Foto de Sacrila.
Lo difícil de amar no son esas pequeñas cosas como cultivar el amor en los pequeños detalles, en eso tan cacareado de hacer de cada día un nuevo y maravilloso comienzo. Eso viene solo, sin esfuerzo.
Lo duro es follarte para después, casi en el acto, evocar tu sabor y el perfecto roce de una penetración que funde y confunde nuestras carnes.
No es fácil amarte, me arrebatas el control.
Maldita seas.
Mi mano en tu cuello, incrédula de acariciar toda esa sangre y respiración que manan por esa piel tan amada y tus ojos poderosos que parecen mirar tan adentro de mí que temo sangrar, te convierten en maldición, en condena.
Lo difícil es mantener la serenidad.
Te adoro, maldita seas.
Eres un tormento hermoso al que amo sísmicamente.
Lo titánico es no masturbarse una y otra y otra y otra vez, evocando cada momento en el que gemías, en el que mi saliva caía sobre tu piel.
Es aniquilador no estar dentro de ti.
Tú no eres consciente de la carga erótica que dejas caer en mis hombros.
En mi rabo erecto...
Maldita, maldita, maldita...
No eres consciente de la pesadez pornógrafa de tus pechos que oscilan entre jadeos, que se erizan por la amenaza de mis dientes. Eres inocentemente maldita en tu natural erotismo, en tu innata forma de amarme.
Y aún así, cargas con el pecado de ser mi obscenidad.
Maldita tu belleza que me hace patán de boca abierta.
Maldita tu piel porque ofrece una calidez que me embriaga y me roba la voluntad.
Malditos tus labios que he devorado y mi glande los ha hidratado.
Malditos tus pechos desproporcionados en su grandeza enmarcados por unos hombros adolescentes.
Eres tan obviamente sexual...
Malditas tus piernas preciosas que conducen inexorablemente a tu coño, un infierno al que me arrastras y no tengo fuerza para resistir. No quiero resistir.
Malditas tus manos que aferran mi pene hasta el dolor y me guían como un muñeco por la ruta del deseo desmedido de tu sexo insaciable.
Maldita la cadera rotunda que servirá para afianzarme cuando te embista y pierda el control dentro de ti, adentro.
Más adentro, más fuerte...
Maldita toda tú, porque eres pura heroína en vena, me provocas síndrome de abstinencia.
Soy un yonki de tu pensamiento, de tu alma diosa.
Maldita seas...
¿Cómo es posible amar semejante maldición?
Maldita porque eres voluptuosa hasta el tormento.
Porque cuando me he saciado de tu cuerpo, está tu alma omnipresente que vectorialmente unidireccional (es física, es mensurable, es táctil tu poderosa mente) ataca directamente a la línea de flotación de la realidad, para convertir un tiempo y un lugar anodinos, en el más misterioso y seductor universo.
Maldita porque tus palabras de amor me hacen agua.
Recuerdo siglos atrás de estar contigo, recuerdo tu vientre y tu mirada aniquiladora y milenaria como un sortilegio.
Eres maldita porque has hecho de mí un amante errante que vaga buscándote desesperado en todas las eternidades y universos.
Yo te amo, Maldita.
Iconoclasta