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14 de marzo de 2016

Los niños que mueren durmiendo


Se me ha perdido, se me ha secado aquel miedo que en la infancia me llevaba al insomnio.
"¿Y si me muero durmiendo? ¿Y si no vuelvo a abrir los ojos?".
Me imaginaba la muerte entonces, como una consciencia inmóvil, oscura y muda.
Una catalepsia atípica.
Los niños se mueren también, no existía ninguna razón para que yo no muriera.
Echo de menos aquel miedo que hacía de la vida un alivio al despertar.
El niño cayó en el olvido. El hombre que usurpó el cuerpo calló el miedo. O lo mutó en suicidio, en elección.
Simplificó la muerte a un deseo, a una necesidad.
De la inocencia a la fatalidad. De la infancia a una senectud secular.
No recuerdo un paso intermedio. Hay velos, halos de luz difusa en la inquietante vida de Pablín.
Pobre Pablín, se cumplieron sus temores. Murió una noche durmiendo y ocupó su cuerpo un Pablo curtido y tal vez sordo.
Se me parte el corazón si pienso que Pablín grita aterrorizado y solito en su ataúd de inmóvil e insonora consciencia.
Los niños que mueren durmiendo no dejan cadáveres, nadie los entierra.
El niño que muere con los ojos cerrados grita por toda la eternidad auxilio.
Y nadie lo abraza.
Pablín, no llores, si lloras.
No temas, si temes.
Soy tú; pero sin magia. Sin miedo a hechos extraordinarios.
Tenías miedo a morir porque la vida te envolvía. Hasta que se separó un poquito de la piel y dejó de confortar para ser algo molesto en algunas ocasiones. Bastantes.
No sé en que momento la vida perdió importancia y tú moriste durmiendo.
Un profesor de matemáticas firmaba nuestros libros con una dedicatoria como despedida, se iba a otro colegio. "A Pablo, un extraño alumno".
Fue la primera vez que pensé que Pablín hacía tiempo que murió. Comprendí que era cierto. Era extraño a ese tiempo y lugar.
De vez en cuando le dedico un pensamiento. No cuesta nada y podría servir para tranquilizarlo un poco. Le miento diciendo que no morirá nunca, que los niños pequeños no mueren. Y sueño que toma mi mano y camina pequeñito a mi lado.
Sin que lo sepa, camina feliz de mi mano hacia la muerte.
Es un buen crío, no se merecía que yo ocupara su lugar.
Soy un cabrón...


Iconoclasta

11 de marzo de 2016

El dolor de amar



Si  te follara en una iglesia las imágenes girarían sus rostros aterrorizadas y avergonzadas.

Quisiera no ser placer, ser tu dolor. Porque el dolor anida y pulsa como una estrella durante toda la eternidad.

Y el placer es un cometa veloz, una estrella fugaz. Rápida como el semen se enfría fuera de la carne.

Quisiera que mi bálano doliera dentro de ti, que te corrieras entre lamentos de placer y dolor, con esquizofrenia. Aferrándote a tu coño con dedos crispados sin saber qué hacer con toda esa paranoia que soy y que te meto.

Con esta demencia de amarte.

Quiero ser tu dolor en lo profundo y agitado de tu coño y en tu cerebro, donde reside el alma, si la tenemos.

Seré más y más tiempo en ti.

Llenarte y expandirme en tu vagina húmeda y cálida mientras tu cabeza niega lo que está ocurriendo y no puedas detenerlo, ni quieras.

El amor no es bondad, es posesión, acoso y deseo.

Yo soy la cara oscura, sucia y obscena del amor.

Que se amen los ángeles con bondad, que sometan sus culos a Dios cantando loas y toda esa mierda; que yo te la meteré y marcaré tu piel hasta que desees mi muerte y no me permitas que saque mi boca de entre tus muslos.

Que sepa el planeta cómo te la meto y los hijos que podrían haber nacido, brillen derramados en nuestra piel y en la superficie de las cosas enfriándose.

Ofrendar lo no nato a la culminación del deseo.

Negar la reproducción bombeando, embistiéndote; con el rímel corrido haciendo de tus ojos un placer y un dolor que nos aboque a la eternidad.

Que respires con los pezones doloridos, con los muslos arañados.

Y que duela, que yo te duela hasta la siguiente follada, para que no me olvides, para que mi presencia sea constante en tu pensamiento y en tu piel.

Ser un doloroso injerto en ti.

Como no olvido el sabor a óxido salvaje que tu sangre deja en mi boca.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

