño por la vía de un placer tan inevitable como repulsivo.
Clavar mis colmillos y sorber tu clítoris.
Vampirizar tu vagina temblorosa...
No quiero que me ames, solo roza mi cabeza cuando entre en tu coño. Y sabré la verdad: a pesar del asco, me quieres dentro, retorciéndome en tu sexo baboso como yo. Causando vibraciones casi eléctricas que estimularán tu clítoris hasta hacerlo enorme.
Porque es enorme como un universo.
Desesperándote en la indefinida frontera de la repulsión y una hedonista adicción que destruye voluntades.
Acariciar con mis húmedas escamas los labios de tu coño al entrar.
Siseando obscenidades que rimen con tus gemidos de placer y alarma.
Que susurres "Dios mío" al sentir entre tus dedos mis escamas deslizándose dentro de ti: impías, viscosas en tu sexo tan abierto, que parece destripado.
Te diré que yo soy Dios, el creador y tu dueño. Que estoy formando un universo en tu coño. Que obligo a tu mente que observe el mundo a través de visión infrarroja y animal convulsionándome entre tus muslos.
Mi cola asomará entre tus piernas como una obscenidad indomable que lanza violentos latigazos.
Cierras los puños y separas las piernas hasta el dolor, porque quieres más.
Porque quieres como yo lo que nadie nos ha dado jamás: lo extraordinario, lo imposible. La puerta de emergencia de este decorado insulso en el que nos encontramos.
Córrete, báñame, ahógame dentro de ti. Contrae tu coño y hazme sentir que me aplastas, acaricia la inquieta obscenidad que asoma entre tus labios obscenos y secretos.
No soy hombre, soy un desesperado y brutal deseo reptil sin amor, ni cariños, ni compresiones.
Solo voraz de ti.
Iconoclasta
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