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23 de febrero de 2019

Yo, el sepulturero


El invierno es ya un viejo que se apaga en una vertiginosa agonía. Muere cada día unos minutos, los que la luz le roba de vida para calentar más la tierra y las cosas que contiene.
Otro invierno que muere y otra primavera que está ya inquieta en el útero planetario para ser parida y ocupar así el lugar de su hermana muerta el año pasado.
Es menos triste y dramática la historia de los equinoccios, sus razonamientos, cálculos y efectos; pero infinitamente más aburrida.
Y con toda su ciencia se equivocan. El invierno muere mucho antes de lo que calculan. Lo noto en los árboles y sus ramas que se estiran y arrancan ávidas ya el calor al aire para recuperar sus hojas queridas. Lo noto en el hielo del camino que ha perdido su dureza y apenas cruje, pareciera que al pisarlo llora quedamente. En las voces del bosque.
Lo noto en mi sudor que había olvidado estos meses fríos. Y el hueso duele menos…
El invierno no espera un equinoccio, muere cuando debe, cuando está agotado. Tal vez en su agonía aún pueda dar un frío zarpazo; pero está acabado.
El invierno ya alimenta a los buitres.
Y así, palabra a palabra he empezado a cavar su fosa. Alguien tiene hacer los honores. Tal vez, por eso estoy aquí: como sepulturero de las estaciones.
Porque si no ¿qué hago?
Hay una belleza de infinita melancolía en la muerte de las estaciones.
Dan ganas de morir con ellas.
La belleza con tristeza se paga… Son cosas que aprendes con un dulce dolor.
No tardaré mucho en cavar dos tumbas, no soy tonto ni ingenuo.
Y si ves las barbas de tu vecino pelar…





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

13 de noviembre de 2018

Estoy ahí


No fotografío lo que veo, fotografío lo que soy.
Estoy ahí, dentro y a su alrededor.
Estoy ahí y soy materia.
Soy ahí y soy bestia.
Soy sol y nube, luz y oscuridad, hierba y tierra y el graznido de un cuervo que anuncia deseo y muerte con el mismo tono enojado.
Fotografío lo que soy. Y soy parte de esa catedral de árboles y montañas que sol y nubes hacen templo de vida.
Hay coros que elevan al cielo las plegarias muertas y vivas antiguas como mi alma.
Fotografío lo que soy y nunca hubiera pensado ser tan bello.
Fotografío lo que soy: la libertad absoluta es abrumadora. Monumental.
Una vez fotografié lo que veía, hace eones de latidos. Y no me gustó, no me gusté.
Si fotografías lo que eres y no te gusta, te compadezco y te entiendo.
Conocí aquello.




Iconoclasta
Fotografía de Iconoclasta.

27 de octubre de 2018

Lluvia de hojas.


Hay pocos instantes tan hermosos como estar bajo una lluvia de pequeñas hojas que una brisa dulce arranca de las ya frías ramas de los árboles.
Parecen mariposas que no saben a dónde ir.
Mariposas muertas que provocan con su rumor una tierna musicalidad en el ánimo.
Ligeros cadáveres que huelen a melancolías y añoranzas deliciosas y que el sol convierte en hojuelas de oro flotantes en un acto de natural y humilde prestidigitación. Sin gran alardes.
Es inevitable pensar en el peso de la carne y su olor.
Y me comparo con ellas. Concluyo que soy un extraño en este paraje, demasiado pesado, demasiada carne, demasiado olor de sudor y piel añeja.
A veces, llevado por la retórica y un trágico romanticismo (y cuál no lo es, trágico) digo cansancio; pero no estoy cansado.
Tengo más fuerza y brío de la necesaria.
No es cansancio, es hartazgo.
Y con el hartazgo vibra en frecuencias superpuestas el odio, el rencor y la ira.
Nada cambia en la granja humana por años que pasen, por milenios que han transcurrido.
Mueren algunos y nacen otros tantos que harán y dirán exactamente lo mismo. Los mismos aburrimientos bostezantes y asfixiantes en su aplastante mediocridad.
Deberían aprender de la musicalidad de las hojitas muertas. Tal vez quiera decir que debería morir alguien más. Muchos más.
Entre toda esa horda de mediocres, de siglo en siglo aparece alguien especial y diferente. Y por seres así la humanidad se ha apuntado un tanto de inteligencia, razón y libre albedrío; es una descarada usurpación.
No es por cansancio quedarme mucho tiempo entre la lluvia de hojas muertas. Es por hartazgo, cada día que pasa mi tolerancia hacia la humana mediocridad mengua. Y temo un día decir alguna verdad.
Cuando se dice una verdad, se pierde la oportunidad de reír y ser sarcástico hasta la crueldad.
Cuando proclamas la verdad, cualquiera que sea, quedas desnudo e indefenso ante todos. Y será mejor que tengas un buen y potente rifle en las manos para acribillar a balazos la mediocridad.
No es cansancio.
Solo un asco que mina el humor.
Si me quedara aquí un poco más, me cubrirían las hojas y mi muerte sería hermosa.
Tal vez...
Tal vez cuando esté cansado de verdad me acerque a morir con las pequeñas hojas-mariposa que vuelan sin saber a dónde ir.
Pobres pequeñas… Pronto nos veremos.
Estoy seguro.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de abril de 2017

