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20 de junio de 2015

La diosa y la bestia


Me bañaré de la vida y la muerte que hay en la naturaleza.

En la íntima fronda de las montañas.

Y en mares de salvaje pureza, donde los peligros son transparentes y la belleza ondulante.

Lo quiero todo: hambre y comida, sed y agua, el canto de los pájaros y el silencio de los escorpiones. La velocidad del tiburón, el chac-chac de un cangrejo.

Quiero fundirme entre lo vivo y lo muerto, y arrastrar mi pene hambriento de ti, por las toscas cortezas de pinos y robles. Quiero castigar a la bestia, hasta encontrar el íntimo e insondable reposo de tu carne.

Hacer surcos en la arena y herir mi rabo endurecido en arrecifes cortantes.

Me enloqueces, haces aberrantemente obscena mi locura.

Quiero amarte en la espesura y a cielo abierto, con el sol ardiendo en nuestras pieles.

Es mucho pedir, lo sé; pero jamás he estado tan adentro del planeta como ahora. Jamás he deseado tanto llevarte de la mano a profundidades y superficies.

Ser libre y salvaje amándote. Libre de escrúpulos, usaré cada trozo de tu piel. Morderé.

Sin freno, sin cordura.

No puedo ni quiero desear menos, mi amor.

Quiero lamer tu cuerpo de bronce esculpido por antiguos clásicos, quiero pasar mi lengua por tus partes más blancas, más pálidas, más urgentes.

Dijéramos que no queda en mí ya inteligencia, solo es un instinto cargado de amor y deseo. La inteligencia quedó allá enterrada entre un decorado de hormigón y cristales. La destruí, la pulvericé.

Dijéramos que te amo brutalmente.

Patológicamente dirían los cuerdos.

Patológicamente para mí, porque cuidaré tu cuerpo y tu alma, y seré el oso guardián de tu vida. Una esfinge con la entrepierna palpitando como un corazón más.

Las diosas tienen animales para su protección, yo soy uno, úsame como un cerbero con un pene entumecido y colapsado de sangre, diosa.

Bautízame con tus muslos en mis fauces y clava tus uñas en mi piel, arranca mi pelaje cuando tu respiración se colapse por el lujurioso embate que arqueará tu cuerpo cubierto de diamantes de sal.

Quiero meterme profundamente en tu carne, porque es mi bosque y es mi mar.

Eres una isla en un mar turquesa, eres un cielo azul que pinta la arena blanca creando otro cielo, otro imposible, otro milagro...

Eres naturaleza y yo soy tu creación. Eres responsable de mí, no me dejes fuera de ti.

Yo te lo ordeno, yo te lo pido, yo te lo ruego. Las bestias no lloran, no dejes que pierda la dignidad de la ferocidad, porque es lo único que queda en mí.

Deja que cubra lo más pálido y lo más íntimo de ti, dame ese privilegio.

Antes de morir si pudiera ser, soy una bestia que devora los segundos sin control.

Soy el tiburón, soy el lobo, soy el delfín y soy el ciervo. Soy la crueldad y la ternura.

Soy un producto de la naturaleza y tú eres su personificación.

Me lo dice mi cerebro antiguo y pequeño; como el jardín zen que con solo una piedra y una línea en la arena, alcanza tras muchos años la perfección absoluta y la paz de quien lo creó.

He llegado a lo más elemental, me he reducido a esencia pura.

Quiero penetrarte profundamente hasta acariciar tu alma y devorarla... Ser tu Fausto animal y hacernos inseparables.

Que se pudra el planeta cuando te arranque de sus brazos para cubrirte con los míos, para invadirte hasta dudar de la existencia.

Eres mi Naturaleza, sin ti soy mierda.

No puedes no amarme.

No puedes...




Iconoclasta

13 de junio de 2015

Frustrivas lágrimas



A veces se me escapan unas lágrimas porque pierdo el control de la realidad. Porque el pasado dejó de ser un hecho y el futuro es solo imposibilidad.

Y perder el control conlleva también que no puedes concretar con precisión el porqué de esas lágrimas.

Cuando eso ocurre es porque estoy en el momento y lugar adecuado: en la soledad.

El cerebro sabe cuando aflojar las riendas del control, porque nos daría pánico (a mí y a la razón, al cerebro), que este llanto incomprensible e incomprendido se desbordara en presencia de alguien.