6 de marzo de 2016

La leyenda de los amantes atómicos


Las emociones liberan una sutil energía que produce imperceptibles cambios en el entramado sub- atómico del planeta. Es un hecho que nadie ha comprobado; pero yo sí. Soy memoria perdida.
Dolorosa y triste memoria.
Hay pequeñas heridas en el aire, en el tiempo, en el pensamiento. Llagas cuánticas, aberraciones que son solo sensibles a los amantes, los que se corresponden de la forma más triste y solitaria.
Algo completamente inusual.
A eso le llaman la triste existencia. Una afinidad entre seres que desean lo mismo, pero no se localizan.
Y desesperan.
Hay una sintomatología muy clara: en un momento determinado pierden un latido del corazón o una respiración queda suspendida entre los labios porque ambos se piensan, ambos se escuchan a través de órganos sensoriales formados por nodos neuronales en el cerebro profundo. Desconocen su identidad, solo saben que existen en algún lugar, en algún momento. En alguna nostalgia sin explicación y entre los gemidos de un sexo que no consuela, que no es el que quieren, ni con quien quieren.
Despiertan tristes cada día.
La vida les ha estafado.
Es un mal arreglo curar la tristeza con compañía de consuelo, porque se convierte en frustración y llanto.
Hasta que llegue la muerte que todo soluciona. Que anestesia de la vida.
Por alguna razón nacieron con deseos difíciles de gestionar en un lugar que no está preparado para ello. Son seres que no caben en estadísticas ni en pilas bautismales.
Acarician sus propios sexos pensando en posibilidades quiméricas.
Sus tristezas en los despertares siempre iguales, nacen de las esperanzas rotas de encontrar un ser que pudiera llenar sus huecos, sus necesidades, sus ilusiones de vivir. La triste energía que los envolvía se hizo agresiva. Se hizo peligrosa en potencia.
Sin saberlo estaban a punto de unir sus grises y vitales fuerzas para crear una deformación en el entramado de las corrientes empáticas de la humanidad.
Su energías eran idénticas y se sumaron. Se convirtieron, sin poder evitarlo y sin control, en dos generadores conectados en paralelo, duplicando la potencia, amplificándola en un microsegundo al reconocerse ambos.
Una potencia poderosa por la desesperación, por la tristeza vital que los llevaba con paso firme y seguro hacia la salida de emergencia. Hacia el suicidio.
 En una tarde gris y fría, solitarias las calles, caminaban en direcciones contrarias, hasta que se cruzaron.
Ella lloraba serenamente pensando en la caída desde un puente de metal oxidado y aguas heladas. Su cabello dorado y mojado dejaría escapar desleídas hebras de sangre por las rocas. Él había llorado, se notaba en sus ojos enrojecidos de escleróticas radiadas por venas rojas de tabaco y solución salina en forma de lágrimas. Su puño se cerraba en el bolsillo en torno a una navaja de afeitar que liberaría la demasiada vida que había en sus venas.
Y ocurrió en un parque de viejos plátanos sin hojas, de grandes troncos verdes y corteza suave, una piel que en algunos lugares había desaparecido dejando cicatrices blancas. Vitiligo arbóreo...
Con sus ramas desnudas rezaban con verticalidad hacia el universo, como si le pidieran nuevas hojas. Cierta clemencia.
Era el decorado preciso.
Los columpios infantiles enfriaban el alma con su grisentería y quietud.
El ruido de la grava al caminar creaba un rumor funesto.
El amor se encendió de repente, rompió las conocidas dimensiones y creó una nueva innombrable. El encuentro, el sueño cumplido los hizo ajenos, extraños ante el mundo. Fueron transportados a otra atmósfera dentro de la misma Tierra.
Es un hecho extraordinario por lo escaso; pero obedece a leyes cuánticas de efectos mensurables.
Se abrazaron sin mediar palabra, gemían agotados...
La dimensión de su pasión se convirtió en muro infranqueable para ellos y para el resto de seres vivos y muertos.
Se encendió una fosforescencia púrpura a su alrededor. Los árboles tenían miedo, parecían temblar en aquel parque de un otoño desolado y tañeron las campanas de un viejo monasterio sin que fuera necesario.
Hubo gente que bajó de sus colmenas de ladrillo y cemento para admirar el suceso, porque era tarde depresiva de domingo, necesitaban alguna novedad, algún suceso extraño que hiciera su vida, si acaso por unos minutos, remotamente trascendente.
Los hallados dejaron de entender cualquier lenguaje hablado o escrito. Los gestos humanos se hicieron incomprensibles. Las voces no llegaban a penetrar en su dimensión. Su burbuja neuro-atómica era ahora su planeta. Eran ellos quienes veían a las bestias hablar y gesticular en aquella jaula colosal en la que se convirtió la Tierra.
Su planeta se detuvo en un eterno y suave alba. Un amanecer amable, de medias penumbras y claridad de oro que duró el resto de sus vidas.
La Tierra había desaparecido y se convirtieron en isótopos de amor sin saberlo, dulcemente.
Una de las dimensiones rotas fue el tiempo. Apenas se amaron eternamente durante unos minutos frente al mar y el horizonte de un nuevo amanecer.
Consumían la vida a velocidades de taquiones; pero en su mundo, en aquel accidente cuántico, se sentían eternos, vivieron decenios. Tal vez, aún estén vivos.
Los humanos golpeaban aquella púrpura bola de amor, les gritaban que dejaran de abrazarse: "¡Os estáis desintegrando, idiotas!".
Los hallados ya no estaban, habían viajado lejos. La gente solo veía una proyección, un holograma que se disolvía por momentos.
Y se hicieron leyenda en unos minutos. Se hicieron mentira, porque esas cosas son imposibles y los testigos dudaron de sí mismos cuando volvieron a sus colmenas. Alguien dijo que el agua estaba contaminada, que estaban intoxicados.
Los amantes atómicos fueron un insulto a la mediocridad, a la pasividad, a la banalidad...
Los amantes atómicos no conocían ni les importaba que hubiera una ley natural que prohibía el profundo amor, que quien amaba con todas sus fuerzas, con todas sus fuerzas quemaba su vida.
Porque el amor puro es una partícula cuántica que desarrolla una energía destructiva para el tejido humano, para la razón humana.
Para la civilización castradora de ilusiones.
Y desaparecieron dejando reflejos erráticos y caóticos en las pupilas humanas. No quedó nada, la naturaleza del planeta y del universo borró todo vestigio de aquella imposibilidad atómica de amor con la firmeza de un castigo.
Lo cierto es que el planeta no pudo hacer nada para vengarse de esa afrenta, viajaron a velocidades de dios. Se escaparon de las severas leyes tácitas.
Anatema humano. El pecado capital es trascender.
La humanidad respiró más tranquila, no tenía nada ya que envidiar. La mediocridad no corría peligro.
Como era de prever, quedó latente el fenómeno de amor atómico como una leyenda sin claro origen en la conciencia humana. Se designó un día de fiesta anual para celebrar paganamente a los amantes atómicos. Los cobardes, los que temían a la soledad, se exhibían bailando descalzos sobre  alfombras de vidrios rotos para demostrar que eran tan valientes como aquellos tristes enamorados que se desintegraron abrazados en una burbuja de amor cósmica.
Y los perros, en las playas lamen los pies ensangrentados de los cobardes ebrios que jamás morirán por amor.
Fue cierto, no es leyenda. Fui testigo desde mi tumba eterna y solitaria del endo-cosmos de los suicidas. Cuando me lancé desde lo alto de aquel edificio, ella se aproximaba, lo noté cayendo. Ya era tarde. Y cuando todos mis huesos se rompían, se creó una anormalidad cuántica que desapareció cuando mi cerebro estalló contra el suelo.
Morí en el preciso momento de cruzarnos, por eso sé de estas cosas.
Soy un muerto y mudo testigo.
Ella se suicidó poco después, lo intuyo. Ahora debe ser una tristeza flotante como yo; ya no nos podremos encontrar jamás.
Somos cuantos sin energía, restos de amor que flotan como la chatarra espacial en el vacío. Una fisión fallida.
Estuvimos a un paso, a una fracción de segundo de ser amantes atómicos.
Ahora solo somos quarks de la tristeza.