Adentro de todo


Más adentro del planeta no puedo estar, más adentro de mí mismo, por encima y dentro de la humanidad.
Y no ha sido fácil llegar.
La libertad se paga con sangre y años. Has de dar cosas a cambio.
Has de negociar con bastardos e innombrables usureros.
Sin embargo, hay quien paga lo mismo para pudrirse ante un televisor, entre la suciedad urbana, cemento y asfalto.
Bien, eso es porque yo he sido más fuerte e inteligente.
Tengo más cojones.
No es vanidad, es praxis.
Soy absolutamente despiadado conmigo mismo. Toda la vida.
No me importa serlo con otros, con casi toda la humanidad.
Con toda.
Porque a quienes amo, no son humanas/os. Se escapan de esa taxonomía de grupo. Están en una clasificación superior no definida por envidia.
Hay bohemios y cínicos que dirán: "¡Bah! Cualquier sitio es bueno para morir".
Y una mierda.
Tú mueres en cualquier sitio, yo vivo y me consumo a velocidades eléctricas donde quiero.
No me habré dado cuenta y seré cadáver.
Tú no.
Son cosas que sé, soy sabio.
No es alarde, es simple verdad.
El diablo es como yo, no sabe por viejo. Nacimos hijos de puta, los años solo nos han hecho más eficaces en nuestras tareas, nos han enseñado a optimizar recursos. A hacer preciso y quirúrgico el pensamiento. Desinhibidamente cruel y obsceno.
Saberlo todo es deprimente, duele.
Y me enorgullece. Soplo mis uñas vanidosamente en la soledad, solo para mis ojos.
Adentro de todo.
Cuando beso el coño que he de follar, otros han soltado su semen como si orinaran, como si escupieran una flema.
Yo se la meto a la diosa, otros solo follan putas low cost, outlet, baratas...
Me tomo mi tiempo. El mío, solo mío...
Adentro de todo...
Hay un concierto de trinos y hojas en movimiento, que vuelan como mariposas tontas, sin método, sin rumbo. Con alegría.
Y los ojos se me cierran en un lánguido desmayo de un mediodía templado y luminoso de piernas cansadas.
Tal vez muera ahora; pero no le tengo miedo a nada ni a nadie.
No voy a llamar a un médico.
Médicos y chamanes gestionan como pueden su ineficacia.
Es un momento hermoso para la valentía.
Aquí, adentro de todo.
Memento mori.
Sí... No lo olvido.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de abril de 2017

Musicalidad de agua, sangre y café



Si fuera pintor, no sabría como plasmar la musicalidad del rumor de un río, el pequeño matiz del agua que rompe contra una pequeña piedra. Contra cientos de piedras.

El invierno es un solo de agua. Los árboles casi muertos, no tienen hojas con las que acompañar con su rumor la cadencia de la melodía cristalina.

Y la música es fría e íntima.

Quisiera ser pintor y encontrar la forma de dar sonido a mi obra.

Quisiera ser escritor y saber describir pequeños y bellos micro mundos en mi sórdido asteroide muerto.

Quisiera que mi sangre cantara la melodía del invierno. No necesitaría pintar ni escribir.

Mi sangre rompiendo contra las piedras, fluir...

Quisiera ser pintor y hundir el pincel en mis venas para dar una apocalíptica musicalidad a mi obra.