La soledad es la libertad del llanto.

Y el llanto nace en las altas montañas de la Frustración de Llegas Tarde o Ni Siquiera Llegas a lo Bueno.

Las lágrimas producen una comezón en la piel y siento la angustiosa y humillante sensación de que corren gusanos por mi rostro. Me quito las lágrimas a manotazos antes de que horaden la piel y pongan huevos.

No quiero ser el rostro de una vaca, que nadie me vea como una res con el hocico lleno de moscas.

Soy la vergüenza de la elegancia.

Soy la decepción íntima de un hombre al que llaman P. No recuerdo el nombre, no tengo control de mis funciones racionales.

Soy una extremidad que causa desequilibrio mental, físico y sexual en P. Es mejor que nadie sepa, que sea anónimo. De hecho es anodino (por ello ni su propia razón recuerda su nombre). Se parecen un poco anónimo y anodino, sobre todo porque empiezan por ano (y se me escapa una risa pérfida, aunque no sé si es la razón o la ilusión la que se ríe, no tengo el control). Anónimo es cualidad (buena) y anodino es fracaso (inevitable). La diferencia no tiene sutilidad alguna y revienta cualquier tipo de alegría sin piedad alguna.

También soy la vergüenza de P.

Son las lágrimas de la ira, de cosas que no me dejó hacer la envidia ajena.

Es una mentira de mierda, si quieres no puedes, solo puedes si te dejan todos los hijos de puta del mundo.

Son lágrimas de amores posibles, imposibles, pasados, futuros, eternos, efímeros, muertos y latentes. Y amar es una gran mierda dice la razón, dice P escondiendo su rostro con una mano para que la oscuridad no lo vea. Dice la ira al otro lado del espejo dejando caer una baba feroz de entre sus dientes rotos de morder metales.

Son lágrimas de una erección salvaje y venosa que fertilizaría la tierra misma en un desconsuelo primigenio, como el celo de las bestias.

Bendita soledad que oculta las lágrimas del desconocido y descolocado P.

De la obscena erección de la tristeza.

Hoy no hay sonrisas P.

Caminar es dolor y el dolor espanta las emociones amables si un día las hubieron.

Soy la campana que toca a muertos, porque los deben haber, siempre muere alguien a cada momento.

El llanto y la muerte van de la mano, es una pareja entrañable.

Sin embargo, no oiré mis propias campanas, estaré ocupado en conseguir que el corazón lata y los pulmones tomen otro trago de aire.

Soy la sonrisa de un padre muerto, de una madre muerta, de una abuela muerta...

Una sonrisa inerte.

Los muertos se acumulan a lo largo de la vida.

Son como loros en hombros de piratas con patas de palo que cargan con ellos sin darse cuenta, sin hacer caso a lo que dicen. Los muertos siempre dicen cosas inaudibles.

Soy un desgaste de cuerdas vocales que apenas saben qué decir.

Los hombres no lloran... Entonces ¿qué coño soy? ¿Lloran los cerdos?

Todos están tan lejos, todo lo que quise (lo poco), todo lo que quiero (lo ínfimo). Soy un oso polar atrapado en un iceberg roto, arrastrado por la corriente, allá donde lloran las ballenas y mueren en mares fríos.

Donde las lágrimas se congelan y los ojos se rompen como cuentas de cristal.

Algo no hice bien y lo lloro.

Bendita soledad y el papel empapado de penas.

Las lágrimas se han secado (agotado) y queda un latido encolerizado (las venas de las sienes parecen electrodos en manos de un torturador).

Males que no pude devolver, venganzas que se pudren incumplidas como podridas son las sonrisas de los bastardos impunes. Viviría como espíritu atormentado, vomitando sangre para acabar con ellos y sus descendencias.

Los pequeños seres duelen como los grandes y los insectos son tiburones, y los caballos pequeños son la maldad pura y una serpiente es la bondad arrastrada.

Y lloro unas lágrimas de incomprensión, es el funeral de la razón, es el funeral de un hombre al que llaman P y no acierta a recordar lo que fue, ni siquiera si alguna vez quiso ser algo.

Ser algo es imposición y las lágrimas resbalan por bautismos y hostias que no pidió.

Entre los genitales rasurados, el semen es un río cálido que desborda en cascada por los testículos y las ingles. Y todo está bien. 