Iconoclasta

5 de marzo de 2016

Primero una cosa, luego otra

No es que no quiera, es que no puedo hacer dos cosas a la vez. Me falta masa encefálica. Soy monocanal.
No soy listo.
Soy eficaz en cada cosa, en cada momento.
No quiero hacer varias cosas a la vez como quien optimiza el tiempo. Tengo tiempo y absoluto desprecio a su paso. Hay cicatrices que lo demuestran.
No importa lo que queda de vida, solo me importa el momento preciso.
He visto peces muriendo, boquear en la arena. No hacían otra cosa, no se despedían de nadie. La muerte estaba fija en sus ojos vacíos.
Primero  te jodo, gozo, gimes, me arañas, abres tus putas piernas deseadas y te inmovilizo el coño con labios, dientes, lengua. Succiono, te desesperas y aprietas mi cabeza con tus manos para que me ahogue en tu flujo impío.
Sin una sola palabra que interfiera en los gemidos y jadeos.
Metértela y amenazar tus pezones con mis dientes feroces.
Dejar hilos de baba prendidos entre tus labios y los míos.
Acariciar suave tu coño anegado de mi leche. Sin mirarnos.
No puedo amarte y follarte, sería hacer las cosas a medias.
Soy un animal con poca razón, es mi naturaleza.
Luego, con la respiración ya normalizada, sin el bum-bum del corazón en la garganta, te abrazaré. Te diré sonriendo de amor: "Cómo  te amo, puta mía".
Y sonreirás y me morderás el labio con travesura lujuriosa. Yo diré: "¡Ay!". Y felinamente relamerás tus labios.
Te volveré a decir que todo está bien. Que es donde debemos y como debemos estar.
Holgazanearás en la cama y yo calentaré pizza.
Hablaremos tranquilos, planeando para los próximos instantes salir al cine y cenar o pasear. Y besarte sorpresivamente cuando vamos de la mano. Apresar tu coño en la oscuridad del cine, y tú soportar no gemir entre el público.
Eso será en las próximas horas, o tal vez no, porque contigo todo plan se desbarata de una forma maravillosa.
Y yo no soy lo suficientemente listo para evitarlo.
Solo sé que ambos pensamos en las bestias del deseo que duermen ronroneando plácidamente dentro de algún lugar de nosotros.
Primero te jodo, luego te amo y fundo mi vida con la tuya. No importa el orden, solo importa hacer una sola cosa bien. No caer en la mediocridad.
Artistas que no respirarán tranquilos hasta culminar la obra. Exclusividad para el presente.
Si te estoy amando, no puedo violarte, no puedo tomarte en el ritual animal más primigenio, más voraz.
Dijéramos que tu coño y tu alma son planetas en direcciones opuestas.
Y que mi cerebro no es eficaz.