Un pintor de sangre gorda, de palabras trazadas en bellezas efímeras como bocanadas de amor y humor que deshilachan solas, como un morir dulce.

Un morir pronto...

Un morir caliente como un café de inusitada belleza.

Pintar el sonido del café que vierten unos sensuales labios en mi boca.

Y que no sea café, que sea su vida caliente y doliente.

Doliente... Quien ama la vida, le duele. Irremediablemente.

Por ser imperfecta y a veces, maravillosamente imprevisible.

Quisiera ser el pintor de la música de la imperfecta vida.






Iconoclasta


27 de enero de 2017

En color y BN


Su foto en color erotiza cada milímetro de mi piel.
Es como si fuera perfecta. Una muñeca de porcelana de labios precisa y preciosamente tallados con una mirada oscura e intensa que me arrastra a una lujuria suicida.
Y es imposible ante todo ese arrebato no evocar sus palabras y su mirada profunda y sobria que promete no abarcarla jamás.
Es entonces cuando los contrastes policromáticos viran a los negros y grises, los colores de la profundidad y la trascendencia.
Y quiero trascender con ella, a través de su coño o de su mirada. De cualquier forma por llegar a algún momento o lugar suyos.
La amo polícroma y monocromáticamente.
Es tan extraña, tan exclusiva.
Por favor...



Iconoclasta

19 de diciembre de 2016

Brindis por los sueños muertos y vivos


Brindo por los sueños muertos, que quedan pálidos e incoloros entre el hielo y la hierba aplastada de un invierno que hace humo del aire que sale de mis pulmones. Los que murieron en la batalla contra la realidad más espantosa, más mediocre, más gris...
Sueños bravos que se mantuvieron intensos hasta el mismo instante en que la aplastante razón consiguió descuartizarlos.
Hasta en su último segundo de inexistencia, se mantuvieron firmes, marcando el camino.
Como balas trazadoras de un deseo atroz y directo de libertad y pasión, marcaban una esperanzadora ruta.
Pobres... Murieron sin un ¡ay! Masacrados por lo real, por la adocenada y previsible realidad mierdosa.
Sus cadáveres arrancan una lágrima cabrona de mis ojos y debo mirar al suelo para que nadie me vea llorar.
Soy vergonzoso con estas cosas.
Y brindo por los hijos de aquellos sueños, que hoy imponen una maravillosa y renovada locura a mi caminar de voluntad impúdica, irracional e inquebrantable.
Que tiñen de verde vida lo que es gris y muerto.
Herederos de los sueños muertos que me obligan a avanzar adonde quiero y como quiero. Aunque me joda.
Gritan que es la guerra.
Sueños que prefieren morir rasgados como nubes por el viento a convertirse en acuarelas enmarcadas. No quieren ser inmóviles fotogramas en el Álbum de las Frustraciones que un anciano mantiene en sus temblorosas rodillas.
Ellos dicen: ¡Por allí, aunque luego duela! Y yo aprieto los dientes y avanzo con ellos, por ellos.
Aplastando y ofendiendo a todo aquello que interfiere.
Por eso el universo ha puesto precio a mi cabeza. Me intenta matar, a mí y a mis sueños de mil formas, con mil dolores.
Soy inasequible al miedo, los sueños son mi coraza de coraje.
Mejor llegar desangrado que simplemente estar, que permanecer quieto con toda la incolora sangre en las venas.
Brindo por los sueños muertos, por los vivos que piden guerra y odian la paz, por unos buenos cojones y una ira inagotable.
Un trago de hiel y dulce sangre.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