La caricia de una caricia.

Soy un acto obsceno, la lágrima depravada.

Es hora de reír:
Hay un perro que se llama chiste. Se murió el perro y se acabó el chiste.

Es que me meo.

Empiezo a tomar el control.




Iconoclasta

11 de junio de 2015

El amor que todo lo confunde, de Iconoclasta


El amor que todo lo confunde, una novela de Iconoclasta.

Una pareja tan degradada, unos cerebros tan podridos...
El amor entre un psicópata asesino y una deficiente mental, el sexo y la sangre.
Y ahogada en todas esas miseria, un amor aberrante.

"Yo soy su muñeco de plastilina y para mí ella es una tía real a la que me follaría hasta subida en un cubo lleno de vísceras, revolcándola entre los restos de la jornada de una casquería; entre hígados y riñones podridos, entre cabezas de cordero anidadas por larvas blancas; entre ojos empañados por cataratas de muerte afilada que derraman lágrimas de sangre por el suelo. Y cuando al dejar ir la carga de mis cojones grito, las cabezas quieren cerrar los ojos, pero no tienen párpados que los protejan. Siento que las avergüenzo, que sienten asco de mí incluso muertas."
(de El amor que todo lo confunde)

En ISSUU:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el_amor_que_todo_lo_confunde_edici_

En Binibook:
http://binibook.com/details.php?id=1716

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

10 de junio de 2015

El fracaso


Llegamos a lo más profundo que pudimos, nos amamos hasta el dolor y la euforia de las ilusiones que prometíamos tatuar en la piel; pero el planeta no tiene simas ni alturas tan profundas y altas para contener tanto amor.

Falta espacio, falta tiempo.

Se hizo pequeño el volumen del mundo y nuestro gigantesco y gran amor nos asfixiaba.

Todo está previsto y calculado, mi amor que agoniza.

Hay un límite para tanto deseo y pasión, todo lo sobrante es triturado.

Somos dos corazones rechazados por un trasplante apresurado, porque amar es premura.

Y el tiempo nos come, y por ello, la impaciencia y la frustración.

La razón es infecta.

Es pus.

Hemos fracasado, hemos perdido contra el mundo.

Los sueños temblaron hasta hacerse borrosos y se convirtieron en absolutas imposibilidades.

No nos engañamos, a duras penas amada mía.

Nos ilusionamos, es lo que debíamos hacer, no había otra opción.

La batalla contra el tiempo y el espacio que hay entre nuestros pulmones fue intensa y resquebrajó los muros del amor con cañonazos de demoledora realidad.

Todo el tiempo del planeta, todo su volumen, nos aplastó. Se ensañó con nosotros.

Fue insuficiente nuestro esfuerzo.

Y fracasamos.

Llegó la hora de reconocer la derrota con una venda en el pecho, porque los corazones, quieras o no, sangran. Y esa sangre se derrama en el alma formando coágulos.

Y los recuerdos se hacen cenizas sin haber sido llamas.

Réquiem por un sueño suena en el reproductor de música con la suficiente melancolía e intensidad necesarias para sumergirse en la suma pena de la derrota y en penumbra.

Declaro mi rendición en la oscuridad con tinta roja y la total precisión que da el dolor del fracaso.

Los dioses hemos sido derrotados, no habrán más oportunidades.

No éramos dioses, era nuestra ilusión de amantes, solo era soñar, no podía hacer daño a nadie; pero se han excedido con su armamento y fuerza, como si fuéramos seres imbatibles.

Hemos fracasado, y cada uno tomaremos nuestro camino hacia otra batalla contra la razón.

Cuando el fracaso asfixia debe ser reconocido, toca retirada, porque la vida es efímera y los sueños rotos jamás se recompondrán.

Hay que vivir para amar y amar para hacer viable la vida.

Cada cual buscaremos nuevos campos de batalla, debe existir otra guerra donde podamos bombardear la razón y la praxis hasta sus cimientos.

Olvidémonos que un día nos amamos, no guardemos recuerdos que traicionarían nuestra próxima pasión, te deseo suerte, hermosa compañera de trinchera.

Hay que seguir, hay que ganar antes de morir, o muriendo.

Prometo olvidarte y juro que una vez te amé.

Me diluyo entre tus recuerdos, lo veo en tus ojos.

Adiós, quien quiera que un día fuiste. 