Iconoclasta

2 de marzo de 2016

El arte de los esclavos


Es incluso infantil, y tan predecible la reacción de los humanos con los asuntos de dinero...
Tienen idéntico comportamiento y superficialidad los ricos y poderosos que los obreros más humildes.
Dale dinero y poder al analfabeto y tendrás un honoris causa en todo aquello que le salga del culo.
Lo cual quiere decir, y es un hecho, que el dinero no hace mejor a nadie. Solo lo hace envidiado mientras lo tiene, un respeto servil que forma parte del genoma humano como un gen defectuoso más.
Y así ocurre, que en el momento en el que se empieza a valorar el tiempo y el trabajo, cuando se ha de pagar algo remotamente justo al trabajador, el arte y la ornamentación pasan a ser cosas no necesarias.
Por eso hay edificios viejos que presentan estatuas, cornisas embellecidas, columnas decorativas, estucados artesanales que hoy día ya casi se desconoce su técnica, etc...
En cuanto el arte y la artesanía se dejó de pagar con hogazas de pan y vasitos de aceite rancio, el arte, sobre todo en la arquitectura se fue directamente al carajo.
Tras cada obra de arte y arquitectura, hay una ingente cantidad de esclavos y explotación humana.
Solo hay que tener memoria histórica para comprender la abundancia de arte y decoración en otros tiempos.
La gracia está en la opresión de los pobres. En cuanto los pobres piden dinero por trabajar, el arte desaparece de las vías públicas.
Otra cosa parecida al asunto de los perros de dos patas que usaba la aristocracia y los funcionarios de élite de gobiernos tiránicos en cualquier país, que aún está vigente. Tiene un buen y exacto reflejo en la película Los santos inocentes, de Mario Camus, 1984; basada en la novela de Miguel Delibes. Paco (magnífico Alfredo Landa) es el perro del señor del cortijo, un perro en toda regla, que hasta con una pata rota, sigue las presas de su amo y lame su mano. Consigue revolver las tripas a cualquiera.
Magnífica película, un diez sobre diez.
Hay que decir, que la humanidad es un conjunto de seres serviles y cobardes, que se adaptan pronto a la miseria para convertirla en su "cómoda" y "tranquila" forma de vida. La imaginación y las inquietudes de libertad tienen un índice demográfico deprimentemente bajo.
Aunque poco ha cambiado esta explotación. Solo ha cambiado su orientación de artística, a consumista y tecnológica. En lugar de crear estucados y capiteles decorativos en los edificios, los perros de los poderosos montan teléfonos móviles o celulares en Asia y cosen ropa para prestigiosas casas de moda.
Más de lo mismo, no les pagan con arroz o tortitas, pero les dan el equivalente en dinero para que no puedan comprar carne.
A mí no me afecta, me parieron en esta mierda de sociedad  y mantengo una sana indiferencia, un justo pago  a la misma que sienten por mí en los malos momentos. Cada perro se rasca su oreja.
Pero no voy a ser un subnormal ciudadano que cree que vive en una maravillosa sociedad y que dice que no todo está tan mal.
Prefiero ser malo, ser detestable que un repugnante hipócrita o fariseo de tiempos modernos que alega que no todo está tan mal porque le da la vuelta al contacto de su coche de mierda, y éste arranca.
Idiotas los han habido en todas las épocas y a medida que avance la ciencia médica, habrán más. Desde el momento  en que empezaron a morir menos niños al nacer todo se estropeó. Porque no hay león que se alimente de ellos.
Compro esclavitud, como si fuera un ricacho de mierda de viejos tiempos. Quien no lo quiera ver, que se arranque los ojos; pero sobre todo, el cerebro, porque no le sirve de nada más que para sonreír como un imbécil.
Me gustan las viejas fachadas de los esclavistas.
Buen sexo.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

29 de febrero de 2016

El viejo depósito


Está fuera de tiempo y también de lugar, no cabe en ningún sitio ya.

Se degrada en torno a un mundo colorido, estúpidamente indolente e ignorante de su propia futilidad.

Hay multitud de seres respirando, de cosas ocupando espacio; pero no quiere decir que sean necesarios. Hay errores a todos los niveles, los cósmicos, cosmogónicos y humanos.

Unos piensan en viejos tiempos; pero yo pienso en el presente, en cómo acabar con tanta banalidad, con el miedo pornográfico que los borregos tienen a la libertad y sus palabras.

El depósito ferroviario, no es "vintage", es una bofetada contra los rostros de los palurdos sin cerebro, incapaces de trascender más allá de su vaso de vino, de un condón regalado.

No penséis en el depósito vacío como en la metáfora de los testículos secos, no seáis tan fáciles. Tan previsibles como el propio tren en su camino.

Estoy aquí, nací para explicaros y recordaros que sin vosotros, caterva de mediocres, el mundo seguirá igual, no mejorará porque vuestra presencia no afecta ni para bien, ni para mal. Tal vez, el aire tendrá un aroma más agradable.

El depósito de la estación de los recuerdos ha queda prisionero en un tiempo tal, que si tuviera vida, su salida sería el suicidio. Y el suicidio es cada vez una puerta más dorada, más prometedora...

Fue creado para almacenar agua y se ha convertido en un monumento a la decrepitud.

Es hermoso que sea así, que sirva de mortificación a los innecesarios respirantes. Que dure tantos años deteriorándose, que los estúpidos al mirarlo, se sientan como él vacío de agua.

Ellos vacíos de importancia alguna.

¿Entendéis ahora porque se empeño Cristo-leyenda en ser crucificado?

Quiso ser también un monumento a lo que se degrada y muere sin que ocurra nada.

No había Padre, ni Hijo, ni Espíritu paloma o cordero. Solo el deseo vehemente por hacer 
vomitar de miedo al dolor a los idiotas. 

Y demostrar con su fracasada e imposible resurrección, que tras una vida de mierda, no hay premios ni castigos, solo la nada.



Iconoclasta
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28 de febrero de 2016

Una bola de cristal


Hoy ha amanecido nevando, y aunque la nieve se deshacía al tocar el suelo, sentía estar dentro de una bola de cristal.

Y las golondrinas, las primeras que han llegado, gritaban con tremenda algarabía, muy enfadadas ellas, que si llegan a saberlo, se traen la bufanda de sus regiones cálidas.

Te lo hubiera dicho tomando el café de la mañana y que rieras para quedarme prendido de tus labios durante eones de tiempo y distancia, entre el humo del tabaco, ante tu presencia impactante.

Por extraño que pudiera parecer, me da paz tu presencia, soñarte. Porque eres donde y cuando debería estar.

Es extraño porque en verdad me agitas, me excitas, me provocas.