16 de noviembre de 2016

Desde lo profundo



¿Es posible amar tanto, desear ardientemente y no sufrir consecuencias físicas por ello?
Porque evidentemente psíquicas, se padecen. Hace tiempo que perdí la razón por ti.
No temo por mi polla, no temo que explote, tú tampoco tienes que alarmarte por ello. Ríe...
Me preocupa el sistema nervioso y el cardiovascular.
Entiendo que es difícil ser yo, me complico demasiado, escribir no es sano.
Es suicida. Cuanto más desciendo a mi pensamiento, menos me entiendo y la percepción de la realidad se hace difusa y ya no sé dónde ni cómo estoy.
Solo he comprendido que amarte me hace perder el hilo de mi propio pensamiento.
Me hace inconexo.
Aunque en realidad siempre he buscado romper conexiones: demasiado orden, demasiado método.
No me quejo de mí mismo, solo constato ahora que tengo un momento de lucidez argumental.
Y te cuento:
Te podría contar del silencio majestuoso de la montaña y del lejano ruido de un tren o un coche que lo rompe. Y está bien que lo rompa, porque confirma lo profundo que estoy dentro del planeta.
Y lo profundo suele ser solitario.
Te contaría del hielo que el sol evapora formando un manto de humo que evoca un camposanto.
Del graznido de los cuervos que parecen eternamente enfadados, y sin embargo; son felices. Su vuelo juguetón e incesante lo confirma.
Te contaría de un perro enorme y sucio, que cada día sale a pasear como yo. Como si se tomara un descanso de su trabajo en la masía, de cuidar las vacas que cruzan el camino para dirigirse a los pastos.
Me mira como si me saludara con la lengua fuera. Es un buen tipo, mi amor.
Si estuvieras conmigo, aquí y ahora, te diría que toda esta profundidad no basta. Que necesito compartir contigo este mundo lejano de la infestación de la vida sórdida, artificial.
Es tan sencillo... Fluyen con tanta facilidad las emociones, la vida y la muerte; que inevitablemente te contagias.
Más que eso: te conviertes en parte de ello.
Caminas sobre miles de cadáveres y un árbol empuja a otro lenta e inexorablemente al precipicio, donde lo arrastrará un río.
Y la magia está en que no lo ves, porque es otra escala de tiempo, en la montaña el tiempo tiene distintas magnitudes según los seres, según la alegría, según el dolor.
Según el frío...
Es un conocimiento con el que se nace y al cual la soledad da luz.
No es misticismo, es praxis pura.
Un conocimiento que aparece rotundo en el lugar adecuado. Cuando te das cuenta que la propia vida tiene el mismo valor que la de un gorrión; aquí, donde la vida pelea con la vida y se alimenta de muerte. Donde Dios mata a Dios y yo los cazo si se diera el caso.
Al reconocerte, cierras la puerta a la artificialidad y a sus convenciones sociales.
Y es hermoso.
Tenía que escribirte aquí y ahora, porque cuanto más profunda y hermosa se hace la vida, más desearía estar aquí prendido de tu mano.
Prendido de tus labios.
Porque tú también eres la certeza con la que nací.
Siempre te busqué.
Desde un profundo valle de hermosa vida y muerte, te amo.
Tal vez es tarde, tal vez esto se convierta en una carta póstuma que se deshará entre las hojas muertas de otoño.
Nada se puede hacer por evitarlo.
¡Ah... Estos malditos cuervos me dan dolor de cabeza, no callan!
Seguro que les pasa como a mí: buscan a su cuerva.
Besos, mi amor.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

7 de noviembre de 2016

Mismo tiempo, mismo lugar


Me pregunto si se le ha caído el cigarro de la boca. Y si ese gesto es desagrado o simple aburrimiento.
Sé todo del ser humano; pero de los seres que no hablan, no estoy seguro de intuir lo correcto.
Solo puedo concluir que tenemos en común estar en nuestro lugar, aunque no sea el tiempo adecuado para vivir una larga vida con una feliz muerte.
Sus orejas etiquetadas, lo dicen. Y un latido insano en algún lugar de mi cuerpo también.
Tal vez ella lo oye.
Observamos nuestro final entre miradas recíprocas y tranquilas. 
Sin mala intención. Solo es algo casual, informal.
Somos muertes que caminan a cuatro y dos patas.
Nada excepcional, tan solo una romántica conclusión.
Es lo que tienen los momentos bellos: ponen de manifiesto lo escasos que son y conllevan una tragedia tranquila.
Da pereza morir en un momento hermoso.
Cuando eres un hombre total, la muerte tiene la misma trascendencia que la hierba que pisas. Piensas en ella con comodidad, sin drama.
Con una sonrisa íntima y un poco sarcástica.
Solo importa que es un hermoso animal y es hermosa la tierra en la que descansa.
No me puedo quejar, estoy frente a ella y hace frío.
Estamos solos y estamos bien.
Y respiramos un silencio suave y mullido que cuida de las ideas bellas y de los instantes hermosos.
Pienso en quien amo y en besarla aquí arriba, besarla y presionar sus pechos con el mío, con su rostro entre mis manos.
Cálidos hilos de saliva unen nuestros labios... Aquí, en este improvisado santuario en el que no rezo a nadie, simplemente me dejo arrastrar por mi propio pensamiento.
Enciendo un cigarrillo y un viento suave arrastra el humo rápidamente, como telarañas desgarradas.
Las arañas deben blasfemar cuando eso ocurre.
Me río del mal chiste porque no puedo evitar pensar en una araña enojada.
Mejor enojada que muerta.
Adiós vaca, que te vaya bien. Y si no es así, no te preocupes, somos dos en el mismo tiempo, en el mismo lugar.
Bye...