Iconoclasta

7 de junio de 2015

Mejor muerto que asistido


Una pareja de ancianos charla en una de las mesas de descanso de un camino entre las montañas, han elegido la sombra, cosa rara porque los viejos suelen buscar sol; aunque es un día caluroso, es natural.

Yo paseo solo y dejo que el sol me avasalle, me gusta sudar, me gusta que las gotas de sudor caigan por mi rostro, como si sufriera.

No voy a analizar el porqué, sudo y no me complico.

La de los viejos es una imagen bonita, con cierta ternura y nostalgia; pero no me engaño, los observo largo y tendido e intento verme en sus pellejos.

No me convence.

No puedo asimilar estar con alguien en la vejez para sentirme aliviado o acompañado para nada, por pura cobardía senil. No es mi meta, no es mi ideal. No quiero ser la muestra de lo que es llegar a la vejez y tener compañía tal y como está insertado en el imaginario humano, como un ideal de plenitud antes de morir.

Me paso por los huevos ideales y tradiciones.

Insisto hay algo bello en ello, pero siento una especie de alergia.

Perdóneme padre, porque nunca he pecado, tengo mis leyes.

Sé que he nacido para estar solo, para morir solo sin pensar que un día podría necesitar a alguien que me ayudara o apoyara. Si llegara ese día, prefiero estar muerto que asistido.

Me gusta zanjar cuestiones, eso deja espacio en mi mente abarrotada de miserias.

Soy salvaje en esencia, solo busco la caricia en un momento breve y determinado del día, el resto lo necesito exclusivamente para mí. Soy gato, soy felino.

O quisiera serlo y no hacer el ridículo.

Me molestaría dedicar demasiado tiempo a alguien cercano. Ya es tarde, fue tarde desde que nací, los ideales sociales no han conseguido encajar en mi cerebro.

También ha habido voluntad por mi parte.

Pongamos que prometo no quejarme cuando solo, me enfrente a la muerte o a los dolores. Sabré salir por una puerta de emergencia dado el caso.

He tenido tiempo de entrenarme.

Aún a costa de follar menos, no tan habitualmente. No importa, es más importante la libertad que meterla. Siempre.

Y cuanto más me sumerjo en el aislamiento, mejor me siento. Creo que no soy de este planeta, no debería serlo. Me podrían desterrar a otro mundo, tampoco iba a llorar. Incluso podría ser un favor.

Comparto tan poco con los humanos, que tengo que dedicar como tarea obligatoria caminar un rato por la ciudad para seguir entrenado en la práctica de la vida.

Cada día me cuesta más esfuerzo pasear por las calles cruzándome con humanos  y tomarme un café, cada día la sensación de estar entre la gente es más incómoda, más molesta y siento una enorme urgencia por acabar el café y  estar lejos de ellos.

Me asustan, son mi terror los finales felices, o los institucionales.

La muerte es salvaje como lo intento ser yo, y si estoy solo, nadie verá mis ridículas y grotescas caras de agonía o dolor. Eso es solo para mí.

Yo no quiero, no puedo compartir un momento tranquilo con alguien al lado demasiado tiempo, debería decirle que me dejara solo y eso no le gusta a nadie a oírlo y a me molestaría decirlo.

Nadie quiere saber lo que pienso, podría deprimirse.

La visión de la vejez no me da miedo, no voy a asegurar posiciones para recibirla en compañía. La cobardía no es opción.

Y mejor muerto que inválido.

No necesito ayuda de nada ni de nadie, y no la querría por muy viejo que fuera.

Que tome nota el idiota del notario, que para eso cobra un dineral.




Iconoclasta

6 de junio de 2015

Es un muñeco...


Cric-clic-cric (el corazón ha cambiado su potente latido por el ruido chirriante de un engranaje roto) algo está mal.

Se ha jodido el día, quiero volver a casa y empezar de nuevo. Esto no está bien.

No quiero otro descenso.

El aire es una delicia fresca que confortaba mi piel y mi ánimo.

Es una mañana preciosa, no era necesario ésto.

Llevo una cantimplora con agua y hielo, ahora hace frío en la sangre.

No puede ser... Eres un muñeco ¿verdad?

Me cago en Dios...

¿Cuánto ha tardado en morir?

Levanta pequeño,  no seas perezoso.

Tienes que cazar el sol quema ya.