Solo que ahora, escribiendo, soy la consciente desolación de que es una farsa de mi imaginación (las golondrinas no, te juro que estaban muy, muy cabreadas). Acepto con tristeza la imposibilidad de la escena. No te podía hablar de las golondrinas. Solo veo los copos caer deshaciéndose en melancolía, ahora que anochece, ahora que las palabras que nunca se pronunciaron empiezan a morir ya tristes, abatidas. Cansadas.

Una imagen que no ocurrió, como en las películas donde el protagonista consigue su fin y está dichoso; para enseñarnos luego, que en realidad ha muerto. Y su cadáver yace triste...

Y así, la mañana se ha hecho deliciosamente triste y trágica amándote.

Hay un vacío enorme en la silla que deberías haber ocupado. Las palabras durante todo el día han dado vueltas golpeándose contra las paredes sin saber quién las ha pronunciado, adónde deben ir.

Y tal vez sea verdad que estoy en una bola de cristal, donde  nadie puede entrar, ni yo puedo salir.

Solo soy el triste adorno polvoriento en un anaquel.



Iconoclasta
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26 de febrero de 2016

Ateo de mí mismo


¿Y si te digo que en lugar de imaginarnos en un lugar de luz y colores cálidos, de grandes horizontes y suaves vientos, donde te beso desnuda y lánguida entre mis brazos; te imagino jadeando con mi lengua recorriendo tu piel, dejando rastros de posesión y pasión, donde te embisto una y otra y otra vez en un lugar donde no hay absolutamente nada, donde solo existe el brillo de tu piel húmeda, el calor de tu coño y el sonido de tu respiración?

No existe un lugar para tomarte, no existe tiempo ni espacio preciso para fundirme contigo. No importa el infierno o el paraíso si existieran, solo importa que estés.

Eres la hacedora del universo. Y tenerte me hace dios, un pequeño dios.

Contigo el mundo es oscuro y tú eres la única claridad.

¿Sabes qué es trascender? Reconocer que he cumplido para lo que nací: amarte. Tener la mano entre tus piernas sin pudor y tú mantenerlas abiertas con medida y soberbia obscenidad. Cubrir tu clítoris con un dedo tembloroso y soportar el tormento  de tu placer, de tu tensión que hace subir la mía.

Trasciendo los límites del planeta y el infinito cuando toco tu alma o tu piel.

No es necesario nada más. Lo sé todo: el origen de toda vida eres tú.

Contigo no hay miedo, no hay nada que lamentar. Porque el mundo, la vida y la muerte, tienen un porqué; no obedece ningún acto al azar o la fatalidad.

Si muero es porque es necesario, porque así lo dispones.

Sin ti no existo, soy ateo de mí.

Soy poderoso en el cumplimiento de mi misión, imparable, insobornable.

¿No te das cuenta que sin ti estoy vacío? Soy el lamento de un ternero que agoniza en arenas movedizas.

Pudiera ser que ya no tuviera sentido mi vida cuando ya te tengo entre mis brazos, que muera porque he cumplido el ciclo. Y estará bien, mi amor.

Así trasciendo, amándote. Cruzando fronteras de sueños, cordura y locura sin temor, sin pensar. Solo soy lo que te buscó siempre.

Una cosa necesaria entre tus piernas, entre tus labios.

Un dios que no cree en sí mismo.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