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

27 de octubre de 2016

Paseando bajo la soledad




Porque no es lluvia lo que cae, es bendita soledad.

Cae en forma de caricia.

Casi con ternura...

Me hace entornar los ojos y ver un mundo difuso, sin bordes afilados que tanto me rasgan la piel y el alma si la tuviera.

Soledad pura y sensorial que es un goteo, un ritmo sordo que parece acompasar la respiración, los pasos y el rumor de las hojas muertas y vivas.

El que va por delante de mí, bien podría ser yo mismo en un futuro próximo.

Aunque hay tiempo de morir durante esos metros que quedan para el futuro.

Con una sonrisa franca y sinceramente, no me fío de vivir ese tiempo, esa distancia. Soy cómplice de la soledad en mi propia muerte, en mis propios actos delictivos, subversivos y obscenos.

Toda esta soledad que gotea sobre mí, es un réquiem sin tristeza, sin amenaza. Es un salmo tranquilo, un final relajante.

Como si me diluyera...

Cierro el paraguas, para que la soledad me cale y se me dobla el cuello a un lado en un placer.

Sigo vivo, no importa.

Siempre hay tiempo para morir.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

14 de octubre de 2016

Certificado de Existencia

http://manuscritosiconoclastas.blogspot.com.es/2016/10/certificado-de-existencia.html

 Mediante el presente documento, yo Iconoclasta, certifico:
    
Que he follado e ignorado.
Que he sido padre y bastardo.
Que soy el único dios y pecador contra mí mismo.
Que he llorado y he llorado.  Incluso recuerdo una vez haber reído.
Que he sido esclavo y muero libre.
Que he sido asfalto y hormigón y ahora soy humus de hojas de otoño.
Que amo a gritos furiosos, con la polla dura y el corazón desgarrado.
Que odio con la pasión con la que amo.
Que no creo en el perdón ni el arrepentimiento.
Que la vida me duele.
Y he escupido sangre.

Que tome nota el cabrón del notario, que para eso cobra una pasta.

Nadie recordará que un día existí, incluso yo me olvido que soy. Mediante el presente documento me hago visible a mí mismo.

En algún lugar del planeta:



Iconoclasta

Manuscrito en: http://manuscritosiconoclastas.blogspot.com.es/2016/10/certificado-de-existencia.html

16 de septiembre de 2016

Cortejo fúnebre


 Las primeras nubes de un otoño aún no nato tienen una perfecta nitidez y una sólida grisentería. Es la deliciosa melancolía que hace importante e intensa la vida. Densa y palpable.
No es bueno morir en otoño, te pierdes lo mejor.
No mueras en otoño, me digo, me ruego.
Son el cortejo fúnebre de las alegrías (sus cadáveres) de un verano muerto y su ardor insoportable y sórdido.
Y está bien, son hermosas las cruentas plañideras vestidas de blanco sudario y gris llanto deslizándose en el cielo.
Les acompaña una luz límpida que anhelaba hace tiempo y relaja mis ojos duros y secos.
El silencio de las emociones muertas es un coro de hojas secas, de hojas agónicas zarandeadas por la brisa, pisadas con tranquilidad, como si no les doliera; una alfombra de luminosos amarillos y nostálgicos marrones que se hace tupida por momentos, hasta cubrir los zapatos.
Hasta cubrir los marchitos recuerdos.
Y así, con el color de la pureza y el plomo, y el silencio de un coro quebradizo; se forma el colosal  e imparable espectáculo de las altas tristezas y lo que murió hace apenas unos días, unos minutos, unos segundos...
Es una gota lo que ha caído del cielo en mis ojos, no es la lágrima por las emociones muertas, no es un llanto plañidero.
El cortejo fúnebre no llueve demasiado, solo entristece un exceso de alegría que ya degeneraba a la banalidad.
Y miras al cielo con los ojos cerrados gozando de la caricia de la melancolía.
Y da paz.
No mueras en otoño...