La Hostia Puta Consagrada...

Por favor...

Ningún ser vivo permitiría que las moscas se le metieran tan adentro.

Qué ganas de llorar... Qué mierda.

Puto Dios y lo que creó...

Puta pena...

Los animales de pelo al morir parecen peluches, muñecos de infinita y desoladora ternura.

No le hablo al cadáver, le hablo a la vida que antes contenía. Porque quiero pensar que está cansado  y dormidito.

Clic, cric, clic, el corazón duele sordamente entre trinos de pájaros y el sonido de las hojas de los árboles.

La sección de agua la orquesta un pequeño riachuelo cantarín que toca graciosamente las piedras unos metros a mi espalda.

Algún coche veloz pone la nota de la justa realidad en esta desesperanza.

¡No, basta ya! Sigue caminando, déjalo que duerma.

Para siempre...

Hay días que no deberían existir y que fuera eterna la noche anterior a lo aciago.

Nadie tiene la culpa. Solo él es el responsable de su muerte; pero no se merecía pagar el error.

Es muy pequeño, no era necesario ensañarse.

Se equivocó y murió.

El error se transforma de una forma repugnantemente fónica en orror. A la muerte le importa una mierda la "h". El orror no necesita una correcta ortografía, basta con que lo sea, a nadie confunde.

Alguien quiso ser demasiado eufemístico respecto a lo que comporta un error, y lo diferenció con un "h" y una "o" para que nadie viera la dramática relación y viviera tranquilo lo que le quedara de vida mientras la "e" se transformaba en "o".

Doy una palmada; pero ni las moscas se mueven, siento una metástasis de tristeza, y miro a las montañas hermosas y frondosas que no nos prestan atención. Miran a otro lado ante mi inusitada pena.

Y bajo el rostro hacia el suelo cuando me cruzo con alguien, no es un buen momento para saludar.

La muerte es igual para todos los seres, cualquiera que sea su tamaño. Es por ello que en los animalitos pequeños, es más doloroso, hay un exceso de muerte.

La muerte los aplasta y la ternura se aferra al corazón clavando las uñas, hay una hemorragia que no consigue salir y se queda en el cerebro dando vueltas, coagulando la alegría y el ánimo.

Me cago en Dios y su justicia de mierda, en su desproporción repugnante.

No estoy bien, a veces no es bueno caminar tan despacio y captarlo todo en su realidad y consecuencias.

Por última vez, despierta y ve a cazar, pequeño, es tarde para estar al sol.

Corre a tu madriguera.

Por favor...



Iconoclasta

5 de junio de 2015

Tres horas


Tres horas sin cruzarme con un solo humano, tres horas sin escuchar más que el ruido del bosque, de mi respiración y pisadas.

Tres horas de liberación, en las que he dudado que conservara mi capacidad de hablar.

Una ardilla de cola roja ha corrido delante de mí, sin miedo.

Y un águila a un millón de metros de altura, daba círculos buscando qué cazar.

De vez en cuando algún animal grande hacía ruido en lo frondoso, invisible. Yo observaba sudando lo oscuro, pero solo presentía la presencia de algo que contenía la respiración.

Está bien, es más de lo que he visto en otros tiempos y lugares. Es mejor.

La libertad estaba servida, sabía que yo era de aquí, de las montañas, de lo salvaje, de lo cansado.

El dolor de la puta pierna apenas molestaba, es mi compañero, me hace caminar despacio y observar todo con minucioso detalle, gracias a la podredumbre de una pierna aprendo más allá de lo que veo en lo salvaje de las montañas.

Observo tragedias, observo a los animales calientes por reproducirse, a los animales hambrientos. No es gracioso, ellos sufren y viven el nerviosismo de la incertidumbre, como yo.

Y sigo subiendo hasta llegar a la más alta de las torres de la línea de alta tensión.

Los humanos están abajo y yo les obsequio el sudor que gotea de la visera de mi gorra empapada.

El reloj marca 970 metros de altitud, no es demasiado si no eres un lisiado.

Los tarados tenemos récords mucho más humildes de mierda.

No hay más donde subir y la pierna parece que da gracias a los duendes del bosque.

Dejo que el sol haga arder la piel de mi torso, al fin y al cabo, las bestias no llevan ropa. No cuesta nada soñar con la brutalidad y ceder a ella.

Tengo una buena tolerancia al dolor.