24 de febrero de 2016

Aciagas voces


Todo son susurros, lamentos y gemidos. Hay una seria injerencia acústica y emocional que me ataca, que me molesta, que hace torva mi mirada.
Que alimenta desprecio y odio hacia la humanidad, hacia esto que me encontré al nacer, todo mal, todo indeseable.
Aciagas voces en oraciones, melodías y operetas que afrentan contra mí, contra mi independencia hacia cualquier precepto o moralidad.
Cantos de amor que murieron inacabados en los labios, cayendo en el pecho como la ceniza en la que se convierte el vampiro con el amanecer.
Porque los enamorados no son inmortales, a pesar de que dicen que el amor lo es. Mueren de viejos, de enfermedades, en manos de asesinos, en manos de poderosos. No son eternos y el amor morirá con ellos, es un principio universal que no acepta discusión, por enamorados que estén. Lo demás son sofismas de cobardes.
No me siento inmortal por enamorado, al contrario, el amor me consume rápido como una mecha corta y veloz.
Oraciones que no consolaron desdichas.
Rezo a sus cuatro labios, henchidos de deseo, es mi única plegaria.
Credos que no repararon corazones.
Salmodias corales de enamorados zombis que se equivocan, no están enamorados; solo buscan compartir su miedo, consolarse que no son ellos los únicos cobardes. Bienvenidos a la Cofradía de los Pusilánimes.
Son los coros, las imprecaciones y las voces de los muertos, de los que no saben que no debieran respirar. Hay que estar tan podrido para  no sentir que el amor colapsa los pulmones... Hay que ser tan vulgar para convertir el amor en compañía, en una conveniente prostitución...
Las putas y putos sociales cantan alto y fuerte en grandes y elegantes banquetes, en altares llenos de flores y cámaras de video.
No deberían usurpar cosas de amor los amantes burgueses, los amantes sensatos, los pobres ambiciosos... Quieren y no pueden, lo que pudre el amor.
El amor es insensato por definición, es absoluta locura y va contra toda medida económica y  moral.
No deberían llamarle amor a según qué cosas. Es un insulto a los amantes que lo son, a los que viven acelerada, doliente y cortamente.
El trámite y la tradición son insultos a la belleza de amar.
Existen fantasmas en dimensiones infranqueables condenados a lanzarse mensajes secretos que angustian el ánimo con sueños imposibles. Golpean el aire para ser oídos, para ser atendidos en su aflicción; pero no hay respuesta, solo la esperanza de los locos. Respirar es un asunto instintivo, la voluntad no puede impedir ciertas cosas. Tampoco las puede conseguir.
Si por voluntad fuera, yo sería El Gran Asesino, el que le arranca las alas a los ángeles del amor.
Y sin embargo, los amantes otorgan un cuadro de cautivadora belleza con su dolor.
Quien ama no reza, grita con furia y blasfema cuando es necesario. Jamás se arrodilla.
Y luce una sonrisa ensangrentada, labios partidos por besos y no-besos. La sangre mana por la pasión y por la desolación.
Mierda...
El rumor de la tragicomedia y la farsa de amar se extiende por todo el planeta, como el vocerío secreto de una necesidad cobarde de compartir el miedo. O el sufrir de los amantes reales.
El mundo es una olla de grillos caótica. Voces que alternan compases de alegrías y tristezas formando una extraña y aberrante orquesta. Latidos de ultratumba perdidos en océanos y tierras.
No veo pájaros trinar alrededor de nadie; pero hay suficiente hipocresía y cobardía para decir que se ven, como las barrigas llenas de mariposas.
Orugas de la estulticia, simplemente.
No sé de donde vienen las sonrisas, no encuentro como alguien  puede reír.
Es una obscenidad, el mundo es un paño de lágrimas, dicen.
Y un condón usado en un descampado lleno de pañuelos de papel.
Las palabras bellas son el camuflaje de una vida en la que los sueños, eso... Son  angustiosas intangibilidades...
Palabras bellas tiradas a la basura cuando se dedican a los que no aman, a los que buscan compañía en la vejez.
Condones envejecidos como orugas del amor prostituido en sórdidos lugares.
Maldita sea, que difícil es cribar los cantos del amor de los de la hipocresía.
Duelen los oídos de tantas voces que se lamentan, que temen, que viven, que pervierten...
Haz lo que debas, no hagas caso, no escuches cantos de sirena que tiran de ti a los arrecifes de la mediocridad.
No escuches los poemas de los enamorados, de los que trascienden; porque son suicidas.
Mantente al margen de las aciagas voces si puedes. Y si crees estar enamorado, reza. Y si no crees, inventa un dios que te proteja.
Observa los condones destripados entre mierda de perro y papeles ignominiosos.
Dale la espalda al mundo, que se joda quien con cada qué.
Un beso negro en mi ano, proponles.
Que no interfieran, que callen, que mueran.
Que una noche oscura se cierna sobre todos para siempre y dejen de oírse los lamentos y las euforias de ellos, todos.
Injerencias aciagas, voces de mierda...
Deja el dinero encima de la mesita, paga a la puta y cierra la puerta de la habitación, que nada enturbie la mamada. Y si la amas, déjale más dinero, que su voz no se sume a las otras, no dejes que sea una voz más, una mediocridad más.
En un mundo de héroes de amor, el follar por dinero nos hace singulares.
Con eso me conformo.
Y que callen, sobre todo que callen de una puta vez.
Voces aciagas, condones destripados...
Precioso.


Iconoclasta

17 de febrero de 2016

Noche de luna nueva



(Novilunio)

Hoy no hay luna llena, la luna está muerta.

No hay claridad que dé consuelo al atávico temor nocturno. La oscuridad se comió el resplandor de hielo. No hay luz sobre las pieles, no somos siquiera siluetas tenuemente dibujadas; somos sombras de sombras.

Gemidos perdidos que flotan en la negritud. Que emergen de entre las piernas y los labios entreabiertos, donde quiera que estén.

La luna llena es tan decente... Alguien debiera apagarla para siempre.

Noches de luna nueva
y oscuros deseos.
Noche de luna oculta
y sexo acechado
por dedos pérfidos
y tenaces.


Los lobos callan la inexistencia de la luna y todos los seres cierran sus ojos para soslayar que sus pieles no reflejan luz, o vida.

La luna nueva niega nuestro ser.

Castiga vanidades infundadas. Vidas prescindibles.

Y nos arranca la máscara de la púdica decencia para que nos violemos con los ojos inútiles.

La noche de luna nueva, luna muerta... La más oscura, no hay brillos azules y helados que localicen tus ojos.
Ni tu coño.


Tanteando humedades
arrancando jadeos.
Conduciendo
con lengua y dedos
por la oscuridad
tersa  de tu piel
el placer de tu coño.
Que lo vomites en gemidos
y blasfemias
por tus labios temblorosos.


Y yo digo que somos ciegos y estamos en la tierra obscena de la carne. El más puro y ancestral lenguaje de la sudorosa y muda piel.

Nada vivo puede ver mi venas dilatarse ante el estallido sanguíneo que provoca tu proximidad cálida en mi glande intranquilo.

Es luna muerta de humedades secretas. Es luna cadáver para sentir tu piel pegada a mí y tomarte en la sacrílega impunidad con obsceno valor.

El miedo no existe, solo la frontera que marca el elástico de la prenda que cubre tu  coño.

Mis dientes apresan y presionan tu pezón a través de la tela para despertarte  en esta oscuridad donde palpito con dureza.

Y despiertas lentamente, excitada y aturdida con los ojos abiertos, vendados por la nueva luna. Por la erógena luna.
Por la puta luna.

Jadeas y levantas la camiseta que te cubre y tomas mi cabeza y la acercas a tu pezón erizado y duro, sin palabras que enturbien el jadeo caliente. Me oprimes para que lo succione sin pudor, hasta casi el dolor.
Y tu pecho se inflama tomando aire para soportar el placer negro.

