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11 de marzo de 2016

El dolor de amar



Si  te follara en una iglesia las imágenes girarían sus rostros aterrorizadas y avergonzadas.

Quisiera no ser placer, ser tu dolor. Porque el dolor anida y pulsa como una estrella durante toda la eternidad.

Y el placer es un cometa veloz, una estrella fugaz. Rápida como el semen se enfría fuera de la carne.

Quisiera que mi bálano doliera dentro de ti, que te corrieras entre lamentos de placer y dolor, con esquizofrenia. Aferrándote a tu coño con dedos crispados sin saber qué hacer con toda esa paranoia que soy y que te meto.

Con esta demencia de amarte.

Quiero ser tu dolor en lo profundo y agitado de tu coño y en tu cerebro, donde reside el alma, si la tenemos.

Seré más y más tiempo en ti.

Llenarte y expandirme en tu vagina húmeda y cálida mientras tu cabeza niega lo que está ocurriendo y no puedas detenerlo, ni quieras.

El amor no es bondad, es posesión, acoso y deseo.

Yo soy la cara oscura, sucia y obscena del amor.

Que se amen los ángeles con bondad, que sometan sus culos a Dios cantando loas y toda esa mierda; que yo te la meteré y marcaré tu piel hasta que desees mi muerte y no me permitas que saque mi boca de entre tus muslos.

Que sepa el planeta cómo te la meto y los hijos que podrían haber nacido, brillen derramados en nuestra piel y en la superficie de las cosas enfriándose.

Ofrendar lo no nato a la culminación del deseo.

Negar la reproducción bombeando, embistiéndote; con el rímel corrido haciendo de tus ojos un placer y un dolor que nos aboque a la eternidad.

Que respires con los pezones doloridos, con los muslos arañados.

Y que duela, que yo te duela hasta la siguiente follada, para que no me olvides, para que mi presencia sea constante en tu pensamiento y en tu piel.

Ser un doloroso injerto en ti.

Como no olvido el sabor a óxido salvaje que tu sangre deja en mi boca.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

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