Familia tipo endogámica, preciosos todos. Y tan tierno...
Tantas madres, tantos padres...
He caminado, he observado y he juzgado: en cualquier parte del mundo la mezquindad es la moneda de cambio común.
Esto tiene una explicación: los primeros monos que fueron cobardes y dados a la holganza, sobrevivieron a base de comerse los frutos de la tierra, en definitiva, cagaban donde comían. Son los más.
Los cazadores, los que no tenían miedo a la sangre, al cansancio, a la noche o al frío, murieron pronto. Sin que les importara una mierda dejar herencia a sus descendientes.
Estos últimos son una élite cada vez más arrinconada por la mezquindad y el baboseo.
Conociendo al ser humano, desentrañar sus orígenes y porqué ha alcanzado tan altas cotas de podredumbre y mediocridad estadísticamente hablando, es tan fácil como contar los lados de un triángulo.
Esto explica ampliamente su profundo y atávico temor a la soledad: verse solos y sin que nadie les limpie los bajos cuando se meen y caguen encima de viejos. Y por eso existe el matrimonio, una mala aspirina para combatir una grave enfermedad. Ese miedo servil e interesado que empareja con mercantilismo a una pareja macho-hembra, hembra-hembra o macho-macho.
Otra cosa que se aprende, es que en cualquier región del mundo, cualquiera sin excepción; con cualquiera que hables estarás ante una especie de profesional del bon vivant: la/el que mejor folla y cocina.
Todo el mundo tiene madera de chef y de actriz o actor porno.
Lo lamentable, es que he tenido que bostezar tantas veces de aburrimiento sexual y escupir las delicatessen que preparan en la cocina esos genios culinarios, que he llegado a la conclusión, de que aparte de mezquindad, hay una pasión por la mentira que va más allá de la ética para convertirse en paranoia o una enfermedad mental.
Las autocalificaciones solo dan orgullo y consuelo al que se califica. Ningún idiota ve su propio tumor en su cerebro.
Hay ovejas que balan absolutamente desesperadas de aburrimiento con el pastor machote embistiendo entre sus cuartos traseros.
El camino está lleno de restos de lasañas y otras cosas que se han escupido con disimulo.
Ante tanto mdlm (más de lo mismo), piensas en la poca actividad bélica y la escasa densidad demográfica de asesinos en serie.
Esto hace siglos que se fue de las manos. La dignidad está en un serio peligro de extinción.
Porque si hay una constante universal inviolable y sin excepciones es que los idiotas se reproducen veloces como las ratas.
Y les quitan aire a los pocos cazadores que quedan.
Sinceramente, no me importaría comer carne humana con una buena garantía sanitaria (yo no como cualquier porquería). Un bebé humano de tres meses (insisto, debidamente certificado por un veterinario colegiado), horneado con patatitas, seguro que sería tan delicioso como un cordero lechal.
Si alguien garantizara el buen estado de la carne y la correcta alimentación del bicho. Un plato exquisito. Insisto tanto en ello, porque el humano es un animal que traga mucha mierda.
Y por otro lado, comemos cerdo habitualmente. ¿Qué más da que sea de cuatro o de dos patas?
Viajar no enriquece, solo aburre y prueba lo que mi privilegiado cerebro ya sabía desde que era pequeñito y miraba la baraja de naipes de mujeres desnudas que mi papá guardaba en un cajón del escritorio. Vaya donde vayas: mdlm.
Todos esas montas entre padres e hijas, madres e hijos, hermanas y hermanos, primos y primas, etc... Han tenido un precio muy caro: una endogamia paleontológica.
La endogamia es un reservorio de la mezquindad.
La diversidad genética, como hemos visto hoy, pequeños míos; es una necesidad, de lo contrario: MDLM.
Y por fin, si nos movemos fuera del ámbito de la mezquindad y la vulgaridad y accedemos a la justicia, concluiremos que hay muchísimas crueldades y masacres justificadas.
Muchísimas.
Y aún así, tristemente, insuficientes.
MDLM, así en China como en Marruecos.
Iconoclasta