Mis dedos se infiltran como predadores entre el elástico-frontera, acariciando, casi arañando con hambre tu monte de Venus y tus muslos se rinden a la invasión. Y siento que resbalo, que me precipito por la cresta de los labios que segregan la baba del placer.

Soy un animal rozándose en tu muslo, ardiente.
Dejando mi cálido humor sexual como una marca de posesión. Si hubiera luz, si la luna no estuviera muerta, un camino húmedo se vería trazado en el muslo en el que me masturbo a la espera de metértela. Con toda ansia, con toda brutalidad.

¡Desespérate! Deja que nos cubra la muerta luna y hagamos sacrificio pagano de tu coño y mi polla.


Tanteas con urgencia
con tu mano trémula
buscando  mi bálano
palpitante,
resbaladizo y caliente.


¡Hazme daño! Aprieta, retuerce y clava tus uñas en mi pene hambriento e impío. Que la sangre libere la presión suicida de mi deseo de clavarme en ti, enterrarme en ti, en la oscuridad de una tumba pornógrafa.

Jadeas excitada ante mi gemido de dolor-placer. Eres oscura lascivia, la luna muerta también te ha poseído y sé que en tus uñas hay sangre mía.


Mi glande llora
espeso humor,
por el meato entreabierto
y hambriento.
Como un ojo que quiere ver
pero es ciego.
Un filamento de
placer enredado
entre tus dedos.


¡Hazme daño, más! Susurro en tu oído, en la oscuridad; invadiendo con los dedos tu vagina ofrecida. Sintiendo tu pelvis inquieta, acomodándose a lo que te invade, oprimiendo al invasor.

Y de un tirón desnudas mi glande sensible y gimes de placer de nuevo al sentir mi espasmo de dolor.

Eres furia y puta en esta noche oscura. Y nos gusta, si algo nos iluminara, veríamos nuestro semblante obsceno como indecentes y peligrosos mimos.

Cubro sin cuidado tu duro clítoris con un dedo y mantengo la presión, te siento próxima a estallar. Sostengo el castigo como venganza al pene herido, escucho tus pulmones detenerse ante el placer que estalla por la indecencia que te oprime el puto coño.


Y violenta te incorporas
te clavas
me cabalgas...
Hasta que lo negro
es blanco y caliente
chorreando por tus muslos.
Y mis dedos
crispados en tus pechos
acompasan los
estertores lácteos.


Tu raja gotea sobre mi pubis un semen que tal vez, un día fuera blanco. Y desfallecemos en la oscuridad escuchando los resuellos pintados de negro. Solo los brazos se rozan observando con los ojos innecesariamente cerrados, el lugar donde debería haber un techo.


Luna negra y estéril
de único y absoluto placer.
No enturbies  la sagrada obscenidad
con fecundidad alguna.
No nos hagas vulgares.


A la mañana siguiente, destacas en el calendario de la cocina la próxima muerte de la luna, mientras pegado a tu espalda masajeo tu vagina otra vez empapada.
Mordiéndonos los labios con pagana lujuria.


¡Ave, luna muerta! Los que se están corriendo te saludan.
Sangre y semen a la gloria oscura del novilunio.



Iconoclasta

16 de febrero de 2016

MDLM (no es cifra romana)


Familia tipo endogámica, preciosos todos. Y tan tierno...
Tantas madres, tantos padres...

He caminado, he observado y he juzgado: en cualquier parte del mundo la mezquindad es la moneda de cambio común.
Esto tiene una explicación: los primeros monos que fueron cobardes y dados a la holganza, sobrevivieron a base de comerse los frutos de la tierra, en definitiva, cagaban donde comían. Son los más.
Los cazadores, los que no tenían miedo a la sangre, al cansancio, a la noche o al frío, murieron pronto. Sin que les importara una mierda dejar herencia a sus descendientes.
Estos últimos son una élite cada vez más arrinconada por la mezquindad y el baboseo.
Conociendo al ser humano, desentrañar sus orígenes y porqué ha alcanzado tan altas cotas de podredumbre y mediocridad estadísticamente hablando, es tan fácil como contar los lados de un triángulo.
Esto explica ampliamente su profundo y atávico temor a la soledad: verse solos y sin que nadie les limpie los bajos cuando se meen y caguen encima de viejos. Y por eso existe el matrimonio, una mala aspirina para combatir una grave enfermedad. Ese miedo servil e interesado que empareja con mercantilismo a una pareja macho-hembra, hembra-hembra o macho-macho.
Otra cosa que se aprende, es que en cualquier región del mundo, cualquiera sin excepción; con cualquiera que hables estarás ante una especie de profesional del bon vivant: la/el que mejor folla y cocina.
Todo el mundo tiene madera de chef y de actriz o actor porno.
Lo lamentable, es que he tenido que bostezar tantas veces de aburrimiento sexual y escupir las delicatessen que preparan en la cocina esos genios culinarios, que he llegado a la conclusión, de que aparte de mezquindad, hay una pasión por la mentira que va más allá de la ética para convertirse en paranoia o una enfermedad mental.
Las autocalificaciones solo dan orgullo y consuelo al que se califica. Ningún idiota ve su propio tumor en su cerebro.
Hay ovejas que balan absolutamente desesperadas de aburrimiento con el pastor machote embistiendo entre sus cuartos traseros.
El camino está lleno de restos de lasañas y otras cosas que se han escupido con disimulo.
Ante tanto mdlm (más de lo mismo), piensas en la poca actividad bélica y la escasa densidad demográfica de asesinos en serie.
Esto hace siglos que se fue de las manos. La dignidad está en un serio peligro de extinción.
Porque si hay una constante universal inviolable y sin excepciones es que los idiotas se reproducen veloces como las ratas.
Y les quitan aire a los pocos cazadores que quedan.
Sinceramente, no me importaría comer carne humana con una buena garantía sanitaria (yo no como cualquier porquería). Un bebé humano de tres meses (insisto, debidamente certificado por un veterinario colegiado), horneado con patatitas, seguro que sería tan delicioso como un cordero lechal.
Si alguien garantizara el buen estado de la carne y la correcta alimentación del bicho. Un plato exquisito. Insisto tanto en ello, porque el humano es un animal que traga mucha mierda.
Y por otro lado, comemos cerdo habitualmente. ¿Qué más da que sea de cuatro o de dos patas?
Viajar no enriquece, solo aburre y prueba lo que mi privilegiado cerebro ya sabía desde que era pequeñito y miraba la baraja de naipes de mujeres desnudas que mi papá guardaba en un cajón del escritorio. Vaya donde vayas: mdlm.
Todos esas montas entre padres e hijas, madres e hijos, hermanas y hermanos, primos y primas, etc... Han tenido un precio muy caro: una endogamia paleontológica.
La endogamia es un reservorio de la mezquindad.
La diversidad genética, como hemos visto hoy, pequeños míos; es una necesidad, de lo contrario: MDLM.
Y por fin, si nos movemos fuera del ámbito de la mezquindad y la vulgaridad y accedemos a la justicia, concluiremos que hay muchísimas crueldades y masacres justificadas.
Muchísimas.
Y aún así, tristemente, insuficientes.
MDLM, así en China como en Marruecos.