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

8 de junio de 2016

Tenías que existir



Hay un cansancio, hay un dolor
y hay un estado nervioso alterado;
pero nada de eso evita que te impongas
a todo ello.
Que estés intrincadamente presente
entre mis redes neuronales
y mis conexiones sinápticas.

Eres superior a la angustia y a la fatiga.
Y entonces llega la gran pregunta:
¿Cómo he conseguido sobrevivir sin ti en el pasado?
Y yo digo que mi alma,
mi pensamiento,
sabía de tu existencia.
Tenías que existir...

Hay tantas palabras escritas al viento, al vacío...
Y ahora fibrilan tu corazón
y se meten obscenas
por tus muslos dioses.

Si antes debía localizarte
en algún lugar del planeta,
ahora tengo que llenarte de mí.
Que colmarme de ti
a pesar de los momentos
aciagos.

No soy incansable,
no tengo valentía.
No soy irrompible.
Solo soy suicidamente tenaz.

A veces sueño
que se me desprenden
las piernas del cuerpo
y continúo arrastrándome
para beber de ti,
aunque sea solo una vez.

Y si fueras el diablo,
te regalo mi alma
agotada.

Mi vida exhausta
a cambio de tres palabras
que me liberen por fin
de la angustia,
de la necesidad de tomarte:
"Llegaste, mi amor".

Te amo por encima de todo dolor
y miedo.
Fatigadamente.
Corto y cierro,
he de llorar en un rincón oscuro,
donde nadie me vea.

¡Shhh...!
Los hombres no lloran si no están hechos mierda.
Tengo secretos...



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

9 de mayo de 2016

Llueve dulcemente



Llueve dulce, suavemente sobre mí.

Solo sobre mí, porque los humanos, los pocos que se encuentran en la calle, se apresuran como si lloviera con fuerza. Se aferran a sus paraguas, sus precarios techos protectores.

Suave y dulcemente, el tiempo parece quedar suspendido en las gotas, como yo gravito inmóvil sobre el puente que cruza el río.

Como si cada segundo fuera un ahorcado prendido en cada una de las gotas.

Tiempo muerto...

Porque el pasado es eso, un tiempo muerto. Un rosario de melancólicas añoranzas. Contagioso, se prende en el ánimo a través de la indefensa piel y causa una triste metástasis en el alma.

Y sin darte cuenta, te conviertes en gota devorada por el río; por el arrollador presente. Frente a unas murallas seculares que observan el mundo, el tiempo y sus consecuencias con desdeñosa indiferencia.

¿Y si soy muralla, una piedra del muro?

Porque no me entristece el paso del tiempo y camino bajo la lluvia sin prisas, dejándome empapar por tiempos muertos.

En ese caso, estoy muerto y por alguna razón sueño que camino.

Es confuso, tal vez no existo. Simplemente soy una molécula flotante de lo que fui, un recuerdo que caerá al río también.

Porque a mi piel no le sorprenden las frías gotas que caen en las manos y atraviesan la ropa. El tiempo muerto tiene mi misma temperatura.

¿O es lluvia?

La lluvia debería ser el llanto de dolor de Dios, un justo sufrimiento que tiene que padecer por haber hecho las cosas mal.

Los humanos, afortunadamente, mueren pronto y sus daños son leves en los geológicos tiempos.

Sí... Quiero que sea el llanto de Dios y sonreír por una casual justicia.

Observo mis manos y están mojadas como cuando  ella se corre. Ese momento en el que rompe sus aguas de placer, para después gemir y arquearse apretando con fuerza su coño contra mí. Como si le fuera a estallar...

No es un tiempo muerto, definitivamente. Es presente y futuro.

Y por ella tengo la certeza de no ser muralla, de no estar prendido  de una gota que se desintegra en el río cantor.

Lo noto en el calor de mis cojones, en el cosquilleo del pubis.

Sin embargo, Dios debe, tiene que llorar sus errores. Dios tiene que aprender o dejar su puesto a alguien que tenga gusto y sentido de la justicia.

Amarla y desearla, no me convierte en un ser bueno.

No me resta ni un ápice de mi hostilidad instintiva. Mi territorial agresividad puesta a prueba en un mundo con demasiados individuos. 

El amor no puede frenar mi odio hacia lo que no existe y sin embargo, llora de dolor y vergüenza.

