Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
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22 de octubre de 2016
Morir solos
"Todas las criaturas de este mundo mueren solas". Película Donnie Darko, 2001.
Donnie Darko fue un fracaso comercial en cines; sin embargo, con el tiempo se ha convertido en película de culto. Para que una película sea de culto ha de cumplir los requisitos de ser: absurda, llamativa, musicalmente atractiva y metafísica (incomprensible).
Para mí siempre ha sido una gran película, perfectamente comprensible; pero la gente, en su gran mayoría, no la entiende; captan algo que no saben sintetizar. Todos se dan bofetadas por aportar su explicación.
Desde el mismo instante que vi la película, me llamó poderosamente la atención la frase citada. Y me ciño a ella en esta exposición emocional.
Me fascina esta sencilla frase porque es tan engañosamente obvia, como discutible. Como prismática, facetada, de múltiples interpretaciones según teologías, filosofías, miedos y valentías.
Hay tantas formas de morir que, someramente, existe una gran probabilidad de no cumplir con esta sentencia fílmica. Morir en compañía, consolados... A esta posibilidad le temería especialmente.
Porque morir tiene que ser más íntimo que follar y no quisiera que nadie me jodiera el gran momento acompañándome. Dándome un consuelo que se puede meter en el culo.
La gran verdad es que siempre se muere en soledad, te importa poco o no te enteras si estás acompañado cuando falla el corazón o ya no llega aire a los pulmones. Porque se vive una agonía que te aísla de todo. Un dolor, un terror de un minuto es toda una vida. Y cuando vas a morir, estás demasiado entretenido en arrancar un latido más al corazón o aspirar una bocanada más de aire. Cosas físicas, instintivas. El cerebro está demasiado ocupado en gestionar toda esa muerte que se le viene encima.
Podría significar para los optimistas: es un viaje que tienes que hacer solo.
Pero ni así puedo asimilarla.
La frase tiene más virulencia de lo que aparenta: dice que la muerte es un viaje a ningún lado. Nadie te puede acompañar a la nada, a un lugar que no existe.
Está diciendo que es el negro final sin lugar y sin tiempo.
No es posible que en un futuro o en un pasado, un ser querido te acompañe el tiempo que necesites para acomodarte. "Te acompaño hasta que conozcas a alguien y cuando empieces a pudrirte me vuelvo".
No.
Niega toda posibilidad de existencia ultra terrena.
El viaje lo haces solo. Y no es un viaje, porque no hay lugar, no hay destino.
Lo horrible para la inmensa mayoría de la humanidad, es que morir acompañado, tomado de la mano y teatralmente rodeado de los seres queridos, no es suficiente. A lo que temen es que no habrá encuentros.
Esa es la auténtica negación de la frase, lo que inquieta y no acaban de encajar los que no la entienden.
La obviedad, al final, no es tal y la afirmación es profunda como una sima.
Explica perfectamente mi forma de entender la muerte. Da sentido a lo que soy: un viajero solitario que así ha decidido ser.
Sin consecuencias, sin miedos a cruzar solo ese río inexistente.
Para los optimistas, los que creen que la muerte es un tránsito, hay otra frase encantadora de la novela Legión, de William Peter Blatty (secuela de El Exorcista): "Los muertos deberían de callar si no tienen nada que decir". Añádase cierto hartazgo por esos gemidos de ultratumba y algo de aburrimiento al pronunciarla, y se tendrá la sensación de que morir, en efecto, es seguir viviendo.
Pero hay muertos en el cementerio que no han aparecido por ningún lado, no hay señales, no hay manifestaciones. Solo mentiras y trucos de prestidigitación barata.
Más películas...
Todas las criaturas de este mundo morimos solas; es el eufemismo.
Dejamos de existir, es la afirmación rotunda, concreta e imbatible que esconde.
Iconoclasta
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