Iconoclasta

14 de febrero de 2016

Día de enamorados, me parece que no


En días como hoy hay seres tristes que lloran la imposibilidad de abrazar y besar a quien aman.
Y en días como hoy los hay que despiertan con una sonrisa en el rostro, ilusionados, felices. Expectantes de lo que les ofrezca un día de enamorados.
Es normal padecer o gozar las celebraciones tradicionales cuando se tiene una fuerte dependencia del ritual social. Cuando crecer y acumular experiencia no ha servido de nada, cuando el pensamiento no tiene relieve alguno. La esclavitud mental está tan insertada en el tejido neuronal, que nadie se da cuenta que la padece.
Cuando se es libre, cuando eres ajeno al ritual, no existen días especiales.
Amas, deseas y odias igual todos los días. De la misma forma que el que fue un hijo de puta en vida, lo es en el recuerdo ahora que está muerto.
La muerte y los santos días, no tienen nada que cambiar en mi pensamiento.
Puedo elegir cuando odiar o amar independientemente de los calendarios.
Y de una forma casi aleatoria, el día de navidad podría ser el de la mamada, el de la resurrección de mi perra muerta.
El domingo de ramos sería un día masturbador, porque al fin y al cabo, hay cierto mimetismo en golpear el palmón contra el suelo y el movimiento cadencioso y vertical de mi puño en mi rabo.
Y de la misma forma, por mimetismo o por simple y voluntaria maldad desinhibida, san valentín es un buen  día para arrancar a alguien el corazón y meter tierra en el agujero que he dejado en su pecho.
La libertad es extraña para los demás, nunca se practica como alguien espera.
Caín cansado y aburrido decide reventar el cráneo del mezquino Abel, el que le lame el culo a Dios y yo me fumo un cigarro observando el mal simulado orgasmo de una zorra en un video porno que lanza chorros de orina con gritos de cerda degollada.
Me parece bien, podría ver noticias o un documental; pero la versión que me dan del mundo es más sórdida y sucia que la orina que la actriz-puta salpica entre sus muslos abiertos y los indecentes y gruesos labios de su coño.
Me gusta tanto la indecencia... Sobre todo la del pensamiento me apasiona.
Y evoco clítoris duros, resbaladizos, la lengua sintiéndolo, el inolvidable momento  en el que emerge terso y los vientres que se sacuden con un orgasmo incontrolable.
Como los sesos de Abel escurriéndose del cráneo que Dios creó.
Detengo el puto video, me calzo las botas y salgo a ver las nubes entre las montañas; absolutamente alejado de cualquier pauta cívica y social, para concluir por el camino, que san valentín es un día tan bueno como cualquier otro para que alguien muera.
Sinceramente, algún derrame o infarto que ya no recuerdo, debí padecer en algún momento; porque el asunto empático es inexistente en mi cerebro.
Me coloco los auriculares y escucho a los rolling cantar al diablo y su simpatía y sé que toda la humanidad está equivocada y hace las cosas mal. Porque hoy es el día más indiferente y falto de emoción.
Y digo como siempre, cuando he de poner las cosas en su sitio y buen lugar: el amor es un sentimiento que nace directamente en los cojones.
Escupo la colilla, enciendo otro cigarro y llueve.
Me gusta y sonrío, un poco torcidamente, al fin y al cabo siento rencor hacia tantas cosas y seres, que el cariño parece un insulto a mi inteligencia.
Sería perfecto que un rayo fulminara una de esas grandes torres eléctricas de alta tensión y espero un rato por si ocurriera.
Si tuviera alas como un ángel, no volaría, las extendería para resguardar y proteger mi espacio, para que nadie se acercara demasiado y me rozara.
Escondería cuchillas de afeitar entre las blancas plumas.
Es hermosa la plástica de la sangre sobre las plumas blancas, no existe nada más hermoso.
Me apetece un café.


Iconoclasta