Y cuando el cuerpo pide bajar, llegar a casa, mojarse, beber, comer. Me dejo deslizar abajo, es fácil pero más doloroso que subir, los tendones se irritan tanto...

Y mi mente resbala también hacia lo más profundo de la conciencia y padece una revelación: ahora ya sé dónde ir a morir cuando llegue la parca. Porque uno sabe muy bien cuando va a morir, salvo si se le parte el corazón o se asfixia durmiendo. Lo supe una vez y lo sabré de nuevo.

Lo saben los animales de aquí y los elefantes, dicen que tienen sendas de la muerte.

Pues yo soy un elefante, coño.

Y sacaré fuerzas para morir en la montaña, caminaré con ese bastón de mierda montaña arriba hasta que escupa sangre por la boca, o la mee. Hasta que lance un ronquido como mi padre cuando su corazón se partió y caeré en mitad del sendero.

Sea joven o viejo, me la pela, yo no me muero aquí entre ladrillos y asfalto.

Y llevaré agua, por si la agonía es larga, y una libreta y un bolígrafo para intentar contar como muero. Y por supuesto una cajetilla de cigarros y dos encendedores, uno de repuesto.

Hace ilusión morir si se convierte en un acto de libertad y libre albedrío.

Ya lo tengo todo claro, ya lo sé todo.

Todo cuadra.

Solo me queda tener algo más de suerte de la que he tenido hasta ahora para un buen morir.



Iconoclasta

4 de junio de 2015

El amor que todo lo confunde, de Iconoclasta


El amor que todo lo confunde, una novela de Iconoclasta.

Una pareja tan degradada, unos cerebros tan podridos...
El amor entre un psicópata asesino y una deficiente mental, el sexo y la sangre.
Y ahogada en todas esas miseria, un amor aberrante.

"Yo soy su muñeco de plastilina y para mí ella es una tía real a la que me follaría hasta subida en un cubo lleno de vísceras, revolcándola entre los restos de la jornada de una casquería; entre hígados y riñones podridos, entre cabezas de cordero anidadas por larvas blancas; entre ojos empañados por cataratas de muerte afilada que derraman lágrimas de sangre por el suelo. Y cuando al dejar ir la carga de mis cojones grito, las cabezas quieren cerrar los ojos, pero no tienen párpados que los protejan. Siento que las avergüenzo, que sienten asco de mí incluso muertas."
(de El amor que todo lo confunde)

En ISSUU:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el_amor_que_todo_lo_confunde_edici_

En Binibook:
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El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
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3 de junio de 2015

Maldita


Foto de Sacrila.

Lo difícil de amar no son esas pequeñas cosas como cultivar el amor en los pequeños detalles, en eso tan cacareado de hacer de cada día un nuevo y maravilloso comienzo. Eso viene solo, sin esfuerzo.

Lo duro es follarte para después, casi en el acto, evocar tu sabor y el perfecto roce de una penetración que funde y confunde nuestras carnes.

No es fácil amarte, me arrebatas el control.

Maldita seas.

Mi mano en tu cuello, incrédula de acariciar toda esa sangre y respiración que manan por esa piel tan amada y tus ojos poderosos que parecen mirar tan adentro de mí que temo sangrar, te convierten en maldición, en condena. 

Lo difícil es mantener la serenidad.

Te adoro, maldita seas.

Eres un tormento hermoso al que amo sísmicamente.

Lo titánico es no masturbarse una y otra y otra y otra vez, evocando cada momento en el que gemías, en el que mi saliva caía sobre tu piel.

Es aniquilador no estar dentro de ti.

Tú no eres consciente de la carga erótica que dejas caer en mis hombros.

En mi rabo erecto...

Maldita, maldita, maldita...

No eres consciente de la pesadez pornógrafa de tus pechos que oscilan entre jadeos, que se erizan por la amenaza de mis dientes. Eres inocentemente maldita en tu natural erotismo, en tu innata forma de amarme.

Y aún así, cargas con el pecado de ser mi obscenidad.

Maldita tu belleza que me hace patán de boca abierta.

Maldita tu piel porque ofrece una calidez que me embriaga y me roba la voluntad.

Malditos tus labios que he devorado y mi glande los ha hidratado.

Malditos tus pechos desproporcionados en su grandeza enmarcados por unos hombros adolescentes.

Eres tan obviamente sexual...