Que se joda el tiempo y Dios, que se jodan y se los coma el río.

Yo hundiré mis manos entre sus muslos y lloverá mi saliva hambrienta sobre su piel.

Llueve dulcemente sobre mí y el puente parece sentirse a gusto soportando mi carga.

Solo el puente parece saber quién es y lo que debe hacer.

Llueve dulcemente y todo es maravillosa y poéticamente confuso.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

26 de abril de 2016

El dolor del agua


¿Le duele al agua romperse?

¿Le duele como a mí no metértela?

Si el agua es vida debería tener alguna fibra nerviosa que le diera dolor cuando se fragmenta contra las piedras.

Igual que a mí me duele caminar.

Siento pena por ella como la siento por mí. Porque nos rompemos buscando el mar y yo buscándote a ti.

Y hasta que ella llega al mar y yo a ti, nos hemos descompuesto tantas veces...

Pero el agua es mucha y yo soy poca cantidad.

Nací para perder esta batalla. No es fatalismo, es la auténtica realidad de la experiencia del dolor de amar.

Es una acuosa tragedia.

No hay esperanza ya. Lo siento en todas las moléculas de mi masa. No te podré follar, aferrar rudamente tu coño y sentir pulsar tu placer en mis dedos crispados de afán obsceno. O decirte que te amo acariciando con reverencia tu rostro, besándote los labios.

Me evaporaré antes de llegar, seré nada.

Estoy sometido a las leyes de de la dinámica de fluidos.

El agua del río no tendrá siempre un compañero de dolor. 

Soy limitado, soy poca cosa para tantas piedras, recodos, torbellinos y desbordamientos.

Apenas puedo sentir que soy algo que corre veloz, que se transporta lo poco que queda de sí mismo hacia tu piel.

Hay estatuas de sal, yo soy agua que merma.

Mierda, mi amor, lo siento.

Lo siento y me duele...

Así, mi amor, si llueve eleva las manos al cielo y que se mojen. Refresca con ella tus labios y la cara más íntima de tus muslos, por si alguna doliente partícula de mí fuera parte de esa lluvia.

El planeta y sus leyes no tienen piedad conmigo. Y un dolor cubre otro dolor en cada recodo, en cada rápido, en cada salto. Soy un estrato de la puta pena.

Del puto deseo imposible.

Si lloviera, deja que de alguna forma llegue y entre en ti; es mi único sueño y tu única esperanza de sentir el amor más profundo y extraño que una cosa o ser te pueda ofrecer.

Hay tanto río y yo soy tan poca agua...

Es descorazonador, cielo.

Ojalá Dios fuera agua y se rompiera millones y trillones de veces. Que rugiera de divino dolor.

No quisiera que ese creador de infamias quedara impune. Quiero que Dios muera como yo.

No llegar a ti me hace agua venenosa, un agua preñada de una ira asesina.

Quiero devolver daño a Dios y al planeta por lo que nos hacen, por el final que han dispuesto. Mi evaporación será digna en hostilidad, rencor y amor.

El viento me ha robado un jirón de vapor de amor.

Que llegue a ti.

Por favor...



Iconoclasta

3 de abril de 2016

Hermosos dolores


Hermoso dolor, primer acto:

"Dueles..
Aquí 
Aquí 
Y
Aquí... "


Hermoso dolor, segundo acto:

El bruto no sabe si llorar de imposibles añoranzas o danzar de dicha. Se limita a balbucear cosas inconexas de labios secos, de brazos vacíos y un pene que sufre espasmos de ansiedad por ella.


Hermoso dolor, tercer acto:

"... Gracias por las dosis de veneno de vida..."


Hermoso dolor, cuarto acto:

Él sale a las montañas, con los últimos rayos de sol del día. Y corta una flor que le dedica.
Pero no le dice que le hubiera gustado que la flor sangrara, que la flor sufriera el dolor que ellos gozan. No le ha dicho que hubiera deseado que fuera un sacrificio cruento en honor a su diosa. Un pacto de amor con sangre y dolor.
No quiere añadir al dolor locura.


Hermoso dolor, enésimo acto:

La muerte los observa con ternura.


(El primer y tercer actos son autoría de una hermosa doliente, no podrían ser míos esos hermosos dolores, carezco de su arte y sensibilidad. Ni este poema sin sus dolores.)



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.