Malditas tus piernas preciosas que conducen inexorablemente a tu coño, un infierno al que me arrastras y no tengo fuerza para resistir. No quiero resistir.

Malditas tus manos que aferran mi pene hasta el dolor y me guían como un muñeco por la ruta del deseo desmedido de tu sexo insaciable.

Maldita la cadera rotunda que servirá para afianzarme cuando te embista y pierda el control dentro de ti, adentro.
Más adentro, más fuerte...

Maldita toda tú, porque eres pura heroína en vena, me provocas síndrome de abstinencia.

Soy un yonki de tu pensamiento, de tu alma diosa.

Maldita seas...

¿Cómo es posible amar semejante maldición?

Maldita porque eres voluptuosa hasta el tormento.

Porque cuando me he saciado de tu cuerpo, está tu alma omnipresente que vectorialmente unidireccional (es física, es mensurable, es táctil tu poderosa mente) ataca directamente a la línea de flotación de la realidad, para convertir un tiempo y un lugar anodinos, en el más misterioso y seductor universo.

Maldita porque tus palabras de amor me hacen agua.

Recuerdo siglos atrás de estar contigo, recuerdo tu vientre y tu mirada aniquiladora y milenaria como un sortilegio.

Eres maldita porque has hecho de mí un amante errante que vaga buscándote desesperado en todas las eternidades y universos.

Yo te amo, Maldita.




Iconoclasta

31 de mayo de 2015

Mírame ahora


Ven, cielo.

Ha llovido y el agua ha arrastrado mi hostilidad y frustración. Ahora soy un animal empapado entre la vegetación buscando algo de calor para que la noche no me congele.

No te pido misericordia, no es interés por sobrevivir, mi amor.

Ocurre que tan pocas veces me siento limpio y libre de desasosiego y rencor, que quiero que aprecies ahora todo el amor que siento por ti.

Ahora que estoy limpio.

Es tan poco habitual, mi diosa, que sería injusto no abrazarte, no robarte un beso de amor en este preciso instante que la lluvia ha arrastrado mis miserias y siento unas incontenibles ganas de llorar.

Me siento como un soldado sin guerra.

Quiero que sepa tu alma que no te equivocaste al amarme, que bajo toda esta decepción y letras escritas entre rabias y dolores vitales que hacen de mi cuello y hombros un amasijo de músculos en tensión, hay un amor incondicional, tierno y emocionado.

Y que me siento indefenso cuando esas cargas dejan de gravitar en mí.

Temo cuando estoy tranquilo, cuando estoy bien, que algo salga mal. Tengo miedo, mi amor.

Está resultando una vida dura, cielo.

Solo abrázame ahora y recuérdalo cuando mi mirada y mis letras sean tristezas y frustraciones.

Mira como te amo, mi diosa: empapado y limpio.

Por favor, la lluvia me ha deshecho, me hace humano, protégeme ahora con tu cálida piel, mi amor.

Porque cuando sea fuerte de nuevo, no tendré el valor de pedírtelo.



Iconoclasta

30 de mayo de 2015

Nosotros, bastardos de Dios


Somos los hijos bastardos de Dios, los que no fueron creados a imagen y semejanza de Dios ni de ningún otro ser.
Somos los que no rezamos, ni pedimos.
Ni tenemos miedo, y si lo tuviéramos, nadie lo sabría.
Que aman y odian con idéntica fuerza, que no reniegan del amor y la violencia.
Que follan como animales en plena luz o en la oscuridad. Con locura y enfermedad, con deseo, tortuosamente, malvadamente y bondadosamente.
Somos los hijos bastardos de Dios, porque nos abandonó, porque estamos absolutamente solos entre la multitud.
Porque cuando unos piden perdón, no nos arrepentimos y no perdonamos en honor a nuestra historia.
Porque nadie nos perdona a nosotros. Nadie nos perdonó.
Porque vida es muerte y muerte es el resultado final de la vida. No hay un más allá por el que valga prostituir el pensamiento y el deseo. No vale la pena vivir como fariseos para nada, por una hostia insípida que se pega irritantemente al paladar aunque la muerdas. La sagrada repostería no tiene una buena escuela.
No existe un mundo post mortem por el que atormentarse.
Somos bastardos de Dios, porque renegamos y vomitamos por leyes y tradiciones que perpetúan la humana miseria.
Odiamos las palabras banales sin sangre, sin fluidos, sin pasión.
Y blasfemamos sin creer en dioses de mierda ni castigos, para no caer en idolatrías cobardes.
Somos bastardos de Dios, porque todos hablan y nosotros escribimos ajenos a sus alegrías y penas. Escribimos porque necesitamos una puerta dimensional para sobrevivir ante tanta vacuidad.
Bastardos porque ellos ríen y yo escribo mi frustración por un tiempo y lugar que no es mío.
Bastardos porque vemos con los ojos muy abiertos un cielo azul y una noche negra con devoción, e ignoramos las sangres vertidas por los mártires en las cabezas de los no muertos.
Los mártires son lo contrario a nosotros (benditos ellos y bastardos nosotros) y son nuestros enemigos, por ser los sodomitas pervertidos y cobardes de dioses, papas, reyes, presidentes, jueces y ricos.
Bastardos que pedimos condenas en lugar de absoluciones y que la mano de una mujer acaricie mis testículos con delicadeza, porque me duelen de tanto bullir, porque están tan cargados y cansados... Pesados de deseo.
(No quiero la mano de Dios, quiero tu mano cálida en mis cojones plenos, mi amor.)
Dios es solo un marqués con derecho de pernada y la humanidad el resultado de toda esa endogamia.



Iconoclasta

28 de mayo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

27 de mayo de 2015

21 de mayo de 2015

El dolor de la humanidad


A veces no puedo evitar pensar con cierta ternura en el dolor de los niños, de las mujeres y los hombres.
Hay ternura porque sueño en la posibilidad de un planeta hermoso.
No puedo evitar pensar con la misma ternura en las carnes ajenas rasgadas que hacen bien al planeta y a los animales irracionales que lo pueblan al verter su sangre como abono.
Porque es hermosa la sangre que mana tranquila y espesa de las heridas desmesuradamente abiertas como  grandes sonrisas banales.
La textura de una malteada roja, roja, roja...
No puedo evitar pensar cuando hay tantas calamidades, que solo así puede salvarse el mundo.
Con ternura infinita, veo a la humanidad como una plaga graciosa a la que someter a experimentos cruentos.
Un hormiguero que aplastar porque no hay cosas mejores que hacer.
Pienso en la falta de libertades, y creo firmemente que pocos las necesitan, que no quieren libertades, solo morir mediocremente.
Y está todo bien, mueren y sufren los que se lo merecen.
Y los que no, también; pero son tan pocos que no importa.
Porque las democracias son contrarias a la equidad y la razón, solo buscan multitud. Y ser iguales, uniformar el pensamiento y clasificar comportamientos en "normal" y "no es normal".
Los pensamientos importantes jamás han trascendido en miles y miles de años, solo trasciende el miedo y las supersticiones que lo conjuran. Solo hay dioses escritos en viejos papiros y en quebradizos papeles.
Los viejos les dicen a los jóvenes, no folléis como nosotros hicimos, no os embriaguéis como nosotros hicimos; es pecado, hijos de la gran puta jóvenes.
Porque la vejez hace peor a los seres humanos, se olvidan de lo que fueron y se coronan con un halo de ciudadano ejemplar y castidad.
Mierda, mierda, mierda...
Líderes que ejercen bajo hipócritas y bastardas ideologías con inconfesables avaricias chupando cigarros con pieles humanas curadas y comiendo en lujosos hoteles piernas de bebés horneadas, que guardan en refrigeradores colgados de ganchos con el pecho abierto los cocineros.
Y tanta gente disfrutando de las horas bajo el sol en la carretera para hacer absolutamente nada.
Es de risa, no hay nada importante en la humanidad; ergo su dolor, es algo que ignorar.
Incluso... Se me escapa la risa.
Es esta ternura que me conmueve.
Es mejor morir que vivir con el cerebro tan vacío y el corazón aburrido de latir siempre igual.
Si la humanidad se duele de algo,  sinceramente que tome aspirinas.
Es tarde para la misericordia, es tarde para la paciencia y es buena hora para fumar un cigarro y ver en las noticias tanta muerte de una forma completamente distendida.
No está todo tan mal, hay esperanza.
Lo dice mi discreto sonreír que no es banal, es sincero y obedece a una larga reflexión de inteligencia, vida e historia.



Iconoclasta

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656